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🌿✨ 𓄴 SEMPITERNO presents to you
▬ ▬▬ Chapter Twenty six

          ❝ a giant piñata❞ 

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Resultó que la chica tenía razón. Detrás de una cesta de la lavandería del hotel llena de toallas sucias, se encontraba la puerta escondida. La marca de color azul apenas y era visible en la superficie de metal.

—Lleva mucho tiempo en desuso —observó Annabeth.

—Traté de abrirla una vez —dijo Rachel—. Por simple curiosidad. Está atrancada por el óxido.

Victoire río.

—No —Tori se adelantó—. Sólo le hace falta el toque de un mestizo.

Y en efecto, en cuanto puso el dedo encima, la marca adquirió un fulgor azul y la puerta metálica se abrió con un chirrido a una oscura escalera que descendía hacia las profundidades.

—¡Uau! —Rachel parecía tranquila; Se había puesto una raída camiseta del Museo de Arte Moderno y unos vaqueros decorados con rotulador. Del bolsillo le sobresalía un cepillo de plástico azul. Llevaba el pelo rojo recogido en la nuca, todavía con algunas motas doradas. En la cara también le brillaban algunos restos de pintura—. Bueno... ¿Pasan ustedes delante?

—Tú eres la guía —replicó Tori con burlona educación—. Adelante.

Y así lo hizo. Antes de poder seguir a Annabeth, quien bajo después de Percy, Daphne la detuvo.

—A mí tampoco me agrada —murmuró la rizada, dedicando una mirada recelosa a la puerta por la que habían entrado—. Me parece una mortal engreída. Pero no dejes que tus celos te cieguen, ¿de acuerdo? Nuestros amigos nos necesitan y, lamentablemente, para eso la necesitamos a ella. Y no pienso parar, ni siquiera por una simple mortal, hasta encontrar a Nico.

Tori apretó los labios. Estaba dispuesta a replicar hasta que Daphne mencionó a sus amigos y a Nico. Por mucho que le disgustara la mocosa, la hija de Dionisio tenía razón.

—Está bien —masculló la castaña, poniendo los ojos en blanco—. Pero no prometo ser la más gentil con ella.

Una sonrisa divertida se cruzó por los labios de Daphne.

—No esperaba menos de ti.

Y dicho esto, siguieron a los demás.

Las escaleras descendían a un gran túnel de ladrillo.

Estaba tan oscuro que no se veía nada a medio metro, pero los cuatro estaban bien provisionados de varias linternas y, en cuanto las encendieron, Rachel soltó un aullido.

Un esqueleto les dedicaba una gran sonrisa. No era humano. Tenía una estatura descomunal, de al menos tres metros. Lo habían sujetado con cadenas por las muñecas y los tobillos de manera que trazaba una «X» gigantesca sobre el túnel.

Pero lo que les provocó un escalofrío fue el oscuro agujero que se abría en el centro de la calavera: la cuenca de un solo ojo.

—Un cíclope —señaló Annabeth—. Es muy antiguo. Nadie... que conozcamos.

«No es Tyson», quiso decir, aunque eso no los dejó más tranquilos.

Daba la impresión de que lo habían puesto allí como señal de advertencia. A ninguno le apetecía tropezarse con lo que fuera capaz de matar a un cíclope adulto.

Rachel tragó saliva.

—¿Tienen un amigo cíclope?

—Tyson —contestó Percy—. Mi hermanastro.

—¿Cómo?

—Espero que nos lo encontremos por aquí abajo —comentó él—. Y también a Grover. Un sátiro.

—Y a Nico —agregó Daphne con determinación—. Es el hijo de Hades, ¿sabes de quién hablo, Caperucita Roja? ¿Hades?

—Ah, claro que sí —dijo con una vocecita intimidada que hizo que Victoire sonriera por lo bajo. Al aparecer aquella valentía que reflejaba comenzaba a flanquear—. Bueno, entonces será mejor que avancemos.

Pasó por debajo del brazo izquierdo del esqueleto y continuó caminando. Entre los cuatro se miraron un momento, más fue Daphne quien se encogió de hombros y terminó siguiendo a Rachel rumbo a las profundidades del laberinto. Los demás la siguieron.

Después de recorrer unos ciento cincuenta metros llegaron a una encrucijada. El túnel de ladrillo seguía recto. Hacia la derecha, se abría un pasadizo con paredes de mármol antiguo; hacia la izquierda, un túnel de tierra cuajada de raíces.

Percy señalo a la izquierda.

—Se parece al camino que tomaron Tyson y Grover.

Annabeth frunció el ceño.

—Ya, pero a juzgar por la arquitectura de esas viejas losas de la derecha, es probable que por ahí se llegue a una parte más antigua del laberinto. Tal vez al taller de Dédalo.

—Debemos seguir recto —decidió Rachel.

Los cuatro la miramos.

—Es la opción menos probable —objetó Annabeth.

—¿No se dan cuenta? —preguntó Rachel—. Miren el suelo.

Victoire no veía nada salvo ladrillos gastados y barro.

—Hay un brillo ahí —insistió ella—. Muy leve. Pero el camino correcto es ése. Las raíces del túnel de la izquierda empiezan a moverse como antenas más adelante, cosa que no me gusta nada. En el pasadizo de la derecha hay una trampa de seis metros de profundidad y agujeros en las paredes, quizá con pinchos. No creo que debamos arriesgarnos.

Victoire entornó los ojos hacia la pelirroja.

¿Cómo diantres sabía con exactitud lo que había en los otros pasadizos?

No obstante, Percy asintió.

—Vale. Recto.

—¿Te crees lo que dice? —le preguntó Victoire, atónita.

—Sí. ¿Tú no?

Victoire apretó los dientes y desvío la mirada a otro lado. Annabeth le indico a Rachel que siguiera adelante.

Avanzaron por el túnel de ladrillo, que tenía muchas vueltas y revueltas, pero ya no presentaba más desvíos. Daba la sensación de que descendían y se iban sumiendo cada vez a mayor profundidad.

—¿No hay trampas? —le preguntó Percy, inquieto.

—Nada —respondió Rachel, arqueando las cejas—.¿No debería resultar tan fácil?

Victoire la miró incrédula; fácil era ganar una partida de volleyball contra los hermanos Stoll. El laberinto sin duda no formaba parte de la lista de cosas fáciles en la vida.

—No lo sé —admitió Percy—. Hasta ahora no lo ha sido.

—Dime, Rachel —preguntó Annabeth intentando aligerar el ambiente—, ¿de dónde eres exactamente?

—Si dinos de que planeta... —pero Annabeth le volvió a dar un codazo. Victoire la miró ofendida.

—De Brooklyn —respondió Rachel sin percatarse de nada.

—¿No se preocuparán tus padres si llegas tarde a casa? —preguntó Daphne.

Ella resopló.

—No creo. Podría pasarme una semana fuera y no se darían ni cuenta.

—¿Por qué no? —preguntó Annabeth y está vez Tori no dijo nada.

Antes de que Rachel pudiera responder, se oyó un gran chirrido, como si hubieran abierto unas puertas gigantescas.

—¿Qué ha sido eso? —preguntó Annabeth.

—No lo sé —dijo Rachel—. Unas bisagras metálicas.

—Ya, gracias por la información —respondió Tori—. Lo que mi amiga quería decir es: «¿Qué es eso

Entonces sonaron unos pasos que sacudieron el pasadizo entero y se acercaban a ellos.

—¿Corremos? —preguntó Percy.

—Corremos —asintió Rachel.

Dieron media vuelta y salieron disparados por donde habíamos venido. No habían recorrido más de seis metros cuando se tropezaron con unos monstruos.
Tres dracaenae, mujeres serpiente con armadura griega, les apuntaron al  pecho con sus jabalinas. Entre ellas venía Kelli, la empusa del equipo de
animadoras que había intentado matar a Percy.

—Vaya, vaya —dijo está.

Victoire saco su espada al igual que los demás sus armas, pero antes de que pudiera alzarla en su contra, Kelli se abalanzó sobre Rachel, la agarró por el cuello con unas manos que ya eran garras y la sujetó muy firmemente.

—¿Conque has sacado de paseo a tu pequeña mascota mortal? —le dijo a Percy—. ¡Son tan frágiles! ¡Tan fáciles de romper!

A sus espalda, los pasos retumbaron cada vez más cerca hasta que una silueta descomunal se perfiló entre las sombras: un gigante lestrigón de dos metros y medio con colmillos afilados y los ojos inyectados en sangre.

El gigante se relamió al verlos.

—¿Puedo comérmelos?

—No —replicó Kelli—. Tu amo los querrá vivos. Le proporcionarán diversión de la buena. —le dirigió a Percy una sonrisa sarcástica—. En marcha, mestizos. O sucumbiran aquí mismo los cinco, empezando por la mascota mortal.

Vale, puede que a Victoire no le cayera bien Rachel, pero sin duda no dejaría que la mortal se convirtiera en un bocadillo de monstruo, por muy irritante que le resultará.

Los hicieron desfilar por el túnel flanqueados por las dracaenae. Kelli y el gigante iban detrás de ellos, por si trataban de escapar. Al parecer no les preocupaba que intentarán correr hacia delante, por lo que pronto deducieron que era la dirección que ellos querían seguir.

Al fondo Victoire distinguió unas puertas de bronce que tendrían tres metros de altura y se hallaban decoradas con un par de espadas cruzadas. Desde el otro lado les llegó un rugido amortiguado, como el de una gran multitud.

—Ah, sssssí —susurró la mujer serpiente de su izquierda—. Le gustaréisss mucho a nuestro anfitrión.

—¿Quién es su anfitrión? —preguntó Percy delante de Tori.

—Ah, ya lo verásss. Os llevaréisss divinamente. Al fin y al cabo, es tu hermano.

—¿Su qué? —Inquirió Tori, pensando inmediatamente en Tyson. Aunque eso no era posible.

El gigante se adelantó y abrió las puertas.

—Ustedes se quedan aquí —le dijo a Victoire, Annabeth, y Daphne mientras sujetaba de la camisa a la primera.

—¡Eh! —protestó ella, pero el tipo era el doble de grande que ella y le había confiscado su espada, al igual que las otras armas de los demás.

Kelli se echó a reír. Todavía sujetaba a Rachel del cuello con sus garras.

—Vamos, Percy. Diviértenos —le dijo—. Te esperamos aquí con tus amigas para asegurarnos de que te portas bien

Percy miró a Rachel.

—Lo siento. Te sacaré de ésta.

Ella asintió en la medida de lo posible, porque apenas podía moverse con aquellas garras en la garganta.

—Sería estupendo.

Entonces se giró a ver a Tori.

No hicieron falta palabras. Con una sola mirada Tori captó el mensaje con claro en sus ojos, «Saldremos de esta».

Las dracaenae lo hostigaron con la punta de las jabalinas para que cruzara el umbral y, sin más, Percy se vio metido en una pista de combate.

Victoire se retorció en las manos del gigantes pero era inútil, éste era sumamente fuerte. Comenzó a sentir una punzada en su hombro izquierdo debido a la fuerza con la que el gigante la apresaba.

El monstruo junto con Kelli y otras dos dracaenae las arrastraron hasta la orilla del ruedo, donde tuvieron un mejor panorama de dónde se encontraban.

Victoire empalidecio al instante al ver la gran cantidad de monstruos que habían aglomerados entorno a las gradas de piedra que daban la vuelta completa a la pista. Todos los asientos estaban ocupados.

Había desde gigantes, dracaenae, semidioses, telekhines y criaturas todavía más extrañas: demonios con alas de murciélago y seres que parecían medio humanos y medio... lo que sea que se te venga a la mente: pájaros, reptiles, insectos, mamíferos...

Pero lo más espeluznante eran las calaveras. La pista de tierra estaba llena de ellas. Los recuerdos de aquellos guerreros-esqueletos volvieron a ella, y una corriente fría la recorrió de pies a cabeza.

Las calaveras tambien se alineaban, una tras otra, por todo el borde de la valla, y había pilas de casi un metro decorando los escalones entre los asientos. Sonreían clavadas en picas desde lo alto de las gradas o colgadas del techo con cadenas, como lámparas Sumamente espantosas. Algunas daban a la vista que eran muy antiguas: sólo quedaba el hueso blanqueado. Y había algunas más recientes que Victoire prefirió no detallar.

Pero lo que sin duda la dejó estupefacta, y en cierta parte dolida, fue ver que por encima de una pancarta verde con el dibujo de un tridente de Poseídon, se encontraba Luke, sonriendo fríamente hacia donde Percy se encontraba.

La última vez que lo había visto, estaba vestido con aquel atuendo clásico del Olimpo. Pero ahora llevaba unos pantalones de camuflaje junto a una camiseta blanca y una coraza de bronce. Pero lo que más extraño a Tori es que iba desarmado.

Junto a Luke se sentaba un gigante de tamaño colosal, debía de medir cerca de cinco metros y era tan corpulento que ocupaba él solo tres asientos. Llevaba únicamente un taparrabos, como un luchador de sumo.Su piel de color rojo oscuro estaba tatuada con dibujos de olas azules.

La muchedumbre gritó:

—¡Muerte! ¡Muerte!

Y fue entonces que Victoire reparo en el combate que se estaba dando antes de que ellos llegarán. Un gigante contra un centauro. Y este último se encontraba incapaz de levantarse debido al enorme pie que tenía en el pecho y la jabalina que le apuntaba.

Luke no movió ni una ceja, pero el gigante de sumo tatuado se puso en pie y dirigió una sonrisa tétrica al centauro que gimoteaba desesperado:

—¡No! ¡Por favor!

El tipo extendió la mano y colocó el pulgar hacia abajo. Victoire desvío el rostro sabiendo lo que pasaría a continuación. Escuchó como el gigante que la sostenía gritaba emocionado junto con toda la audiencia.

Al volver la vista en frente, solo vio lo que quedaba del centauro: una pezuña, que el gigante recogió del suelo y mostró a la multitud como si fuese un trofeo.

Victoire sintió una arcada solo de verla.

Entorno al ruedo se alzó un rugido de aprobación. En el extremo opuesto de la pista se abrió una puerta y el gigante desfiló con aire triunfal.

Arriba, en las gradas, el luchador de sumo alzó las manos para pedir silencio.

—¡Una buena diversión! —bramó—. Pero nada que no hubiera visto antes. ¿Qué más tenéis, Luke, hijo de Hermes?

Desde ahí Victoire reparo en como el rubio apretaba los dientes, pero pese a ello se levantó tranquilamente, con los ojos brillantes. Parecía de muy buen humor.

—Señor Anteo —dijo, levantando la voz para que todos los espectadores lo oyeran—. ¡Ha sido un excelente anfitrión! ¡Nos encantaría divertirlos para pagar el favor de dejarnos cruzar su territorio!

—¡Un favor que no he concedido todavía! —refunfuñó Anteo—. ¡Quiero diversión!

Luke hizo una reverencia.

—Creo que tengo algo mejor que un centauro para combatir en su estadio. Se trata de un hermano suyo. —y señaló con el dedo al frente—. Percy Jackson, hijo de Poseidón.

La multitud empezó a abuchear a Percy y a lanzarle piedras. Victoire volvió a agitarse en manos del gigantes, molesta, cuando una de las piedras le dio de lleno a Percy en el rostro, donde le dejo un corte bastante grande en la mejilla.

—¡Sueltame, pedazo de...!

—Callate. Sí no quieres morir antes de ver a tu amigo pelear por su vida será mejor que te quedes quieta —siseo la Dracaenae que sostenía a Annabeth.

Victoire la fulminó con la mirada y volteo hacia donde se hayaba Luke, pero entonces reparo en el brillo de excitación en la mirada del gigante.

—¿Un hijo de Poseidón? ¡Entonces sabrá luchar bien! ¡O morir bien!

—Si su muerte lo complace, ¿Dejará que nuestros ejércitos crucen su territorio? —le preguntó Luke.

—Tal vez —respondió Anteo.

A Luke no pareció convencerle aquella respuesta. Le lanzó una mirada asesina Percy, como advirtiéndole que no vaya a aburrir al gigante.

Victoire no lo soporto más.

—¡Luke! —chilló—. ¡Detente, por favor!

—¡Termina con esto! —agregó Annabeth seguida de ella—. ¡Suéltanos!

Sólo entonces Luke pareció reparar en ellas. Por un momento se quedó atónito.

—¿Vic? ¿Annabeth?

—Ya habrá tiempo para que luchen las mujeres —lo interrumpió Anteo—. Primero, Percy Jackson. ¿Qué armas piensas elegir?

Pero Victoire mantenía la mirada fija en Luke, quien también la miraba a ella.

«Por favor Luke, para» le suplico con la mirada.

Pero Luke solo la miró con tristeza y desvío el rostro hacia el frente.

—¿Cómo es posible que seas hijo de Poseidón? —escuchó decir a Percy.

Anteo se rió y la muchedumbre estalló en carcajadas.

—¡Soy su hijo favorito! —declaró con voz tonante—. ¡Mira el templo que he erigido al Agitador de la Tierra con los cráneos de todos los que he matado en su nombre! ¡El tuyo se unirá a mi colección!

Horrorizada, Victoire volvió a echarle un vistazo a los centenares de calaveras.

—¡Percy! — gritó Annabeth junto a ella—. ¡Su madre es Gea! ¡Gea...!

La Dracaenae que la custodiaba le tapó la boca con la mano.

Victoire se removió preocupada. Gea, la diosa de la Tierra... Annabeth se removió en brazos de la Dracaenae, como queriendo advertirle a Percy. Se giró a ver a Daphne, quien intercalo su mirada entre Annabeth y el ruedo, y pareció comprenderla.

—¡Nemo, la tierra..! —pero al igual que Annabeth, la Dracaenae que la tenía le tapo la boca.

Victoire apenas logró mover los labios cuando el gigante también le tapo la boca, advirtiendo su movimiento. Victoire habia comprendido la preocupación de ambas; si ese gigante era hijo de Gea.. no podría morir mientras esté pisando la tierra.

—Estás loco, Anteo —le dijo Percy—. Si crees que ésa es una buena manera de rendir honores a Poseidón, es que no lo conoces.

Los espectadores lo insultaban a gritos, pero Anteo levantó la mano para imponer silencio.

—Armas —insistió—. Así veremos cómo mueres. ¿Quieres un par de hachas? ¿Escudos? ¿Redes? ¿Lanzallamas?

—Sólo mi espada —replicó Percy.

Una gran carcajada se elevó de las gradas, pero de inmediato apareció Contracorriente en manos de Percy y algunas voces de la multitud vacilaron, inquietas. La hoja de bronce relucía con un leve fulgor.

—¡Primer asalto! —anunció Anteo.

Se abrieron las puertas y salió a la pista una dracaena con un tridente en una mano y una red en la otra: el equipo clásico del gladiador.

Percy no tardó en volatizarla, haciendo que los vítores del público se apagaron instantáneamente.

—¡No! —bramó Anteo—. ¡Demasiado deprisa! Has de esperar para matarla. ¡Sólo yo puedo dar esa orden!

Percy volteo a verlas por encima del hombro. Sabía que debía sacarlas de ahí a salvo.

—¡Buen trabajo, Percy! —dijo Luke sonriendole—. Has mejorado con la espada, lo reconozco.

—¡Segundo asalto! —bramó Anteo—. ¡Y esta vez más despacio! ¡Más entretenido! ¡Aguarda mi señal antes de matar a alguien, o sabrás lo que es bueno!

Se abrieron otra vez las puertas y Victoire jadeo al ver el próximo contrincante de Percy; hacia años que no lo veía, pero Victoire lo reconoció enseguida.

Ethan Nakamura.

Tenia el pelo negro y reluciente pero lo que más extraño a Victoire era el parche que cubría su ojo izquierdo. Ethan estaba flaco y nervudo, de manera que la armadura griega le venía holgada. Clavó su espada en el suelo, se ajustó las correas del escudo y se puso el casco con un penacho de crin.

—¿Quién eres? —le preguntó Percy.

—Ethan Nakamura —dijo—. Debo matarte.

Victoire se estremeció.

—¿Por qué haces esto? — inquirió Percy.

—¡Eh! —les abucheó un monstruo desde las gradas—. ¡Dejaos de charla y luchad!—Los demás se pusieron a corear lo mismo.

—Tengo que probarme a mí mismo —explicó Ethan y reparo en Tori. Está intento hablar a pesar de la mordaza, pero fue inútil. Ethan la miró fríamente y regreso su atención a Percy—. ¡Es la única manera de alistarse!

Dicho lo cual, arremetió contra él. Sus espadas entrechocaron y la multitud rugió entusiasmada.

Era claro que Percy no quería luchar para entretener a monstruos, pero Ethan tampoco se lo estaba haciendo fácil. Lo presionaba. Era bueno.

Ethan paró la estocada de Percy  y casi lo arrolló con un golpe de su escudo, pero Percy retrocedio de un salto. Le lanzó un tajo y Percy rodó hacia un lado. Intercambiaron mandobles y paradas mientras estudiában el estilo de combate del otro.

—¡Sangre! —gritaban los monstruos.

Ethan levantó la vista hacia las gradas. Lanzó un iracundo grito de guerra y arremetió otra vez con su espada. Percy paro el golpe y retrocedio, dejando que Ethan lo siguiera.

—¡Buuuu! —gritó Anteo—. ¡Aguanta y lucha!

Ethan lo acosaba, pero, aun sin escudo, Percy no tenía problemas para defenderse.

Pronto Victoire entendió su jugada y un atisbo de sonrisa intento surgir en sus labios. Ethan iba vestido de un modo defensivo —con escudo y una pesada armadura—. Pelear con eso puesto le resultaba muy fatigoso.

Percy, en cambio, no llevaba nada que lo protegiera. Era un blanco vulnerable, pero también más ligero y rápido. Esa sería su ventaja.

La multitud enloqueció, protestaba a gritos y les lanzaban piedras. Llevaban casi cinco minutos luchando y aún no había sangre a la vista.

Finalmente, Ethan cometió un error. Intentó clavarle la espada en el estómago a Percy, pero él bloqueo la empuñadura con la suya y giró bruscamente la muñeca. El arma de Ethan cayó al suelo. Antes de que él atinara a recuperarla, Percy le golpeó el casco con el mango de Contracorriente y le propinó un buen empujón.

Su pesada armadura ayudo a Percy. Aturdido y exhausto, Ethan se vino abajo. Percy le puso la punta de la espada en el pecho y Victoire, por un momento, se alarmó.

Pero conocía a percy, él no sería capaz de matar a un mestizo.

—Acaba ya —gimió Ethan.

Percy alzo la vista hacia Anteo. Su cara rubicunda se había quedado de piedra de pura contrariedad, pero extendió la mano y colocó el pulgar hacia abajo.

—Ni hablar. —Masculló Percy y envaino su espada.

—No seas idiota —gimió Ethan—. Nos matarán a los dos.

Victoire sonrió cuando Percy le tendio una mano a Ethan. Lo sabía, sabía que Percy no mataría a un chico. Ethan la agarró de mala gana y lo Percy lo ayudo a levantarse.

—¡Nadie osa deshonrar los juegos! —bramó Anteo—. ¡Vuestras dos cabezas se convertirán en tributo al dios Poseidón!

Percy le murmuró algo a Ethan y se volvió hacia Anteo.

—¿Por qué no luchas conmigo tú mismo? ¡Si es cierto que gozas del favor de papá, baja aquí y demuéstralo!

Victoire lo miró perpleja. ¿Es que Percy estaba loco o que?

Los monstruos volvieron a rugir en las gradas. Anteo miró alrededor y comprendió que no tenía alternativa. No podía negarse sin parecer un cobarde.

—Soy el mejor luchador del mundo, chico —le advirtió—. ¡Llevo combatiendo desde el primer pankration!

—¿Pankration? —preguntó Percy.

—Quiere decir «lucha a muerte» —explicó Ethan junto a él—. Sin reglas, sin llaves prohibidas. En la Antigüedad era un deporte olímpico.

—Gracias por la información.

—No hay de que —volteo a verlas.

Rachel lo miraba con los ojos como platos. Annabeth y Daphne movían la cabeza enérgicamente una y otra vez, pese a que las dracaenae seguían tapándoles la boca con una mano. Victoire, por otro lado, parecía la más alarmada de las cuatro. Pese a la fuerza que el gigante ejercía para mantenerla quieta, la castaña se removió como gusano en sus manos. Lo miraba inquieta, angustiada.

Percy frunció el ceño pero apuntó a Anteo con su espada.

—¡El vencedor se lo queda todo! Si gano yo, nos liberas a todos. Si ganas tú, moriremos todos. Júralo por el río Estigio.

Anteo se echó a reír. Victoire cerro los ojos sintiéndose impotente.

—Esto va a ser rápido. ¡Lo juro con tus condiciones! —dijo Anteo y salgo la valla, aterrizando en la pista.

—Buena suerte —le deseó Ethan—. La necesitarás. —Y se retiró a toda prisa.

Anteo hizo crujir sus nudillos y sonrió.

—¿Armas? —preguntó.

—Me quedo con mi espada. ¿Y tú? —le dijo Percy.

Él alzó sus grandiosas manazas y flexionó los dedos.

—¡No necesito nada más! Maestro Luke, vos seréis el arbitro del combate.

—Con mucho gusto —respondió éste dirigiéndole una sonrisa a Percy desde lo alto.

Anteo se lanzó sobre Percy, pero el chico rodó por debajo de sus piernas y le dio una estocada en la parte trasera del muslo.

—¡Aj! —aulló Anteo.

Pero entonces paso lo que las chicas temian. En lugar de salir sangre de la herida, salió un chorro de arena que se derramó en el suelo. La tierra de la pista se alzó en el acto y se acumuló en tornó a la pierna del gigante, como un molde.

Cuando volvió a caer, la herida había desaparecido.
Cargó otra vez contra Percy nuevamente. Percy hizo un quiebro y le dio una estocada por debajo del brazo, la hoja de su espada se le hundió hasta la empuñadura entre las costillas.

Sin embargo, cuando el gigante se volvió, a Percy se le escapó la espada y salió disparado hasta el centro de la pista, donde aterrizó totalmente desarmado.

El gigante bramó de dolor y Percy esperó a que se desintegrara. Sin embargo, Anteo buscó la empuñadura a tientas, se arrancó la espada y la lanzó hacia atrás con fuerza. Una vez más cayó arena de la brecha y una vez más la tierra se alzó para cubrirlo, rodeándole todo el cuerpo hasta los hombros.

Cuando Anteo quedó de nuevo a la vista, se había recobrado.

—¿Comprendes ahora por qué nunca pierdo, semidiós? —dijo, regodeándose—. Ven aquí para que te aplaste. ¡Será rápido!

Victoire temió por Percy. El gigante se interponía entre su espada y él. Y estaba desarmado. Debía ayudarlo, de lo contrario Percy moriría a manos del gigante.

Percy intentó rodearlo, pero él se anticipó y le cerró el paso, riéndose entre dientes. Estaba jugando con él. Lo tenia acorralado.

Victoire soltó un quejido cuando el gigante presionó su brazo con fuerza, nuevamente había intentado liberarse de su agarre. Percy volteo a verla preocupado y le trasmitío un mensaje con la mirada. «Tengo un plan»

Victoire dejo de moverse y lo miro. Nuevamente confío en él.

Percy hizo una finta hacia el otro lado. Anteo le impidió el paso. La multitud abucheaba al chico, le pedía a gritos al gigante que acabara Percy. Pero él se estaba divirtiendo.

—Vaya un enclenque —dijo—. ¡No eres digno de ser hijo del dios de mar!

Percy arremetió de frente, agazapándose como si fuera a rodar otra vez por sus piernas. Anteo se agachó para atraparlo, pero Percy hizo todo lo contrario. Saltó con todas sus fuerzas, le apartó el brazo de una patada, se encaramo sobre el hombro del gigante, como si se tratara de una escalera y le apoyo un pie en la cabeza.

Anteo se enderezó indignado y gritó: «¡Eh

Pero termino dándole impulso a Percy como una catapulta. El pelinegro se agarró de lo alto de unas cadenas en el techo. Las calaveras y los ganchos tintinearon debajo. Victoire lanzo una plegaria rápida para que no se fuera a caer, pero Percy rodó la cadena con las piernas, y gano soporte. Saco a Contracorriente del bolsillo y cortó la cadena más cercana.

—¡Baja, cobarde! —brameo Anteo.

Intentó agarrarlo desde el suelo, pero Percy quedaba fuera de su alcance.

—¡Sube aquí y atrápame! ¿O acaso eres demasiado lento y gordinflón? —le gritó Percy.

Anteo soltó un aullido e intentó agarrarlo de nuevo. No lo consiguió, pero sí atrapó una cadena y trató de izarse. Victoire no podía sonreír debido a la mano del gigante sobre su boca, pero si hubiera podido, hubiera esbozado una enorme sonrisa al entender el plan de Percy.

El chico llegaba a sorprenderla cuando quería.

Mientras Anteo forcejeaba para subir, Percy bajó la cadena que había cortado, como si fuese una caña de pescar, con el gancho colgando en la punta. Le costó dos intentos, pero al final logró prenderlo en el taparrabos de Anteo.

—¡¡¡Ajú!!!

Rápidamente, Percy deslizó el amarre de la cadena suelta en la suya, procurando tensarla al máximo y asegurarla lo mejor posible. Anteo intentó bajar al suelo, pero su trasero permaneció suspendido por el taparrabos. Tuvo que sujetarse en otras cadenas con ambas manos para no volcarse y quedar boca abajo

Mientras él maldecía y se agitaba, Percy trepo entre las cadenas, columpiándose y saltando como un mono enloquecido. Enlazo ganchos y eslabones metálicos, logrando de una forma que Victoire no logró entender, tener al gigante envuelto en cadenas y suspendido por encima del suelo como una piñata gigante.

Percy se dejó caer en la pista, jadeando, sudando y con las manos en carne viva de anto aferrarse a las cadenas.

—¡Bájame de aquí! —berreó Anteo.

—¡Libéralo! —exigió Luke desde lo alto, molestó—. ¡Es nuestro anfitrión!

Percy destapó a otra vez a Contracorriente.

—Muy bien. Voy a liberarlo.

Y le atravesó el estómago al gigante.

Él bramó y aulló mientras derramaba arena por la herida, pero esta vez estaba demasiado alto y no tenía contacto con la tierra, de manera que la arena no se alzó para ayudarlo.

No quedó nada del gigante exceptuando su taparrabos gigantesco colgado de un gancho y un montón de calaveras sonrientes que bailaban por encima de la cabeza de Percy, como si tuvieran por fin algo que celebrar.

—¡Jackson! —aulló Luke—. ¡Tendría que haberte matado hace tiempo!

—Ya lo intentaste —le dijo Percy—. Ahora déjanos marchar. He hecho un trato con Anteo bajo juramento. Soy el ganador.

—Anteo está muerto —replicó Luke—. Su juramento muere con él. Pero, como hoy me siento clemente, haré que te maten deprisa.

Victoire jadeo e intento gritar. Entonces Luke las señaló.

—Perdonadles la vida a las chica. —La voz le tembló un poco—. Quiero hablar con ellas... antes de nuestro gran triunfo.

Todos los monstruos de la audiencia sacaron un arma o extendieron sus garras. Victoire se estremeció, aunque lograrán librarse del gigante y más Dracaenae, éstos seguían superandolos por mucho.

Victoire escrutó todo el panorama completo, intentando encontrar una solución, pero entonces Percy sacó algo de su bolsillo y se lo llevó a la boca. Se trataba de un silbato, pero este no produjo ningún ruido.

—¿Para qué se supone que servía eso? —se burló Luke de él.

Pero entonces Victoire se vio liberada del agarre del gigante cuando un gruñido se escuchó detrás de ellos. El gigante salió corriente, pasando junto a Percy y se estrello contra la pared

—¡Aj!

Kelli, la empusa, soltó un chillido. Victoire soltó una carcajada de alivió cuando vio a la señorita O'Leary agarrar con los dientes a la empusa. Y, como si fuera un pelele, la lanzó por los aires directo al regazo de Luke.

La Señorita O'Leary gruñó amenazadora y las dos dracaenae retrocedieron, liberando a Annabeth y a Daphne. Durante un instante, los monstruos de las gradas quedaron sobrecogidos por la sorpresa.

—¡Vamos! —grito Percy corriendo hacia Tori para tomarla de la mano—. ¡Aquí, Señorita O'Leary!

—¡Por el otro lado! —dijo Rachel—. ¡Ése es el camino!

Ethan Nakamura los siguió sin pensárselo dos veces. Cruzaron el ruedo corriendo todos juntos y salieron por el extremo opuesto, seguidos por la Señorita O'Leary. Mientras corrian, oyeron el tremendo tumulto de un ejército entero que saltaba desordenadamente de las gradas, dispuesto a perseguirlos.

Y pese al dolor que sentía Victoire en el hombro, siguió corriendo con Percy sujetandole la mano.

  
 

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𝐁𝐚𝐫𝐛𝐬 © | 𝟐𝟎𝟐𝟐 ✔️

Bueno lograron desbloquear el capítulo ✨ y que buen día lo hicieron jajaja ¿Saben por qué? Les daré una pista con emojis: 🥳+🎉+🎂+🧑🏻

A ver quién adivina 👀

En fin, el grupo logro escapar pero todavía tienen mucho camino que recorrer, solo diré que cada vez nos estamos acercando al capítulo de la batalla y les advierto que estén preparados 🥲

Para desbloquear el siguiente necesito: 70 votos y 110 comentarios

BARBS JACKSON

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