
❝ Capítulo Uno ❞
࣪˖ ͙۪۪̥˚┊❛ S E C R E T S ❜┊˚ ͙۪۪̥◌
🍨 ⋆。˚ presents to you chapter one ▶❝ the return to Hawkins ❞ ▬▬ 𝗮 𝘀𝘁𝗲𝘃𝗲 𝗵𝗮𝗿𝗿𝗶𝗻𝗴𝘁𝗼𝗻 𝗳𝗮𝗻𝗳𝗶𝗰𝘁𝗶𝗼𝗻 ⚓ © 𝗐𝗋𝗂𝗍𝗍𝖾𝗇 𝖻𝗒 𝖻𝖺𝗋𝖻𝗌 ✨
Volver a Hawkins después de dos años se sentía irreal.
Tessa Jones había pasado la mayor parte de su vida en aquel pueblo, recorriendo sus calles con la familiaridad de quien conoce cada rincón. Pero ahora, al estar de vuelta, todo le resultaba extraño, como si el tiempo hubiese convertido aquel lugar en un eco lejano de lo que solía ser.
Cuando se marchó, la decisión le pesó en el alma. Lo comprendió demasiado tarde, cuando ya estaba en casa de su tía Jules, a cientos de kilómetros de distancia. Solo entonces cayó en la cuenta de que había dejado su hogar sin despedirse de nadie.
Ni siquiera de su familia, que yacía sepultada en el cementerio del pueblo.
Nunca les dijo adiós.
Nunca estuvo lista para hacerlo.
Y no estaba segura de hacerlo en ese momento.
Pero más que la partida, lo que realmente le dolía era la idea de haberse quedado.
Seguir en Hawkins habría significado caminar por las mismas calles que solía recorrer con sus padres y Chris. Habría significado pasar frente a su antigua casa y enfrentar el vacío de saber que nunca más encontraría a su familia esperando dentro.
Por eso nunca volvió a recoger sus cosas. Jules lo hizo por ella.
Ahora, dos años después, el dolor seguía ahí. Ya no como un incendio que la devoraba por dentro, sino como una herida cerrada a medias, con una costra que picaba constantemente, instándola a arrancarla.
Pero Tessa sabía que no podía hacerlo.
Porque si lo hacía, el dolor regresaría con la misma intensidad de antes.
Tessa se quedó inmóvil, con la mirada fija en la casa que alguna vez había sido su hogar.
Era exactamente como la recordaba.
Las paredes blancas y el techo color café chocolate seguían intactos, como si el tiempo no hubiera pasado. Las cortinas de la cocina aún eran azules, las mismas que su madre había elegido con tanto esmero. Bajo las ventanas, las macetas conservaban las lavandas que una vez plantó junto a ella, un recuerdo silencioso de tiempos más felices.
A un costado de la casa, el viejo sauce seguía en pie. Su padre había colgado un columpio en sus ramas cuando ella era niña, y años después, Chris lo había usado también.
Todo estaba igual.
Todo, excepto el buzón.
"Los Kingston."
El nombre de su familia había sido reemplazado.
Esa ya no era su casa. Ya no era su hogar.
-¿Te puedo ayudar en algo, cielo?
La voz la sacó abruptamente de sus pensamientos.
No se había dado cuenta de que la nueva dueña de la casa había salido al porche, sosteniendo la mano de una niña, su hija, seguramente.
Tessa no quería imaginar el aspecto que debía tener en ese momento. La expresión preocupada en el rostro de la mujer le decía suficiente.
Después de todo, ¿qué pensaría cualquier persona si, al salir de su casa, encontrara a una completa extraña de pie frente a ella, contemplándola con ojos opacos y tristeza evidente?
No era normal.
Tessa tragó el nudo en su garganta y forzó una leve sonrisa antes de responder:
-No, gracias, estoy bien.
Sus ojos recorrieron la casa una última vez.
-Tiene una linda casa.
Y con eso, se giró y comenzó a alejarse por la calle.
No obstante, antes de perderse en la distancia, escuchó la voz de la niña murmurándole algo a su madre.
-Esa chica es extraña, mamá.
-Silencio, Molly, te puede escuchar.
Tessa no se inmutó.
Porque la pequeña Molly tenía razón.
Ahora, ella era una extraña en Hawkins.
O, al menos, así se sentía.
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Cuando Tessa finalmente llegó a su destino, los nervios la consumían.
Sus manos temblaban mientras aferraba con fuerza la correa de su maleta, y su corazón latía tan fuerte que parecía ser lo único que podía oír.
Hacía tanto tiempo que no pisaba aquel lugar. Tanto tiempo desde la última vez que vio a quienes vivían en esa casa.
La última vez que estuvo allí fue después de salir del hospital, cuando se disculpó con la mujer que había considerado una segunda madre.
Pero ahora no tenía idea de si sería bien recibida.
Cuando se marchó, no se despidió de nadie.
Nerviosa e inquieta, caminó hasta la puerta y tocó el timbre.
Cada segundo de espera se sintió eterno. Su pecho se oprimió con la sensación de que su corazón estaba a punto de salírsele del pecho. Y entonces, la puerta se abrió.
Tessa se congeló.
Ahí, de pie en el umbral, estaba él.
El chico que, años atrás, había sido prácticamente un hermano para ella.
-¿Jonathan? -murmuró, sorprendida por lo cambiado que estaba.
Los ojos de Jonathan se abrieron con incredulidad.
-¿Tessa? -musitó, como si estuviera viendo un fantasma.
Ella no pudo evitar sonreír.
Aún la reconocía.
No la había olvidado.
-Sí. -asintió.
Y con solo esa confirmación, Jonathan se abalanzó sobre ella, rodeándola en un abrazo fuerte y desesperado.
Un sollozo escapó de la garganta de Tessa.
Nada había cambiado entre ellos.
Jonathan no le guardaba rencor.
No la odiaba por haberse ido.
-Jonathan, ¿quién tocó...?
Ambos se separaron al escuchar la voz.
Tessa giró la cabeza y vio a la dueña de la casa mirándolos con desconcierto. La mujer frunció levemente el ceño, hasta que su mirada se posó en el rostro de la joven.
Retrocedió un paso, llevándose una mano a la boca.
Sus ojos se llenaron de lágrimas.
-Hola, Joyce -susurró Tessa con una sonrisa temblorosa.
-¿Tessa?
Joyce estaba tan atónita que se acercó a ella con pasos vacilantes, sin apartarle la mirada.
El pecho de Tessa se encogió por la culpa.
Joyce Byers había sido una segunda madre para ella.
Su madre y Joyce fueron mejores amigas desde la escuela, y esa amistad perduró incluso después de que ambas formaron sus propias familias.
Tessa y Jonathan prácticamente se criaron juntos.
Él nunca fue solo un amigo.
Él era su hermano.
O, al menos, eso solía pensar... hasta que se fue de Hawkins.
Joyce deslizó con suavidad los dedos por la mejilla de Tessa, como si intentara asegurarse de que realmente estaba ahí.
-Soy yo -susurró la joven.
Y, al igual que Jonathan, Joyce la envolvió en un abrazo fuerte y desesperado.
-Regresaste -musitó con la voz rota por el llanto.
Oírla de ese modo le partió el alma.
La última vez que la vio llorar fue en el hospital, cuando despertó del accidente. Joyce y Jules estaban allí, esperando que recobrara la consciencia. Pero la primera vez... la primera vez que la vio así fue cuando Will desapareció.
Aquel 6 de noviembre de 1983, la señora Wheeler le había pedido que cuidara a Mike y a sus amigos. Will, el hijo menor de Joyce y hermano de Jonathan, era parte del grupo. No era la primera vez que los cuidaba; llevaba años haciéndolo, así que aquella noche se unió a su campaña de diez horas de Calabozos y Dragones.
Jugaron hasta las ocho de la noche, cuando los Wheeler regresaron y los chicos se dispusieron a irse. Normalmente, Tessa los acompañaba a sus casas, pero esa vez Dustin, Lucas y Will insistieron en que podían ir solos. Tardaron en convencerla, pero al final accedió, con la condición de que la llamaran apenas llegaran.
Sin embargo, esa noche solo Dustin y Lucas llamaron.
Will nunca llegó a casa.
Y Tessa nunca pudo perdonarse por haberlos dejado ir solos.
La culpa la consumió durante un mes entero, incapaz de mirar a los ojos a Joyce y Jonathan. Hasta que ocurrió el accidente que destrozó su vida y despertó en un hospital con su tía y Joyce a su lado.
Lloró al verla.
"Lo lamento tanto. Fue mi culpa", le había dicho entre sollozos. Pero Joyce negó con la cabeza y la consoló.
"No fue tu culpa, Tessa. No podías saberlo."
Días después, se marchó de Hawkins.
Y no volvió a verlos.
Hasta ahora.
-Pasa, Tess. Sabes que esta es tu casa -dijo Joyce al separarse y limpiar las lágrimas de sus ojos.
Tessa la siguió al interior junto con Jonathan.
La pequeña casa de los Byers apenas había cambiado. Había algunos detalles distintos, pero en esencia, seguía siendo la misma.
Se sentó junto a Jonathan en la sala. Ambos la miraban, esperando que les diera una explicación.
-Lamento llegar sin avisar -se disculpó, notando que Joyce aún vestía su uniforme de trabajo.
-No te disculpes de nada. Sabes que eres más que bienvenida aquí -respondió la mujer con una sonrisa cálida.
Joyce siempre había sido un amor de persona. Y Tessa la amaba por eso.
-¿Dónde has estado todo este tiempo, Tessa? -preguntó Jonathan, incapaz de contener más la curiosidad.
Tessa optó por la verdad.
-Estuve viviendo con Jules en California.
-¿Cómo está ella? ¿Vino contigo? -intervino Joyce. Conocía bien a Jules, la hermana mayor de la madre de Tessa.
-Está bien. Tuvo que quedarse por trabajo -explicó-. Vine sola. Yo... necesitaba regresar.
-¿Por qué? -preguntó Jonathan, observándola con atención.
Tessa tragó saliva y respiró hondo, tratando de contener el dolor.
-Necesito descubrir qué pasó la noche del accidente. Sé que lo que les conté suena a locura -añadió al ver la expresión atónita de ambos-, pero estoy segura de que lo que vi fue real. Algo en Hawkins mató a mi familia. Y tengo que descubrir qué fue.
Joyce y Jonathan intercambiaron una mirada tensa. Era un gesto sutil, pero lo suficiente para que Tessa lo notara.
-Tessa, cariño... ya pasó más de un año -dijo Joyce con suavidad.
Tessa la miró fijamente.
-Lo sé. Pero no puedo olvidar esa noche. Nunca podré hacerlo. Cada vez que cierro los ojos, las imágenes vuelven a mi mente. Me atormentan, Joyce. Necesito saber la verdad. Solo así podré seguir adelante. Solo así podré decirles adiós.
Odiaba dar lástima.
No era una niña indefensa ni estaba rota hasta el punto de perder el control de sus actos. Tenía diecinueve años. Sabía perfectamente lo que estaba haciendo.
Y, sin embargo, ambos la miraban con compasión.
No dijo nada.
Los entendía.
-Está bien -aceptó finalmente Joyce-. Te ayudaremos en lo que podamos. ¿Tienes dónde quedarte?
Tessa negó con la cabeza, sintiendo una punzada de vergüenza.
-Quédate con nosotros -dijo Joyce sin dudarlo-. Eres bienvenida aquí.
-Gracias -susurró Tessa. Saber que podía contar con ellos de nuevo era un alivio inmenso.
-Bueno, ahora mismo debo irme a trabajar, pero Jonathan estará aquí contigo y también...
Un ruido en el pasillo interrumpió sus palabras.
-Mamá, ¿dónde están mis tenis ro...?
Tessa se quedó sin aliento.
Su corazón dio un vuelco.
Ahí estaba él.
Will Byers.
Los años habían pasado. Se veía diferente. Más grande. Más fuerte.
Will la miró. Y ella a él.
Las manos de Tessa comenzaron a temblar.
Sus ojos se llenaron de lágrimas.
Había pasado tanto tiempo...
Y ahora, finalmente, lo tenía frente a ella.
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𝐁𝐚𝐫𝐛𝐬 © | 𝟐𝟎𝟏𝟗
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