𝟤𝟪. 𝖾𝗅 𝖽𝖾𝗌𝗉𝖾𝗋𝗍𝖺𝗋 𝖽𝖾𝗅 𝗍𝗂𝗍𝖺́𝗇
🌿✨ 𓄴 SEMPITERNO presents to you
▬ ▬▬ chapter Twenty eight
❝ titan's awakening❞
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Saltar por una ventana a mil quinientos metros del suelo podría haber sido una grandiosa experiencia para Tori sí no temiera por la vida de sus amigos.
Victoire voló muy cerca de ellos por preocupación, pero pronto Annabeth, Daphne, Nico y Rachel le agarraron el truco. No obstante, Percy caí en picado hacia el valle, directo hacia unas rocas rojitas.
Victoire voló en picado para alcanzarlo, pero Annabeth le grito al pelinegro.
—¡Extiende los brazos! ¡Mantenlos extendidos!
Para el alivio de la castaña Percy hizo lo que Annabeth le dijo y extendió los brazos; sus alas se pusieron rígidas, atraparon el viento y frenaron su caída.
Percy entonces le agarro el truco.
—¡Yuju! —gritó y volteo a su derecha.
Una sonrisa se dibujo en su rostro en cuanto vio a Victoire volar junto a él. La chica parecía disfrutar aquello, tenía los ojos cerrados y una sonrisa pequeña en labios.
No lo dijo en voz alta, pero Percy nunca imagino que disfrutaría tanto volar junto a Tori.
—¡Aterricemos! —gritó Annabeth, llamando la atención de ambos—. Estas alas no durarán eternamente.
—¿Cuánto tiempo calculas? —preguntó Rachel.
—¡Prefiero no averiguarlo!
Se lanzaron en picado hacia el Jardín de los Dioses.
Percy trazo un círculo completo alrededor de una de una de las agujas de piedra y les dio un susto de muerte a un par de escaladores. Victoire se rió y Percy sintió un cosquilleo en su interior al oírla.
Planearon los seis sobre el valle, sobrevolaron una carretera y fueron a parar en la terraza del centro de visitantes. Era media tarde y aquel lugar estaba repleto de gente, se quitaron las alas a toda prisa mientras Tori las replegaba y las hacia desaparecer.
—No puedo creer que diré que esto, pero Chase tenía razón —dijo Daphne y señaló las alas. Lo sellos autoadhesivos comenzaban a despegarse y algunas plumas de bronce ya empezaban a desprenderse—, ¿No hay forma de arreglarlas?
Pero Annabeth y Rachel negaron.
—Si tuviera los planos...
Era una lástima, no podían arreglarlas ni mucho menos dejarlas allí para que los mortales las encontrarán, por lo que terminaron metidas a presión en un cubo de basura que había frente a la cafetería.
Percy caminó a unos de los prismático turísticos e intento ver el taller.
—No está —indicó él.
—El taller se ha desplazado —dedujo Annabeth—. Vete a saber adonde.
—¿Qué hacemos ahora? —preguntó Percy—. ¿Cómo regresaremos al laberinto?
Annabeth escrutó a los lejos la cumbre de Pikes Peak.
—Quizá no podamos. Si Dédalo muriera... Él ha dicho que su fuerza vital estaba ligada al laberinto. O sea, que tal vez haya quedado totalmente destruido.
—Bien, eso detendrá la invasión de Luke —espetó Daphne.
—¿Cómo pueden decir eso? Grover y Tyson siguen allá abajo —replicó Tori.
—Descuida —dijo Nico—. No ha muerto.
—¿Cómo puedes estar tan seguro? —preguntó Percy.
—Cuando la gente muere, yo lo sé. Tengo una sensación, como un zumbido en los oídos.
—¿Y Tyson y Grover? —preguntó Tori.
Nico meneó la cabeza.
—Eso es más difícil. Ellos no son humanos ni mestizos. No tienen alma mortal.
—Hemos de llegar a la ciudad —decidió Annabeth—. Allí tendremos más posibilidades de encontrar una entrada al laberinto.
—Debemos volver al campamento antes que aparezcan Luke y su ejército. Debemos advertirles —dijo Daphne.
—Podríamos tomar un avión —sugirió Rachel.
Percy se estremeció.
—Yo no vuelo.
—Pero si acabas de hacerlo.
—Eso era a poca altura, y de todas formas ya me estaba arriesgando. Pero volar muy alto es otra cosa.
—Percy no puede estar en territorio de Zeus, es hijo del dios del mar, Dare —espetó Tori.
—Además, no hay tiempo para un avión —agregó Percy—. El camino de regreso más rápido es el laberinto.
—No llegaremos a ningún lado sin un coche —repusó Daphne.
Victoire observó como Rachel le echaba un vistazo al aparcamiento y esbozaba una mueca, como si estuviera a punto de hacer una cosa que no quería.
—Yo me encargo —dijo ella.
—¿Cómo? —preguntó Annabeth.
—Confien en mí.
Victoire bufó, pero asintió.
—Vale, voy a comprar un prisma en la tienda de regalos. Intentaré crear un arco iris y enviar un mensaje al campamento.
—Voy contigo —intervino Nico—. Tengo hambre.
—Ahora que mencionas comida, yo también voy —dijo Daphne—. Muero de hambre.
—Entonces nosotros nos quedamos con Rachel —dijo Percy señalando a Tori y a él mismo—. Nos vemos en el aparcamiento.
Victoire alzo una ceja cuando vio a Rachel fruncir el ceño. Al parecer no quería que la acompañaran. Sonrió con diversión y siguió al par hasta el aparcamiento.
Rachel se dirigió hacia un gran coche negro estacionado en un extremo del aparcamiento. Era un Lexus, con chófer y todo. El conductor estaba fuera, leyendo el periódico. Iba con traje oscuro y corbata.
—¿Qué vas a hacer? —le preguntó Percy a Rachel.
—Esperen aquí —contestó, agobiada—. Por favor.
Victoire iba a replicarle que ella no era nadie para decirle que hacer, pero Percy la tomó del brazo y asintió en dirección a la chica. Al parecer había intuido que Tori iba a protestar.
La pelirroja fue directo hacia el chófer y habló con él. Victoire vio al hombre poner mala cara, sin embargo Rachel añadió algo más que hizo empalidecer al hombre y terminó doblando el periódico a toda prisa. Asintió y buscó a tientas el teléfono móvil. Tras una breve llamada, le abrió a Rachel la puerta trasera para que subiera. Ella los señaló y el chófer inclinó otra vez la cabeza, como diciendo: «Sí, señorita. Lo que usted quiera.»
Victoire observó todo perpleja. No entendía como es que ese hombre se había puesto tan nervioso.
Rachel regresó a buscarlos justo cuando Annabeth, Daphne y Nico salían de la tienda de regalos. Los dos últimos compartiendo un cono de patatas fritas.
—He hablado con Quirón —dijo Annabeth—. Se están preparando lo mejor posible para la batalla, pero quiere que volvamos al campamento. Necesitan a todos los héroes que puedan reclutar. ¿Hemos conseguido un coche?
—El conductor está listo —contestó Rachel.
El chófer estaba hablando con un tipo vestido con un polo y un pantalón caqui, que debía de ser el cliente que le había alquilado el coche. El tipo protestaba
airadamente, pero escucharon que el chofer le decía:
—Lo lamento mucho, señor. Se trata de una emergencia. Acabo de pedirle otro coche.
—Vamos —dijo Rachel y subió al asiento del copiloto sin mirar siquiera al cliente que se había quedado patidifuso, y los demás la siguieron.
—Amm, tendremos que ir algo apretados —señaló Percy.
—Nada de eso, si tú cargas a Victoire y alguna de nosotras carga a Nico, entraremos bien —apuntó Annabeth.
En automático las mejillas de Tori y Percy se encendieron. Nico, sin embargo, protestó.
—¡Hey! No soy ningún niño pequeño.
—Lo sé, Nico —intervino Daphne al instante—, pero yo no pienso cargar a Chase, así que te toca a ti.
Percy se volteo a ver a Tori.
—¿Te parece bien? —le preguntó.
Victoire, ocultando su nerviosismo, se encogió de hombros.
—No hay muchas opciones.
Al final Annabeth tuvo razón y entraron los cinco en la parte de atrás. El corazón de Victoire estaba agitado. Las manos de Percy sobre su cintura la ponían nerviosa. Sabía que el chico solo la sostenía para que no se fuera de lado, sin embargo eso no evitaba que su simple tacto mandara corrientes cálidas por todo su cuerpo. Evitó a toda costa voltear a verlo. Lo que menos deseaba era exponer lo roja que estaba en ese momento.
—¿Adonde, señorita Dare? —preguntó el conductor.
—Aún no estoy segura, Robert. Debemos dar una vuelta por la ciudad y... echar un vistazo.
—Como usted diga, señorita.
—¿Se conocen? —preguntó Percy detrás de ella.
—No —respondió Rachel.
—Pero lo ha dejado todo para ayudarte. ¿Por qué?
—Tú mantén los ojos abiertos —replicó ella—. Ayúdame a buscar.
Victoire frunció el entrecejo. Si esa chica había logrado que esté hombre los llevara a pesar de que había sido contratado por otra persona, quería decir que tenía cierta influencia. No, más bien mucha influencia.
Y eso solo hizo que una pregunta se formulara en su mente: ¿Quien rayos era Rachel Elizabeth Dare?
Circularon por Colorado Springs durante una media hora y no vieron nada que a Rachel le pareciera una posible entrada al laberinto.
Después de una hora dando vueltas, decidieron dirigirse al norte, hacia Denver, pensando que quizá en una ciudad más grande les resultaría más fácil encontrar una entrada al laberinto; la verdad es que para ese punto empezaban a ponerse nerviosos. Sin contar, que la posición en la que iban organizados comenzaba a surgir efecto. Victoire ejerció fuerza en las piernas, intentando ayudar a Percy con su peso, sin embargo esté le hablo muy cerca de su oído.
—Descuida, no me estas lastimando.
Victoire se estremeció al sentir su respiración cerca de su cuello y asintió.
No fue hasta que estaban saliendo de Colorado Springs, que Rachel se incorporó de golpe en su asiento.
—¡Salga de la autopista!
El conductor se volvió a ella.
—¿Sí, señorita?
—He visto algo. Creo. Salga por ahí.
El hombre viró bruscamente entre los coches y tomó la salida.
—¿Qué has visto? —le preguntó Daphne.
Se encontraban prácticamente fuera de la ciudad. No se veía nada alrededor, salvo colinas, prados y algunas granjas dispersas.
Rachel indicó al hombre que tomara un camino de tierra muy poco prometedor.
Pasaron junto a un cartel demasiado deprisa para que a ninguno le diese tiempo a leerlo, pero Rachel dijo:
—Museo de Minería e Industria.
Para tratarse de un museo, no parecía gran cosa: un edificio pequeño, como una estación de tren antigua, con perforadoras, máquinas de bombeo y viejas excavadoras expuestas afuera.
—Allí —dijo Rachel y señaló un orificio en la ladera de una colina cercana: un túnel cerrado con tablones y cadenas—. Una antigua entrada a la mina.
—¿Es una puerta del laberinto? —preguntó Annabeth—. ¿Cómo puedes estar tan segura?
—Bueno, ¡mírala! —respondió Rachel—. O sea... yo lo veo, ¿vale?
—Bueno... aunque me cueste admitirlo, nos guió bastante bien dentro del laberinto —comentó Daphne, encogiéndose de hombros. Victoire no pudo replicar ante eso.
La mortal le dio las gracias al chófer y todos bajaron del auto. El chófer ni siquiera pidió que le pagarán, en su lugar se dirigió nuevamente a Rachel.
—¿Está segura de que no corre ningún peligro, señorita Dare? Con mucho gusto puedo llamar a su...
—¡No! —exclamó Rachel—. No, de veras. Gracias, Robert. No necesitamos nada.
El hombre no volvió a insistir, echo en reversa el auto y se alejo por el camino terroso.
El museo lucia cerrado, así que nadie los molestó mientras subían la cuesta hacia la entrada de la mina. En cuanto llegaron vieron la marca de Dédalo grabada en el candado.
Daphne tocó el candado y las cadenas cayeron al suelo en el acto. Quitaron los tablones a patadas y entraron. Para bien o para mal, estában de
nuevo en el laberinto.
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Los túneles de tierra se volvieron enseguida de piedra. Giraban y se ramificaban una y otra vez, tratando de confundirlos. No obstante, Rachel no tenía problemas para guiarlos. Le dijeron que tenían que regresar a Nueva York y ella apenas se detenía cuando los túneles planteaban un dilema.
Para sorpresa de todos, sobretodo de la castaña, Rachel y Annabeth se pusieron a charlar mientras caminaban. Annabeth había empezado la conversación con preguntas personales, pero, como Rachel se mostraba evasiva, empezaron a hablar de arquitectura debido a que la chica mortal tenía ciertos conocimientos de la materia por haber estudiado arte.
Victoire no pudo evitar bajar la mirada con algo de celos y tristeza. Ella amaba todo lo que tuviera que ver con el arte, la arquitectura había sido una de las razones principales por la que Victoire y Annabeth se volvieron muy unidas de pequeñas, sin embargo la castaña no estaba enamorada de esa carrera como la rubia, ella prefería más las artes plásticas; Su sueño más grande era poder estudiar, en un futuro, en alguna buena universidad todo lo que abarcaba las bellas artes.
¿El impedimento? La carrera era muy costosa y el campamento no podía pagarlo. Y aunque pudiera hacerlo, Víctoire tampoco lo aceptaría. No cuando esté podía ir en inversiones mucho más importantes para la seguridad de todos los mestizos.
Victoire se encontraba tan sumida en sus pensamientos, que tardó en notar que Percy, Daphne y Nico venían hablando detrás de ella.
—No ha sido fácil, ¿sabes? —dijo Nico—. Tener sólo a los muertos por compañía. Saber que jamás seré aceptado entre los vivos. Sólo los muertos me respetan, y es porque me tienen miedo.
—Eso no es cierto, Nico —repusó la rizada—, podrías ser aceptado en el campamento.
—Incluso podrías hacer amigos —agregó Percy.
Él se les quedo viendo.
—¿De veras lo creen?
Pero ninguno respondió, no podían estar cien por cierto seguros.
Victoire respondió en su lugar.
—¿Acaso no lo has notado, Nico? Ya tienes amigos; nos tienes a nosotros —le dijo ella intentando subirle el ánimo
Nico, por otro lado, se sonrojó y evito mirarla al rostro. Victoire enarco una ceja curiosa por su reacción, pero antes de que alguno pudiera decir algo más, se detuvieron debido a que Rachel y Annabeth también lo hicieron.
Se encontrában en una encrucijada. El túnel continuaba recto, pero había un ramal que doblaba a la derecha: un pasadizo circular excavado en la oscura roca volcánica.
—¿Qué pasa? —preguntó Percy.
Rachel examinaba aquel túnel oscuro. A la débil luz de la linterna, su rostro se parecía al de uno de los espectros de Nico.
—¿Es éste el camino? —preguntó Tori.
—No —contestó Rachel, nerviosa—. En absoluto.
—Entonces, ¿por qué nos detuvimos? —inquirió Daphne—. Debemos llegar al campamento rápido antes de que...
—Escucha —la corto Nico y todos guardaron silenció.
Notaron una ráfaga de viento proceder del túnel, como si la salida estuviera cerca. Y, entonces, Tori percibió un olor conocido que le trajo malos recuerdos tanto a ella como a Percy.
—Eucaliptos —dijo Percy mirándola, estupefacto—. Como en California.
Los recuerdos del pasado invierno volvieron a ella. El enfrentamiento con Luke y el titán Atlas en la cima del monte Tamalpais. La muerte de Zoë, la cazadora amiga que tenía; Aquel aire que procedía de aquel túnel olía exactamente igual que aquel lugar.
Victoire se estremeció.
—Hay algo maligno al fondo de ese túnel —dijo Rachel—. Algo muy poderoso.
—Y el aroma de la muerte —añadió Nico, lo cual no contribuyó a que se sintieran mejor.
Los cuatro, Daphne, Annabeth, Percy y Tori intercambiaron una mirada.
—La entrada de Luke —dedujo Annabeth—. La que lleva al monte Othrys, al palacio del titán.
—He de comprobarlo —dijo de repente Percy.
Pero Tori se volvió hacia él, ceñuda.
—¿Perdiste la razón? Es peligroso ir ahí.
—Luke podría estar ahí mismo —insistió Percy—. O Cronos... Tengo que averiguar qué pasa.
La castaña vaciló, pero Annabeth dijo;
—Entonces iremos todos.
—No —dijo percy—. Es demasiado peligroso. Si cayera Nico en sus manos, o la propia Rachel, Cronos podría utilizarlos. Ustedes quédense aquí para protegerlos.
—No, Percy —rogó Rachel—, no vayas tú solo.
Victoire miro con ironía a la chica.
—Él no irá solo —dijo ella. Percy se volteo a verla y estuvo a punto de replicar cuando Victoire continúo—. Perseus Jackson, ni loca dejaré que vayas tu solo a la boca del lobo... O del titán, como sea. Soy tu Guardiana y es mi deber estar contigo para protegerte las espaldas.
—Vi..
—¡Chitón! No se diga más —lo calló ella—, iremos los dos y te aguantas.
Percy bufó.
—Iremos deprisa —dijo aceptando—. No cometeremos ninguna estupidez.
—Lo creo de Tori —señaló Daphne con cierta burla—, de ti, Nemo, no tanto.
Annabeth, Victoire y Rachel apretaron los labios para no reirse.
—Muy chistosa ricitos —espetó Percy entornando los ojos hacia la rizada.
Annabeth se sacó del bolsillo la gorra de los Yankees y se la extendió a Percy.
—Llevensé esto, por lo menos. Y anden con cuidado.
—Gracias —dijo Percy.
—Lo tendremos —aseguró Tori.
Y se deslizaron con cautela por el oscuro pasadizo de roca.
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Incluso antes de llegar a la salida escucharon voces: los rugidos y ladridos de los herreros-demonios marinos, los telekhines.
Percy le hizo un gesto a Victoire para no hacer el más mínimo ruido. La chica puso los ojos en blanco. ¿Acaso Percy enserio creía que era tan tonta para hacerlo?
—Al menos conseguimos salvar la hoja —escucharon decir a uno—. El amo nos recompensará de todos modos.
—Sí, sí —chilló otro—. Una recompensa fuera de lo común.
Otra voz, pero más humana, balbuceó:
—Hummm, sí, fantástico. Y ahora, si han terminado conmigo...
Victoria se tenso y Percy se giró a verla, igual de sorprendido.
—¡No, mestizo! —dijo un telekhine—. Debes ayudarnos a hacer la presentación. ¡Es un gran honor!
—Ah, bueno... gracias —respondió Ethan.
Al final, el chico había vuelto al ejército.
Se deslizaron hacia la salida y se ocultaron rápidamente detrás de unas rocas lo suficientemente grande para no ser vistos. Una ráfaga de viento frío los azotó. Se hallaban muy cerca de la cima del monte Tamalpais. El océano Pacífico se extendía a sus pies, todo gris bajo un cielo encapotado.
Ambos se asomaron por el costado de la roca y vieron, a unos seis metros más abajo, a dos telekhines colocando una cosa sobre una roca: un objeto largo y delgado, envuelto en un paño negro.
Ethan los ayudaba a desenvolverlo.
—Cuidado, idiota —le regañó el telekhine—. Al menor contacto, la hoja arrancará el alma de tu cuerpo.
Ethan tragó saliva.
—Entonces será mejor que la desenvuelvan ustedes.
Tanto Victoire como Percy levantaron la mirada hacia la cima del monte, donde se alzaba con aire amenazador una fortaleza de mármol negro, muy parecida a un mausoleo gigantesco, con muros de quince metros de altura.
A pesar de sus años de experiencia viendo através de la niebla, a Tori se le dificultó ver todo lo que quedaba por debajo de la cumbre, como si hubiera un espeso velo entre sus ojos y la parte baja de la montaña.
Sin duda alguna la Niebla era muy poderosa ahí.
Por encima de ellos, el cielo se arremolinaba en una enorme nube con forma de embudo. No veían a Atlas, pero lo oían gemir a lo lejos, más allá de la fortaleza, todavía agobiado bajo el peso del cielo.
—¡Ahora! —dijo el telekhine y, con actitud reverente, alzó el arma.
Victoire empalidecio.
El arma que alzaba el telekhine era una guadaña: una hoja curvada, como una luna creciente, de casi dos metros, con un mango de madera recubierto de cuero. La hoja destellaba con dos colores distintos: el del acero y el del bronce.
Era el arma de Cronos, la que utilizó para cortar en pedazos a su padre, Urano, antes de que los dioses lograran arrebatársela y lo cortaran a él a su vez en trocitos que arrojaron al fondo del Tártaro.
Habían vuelto a forjar aquella arma mortífera.
—Esto no es bueno —musitó Victoire en voz muy baja.
Percy asintió.
—Hemos de santificarla con sangre —dijo el telekhine—. Luego tú, mestizo, cuando nuestro señor despierte, nos ayudarás a ofrecérsela.
—Espera aquí —le dijo de repente Percy en un tono urgente. Se colocó la gorra de Annabeth y desapareció de golpe antes de que Victoire pudiera replicar al respecto.
Victoire apretó los dientes y masculló por lo bajo contra el chico. Se había atrevido a dejarla atrás e ir, él solo, a detener el despertar del titán.
¿Es que estaba loco?
Desde donde estaba escondida alcanzaba a ver poco de lo que pasaba ahí dentro. Únicamente alcanzaba a distinguir el sarcófago dorado debido a que brillaba nítidamente. No vio a Luke ni a ningún guardia. No obstante eso no redujo su preocupación, y molestar, por Percy.
Ethan y los telekhines comenzaron a dirigiste a la fortaleza. Victoire se oculto por completo detrás de la roca e inhaló profundamente. Tendría que salir de su escondite e ir a ayudar a Percy si lo descubrían.
¡BRAAAAMMM!
Victoire se sobresaltó y pego un brinco para volver a ver por encima de la roca. La tapa dorada del sarcófago había sido tirada al suelo.
«Percy» pensó ella. Minutos tensos de silenció, Victoire no alcanzaba a oír lo que decían los demonios ahí dentro. No había gritos de advertencia ni señales de alertar a todo el ejército, por qué Victoire dedujo que no habían descubierto a Percy.
Soltó un gran suspiró. Seguramente el chico lo había logrado y se dirigía a dónde estaba ella para regresar al laberinto.
Que equivocada estuvo.
—¡No! ¡No, Ethan!
El gritó de Percy le helo la sangre y sin pensarlo un segundo más hizo aparecer sus alas y voló a toda velocidad hacia él.
Aterrizó frente a Percy, haciendo que los telekhines gruñeran al verla y mascullaron «otra intrusa» por lo alto. Sin embargo Percy la tomó del brazo, deteniendola de atacar y miró fijamente a Ethan.
—Ethan —suplicó—, no les hagas caso. ¡Ayúdame a destruirlo!
Victoire le lanzó una rápida mirada al sarcófago abierto en el medio de un estrado, más no alcanzaba a ver su contenido desde donde estaba.
Ethan se volvió hacia ellos. Entre las sombras de su rostro se perfilaba el parche de su ojo. Parecía apenado.
—Te dije que no me perdonaras la vida, Percy. «Ojo por ojo.» ¿Nunca has oído este dicho? Yo aprendí su significado del peor modo... al descubrir de qué divinidad procedo —victoire se estremeció—. Soy el hijo de Némesis, diosa de la Venganza. Y fui creado precisamente para esto.
Se volvió hacia el estrado y Victoire se alarmó.
—¡No lo hagas!
Pero había sido muy tarde.
—¡Renuncio a los dioses! ¿Qué han hecho ellos por mí? Asistiré a su destrucción. Serviré a Cronos.
El edificio entero retumbó. Una voluta de luz azul se alzó del suelo, a los pies de Ethan, y lentamente se deslizó hacia el ataúd y empezó a temblar en el aire, como una nube de pura energía. Luego descendió hacia el sarcófago.
Lo que paso a continuación dejo helada y perpleja a Tori. Un nudo se instaló en su garganta y un jadeo brotó de sus labios al ver al chico que se había incorporado en el ataúd.
Luke.
Éste abrió los ojos y Victoire se sintió desfallecer. Sus ojos ya no eran azules, sino dorados, del mismo color que el féretro. Saltó del sarcófago con agilidad y allí, donde sus pies tocaron el suelo, el mármol se congeló dibujando un cráter de hielo.
Miró a Ethan y los telekhines con aquellos espantosos ojos dorados, como si fuese un niño recién nacido y no comprendiera lo que veía. Luego volvió la vista hacia ellos y una sonrisa de reconocimiento se dibujó en sus labios.
—Este cuerpo ha sido bien preparado —Victoire se estremeció de nuevo. Su voz era como la hoja de una cuchilla de afeitar que se deslizaba por su piel. Era la de Luke, sí, pero ya no era de él mismo. Resonaba un timbre más horrible: un sonido frío y antiguo, como de un metal arañando una piedra.—. ¿No les parece, Percy Jackson, Victoire Laurent?
Ese ya no era Luke.
Ninguno de los dos podia moverse, mucho menos responder algo.
Cronos echó la cabeza atrás y soltó una carcajada. La cicatriz de su rostro se arrugó de un modo siniestro.
—Luke te temía —dijo la voz del titán a Percy—. Sus celos y su odio han sido instrumentos muy poderosos. Lo han mantenido obediente. Te doy las gracias por ello —luego la miró a ella—, en cuanto a ti, hija de Nike, no sé si estar agradecido contigo. Si bien Luke terminó apoyándome cuando te separaron de él, su amor por ti es una debilidad que no me convenía.
Su comentario fue una puñalada directa a su corazón. Los ojos castaños de Victoire se cristalizaron de dolor, pero también de furia.
Ese maldito titán había ultizado a Luke como recipiente.
Un movimiento repentino llamo la atención de todos. Ethan se derrumbó de puro terror, tapándose la cara con las manos. Los telekhines sostenían la guadaña, temblorosos.
Percy recuperó el valor y se arrojó sobre Luke, Cronos, para clavarle la espada en el pecho, pero su piel desvió el golpe como si fuese de acero.
Lo miró con aire divertido. Luego sacudió la mano y Percy salio volando por los aires. Victoire se lanzó al ataqué. Desplegó sus alas y las uso para impulsarse contra el titán. Con ambas pies golpeó el pecho de éste pero solo logró que retrocediera un par de pasos antes de que Cronos la tomara de un pie de la lanzará junto a Percy.
Ambos, aturdidos por el golpe, voltearon hacia él, pero Cronos ya había tomado el mango de su guadaña.
—Ah... mucho mejor —dijo—. Luke llamaba Backbiter a su espada. Un nombre apropiado, sin duda. Ahora que ha sido forjada de nuevo, ésta también devolverá cada mordedura.
—¿Qué has hecho con Luke? —gimió Tori.
Cronos alzó su guadaña.
—Ahora me sirve con todo su ser, como yo necesitaba. La diferencia es que él te tenía miedo —señaló a Percy—, y a ti te amaba, pero yo no.
Percy tomó su mano y juntos se echaron a correr. No lo pensaron siquiera. Ningún plan surgió en la mente de ambos. No podían luchar en esas condiciones contra Cronos, así que se limitaron a correr.
No obstante, y para la mala suerte de ambos, sus pies comenzaron a pesarle como si fueran de plomo. El tiempo se ralentizó, como si el mundo se hubiera vuelto de gelatina. Sabían que era debido a Cronos. Su presencia era tan intensa que era capaz de doblegar el tiempo por sí solo.
—¡Corran, pequeños héroes! —se burló—. ¡Corran!
Miraron hacia atrás y vieron que se me acercaba tranquilamente, balanceando su guadaña como si disfrutara de la sensación de tenerla de nuevo en sus manos. Ningún arma bastaría para detenerlo. Ni siquiera una tonelada de bronce celestial.
Lo tenían a tres metros cuando oyeron un grito:
—¡¡¡Chicos!!!
Victoire miro perpleja a Rachel pero Percy la apartó en el último momento, justo cuando algo pasó volando a su lado. Y, al cabo de un instante, un cepillo para el pelo de plástico azul le dio a Cronos en el ojo.
—¡Aj! —gritó éste.
Por un momento, un pequeño momento que lleno de esperanza a Tori, pareció únicamente la voz de Luke: una voz llena de sorpresa y de dolor.
Notaron sus miembros otra vez libres y corrieron hacia Rachel, Nico, Daphne y Annabeth, que estaban en la entrada de la sala, consternados.
—¿Luke? —gritó Annabeth—. ¿Qué...?
Pero Daphne actuó más rápido que ellos y agarró a la rubia de la camiseta para arrastrarla a qué corriera. Salieron de la fortaleza y casi habían llegado a la entrada del laberinto cuando escucharon el bramido más atroz del mundo: la voz de Cronos, que recuperaba el control.
—¡Salid tras ellos!
—¡No! —gritó Nico.
Dio una palmada y una columna de piedra del tamaño de un camión brotó de la tierra justo delante de la fortaleza. El temblor que provocó fue tan intenso que se vinieron abajo sus columnas frontales. Una nube de polvo lo cubrió todo.
Ignorandolo los alaridos de los telekhines que habían quedado atrapados dentro, se zambulleron en el laberinto y continuaron corriendo mientras, a sus espalda, el señor de los titanes estremecía con su aullido el mundo entero.
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𝐁𝐚𝐫𝐛𝐬 © | 𝟐𝟎𝟐𝟐 ✔️
¡¡Actualización como agradecimiento por los 8k de seguidores!! AAHHH GRACIAS ✨🖤
Ya falta muy poco para llegar a la batalla en el campamento y para llegar al capítulo donde finalmente sabrán que paso entre Keegan y Tori gg estoy muy emocionada por ver sus reacciones.
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BARBS JACKSON
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