𝟤𝟤. 𝗎𝗇𝖺 𝖾𝗑𝗉𝗅𝗈𝗌𝗂𝗈́𝗇 𝗂𝗇𝖾𝗌𝗉𝖾𝗋𝖺𝖽𝖺
🌿✨ 𓄴 SEMPITERNO presents to you
▬ ▬▬ Chapter twenty two
❝ an unexpected explosion❞
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El laberinto era peligroso. Para ese punto todos estaban de acuerdo con eso. Sin embargo, al tener eso en mente, Victoire jamás imaginó que llegaría un punto donde el grupo se tendría que separar.
La idea era demente y suicida. Las posibilidades de volver a encontrarse eran bajas, por no contar las altas probabilidades de muerte.
Por lo que cuando Grover se detuvo a la altura de otro túnel lateral excavado en la tierra desnuda, plagado de gruesas raíces, mientras perseguían nuevamente a la pequeña araña de metal, Victoire intuyo que algo pasaba.
—¿Qué pasa? —le preguntó Percy.
Grover ni siquiera se movió. Miraba boquiabierto el túnel, mientras el viento le alborotaba el rizado pelo.
—¡Vamos! —dijo Annabeth—. ¡Sigamos adelante!
—Es éste el camino —musitó Grover, sobrecogido—. Es éste.
Victoire no tuvo que preguntar a qué se refería. Grover miraba aquel túnel como si fuera el mismísimo camino al paraíso.
Sin embargo Percy si preguntó.
—¿Qué camino? —entonces lo entendió—. ¿Quieres decir... para encontrar a Pan?
Grover miró a Tyson.
—¿No lo hueles?
—Tierra —dijo Tyson—. Y plantas.
—¡Sí! Es el camino. ¡Estoy seguro!
La araña se alejaba ya por el pasadizo de piedra. Unos segundos más y le perderían la pista.
—Ya volveremos —prometió Annabeth—. En el camino de vuelta para hablar con Hefesto.
—El túnel habrá desaparecido para entonces —protestó Grover—. Tengo que seguirlo. ¡Una puerta así no permanecerá abierta!
—Pero no podemos —objetó Annabeth—. ¡Las fraguas!
Grover la miró con tristeza, y Victoire entendió lo que quería hacer, y la idea no le gustó nada.
—No, Grover. No puedes..
—Tengo que hacerlo, Tori. ¿No lo comprendes?
Annabeth parecía desesperada, como si no entendiera nada. La araña casi se había perdido de vista. Entonces Percy se giró hacia el sátiro.
—Nos dividiremos —dijo.
—¡No! —dijo Annabeth—. Sería muy peligroso. ¿Cómo volveremos a encontrarnos? Además, no puede ir solo.
Tyson le puso a Grover una mano en el hombro.
—Voy con él.
Ninguno podía creer lo que estaba oyendo.
—¿Estas seguro? —le preguntó Percy.
El grandullón asintió.
—El niño cabra necesita ayuda. Encontraremos al dios. Yo no soy como Hefesto. Me fío de los amigos.
Grover respiró hondo.
—Volveremos a encontrarnos. Aún conservamos la conexión por empatía —le dijo a Percy—.Tengo... tengo que hacerlo.
Victoire apretó los labios y se abalanzó sobre Grover, dándole un abrazo.
—Buena suerte —y como una vez hizo hace tiempo, beso su frente. Lo mismo hizo con Tyson y a ambos los rodeo una aura blanca por unos segundos.
Victoire les había ortogado la bendición de su madre, por si tenían algún problema o confrontación en el camino. Para que consiguieran la victoria en su búsqueda y encontrarán a Pan.
—Espero que tu intuición sea cierta —le dijo Percy a Grover.
—Estoy seguro.
—Ve con cuidado.
Percy miró a Tyson, que se tragó un sollozo y le dio un abrazo de los suyos. Enseguida él y Grover se internaron en el túnel de las raíces y desaparecieron en la oscuridad.
—Esto no me gusta —se quejó Annabeth—. Separarse es una idea muy, pero que muy mala.
—Por primera vez estoy de acuerdo contigo Chase —coincidio Daphne.
—Volveremos a encontrarnos —declaró Percy. Victoire asintió, creyendo en lo que él decía.—. Y ahora vamos. ¡La araña se está alejando!
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No había pasado mucho tiempo cuando el túnel empezó a calentarse en serio. Los muros de piedra adquirieron un brillo candente y el aire se enrareció. Daba la sensación de que caminaban por un horno.
El pasadizo descendía en una pronunciada pendiente y al fondo se oía un gran rugido, como el fragor de un río de metal. La araña se deslizaba a toda velocidad; Annabeth y Daphne la seguían de cerca.
—¡Eh, Annabeth, espera! —le gritó Percy.
Daphne bufó mientras que Annabeth le echaba una mirada por encima del hombro a Percy.
—¿Qué?
Victoire suspiró, incomoda, y se alejo un par de metros de ambos con Daphne.
Tras unos segundos en silencio, Victoire recordó algo que la había sorprendido enormemente, y no tardó en preguntarle al respecto a la rizada.
—Fueron imaginaciones mías o, ¿te preocupaste por Annabeth cuando la esfinge quiso matarla?
Daphne frunció el ceño, aunque un ligero rubor apareció por sus mejillas.
—¿Qué? Es decir... bueno, no es como que la quisiera muerta, ¿sabes? Puede que no la soporte, pero... ¿Qué sería el Campamento sin la voz chillona de Chase?
Victoire reprimió una sonrisilla al ver el rubor en sus mejillas.
—¿Segura que es solo eso? ¿No será que tú odio hacia ella se está disipando? —cuestiono con una ceja alzada.
—Jamás —replicó con seriedad. Era demasiado orgullosa para admitirlo—. Simplemente no quiero que ninguno de nosotros muera aquí. Además, se supone que ella es la guía, ¿o no? Si ella baja al Inframundo, entonces ¿quién más va a poder comunicarse con Dédalo? No me parece que Nemo sepa demasiado de arquitectura.
Victoire no pudo replicar al respecto. Hasta cierto punto Daphne tenia razón. No obstante su respuesta no la había convencido del todo, más no tuvo tiempo de seguir preguntandole al respecto cuando la rizada se giró hacia donde Annabeth y Percy exasperada.
—¡Hey, Jimmy, Nemo! Debemos seguir adelante.
Ambos chicos voltearon a verlas y continuaron adelante. El rugido iba en aumentó mediante se iban acercando a su objetivo. Después de un kilómetro más o menos, desembocaron en una caverna del tamaño del estadio de la Super Bowl. La araña se detuvo y se acurrucó hasta formar una bola.
Habían llegado a la fragua de Hefesto.
No había suelo como tal, sólo un lago de lava que bullía mucho más abajo, a centenares de metros. Ellos estaban en una cresta rocosa que rodeaba todo el perímetro de la caverna. Una red de puentes metálicos se extendía sobre el abismo. Y en el centro, una inmensa plataforma con toda clase de maquinas, calderas, fraguas y el yunque más grande que habían visto en su vida: un bloque de hierro como una casa.
Unas criaturas se movían por la plataforma: una serie de sombras extrañas y oscuras que quedaban demasiado lejos para distinguirlas con claridad.
—No podremos acercarnos a hurtadillas —dijo Percy.
Annabeth recogió la araña metálica y se la metió en el bolsillo.
—Yo sí. Esperen aquí.
—¡No te atrevas, Chase! —advirtió Daphne, pero antes de que pudiera decirle algo más, se puso la gorra de los Yankees y se volvió invisible.
Tori y Percy voltearon a verse preocupados. A ninguno de los tres le gustaba la idea de que se acercará sola a la fragua, pero tampoco podían llamarla a gritos sin revelar su presencia.
—No puedo quedarme sin hacer nada, iré también —musito Daphne junto a ellos. Y antes de que alguno pudiera oponerse al respecto, la rizada se deslizó sigilosamente por la cresta que bordeaba el lado de lava y desapareció de su vista.
Victoire resopló y Percy, junto a ella, comenzó a moverse inquieto. Intercalo su mirada entre el túnel detrás de ellos y la plataforma al frente.
Victoire detecto sus intenciones mucho antes de que él abriera la boca.
—No —musito ella.
Percy la cerro de golpe y la miró incrédulo.
—Ni siquiera sabes que iba a decir —repusó él
Victoire bufó y entre cerro los ojos.
—Quieres ir también, te conozco Aquaman, no puedes estarte quieto.
Percy bufó. Más no lo negó.
—Venga Vi, se que tú tampoco quieres quedarte aquí.
Victoire no lo negó.
—Ire, puedes venir conmigo o quedarte —dijo Percy y comenzó a deslizarse por la cresta. Victoire masculló por lo bajo y terminó siguiéndolo.
El calor era espantoso. El rancho de Gerión era un paraíso comparado con aquel lugar. En muy pocos minutos, estaban empapados de sudor. Los ojos les empezaron a arder a causa del humo.
Avanzaron poco a poco, procurando no acercarme demasiado al borde, hasta que se encontraron con el paso bloqueado por una vagoneta con ruedas metálicas, como las que usan en las minas.
Percy levantó la lona y descubrieron que estaba medio llena de residuos de metal. Se dispusieron a rodear la vagoneta, arrimandose a la pared, cuando escucharon voces que provenían de más adelante, seguramente de un túnel lateral.
—¿Lo llevamos? —preguntó uno.
—Sí —respondió otro—. La película casi ha terminado.
Entraron en pánico. No tenían tiempo de retroceder.
Victoire estaba por desenvainar su espada cuando Percy la tomó del brazo y volvió a levantar la lona.
—Entra.
Victoire no replicó. Se encaramó a toda prisa y se metió entre los residuos de metal. Percy la imitó y los cubrió con la lona. Ambos sostuvieron sus armas, por si tenían que recurrir a ellas.
La vagoneta se movió con una sacudida.
—¡Uf! —dijo una voz ronca—. Pesa una tonelada.
Victoire abrió la boca, ofendida.
—Es bronce celestial —expuso el otro—. ¿Qué te creías?
Los empujaron hacia delante. Doblaron una esquina y por el eco de las ruedas en las paredes dedujeron que habían cruzado un túnel hasta llegar a una pequeña habitación.
Victoire le rezó a los dioses para que no fueran a arrojarlos en un recipiente de fundición. Si empezaban a sentir que volcaban la vagoneta, no tendrían opción que salir y pelear.
Escucharon varias voces parloteando cerca, pero no sonaban humanas: era algo entre el grito de una foca y el gruñido de un perro. Había otros sonidos también: algo similar a un viejo proyector de cine y una vocecita que narraba una historia.
—Acomodense atrás —ordenó una nueva voz procedente del otro extremo de la habitación—. Ahora, jóvenes, presten atención a la película. Luego habrá tiempo para preguntas.
Las voces se acallaron y pudieron oír la película.
«A medida que el demonio marino madura —decía el narrador— se producen cambios en su cuerpo. Tal vez habéis notado que os han crecido colmillos y sentís un repentino deseo de devorar seres humanos. Estos cambios son perfectamente normales y les suceden a todos los monstruos jóvenes.»
Un clamor de excitados gruñidos inundó la habitación. El profesor —o eso suponieron ellos— ordenó a los jóvenes que guardaran silencio y la proyección continuó. La mayor parte no la entendieron y tampoco se atrevieron a asomar la cabeza. La película seguía hablando de crisis de crecimiento, de problemas de acné causados por el trabajo en las fraguas y de la higiene adecuada de las aletas.
Y por fin, concluyó.
—Ahora, jóvenes —dijo el instructor—, ¿cuál es el nombre correcto de nuestra especie?
—¡Demonios marinos! —ladró uno.
—No. ¿Alguien más?
—¡Telekhines! —gruñó otro monstruo.
—¡Muy bien! —dijo el instructor—. ¿Y por qué estamos aquí?
—¡Venganza! —gritaron varios.
—Sí, sí, pero ¿por qué?
—¡Zeus es malvado! —intervino un monstruo—. Nos arrojó al Tártaro sólo porque utilizábamos la magia.
—En efecto —confirmó el maestro—. Después de que hubiéramos fabricado muchas de las mejores armas de los dioses... El tridente de Poseidón, para empezar.
Y por supuesto, ¡La mayor arma de los titanes! Zeus, sin embargo, se deshizo de nosotros y prefirió confiar en esos cíclopes tan torpes. Por eso nos estamos apoderando de las fraguas del usurpador Hefesto. Y pronto controlaremos los hornos submarinos ¡nuestro hogar ancestral!
Victoire sujeto con fuerza su espada. Había leído sobre los telekhines. Estos podían ser feroces y median hasta dos metros.
—Así pues, jóvenes, ¿a quién serviremos?
—¡A Cronos! —gritaron todos.
—Y cuando crezcan y se conviertan en telekhines adultos, ¿Fabricarán armas para su ejército?
—¡Sí!
—Excelente. Bueno. Los hemos traído un poco de chatarra para que practiquen. Veamos lo ingeniosos que son.
Hubo un revuelo de cuerpos en movimiento y de voces excitadas que se aproximaban a la vagoneta. Percy se giró a ver a Tori y está asintió en su dirección. Fue entonces que ambos activaron sus armas al mismo tiempo que tiraron de la lona.
Ambos se levantaron bruscamente.
Frente a ellos estaban las criaturas que habian estado espiando; tenían cara de perro, con el hocico negro, ojos castaños y orejas puntiagudas. Pero lo extraño, eran sus cuerpos negros y lustrosos, como los de los mamíferos marinos, con unas piernas rechonchas a medio camino entre las aletas y los pies, y con manos casi humanas, pero provistas de garras.
Era algo parecido a la combinación de un crío, un dóberman y un león marino.
—¡Dos semidióses! —gruñó uno.
—¡Cómetelos! —gritó otro.
No llegaron más lejos porque ambos lanzaron un gran mandoble, trazando un arco con sus espadas. Toda la primera fila de monstruos quedó volatilizada.
—¡Atrás! —grito Percy al resto, fingiendo ferocidad.
Al fondo estaba el maestro: un telekhine de casi dos metros que les gruñía con sus colmillos de dóberman. Hicieron todo lo posible para intimidarlo con la mirada.
—¡Nueva lección! —anunció Percy—. La mayoría de los monstruos se volatilizan cuando los hiere una espada de bronce celestial. Este cambio es perfectamente normal... ¡y lo experimentarán ahora mismo si no se ECHAN ATRÁS!
Para la sorpresa de Tori, funcionó. Los monstruos retrocedieron, pero eran veinte por lo menos y sus capacidades para amedrentarlos no iba a durar mucho.
Percy saltó de la vagoneta y le hizo una señal para que ella también saltará. Así lo hizo.
—¡LA CLASE HA TERMINADO! —gritó Percy.
Y ambos corrieron hacia la salida.
Los monstruos los persiguieron ladrando y soltando gruñidos. Por la forma de las piernas que tenían, Victoire espero que fueran lentos, pero la verdad es que avanzaban con bastante ligereza
Siguieron corriendo hasta la puerta que conducía a la caverna. Victoire cruzó primero y luego Percy, siendo él quien la cerro de golpe y girará la rueda para atrancarla, aunque dudaron que eso los mantuviera a raya por mucho tiempo.
Ninguno sabía que hacer. No podían regresar al laberinto sin Annabeth y Daphne, que andaban por allí. Una invisible y la otra moviéndose como una sombra. La tarea de hacer un reconocimiento sutil había fracasado, por lo que no tuvieron más opción que echar a correr hacia la plataforma suspendida sobre el lago de lava.
Al llegar ahí, Percy gritó.
—¡Annabeth!
—¡Chist! —Una mano invisible le tapó la boca. Annabeth, tomando a Tori del brazo con la otra mano invisible, obligó a ambos agacharse tras un caldero enorme de bronce—. ¿Quieres que nos maten?
Percy encontró a tientas su cabeza y le quitó la gorra de los Yankees. Annabeth recobró ante ellos su apariencia visible, ahora muy ceñuda y con la cara tiznada de ceniza.
—¿Se puede saber qué les pasa?
—¿Dónde está Daphne? —le preguntó Tori en cambio.
El rostro de Annabeth palideció.
—¿Cómo que dónde está? Estaba con ustedes.
—Fue detrás de...
Entonces un sombra brincó sobre el caldero y aterrizó enfrente de ellos, asustandolos. La rizada se llevó un dedo a la boca, en señal de silencio.
—¿Dónde diablos estabas? —mascullo en un murmuró Annabeth hacia Daphne.
—Investigando lo que esos Perros... —pero entonces chasqueo la lengua y una mueca de dolor se dibujo en su rostro. Se llevó una mano a su costado izquierdo y pronto los tres se percataron como su blusa se teñía de rojo en la zona.
—Estas herida —dijo Annabeth preocupada. Para sorpresa de todos.
—No es hora de decir lo evidente, Chase —repusó ella—. Unos perros marinos me descubrieron en el camino pero los hice polvo antes de que dieran la alarma. Uno alcanzó a darme un zarpazo.
—¿Dijiste perros marinos? —pregunto Annabeth.
—Eso queríamos decirte Vi y yo —dijo Percy—, vamos a tener compañía —y entre ambos le contaron a las dos chicas, con algo de prisa, la clase de orientación para monstruos que habían presenciado a escondidas.
Annabeth abrió mucho los ojos.
—Así que son telekhines —dijo—. Debería habérmelo imaginado.
—¡ja! Lo descubrí antes que tú Chase —y soltó un quejido. La mancha en su blusa comenzaba a expandirse.
—Callate Goldberg —replicó Annabeth y regreso su mirada a ellos—, eso explica lo que están haciendo... Bueno, veanlo ustedes.
Los cuatro se asomaron por encima del caldero. En el centro de la plataforma había cuatro demonios marinos, pero éstos eran completamente adultos y medían al menos dos metros y medio. Su pelaje negro relucía a la lumbre mientras se afanaban de aquí para allá y hacían saltar chispas martilleando por turnos un trozo muy largo de metal al rojo vivo.
—La hoja casi está terminada —comentó uno—. Sólo hace falta enfriarla otra vez con sangre para fundir los metales.
—Sí, señor —dijo otro—. Estará incluso más afilada que antes.
—¿Qué es eso? —susurró Percy.
Annabeth meneó la cabeza.
—No paran de hablar de fundir metales. Me pregunto...
—Estan fabricando armas para el ejército de Cronos, los escuché hablando sobre mandar una cargamento hoy mismo —reveló Daphne.
—Eso no es bueno —musitó Tori.
—Antes se han referido a la mayor arma de los titanes —recordó Percy mirando a Tori—. Y han dicho... que ellos fabricaron el tridente de mi padre.
Tori asintió:—Asi es, fueron ellos.
—Pero los telekhines traicionaron a los dioses —explicó Annabeth, ambos voltearon hacia ella—. Practicaban magia negra. No sé que es lo que hacían exactamente, pero Zeus los desterró al Tártaro por eso.
—Con Cronos —añadio Daphne—, quieren venganza y por eso apoyan al titán.
Annabeth asintió.
—Hemos de salir...
Apenas lo había dicho cuando la puerta de la clase explotó y una ola de jóvenes telekhines salieron atropelladamente por el hueco. Tropezaron unos con otros, tratando de averiguar por dónde debían seguir para lanzarse al ataque.
Percy se giró hacia Tori.
—Debes llevarte a Daphne de aquí volando, no puede correr hacia la entrada del laberinto —le dijo.
Daphne frunció el entrecejo.
—Claro que puedo —protesto, pero de inmediato soltó un quejido.
—No, no puedes —repusó él—. Llévatela Vi, Annabeth las seguirá con la gorra puerta. ¡Váyanse!
—¿Qué? —chillo Tori, comprendiendo lo que Percy le estaba diciendo—, ¡No! ¡No pienso dejarte luchando contra todos ellos!
—Estas loco si creen que te dejaremos atrás, sesos de alga.
—No puedes llevarte toda la diversión, Nemo —agregó Daphne.
Percy resopló.
—En primera, tu no puedes pelear herida —dijo señalando a Daphne—, y en segunda tengo un plan. Yo los distraeré. Ustedes pueden usar la araña metálica. Quizá vuelva a conducirlas hasta Hefesto. Deben de contarle lo que ocurre.
—¡Te mataran! —replicó Annabeth.
—Todo saldrá bien —le aseguró Percy—. Además, no tenemos opción.
Entonces la rubia se abalanzó sobre Percy y lo abrazó.
—Ve con cuidado, sesos de alga —se puso la gorra y desapareció.
Percy se giró hacia Tori, pero está lo miraba con el ceño entre fruncido.
—No puedo —negó con la cabeza y Percy se acerco a ella—. No me pidas hacerlo Percy. Por favor.
—Hey —dijo él tomandola de los hombros—, eres la única que puede sacar a Daphne de aquí. Ella te necesita.
—Tu también. Soy tu guardiana, mi deber es proteger..
—Esta vez no, Vi. Esta vez es mi turno te protegerte a ti... A Ustedes.
La mirada de Victoire se suavizó y entonces hizo una cosa que sorprendió tanto a Percy como Daphne, detrás de ellos.
Lo beso.
Fue un beso corto pero lleno de sentimientos encontrados.
Y asi como ella junto sus labios, fue Tori quien se separó con el rostro enrojecido.
—Vuelve a mi, ¿Me oíste?
Entonces la tiara sobre su cabeza resplandeció y sus enormes alas blancas surgieron de su espalda. Tomó a una boquiabierta Daphne en brazos y alzo el vuelo con dirección al túnel que conducía al laberinto.
—¡Allí! —gritó uno de los monstruos.
Si no fuera por éstos que acaban de descubrirlo, Percy se hubiera quedado estático en donde estaba tratando de recordar cómo se llamaba. Aquel beso lo había dejado helado y con una sensación en el estómago. Era como si algo dentro de él hubiera estallado en jubiló y pidiera más.
Percy se encontró sorprendido consigo mismo al querer probar de nuevo los labios de Victoire.
Sin embargo la clase entera telekhines empezó a cruzar el puente con dirección a donde él estaba. Por lo que obligó a su mente, y corazón, a volver a la realidad y echo a correr hacia el centro de la plataforma.
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—¿Y bien?
Victoire bajó la mirada hacia Daphne, quien a pesar del dolor que sentía por su herida, miraba a Victoire con picardía.
—¿Y bien que? —preguntó ella haciendo todo el esfuerzo del mundo por no sonrojarse más de lo que ya estaba. Faltaban tan solo unos metros para llegar al túnel.
—¿Qué se sintió besar a Nemo?
Su esfuerzo fue nulo. Victoire termino con el rostro rojo como un tomate, aunque bien podría ser culpa del calor que hacia ahí.
—Ni una palabra de esto a Annabeth —pidio ella, de pronto sintió una gran culpa al procesar lo que había hecho.
Había besado a Percy.
¡Lo había besado en los labios!
Y lo peor... es que quería hacerlo de nuevo.
Aterrizó frente a la entrada del túnel y, casi al mismo tiempo, Annabeth se materializó enfrente de ellas y miró a Victoire sin expresión en el rostro.
—Lo besaste.
Victoire se sintió desfallecer. Annabeth la había visto. Había visto como besaba al chico que le gustaba.
En ese momento Victoire se sintió pésima consigo mismo, miró a Annabeth con la boca abierta, buscando algo que decirle que pudiera reparar lo que hizo.
Pero no había nada que decir.
Annabeth frunció el ceño y le dio la espalda, haciendo que Victoire sintiera una presión en el pecho.
¿Qué había hecho?
Annabeth avanzó por el túnel y ambas chicas la siguieron, Tori ayudando a una herida Daphne y con el corazón echo nudo.
—Debemos ir con Dédalo y decirle lo ocurre —espetó Annabeth sacando la araña de su bolsillo—, Sí él aparece, los telekhines se irán y Percy... Debemos apresurarnos.
Presionó el botón y la araña cobro vida. Esta aterrizó sobre la tierra, y tal cual Percy dijo, comenzó a deslizarse por el túnel.
Las tres comenzaron a seguirlo. Estaban a mitad del túnel que conducía a las fraguas cuando la tierra se sacudió estrepitosamente.
Entonces lo oyeron.
El sonido de una explosión que mando una corriente helada por todo el cuerpo de Victoire.
Ignorando los llamados de advertencia de Annabeth y Daphne, Tori echo a correr de regresó por el túnel con el corazón en la boca, sin embargo no pudo continuar avanzando porque la cresta que rodeaba el volcán había desaparecido con la explosión, al igual que toda la fragua, los monstruos... Y Percy.
—¡PERCY! —gritó Tori con el corazón acelerado—, ¡PERCY!
—¡Tori, la lava! —le advirtió Daphne.
Fue entonces que se percató que la lava estaba subiendo hasta donde ella estaba. Miró frenéticamente el volcán, buscando alguna señal sobre el chico.
Pero no había nada más que el rastro de la explosión, que poco a poco comenzaba acercarse a la boca del túnel.
—¡Tori, debemos irnos!
Ignorando la punzada en el pecho, Tori dio media vuelta y echo a correr hacia donde ambas chicas la esperaban con los rostros consternados por lo sucedido. Annabeth sostenía a Daphne de la cintura, con uno de sus brazos alrededor de su cuello, pero Tori vislumbró su mirada afligida.
Más tres siguieron a la araña metálica, debían salir de ahí antes que la lava las alcanzará y terminarán carbonizadas.
Corrieron lo más rápido que pudieron hasta dejar atrás los túneles calientes y no se detuvieron hasta llegar al taller de Hefesto, quien al oírlas entrar giró en redondo y dejó de observar la imagen del volcán.
—¿Qué es lo que han hecho?
La imagen al otro lado de la ventana, o pantalla, terminaron de destrozar a Victoire. A paso vacilante se acercó a la imagen con la esperanza de ver a Percy por algún lado mientras Annabeth le contaba todo a Hefesto.
Le contó cómo Tyson y Grover se habían separado para seguir el rastro del dios Pan en el camino.
Le contó que habían descubierto que los telekhines eran los intrusos en su volcán y que estos estaban fabricando armas para el ejército del titán.
Y finalmente, le contó cómo Percy se había quedado atrás para distraer a los monstruos mientras ellas huían. Y por ende, terminó su relato con la explosión del volcán.
—Señor Hefesto —le dijo Daphne—, Percy... ¿Él está bien?
Pero Hefesto escrutaba la imagen del volcán con una expresión gelida.
No les respondió.
El corazón de Victoire se detuvo por un segundo y escrutó la imagen del volcán con el rostro consternado. El silencio del dios no decía nada bueno.
—No —musitó dando un paso atrás. Aquello no podía ser verdad.
Ambas chicas voltearon a verla afligidas. Daphne intento acercarse a ella pero Tori retrocedió a su toque.
—No, Percy no está... Él no está...
—Tori... —le hablo suavemente Daphne—, no está. Percy no está.
Pero Victoire volvió a negar y aparto la mirada de ella.
No, Percy no podía estar muerto.
Estaba negada a creerlo.
—Las llevaré de vuelta al campamento Mestizo. Los demás deben saber lo que paso con el hijo de Poseidon —les dijo Hefesto colocándose detrás de ellas.
Annabeth y Daphne estaban igual de conmocionadas que ella, por lo que no le discutieron al dios.
Victoire le dirigió una rápidamente mirada al volcán antes de que todo a su alrededor se volviera brillante.
Cerró los ojos con fuerza con un único pensamiento en mente.
¿Dónde estaba Percy?
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𝐁𝐚𝐫𝐛𝐬 © | 𝟐𝟎𝟐𝟐 ✔️
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