𝟤𝟧. 𝖺𝗒𝗎𝖽𝖺 𝖽𝖾 𝗅𝖺 𝗆𝗈𝖼𝗈𝗌𝖺 𝗆𝗈𝗋𝗍𝖺𝗅
🌿✨ 𓄴 SEMPITERNO presents to you
▬ ▬▬Chapter Twenty-five
❝help from deadly brat ❞
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Annabeth y Daphne no tardaron en seguirlos. Al igual que Quirón y Tori, querían saber lo que había pasado tras la explosión.
El centauro no se sorprendió de verlas en la entrada, y tampoco les negó estar presentes, al fin y al cabo, ambas habían estado en el laberinto junto a ellos.
—Bien Percy, cuéntanos que paso.
Y así lo hizo; Percy les explico cómo había provocado la explosión del monte Saint Helens y cómo había salido disparado del volcán. Les dijo que había quedado confinado en una isla y que más tarde Hefesto lo había encontrado y le había indicado cómo partir. Y por último, les contó sobre la balsa mágica que lo había llevado hasta el campamento.
Al terminar, sus manos sudaban.
—Has estado desaparecido dos semanas —repuso Victoire con voz firme, intentando no demostrar que en realidad sabía dónde había estado—. Cuando oímos la explosión, pensamos...
—Ya —asintió Percy—. Lo siento. Pero ya he averiguado cómo cruzar el laberinto. Hablé con Hefesto.
Eso las dejo perplejas.
—¿Te dio él la clave? —pregunto Annabeth.
—Bueno, vino a decirme que yo ya sabía cómo hacerlo. Y es cierto. Ahora lo entiendo.
Y entonces les contó cómo hacerlo.
Al oírlo, Victoire se quedó boquiabierta al igual que ambas chicas ahí presentes; ¿Acaso había oído bien? ¿Enserio Percy estaba proponiendo pedirle ayuda aquella mortal irritante que conocieron en la presa Hoover?
¡No!
—¡Eso es una locura, Percy! —exclamó Tori.
Quirón se arrellanó en su silla de ruedas y se acarició la barba.
—Hay un precedente, no obstante. Teseo contó con la ayuda de Ariadna.
—Pero esta búsqueda es mía —protestó Annabeth—. He de dirigirla yo.
Quirón parecía incómodo.
—Querida, la búsqueda es tuya, pero necesitas ayuda.
—¿Ayuda? ¿De ella? —inquirió Tori—. Debe ser un error. Esa chica es... Ella no..
—Cuesta tener que admitir que necesitamos la ayuda de un mortal —admitió Percy —. Pero es cierto.
Victoire le lanzó una mirada fulminante.
—Claro, y tú mueres por pedirle ayuda, ¿No es cierto? —masculló y salió de la habitación hecha una furia.
A pasos molestos y rápidos, comenzó a dirigirse a su cabaña donde se encontró con Beckendorf y Silena esperando por ella.
—Hey, ¿Estás bien? —le preguntó el moreno al verla.
Ambos se encontraban preocupados por Victoire y el repentino regreso de Percy al campamento; no sabían cómo aquella noticia repercutiría en ella.
Sin embargo, al verla ceñuda y con los puños apretados, supieron que sea lo que sea que hablaron, no salió bien.
Victoire bufó y se sentó con ellos en las escaleras del porche de su cabaña.
—¿Sucedió algo? —preguntó Silena.
—¡Percy es lo que pasa! —exclamó ella—. Regresá como si nada hubiera pasado, como si yo no lo hubiera besado antes de la explosión y prácticamente le hubiera confesado mis sentimientos con eso—escuchó a Charles atragantarse con su saliva, pero continúo—. Como sí todo este tiempo no hubiera estado en compañía de Calipso. Y ahora, nos revela que necesitamos la ayuda de una mortal irritante que está colada por él para cruzar el laberinto a salvo. Una humana que es muy linda y sin duda esta interesada en él.
—¿Cómo sabes que esa chica está interesada en él?
—Porque Annabeth me contó que ella le escribió su número de teléfono a Percy en el brazo cuando regresaron al campamento —dijo Tori—, y Percy ni siquiera fue capaz de decirme eso.
—Tori, que esa chica le haya escrito su número no quiere decir que...
—¡Claro que significa algo! —irrumpió Silena al moreno. Se encontraba ceñuda, al igual que Tori—, escúchame bien Tori. Esa mortal no es nada comparada contigo. ¿Me oíste? ¿Percy quiere pedirle ayuda? Bien, que lo haga, pero a partir de ahora ponle las cosas difíciles.
—Oh, eso sin duda lo haré —aseguró Tori.
—Esté... ¿A qué se refieren con ponerle las cosas difíciles a Percy? —preguntó Beckendorf.
Silena evitó rodar los ojos y miró al chico con una ceja alza.
—¿Si sabes que ambos se gustan, no?
—¿Acaso hay alguien en el campamento que no lo sepa? —inquirió él.
Victoire se cubrió el rostro avergonzada. Para ese punto de su vida no podía seguir negando lo evidente, sin embargo, el hecho de que todos en el campamento lo supieran no la hacía sentir tranquila.
¿Acaso no había sido discreta?
—La cosa es, que Tori siempre se encontraba dispuesta a ayudarlo en todos sus planes, por muy tontos o arriesgados que estos fueran. Siempre era ella la que daba el primer paso —señaló Silena. Victoire hizo una mueca, tampoco podía negar eso—, eso se debe a que sus sentimientos por él la llevan a apoyarlo y buscarlo siempre. Pero ahora, Percy tendrá que ganarsela. No dejes que tus sentimientos influyan en tus decisiones, Tori —le dijo Silena volteando a verla—. Que sea él quien venga a buscarte. Que sea él quien de el primer paso.¿De acuerdo?
Tori asintió.
—De acuerdo.
Los por dioses, esperaba poder hacerlo.
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Durante la cena de esa noche, Daphne le informó que ambas, junto Annabeth y Percy, viajarían a Manhattan por la mañana para continuar con la misión de Dédalo. Pasarían por la casa de Percy primero, de modo que esté pudiera ver a su madre antes de ir a buscar a Rachel y pedirle ayuda.
Tori resopló ante eso último, pero terminó aceptando y diciendo que estaría lista.
Daphne le dio un apretón en el hombro y se marchó a su mesa junto con sus hermanos.
Durante toda la cena Victoire evitó mirar hacia la mesa de Poseidon, por más que su corazón le exigía hacerlo y mirar a Percy. Sin embargo hizo uso de toda su dignidad, terminó de cenar y se marchó del pabellón con tanta rapidez para evitar acercarse a él.
Esa noche Victoire preparó una nueva mochila para el viaje. A los pocos minutos de haberse acostado, escuchó a alguien llamando a su puerta.
—¿Vi?
Su corazón se aceleró al escuchar su voz. Percy se encontraba tocando su puerta; su primer impulso fue levantarse, sin embargo las palabras de Silena regresaron a su mente y volvió a acostarse, apagando la pequeña luz en su repisa.
No volvio a escuchar golpes en su puerta.
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El sol todavía no había salido cuando Victoire despertó abruptamente debido a un mensaje Iris que había aparecido en frente de ella.
—¿Euritión? —inquirió Victoire somnolienta al ver semidiós al otro lado de la niebla.
—Lamento despertarla, señorita Victoire, pero ha sucedido algo.
Al oir aquello Victoire despabilo y se levantó de un salto.
—¿Qué ha pasado? ¿Nico está bien?
Euritión negó.
—Abandonó el rancho anoche —dijo. Victoire jadeo y sintió como su pecho se encogia. Euritión bajo el rostro un tanto avergonzado—, lo lamento, prometí cuidarlo pero, se adentro al laberinto cuando estaba dormido. Ortos siguió su rastro hasta la rejilla por dónde partieron.
—No es culpa tuya Euritión —le dijo Tori intentando no demostrar su preocupación—, bastante hiciste dejándolo quedarse ahí. Yo... Hablaré con los demás, regresaremos al laberinto en poco tiempo. Lo buscaremos.
Euritión asintió.
—Yo.. hay algo más que debe saber. Las últimas noches he oído al joven Nico hablando solo. Creí que era algo normal viniendo de un hijo de Hades pero, ahora que se ha ido sin decir nada, temo que esté volviendo a hablar con el fantasma ese.
Víctoire trago y asintió.
—Gracias por avisarme Euritión.
—Es lo mínimo que podía hacer —respondió él—. Buena suerte señorita, espero que encuentren al joven Di Angelo bien.
Y el mensaje Iris se disolvió enfrente de ella.
—Yo también —musitó Tori en voz baja.
No pudo volver a conciliar el sueño de nuevo. Saber que Nico se encontraba vagando en el laberinto en compañía de Minos no la hacía sentir tranquila.
¿Acaso Nico se había vuelto a dejar influenciar por ese fantasma macabro? ¿Cómo podía seguir confiando en él? Victoire no lograba entender a Nico, pero se prometió mentalmente encontrarlo.
Se quedó acostada hasta que el sol comenzó a salir. Una vez que el brillo de éste entro por su ventana, Victoire comenzó a alistarse para partir. Tomó sus cosas y se dirigió al pabellón para desayunar algo ligero para el viaje. Cuando terminó, busco a Silena, Beckendorf, Lee y will para despedirse. Solo encontró despiertos a los últimos tres, más al ver que Percy se encontraba hablando con el moreno, abandonó el plan y se fue a despedir del par de rubios.
Will la abrazo con ánimos y le dio una bolsita extra con ambrosía, Victoire la guardo en su mochila y le prometió cuidarse. Pronto el menor regresó al interior de su cabaña, dejando a Lee y Tori solos.
—Asi que... regresarán al laberinto —dijo Lee con la mirada en sus sandalias.
Victoire asintió.
—Primero pasaremos por la ciudad para buscar, ayuda no deseada, si te soy sincera, pero si. El plan es regresar al laberinto.
Lee asintió y miró a Tori con cierta inquietud.
—Yo... Prométeme que tendrás cuidado allá abajo.
Victoire frunció ligeramente el ceño. La actitud nerviosa de Lee la estaba desconcertando.
—¿Te encuentras bien, Lee? —el rubio meneó la cabeza.
—No dormí bien anoche —dijo.
—¿Pesadillas? —preguntó ella.
Lee volvió a menear la cabeza e hizo una ligera mueca.
—No quiero hablar de eso —y terminó abrazando a Victoire—. No dejes que te afecte, será duro de ver, pero eres fuerte.
Entonces se separó de ella y regresó al interior de su cabaña con rapidez, dejando a Victoire perpleja y extrañada.
¿Qué había sido eso?
No obstante no tuvo tiempo de volver a llamarlo y pregúntale al respecto, debía encontrarse con los demás en la colina mestiza. Con una sensación extraña en su interior, corrió hasta la colina y se encontró con Percy, Annabeth y Daphne esperando por ella.
—Por un momento temí que no vendrías —dijo Percy con una sonrisa en su rostro.
Pero Victoire no se la regresó. Paso de él.
—Debemos irnos —indicó ella y abrió la puerta del copiloto para subir de un salto.
Los demás subieron a la parte trasera. A Victoire no le hacía mucha gracia ir junto a los miles de ojos de Argos, pero prefería eso a tener que ir atrás junto a Percy.
—Luces cansada, Tori —dijo Annabeth.
—¿Pesadillas? —preguntó Percy, preocupado, más Tori ignoró aquello.
—Un mensaje Iris de Euritión.
—¡Euritión! ¿Le ha pasado algo a Nico? —preguntó él más preocupado.
—Abandonó el rancho anoche y entró en el laberinto.
—¿Qué? ¿Euritión no intentó detenerlo? —inquirió Daphne, perpleja.
—Nico se había ido antes de que despertara. Ortos siguió su rastro hasta la rejilla de retención. Euritión me ha dicho que en las últimas noches había oído a Nico hablando solo. Aunque ahora cree que hablaba con el fantasma de Minos.
—Corre un gran peligro —advirtió Percy.
—Ya lo creo —dijo Annabeth—. Minos es uno de los jueces de los muertos, pero su crueldad es increíble. No sé lo que querrá de Nico, pero...
—No me refería a eso —repusó Percy. Victoire lo miro por el retrovisor—. He tenido un sueño esta noche...
Y entonces Percy les contó el sueño que tuvo esa misma noche; al parecer, soño con Luke y sus frustados intentos por guiarse en el laberinto. También les contó cómo esté mencionaba a Quintus y su, al parecer, colaboración con el ejército. Y por último, pero no menos inquietante, les dijo que sus hombres habían encontrado a un mestizo que andaba solo por el laberinto.
Victoire apretó los puños de la preocupación.
—Esto no es bueno —musitó ella, pero todos la escucharon.
—¡Demonios! —espetó de pronto Daphne, golpeando por detrás del asiento del piloto. Argos emitió una queja, pero la morena pasó de él y continuó maldiciendo—. Tendría que haberme quedado con él...
—¿Qué vamos a hacer? —preguntó Percy.
Tori arqueó una ceja irónicamente.
—Menos mal que tú tienes un plan para guiarnos, ¿no?
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Llegaron al departamento de la madre de Percy por el mediodía. Nada más abrir la puerta, Sally se abalanzó sobre Percy y le dio un abrazo tan fuerte, que incluso Victoire sintió como le faltaba el aire.
—Le dije a Tori que estarias bien —dijo Sally volteando a ver a la chica con una sonrisa.
Victoire le devolvió el gesto y abrazo a Sally en cuanto está soltó a Percy. Podría estar molesta con él, pero nunca con Sally.
Annabeth también la saludó y le presentó a Daphne. La rizada se mostró mucho más amable de lo que solía ser en el Campamento, posiblemente porque se trataba de un adulto. Aunque eso no evitaba que Daphne se mostrara un tanto ausente, puesto que aún debía de estar pensando en Nico.
Los hizo sentarse a la mesa de la cocina e insistió en servirles sus galletas azules de chocolate mientras la ponían al día sobre su búsqueda. Nada más ver las galletas, Victoire se lanzó al ataque y dejó que Percy le contará todo a su madre.
Cuando llegó a la parte de Gerión y los establos, su madre hizo ademán de estrangularlo.
—No hay forma de que limpie su habitación y, en cambio... ¡está dispuesto a limpiar las toneladas de estiércol de los establos de un monstruo!
Tanto Victoire como Annabeth y Daphne se echaron a reír. Sin embargo, la mirada de Percy únicamente estaba en la castaña al otro lado de la mesa. Era la primera vez que la oía reírse en mucho tiempo, y la
sensación resultaba agradable para él.
—En resumen —dijo Sally, cuando Percy terminó de contarle la historia—, has destrozado la isla de Alcatraz, has hecho saltar por los aires el monte Saint Helens y provocado el desplazamiento de medio millón de personas, pero por lo menos estás sano y salvo.
Así era Sally Jackson: siempre sabía ver el lado positivo de las cosas.
—Sí —admitió Percy—. Eso lo resume todo más o menos.
—Ojalá estuviera Paul aquí —dijo, en parte hablando consigo misma—. Quería charlar un poco contigo.
—Ya, vale. El colegio —dijo Percy—. ¿Qué le contaste? —preguntó.
Sally meneó la cabeza.
—¿Qué podía decirle? Él es consciente de que hay algo diferente en ti, Percy. Es un hombre inteligente. Y está convencido de que no eres mala persona. Pero no entiende lo que ocurre y la escuela lo está presionando. Al fin y al cabo, Paul logró que te admitieran. Tiene que convencerlos de que el incendio no fue culpa tuya. Pero, como huiste, va a resultarle difícil.
Victoire volteo a verlo, compadeciendose. Tal vez ella no asistía a una escuela desde los siete años, pero antes de que su padre muriera había asistido a varias y siempre terminaba cambiándose a otra por diferentes motivos que ella no entendía.
Ahora lo hacía, para un mestizo es difícil desenvolverse en el mundo de los mortales sin llamar la atención de los monstruos.
—Hablaré con él —le prometió Percy—. En cuanto hayamos terminado la búsqueda. Incluso le contaré la verdad, si quieres.
Su madre le puso la mano en el hombro.
—¿En serio?
—Bueno, sí. Aunque pensará que estamos locos.
—Ya lo piensa.
—Entonces no tenemos nada que perder.
—Gracias, Percy. Le diré que vendrás a casa... —Arrugó la frente—. Pero ¿cuándo? ¿Qué ha de suceder ahora?
Victoire partió una galleta en dos.
—Percy tiene una especie de plan —dijo con un tono receloso y se metió un pedazo de galleta a la boca.
Percy miró ceñudo a Tori y le contó su plan a su madre. Sally asintió lentamente.
—Suena peligroso. Pero quizá funcione.
—Usted tiene esa misma capacidad, ¿verdad señora Jackson? —le preguntó Daphne—. Puede ver a través de la Niebla.
Sally suspiró.
—Ya no tanto. Cuando era más joven me resultaba fácil. Pero sí, siempre he sido capaz de ver más de lo que me hubiera convenido. Es una de las cosas que le llamó la atención al padre de Percy cuando nos conocimos —se giró hacia Percy—. Tú ve con cuidado. Prométeme que no les pasará nada.
—Lo intentaremos, señora Jackson —dijo Annabeth.
—Aunque mantener a salvo a su hijo es una tarea bastante abrumadora —repusó Tori cruzándose de brazos y miró airada por la ventana de la cocina. Percy desmenuzada su servilleta de papel, procurando mantenerse calladito.
Sally frunció el ceño e intercalo su mirada entre ambos.
—¿Qué les pasa? ¿Se han peleado?
Ninguno de los dos respondió. Sally volteo a ver a Annabeth y Daphne con cena alzada, más fue la rizada quien señaló a Victoire disimuladamente y movió los labios formando la palabra «celosa».
—Ya veo —dijo Sally y reprimió una sonrisilla—. Bueno, recuerden que Grover y Tyson cuentan con
ustedes. Con los cuatro.
—Lo sé —respondieron Victoire y Percy al unísono.
Su madre sonrió.
—Será mejor que uses el teléfono del vestíbulo, Percy. Buena suerte.
En cuanto Percy se marchó, Victoire soltó el aire que había retenido en su interior.
—Dejó su mochila aquí —señaló Daphne como quien no quiera la cosa—, ¿Acaso se sabe el número de memoria?
Victoire no pudo evitar resoplar al oírla.
—¿Por qué no me sorprende? —masculló ella.
Sally río levemente y tomo la mano de Tori por encima de la mesa.
—Tranquila Tori, mi hijo se dará cuenta pronto —le dijo, logrando que las mejillas de Victoire se sonrojaran.
—¿Cuenta de que?
Pero Sally le sonrió con complicidad.
—Creo que tú sabes la respuesta a eso.
Victoire suspiró y desvío la mirada hacia abajo.
—Bien, ¿Quieres llevarte galletas para el viaje?
Victoire alzo la mirada de golpe y no pudo evitar sonreír abiertamente como una niña pequeña.
—Por supuesto que quiero.
▃▃▃▃▃▃▃ 🌿🔱 ▃▃▃▃▃▃▃
Percy quedó en Times Square con Rachel Elizabeth Dare, alias la mocosa mortal.
Cuando los cuatro llegaron vieron que la chica los aguardaba delante del hotel Marriot Marquis y estaba completamente pintada de color dorado. Desde su cabello, hasta su ropa y su piel.
Victoire amaba el arte, más no pudo evitar resoplar al verla.
Rachel se hallaba de pie como una estatua con otros cinco chavales, todos pintados con colores metálicos —cobre, bronce, plata— y todos congelados en distintas posturas, mientras los turistas pasaban por delante a toda prisa o se detenían a contemplarlos.
Algunos lanzaban unas monedas a una lona extendida sobre la acera. El cartel, a los pies de Rachel, ponía: «ARTE URBANO PARA NIÑOS. SE
AGRADECEN LOS DONATIVOS.»
Victoire, Percy, Annabeth y Daphne permanecieron unos cinco minutos observando a Rachel sin que
ella diera muestras de haber reparado en ellos. No se movía ni pestañeaba y aquello le resultó inquietante a Víctoire, con su THDA sería incapaz de hacer lo mismo.
Pasó su peso de una pierna a otra.
—Quizá si le damos un empujón... —sugirió en voz alta.
Annabeth y Daphne sonrieron con gracia. Percy no dijo nada.
Al cabo de unos minutos, un chico pintado de plata se acercó desde la parada de taxis del hotel, donde se había tomado un pequeño descanso. Se situó junto a Rachel y adoptó postura de orador, como si estuviera pronunciando un discurso. Ella se descongeló y
salió de la lona.
—Hola, Percy —saludó con una sonrisa—. ¡Llegas en el momento justo! Vamos a tomar un café.
Ni siquiera saludó a Tori, y eso que también había estado presente el día que se conocieron en la presa Hoover. Al ritmo en el que iba, terminaría volviéndose un toro de tanto bufar.
Siguieron a Rachel hasta un local llamado El Alce de Java, en la calle Cuarenta y tres Este. Rachel pidió un expreso extreme, el tipo de brebaje que le gustaría a Grover; Ellos cuatro, en cambio, pidieron un zumo de frutas. Fueron a sentarse a una mesa situada justo debajo del alce disecado.
A pesar de su disfraz dorado, nadie miró a Rachel dos veces.
—Bueno —dijo—, Tu eras Victoria, ¿No es asi?
—Victoire —la corrigió Daphne rápidamente, luego de ver la vena de Tori a un paso de estallar—. Ella es Annabeth y yo Daphne. ¿Siempre vas... así?
—Normalmente no. Estamos recaudando dinero para nuestro grupo. Trabajamos como voluntarios en proyectos de arte para niños, porque están suprimiendo el arte en los colegios, ¿lo sabías? Lo hacemos una vez al mes y llegamos a sacarnos quinientos dólares en un buen fin de semana. Aunque supongo que no has venido a hablar de esto ¿Ustedes también son mestizas?
—¡Chist! —dijo Annabeth, mirando alrededor—. ¿Por qué no lo proclamas a los cuatro vientos?
—Vale. —Rachel se puso de pie y dijo en voz alta—. ¡Oigan todos! ¡Estos cuatro no son humanos! ¡Son semidioses griegos!
Nadie se molestó en volverse siquiera. Rachel se encogió de hombros y se sentó otra vez. Victoire apretó la mandíbula.
—No les interesa.
—No tiene gracia —protestó Tori ceñuda—. Esto no es un juego, mocosa mortal.
—Tengo la misma edad que tú.
—Oh, tu no sabes na...
—Paren las dos —intervinó Percy—. Un poco de calma.
—Yo estoy calmada —aseguró Rachel—. Cada vez que te tengo cerca nos ataca un monstruo. ¿Por qué iba a ponerme nerviosa?
Victoire puso los ojos en blanco.
—Mira —dijo Percy—, siento lo de la sala de música. Espero que no te expulsaran ni nada parecido.
—Qué va. Me formularon un montón de preguntas sobre ti. Yo me hice la tonta.
—¿Se hizo? —musito Tori, a lo que Daphne casi escupe su zumo de frutas por reírse.
—¡Vale ya! —cortó Percy mirando a Tori con extrañeza. Ella nunca se comportaba de ese modo. Se volvió hacia la pelirroja—. Rachel, tenemos un problema. Y necesitamos tu ayuda.
Entonces ella miró a Tori con los ojos entornados.
—¿Tú necesitas mi ayuda?.
Tori revolvió el zumo con su pajita y entornó los ojos.
—Yo no nece... —pero Annabeth le dio una ligera patada por debajo de la mesa que hizo que Victoire apretara los labios. Terminó forzando una sonrisa y a regañadientes dijo—. Es posible.
Entonces Percy le habló del laberinto. Le explicó que debían encontrar a Dédalo y también le hablo de cuando se habían internado por los pasadizos.
—O sea, que quieren que los guíe —concluyó Dare—. Por un lugar en el que nunca he estado.
—Tú puedes ver a través de la Niebla —explicó Percy—. Igual que Ariadna. Apostaría a que eres capaz de distinguir el camino correcto. A ti el laberinto no podrá confundirte tan fácilmente.
—¿Y si te equivocas?
«Habremos perdido el tiempo contigo» pensó Tori, pero se mantuvo para ella su pensamiento.
—Entonces nos perderemos. De un modo u otro, será peligroso. Muy peligroso.
—¿Podría morir?
—Sí.
—Creía que habías dicho que a los monstruos no les interesan los mortales. Esa espada tuya...
—Exacto —asintió él—. El bronce celestial no hiere a los mortales. Y la mayoría de los monstruos no te harán ni caso. Pero eso a Luke le tiene sin cuidado. Él es capaz de utilizar a los mortales, a los semidioses, a los monstruos. A quien sea. Y matará a cualquiera que se interponga en su camino.
A pesar de que Percy no se equivocaba al decir eso, Victoire no pudo evitar sentir una punzada al oírlo. Sin duda el tema "Luke" seguía siendo algo que la afectaba.
—Un tipo simpático —ironizó Rachel.
—Está influenciado por un titán —repusó Tori a la defensiva.
—Ha sido engañado —agregó Annabeth del mismo modo.
—No podrías entenderlo —terminó Daphne imitando a sus amigas.
Rachel los miró a todos varias veces.
—Vale —accedió—. Me apunto.
Victoire bufó.
—¿Estás segura? —preguntó Percy, perplejo.
—Bueno, el verano se presentaba bastante aburrido. Ésta es la mejor oferta que he recibido. ¿Qué tengo que buscar?
—Hemos de encontrar una entrada al laberinto —dijo Annabeth—. Hay una en el Campamento Mestizo, pero allí no puedes entrar. Está prohibido el acceso a los mortales.
—Vale. ¿Qué pinta tiene una entrada al laberinto?
—Podría ser cualquier cosa —respondió Annabeth—. Una parte de un muro. Una puerta. Una alcantarilla. Pero debe tener la marca de Dédalo. Una delta griega con un resplandor azulado.
—¿Así? —Rachel dibujó una delta en la mesa.
Victoire apretó los puños.
«Fantástico, además de bonita también es artista» pensó
—Exacto —asintió Annabeth mirando el dibujo—. ¿Sabes griego?
—No —Rachel se sacó del bolsillo un cepillo de plástico azul y empezó a quitarse el dorado del pelo—. Dejen que me cambie. Aunque será mejor que vengan al Marriot conmigo.
—¿Para qué? —preguntó Daphne—. No tenemos tiempo para...
—Porque hay una entrada como ésa en el sótano del hotel, donde guardamos los disfraces. Tiene la marca de Dédalo.
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𝐁𝐚𝐫𝐛𝐬 © | 𝟐𝟎𝟐𝟐 ✔️
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