extra v: la trampa ⁵
🌿✨ 𓄴 SEMPITERNO presents to you
▬▬▬ Chapter extra: part five
❝ The trap ❞ 𓂅̇⭒
▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃
El viaje en el metro fue bastante tranquilo, considerando el hecho de que nos habíamos colado y escondido de los guardias de seguridad que podrían notar la presencia de cinco chicos sin supervisión adulta.
En cuanto la línea C hizo su parada en la estación más cercana al centro de Central Park, los cinco salimos disparados de allí y corrimos las pocas cuadras que nos separaban de nuestro destino.
Una vez que llegamos a una de las entradas del enorme parque situado en medio de la gran manzana, nos dispusimos a pasar un buen día en aquel lugar con el dinero que habia tomado prestado de las carteras de las señoras del metro.
El hecho de robar dinero no es algo de lo que esté orgulloso, especialmente cuando Victoire y Annabeth estaban presentes y podrían atraparnos en un lugar cerrado como lo era el metro. Pero para cuatro menores de edad y un sátiro que físicamente lucía igual que uno, una fuente de ingresos era completamente inexistente para nosotros.
Tiempos desesperados requieren medidas desesperadas, supongo.
—¿A dónde vamos primero? —lancé la pregunta al aire.
Tan pronto como esas cuatro palabras salieron de mi boca, Victoire alzo la mano con entusiasmo.
—¡Al Museo metropolitano de arte! —exclamó con una sonrisa abierta que mostraba todos sus dientes.
—Pero eso queda hasta el otro lado del parque —objetó Grover.
Entonces la sonrisa de Vic comenzó a desvanecerse, lo que me hizo sentir terrible.
—No importa —dije—. Estaremos todo el día aquí, podemos recorrer todo el lugar si eso queremos. Entonces, ¿Al museo?
Annabeth, Thalía y Grover asintieron, lo que hizo que la sonrisa de Victoire volviera a aparecer.
De este modo, los cinco nos adentramos por el camino pavimentado del parque en dirección al Oeste. El trayecto hasta el Museo Metropolitano fue largo, pero gracias a un mapa que encontré tirado en el suelo, pudimos recorrer una buena parte del parque sin perdernos en el intento. Pasamos por el Teatro Delacorte, donde vimos una estatua de bronce que representaba a una pareja a punto de darse un beso.
Según nos contó Annabeth, era una representación de Romeo y Julieta. Sí, esa pareja con familias enemistadas que tuvo un trágico final y que al parecer a todo el mundo le encanta.
No entendía qué le veían de romántico morir junto a tu pareja. Nunca había leído el libro y tampoco tenía ganas de hacerlo. Sin embargo, Victoire y Annabeth parecían encantadas con la representación de bronce de aquella pareja.
Preferí no comentar nada al respecto.
Continuamos nuestro camino sin percance alguno hasta que, casi llegando a la Quinta Avenida, nos detuvimos por un grito de Annabeth.
La más joven del grupo señaló con entusiasmo la punta de un obelisco que asomaba entre las copas de los árboles.
—¡La aguja de Cleopatra! —exclamó, volteando a vernos a Thalia y a mí—. ¿Podemos acercarnos a verla?
No pude negarme. Así que nos desviamos un poco del camino y fuimos a contemplar aquel monumento cubierto de jeroglíficos.
—Es impresionante —dijo Annabeth una vez que estuvimos allí. Tenía ese brillo en los ojos que solo aparecía cuando veía algo relacionado con la arquitectura.
No me sorprendía, considerando que era hija de Atenea.
—¿Sabían que está hecho de granito rojo traído de las canteras de Asuán y que mide unos 69 pies de alto? Fue erigido originalmente en la ciudad egipcia de Heliópolis por orden de...
Pero dejé de prestarle atención cuando noté que estaba a punto de comenzar a darnos todos los detalles históricos sobre el obelisco.
Afortunadamente, se detuvo después de brindarnos información suficiente y pudimos seguir nuestro camino hacia el museo. No me malinterpretes, me gusta cuando se emociona con las cosas que le gustan, pero no quería saber quién talló los jeroglíficos ni cuándo trajeron el obelisco a América.
En fin, continuamos nuestro camino hasta llegar al museo. Victoire era la más emocionada de todos. Si no fuera por el hecho de que estábamos en grupo y habíamos acordado permanecer juntos, ella habría recorrido todo el museo en cuestión de minutos.
Era rápida. Muy, muy rápida.
Ninguno de nosotros comprendía cómo podía moverse como un rayo sin cansarse. Thalia y yo sospechábamos que tenía algo que ver con su madre divina, pero no podíamos recordar si alguna diosa era tan veloz como aquel superhéroe de los cómics, Flash.
Victoire siempre había sido más veloz que nosotros, pero con el tiempo, su velocidad superó lo que un semidiós podría considerar "normal".
Para el mediodía, habíamos recorrido más de la mitad de las exposiciones del museo, así que hicimos una pausa para almorzar los sándwiches de pavo que Thalia había comprado con el dinero robado. Una vez que terminamos de comer, continuamos viendo el resto del museo.
A mí no me interesaban las artes en absoluto. No era bueno para dibujar; mis bocetos de muñequitos formados por bolitas y palitos eran prueba de ello. Pero a Victoire y Annabeth les gustaba todo eso. A la primera le encantaba todo lo relacionado con el arte, mientras que a la segunda le fascinaba la arquitectura.
Era sorprendente para unas niñas de once y siete años.
—¿Y ahora a dónde? —preguntó Grover una vez que salimos del enorme edificio de arte.
Miré a Thalia, esperando que ella tomara la próxima decisión, pero Annabeth tomó la palabra.
—¿Podemos ir a la Fuente de Bethesda? —preguntó.
Revisé el mapa. Bethesda estaba a unas nueve cuadras hacia el sur. Era un buen trecho, pero estábamos allí para disfrutar del día sin quejas.
Thalia miró el mapa por encima de mi hombro y luego me miró.
—Todavía es temprano —dijo.
Así que nos encaminamos hacia allá. Aprovechando que debíamos dirigirnos hacia el Centro Sur, decidí tomar algunos desvíos en el camino. De esa manera, pudimos ver la estatua dedicada a Alicia en el País de las Maravillas y el monumento al escritor Hans Christian Andersen. Sí, el que escribió cuentos como La Sirenita, La Reina de las Nieves, El Patito Feo, Pulgarcita, etc.
Finalmente llegamos al corazón del central Park. La fuente de Bethesda se alzaba majestuosamente en el corazón de Central Park, rodeada de exuberante vegetación y de un ambiente sereno. Un escalofrío de tranquilidad recorrió mi cuerpo mientras me acercaba a ella. La estructura imponente de piedra blanca se erguía en todo su esplendor, con detalles intrincados y una arquitectura grandiosa. No tenía que mirar la cara de Annabeth para saber que estaba fascinada con el lugar.
El agua fluía suavemente desde el centro de la fuente, creando pequeñas cascadas que caían en un estanque circular. Los rayos del sol se filtraban a través de los árboles, iluminando el agua en un juego de destellos y reflejos.
Las figuras esculpidas en la fuente parecían cobrar vida. En el centro, una estatua de ángel, con sus alas extendidas y mirada serena, se alzaba sobre una base de columnas adornadas. A su alrededor, había otras esculturas detalladas: seres mitológicos, querubines, ninfas y animales, todos capturados en poses elegantes y enigmáticas.
El sonido del agua que fluía y las risas de los niños que jugaban a su alrededor llenaban el aire, creando una atmósfera de alegría y tranquilidad. La fuente de Bethesda era un remanso de paz en medio del bullicio de la ciudad, un lugar donde la naturaleza y el arte se entrelazaban en perfecta armonía.
Mientras Thalía, Annabeth y Tori posaban para algunas fotos con la cámara instantánea que habíamos obtenido semanas atrás durante nuestro viaje, Grover y yo nos alejamos un poco de la rotonda para comprar unos deliciosos helados en un puesto cercano a la terraza.
—Es sorprendente lo tranquilo que ha sido el día —comentó Grover mientras nos dirigíamos de regreso hacia las chicas—. No he olfateado ningún monstruo, lo cual me resulta extraño considerando lo fuerte que huelen ustedes cuatro.
Intenté no sentirme ofendido. Después de todo, la última vez que había tenido un baño decente había sido la semana pasada.
—Esperemos que el día siga así —respondí—, pero por si acaso, mantén tu olfato activo.
Finalmente, nos reunimos con las chicas y disfrutamos nuestros helados en la terraza, ubicada junto a la impresionante fuente de Bethesda. Una vez satisfechos, continuamos nuestro recorrido por el pasaje inferior, adornado con numerosos arcos y hermosos azulejos. Nos detuvimos un momento allí para escuchar a unos talentosos músicos callejeros que llenaban el lugar con su melodía.
Después de disfrutar de la música, ascendimos por las escaleras del otro extremo del pasaje y decidimos dirigirnos hacia el sur. Visitamos el famoso carrusel, donde cada uno de nosotros eligió montar un caballo distinto.
Después de nuestra visita al carrusel, nos dirigimos a The Dairy, donde nos obsequiaron vasos de leche fresca. Luego, emocionados, nos dirigimos al zoológico, donde debo admitir que me la pasé genial.
El cielo empezaba a teñirse de tonos naranjas y rosados cuando salimos del zoológico. El anochecer se acercaba rápidamente y necesitábamos encontrar un refugio para pasar la noche. Thalía y yo estábamos considerando nuestras opciones dentro del parque cuando Grover habló.
—El santuario de naturaleza Hallet —dijo.
Los cuatro lo miramos, confundidos.
—Tengo unas amigas driadas en ese lugar. Seguro sabrán dónde podemos pasar la noche sin correr peligro —explicó Grover.
La idea de pasar la noche rodeados de árboles y arbustos no era exactamente mi idea de comodidad, pero si Grover estaba tan seguro de que sus amigas de la naturaleza nos ayudarían, debíamos aceptar su oferta.
Afortunadamente, el santuario no estaba muy lejos del zoológico. En el camino, Grover nos contó cómo el santuario había sido restaurado en los años 80. Annabeth y Thalía lo seguían, mientras Victoire caminaba a mi lado cantando la canción que tanto nos gustaba desde que la escuchamos repetidamente en una vieja radio cuando estábamos en Vermont.
—The colors of the rainbow, so pretty in the sky, are also on the faces of people passing by... —cantó ella.
Habíamos tenido un día agitado pero emocionante. Habíamos recorrido más de la mitad de Central Park y mis piernas comenzaban a sentir el cansancio. Anhelaba encontrar un lugar donde descansar, donde poder dormir un rato hasta llegar al campamento al día siguiente.
Siendo honesto, aunque la idea de vivir en un lugar donde se veneran a los dioses no me emocionaba del todo, sentía alivio al saber que estaríamos en un lugar seguro.
En ese momento, el silencio llenó el aire, envolviéndonos a todos.
—¿Vic? —volteé a verla, frunciendo el ceño en confusión. La encontré parada justo detrás de mí, dándonos la espalda. Ya no estaba cantando—. ¿Victoire?
—¿Lo escuchas, Luke? —me preguntó.
Agudicé mis oídos, pero solo percibí el suave sonido de las aves dirigiéndose a sus nidos para descansar.
—¿Escuchar qué, Vic?
—Yo... Creí que...
De repente, se sobresaltó y se dio media vuelta con los ojos desorbitados y lágrimas en sus mejillas.
—Es él —murmuró con la voz entrecortada—. ¡Luke, es él!
Y sin previo aviso, se echó a correr.
Intenté detenerla, pero como había mencionado antes, ella era veloz. Grité su nombre, esperando que se detuviera, pero lo que sea que hubiera escuchado era más poderoso que yo y se alejó por el camino pavimentado.
Corrí tras ella.
Corrí sin importarme nada. No podía permitir que se separara del grupo. Era demasiado arriesgado que una semidiosa como ella estuviera sola.
—¡Luke! ¡Luke, espera!
Ignoré los llamados de Thalía y los demás, y seguí corriendo para alcanzar a Victoire. Sin embargo, la perdí de vista.
—¡Victoire! ¡Victoire!
—¡Luke!
—¡VICTOIRE!
Thalia, Annabeth y Grover me alcanzaron y comenzaron a hacerme preguntas sobre lo que había pasado. Entre el temblor que sentía por dentro y mis nervios de que algo malo le pudiera ocurrir a Victoire, les conté cómo ella había escuchado algo y luego había salido corriendo.
—¿A quién escuchó? —preguntó Annabeth.
Fruncí el ceño sin entender su pregunta.
—¿Qué?
—Dijiste que antes de salir corriendo dijo "Luke, es él". ¿Quién es "él"? ¿A quién escuchó?
Había estado tan asustado que no me había percatado de ese pequeño detalle.
—Yo... No lo sé. Victoire no conoce a nadie más que a nosotros.
—Debe haber conocido a alguien antes que a ti, Luke —rezongó Thalia.
Pero negué.
—No. Antes de conocerme, ella vivía en un orfanato, pero odiaba ese lugar. No desearía volver; no correría hacia alguien de allí por nada del mundo.
—¿No tiene familia? —preguntó Grover.
Pero volví a negar.
—Solo tenía a su... —me detuve cuando una sensación fría me recorrió el cuerpo.
Un pensamiento inquietante vino a mi mente y me hizo estremecer de pies a cabeza. Solo había una persona que conocía a Victoire... pero estaba muerta.
—¿A quién tenía Luke? —preguntó Thalia.
La miré con los ojos llenos de miedo y tragué saliva.
—Su padre. Antes vivía con su padre.
Al parecer, ella comprendió mi temor.
—Pero si él está... —no hizo falta que lo dijera en voz alta—. Debe haber oído a alguien más.
Pero ella sabía tan bien como yo que eso no podía ser.
—Si Tori escuchó la voz de su padre muerto, entonces eso significa que...
Pero tampoco hizo falta que Grover terminara de decir aquello. Sentí un vuelco en el estómago al comprender lo que había sucedido.
—Escuchó a un monstruo.
Al escuchar esas palabras, comencé a gritar el nombre de Victoire como si mi vida dependiera de ello. Pero en realidad, era su vida la que estaba en juego.
La escasa gente que aún recorría el parque nos miraba como si estuviéramos locos. Tal vez yo lo estaba, pero eso no importaba en ese momento.
Necesitaba encontrarla.
Necesitaba saber que estaba bien.
Necesitaba salvarla.
Thalia, Annabeth, Grover y yo nos dispersamos en la búsqueda, llamándola a viva voz, pero no obteníamos respuesta ni encontrábamos ninguna pista sobre su paradero.
El tiempo parecía ralentizarse mientras buscábamos. Cada minuto se volvía una tortura.
Una hora pasó, y aún no la encontrábamos.
Dos horas pasaron, y un verdadero terror se apoderó de mí. Estábamos cerca del zoológico de nuevo cuando, abrumado por el dolor, me dejé caer en el suelo. No me importó el dolor en mis rodillas raspadas. No me importó que la luz del día se desvaneciera rápidamente.
Allí, en medio de Central Park, de noche, me derrumbé y lloré como nunca antes lo había hecho.
Sé que puede parecer patético para alguien de mi edad, pero el simple pensamiento de que Victoire hubiera caído en una trampa de un monstruo y pudiera estar muerta desgarraba mi corazón.
Sabía que debía ser fuerte por los demás. Thalia, Annabeth y Grover estaban igual de devastados. Y aunque mi mente me gritaba que me levantara y pusiera a los demás a salvo antes de que estuvieran en peligro, mi corazón no dejaba de quebrarse por esa niña de ojos marrones y voz de ángel que había sido mi salvación en tiempos oscuros.
Nunca se lo dije.
Nunca imaginé que nos separaríamos.
Gracias a Victoire, encontré una razón para seguir adelante. Un motivo para no rendirme. Con la situación de mi madre, sin una pizca de cordura, y un padre ausente que no le importaba lo que me pudiera pasar, no tenía ganas de vivir.
Cansado de huir de los monstruos y de la policía, estuve a punto de rendirme por completo.
¿Cuál era el sentido de vivir así? Siempre en peligro, sin poder confiar en nadie, vagando por las ciudades buscando algo de comer y un lugar donde pasar la noche.
Estaba harto. Harto de todo.
Hasta que la encontré a ella.
Cuando escuché los sollozos provenientes del callejón al costado del edificio donde me escondía, mi primer instinto fue ignorarlos. Pensé que era solo otro niño perdido buscando a sus padres. Había visto situaciones similares antes.
Pero los sollozos continuaron, y un pequeño jadeo de miedo salió del oscuro callejón. Algo dentro de mí me dijo que debía echar un vistazo.
Con cuidado, salí sigilosamente por la ventana hacia las escaleras de emergencia. No quería que quienquiera que estuviera allí pudiera escucharme o verme. Sin embargo, cuando mis ojos captaron aquel cuerpo encorvado y tembloroso por el miedo, algo se activó dentro de mí.
Sentí el instinto de ayudar a esa niña asustada.
Cuando nuestros ojos se encontraron y vi el brillo de esperanza en los suyos por no estar sola nunca más, supe que había encontrado algo por lo que valía la pena seguir adelante.
Alguien especial para mí.
Decidí protegerla de todo aquel que quisiera hacerle daño y alejarla de mi lado. Porque aquel brillo en sus pequeños ojos llorosos eclipsó todos los pensamientos oscuros que mi mente pudo concebir.
Y su voz... ¡Dioses! La primera vez que la escuché cantar, sentí cómo toda la inquietud y angustia que había llevado conmigo desde que escapé de casa se desvaneció en un instante.
Nunca imaginé que una voz pudiera lograr eso, como si todo lo malo se redujera a nada. Su voz de ángel podía iluminar incluso el día más oscuro.
Desde que la encontré, todos mis días se llenaron de luz y felicidad.
Hasta ahora.
—Somewhere over the rainbow...
Levanté la mirada en medio de la lúgubre oscuridad que nos rodeaba.
¿Acaso era ella...?
—Way up high...
—¿Victoire? —musité con el corazón en la boca.
—There's a land that I heard of once in a lullaby...
Sí, definitivamente era ella.
Ni siquiera me detuve a pensar. Simplemente salí corriendo en dirección a esa canción; corrí sin parar, sin considerar que tal vez fuera una trampa; corrí sabiendo que los demás me seguían.
Su voz me guió hasta el zoológico. Los altavoces, ubicados en la parte superior de los postes de luz, transmitían su canto. Tuve que detenerme cuando llegué a la puerta del recinto, que estaba cerrada. Logré abrirla justo cuando los demás me alcanzaron.
Thalia agarró mi brazo justo cuando llegué al tanque de los leones marinos.
—Podría ser una trampa —me advirtió.
—Tal vez —respondí—. Pero ella está viva, Thalia. Vic está viva y necesito encontrarla.
—Lo sé, pero primero necesitamos un plan.
—Thalia tiene razón —afirmó Annabeth—. Si encontramos a Tori, no podremos ayudarla sin un plan.
Sabía que tenían razón. Me costó mucho quedarme quieto cuando aún podía escucharla cantar nuestra canción favorita.
—Está bien, ¿y cuál es el...
—¡Luke, ayúdame!
Mi estómago se contrajo. Una corriente helada recorrió mi espalda al reconocer la voz de mi madre pidiendo ayuda.
—¿Mamá? —miré a mi alrededor, buscándola.
—¡Luke, hijo, ayuda!
—¡Mamá! —comencé a buscarla desesperadamente. Por el tono de su voz, sabía que estaba aterrada y consciente de que estaba en peligro—. ¡Mamá, ¿dónde estás?!"
—¡Luke, es una trampa! —me gritó Thalia, agarrándome de los hombros—. ¡No es ella!
—Claro que es ella, Thalia —me liberé de su agarre.
—No, no lo es —gimoteó Grover, mirando a su alrededor con miedo—.Los huelo... Están cerca.
No tenía sentido decirle que su olfato se había tardado en percibir la presencia de los monstruos en ese momento. No cuando seguramente ya estábamos rodeados sin darnos cuenta. Ignorando los constantes gritos de mi madre y el dulce canto de Victoire, saqué el cuchillo de bronce que había conseguido hace unas semanas atrás, y me puse alerta ante cualquier movimiento sospechoso.
Sin embargo, Victoire dejó de cantar y el silencio sepulcral nos envolvió.
—No los veo —replicó Thalia, con su lanza ya activada en la mano. A su lado, Annabeth sostenía el cuchillo que le había dado cuando nos conocimos, mientras que Grover sujetaba un palo grueso de madera—. ¿Dónde están, Grover?
—Yo... No lo sé.
—Deben ser invisibles —razonó Annabeth.
—Genial —mascullé—. ¿Cómo se supone que pelearemos si no podemos verlos?
—Eso es fácil... Ninguno peleará.
Los cuatro nos volteamos hacia la voz desconocida al unísono. Les juro que por poco se me cae el cuchillo de la sorpresa cuando vi al león marino mirándonos fijamente en medio del pasillo.
—Pero... es adorable —señaló Grover con una sonrisa.
Pero la sonrisa desapareció cuando el león marino nos gruñó y comenzó a trasmutar frente a nosotros. No sé cómo explicar lo que vi, fue tan extraño, pero el león marino cambió su grueso y corto pelaje por una escamosa como la de un pez cirujano. De su espalda, antes peluda y humeante, emergieron dos enormes alas emplumadas de colores azul y morado. Una cola de serpiente reemplazó su aleta trasera, mientras que dos largas piernas humanas surgieron de su estómago. Una tenía un pie humano, y la otra, una pata similar a la de los dinosaurios que corren a gran velocidad.
Su rostro, antes tierno, se transformó en el de un venado, con sus grandes cornamentas creciendo como ramas de un árbol. Dos brazos surgieron de su pecho, con garras afiladas en lugar de uñas. Sus ojos rojos, como la sangre, nos miraron fijamente como un cazador mira a su presa.
Si no supiera de la existencia de los monstruos, pensaría que la leche fresca que habíamos tomado horas antes tenía alucinógenos.
Nunca había visto una criatura como esa, y si la hubiera visto, nunca la habría olvidado.
—Bien, es solo uno... Podemos derrotarlo —murmuró Thalia sin apartar la mirada del monstruo.
Pero en ese momento, el agua del tanque a nuestro lado comenzó a moverse y media docena de leones marinos saltaron fuera del tanque.
Cada uno de ellos se transformó como el primero, pero sus cabezas adoptaron formas diferentes. Ahora teníamos un león, un oso, un lobo, un leopardo, una gallina y una serpiente mirándonos con sus ojos carmesí.
—Bajen sus armas y mis amigos y yo los devoraremos rápidamente —nos dijo el venado.
Aferré mi cuchillo y observé a cada uno de ellos. Eran demasiados.
—Debemos distraerlos para salir de aquí —masculló Thalia.
Comencé a maquinar algún plan para distraer a esas criaturas y poder escapar del zoológico mutante cuando escuchamos movimientos detrás de nosotros.
Mi rostro perdió cualquier rastro de color cuando vi a Victoire entre las garras de otro monstruo con cabeza de oso polar.
—¡Suéltala! —rugí, llenándome de una enorme cólera al ver las lágrimas recorriendo su pequeño rostro.
El monstruo que la tenía cautiva se carcajeó y la sujetó con más fuerza. Victoire nos miró muerta de miedo.
—Sabíamos que su voz sería su perdición. Nos fue de mucha ayuda atrayéndolos hacia su muerte —gruñó el oso.
Victoire sollozó con más fuerza.
—Lo... Lo siento tanto —balbuceó con arrepentimiento—. No quería... No quería hacerlo, pero ellos me obligaron. Dijeron que los matarían.
Los demás monstruos rieron. El de cabeza de león dio un paso adelante.
—Y de todos modos morirán —se burló él.
—Los únicos que morirán esta noche serán ustedes —mascullé.
—¿Estás seguro de eso, Luke? —retrocedí cuando el monstruo más cercano a mí se transformó—. ¿Estás seguro de poder matarme? —preguntó el rostro de mi madre.
—No es real, Luke —repuso Thalia con una mirada fría en el rostro de mi madre—. Ella no es real.
—Son cambiantes —afirmó Annabeth, quien, a pesar de que sujetaba con firmeza su cuchillo, movía sus ojos grises de un monstruo a otro con nerviosismo—. Atraen a sus presas con la imagen de sus seres queridos.
—Chica lista —gruñó el leopardo—. Ahora suelten sus armas o la niña morirá.
La cabeza de oso polar gruñó y colocó sus garras sobre el cuello de Victoire, quien jadeó atemorizada y me miró suplicante.
—Bajen sus armas... ¡Ahora!
Solté mi cuchillo con rabia. Le lancé una mirada a los demás y vi cómo Thalia apretaba la mandíbula y dejaba caer su lanza. Annabeth, nerviosa, soltó el cuchillo al mismo tiempo que Grover dejaba caer su palo.
Los monstruos nos sonrieron y se abalanzaron sobre nosotros.
—¡¿Quién anda ahí?!
En un abrir y cerrar de ojos, los monstruos se transformaron en leones marinos de nuevo. Y en cuanto Victoire cayó al suelo, libre de las garras del cambiante, salí corriendo en su dirección, pero ella me alcanzó primero y rodeo con sus delgados brazos mi cintura justo cuando una luz blanquecina iluminó nuestros rostros.
—¡¿Qué están haciendo aquí?!
El guardia de seguridad del zoológico nos apuntaba con su linterna.
—Yo... Nosotros...
—Ya veo lo que está pasando aquí —intervino nuevamente el guardia y tomó la radio de su cinturón sin apartar la mirada de nosotros—. George, tengo cinco niños intentando hacer vandalismo en el tanque de los leones, prosigue a...
Todo sucedió tan rápido.
Y juro que nunca podré olvidarlo.
Nunca podré borrar la imagen del guardia de seguridad siendo atravesado por unas enormes garras justo en el centro del pecho.
Thalia y yo tiramos de Victoire y Annabeth, quienes soltaron un grito de sorpresa cuando el hombre jadeó frente a nosotros y nos salpicó el rostro con sangre caliente que emanaba de su boca. Grover temblaba de arriba a abajo, tan atónito e impactado como nosotros.
Los monstruos comenzaron a reír cuando el responsable de quitarle la vida a ese humano terminó de transformarse detrás de él. Sentí un vuelco en el estómago cuando retiró sus garras de la anatomía del hombre y este cayó desplomado a pocos centímetros de nosotros.
Alejé a Vic y a Grover del cuerpo, sin querer estar cerca de esa imagen tan atroz. No obstante, no pudimos dar muchos pasos hacia la salida cuando los demás cambiantes nos rodearon.
—Cómo odio la sangre humana —escupió el que tenía cabeza de gallina, limpiándose las garras en el oscuro uniforme del hombre como si fuera un trapo sucio. Volteó hacia nosotros y juraría haber visto una sonrisa ladina en su pico—. En cambio, la sangre de un semidiós... hmm, es un manjar.
Antes de que pudiera hacer o decir algo, sus compañeros se abalanzaron sobre nosotros. Apreté el cuerpo de Victoire contra el mío y cerré los ojos, esperando nuestro muerte, más nunca esperé que terminaríamos amarrados y arrastrados como prisioneros hacia el hábitat de los osos grizzly, los cuales se encontraban atados al igual que nosotros, como unas mascotas. Unas mascotas muy grandes y peludas.
Los cambiantes nos dejaron tirados como un montón de sacos de papas en el suelo de roca mientras ellos encendían una fogata a unos metros de nosotros.
Al parecer preferían semidioses asados en lugar de crudos.
—Todo es mi culpa —sollozó Victoire sin poder mirarnos a la cara—. Ese hombre murió por mi culpa.
Mi corazón se quebró al oirla hablar de ese modo. Era evidente que se sentía terrible.
—No es tu culpa, Victoire —dije con firmeza, buscando su mirada a pesar de que ella la evitaba—. No había forma de que supieras lo que iba a suceder. Los cambiantes son los responsables, no tú.
Annabeth, Thalia y Grover asintieron en acuerdo, reafirmando mis palabras. Pero Victoire seguía negando con la cabeza, con los hombros encogidos y el cuerpo tembloroso por el llanto silencioso.
Mi deseo de consolarla y decirle que todo estaría bien era abrumador, pero cuando intenté acercarme, ella retrocedió, alejándose de mí. Una punzada de dolor atravesó mi pecho ante su rechazo. Miré a Thalia, quien también parecía sorprendida por la reacción de Victoire. Ella nunca antes había rechazado nuestro consuelo.
Era evidente que la culpa la estaba consumiendo. Jugando con su mente.
Y yo no podía permitir que eso ocurriera.
Me arrastre despacio, evitando que nuestros captores me vieran y respetando su espacio personal.
—Victoire, escúchame —dije con suavidad pero con determinación—. No eres responsable de lo que pasó. Los cambiantes son criaturas malvadas que disfrutan causando daño. Lo importante ahora es que estamos juntos y nos ayudaremos unos a otros. No te culpes por algo que está fuera de tu control.
Sus ojos vidriosos se encontraron con los míos, llenos de inseguridad y dolor. Y a medida que nuestras miradas se conectaban, vi un destello de esperanza en sus ojos, una chispa de fe, como si quisiera creer en mis palabras pero no pudiera hacerlo del todo.
—Vamos a salir de esta, Victoire —le aseguré, aunque no sabía como—. Juntos. No estás sola.
Vi cómo sus labios temblaban, pero finalmente asintió ligeramente. Con cuidado, estire lo más que pude mi mano hasta dar con la suya.
Estábamos juntos en esta pesadilla, y juntos encontraríamos la forma de superarla.
Mi mente trabajaba a toda velocidad, buscando desesperadamente una solución para salir de ahí. Miraba a nuestro alrededor en busca de algo que pudiéramos utilizar para liberarnos de las cuerdas, pero parecía que estábamos completamente indefensos.
La situación se volvía cada vez más angustiante, y el tiempo jugaba en nuestra contra.
Victoire seguía sollozando, incapaz de controlar sus lágrimas, y sentía un nudo en mi estómago al verla tan vulnerable y asustada.
Thalia, Annabeth y Grover estaban buscando una salida, pero la expresión de preocupación en sus rostros dejaba claro que no encontraban ninguna solución inmediata.
La angustia crecía en mi pecho mientras el tiempo se agotaba. No podía permitir que aquellas bestias nos devoraran. Tenía que encontrar una forma de proteger a Victoire y al resto del grupo, costará lo que costará.
Fue entonces que un pensamiento se apoderó de mi mente. Recordé un objeto que llevaba siempre conmigo desde que lo encontré en uno de los tantos refugios que tuvimos recorriendo el país, guardado justamente en el bolsillo de mi chaqueta: un mechero.
Estire la mano con algo de dificultad por las ataduras y agarré el encendedor, sintiendo su forma familiar entre mis dedos. No tenía idea si funcionaría, pero era nuestra única oportunidad.
Encendí el mechero y sostuve la llama cerca de la cuerda que me ataban. Ignore por completo el dolor que me atravesó cuando la llama tocaba mis muñecas, puesto que mis manos estaban a mi espalda y no era capaz de apuntar con precisión.
Las cuerdas se debilitaron rápidamente, y con un último tirón, logré liberarme. Sentía mi corazón latir con fuerza y la adrenalina recorrer mi cuerpo, pero sabía que no podía arriesgarme a que me descubrieran.
No sin un plan de respaldo.
Nuevamente mi mente trabajaba a toda velocidad, examiné detenidamente a los cambiantes que estaban cerca de nosotros. Estaban distraídos entre risas y burlas, confiados en su victoria inminente. Fue entonces cuando noté algo que podría ser nuestra única oportunidad de escape.
Unas rocas afiladas sobresalían del suelo a poca distancia de donde estábamos. Si lograba liberar a mis amigos sin que me vieran, podríamos utilizar esas rocas como armas improvisadas. Aunque sabía que no sería fácil y que estábamos poniendo nuestras vidas en riesgo, no había otra opción.
—Escúchenme —les dije en un susurro tenso—. Voy a sacarles esas cuerdas y cuando diga "ahora", Thalía y yo correremos por aquellas rocas puntiagudas y las usaremos como armas para defendernos mientras ustedes se ocultan en esos árboles.
—¿Qué? Pero también queremos ayudar —replicó Annabeth.
Negué varias veces.
—Es demasiado peligroso.
—Puedo ayudar —refutó ella.
Pero me negaba a dejar que saliera herida. Ella o Victoire.
—Puede hacerlo —intervinó Thalía a su favor. Volteé a verla incrédulo, sin poder creer que estuviera de acuerdo, cuando Thalía negó y me contó su idea—. Que use su gorra invisible para encontrar la puerta mientras tú y yo distraemos a los monstruos. Grover y Tori pueden ocultarse mientras tanto.
Volteé a ver a Victoire, quien claramente reflejaba en sus ojos el miedo de pelear contra esos monstruos. Sin embargo, y en cuanto su mirada se encontró con la mía, el terror cambio a determinación.
—Peleare contigo.
Me negué rotundamente.
De todos nosotros, Victoire era la menos indicada para combatir.
—Tu y Grover se ocultaran en los árboles hasta que Annabeth dé con la puerta y la abra. Una vez que lo haga, huiremos juntos.
—Pero...
—Vic, no sabes pelear con tu espada. Mucho menos con tu arco —señale—. Es muy peligroso. Thalía y yo necesitamos enfocarnos en distraerlos lo suficiente para que Annabeth abra la puerta. No serías de mucha ayuda ahí. Lo siento.
Sabía que había sido muy directo y que seguramente la había herido con mis palabras. Pero estábamos hablando de una situación de vida o muerte y no podía dejarla pelear con nosotros.
—Esta bien —aceptó finalmente, cabizbaja.
Me sentí mal por dejarla de lado, pero era necesario.
—Bien, tenemos un plan.
Los segundos parecían eternos mientras me movía lentamente hacia los demás para quemar sus cuerdas. Mis manos temblaban, pero hacia todo lo posible por no tocar la piel de mis amigos con el fuego.
Solo faltaba muy poco para que la cuerda de Thalía se quemara por completo cuando los cambiantes se dieron cuenta de lo que estaba haciendo. Rápidamente se abalanzaron sobre nosotros.
—¡Ahora!
¿La buena noticia? Logré liberar a Thalía a tiempo.
¿La mala? Sentí la garra afilada de uno de ellos rasgando mi espalda, y el dolor me inundó.
Pero no me rendí. Luché con todas mis fuerzas para abrirme paso y agarrar una de las rocas afiladas sabiendo que Grover se llevaría a Victoire a los árboles mientras Annabeth desaparecía bajo su gorra mágica.
El combate fue caótico y brutal. Los cambiantes nos superaban en número y ferocidad, pero Thalía y yo nos negamos a rendirnos. Nos defendimos con uñas y dientes, utilizando las rocas y nuestros instintos de supervivencia. Cada uno de nosotros recibió heridas, pequeños cortes que marcaban nuestra valentía y resistencia.
El enfrentamiento se prolongó, y en varios momentos creí que sucumbiriamos. La adrenalina corría por nuestras venas mientras luchábamos por nuestra libertad. La herida en mi espalda me punzaba, pero no me rendí y apuñale a un cambiante con la roca afilada justo en el pecho. Este rugió de dolor y cayó al suelo en un charco de líquido morado. Al no tener armas de bronce, no podíamos matarlos, pero si herirlos.
—¡Luke, cuidado! —escuché gritar a Grover. Y gracias a su advertencia logré esquivar el zarpazo de uno de los cambiantes.
No obstante, y en ese momento, un rugido ensordecedor se abrió paso entre la noche. Y tras este surgieron otros tres más. Fue entonces que los vimos, los ojos grizzlies habían sido liberados y corrían furiosos hacia los cambiantes, quienes rugieron con ferocidad al ver el ataque sorpresa.
Thalía y yo observamos atónitos como los cambiantes y los osos grizzly se enfrentaban ferozmente.
—¡Rápido, Annabeth encontró la salida! —gritó Vic llegando a nuestro lado a una velocidad increíble. En su mano sostenía una de las rocas y supe enseguida quien había liberado a los osos.
No le reproche el hecho de que se había separado de Grover, sino que en su lugar ella, Thalia y no nos abrímos paso entre el enfrentamiento, esquivando golpes, evitando las garras afiladas y apuñalando a uno que otro cambiante con las rocas.
Sujete con firmeza la mano de Victoire y jale de ella hacia mi cuerpo cuando su cabeza corrió peligro de ser arañada, sin embargo, y para mí mala suerte, mi brazo recibió el impactó por ella. Un dolor agudo me atravesó por completó cuando la herida sangrante se abrió en mi piel. Grité de dolor, pero no me detuve.
Con todas nuestras fuerzas, nos abrimos camino hacia la puerta del hábitat bajo la guía de Annabeth. Los rugidos y los gruñidos resonaban a nuestro espalda, y a pesar de las heridas y el cansancio, no dejamos de correr hasta alcanzar la salida y estar fuera del hábitat de los osos grizzly. Encontramos nuestras mochilas y armas en el mismo lugar donde fuimos capturados. No perdimos ni un segundo en tomar nuestras cosas para salir corriendo, nuevamente, hacia la salida del zoológico, donde no nos detuvimos hasta llegar a una salida de central Park, donde tomamos grandes bocanadas de aliento para recuperarnos, sintiendo el alivio de haber escapado con vida.
Intenté ver la gravedad de mis heridas, que seguía sangrando, pero un quejido brotó de mis labios cuando levanté mi camiseta empapada en sangre.
Victoire se acercó a mí, con sus ojos llenos de preocupación.
—Luke, estás herido —dijo con voz temblorosa.
Sonreí débilmente y le acaricié la mejilla.
—No te preocupes, Vic. Estoy bien. Lo importante es que todos estamos a salvo.
Sin embargo, y en cuando termine de decir esas palabras, caí al suelo sin fuerza alguna en mis piernas. Parecía que mis heridas eran más graves de lo que creía.
—¡LUKE!
Sentía los párpados pesados, pero hice hasta lo imposible para mantenerme despierto y poder ver a Victoire, de rodillas a mi lado, totalmente destrozada por verme así.
—¡Es todo mi culpa, Luke! ¡Es mi culpa! —sollozaba fuertemente—. ¡Lo lamento tanto! ¡Lo siento!
Quise negar, decirle que no había sido así, pero entonces perdí el conocimiento y no pude limpiar las lágrimas calientes que corrían por sus mejillas.
Desperté horas después en este depósito, de alguna forma Thalía y Grover se habían encargado de cargar conmigo hasta aquí mientras Annabeth y Victoire cargaban con nuestros mochilas. Mi cuerpo me dolía, sobretodo mi brazo y mi espalda, pero me encontraba vivo y vendado junto a Thalía, Grover y Annabeth, que era lo más importante.
—¿Y Victoire? —pregunte cuando no la vi cerca nuestro.
Annabeth señaló el otro lado del cuarto donde estábamos, y vi a Victoire encogida entre sus rodillas, temblando levemente. Sollozando.
—Se siente culpable —habló Thalía cabizbaja—. Por más que le dijimos que no fue culpa suya, ella no cree lo mismo. Según ella, casi mueres por su culpa.
—Ella... Ella juró no volver a cantar nunca —añadió Grover con pena y tristeza—. Dijo que su voz era una amenaza para todos.
Negué incrédulo. ¿Cómo podía Victoire pensar eso de su hermosa voz?
—Hablare con ella —determiné, pero cuando intenté levantarme Thalía me tomo del brazo y negó suavemente.
— Deja que se tranquilice primero —pidió—, tu no la viste cuando perdiste el conocimiento, Luke. Fue ... dioses, nunca la había visto de ese modo. Ella realmente pensó que te perdería para siempre.
Mi corazón dio un vuelco al oir las palabras de Thalía. Miré nuevamente a Victoire y me sentí terrible al imaginar como se habrá puesto cuando perdí la consciencia.
—Esta bien —dijo al final y Thalía suspiró profundo mirando se removió en el suelo de piedra gris—. Duerman un poco —les dije a los tres—. Yo haré guardia hasta que amanezca.
—Necesitas descansar Luke, yo la hare —dijo Grover.
Pero negué.
—No tengo sueño. Además, no falta mucho para que amanezca y tengamos que partir a ese campamento tuyo.
Grover se sonrojó.
—No es mío, mío... Es para todo semidiós.
Me reí levemente.
—Lo sé. —le dije antes de insistirle en que durmiera.
Y aquí estamos, a nada de que el sol salga y tengamos que dejar este viejo almacén. Los chicos siguen dormidos, al igual que Victoire, que hace dos horas atrás se quedó dormida. No se ha acercado a nosotros. Ni siquiera me ha dirigido la palabra.
Seré honesto en estas páginas. Me entristece saber que Victoire juró no volver a cantar.
No quiero que lo deje.
No quiero no poder volver a escucharla.
Su voz es mi ancla al mundo.
Su voz y ella es lo más preciado para mí.
Pero tampoco seré egoísta. Si cantar la hace sentir mal por lo que pasó, entonces no insistiré en algo que pueda lastimarla.
Solo espero que con el tiempo ella comprenda que su voz no es una amenaza, sino un alivio al alma para los demás.
Deseo que lo comprenda.
Deseo que algún día pueda dejar atrás este día.
Pero por ahora, solo espero que cuando tengamos que salir de este almacén las cosas vuelvan a ser como antes y deje de sentirse culpable. No podría soportar que Vic este alejada de nosotros mucho tiempo.
Oh, Annabeth y Grover están despertando, espero poder escribir de nuevo cuando lleguemos al campamento mestizo.
Me despido por ahora,
Luke Castellan.
ㅤㅤㅤㅤㅤ
ㅤㅤㅤㅤㅤ
ㅤㅤㅤㅤㅤ
ㅤㅤㅤㅤㅤ
ㅤㅤㅤㅤㅤ
ㅤㅤㅤㅤㅤ
ㅤㅤㅤㅤㅤ
ㅤㅤㅤㅤㅤ
ㅤㅤㅤㅤㅤ
ㅤㅤㅤㅤㅤ
ㅤㅤㅤㅤㅤ
ㅤㅤㅤㅤ
ㅤㅤㅤㅤㅤ
ㅤㅤㅤㅤㅤ
ㅤㅤㅤㅤㅤ
ㅤㅤㅤㅤㅤ
ㅤㅤㅤㅤㅤ
ㅤㅤㅤㅤㅤ
ㅤㅤㅤㅤㅤ
ㅤㅤㅤㅤㅤ
▬▬▬▬▬▬ 📖 ▬▬▬▬▬▬
ㅤㅤㅤㅤㅤ
ㅤㅤㅤㅤㅤ
ㅤㅤㅤㅤㅤ
ㅤㅤㅤㅤㅤ
ㅤㅤㅤㅤㅤ
ㅤㅤㅤㅤㅤ
ㅤㅤㅤㅤㅤ
ㅤㅤㅤㅤㅤ
ㅤㅤㅤㅤㅤ
ㅤㅤㅤㅤㅤ
ㅤㅤㅤㅤㅤ
ㅤㅤㅤㅤㅤ
ㅤㅤㅤㅤㅤ
ㅤㅤㅤㅤㅤ
ㅤㅤㅤㅤㅤ
ㅤㅤㅤㅤㅤ
ㅤㅤㅤㅤㅤ
ㅤㅤㅤㅤㅤ
ㅤㅤㅤㅤㅤ
ㅤㅤㅤㅤㅤ
ㅤㅤㅤㅤㅤ
ㅤㅤㅤㅤㅤ
Leer ese día desde el punto de vista de Luke fue más duro de lo que pensé.
Saber cómo se sintió al verme salir corriendo y no poder alcanzarme me partió el corazón.
Fuí una estúpida por caer en esa trampa.
Fui una idiota por poner a mi familia en tal peligro.
Pero ahora también comprendo que mi voz no es una amenaza como lo imaginaba.
Las palabras escritas de Luke sobre mi voz se habían marcado profundo en mi corazón ese dia. Nunca supe lo mucho que lo había ayudado en aquel entonces.
No sabía lo mucho que había significado para él.
Ojalá lo hubiera sabido antes.
Ojalá le hubiera podido cantar más tiempo.
En sus últimos minutos con vida lo hice. Cumplí su deseo. Pero volví a sentirme destrozada como cuando cante para atraerlos a esa trampa mortal.
Pero podría intentar cambiar eso.
Por él.
Por Luke.
Perdoname Luke.
Perdóname por no haberte ayudado como de niños, perdóname por quitarte algo que tanto te gustaba.
Cerré el diario con su broche de bronce y abrí mi baúl al pie de la cama para guardarlo hasta el fondo de todo. Tal vez otro día lo siga leyendo.
O tal vez se quede ahí hasta que muera.
No lo sé.
No estoy segura de nada por ahora.
Mientras te estoy contando todo esto, el diario sigue ahí dentro. Intacto.
Acumulando polvo entre sus páginas.
De lo único que si estoy segura ahora es que Luke no desearía que dejara de hacer lo que me gusta hacer por algo que paso en el pasado.
Así que me prometí a mi misma, y a él, cambiar eso: Intentaré dejar el pasado en el pasado y viviré mi presente con sus recuerdos guardados en el fondo de mi baúl.
Y creo que tengo en mente a una personita con quién puedo comenzar a cambiar eso.
Me despido por ahora, semidioses. Tengo que buscar a Emma.
▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬
▊▋▊▌▊▍▎▊▊▋▊
𝐁𝐚𝐫𝐛𝐬 © | 𝟐𝟎𝟐𝟑
Después de 300 años he finalizado el Extra del diario de Luke 😭 no sé ustedes, pero a mí me ha encantado mostrar este lado de Luke. Su amistad con Tori es de lo más bonito y trágico 🤧
En fin, no tengo mucho que decir. Todavía faltan algunos extras y está vez Percy tendrá más participación GG
Me despido por ahora ✨
BARBS JACKSON
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro