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🌿✨ 𓄴 SEMPITERNO presents to you
▬ ▬▬  Chapter Twenty four

anemone brain

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Eran pocas las veces donde Victoire sentía que el tiempo transcurría lentamente. Pero en esta ocasión el tiempo se estaba burlando descaradamente de ella en la cara.

Llevaba tres horas esperando a que la hora de la cena se acercará, y por ende, esperando noticias de Annabeth y su ligera idea de donde podría estar Percy.

Durante esas tres horas, Tori no pudo quedarse tranquila y quieta, por lo que terminó en el campo de tiro y descargo toda su intranquilidad en las dianas. Cabe mencionar que también intentó replicar el tiro que Lee había hecho ese mismo día, más lamentablemente no lo consiguió y eso la termino frustando un poco más.

—Seguramente lo ayudaste, ¿No es cierto? —replicó la castaña mirando al cielo mientras en su mente visualizaba el rostro burlón de cierto dios rubio.

El brillo del sol aumento por un segundo, cosa que Victoire tomó como una respuesta de su parte. Soltó un bufido y volvió a levantar el arco.

Apunto a su objetivo, y a nada estuvo de soltar la cuerda cuando una voz femenina se escuchó detrás suyo. Victoire se sobresalto en su lugar al mismo tiempo que soltaba la cuerda. Éste movimiento ocasionó que la flecha terminará dándole al aro rojo, en lugar del banco.

Victoire resopló por lo bajo y se giró para ver a Clarisse, cruzada de brazos y con el gesto serio.

—¿Cuánto tiempo más estarás actuando como una cretina? —le replicó la hija de Ares.

Victoire se encogió de hombros y volvio a levantar su arco.

—A no, a mí no me darás la espalda Victoire —repuso Clarisse caminando hasta llegar a su lado. Tori soltó la cuerda y vio como la flecha daba en el blanco. Volteo a ver a la castaña oscuro con una ceja alzada.

—No te estoy dando la espalda, es solo que necesito entrenar.

—Ya has entrenado suficiente —espetó ella quitándole el arco de las mano, que en automático volvió a transformarse en un brazalete. Victoire frunció el ceño ante al arrebato—, ahora es tiempo de que escuches; Silena está como alma en pena desde que usó el embrujahabla contigo. Ella no quería hacerlo, solo quería evitar que una amiga muriera por no usar su razonamiento como es correcto. ¿Enserio Tori, usar el laberinto como vía de escape? ¿En qué estabas pensando? —repuso, más no dejó que Tori respondiera, sino que continúo—.He intentado subirle el ánimo en estos días, incluso le permití que me pintara las uñas. No, ya me quite el esmalte, no se como aguantan esa cosa. El punto es que, terminando de pintarlas, se puso a llorar. Ella cree que todo es su culpa.

—Pero ella no tuvo nada que ver...—repusó Tori sintiéndose terriblemente culpable.

—Eso mismo le he dicho yo —espetó Clarisse ceñuda—, así que no me importa si no quieres dejar tu actitud de cría berrinchuda que se niega a creer que su novio no está. Sí tengo que cargarte hasta la cabaña de Afrodita como saco de papas, lo haré. Pero hablaras con Silena y le dirás que tú estúpida actitud hacia nosotros no tiene nada que ver ella.

—Bien, lo haré.

—Y ni se te ocurra ponerte a la defensiva, porque soy capaz de... Espera, ¿Que has dicho? —Inquirió Clarisse, estupefacta.

—He dicho que lo haré, iré hablar con ella —aseguró Tori tomando su brazalete de la mano de Clarisse para colocarlo en su muñeca—, dices que está en su cabaña, ¿No? —Clarisse asintió saliendo de su sorpresa y volvió a mirarla con seriedad-. Bien, ah y una última cosa, lamento haberte ignorado este tiempo.

Pero Clarisse se encogió de hombros.

—No me va ni me viene, pero acepto tus disculpas.

Tori sonrió levemente y comenzó a alejarse del campo de tiro con dirección a las cabañas. Llego a la cabaña diez en cuestión de minutos, donde una hermana de Silena le abrió la puerta tras darle un par de toques.

—¿Se encuentra Silena? —le preguntó Tori a Drew, una chica asiática y con cara de pocos amigos para su corta edad.

La niña refunfuñó y se dirigió nuevamente al interior de la cabaña sin darle una respuesta directa. Tori se debatio entre volver a tocar o no, pero entonces Silena salió.

—¿Tori? —musitó la pelinegra al verla.

Ella, apenada, se acercó a Silena.

—Hola.

—Hola —respondió ella.

Silencio incómodo. Victoire se sintió estúpida en ese momento. ¿Desde cuándo había un silencio incómodo con Silena? Sin duda habían sido muy mala amiga con ella. Suspiró.

—Vengo a pedirte una disculpa —habló Tori—. Tenías razón en lo que dijiste, dejé que mis sentimientos por Percy nublaran mi mente y no pensé con claridad. Hiciste lo correcto al detenerme con el embrujahabla.

Pero Silena negó con la cabeza levemente.

—Pude haberte detenido de muchas otras formas, y use el único modo que había jurado nunca usar en ti. Lo lamento Tori.

Victoire se encogió de hombros.

—No pasa nada, lo entiendo. Pero debes saber que... La razón por la cual me distancie de todos no tiene nada que ver contigo —dijo—, es solo que, me irrita que ninguno de ustedes me crea. Si, sé que suena una locura que Percy pudiera sobrevivir a una explosión como esa pero, yo sé que lo hizo. Sé que está alguna parte.

Silena inhaló abruptamente con los ojos cristalizaran.

—Y te creo Tori, si dices que Percy está con vida, te creo.

Y ambas se abrazaron. Fue entonces que un gritó de jubiló se escuchó por detrás de ellas y al girarse vieron a Beckendorf y Lee, a unos metros de ellas, chocar los puños. Ambos chicos se acercaron corriendo hacia donde estaban.

—Beck —llamo Tori al moreno—, lamento haber alzado mi espada contra t...

Sin embargo el moreno la rodeo en un abrazo.

—Esta todo perdonado, Tori, enserio.

Una oleada calida recorrió a la castaña, quien le devolvió el abrazo al moreno sintiéndose aliviada; Silena sonreía mostrando todos sus perfectos dientes, feliz de ver a sus dos personas favoritas siendo amigos, las lágrimas que habían amenazado con salir, ya no estaban, en su lugar soltó un chillido de alegría y se abalanzó sobre ambos.

Victoire y Beckendorf rieron levemente y rodearon a la pelinegra con sus brazos. En medio del abrazo Victoire le extendió una mano a Lee, invitándolo a unirse también, pero fue Silena quien terminó jalando el brazo del rubio y los cuatro terminaron en un abrazo grupal.

Fue en ese momento que Victoire comenzó a sentirse completa de nuevo.

—¡Aquí estás! —exclamó Annabeth bastante agitada debido a que había llegado corriendo.

Los cuatro se separaron para voltearla a verla, más fue Victoire quien se acercó a ella.

—¿Encontraste algo? —le preguntó bastante más animada.

Annabeth asintió y Victoire sintió una oleada de esperanza en su interior. Sin embargo, al ver el gesto preocupado de Annabeth, su sonrisa se esfumó.

—¿Qué ocurre Annabeth? —pregunto Beckendorf, intrigado.

—Yo... Creo saber dónde puede estar Percy —dijo Annabeth.

Los tres abrieron los ojos, sorprendidos.

—¿Enserio? Eso es bueno, ¿No? —preguntó Lee mirando a Victoire, pero está mantenía su mirada fija en Annabeth. Un sabor agrio surgió en su boca.

Por alguna razón, sabía que lo que sea que Annabeth descubrió, no sería bueno.

—¿Dónde Annabeth? —pregunto Silena, rompiendo el silencio que se había instalado en el grupo.

Annabeth eludio la mirada de Tori y soltó un suspiro antes de responder.

—En la isla de Ogigia.

En cuanto aquellas palabras salieron de los labios de Annabeth, Victoire sintió una opresión en el corazón.

—Esperen, ¿esa no es la isla de....

—Calipso —musitó Tori, con la mirada perdida.

Conocía la historia de Calipso, y eso no la hacía sentir mejor: Cuando los titanes perdieron la guerra, los Olímpicos castigaron a Calipso solo por ser hija de Atlas. La enviaron a Ogigia, una pequeña isla imposible de encontrar debido a la magia, donde estaba castigada a vivir sin compañía. Sin embargo, y como sí el castigo no fuera poco, se decía que cada milenio los dioses le mandaban un héroe para que ella se enamorara, mas el destino siempre obligaba a Calipso a dejarlo marchar.

No obstante había rumores de que existía la posibilidad de que, sí algún héroe decidía quedarse con ella, puesto que se decía que Calipso era una hechicera de extrema belleza, se volvería inmortal y no podría salir de la isla, nunca más.

—¿Estás segura de que Percy está ahi? —Inquirió Lee al percatarse del semblante de Tori; La chica había empalidecido.

—No puedo estarlo, pero Tori comentó que intentó comunicarse con Percy por mensajes Iris pero que estos no funcionaban debido a una interferencia. Por lo que me hizo pensar, ¿A qué lugares no llegan este tipo de mensajes? Pensé en el inframundo, pero incluso Bianca Di Angelo usaba los mensajes Iris para comunicarse con Percy sobre su hermano, es una larga historia —añadio al ver el gesto desconcertante de los demás—, como sea, descarte el inframundo y  me puse a investigar por horas que otros lugares hay en el mundo y que estén, a la vez, apartados de este, y entonces llegué a la historia de Calipso; Nadie ha logrado encontrar su isla, solo aquellos héroes que los dioses le mandan, y una vez que estos se van, no vuelven a encontrar la Isla jamás. Está rodeada de magia que impide que Calipso tenga contacto con el mundo exterior. Así que por eso pienso que Percy pueda estar ahí.

Lo que decía Annabeth tenía sentido. Sin embargo Víctoire no sabía cómo sentirse al respecto con aquella nueva posible información.

—¿Creen que Percy no ha regresado por...?

Pero ni Lee pudo terminar su pregunta. Todas las miradas estaban en Tori, a quien sus ojos empezaron a empañarse. La castaña se mordió el labio y desvío la mirada al otro lado.

—Yo... Estoy algo cansada, los veré en la cena —dijo ella y se dirigió a paso apresurado, y con el corazón estrujado a la cabaña uno, intentando que las lágrimas no se derramaran en el camino.





     
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                  

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Victoire no fue a la cena de esa noche ni al desayuno a la mañana siguiente. Había pasado gran parte de la noche y la madrugada con el corazón latiendo con fuerza en su pecho.

No era estúpida. Sabía porque Percy no había vuelto aún al campamento.

Y aquel pensamiento solo le dolía más.

Las palabras de Annabeth, respecto a como se sentía Percy con ella, se esfumaron de su mente. Como si alguien hubiera reventado la burbuja de esperanzada que sentía por dentro ante la posibilidad de ser correspondida por el azabache; Su corazón se había emocionado al pensar que Percy podría corresponder sus sentimientos, que podrían ser más que amigos, sin embargo, ahora, éste estaba sufriendo.

Victoire terminó llorando a eso de la medianoche y cayó en un profundo sueño cerca de la una y media de la madrugada.

Esa noche, Victoire soño con Percy y la isla de Ogigia.

Se encontraba en la orilla de una playa, descalza y con la ropa que había usado ese mismo día. Unos shorts de mezclilla, su cinturón espada y la playera del campamento mestizo con un nudo a la altura de la cadera y su collar de cuentas a la altura de su clavícula.

La luna brillaba en lo alto, iluminando el mar enfrente de ella como si esté tuviera miles de diamantes cubriendo su superficie. Las olas de la marea apenas y rozaba sus dedos al descubierto, y está estaba fría al tacto.

Entonces escuchó unas risillas detrás de ella y, al girarse, se quedó paralizada; Percy estaba junto con una chica que Victoire no había visto nunca pero que no tardó en reconocer como Calipso.

Sintió un vuelco en el estómago, aquella chica era sumamente hermosa por naturaleza. No tenía ni una sola gota de maquillaje y aún así sus labios se veían rosados y brillosos. Su hermoso cabello estaba trenzado de lado y brillaba naturalmente a la luz de las velas.

Pero lo que más le dolió ver a Victoire, es que ambos se encontraban cenando a la luz de la luna y las velas que tenía aquella mesa. La escena era demasiado romántica, tanto así que Victoire sintió un nudo en la garganta y unas tremendas ganas de gritar. Parecían hablar de algo que no alcazaba a oír, pero por la forma en que Percy movía los labios y movía las manos de forma expresiva, supo que le estaba contando cosas sobre él a Calipso.

La chica lo escuchaba embelesada, y aquello solo confirmó lo que Victoire temía. Calipso se había enamorado de Percy, y él, por la forma en que le sonreía a la chica y cenaba con ella bajo la luz de la luna, supo que también sentía algo por ella.

—Percy —musitó con el corazón adolorido.

Pero no podía quedarse de brazos cruzados, no cuando ella lo había besado y él no le había dicho nada. Necesitaba saber que había pensando de eso.

Prefería saber por boca de Percy que era ella para él.

Intento dar un paso al frente, con todas las intenciones de ir y intervenir, pero con horror descubrió que sus pies se estaban hundiendo en la arena

—¡Percy! —grito llamándolo—, ¡Percy!

Pero no parecía oírla

La desesperación la embargo. La arena empezaba a cubrir sus rodillas con rapidez y su respiración se aceleró. Victoire intentó sostenerse de algo, pero sus manos se resbalaban en la arena como agua. No había nada en qué sujetarse.

Un jadeo brotó de sus labios al sentir el agua helado golpeando su espalda.

Su cuerpo seguía hundiéndose.

Volvió a intentar llamar la atención de Percy, pero este seguía conversando con Calipso sin poder reparar en ella siquiera.

Finalmente, la arena llegó a sus hombros. De reojo vio como el agua se aproximaba a ella. Debía despertar, solo tenía que hacerlo.

Pero parte de ella necesitaba que Percy la notará.

—¡PERCY! —alcanzó a rugir Victoire antes de que la arena y el mar se la tragaran por completo.

Percy volteó sobresaltado.

—¿Vi?

Pero no había nadie más en la isla a excepción de él y Calipso.

—¿Esta todo bien, Percy? —le preguntó Calipso.

Percy regresó la mirada a ella y asintió medio convencido. Podría jurar que había oído a Victoire gritar su nombre con terror.

Pero eso era imposible.

Victoire estaba en el campamento, y él en medio de la nada, en una isla, atrapado junto a Calipso.






           
                        
                        
                  
                        
                        
                        
                        
                  

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Victoire despertó sobresaltada, temblando y con la sensación de estarse ahogado entre el océano y la arena. Su corazón latía violentamente dentro de su pecho y pronto notó que una corriente helada cruzar por su espalda, estaba sudaba frío.

Aquel sueño, o vision, o lo que fuera, había sido aterrador y a la vez se había sentido tan real. Como sí Victoire realmente hubiera estado en Ogigia.

Pero no, ella estaba en el campamento, sin el menor atisbo de haber estado en un isla que servía como prisión.

Solo había sido un sueño o una visión; una bastante aterradora y desgarradora para ella.

Habia visto a Percy con vida.

Pero con Calipso.

Y aquello terminó por romperle el corazón; había presenciando una cena romántica entre la persona que tenía su corazón en la palma de la mano y la había abandonado por una hermosa hechicera.

Victoire no se consideraba una persona llorona como tal, únicamente derramaba lágrimas cuando sentía un peso exagerado sobre ella. Cuando sus sentimientos la abrumaban a tal grado, que dolían.

Pero esa noche, el dolor que sentía al saber que Percy había elegido a Calipso la derrumbó por completo, destrozó su corazón y mando latentes punzadas a éste como si estuviera siendo golpeada por un martillo. Permaneció llorando hasta que el sol comenzó a atisbarse por entre las cortinas de la ventana.

Serían casi las siete de la mañana, cuando Victoire volvió a sucumbir al sueño. Y gracias a que estaba sumamente cansada y con los ojos rojos e hinchados, logró dormir profundamente sin soñar o ver nada.

No despertó hasta casi entrando al medio día, y por si ella fuera, hubiera seguido durmiendo de no ser por los rugidos violentos de su estómago. No le sorprendería que los monstruos en el bosque pudiera oírla desde ahí.

No obstante, a pesar de las quejas y protestas de su estómago, Victoire no hizo ni el menor ademán de querer levantarse. Se encontraba tan desolada, que el cuerpo le pesaba como plomo.

No quería hacer nada. No quería salir de su cama en todo el día.

Había perdido a la persona que amaba, y dolía.

Joder, si qué dolía.

¡Toc-toc!

Apenas fue consciente de que alguien tocaba la puerta.

¡Toc- toc -toc!

Era como si sus sentidos se hubieran adormilado. Escuchaba un vago sonido, pero su cerebro no procesaba este sonido debido al dolor que su corazón estaba sufriendo.

—¡Victoire, abre la puerta o iré por Charlie para que la tire abajo!

De no ser por la amenaza de Silena, Victoire se hubiera dejado sucumbir en la tristeza todo el día.

Soltó un resoplido, se levantó con pesar y abrió la puerta de un tirón. Silena le sonrió de alivio al otro lado, pero al ver en el estado en el que estaba Tori, su sonrisa se esfumó y un semblante de preocupación la reemplazo.

No necesitaba ser hija de Atenea para comprender rápidamente lo que estaba pasando. Por favor, Silena es hija de la diosa del amor, y sabía identificar cuando una persona estaba sufriendo por eso.

—Ay Tori —y se lanzó rodearla con los brazos.

Cómo si su cuerpo estuviera en modo automático, las lágrimas comenzaron a descender por su pálido rostro en cuanto sintió la calidez que le brindaba la azabache.

Silena acarició su cabello.

—Vamos adentro —le indicó puesto que no quería que nadie entrometido viera a su amiga de ese modo.

Victoire se separó de ella. Silena terminó de entrar a su cabaña y cerró la puerta detrás de ella. Se giró hacia la estatua de Zeus e hizo una reverencia mostrando respecto al Rey de los dioses.

Luego se volteo hacia donde la castaña se encontraba sentada y se acercó a paso rápido a ella. Al sentir nuevamente los cálidos brazos de Silena alrededor de su cuerpo, Victoire volvió a romper a llorar.

Silena acarició su cabeza con ternura y atrajo a Victoire hacia ella con más fuerza. Dejando que desahogara todo aquel sentimiento de tristeza que su corazón albergaba.

Se mantuvieron en esa posición hasta que Victoire sintió los ojos secos.

—¿Quieres hablar?

Victoire se sorbió la nariz y tras limpiarse el último rastro de lágrimas en el rostro, y disculparse con Silena por haber mojado toda su playera, prosiguió a contarle lo que había visto.

Silena escucho todo con suma tristeza. Podía sentir el dolor de Victoire como si fuera el suyo propio.

Además, se encontraba contrariada: una parte de ella no podía creer que Percy hubiera elegido quedarse en Ogigia con Calipso. Es más, estaba tan segura de que Percy y Victoire eran el uno para el otro, que el simple pensamiento de Percy viendo a otra se le hacía irreal.

Pero otra parte de ella, la parte protectora con las personas que amaba, estaba furiosa. Tenia unas tremendas ganas de salir, buscar la isla de Calipso y darle a Percy Jackson una buena golpiza por haber lastimado de ese modo a su amiga.

Nunca se imaginó que aquel chico sería tan tonto para no ver lo que tenía enfrente.

Nunca imaginó que aquel chico amable sería capaz de romperle el corazón a alguien.

Pero ahí estaba Silena, consolando el corazón desolado de su amiga.

Tori apoyo su cabeza sobre las piernas de Silena. Ya no lloraba, pero mantenía la mirada perdida en un punto fijo. La pelinegra siguió la dirección de su mirada y sus ojos se toparon con los dibujos sobre el escritorio de Victoire; la castaña era buena dibujando antes de desaparecer por cuatro años, sin embargo los nuevos dibujos que decoraban su pared era más prolijos y hermosos.

Volvió a bajar la mirada hacia su amiga para comentárselo, cuando descubrió que está se había quedado dormida. Con cuidado Silena se levantó y apoyo la cabeza de Victoire en el colchón para luego caminar  hasta su escritorio y poder mirar los dibujos de cerca en la pared.

Había desde retratos hasta paisajes. Bocetos de armas y monstruos; Silena se estremeció cuando sus ojos captaron el dibujo de un dragón con miles de cabezas, dormido alrededor de un árbol. Lo reconoció como Ladón, el dragón que custodiaba el jardín de las Hespérides. Victoire le había contado su encuentro con éste durante la misión del año pasado.

Apartó la mirada y volteo a ver los dibujos sobre una carpeta en el escritorio. Abrió los ojos sorprendida al ver el boceto más reciente; se trataba de un retrato de Percy, combatiendo con su espada en mano y su escudo en la otra. Pero lo que más llamo la atención de Silena fueron los detalles en su rostro. Era increíble, Victoire había logrado captar con el lápiz cada pequeño detalle de Percy.

Era como estar viendo una fotografía de él.

Impresionada, tomó otro de los dibujos: en este aparecía una señora que Silena nunca había visto pero que, por la mirada llena de amor que Victoire había plasmado, supuso que sería alguien importante para ella.

—Es Sally Jackson, la mamá de Percy.

Silena brincó del susto al oir la voz de Tori. La castaña permanecía acostada como la había dejado ella, pero con la mirada fija en el dibujo que Silena sostenía en manos.

—Es muy hermosa, y el dibujo es impresionante —halago Silena, pero Victoire solo soltó un sollozo que preocupó a Silena.

—Debo... decirle sobre Percy, ella... Ella merece saber lo que le paso —dijo Tori con los ojos hinchados.

—No tienes que hacerlo tú, Tori —apunto Silena—, seguro Quirón puede hablar con ella.

Pero Tori negó y se incorporó de la cama.

—No, yo estaba con él. Era mi deber protegerlo y falle. Debo ser yo quien le diga lo que paso —dijo ella mientras se colocaba su convers blancos.

—¿Estás segura? —victoire asintió—, bueno en ese caso, te traeré algo de comer. No puedes descuidar tu alimentación, no lo voy a permitir.

Y dicho esto, ambas salieron de la cabaña. Silena se alejo con dirección al pabellón mientras que Victoire se acercó a la fuente más apartada de la zona de descanso que había en el centro de las cabañas.

Tomó un dracma del fondo de la fuente y la lanzo al arcoiris que desprendía el agua y el sol.

—Oh Iris, diosa del arcoíris, por favor acepta mi ofrenda —murmuró Victoire con voz seca—, Sally Jackson, upper east side.

Entonces el arcoiris tembló y se difumino hasta mostrar la imagen de Sally al otro lado. Está levantó la mirada al notar su presencia y en automático sonrió abiertamente y dejo de lavar la loza.

—¡Tori! Me alegro de verte —saludo Sally euforicamente a la vez que se secaba las manos con un trapo—. Comenzaba a temer que nunca me hablarían. Cuéntame, ¿Cómo les fue en su misión? ¿Dónde está Percy? —preguntó al no verlo junto a ella.

Un nudo se instaló en su garganta y Victoire tragó con dificultad. Sintió como sus ojos comenzaban a picarle de nuevo y sintió el impulso de salir de corriendo. Pero no lo hizo, debía ser fuerte para darle la noticia que seguramente destrozaría a la mujer através de la niebla. Sin embargo, le estaba costando encontrar las palabras correctas.

—Lo lamento Sally —dijo finalmente con la voz quebrada, y no hizo falta decir nada más para que la señora Jackson cambiará su rostro feliz a uno afligido.

Con la voz entrecortada, preguntó:

—¿Qué pasó?

Victoire inspiró hondo y prosiguió a contarle como habían encontrado el taller de Hefesto y como esté les había pedido un favor a cambio de información. Le contó lo que encontraron en la Fragua y posteriormente el accidente que hubo.


Cuando terminó, Sally respiró profundo y miró al techo. Desde ahí Victoire vislumbró como sus ojos se cristalizaban, más no se soltó a llorar. Se mantuvo fuerte frente a ella.

Y eso lastimó a Tori. Sabía que se mantenía fuerte por ella, porque Sally sabía lo que Percy signicaba para Tori, pero estaba segura que en cuanto el mensaje se cortará, la mujer se echaría a llorar desconsoladamente.

Y saber eso fue lo que la impulsó a contarle lo demás, prefería que la mujer tuviera un atisbo de esperanza sobre su hijo.

—Pero creemos que está vivo —agregó Tori. Al oírla, Sally volteo a verla—. No es totalmente seguro, pero Annabeth descubrió que podría estar en la isla de Ogigia.

—¿La isla... de Calipso? —inquirió Sally.

Victoire ni siquiera se sorprendió de que ella supiera quién era. Sabía que Sally Jackson tenía conocimos de la mitología.

Victoire asintió.

—Entonces, ¿existe la posibilidad de que mi hijo regresé? —preguntó ella.

Victoire apretó los labios y asintió. No quería mentirle a Sally, pero apenas y ella soportaba saber que Percy tal vez no regresaría.

Sally soltó un suspiro al otro lado de la niebla y miro a Victoire con una leve sonrisa.

— Él regresará, estoy segura de eso —le dijo.

Y Victoire quiso creerle, pero una parte de ella ya no estaba segura de eso.





     
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                  

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Los tres días que Quirón les había concedido pasaron lentamente para Tori. Sí no fuera por sus amigos que la obligaban a salir de la cama para comer, bañarse y hacer las rutinas que todo ser humano necesita para estar bien, Victoire hubiera estado esos tres dias en cama, totalmente aislada y con el corazón roto.

Era un hecho que Percy no regresaría.

Y Victoire lo había aceptado con sumo dolor en el corazón.

Unos golpes en la puerta de su cabaña le dijeron que era hora. Aquel día quemarían el sudario de Percy y le dirían adiós; Para todos lo que no sabían el posible paradero del hijo de Poseidon, aquel día lo estarían dando por muerto.

Pero para Victoire y sus amigos más cercanos que sabían la verdad, le estarían diciendo a adiós al chico.

Aquel día Victoire no sólo se despediria de él, sino que también empezaría planear su regresó al laberinto con Annabeth y Daphne; Todavía tenían que seguir con la misión de encontrar a Dédalo y salvar el campamento.

Que su corazón este roto no signicaba que dejaría su deber de lado.

Soltó un gran suspiró y abrió la puerta de su cabaña, encontrandose a Annabeth del otro lado.

—¿Estás lista? —le preguntó la rubia.

—No —confesó—, pero será mejor acabar con ésto rápido para regresar al laberinto —señaló Tori cerrando la puerta detrás de ella y bajando las escalones de si cabaña. Annabeth la siguió con un gesto preocupado.

—¿Estás segura de querer volver? Porque puedes quedarte aquí y ayudar a...

—Grover y Tyson siguen ahí abajo Annie. nos necesitan, a las tres. Además... Quiero ser yo quien le diga a Tyson la verdad.

Annabeth asintió, no tan convencida, y ambas se dirigieron al anfiteatro donde todas las cabañas, sátiros, espíritus de la naturaleza y Quirón las esperaban.

Al verlas acercarse, Quirón se acercó al par.

—¿Estás lista? —le preguntó a Annabeth y está asintió.

El día anterior Quirón le había pedido dar un pequeño discurso en honor a Percy, debido que de todos en el campamento, ella era la que mejor lo conocía. Victoire no se sintió celosa por eso, al contrario. ¿Qué mejor persona que Annabeth para despedirlo? Silena se acercó a ambas y le entrego a Annabeth el sudario de Percy, de seda verde con un
tridente dorado bordado.

Victoire tragó saliva al verlo, la seda verde era muy parecido al color de los ojos de Percy.

Ojos que ya nunca más vería de nuevo.

Annabeth siguió a Quirón hasta la pira en el centro del anfiteatro, mientras que Victoire y Silena se acercaron hasta donde Beckendorf y Lee Fletcher las esperaban, hasta el frente de todas las cabañas para apoyarla a ella.

Quirón se colocó en el centro del anfiteatro y miró a todos con el semblante serio, pero decaído.

—Hace casi un mes, seis campistas bajaron al laberinto con una misión: encontrar a Dédalo y detener al ejército del titán —comenzó a decir; nadie repuso el hecho de que Daphne no formaba parte del grupo y se había escabullido en contra de las reglas. No estaban ahí para eso—. Hace dos semanas, solo tres campistas de esos seis regresaron; Dos permanecen en el laberinto, pero el último... —Su voz se cortó y bajo la cabeza—. Percy se encontraba en el monte Sant Helens cuando esté explotó. Durante todo este tiempo sus amigos, y yo incluido, esperamos que regresará, pero no podemos seguir postergando lo evidente. Es momento de aceptar que ha muerto —expuso.

Victoire tragó saliva y se esforzó por no llorar.

— Después de un silencio tan largo, no es probable que nuestras plegarias sean atendidas. Le he pedido a su mejor amiga que haga los honores finales.

Annabeth tomó el lugar de Quirón y prendió fuego el sudario; Victoire hacia el mayor esfuerzo para mantenerse en pie. Creía estar lista para eso, para ver su sudario ser consumido por las llamas al igual que sus sentimientos por él, pero ahora, viendo como el fuego consumía lentamente la seda verde iguales al color de los ojos del chico que se había robado su corazón, comenzó a sentir que sus fuerzas fallaban.

Pero entonces sintió como alguien la tomaba de la mano, y al girar el rostro hacia la izquierda, se encontró con Lee Fletcher, mirándola. Sus ojos se cristalizaron y rubio la envolvió en sus brazos.

Annabeth prosiguió a dar unas palabras.

—Era seguramente el amigo más valeroso que he tenido. Él... —Entonces se detuvo—. ¡Está allí!

La gente a su alrededor sofocó un gritó, haciendo que Victoire separara el rostro del pecho de Lee y volteara ceñuda y con el corazón agitado hacia el punto donde todos estaban mirando.

—¡Percy! —exclamó Beckendorf con una gran sonrisa.

Y entonces el corazón de Victoire brincó en su interior al verlo.

Percy, al fondo del anfiteatro, pronto se encontró rodeado por un montón de campistas contentos de verlo con vida. Pero también oyó maldiciones procedentes de los chicos de la cabaña de Ares; Clarisse se limitó a poner los ojos en blanco, como si no pudiese creer que él hubiera tenido la cara dura de sobrevivir. Daphne, junto a ella, miraba a Percy como si se tratara de un fantasma, aunque una ligera sonrisa intentaba abrirse paso por su rostro.

Victoire, todavía sintiendo las piernas como gelatina, se separó de Lee y comenzó a acercarse a él, esquivando a sus compañeros quienes al verla acercarse comenzaron a apartarse. Miles de sentimientos se aglomeraron en su interior, pero al verlo ahí, sonriendo con tranquilidad hacia los demás como si no hubiera desaparecido por dos semanas enteras y la hubiera dejado preocupada, angustiada y destrozada...

Bueno, digamos que Victoire no pudo evitar sentirse molesta.

Quirón se acercó a él a medio galope y todos le abrieron paso.

—Bueno —dijo con un suspiro de alivio—. Creo que nunca me había alegrado tanto al ver regresar a un campista. Pero tienes que contarme...

—¿Dónde has estado? —lo interrumpió Annabeth, apartando a los demás campistas. Lucía tan desconcertada, como Quirón.

Percy titubeó y entonces su mirada se encontró con la castaña de Victoire a tan solo un par de personas junto a Annabeth.

—Vi... —musitó él y se acercó a ella.

Pero Victoire le dio un fuerte empujón en el pecho, que lo hizo trastabillar hacia atrás y lo dejo perplejo.
Las lágrimas se aglomeraron en sus castaños ojos.

—Tu... Idiota... Cerebro de anémona...—masculló Victoire con el corazón agitado y dándole golpes a Percy en el pecho—. ¿Cómo pudiste hacerme eso?

Entonces él salió de su estupefacion y tomo delicadamente las manos de Victoire, quien al sentir el tacto cálido del chico entre sus dedos, sollozó. Miró a Percy con el ceño fruncido

—Creí... Creí que tú...

Y para sorpresa de todos, y del propio percy, se lanzó sobre él y rodeo su cuello para abrazarlo.

—Creí que no volverías —musitó Tori cerca de su oído, mandándo una corriente eléctrica y cálida por todo el cuerpo de Percy.

—Lo siento —musitó él envolviendo a la castaña hacia él—. Me perdí.

Entonces una ola de molestia volvió a golpearla.

—¿Que te perdiste? —inquirió Tori separándose bruscamente de él—. ¿Dos semanas? ¿Acaso crees que soy idi...

—Victoire —la interrumpió Quirón—. Quizá deberíamos discutir esto en privado, ¿no crees? Los demás, regresen a sus ocupaciones.

Y sin darle tiempo a protestar siquiera, los agarró a ella y a Percy con la misma facilidad que si fueran dos gatitos, los colocó sobre su lomo y los llevó al galope hacia la Casa Grande.

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𝐁𝐚𝐫𝐛𝐬 © | 𝟐𝟎𝟐𝟐 ✔️

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