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🌿✨ 𓄴 SEMPITERNO presents to you
▬ ▬▬ Chapter thirteen

Early summer

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—Vamos Aquaman, no puede ser tan malo —Intentó animar Victoire al pelinegro al otro lado de la niebla, mas éste solo dibujo una mueca en su rostro.

—Lo dice quien nunca ha destruido un instituto —protestó él.

Victoire se encogió de hombros con una pequeña sonrisa en labios.

-—Ventajas de estudiar en el campamento —dijo ella pero Percy bufó—. Es solo una orientación académica, te has enfrentado a cosas más aterradoras que esas.

—Si, pero en este instituto enseña Paul.

Victoire rodó los ojos.

—Paul es un tipo genial, Percy —aseguró ella.

—No digo que no lo sea, pero mi expediente en otras escuelas no es el más impecable, y lo que menos quiero es que mamá tenga problemas, de nuevo, con otra. Sobretodo si él trabaja ahí.

Victoire suspiró, Percy se encontraba contrariado sobre el nuevo instituto al que iría. Ella había intentado convencerlo de que ese año podría ser diferente, más él no estaba seguro de que fuera así, por lo que al final Victoire tuvo que sacar a relucir un tema que tampoco le hacía mucha gracia recordar.

—Ve el lado positivo, terminando la orientación verás a Annabeth e iran al cine juntos.

Dioses, realmente esperaba que no se notará su incomodez al decir aquello. Percy esbozo una sonrisa ladeada, haciendo que el corazón de Victoire se encogiera.

—Y mañana al campamento —agregó él sin percatarse de nada—. Recuerda que prometiste enseñarme tus alas, seguro son igual de impresionantes que las de tu madre.

Victoire cabeceo no tan convencida.

—No entiendo porque tu entusiasmo, Aquaman, no son la gran cosa —repuso ella restandole importancia.

Percy la miró atónito.

—¿Disculpa? Pero no todos podemos volar gracias a un obsequio divino de nuestra madre.

—Tu tienes a Blackjack —señaló ella.

Percy entre cerro los ojos.

—En primera Blackjack no fue un obsequio, y en segunda no es lo mismo volar en un pegaso que con alas en la espalda —repuso él.

No pudo replicar en contra de eso. Percy tenía razón, desde aquel día que Victoire había recibido una tiara de hojas de laurel dorada como regalo de su madre, aunque Victoire estaba segura que aquel regalo era más como una ofrenda de paz entre ambas, los paseos en pegaso se habían terminado para ella.

Todavía recordaba la sensación cosquilleante que recorrió su cuerpo la primera vez que se colocó la tiara. Y ni hablar de la primera vez que logró elevarse a más de cinco metros del suelo.

Ahora podía sobrevolar el campamento sin temor a excederse en esfuerzo, pues Will le había dado toda una charla sobre la importancia de no sobre excederse con su nueva habilidad, su cuerpo debía acostumbrarse a sus nuevas extremidades antes de siquiera probar volar una distancia mayor que el campamento.

—De acuerdo, tienes razón —dijo ella derrotada—. No es lo mismo.

Percy sonrió triunfante a lo que Victoire alzo una ceja y añadió:

—Estoy segura que ahora si lograré vencerte a ti y Blackjack en una carrera.

Percy reprimió una carcajada y la miró desafiante.

—Prepárate para morder el polvo, de nuevo.

—Oh eso ya lo veremos chico percebe —aseguró ella igual de desafiante.

Percy rodo los ojos ante el mote que la castaña usaba cuando quería provocarlo. Más en lugar de hacerlo enfadar, lograba hacerlo sentir un sensación cálida en el estómago que a la vez lo hacía sonreír como idiota. Más siempre procuraba que ella no lo notará.

—¡Percy, debemos irnos! —escuchó Victoire gritar a Sally desde alguna parte del departamento de ambos—, ¡Mándale saludos a Tori y pregúntale si quiere que le mandé galletas contigo mañana!

Victoire sonrió mostrando los dientes.

—Eso no se pregunta —dijo ella a lo que Percy río y negó con la cabeza. Nada detenía a la castaña cuando se trataba de galletas de chocolate—. Mándale saludos de mi parte.

—Lo haré, deseame suerte.

Victoire no sabía sí le pedía suerte para la orientación o para su cita con Annabeth, pero aún así lo hizo.

—Suerte campeón.

—Nos vemos mañana.

Y cortó el mensaje Iris con la mano.

Victoire soltó el aire que retenía cada vez que hablaba con él. Si, podía parecer que todo estaba bien durante aquella plática, pero la verdad es que dentro de ella había un remolino de emociones que revolvía todo en su interior y amenazaba con explotar en cualquier momento.

Pero ella prefería seguir negandolo.

—Ustedes dos me cansan.

Victoire pego un brinco del susto.

—¡Mierda Risse! Casi me matas del susto —repuso ella, más la hija de Ares solo rodó los ojos y masculló algo en voz baja.

Victoire solo alcanzo a distinguir la palabra "dramática", más no le replicó nada. Tras varios meses conviviendo de una forma amistosa con la chica, había aprendido que Clarisse no se guardaba ningún comentario, ya sea bueno o hiriente.

—La que terminara matando a alguien seré yo sí tú y Jackson siguen dando rodeos a la verdad.

—¿Qué verdad? —preguntó ella desentendida mientras se alejaba de la fuente en donde estuvo hablando con Percy. Clarisse la siguió.

—Que ambos sienten algo por el otro.

Victoire se detuvo en seco y soltó una enorme carcajada que esperaba que sonara creíble. Dio media vuelta para ver a la chica.

—Yo no siento nada por Percy más que amistad —rectifico Victoire.

Esta vez Clarisse si que se río.

—Claro, y yo no quiero golpear al gamberro cada vez que lo veo —dijo ella con ironía—. Porfavor Tori, Tu y el chico pez tienen una química que nunca había visto en nadie.

—No, lo que tenemos es una conexión —repusó ella refiriéndose a la profecía; porque si, para ese punto todo el campamento estaba al tanto de que Victoire era la Guardiana del elegido, y todos creían que esté era Percy.

—Una cosa es la conexión que los une la profecía, y otra es la química que tienen cuando están juntos; saliste del campamento más veces está primavera que en todos los otros años juntos. Regresas siempre con una sonrisa plasmada en los labios y ni siquiera las bromas pesadas de los hermanos Stoll o las competencias fallidas contra Daphne te la borra.

—Es divertido pasar el rato con él —justificó ella ignorando el constante latido de su corazón acelerado.

—¿Y que me dices de los celos?

Victoire se detuvo en seco y volteo a verla con el entrecejo fruncido.

—¿Qué celos?

—«Ve el lado positivo, terminando la orientación verás a Annabeth e iran al cine juntos» hasta yo noté como tú voz flanqueaba al decir eso.

—¿Nos estabas espiando? —acusó ella intentando cambiar el tema.

—¿Te recuerdo que quedamos en entrenar junto con Daphne después del desayuno? Vine a buscarte —señaló ella—, y no me cambies de tema, te disgusta la idea de que Chase y Jackson vayan a salir hoy.

—No me molesta que dos de mis mejores amigos salgan —respondió ella—, a Percy le gusta Annabeth y a ella le gusta él. Es lo más normal que salgan.

Clarisse la miró de reojo y sonrió ladinamente.

—¿Entonces por qué aprietas tus puños con tanta fuerza como si te molestará?

Victoire miro sus manos y efectivamente Clarisse tenía razón. Libero la presión de sus uñas contra la palma de su mano y masculló por lo bajo al ver que se había lastimado. De nuevo. Debía quitarse aquella horrible costumbre.

Victoire resopló.

—Iré con Will, ¿Posponemos el entrenamiento para más tarde? —Clarisse no tuvo más opción que aceptar. Victoire cambio el rumbo hacia la casa grande, más antes de dar dos pasos se volvió hacia la hija de Ares—, y no fueron celos.

—Claro —ironizó Clarisse y se marchó hacia el campo de entrenamiento con una sonrisa en rostro.

Era claro que ella tenía razón y que Victoire tenía celos. Más está estaba totalmente negada a aceptarlo.


     
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                  

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—Si sigues de este modo tendré que cortarte las uñas al ras de la piel —reprendio Will tras aplicarle una pomada a Victoire en la palma de la mano izquierda. Victoire gimió al sentir el ardor, más éste solo duró un par de segundos. El rubio prosiguió a vendar la herida para que no se infectara. Está, al ser muy superficial, no requería ambrosía o néctar, y si bien podría cerrarse muy fácil con estos, Will prefería hacerlo de este modo para reprender a Victoire por hacerse daño. El rubio soltó un suspiro—, ¿Que fue esta vez? —preguntó él viendo de reojo a la castaña.

Victoire suspiró y volteo a ver al chico. En esos seis meses Will había dado un gran estirón, ahora Victoire le llegaba a la mejilla. Sin contar que era increíble el gran parecido que esté tenía con su padre: el mismo cabello rubio y ojos azules. Sin contar los pequeños rasgos en el rostro, como los pómulos y la nariz. Will sin duda era un chico atractivo como su hermano Lee Fletcher, quien siempre estaba dispuesto a practicar con ella o simplemente pasar el rato. Más había algo que impedía a Victoire que pudiera ver a ambos chicos con otros ojos.

—Nada importante —respondio ella apartando la mano una vez que está estuvo vendada.

—Si no fuera importante no estarías aquí Tori —reprendio él—, ¿Esto tiene que ver con...

—No lo digas —pidio ella—, suficiente tengo con Clarisse, Silena y Daphne diciéndomelo a cada rato.

—Por algo será ¿No? —dijo él levantándose para guardar algunos utensilios—. Sabes que te apoyó en lo que sea, pero llegará un momento donde no podrás seguir negando lo evidente.

—Es que no hay nada que aceptar. Solo somos amigos y eso para mí está perfecto.

Will giró a verla con una mueca en el rostro, más la atención de Victoire ahora estaba en la puerta que daba al sótano.

—¿Cómo sigue? —preguntó ella intentando cambiar el tema, cosa que Will notó y le concedió.

—No hay cambios; a veces está tranquilo pero otras veces se pone a gritar incoherencias. Clarisse ha tenido que ayudarme a evitar que se lastimé. Sí no fuera porque le insisto mucho, ella estaría todo el día allá abajo con él.

La mirada de Victoire decayó y volvió a pensar en Chris Rodríguez. Llevaba meses en el mismo estado de locura que cuando Clarisse y Daphne lo trajeron. Tanto la castaña oscura, como Will habían intentado de todo para curarlo, más nada parecía funcionar. Es más, hasta parecía que empeoraba su estado.

—Sigo sin poder creer que haya sobrevivido en el laberinto.

—Y Daphne y Clarisse —agregó él. Victoire asintió—, ¿Siguen sin encontrar nada? —preguntó él.

Victoire suspiró y negó con la cabeza.

—Nada, ni una pista de dónde podría haber una posible entrada —masculló cansada.

Will le dio un apretón en el hombro.

—Descuida, a lo mejor no hay una entrada en el campamento —intentó animar él.

Más Victoire no estaba del todo segura de eso; desde que ambas chicas les habían revelado sobre la existencia del laberinto, y el hecho de que Luke quería usarlo como posible vía de ataque, la tensión en el campamento había aumentado debido a los rumores que recorrían.

Si, seguían divirtiéndose como todos los años, pues el campamento no era únicamente para entrenar, pero todos estaban conscientes del peligro que corrían sí el ejército de Cronos atacaba.

La seguridad por la barrera mágica también había aumentado. Las cabañas de Ares, Atenea, Apolo y Hermes, las cuales también eran las más grandes, eran las encargadas de hacer rondas cada día y cada noche, y Victoire, al ser la única que habitaba la cabaña uno -puesto que Thalía ya no vivía ahí- se unió al grupo de vigilancia y se turnaba las rondas con cada casa al igual que Daphne.

Con Annabeth, Daphne y Clarisse habían emprendido varias búsquedas por los terrenos del campamento para encontrar una posible entrada al laberinto, más no habían tenido éxito alguno.

Pasaban horas investigando algo que pudiera ayudarlas a encontrar algo, pero nada parecía funcionar; Eso sin contar las constante discusiones entre la hija de Atenea y la hija de Dionisio que llegaban a exasperar a las otras dos.

Victoire comenzaba a cansarse. Necesitaban encontrar una solución antes de que Cronos decidiera atacarlos.

Y sus malditos sentimientos no podían nublarle la vista. Eso sí que no.


     
                        
                        
                              
                        
                        
                        
                        
                        
                  
                        
                  

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Habían pasado muchas cosas en esos seis meses. La primera, y la más alarmante, era el posible ataque que podrían sufrir. Luke lo había dicho, el primer lugar que Cronos atacaría sería el campamento, pues este representaba una amenaza para él y una ayuda para los dioses.

La segunda cosa era el hecho de que ahora todos sabían el destino de Victoire. La castaña había tenido razón hace tiempo: en el campamento no se puede mantener un secreto por más de diez minutos. Aunque ella tuvo suerte y logró guardarlo por dos meses. Ahora todos sabían que ella era la guardiana del elegido.

La tercera cosa, y quizá la más tierna para Victoire, era que Silena le había confesado que sentía algo por Beckendorf, más el hijo de Hefesto no parecía animarse a invitarla a salir. A ese paso sería Victoire quien terminaría dándole un empujan al moreno.

Y la cuarta, y tal vez la más lamentablemente de todas, era que Grover no había tenido éxito en esos seis meses en su búsqueda del gran Dios Pan. Su sátiro amigo había regresado hace dos días de su décima salida del campamento. Y justamente ese día el gran Consejo de los Sabios Ungulados se reuniría para tomar una decisión respecto al destino del joven sátiro.

Grover en persona le había pedido asistir como apoyo junto con su novia, Enebro, Clarisse y Annabeth, más esta última no iba a poder asistir debido a su cita con Percy.

Horas más tarde, tras una jornada de entrenamiento con Clarisse, Daphne y Lee Fletcher, Victoire se preparó para asistir a la audiencia de su amigo. Se encontró con la castaña en la entrada del bosque, y juntas comenzaron a adentrarse bajo la mirada de varias ninfas que se asomaban desde los árboles al verlas pasar.

Entre las malezas se agitaron sombras enormes: había monstruos que se conservaban allí para poner a prueba a los campistas. Pero ellas no están ahí para eso.

Aquel bosque era el designado para todos los juegos de Captura la bandera, pero había un camino que todos evitaba tomar pues esté conducía al hogar de los sátiro; ambas recorrieron un túnel de viejos sauces y pasaron junto a una cascada hasta llegar a
un gran claro alfombrado con flores silvestres.

Ahí vieron a un montón de sátiros que comenzaban a sentarse sobre la hierba en un círculo.

Grover y su novia, Enebro, una ninfa del bosque que se había enamorado perdidamente de su amigo, se encontraban en un costado hablando entre murmullos, pero al verlas corrieron hacia ellas.

—Me alegra verlas aquí —dijo Grover echo un manojo de nervios.

—Nunca dejaría de apoyar a un amigo —le dijo Victoire y abrazo al sátiro para darle ánimos.

—Eso —respondió Clarisse más no le dio un gesto afectivo. En realidad ella está ahí más que nada por Enebro. La ninfa y ella tenían una especie de amistad.

—Señor underwood —lo llamo uno de los sátiros más viejos—, es hora. —Grover se despidió de ellas para caminar al centro del círculo y situarse frente a tres sátiros viejísimos que se habían aposentado en unos tronos confeccionados con rosales recortados.

Esos tres eran el Consejo de Sabios Ungulados.

Victoire, Clarisse y Enebro se mantuvieron a un costado del círculo, de modo que podrían oír todo y apoyar moralmente a su amigo.

—Bien joven Underwood, primero oiremos su historia y luego tomaremos una decisión.

Entonces Grover comenzó a contarles sobre aquella señal que tuvo del gran Dios Pan hace seis meses en Cloudcroft, Nuevo México y luego en el campamento, cuando regresaron de la busquéda de Artemisa.

—¿Ya ha comenzado?

Las tres chicas se sobresaltaron en su lugar y voltearon a ver atonitas a Annabeth, quien venía agitada.

—¿Pero qué haces aquí? —cuestionó Victoire sin poder evitar sonar estupefecta—, ¿No deberías estar con Percy?

Annabeth bufó y rodó los ojos.

—Luego les cuento, pero me alegra poder venir apoyar a Grover.

Entonces Enebro se echó a llorar y Annabeth rápidamente la rodeo por los hombros para calmarla.

Grover continúo narrando cada búsqueda que había tenido desde que regresaron al campamento el pasado invierno. Más Victoire no pudo evitar distraerse con la presencia de la rubia junto a ella.

¿Qué había pasado con la cita con Percy? ¿Acaso se había cancelado? ¿Había pasado algo grave? ¿Percy estaba bien? Pronto comenzó a preocuparse y a inquietarse. Annabeth la miró de reojo de forma perspicaz.

Victoire soltó un bufido y se giró hacia ella para preguntarle al respecto cuando su respuesta llegó montado sobre el lomo de Quirón en ese momento.

El centauro dejo a Percy junto a ellas y el corazón de Victoire se agitó al ver que sus orbes verdes estaban puestos en ella.

Despacio, Victoire se acercó a él.

—¿Qué haces aquí? —le murmuró ella—, ¿No deberían estar en una cita? —pregunto señalando a la rubia. Percy se sonrojó.

—¡No era una cita! —repuso rápidamente, más al darse cuenta agrego—, yo también me alegro de verte.

—No me malentiendas, me alegro de verte pero...

—¡Maestro Underwood! —gritó el miembro del consejo que se hallaba a la derecha, cortando a anécdota de Grover en seco. Victoire se calló y ambos voltearon a verlo—. ¿De veras espera que creamos eso?

—Pe... pero, Sileno —tartamudeó Grover—, ¡es la verdad!

El viejo Sátiro se volvió hacia sus colegas y dijo algo entre dientes. Quirón se adelantó trotando y se situó junto a ellos, pues era miembro del consejo.

Sileno se estiró su polo amarillo para cubrirse la panza y se reacomodó en su trono de rosales.

—Maestro Underwood, durante seis meses ¡seis!, hemos tenido que oír esas afirmaciones escandalosas según las cuales usted oyó hablar a Pan, el dios salvaje.

—¡Es que lo oí!

—¡Qué insolencia! —protestó el anciano de la izquierda.

—A ver, Marón, un poco de paciencia —intervino Quirón.

—¡Mucha paciencia es lo que hace falta! —replicó Marón—. Ya estoy hasta los mismísimos cuernos de tanto disparate. Como si el dios salvaje fuera a hablar... con ése.

Enebro parecía dispuesta a abalanzarse sobre el anciano y darle una paliza, pero entre Clarisse y Annabeth lograron sujetarla. Percy, por otro lado, tuvo que sujetar a Victoire del brazo cuando la chica hizo el ademán de sacar su espada-latigo, cualquier atisbo simpático en su rostro había desaparecido.

Clarisse las miro a ambas y negó.

—Eso sería un error —murmuró Clarisse—. Esperen.

Percy le lanzó una mirada, sorprendido de verla ahi, y miró a las tres mestizas con curiosidad. ¿Acaso eran amigas? ¿Desde cuándo?

—Durante seis meses —prosiguió Sileno—, le hemos consentido todos sus caprichos, maestro Underwood. Le hemos permitido viajar. Hemos dado nuestra autorización para que conservara su permiso de buscador. Hemos aguardado a que nos trajera pruebas de su absurda afirmación. ¿Y qué ha encontrado?

—Necesito más tiempo —suplicó Grover.

—¡Nada! —lo interrumpió el anciano sentado en medio—. ¡No ha encontrado nada!

—Pero Leneo...

Sileno alzó la mano. Quirón se inclinó y les dijo algo a los sátiros, que no parecían muy contentos: murmuraban y discutían entre ellos. Pero Quirón añadió algo y Sileno, con un suspiro, asintió a regañadientes.

—Maestro Underwood —anunció—, le daremos otra oportunidad.

Grover se animó.

—¡Gracias!

—Una semana más.

—¿Cómo? Pero ¡señor, es imposible!

—Una semana más, maestro Underwood. Si para entonces no ha podido probar sus afirmaciones, será momento de que inicie otra carrera. Algo que se adapte mejor a su talento dramático. Teatro de marionetas, tal vez. O zapateado.

—Pero, señor... no... no puedo perder mi permiso de buscador. Toda mi vida...

—La reunión del consejo queda aplazada temporalmente —declaró Sileno—. ¡Y ahora vamos a disfrutar de nuestro almuerzo!

Los viejos sátiros dieron unas palmadas y un montón de ninfas se desprendieron de los árboles con grandes bandejas llenas de verdura, fruta, latas y otras exquisiteces para el paladar de una cabra. El círculo de sátiros se deshizo y todos se abalanzaron
sobre la comida.

Victoire suspiró, se soltó del agarre de Percy y se acerco a Grover, quien camino hacia ellos, desanimado. Le dio un apretón en el hombro, dándole ánimos.

—Ojalá se atraganten con una lata —dijo Victoire intentando animar al sátiro, más éste solo suspiró.

—Hola, Percy —dijo Grover al ver a su amigo, estaba tan deprimido que ni siquiera le tendió la mano—. Me ha ido de maravilla, ¿no les parece?

—¡Esas viejas cabras! —masculló Enebro enfadada—. ¡Ay, Grover, ellos no tienen ni idea de cuánto te has esforzado!

—Hay una alternativa —intervino Clarisse con aire sombrío. Victoire se estremeció y miró a su amigo sátiro con gesto preocupado.

—No, no. —Enebro movió enérgicamente la cabeza, ella sabía a lo que se refería Clarisse—. No te lo permitiré, Grover.

Él se puso lívido.

—Tengo... que pensarlo. Pero ni siquiera sabemos dónde buscar.

—¿De qué estan hablando? —preguntó Percy. Victoire se mordió el labio. No le habían contado absolutamente nada sobre el laberinto porque no querían preocuparlo durante esos seis meses fuera del campamento.

Pero ahora él debía saberlo. Victoire abrió la boca dispuesta a explicarle todo, cuando una caracola sonó a lo lejos. Apretó los ojos y lanzo una maldición por lo bajo.

—Mierda, Silena va a matarme. Lo siento, los veo luego —y echo a correr usando su habilidad.

Percy frunció el entrecejo al verla alejarse de la nada. Annabeth volteo a verlo con una ceja alzada y una pequeña sonrisa en labios.

—Luego te lo explico, Percy. Ahora será mejor que volvamos a las cabañas. Está empezando la inspección.

     
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                  

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Cuando Victoire llegó a la cabaña de Afrodita, la pelinegra de ojos azules la estaba esperando de brazos cruzados frente a está.

—Llegas tarde, cosa irónica ya que eres la más veloz del campamento —espetó ella. Victoire esbozo una pequeña sonrisa arrepentida.

—Lo siento, la audiencia de Grover era hoy.

Al oir eso, el gesto de Silena se suavizó.

—Oh, ¿Cómo le ha ido?

Victoire hizo una mueca.

—Esas viejas cabras siguen sin creerle nada. Le han dado una semana más, si no lo logra, retirarán su permiso de buscador.

—Lamento oir eso —Respondió Silena—, ¿Qué hará ahora?

—Pues solo hay una opción que Grover no ha probado.

Silena volteo a verla, alarmada.

—No estarás hablando de ... —Victoire asintió—, pero ¡Es un sátiro! No aguantaría estar ahí abajo.

Y por el gesto en el rostro de su amiga, Silena entendió que ella pensaba lo mismo. No obstante, era la única oportunidad de Grover. Silena, al verla tan contraríada soltó un suspiro para cambiar el tema.

—Será mejor empezar la inspección —y le tendió a Victoire su rollo de papiro para las cabañas.

Victoire asintió de acuerdo, tomó su rollo y ambas entraron a la cabaña diez; la cabaña de Afrodita era literalmente una cabaña al estilo barbie: las paredes pintadas de color rosa y los marcos de las ventanas de color blanco. La cortinas de encaje de color azul y verde pastel que hacían juego con las sábanas y edredones de las camas, las cuales están acomodadas en una hilera de literas separadas por una cortina y decoradas con fotos de atractivas estrellas de cine y cantantes.

Tal como Victoire esperaba, la cabaña diez estaba pulcra. Ni una sola cosa fuera de lugar y absolutamente nada de polvo en los rincones.

—Bien hecho cabaña diez, estoy orgullosa de ustedes —Dijo Silena hacia sus hermanas y hermanos de cabaña. Estos sonrieron complacidos y ambas chicas salieron de la cabaña para anotar el puntaje que cada una consideraba para la cabaña.

De reojo Victoire vislumbró a cierto pelinegro correr hacia su cabaña como si el mismísimo Cronos lo estuviera persiguiendo. Victoire se giró en redondo hacia Silena, llamando la atención de la pelinegra en dirección contraría a Percy.

— ¿Y si empezamos con las cabañas de las diosas? -?—propuso ella para darle tiempo a Percy.

Más Silena negó y la miró con seriedad.

—La única razón por lo que empiezo con mi cabaña es para que no se quejen de favoritismo, pero en realidad debemos empezar con las cabañas de los dioses masculinos y por orden numérica. Así que vamos a tu cabaña —ordenó ella dando media vuelta para dirigirse a la cabaña uno.

Victoire resopló. La hija de Afrodita era genial, pero muy estricta respecto a las reglas, sobre todo si estás se trababan de las inspecciones de limpieza.

Victoire siguió a la chica hasta su cabaña, la cual fue muy rápida de revisar. Únicamente estaba la cama de Victoire, un cajonero al costado de está, y a los pies de la cama, un baúl tallado en madera donde la castaña guardaba su ropa y cosas personales. Al otro lado de la cama, había un pequeño escritorio donde Victoire guardaba sus cuadernos y utensilios de dibujo. Y sobre éste, colgados en la pared, estaban sus viejos y nuevos dibujos. Eso, sin contar la enorme estatua de Zeus hippy, era lo único que conformaba la cabaña uno.

No obstante, todo estaba perfectamente limpio y ordenado.

—No esperaba menos de ti —comentó Silena a la castaña y juntas salieron de la cabaña para dirigirse a la número tres, la de poseídon.

Victoire se mordió el labio y le rezó a los dioses para que Percy hubiera tenido tiempo de guardar todo debajo de su cama, como mínimo. Más al entrar se llevó una enorme sorpresa.

—¡Caramba! —soltó Silena llamando la atención de Percy y de la persona que lo acompañaba.

Victoire, al verlo, esbozo una sonrisa enorme y exclamó

—¡Tyson!

—¡Vi-vi! —y se acercó a ella para abrazarla, alzandola del suelo casi un metro.

Victoire y Tyson no se conocían en persona, pero si por mensajes Iris; La primera vez que Victoire vio al cíclope al otro lado de la niebla en la cocina de Percy, pego un gritó y dejo caer el vaso de agua que tenía en mano, asustando a Percy y al mismísimo Tyson.

—Es un... Es un... —se encontraba en shock y a nada estuvo de sacar su espada, cosa inútil cuando se trataba de un mensaje Iris, pero Percy la detuvo.

Rápidamente la apartó para llevarla a la sala donde le explicó el parentesco que tenía con el cíclope y asegurarle que esté era bueno. Victoire tragó saliva y le creyó, regresando con él a la cocina donde saludo tímidamente a Tyson.

Tyson, en cambio, la saludó alegremente al otro lado de la niebla.

—¡Hola, soy Tyson, hermano de Percy!

Su energía alegre contagió a Victoire y pronto ambos comenzaron a hablar bien.

Y claro, esa no fue la última vez que hablaron. Resultó ser que a Tyson le gustaba hablar con ella y cada que podía le hablaba por mensaje Iris.

—¿Por qué no me dijiste que vendrías? —le preguntó Victoire a Tyson ignorando la mirada sorprendida, y un tanto resentida de Percy. A él no lo había saludado con ese entusiasmo.

—Queria darles una sorpresa... A ambos —dijo mirando también a su hermano.

Silena carraspeo y Victoire rápidamente recordó que estaban en plena inspección. Se separó de Tyson y comenzó a escrutar la cabaña junto con la pelinegra. Para sorpresa de ambas, está estaba impecable y hasta decorada.

—Bueno, confieso que tenía mis dudas —le dijo Silena a Percy—, pero veo que la has dejado preciosa. Lo tendré en cuenta.

Le guiñó un ojo y salió de la cabaña.

—Si soy honesta, creí que estaría hecho un desastre —confesó Tori—, Nos vemos luego —soltó una carcajada al ver el gesto ofendido de Percy y siguió a Silena al exterior.

—¡Adiós Vi-vi! —gritó Tyson y se giró hacia Percy—, es más hermosa en persona.

Percy ni siquiera lo negó.

—Si, lo es.
     
                        
                        
                        
                        
                  

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𝐁𝐚𝐫𝐛𝐬 © | 𝟐𝟎𝟐𝟐 ✔️

El segundo acto de Sempiterno ya está aquí! AHHHHH si bien no tenía pensando en publicar hasta que Metanoia este a la par, surgieron unos problemas  y tinta me pidió continúar con la historia. Así que, bueno, aquí estoy.

¡Victoire está de regreso!

¿Que opinan del primer capítulo? ¿Porqué Victoire está negada aceptar que siente algo por Percy?

Estaré leyendo sus comentarios bonitos 🖤

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BARBS JACKSON

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