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🌿✨ 𓄴 SEMPITERNO presents to you
▬ ▬▬ chapter Twenty nine

the missing god❞ 

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Corrieron hasta quedar exhaustos. Corrieron con un único objetivo en mente: alejarse de aquella siniestra montaña y del rugido de Cronos.

Rachel los mantuvo alejados de las trampas hasta que finalmente se detuvieron en un túnel de roca blanca y húmeda que parecía formar parte de una cueva natural.

No escuchaban indicios de que los estuvieran siguiendo, pero no por eso bajaron la guardia.

Victoire, con lágrimas en los ojos, se dejó caer contra una de las paredes. Aún tenía presente en su mente los ojos dorados y antinaturales en el rostro de Luke. Sollozó con un dolor en el pecho.

Luke...

—No puedo seguir —jadeó Rachel, llevándose las manos al pecho.

Pero la realidad es que no solo ella no podía continúar; Annabeth, al igual que Tori, no había cesado de llorar durante todo el trayecto. Se desplomó en el túnel y escondió la cara entre las rodillas. El eco de sus sollozos rebotaba por todo el túnel.

Era duro verla así. Incluso para Daphne, quien para sorpresa de ambos, se acercó a consolar a la rubia.

Nico y Percy se sentaron juntos. El menor dejó su espada junto a la de Percy e inspiró, tembloroso.

—¡Vaya mierda! —dijo Nico con una expresión que resumía bastante bien la situación.

—¡Nos has salvado la vida! —le dijo Percy.

Nico se limpió el polvo de la cara.

—Han sido las chicas las que me han arrastrado hasta allí. Es en lo único en lo que estaban de acuerdo: debíamos ir a ayudarlos o acabarían fastidiándolo todo.

Pero ni siquiera Victoire alzo el rostro para replicar por la falta de confianza, se encontraba en un estado destrozado.

No fue hasta que la voz de Annabeth retumbó en las paredes, que levantó la mirada.

—¿Qué... qué le pasaba a Luke? ¿Qué le han hecho?

Victoire no tuvo la fuerza para decírselo, por lo que Percy le contó todo.

—No —dijo Annabeth cuando esté terminó—. No puede ser cierto. Él no podría...

—Victoire también lo vio—señaló Percy—. Se ha sacrificado por Cronos. Lo siento, Annabeth. Luke ya no existe.

Victoire sollozó más fuerte.

—¡No! —insistió Annabeth y se volteo a verla—.¿Tu viste lo mismo que yo, no es así? has visto lo que ha pasado cuando Rachel le ha golpeado.

Victoire asintió y su rostro se iluminó un poco. Había olvidado ese pequeño detalle entre toda la adrenalina y dolor que tenía dentro.

—Me cuesta admitirlo —dijo Daphne hacia Rachel—, pero eso ha sido lo más tonto y valiente que le he visto hacer a alguien: ¿lanzarle un cepillo de pelo a un titán? Icónico.

Rachel parecía avergonzada.

—Era lo único que tenía a mano.

—Ustedes mismo lo han visto —insistió Annabeth mirando a Tori y a Percy—. Al recibir el golpe, se ha quedado aturdido durante un segundo. Ha recobrado el juicio.

—Él sigue ahí —agregó Tori, esperanzada.

—O sea, que Cronos quizá no estaba del todo asentado en su cuerpo, o algo así —dedujo Percy—. Lo cual no significa que Luke controlara la situación.

Victoire y Annabeth lo voltearon molestas.

—Quieres que sea un malvado, ¿no es eso? —gritó Annabeth.

—¡Tu no lo conocías Percy, pero nosotras si!

—¿Y a ustedes que les importa? —le espeto él, ligeramente molesto—. ¿Por qué lo defiendes tanto? —inquirió mirándo únicamente a Victoire.

—Eh, ustedes dos —terció Rachel—. Dejenlo ya.

Pero Victoire se volvió hacia ella bruscamente.

—¡Tú no te metas, mortal! Si no fuera por ti yo no hubiera... No hubiera visto...

Pero su voz se quebró. Bajó la cabeza de nuevo y estalló en sollozos. Annabeth tampoco se quedó atrás.

—Debemos seguir moviéndonos —dijo Nico de pronto—. Habrá enviado en nuestra búsqueda a un montón de monstruos.

Aunque Nico tenía razón, nadie estaba en condiciones de correr. Debían marcharse lo más rápido que pudieran, pero Victoire no tenia las fuerzas necesarias para levantarse.

Percibió a Percy acercarse a ella. Éste se arrodillo junto a Tori.

—Eh. Lo siento —se disculpo—. Pero debemos ponernos en marcha.

—Lo sé —asintió ella sin voltear a verlo a la cara— Yo.. estaré bien.

Pero aquello era una vil mentira.

No obstante se puso de pie y pronto los seis se echaron a caminar penosamente por el laberinto.

—De vuelta a Nueva York —indicó Percy—. Rachel, ¿podrías...?

Pero el chico se quedó petrificado. Las alarmas de Victoire se encendieron, temiendo que más adelante hubiera algún peligro. Sin embargo, al mirar sobre el hombro de Percy, siguió el rumbo de la luz de la linterna y vio, a un metro de distancia de ellos, un gorro rasta de color rojo.

—Grover —musitó Tori petrificada al verlo.

Se acercaron rápidamente a éste. A Percy le temblaban las manos al recoger la prenda.

—Hey miren eso —señaló Daphne apuntando la tierra más adelante. Ahí, en el barro que se formaba debido al agua que goteaba de las estalactitas del techo, se veían unas huellas grandes como las de Tyson y otras más pequeñas —pezuñas de cabra— que se desviaban hacia la izquierda.

—Debemos seguirlas —dijó Percy—. Han ido por allí.

—Las huellas están húmedas, son recientes —aseguró Daphne.

—¿Y el campamento? —preguntó Nico—. No queda tiempo.

—Tampoco podemos dejarlos aquí abajo —sentenció Tori.

—Hemos de encontrarlos —dijo Annabeth—. Son nuestros amigos.

Tomó la gorra aplastada de las manos de Percy y echó a andar. Los demás la siguieron.

El túnel era traicionero: tenía bruscas pendientes cubiertas de barro. Más que caminar, se la pasaban casi todo el tiempo resbalandose y deslizándose.

Finalmente bajaron por una pronunciada pendiente y se encontraron en una cueva inmensa con enormes estalagmitas. Por el centro pasaba un río subterráneo y junto a la orilla, vislumbraron la silueta de Tyson; Tenía en el regazo a Grover, que permanecía inmóvil y con los ojos cerrados.

—¡Tyson! —gritaron Percy y Tori al unísono.

—¡Percy! ¡Vi-vi! ¡Deprisa!

Corrieron a su encuentro. Victoire suspiró aliviado al ver que Grover no estaba muerto, pero si que temblaba de pies a cabeza como si estuviera muriéndose de frío.

—¿Qué le ha sucedido? —le preguntó Daphne.

—Muchas cosas —murmuró Tyson—. Una serpiente gigante. Perros grandiosos. Hombres con espadas... Cuando nos acercábamos aquí, Grover estaba muy nervioso. Ha echado a correr. Hemos llegado a esta cueva, se ha caído y se ha quedado así.

—¿Ha dicho algo? —preguntó Percy.

—Ha dicho: «Estamos cerca.» Luego se ha dado un porrazo en la cabeza.

Percy se arrodilló junto a él. La única vez que lo había visto desmayarse había sido el invierno anterior, cuando había detectado la presencia de Pan. Victoire no estuvo presente, pero se lo habían contando con todo detalle.

Tori y Daphne iluminaron la caverna con sus linterna. Las rocas relucían. En el otro extremo se veía la entrada a otra cueva, flanqueada por unas gigantescas columnas de cristal que parecían diamantes. Pero más allá de aquella entrada percibieron algo poderoso.

—Grover —dijo Percy, llamándolo—. Despierta.

—Arg.

Annabeth se arrodilló a su lado y le roció la cara con un poco de agua del río, la cual estaba helada.

—¡Arf! —Movió los párpados—. ¿Percy? ¿Annabeth? ¿Chicas? ¿Dónde...?

—No pasa nada —le aseguró Percy—. Sólo te has desmayado. La presencia ha sido demasiado para ti.

—Ya... recuerdo. Pan.

—Asi es Gro —dijo Tori—. Hay algo muy poderoso más allá de esas columnas.

Percy se encargó de hacer unas rápidas presentación porque Tyson y Grover no conocían a Rachel. El inocente Tyson hizo el comentario de que la chica era muy mona, lo que solo ocasionó que Victoire rodara los ojos.

«Vale si, la chica era mona. ¿Pero hacía falta recalcarlo siempre?» pensó Tori.

—Bueno —dijo Percy—. Vamos, Grover. Apoyare en mí.

Entre Daphne y Percy lo levantaron y lo ayudaron a vadear el río subterráneo. La corriente era bastante fuerte. El agua les llegaba a la cintura, Victoire se tiritiaba del frío, el agua estaba sumamente helada.

—Creo que estamos en las Cavernas Carlsbad —comentó Annabeth, tiritando y entre castañeteos de dientes—. Quizá una zona aún inexplorada.

—¿Cómo lo sabes, Jimmy? —le preguntó Daphne.

—Carlsbad está en Nuevo México —dijo—. Lo cual explicaría lo de este invierno.

Nuevo México... La última vez que Grover se había desmayado hacia sido en Cloudcroft, Nueva México.
Fue allí donde percibió la cercanía del poder de Pan.

Tenia sentido.

Salieron del agua y continuaron caminando. Al aproximarse, pudieron apreciar mejor el increíble tamaño de las columnas de cristal y empezaron a captar el intenso poder que emanaba de la otra cueva.

Victoire había vivido cuatro años en presencia de los dioses, pero aquel poder se sentía diferente. La piel le hormigueaba con una energía viva. Su agotamiento
se evaporó de golpe, como si acabase de dormir una noche entera.

Sintió cómo aumentaba su vigor, igual que en esos vídeos que muestran a cámara rápida el desarrollo de una planta. Y la tristeza dentro de ella parecía desparecer. La fragancia procedente de la cueva no tenía nada que ver con el tufo a humedad de los subterráneos. Olía a árboles, a flores, a un cálido día de verano.

Grover gimoteaba de nerviosismo entre Percy y Daphne. Todos se encontraban atónitos como para pronunciar palabra alguna, incluyendo a Nico.

Finalmente entraron en la cueva.

—¡Vaya! —exclamó Rachel.

Y vaya que Rachel tenía razón al expresarse así.

Los muros estaban cubiertos de cristales rojos, verdes y azules que relucian. Bajo aquella luz extraña, crecían plantas preciosas: orquídeas gigantes, flores con forma de estrella, enredaderas cargadas de bayas anaranjadas y moradas que trepaban entre los cristales. El suelo estaba alfombrado con un musgo verde y mullido. El techo era más alto que el de una catedral y destellaba como una galaxia repleta de estrellas.

En el centro de la cueva había un lecho romano de madera dorada con forma de U, cubierto de almohadones de terciopelo. Alrededor se veían animales ganduleando, pero estos eran seres que ya no existían. Que no deberían haber estado vivos.

Había un pájaro dodo, una criatura que venía a ser un cruce entre un lobo y un tigre, un enorme roedor que parecía la madre de todas las cobayas y magnífico un mamut lanudo. Y sobre el lecho, reposaba un viejo sátiro.

Mientras se acercaban los observó con unos ojos azules como el cielo. Su pelo ensortijado, y también su barba puntiaguda, eran completamente blancos; incluso el pelaje de sus patas estaba escarchado de gris. Tenía unos cuernos enormes y retorcidos de un marrón reluciente que ni con cinco gorros como los de Grover hubieran sido capaz de cubrirlos.

Llevaba colgado del cuello un juego de flautas de junco.

Grover cayó ante él de rodillas y Tori lo imitó.

—¡Señor Pan!

El dios sonrió gentilmente, pero había una expresión de tristeza en sus ojos.

—Grover, mi querido y valeroso sátiro. Te he esperado mucho tiempo.

—Me... perdí —se disculpó él.

Pan se echó a reír con un sonido maravilloso, como una brisa primaveral que llenó de esperanza la cueva entera. El tigre-lobo dio un suspiro y apoyó la cabeza en la rodilla del dios. El dodo le picoteó cariñosamente las pezuñas y produjo una cadencia extraña. Tal vez eran imaginaciones de Tori, pero habria jurado que tarareaban la canción de Disney It's a Small World.

Pese a todo, Pan parecía cansado. Su forma entera temblaba como si estuviera hecha de niebla.

En ese momento, Percy se percató de todos estaban arrodillas menos él. Rápidamente imitó a sus amigos.

—Su pájaro dodo tararea —comentó a lo tonto.

Los ojos del dios centellearon.

—Sí, se llama Dede. Mi pequeña actriz.

Dede, la dodo, pareció ofendida. Le dio un picotazo a Pan en la rodilla y tarareó una melodía que sonaba como una marcha fúnebre.

—¡Éste es el lugar más hermoso del mundo! —dijo Annabeth—. ¡Más que cualquier edificio construido a lo largo de la historia!

—Es... Vaya, no tengo palabras para describir lo magnífico y vivo que es este lugar —dijo la rizada.

—Me alegra que les guste, queridas —respondió Pan—. Es uno de los últimos lugares salvajes. Arriba, me temo que mi reino ha desaparecido. Sólo quedan algunos reductos, diminutas islas de vida. Esta permanecerá intacta... durante algo más de
tiempo.

—Mi señor —intervino Grover—, ¡Por favor, tiene que volver conmigo! ¡Los viejos Sabios no se lo van a creer! ¡Se pondrán contentísimos! ¡Aún puede salvar la vida salvaje!

Pan le puso la mano en la cabeza y le alborotó su pelo ensortijado.

—Qué joven eres, Grover. Qué bueno y qué fiel. Creo que escogí bien.

—¿Escogiste? —inquirió él—. N... no comprendo.

Pero la imagen de Pan parpadeó y por un instante se convirtió en humo. La cobaya gigante se deslizó corriendo bajo el lecho con un chillido de terror. El mamut lanudo soltó un gruñido y Dede escondió la cabeza bajo el ala. Pan volvió a formarse enseguida.

—He dormido durante muchos eones —explicó el dios, con aire desolado—. He tenido sueños sombríos. Me he despertado a ratos y mi vigilia cada vez ha sido más breve. Ahora nos acercamos al fin.

—¿Cómo? —gritó Grover—. Pero ¡no es así! ¡Estás aquí!

—Mi querido sátiro —suspiró Pan—. Ya traté de decírselo al mundo hace dos mil años. Se lo anuncié a Lysas, un sátiro muy parecido a ti que vivía en Efeso, y él intentó propagar la noticia.

Junto a ella, Annabeth abrió los ojos como platos.

—Es la antigua leyenda. Un marinero que pasaba junto a las costas de Efeso oyó una voz que gritaba desde la orilla: «¡Diles que el gran dios Pan ha muerto!»

—¡Pero no era cierto! —estalló Grover.

A Victoire se le oprimió el corazón al verlo así.

—Los de tu especie nunca lo creyeron —admitió Pan—. Ustedes, dulces y testarudos sátiros, se negaban a aceptar mi muerte. Y los quiero por ello, pero no han hecho más que retrasar lo inevitable. Sólo han prolongado mi larga y dolorosa agonía, mi oscuro sueño crepuscular. Pero ahora debe llegar a su fin.

—¡No! —protestó Grover con voz temblorosa.

Victoire trago saliva y sintió como sus ojos picaban.

—Querido Grover —repuso Pan—, debes aceptar la verdad. Tu compañero, Nico, lo entiende.

Nico asintió lentamente.

—Se está muriendo. Debería haber muerto hace mucho. Esto... es como una especie de recuerdo.

—Pero los dioses no pueden morir —alegó Grover.

—Pueden desvanecerse —dijo Pan—. Cuando todo lo que representaban ya no existe. Cuando dejan de tener poder y sus lugares sagrados desaparecen. La vida salvaje, querido Grover, es tan reducida y tan precaria que ningún dios es capaz de salvarla. Mi reino se ha esfumado. Por eso te necesito, para que transmitas un mensaje. Debes regresar ante el Consejo. Debes comunicar a los sátiros, y a las dríadas, y a los demás espíritus de la naturaleza que el gran dios Pan ha muerto.

»Relátales mi muerte, porque han de dejar de esperar que vaya a salvarlos. Ya no está en mi mano hacerlo. La única salvación deben buscarla ustedes mismos. Cada uno de ustedes ha de...

Se detuvo y miró ceñudo al pájaro dodo, que se había puesto a tararear otra vez.

—¿Qué haces, Dede? —preguntó Pan—. ¿Estás cantando Kumbayá otra vez?

La dodo alzó sus ojos amarillos con aire inocente y parpadeó. Victoire sollozó mientras una pequeña risa se escapaba de sus labios. Había sido tan pequeña, que nadie la notó, salvo el dios Pan. Que volteo a verla y le guiño un ojos. Victoire apretó los labios, aguantando las lágrimas que amenazaban con salir.

Pan suspiró.

—Todo el mundo se ha vuelto cínico. Pero, como iba diciendo, mi querido Grover, cada uno de ustedes debe asumir mi labor.

—Pero... ¡no! —gimoteó él.

—Sé fuerte —dijo Pan—. Me has encontrado. Y ahora has de liberarme. Debes perpetuar mi espíritu. Ya no puede encarnarlo un dios. Deben de asumirlo todos ustedes.

Y entonces los miró a ellos. Cuatro semidióses que miraban afligidos a su amigo y al dios. Sin embargo, Victoire entendió el mensaje. También los mestizos y humanos debían asumir que él se iría.

Pan se dirigió primero a Percy.

—Percy Jackson —prosiguió el dios—, sé lo que has visto hoy. Conozco tus dudas. Pero te doy una noticia: cuando llegue la hora, el miedo no se adueñará de ti.

Se volvió hacia Annabeth, quien estaba a un costado del pelinegro.

—Hija de Atenea, tu hora se acerca. Desempeñarás un gran papel, aunque tal vez no sea el que imaginas.

Prosiguió con Victoire.

—Victoire, hija de Nike. Tu tiempo de tomar una decisión está cada vez más cerca. Te dolerá, no voy a mentirte, pero la presencia de los que te aman será lo suficientemente fuerte para que logres seguir adelante.

Entonces Daphne se removió nerviosa junto a Tori cuando los ojos azul claro de pan se posaron en ella.

—Hija de Dionisio, has demostrado ser una excelente guerrera a lo largo de estos años; no permitas que las adversidades borren tu esencia. El rencor nunca es bueno.

Luego miró a Tyson.

—Maestro cíclope, no desesperes. Los héroes casi nunca están a la altura de nuestras esperanzas. Pero en tu caso, Tyson, tu nombre perdurará entre los de tu raza durante generaciones. Y señorita Rachel Dare...

La pelirroja se sobresaltó al oír su nombre y retrocedió como si fuese culpable de algo malo. Pero Pan se limitó a sonreír. Alzó la mano en señal de bendición.

—Ya sé que piensas que no puedes arreglar nada —continuó—. Pero eres tan importante como tu padre.

—Yo... —Rachel titubeó. Una lágrima se deslizó por su mejilla, cosa que sorprendió mucho a Tori.

—Sé que ahora no lo crees —señaló Pan—. Pero busca las ocasiones propicias. Se presentarán.

Finalmente se volvió de nuevo hacia Grover.

—Mi querido sátiro —dijo Pan bondadosamente—, ¿transmitirás mi mensaje?

—N... no puedo.

—Sí puedes —aseguró Pan—. Eres el más fuerte y el más valiente. Tienes un corazón puro. Has creído en mí más que nadie. Por eso debes ser tú quien lleve el mensaje, por eso debes ser el primero en liberarme.

—No quiero hacerlo —gimoteo él.

—Lo sé. Escucha. «Pan» significaba originalmente «rústico», ¿lo sabías? Pero con el tiempo ha acabado significando «todo». El espíritu de lo salvaje debe pasar ahora a todos ustedes. Tienes que decírselo a todo aquél que encuentres en tu camino. Si buscan a Pan, deben asumir su espíritu. Rehacer el mundo salvaje, aunque sea poco a poco, cada uno en su rincón del mundo. No pueden aguardar a que sea otro, ni siquiera un dios, quien lo haga por ustedes.

Grover se secó los ojos y se puso de pie lentamente.

—He pasado toda mi vida buscándolo. Y ahora... Lo libero.

Pan sonrió.

—Gracias, querido sátiro. Mi última bendición.

Cerró los ojos y se disolvió en una niebla blanca que se deshilachó en volutas de energía, aunque está no era tan espeluznante como el resplandor azul de Cronos. La niebla inundó la cueva. Una voluta se dirigió a Victoire y se metió en su boca, al igual que a Grover y a los demás, aunque la del sátiro fue más grande.

Lentamente, los cristales se fueron apagando. Los animales los miraron con tristeza. Dede, la dodo, suspiró. Victoire jadeo abruptamente cuando estos se volvieron grises y se reducieron a un montón de polvo. Las enredaderas terminaron marchitandose y finalmente se encontraron solos ante un lecho vacío, en mitad de una cueva oscura.

Percy fue el primero en encender una linterna.

Grover respiró hondo.

—¿Te... encuentras bien? —le preguntó Percy.

Todos lo miraron afligidos. Parecía más viejo y más triste. Grover tomó su gorra de las manos de Annabeth, sacudió el barro y se la encasquetó sobre su pelo rizado.

—Hemos de irnos y contárselo a todos —declaró—. El gran dios Pan ha muerto.

     
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                  

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Era bien sabido, para ese punto de la misión, que las distancias en el laberinto eran más cortas. Llegaron a Times square siendo guiados por Rachel, todos totalmente agotados y sin ánimo alguno. La muerte del dios Pan había sido abrumadora para todos, pero sobretodo para Grover, que apenas había hablando algo en todo el camino.

Tal cual entraron al laberinto la última vez, salieron por sótano del hotel Marriot y emergieron por fin a la luz deslumbrante de un día veraniego. 

Aturdidos y guiñando los ojos para acostumbrarse a la Luz, contemplaron el tráfico y la muchedumbre. Percy fue quien abrió la marcha hasta llegar a un callejón, una vez ahí silbó con todas sus fuerzas siete veces.

Un minuto más tarde, Victoire los vio y sonrió. Rachel sofocó un grito.

—¡Son preciosos!

Un rebaño de pegasos bajó del cielo en picado entre los rascacielos. Blackjack iba delante; lo seguían otros seis colegas de color blanco.

El pegaso negro relincho en dirección a Percy.

—Sí —le respondió él—. Soy un tipo con suerte. Escucha, necesito que nos lleves al campamento. Pero muy deprisa.

Blackjack relincho en respuesta y Percy sonrió.

—Lo harán —dijo y todos comenzaron a montar uno, menos Victoire y Rachel.

—Puedo volar hasta...

—No, la distancia es muy larga, nunca lo has intentando antes —repusó Percy. Victoire suspiro. El chico tenía razón. Montó sobre el último pegaso disponible.

—Bueno —escuchó decir a Rachel. De reojo vio que se había acercado a Percy—. Supongo que esto se ha acabado.

Percy asintió, incómodo. Volteo a ver un momento a Victoire pero está desvío la mirada rápidamente hacia el otro lado del callejón. Fingiendo que no les prestaba atención.

—Gracias, Rachel —escuchó decir Percy—. No lo habríamos logrado sin ti.

Victoire suspiró y miró a Daphne, quien la veía con burla. Tori rodó los ojos.

—¿Qué? —musito en voz baja. Daphne y su pegaso se acercaron a ella.

—La chica no es taaan mala, admítelo —pidio ella. Tori bufó pero alzo la comisura del labio en una pequeña sonrisa.

—No, no lo es. Pero ni se te ocurra decirle a Percy que lo dije.

Daphne se rió y fue a ayudar a Nico a montar su pegaso, que parecía reacio a acercarse a él.

—Bueno... —volvió a poner atención al par—. Si alguna vez te apetece dar una vuelta con una mortal... puedes llamarme y eso.

—Ah, sí. Claro.

Victoire arqueó las cejas.

—Quiero decir... me gustaría —añadió Percy.

Victoire bajó la mirada a sus manos.

—Mi número no está en la guía —le dijo ella.

—Lo tengo.

—¿Aún no se ha borrado? Imposible.

—No. Eh... me lo aprendí de memoria.

«Lo sabia» masculló Tori mentalmente.

—Nos vemos, Percy Jackson. Ve a salvar el mundo por mí, ¿vale?

Y echó a andar por la Séptima Avenida y desapareció entre la multitud.

—Hey Romeo —lo llamo Tori ignorando la punzada en su pecho—,  necesitamos ayuda aquí con Porkpie.

Percy dejó de ver la avenida y se acercó a ellos para ver qué sucedía. Porkpie y Blackjack relincharon en su dirección. Nico desistió.

—¡Marchense sin mí! —dijo Nico—. No quiero volver a ese campamento, de todos modos.

—Nico —replicó Percy—, necesitamos tu ayuda.

—No podremos hacerlo sin ti —agregó Tori.

Nico se cruzó de brazos y frunció el ceño. Daphne le puso una mano en el hombro.

—Nico. Por favor.

Poco a poco, su expresión se fue suavizando.

—Está bien —accedió, de mala gana—. Lo hago por ti. Pero no voy a quedarme.

Finalmente Porkpie dejo que Nico lo montará y salieron disparados por el aire. Muy pronto sobrevolaron el East River mientras toda la panorámica de Long Island se extendía a sus pies.

     
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                  

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Aterrizaron en mitad de la zona de las cabañas y enseguida salieron a recibirlos Quirón y Sileno, el sátiro barrigón, junto con un par de arqueros de Apolo, Lee entre ellos, lo que hizo que Percy bufará por lo bajo.

Si bien Quirón arqueo una ceja cuando vio a Nico, no se sorprendió mucho cuando Percy le contó las últimas noticias; que Quintus era Dédalo y que Cronos se había alzado.

—Me lo temía —dijo—. Debemos apresurarnos. Esperemos que hayan logrado retrasar un poco al señor de los titanes, pero la vanguardia de su ejército ya debe de estar en camino. Y llegará sedienta de sangre. La mayor parte de nuestros defensores se halla en sus puestos. ¡Vengan!

—Un momento —intervino Sileno—. ¿Qué hay de la búsqueda de Pan? ¡Llegas con casi tres semanas de retraso, Grover Underwood! ¡Tu permiso de buscador ha sido revocado!

Pero su amigo sátiro respiró hondo, se enderezó y miró a Sileno a los ojos.

—Los permisos de buscador ya no importan. El gran dios Pan ha muerto. Ha fallecido y nos ha dejado su espíritu.

—¿Qué? —Sileno se puso rojo como la grana—. ¡Sacrilegios y mentiras! ¡Grover Underwood, serás exiliado por hablar así!

—Es la verdad —corroboró Percy—. Nosotros estábamos presentes cuando murió. Todos nosotros.

—¡Imposible! ¡Sois unos mentirosos! ¡Destructores de la naturaleza!

Quirón miró a Grover fijamente.

—Hablaremos de eso más tarde.

—¡Hablaremos ahora! —exigió Sileno—. ¡Hemos de ocuparnos...!

—Sileno —lo cortó Quirón—. Mi campamento está siendo atacado. El asunto de Pan ha podido esperar dos mil años. Me temo que deberá esperar un poquito más. Siempre y cuando sigamos aquí esta noche.

Y con esa nota de optimismo, preparó su arco y echó a galopar hacia el bosque.

Los demás se apresuraron a seguirlo.

—Asi que... ¿Es cierto? ¿El dios Pan murió? —le preguntó Lee a Tori cuando la alcanzó.

La castaña asintió decaída.

—Si, lo vimos en sus últimos momentos.

Tori le echó un vistazo  al rubio, lucía cansado y tenía unas ligeras ojeras debajo de sus ojos azules.

—¿Tu estás bien? Luces cansado —observó Tori.

Lee desvío la mirada al frente, nervioso, y asintió.

—Estoy bien.

Pero no sonaba seguro. Lee apresuró el paso y se adelantó junto con sus hermanos, dejando atrás a una intrigada Victoire.

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𝐁𝐚𝐫𝐛𝐬 © | 𝟐𝟎𝟐𝟐 ✔️

¡Tengo grandes noticias para ustedes! AHH Sempiterno es elegible para los wattys y quiero inscribir la historia BUT... debe estar terminada. Así que...

*Redoble de tambores*

¡¡Las actualizaciones de Sempiterno pasarán a ser cada día!! AAAHHH la historia la tengo terminada desde hace meses, pero había estado publicando por semana porque como saben, este libro forma parte de una serie de libros que, por el momento, están en pausa por tiempo indefinido. Sin embargo, con mi Babe tinta, estuvimos de acuerdo en concluir este libro para poder inscribirlo a los wattys, así que... ¡Mejor para ustedes! Jajaja estamos a 3 capitulo de concluir con este acto y empezar el último ✨ lo que me da tiempo suficiente para inscribir la historia antes de que las inscripciones terminen.

Así que, no tengo más nada que decir. Nos vemos mañana para otro capítulo ✨🖤

BARBS JACKSON

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