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🌿✨ 𓄴 SEMPITERNO presents to you
▬ ▬▬ Chapter Fifteen

          ❝Annabeth breaks the rules ❞ 

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Esa noche Victoire apenas y logró cerrar un ojo. La inquietud de saber que había una via de ataque en el mismísimo corazón del campamento era algo sumamente escalofriante para ella.

Sí Luke hallaba una forma de atravesar el laberinto para llegar hasta ahí... Dioses, no quería ni imaginar la catástrofe que eso sería.

No dejó de pensar en eso incluso cuando amaneció y se tuvo que cambiar de ropa para asistir al consejo de guerra que Quirón convocó esa mañana; Se reunieron en el ruedo de arena, donde la señorita O'Leary se puso a mascar un yak de goma rosa de tamaño natural, arrancándole crujidos y pitidos, resultaba un poco raro escuchar sus mordeduras cuando el ambiente estaba cargado de inquietud.

Quirón y Quintus ocupaban la cabecera de la mesa. Daphne, Clarisse y Annabeth se habían sentado juntas con la hija de Ares en medio de ambas para evitar discusiones o conflictos durante la asamblea. Las tres se encargaron de resumir la situación lo mejor posible para los demás líderes.

Tyson y Grover se acomodaron lo más lejos posible el uno del otro, mientras que Percy tomo asiento junto a Victoire, quien para su sorpresa no se negó o alejó.

También se hallaban en torno a la mesa Enebro, la ninfa del bosque y novia de Grover, Silena Beauregard, Travis y Connor Stoll, Charles Beckendorf, Katie Gardner, Lee Fletcher e incluso el mismísimo Argos, su jefe de seguridad dotado de cien ojos.

La presencia de este último solo confirmó que la cosa era seria, porque raramente asistía a las reuniones salvo que suceda algo muy grave. Mientras Annabeth hablaba, Argos mantuvo su centenar de ojos azules fijos en ella con tal intensidad que todo su cuerpo quedó inyectado en sangre.

—Luke debía de conocer la entrada del laberinto —dijo Annabeth.

—Es lo más seguro —coincidió Victoire—, conocía el campamento como la palma de la mano.

Percy se abstuvo de rodar los ojos, le pareció detectar cierto orgullo en la voz de ambas chicas, como si todavía sintieran respeto por aquel tipo, por más malvado que fuera.

Enebro carraspeó.

—Eso trataba de decirte anoche —dijo mirando a Annabeth—, la entrada de esa cueva ha estado allí desde hace mucho. Luke solía utilizarla.

Al oir aquello Victoire abrió los ojos como platos. Silena, en cambio, frunció el ceño.

—¿Conocías la entrada del laberinto y no dijiste nada?

La cara de Enebro se puso verde.

—No sabía que fuera importante. Sólo es una cueva. Y a mí no me gustan esas repulsivas cavernas antiguas.

—Tiene buen gusto —opinó Grover.

—No le habría prestado ninguna atención de no ser... bueno, porque era Luke —Se ruborizó con un verde aún más intenso.

Grover resopló.

—Retiro lo del buen gusto.

—Interesante. —Quintus pulía su espada mientras hablaba—. ¿Y creen que ese joven, Luke, se atrevería a usar el laberinto como vía de entrada para su invasión?

—Sin duda —intervino Clarisse—. Si lograra meter a un ejército de monstruos en el Campamento Mestizo y presentarse de repente en mitad del bosque sin tener que preocuparse de nuestras fronteras mágicas, no tendríamos la menor posibilidad. Nos
aniquilaría fácilmente.

—Conozco a Luke mejor que nadie, esto debe estarlo planeando hace meses —añadió Victoire con el corazón en un puño. No iba a mentir, le dolía hablar de él.

—Ha estado enviando exploradores al laberinto —apuntó Annabeth—. Lo sabemos... porque encontramos a uno.

—Chris Rodríguez —señaló Quirón y le dirigió a Quintus una mirada significativa.

—Ah —dijo él—. El que estaba en... Ya, entiendo.

—¿El que estaba dónde? —preguntó Percy..

Clarisse le lanzó una mirada furibunda.

—La cuestión es que Luke ha estado buscando la manera de orientarse en el interior del laberinto —dijo Daphne—. Quiere encontrar el taller de Dédalo.

—El tipo que creó el laberinto —afirmó Percy. La rizada asintió.

—Sí —confirmó ella—. El mayor arquitecto e inventor de todos los tiempos.

—Si las leyendas son ciertas —dijo Annabeth—, su taller está en el centro del laberinto. Él es el único que sabía orientarse por los pasadizos. Sí Luke encontrara el taller y convenciera a Dédalo para que lo ayudase, no tendría que andar buscando a tientas el camino ni arriesgarse a perder su ejército en las trampas del laberinto. Podría dirigirse a donde quisiera: deprisa y sin correr peligro. Primero al Campamento Mestizo para acabar con nosotros. Y luego... al Olimpo.

Todos los presentes se quedaron en silencio, salvo el yak de goma que la Señorita O'Leary estaba destripando y que no paraba de soltar silbidos.

Finalmente, Beckendorf apoyó sus manos sobre la mesa.

—Un momento, Annabeth. ¿Has dicho «convencer a Dédalo»? ¿Es que no está muerto?

Quintus soltó un gruñido.

—Sería de esperar. Vivió hace... ¿cuánto? ¿Tres mil años? E incluso si estuviera vivo, ¿no dicen las viejas historias que huyó del laberinto?

Quirón removió sus cascos.

—Ese es el problema, mi querido Quintus. Que nadie lo sabe. Hay algún rumor... bueno, muchos rumores inquietantes sobre Dédalo. Pero uno de ellos dice que hacia el final de su vida regresó al laberinto y desapareció. Quizá esté allá abajo todavía.

—Tenemos que bajar allí —resolvió Annabeth—. Hemos de encontrar el taller antes que Luke. Si Dédalo está vivo, lo convenceremos para que nos ayude a nosotros y no a él.

—Y no olvidemos el hilo de Ariadna —añadió Tori—, si existe debemos asegurarnos de que no caiga en manos de Luke.

—Un momento —terció Percy—. Si lo que nos preocupa es un ataque, ¿por qué no volamos la entrada y sellamos el túnel?

—¡Qué gran ideal —exclamó Grover—. ¡Yo me ocuparé de la dinamita!

—No es tan fácil, estúpido —rezongó Clarisse—. Ya lo intentamos en la entrada que encontramos en Phoenix. No salió bien.

Daphne, Annabeth y Victoire asintieron.

—El laberinto es arquitectura mágica, Percy. Se necesitaría una potencia enorme para sellar una sola de sus entradas —explicó Tori.

—En Phoenix, Clarisse y Daphne derribaron un edificio entero con un martillo de demolición y la entrada apenas se desplazó unos centímetros —contó Annabeth—. Lo que debemos de hacer es impedir que Luke aprenda a orientarse.

—También podríamos combatir —sugirió Lee Fletcher—. Ahora ya sabemos dónde está la entrada. Podríamos levantar una línea defensiva y esperarlos. Si un ejército intenta atravesarla, nos encontrará aguardando con nuestros arcos.

—Es una buena idea, Lee —apoyo Victoire.

Percy a su lado apretó los puños.

—Por supuesto que levantaremos defensas —asintió Quirón—. Pero me temo que Clarisse tiene razón. Las fronteras mágicas han mantenido este campamento a salvo durante cientos de años. Si Luke consigue meter un gran ejército en el corazón del campamento, traspasando nuestras fronteras... no tendremos fuerzas suficientes para derrotarlo.

Nadie parecía muy contento con tales noticias. Quirón siempre procuraba ser animoso y optimista, por lo que sí él decía que no podrían contener un ataque, era para preocuparse.

—Debemos llegar nosotros primero al taller de Dédalo —insistió Annabeth—. Encontrar el hilo de Ariadna e impedir que Luke lo utilice.

—Pero si nadie sabe orientarse en esos túneles —adujó Percy—, ¿qué posibilidades tenemos?

—Llevo años estudiando arquitectura —respondió ella—. Conozco mejor que nadie el laberinto de Dédalo.

—Annie tiene razón, Percy —dijo Tori.

—Solo lo conoce através de sus lecturas —replicó él.

—Bueno, sí —repuso Tori.

—No es suficiente.

—¡Habrá de serlo!

—¡No lo es!

—¿Vas a ayudarla o no?

Todo el mundo los estaba mirando como si jugarán un partido de tenis. El yak de la Señorita O'Leary hizo «¡hiiic!» cuando ésta le arrancó la cabeza de goma.

Quirón carraspeó.

—Lo primero es lo primero. Hemos de organizar una búsqueda. Alguien debe bajar al laberinto, encontrar el taller de Dédalo e impedir que Luke utilice esa vía para invadir el campamento.

—Todos sabemos quién ha de encabezar esa búsqueda —dijo Clarisse—. Annabeth.

Hubo un murmullo de asentimiento por parte de todos, menos de la rizada que le lanzó una mirada recelosa a Annabeth.

—¿Y por qué ella? —replicó Daphne en voz alta.

Victoire intercalo su mirada entre ella y Annabeth, más esta última parecía estar incomoda.

—De todos los presentes, ella es la que tiene más conocimiento del laberinto —dijo Tori apoyando a la rubia. Daphne bufó y rodó los ojos.

—Pero nosotras dos fuimos las que sobrevivimos ahí dentro —repuso ella señalando a Clarisse y a ella misma.

—Yo allí no vuelvo —espetó Clarisse.

Travis Stoll se echó a reír.

—No me digas que tienes miedo. ¿Clarisse, gallina?

Ésta se puso de pie y con voz temblorosa dijo:

—No entiendes nada, idiota. No pienso volver allá. ¡Nunca!

Y se alejó, furiosa.

Travis miró a los demás, avergonzado.

—No pretendía...

Quirón alzó la mano.

—La pobre ha tenido un año muy difícil. Bueno ¿estamos todos de acuerdo en que Annabeth debería liderar la búsqueda?

Todos asintieron, menos Daphne.

—No, que tenga conocimientos sobre éste no le da derecho a dirigirla. Yo lo haré.

Pero Quirón negó.

—No estás en condiciones de regresar Daphne —dijo él—, tus hermanos me han contando de tus pesadillas desde que regresaste. Lo mejor será que te quedes aquí.

—¡Pero eso no es justo! Son solo....

—La decisión está tomada —y se volvió hacia Annabeth—. Querida, ha llegado la hora de que visites al Oráculo. Cuando vuelvas, suponiendo que regreses sana y salva de esa visita, discutiremos lo que hay que hacer.

     
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                              
                        
                  
                        
                        
                  

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La espera parecía interminable. Mientras que Annabeth se había ido a la casa grande para ver al oráculo, los demás se quedaron esperando, incluida Daphne, quien se cruzó de brazos con el ceño fruncido y evitaba hablar con alguien.

Victoire se encontraba parada junto a la mesa, apoyando su peso sobre está mientras movía nerviosamente la pierna. Pasaba su mirada de la casa grande a sus tenis blancos una y otra vez.

Percy, a solo unos metros de dónde ella estaba, caminaba de un lado a otro. Si continuaba así tendrían un hueco en la tierra.

—Saldra bien —dijo Tori tras varios minutos de silencio. Percy se detuvo y se giro a verla. Victoire forzó una sonrisa tranquilizadora en su rostro—, Annabeth regresará en buen estado —dijo ella, más no podía estar del todo segura.

Circulaban muchas historias de campistas que habían perdido la razón o sufrido visiones tan reales que se habían muerto -literalmente- de miedo. Y Victoire temía que eso pudiera pasarle a Annabeth.

Y al parecer Percy pensaba lo mismo, más asintió con la cabeza y desvío su mirada a la casa grande. Victoire giró su rostro hacia abajo intentando aminorar la punzada de tristeza al ver el gesto preocupado de Percy.

—Chicos —susurró una voz femenina llamando la atención de ambos.

Enebro se asomó entre los arbustos y les indicó por señas que se acercaran con urgencia. Ambos lo hicieron.

—Tienen que saberlo: Luke no ha sido el único al que he visto rondando cerca de esa cueva.

—¿Qué quieres decir? —preguntó ella.

Enebro se volvió hacia el ruedo.

—Tenía intención de contarlo, pero él estaba delante.

—¿Quién? —preguntó Percy.

—El instructor de espada —dijo—. Estuvo fisgoneando por las rocas.

—¿Quintus? ¿Cuándo?

—No sé. Yo no me fijo mucho en el tiempo. Tal vez fue hace una semana, cuando se presentó aquí por primera vez.

—Pero ¿qué hacía? ¿Llegó a entrar? —preguntó él.

—No... no estoy segura. Me da escalofríos, Percy. Ni siquiera lo vi llegar al claro. De repente, estaba allí. Tienen que decirle a Grover que es demasiado peligroso...

—¿Enebro? —Era Grover quien la llamaba—. ¿Dónde te has metido?

Ella suspiró.

—Será mejor que me vaya. Recuerden lo que les he dicho. ¡No se fíen de ese hombre!

Regresó al ruedo corriendo.

Ambos voltearon a verse, inquietos. Sí Quintus andaba tramando algo....

—¿Crees qué esté en el bando de Luke? —preguntó en voz baja Victoire. Percy se encogió de hombros y se mordió el labio.

— Podría ser, pero también podríamos estar equivocados y estamos malintepretando lo que Enebro dijo.

—Percy, literalmente dijo que no nos fiemos de él.

Más Percy no parecía estar convencido.

—Annabeth... debemos decirle. Tal vez ella logré interpretar correctamente lo que Enebro dijo.

Victoire procuro no mostrarse ofendida con su comentario.

—Cubreme, iré a buscarla —pidio Percy.

Victoire no tuvo tiempo de objetar cuando el pelinegro salió corriendo por la ladera de la colina. Victoire refunfuñó por lo bajo y puso los ojos en blanco. Percy era demasiado impulsivo.

No obstante, no tuvo que cubrir a Percy por mucho tiempo, quince o veinte minutos después éste regreso, solo, jadeando y acelerado.

—¿Y Annabeth? —pregunto Tori, pero Percy no tuvo tiempo a responder cuando la rubia apareció subiendo la colina.

—¡Querida niña! —dijo Quirón—. Lo has conseguido.

Annabeth llegó al ruedo, se sentó en un banco de piedra y miró el suelo.

—¿Y bien? —preguntó Quintus.

Levantó la vista y miró tanto a Victoire como a Percy. Ninguno sabía si pretendía advertirles o si aquella
expresión en sus ojos era puro y simple miedo. Luego se fijó en Quintus.

—He escuchado la profecía. Yo dirigiré la búsqueda para encontrar el taller de Dédalo.

Nadie mostró la menor alegría. Es decir, Annabeth les caía bien y querían que le encargaran una búsqueda, pero aquélla parecía entrañar un peligro demencial; tras ver tantas veces a Chris, Victoire temía por su amiga.

Quirón arañó la arena con un casco.

—¿Qué dice exactamente la profecía, querida? Los términos precisos del Oráculo tienen mucha importancia.

Annabeth inspiró profundamente.

—Yo... Bueno, ha dicho: «Rebuscarás en la oscuridad del laberinto sin fin...»

Todos aguardaron.

—«El muerto, el traidor y el desaparecido se alzan

Grover pareció animarse.

—¡El desaparecido! ¡Ha de referirse a Pan! ¡Es genial!

—Con el muerto y el traidor—añadió Percy—. No tan genial.

—¿Y qué más? —dijo Quirón—. Cuéntanos el resto.

—«Te elevarás o caerás de la mano del rey de los fantasmas —añadió Annabeth—. El último refugio de la criatura de Atenea.»

Todos se miraron incómodos. Annabeth era hija de Atenea, y eso del «último refugio» no sonaba muy bien.

—Eh... no hemos de precipitarnos en sacar conclusiones —dijo Silena—. Annabeth no es la única criatura de Atenea, ¿no?

—¿Y quién puede ser el rey de los fantasmas? —preguntó Beckendorf.

Nadie respondió, más Victoire vislumbró como Percy se removía nervioso en su lugar. Entorno los ojos y lo escrutó con la mirada.

En esos seis meses había aprendido a interpretar los movimientos y gestos del chico:  sin duda alguna estaba ocultando.

—¿Nada más? —preguntó Quirón—. La profecía no parece completa.

Annabeth vaciló.

—No recuerdo exactamente.

Quirón arqueó una ceja. Annabeth era bien conocida por su memoria. Nunca olvidaba lo que oía. Por lo que ninguno que la conocía bien creía que eso era cierto.

Annabeth se removió en el banco.

—Algo así como: «Destruye un héroe con su último aliento.»

—¿Y? —insistió Quirón.

Annabeth se puso en pie.

—La cuestión es que he de entrar en el laberinto. Encontraré el taller y le pararé los pies a Luke. Y necesito ayuda. —Se volvió hacia Victoire y Percy—. ¿Vendrán?

Ni siquiera lo dudaron.

—Cuenta conmigo —dijeron al unísono.

Ella sonrió por primera vez en varios días.

—¿Tú también, Grover? El dios salvaje te está esperando.

Grover pareció olvidar lo mucho que odiaba los subterráneos. La alusión al «desaparecido» lo había llenado de energía.

—¡Me llevaré provisiones extra de aperitivo!

—Y Tyson —añadio Annabeth—. También a ti te necesito.

—¡Yuju! ¡Hora de hacer BUUUM! —Aplaudió con tanta fuerza que despertó a la Señorita O'Leary, que dormitaba en un rincón.

—¡Eso no es justo! —replicó Daphne llamando la atención de todos—, ¡Son cinco!

Quirón asintió, estando de acuerdo con ella.

—Daphne tiene razón, esto va contra las antiguas leyes. A un héroe sólo se le permiten dos acompañantes.

—Los necesito a los cuatro —insistió ella—. Es importante, Quirón.

Victoire no entendia el por qué estaba tan segura de eso, pero confiaba plenamente en ella. Annabeth era consciente de lo importante que eran las antiguas leyes para una misión asi, pero si ella estaba decidida a romperlas en esa ocasión, era por algo.

—Annabeth —Quirón sacudió la cola, muy inquieto—. Piénsalo bien. Vas a quebrantar las antiguas leyes y eso siempre acarrea consecuencias. El pasado invierno salieron seis en busca de Artemisa y sólo tres regresaron al campamento.

—Cuatro —rectificó Victoire, más Quirón negó.

—Una nos abandono ¿No? —Victoire terminó asintiendo con una mueca. Quirón se volvió hacia Annabeth—. Piénsalo. El tres es un número sagrado. Hay tres Moiras, tres Furias, tres hijos olímpicos de Cronos. Es un buen número, un número fuerte que se mantiene firme frente a los peligros. Cinco... es arriesgado.

Annabeth suspiró.

—Lo sé. Pero hemos de hacerlo así. Por favor.

Victoire al instante notó que a Quirón no le gustaba para nada la idea. Quintus, por otro lado, los estudiaba como si quisiera descubrir quiénes de ellos regresaríamos vivos. Victoire recordó la advertencia de Enebro y entornó los ojos en su dirección.

Quirón suspiró.

—Muy bien.

—Entonces yo también iré —replicó Daphne enseguida, pero Annabeth se giró hacia ella con el ceño fruncido.

—No, tu no vendrás.

—¿Por qué no? Es lo mismo si somos seis, de todas formas ya estás rompiendo las antiguas leyes, Chase.

Pero Annabeth se cruzó de brazos y fulminó a la morena.

—He dicho que no. Tengo el derecho de elegir quienes me acompañaran y tú no estás ni cerca de ser elegida. Deja de querer abarcar todas las misión Goldberg, no eres el puto centro del mundo.

—¡Annie! —reclamó Victoire sorprendida, pero ella la ignoró y miró a Daphne con seriedad.

Victoire intercalo su mirada entre ambas; Annabeth tenía razón, ella podía elegir a sus acompañantes, pero lo último que le había dicho a Daphne había sido muy cruel de su parte. Si, la rizada siempre quería participar en cada misión que había en el campamento, pero no lo hacia por ambiciosa o por querer quitarle el merito a alguien más, no.

Y Victoire esta segura de eso porque la morena se lo había confesado poco antes de que ella se fuera a su última misión y no regresará en bastante tiempo.

Daphne fulminó a Annabeth con la mirada. Miró a cada uno de los presentes entornó a ella y detuvo su mirada en Tori. Victoire abrió la boca para decir algo, pero la cerró. No sabía que decir para apaciguar las cosas. Annabeth tenía razón, la misión era de ella y solo ella podía elegir quién iba y quién no.

Daphne la miro dolida, dio media vuelta y se marchó de ahí a paso apresurado.

Victoire sintió un vuelco en el corazón al verla irse de ese modo. Pero no podía hacer nada para ayudarla.

—Bien, suspendamos aquí la sesión —dijo Quirón al notar que el ambiente se había vuelto tenso—. Los que van a participar en la búsqueda deben prepararse. Mañana al amanecer los enviaremos al Laberinto.

Y con esto terminó aceptando la petición de Annabeth.

Aunque no estuviera del todo de acuerdo.

     
                        
                              
                        
                        
                        
                        
                        
                              
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                  
                  
                  

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Tal como indicó Quirón, en cuanto la reunión terminó Victoire se retiró a su cabaña para arreglar una mochila con todas las cosas que necesitaría para la búsqueda: un termo de néctar, una bolsita de ambrosía, un petate, cuerda, ropa limpia, linternas y un montón de pilas de repuesto. Lo básico para un mestizo.

Sin embargo, antes de cerrar su baúl, Victoire contempló el pequeño frasco de cristal que reposaba sobre una de sus camisetas de repuesto del campamento. Éste resplandecia en un tono anaranja nacarado que la invitaba a romper la cera en la tapa de corcho y ver lo que tenía en el interior.

Más no lo hizo. Sino que tomó el pequeño frasco que la incitaba todos los días y lo guardó en el interior de la mochila, entre la ropa de puesto.

Dejó la mochila sobre el baúl ya cerrado y salió de la cabaña para buscar a Percy. Más no lo encontró en la rueda de arena ni en la playa, pero si vio a Quirón junto a los hijos de Atenea en el campo de tiro.

—Quirón, ¿Has visto a Percy?

El centauro negó.

—No, pero Annabeth está retrasada en el entrenamiento.

—Oh tranquilo. Yo iré por ella —se ofreció Tori. Y tras un gesto de asentamiento por parte de él, salió corriendo usando su habilidad.

La cabaña seis era un edificio plateado, con unas simples cortinas blancas y una lechuza tallada en piedra sobre el dintel.

—Annie —llamó Tori a la chica antes de llegar a la cabaña, más no recibió respuesta.

Soltó un suspiro. Seguramente Annabeth estaba metida entre los libros, informándose más sobre el laberinto para la búsqueda. Sin embargo, al entrar, contuvo el aliento.

Percy y Annabeth se estaban abrazando. La rubia tenia apoyada la cabeza en el pecho de Percy mientras que esté la rodeaba entre sus brazos. Victoire se oculto al otro lado de la puerta. Su corazón estaba acelerado y un nudo se instaló en su garganta.

¡Dioses! Cómo odiaba sentirse así.

—Eh... ¡que todo va de maravilla! —escuchó que le dijo Percy a Annabeth.

—Tal vez Quirón tenga razón —musitó ella—. Estoy quebrantando las leyes. Pero no sé qué hacer. Los necesito a los cuatro. Me da la sensación de que eso es lo correcto.

—Entonces no te preocupes —dijo él—. Nos hemos enfrentado a muchos problemas otras veces y los hemos superado.

—Esto es diferente. No quiero que les pase nada... a ninguno de ustedes.

No podía seguir escuchando. No era correcto, por lo que suspiró, se planto en medio de la puerta y carraspeó. Ambos chicos voltearon la cabeza y al verla en el marco de la entrada, se separaron rápidamente avergonzados.

—Lamento interrumpir —dijo Tori evitando mirar a
Percy a la cara—. La práctica de tiro al arco empieza ahora, Annabeth. Quirón me ha pedido que viniese a buscarte.

—Estábamos buscando unos mapas —hablo Percy como estúpido.

Victoire inhaló profundo y le echó un vistazo rápido.

—Vale.

—Dile a Quirón que voy enseguida —le indicó Annabeth.

Victoire asintió y se marchó lo más rápido que pudo de ahí.

Corrió hacia el campo de tiro, donde le aviso a Quirón que Annabeth ya venía, después se marchó hacia su propia cabaña para recostarse un rato.

De un momento a otro, ya no tenía ánimos de hacer nada.

Estaba a mitad de camino cuando Percy gritó su nombre detrás de ella. Victoire se detuvo en seco y apretó los ojos con fuerza a la vez que soltaba una maldición. Ya no tenía fuerzas para verlo. No ahora que había presenciado con sus propios ojos un acercamiento entre él y Annabeth.

Pero, nuevamente, Victoire fue débil. Siempre era débil cuando se trataba de Percy. Suspiró y se dio la media vuelta justo cuando el chico la alcanzaba.

—Hey —dijo ella forzando una sonrisa como si nada pasará. Cómo por dentro no estuviera sintiendo como alguien aplastaba su pecho.

—Hey —respondió él, aunque parecía un tanto nervioso—, yo, este... Annabeth y yo solo estábamos...

—No tienes que explicarme nada, Percy—se apresuró a decir ella en un tono suave. Más por dentro la opresión en su pecho aumentaba—. Lamento haberlos interrumpido, pero Quirón...

—No interrumpiste, de hecho te estaba buscando antes de ver a Annabeth.

Su corazón brincó aceleradamente.

—¿Ah si? —preguntó ella. Percy asintió y se sobo la nuca con gesto culpable.

—Yo... Quería pedirte una disculpa por lo de ayer. Fui un idiota contigo.

—Si, lo fuiste —afirmó ella, más le sonrió levemente al chico. Ya no estaba molesta con él, eso era algo que tampoco lograba entender. No podía permanecer tanto tiempo molesta con Percy, por más idiota que a veces fuera—, descuida, está olvidado. Pero no vuelvas a insinuar algo entre Apolo y yo. Las cosas entre ambos no son así.

Por alguna razón sintió que debía aclarar eso. Y Percy sintió un gran alivio al oírla decir eso.

—Lo prometo, y lamento haberlo echo; Tu puedes ser amiga de sus hijos si tú quieres, yo no soy nadie para decirte lo contrario.

—No digas eso, eres mi amigo Percy —dijo ella con algo de dificultad.

Percy contuvo el aliento. Por alguna razón aquella afirmación por parte de Tori lo había decepcionado.
Esbozo una pequeña sonrisa en sus labios y miró a la castaña.

—Por supuesto.

Un silencio incómodo se instaló entre ambos. Más Victoire lo rompió al recordar algo.

—Percy, ¿Hay algo que no me has contado?

El corazón de Percy brincó alarmado.

—¿A.. a qué te refieres?

—Cuando Annabeth recito la profecía que el oráculo le dijo, note que te ponías nervioso cuando mencionó al Rey de los fantasmas. ¿Sabes quién podría ser, no?

Percy suspiró de alivio. Miro sobre su hombro para seccionarse de que nadie pudiera escucharlo y entonces volteo a ver a Tori con un gesto preocupado.

—Nico, la otra noche lo vi.

Victoire abrió los ojos como platos.

—¿Lo viste? ¿Cómo?

—No lo vi en persona, sino por mensaje Iris.

—¿Él te llamo? —preguntó incrédula. Percy negó.

—No, alguien más lo hizo pero desconozco quien fue. Solo sé que quería que lo viera.

—Él... ¿Esta bien?

Percy hizo una mueca.

—Vamos al muelle, te contaré todo.

Ambos chicos se dirigieron al muelle, donde se sentaron en la orilla de este de modo que sus pies quedaron sumergidos en el agua. Percy le narro todo el mensaje Iris a Tori; Nico quemando sus cromos de Mitomagia en el fuego y quejándose de que como pudo gustarle ese juego estúpido. Una voz desconocida dándole la razón. El como Nico parecía darse por vencido de recuperar a su hermana y como la voz le revelaba un modo de hacerlo.

—¿Un intercambio de almas? —preguntó Tori alarmada.

Percy asintió.

—Un alma por otra alma. Quiso ofrecer la suya, pero aquella cosa le dijo que no podía ser él; Nico quiere recuperar a Bianca, Tori. Y solo puede hacerlo con un alma que ha burlado a la muerte. Quiere venganza.

—Percy, ¿no estarás pensando que él vendrá por...

—Él vendrá por mi — aseguró Percy.

Victoire negó con un nudo en la garganta.

—No lo hará. No puede... —trago saliva—, no lo dejaré hacerlo.

Percy la miró con un gesto suave.

—No puedes protegerme siempre, Tori —repuso.

—Si puedo —aseguró ella—, y lo haré.

Lo dijo con tanta convicción, que Percy quiso creerle.

Victoire desvío su mirada hacia el agua y recordó al hijo de Hades; Nico di Angelo había convivido poco más de una hora con Tori cuando ella regresó al campamento. Durante el desayuno que compartieron juntos, el niño le enseño su juego de Mitomagia. La emoción y la fascinación con la que le enseñaba todos sus cromos y mencionaba cuanto poder tenía cada uno hizo sentir a Victoire una gran ternura por él.

Nico era apenas un niño. Un niño que había perdido todo y se había desviado en el camino. Un niño con un poder tan grande que podia ser peligroso si se lo proponía.

Y ahora ese niño estaba amenazando con la vida de su protegido. De su amigo. Del chico por el que su estúpido corazón se aceleraba.

Sí Nico Di Angelo quería el alma de Percy... Entonces tendría que pasar sobre ella primero.

Percy rompió el silencio que se había formado entre ambos.

—Ya no hicimos la carrera —dijo de pronto en un tono apenado. Victoire negó con una ligera mueca en labios—, es una lástima, no creo que utilices tus alas allá abajo. Tendré que verlas cuando regresemos.

Victoire alzo una ceja y lo miro pensativamente.

—No necesariamente.

Percy frunció el ceño extrañado cuando la castaña se levantó y le dio la espalda. Y a nada estuvo de caerse al agua de la impresión cuando algo brillo sobre la cabeza de ella y unas hermosas alas blancas surgieron de su espalda de golpe. Percy se levantó de un salto y miró atónito las esponjosas alas que se desplegarán ante él. Estás eran casi del tamaño de Victoire y desprendían un ligero brillo blanco. Sin duda no eran tan grandes y doradas como las de su madre, Nike, pero eran igual de impresionantes.

—Son... esto es... Wow —fue todo lo que logró decir Percy.

Victoire sonrió.

Sin embargo no esperó lo siguiente; Su sonrisa titubeó cuando sintió el tacto suave de los dedos de Percy sobre sus plumas. Victoire se estremeció, pero Percy no lo notó, sino que continúo acariciando con delicadeza las plumas blancas frente a él. Estás eran suaves al tacto, tan suaves que Percy sentía el impulso de abrazarlas.

Más el temor de lastimar a Victoire lo retuvo de hacerlo. Sonrió abiertamente y bajo la mano sin percatarse del estado en el que había dejado a Tori.

La castaña, en cuanto sintió las caricias en sus plumas, contuvo el aliento. Más empezó a soltar el aire cuando una sensación cálida la embargo de pies a cabeza. Era como si Percy estuviera acariciando su espalda o sus brazos. El contacto se sentía tan vivo como si estuviera tocando su mismísima piel.

No se lo mencionó al pelinegro. Por alguna razón no quería que se detuviera y se apartará de ella avergonzado, porque seguramente eso haría Percy si supiera lo que sus caricias provocaban en ella. No obstante Percy se detuvo por si mismo y pronto una corriente helada recorrió a Victoire al no sentirlo más.

Suspiró profundamente y se dio media vuelta para enfrentar su mirada, más no midió el tamaño del muelle y de sus alas, y terminó empujando a Percy al agua.

Victoire se llevó una mano a la boca para sofocar una carcajada cuando Percy surgió a la superficie agitando su cabello para que esté no se le pegará a los ojos. Normalmente Percy podía mantenerse seco si quería, pero aquel movimiento lo había tomado desprevenido y ahora estaba empapado de pies a cabeza.

—Lo... Lo lamento —dijo Victoire conteniendo una risota a la vez que hacía desaparecer sus alas. Percy hizo un gesto con la mano, restandole importancia.

—Ayudame a salir —pidio él nadando a la orilla del muelle y estirando su mano hacia ella.

Victoire, tan inocente, se acercó y la tomó, más cuando estuvo a punto de tirar de ella para ayudarlo a salir, Percy la jalo al interior del agua con él.

El gritó que Victoire quedó sofocado abruptamente gracias al agua. Percy soltó una gran carcajada cuando la castaña surgió y tomó una gran bocanada de aire.

—Estamos a mano —se burló él y Victoire negó con una sonrisa en labios mientras le lanzaba agua con la mano, la cual fue a estrellarse en el rostro de Percy.

De este modo ambos comenzaron una guerra de salpicaduras de agua que terminó cuando Percy nado hacia ella y quedó a escasos centímetros de su cuerpo.

—¿Confías en mi?

Su pregunta la desconcertó por un momento, pero terminó asintiendo en su dirección.

—Claro que lo hago.

Entonces Percy acortó la distancia entre ambos y tomo a Victoire de la cintura, logrando que todo su cuerpo se estremeciera y un cosquilleo creciera en la zona donde las manos de Percy la sujetaban.

De un momento a otro, Percy la sumergió en el agua con él y ambos se vieron rodeados por enorme burbuja de aire.

Victoire soltó un jadeo al ver qué podía respirar con normalidad. Se giró a ver al chico con una sonrisa.

Pero antes de que pudiera decir o hacer algo, Percy la la sujeto con más fuerza e hizo que la corriente los arrastraran con todo y burbuja por el mar. Victoire se sujetó por sus hombros y miro el borrón azul que los rodeaba.

No obstante, al cabo de un momento, la corriente los dejo flotando sobre un arrecife y Victoire sofocó un grito de impresión al ver los miles de colores llamativos que había debajo de ella. Miles de peces, de diferentes tamaños, formas y colores, nadaban en torno a ellos de un lado a otro y entre los corales de distintos colores; amarillo, naranja, rosa, verde, morado, turquesa.

Aquello bien podría tratarse de una obra de arte, y pronto deseo tener su cuaderno y lápices con ella, pero Victoire dudaba que hasta el mejor artista del mundo sea capaz de plasmar con exactitud la belleza de la vida marina misma.

Percy no dejó de observarla mientras ella contemplaba todo con un brillo en la mirada. Ese tipo de brillo que Tori solía tener cuando algo le encantaba y quería plasmarlo en sus libretas.

Durante todos esos meses que llevaba conociendo a Tori, Percy aprendió a identificar cuando algo llamaba su atención a tal grado de querer dibujarlo. Las veces que había visto a Tori en la escalera de emergencia junto a la ventana de su habitación en Upper East Side dibujando los edificios vecinos.

Por alguna extraña razón, a Victoire le gusta a la vista de su departamento. Y por alguna otra extraña razón, Tori no siempre lo dejaba ver sus libretas de dibujo.

—Tal vez en otra ocasión —le decía. Y guardaba su libreta en su mochila.

Percy nunca se atrevió a revisarla a escondidas. Sentía que está era privada, como un diario.

—¡Percy, mira!

La voz de Victoire lo trajo de regreso a la realidad y vio como un cardumen de peces cirujanos nadaban en dirección a ellos. De pronto ambos chicos se vieron envueltos entre colores azules y amarillos.

—Esto es increíble —dijo Victoire en voz alta alargando una mano para tocar a uno de los peces. Éste, para su sorpresa, se dejó acariciar la aleta.

Percy la miró con una sonrisa.

—Si, lo es.

Entonces el pez cirujano miró fijamente a Percy y continúo nadando en sincronía con sus hermanos.

Al cabo de unos minutos, la cardumen de peces se alejo de ambos y Percy volvió a sujetar a Tori se la cintura.

—Debemos volver antes de que noten que no estamos.

Victoire se pregunto que tal lejos estaban de Long Island, más no preguntó en voz alta y dejó que Percy controlará la corriente para volver al campamento.

Ambos surgieron del agua al mismo tiempo de que la burbuja explotara alrededor suyo. Echaron un vistazo a la orilla de la playa y vieron que ningún campista los buscaba, por lo que ambos permanecieron más tiempo en el agua, nadando, charlando y pasando tiempo juntos antes de tener que ir a la cena e irse a dormir.

Porque al día siguiente ambos, junto con sus amigos, debían emprender una búsqueda donde sus vidas correrían peligro.

¡Yupi!

 
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𝐁𝐚𝐫𝐛𝐬 © | 𝟐𝟎𝟐𝟐 ✔️

 
N

o tengo mucho que decir más que esa escena final me mato 😍✨ ggg

Recuerden votar y comentar, no cuesta nada 😅

Abajo les dejo un pequeño edit que hice de Tori tumbando a Percy al agua con sus alas Jajaja

Estaré leyendo sus comentarios 🖤

BARBS JACKSON

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