
³ ━ 𝐈𝐓'𝐒 𝐍𝐎 𝐑𝐄𝐀𝐋
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CAPÍTULO TRES
𝘕𝘰 𝘦𝘴 𝘳𝘦𝘢𝘭
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(POR FAVOR VOTA Y COMENTA)
MÉLODE TAMBORILEABA SUS dedos sobre la fría mesa metálica del tren. A unos escasos metros se encontraba Finnick, que le estaba pegando pequeños pellizcos a una magdalena con virutas de chocolate. A diferencia de él, ella no tenía mucho apetito ni demasiado ganas de conversar con nadie.
Librae paseaba nerviosa entre ellos, toqueteándose en un tejemaneje inquieto el pelo y alisando las arrugas de su bonito vestido. La llegada al Panem Express había sido breve y concisa, acompañada por los periodistas y fotógrafos del Capitolio en el camino. Todos estaban listos para ponerse en marcha, solo quedaban por llegar Galatea con los tributos.
Mientras esperaban en silencio, Mélode deseó poder marcharse a su compartimento para tirarse sobre la cama, pero pensó que quizás Librae le echaría un sermón de hacerlo.
Al final no pudo aguantar más su nerviosismo.
—Librae, ¿por qué no te sientas a descansar un rato? Te vendrá bien.
Su mentora se cruzó de brazos y dejó escapar un resoplido de los labios. Pareció darle vueltas al asunto, porque relajó la fina expresión del rostro y tomó asiento en el sillón de cuero que tenía más cercano.
—Ah, sí, disculpa. Siempre ando hecha un manojo de nervios. —Se restregó la cara y se sentó junto a Finnick.
Mélode fue articular una respuesta para quitarle importancia, pero el rubio se le adelantó.
—Creo que a ninguno de los tres le hace gracia tener que volver al Capitolio todos los años. No es plato de buen gusto para nadie preparar a unos chiquillos temblorosos para la matanza.
La mayor le dedicó una mirada de incertidumbre antes de responderle.
—Ojalá fuera eso únicamente, Finnick, pero me temo que las circunstancias son más delicadas. —Dejó la mirada pensativa sobre el chico y acabó negando con tristeza.
El rubio se limitó a comer todo lo que había sobre la mesa, lejos de darle importancia a las palabras que utilizó la mentora. Mélode y Librae, por otro lado, permanecieron inmóviles sobre sus asientos.
—Vamos a ser honestos, todos tenemos motivos para querer saltar por la ventana. Así que por favor, vamos a intentar concentrarnos y dejar los problemas a un lado. Tenemos mucho trabajo de por medio. Para empezar, ¡tú, deja de comer! no quiero que llegue Galatea y empiece a darnos otra charla sobre las dietas —Intervino Mélode.
Finnick se sobresaltó con el cambio de voz de la pelirroja, y soltó la magdalena al instante.
Por si acaso, la pelirroja agarró un erizo de mar que arrojarle por si se atrevía a pasarse de listo. No le quedaba mucha paciencia.
Se suponía que los tributos profesionales —incluso sus mentores— tenían totalmente prohibido consumir más calorías de las que necesitaban. Siempre le había parecido una tontería, una norma anticuada y sin sentido. Dadas las circunstancias, que comieran todo lo que desearan. Para la mayoría de tributos sería su última comida. En cuanto a los mentores, bueno, ellos ya habían ganado sus Juegos... así que, ¿qué importaba?
Justo un momento más tarde se abrieron las puertas del vagón y Galatea apareció con los dos tributos a la espalda. La pelirroja decidió soltar el erizo de mar —para que no la tomaran por loca— y aparentó normalidad con una pequeña sonrisa. Finnick amagó con reírse, así que le propinó una patada por debajo de la mesa.
La mujer alzó las manos y les fue haciendo un pequeño tour por las inmediaciones del vagón comedor.
Los dos tributos parecieron impresionados por todas las bandejas con comida que vieron —aunque el chico intentaba parecer menos que ella. Después la escolta los instó a sentarse y empezaron las presentaciones.
La chica no era muy alta, musculosa o intimidante. El chico era solo un poco más corpulento, con la espalda muy recta y una expresión desafiante en el rostro. Los dos tomaron asiento frente a sus mentores con aparente nerviosismo y Galatea terminó su discurso.
—Debéis comprender que en el Capitolio los modales son, ¡super importantísimos, lo más de lo más! Así que no pienso tolerar faltas de comportamiento o de respeto hacia nadie. Ya conocéis a vuestros mentores, ellos serán los encargados de ayudaros en la arena y aconsejaros —recitó, como de costumbre.
Tenían frente a ellos; a una rábida* que gritaba por las noches, a un sexymbol vanidoso, y a una mujer estresada y maniática. Y también estaba Galatea, con la pequeña nube fucsia que usaba como traje y las pestañas y los labios dorados. Eran un equipo de lo más curioso.
Guardaron silencio un buen rato, hasta que la escolta se vió obligada a intervenir para romper el mutismo.
—¿Por qué no vemos el resto de las cosechas?
Todos se recostaron en el sillón para tener una mejor visión de la pantalla, pero Librae apresó la mano de la pelirroja y la arrastró hasta el siguiente vagón con urgencia.
—Si quieres puedo ocuparme de ellos. Yo y Finnick, y dejarte a tí en tu espacio. Pero necesito que me lo confirmes antes de empezar.
La pelirroja zarandeó sus rizos rojizos y chasqueó la lengua. No deseaba que nadie le hiciera el trabajo sucio, podría arreglárselas ella sola.
—No te preocupes, lo tengo bajo control.
Su mentora asintió con un "vale" que no sonó muy convincente de su parte, pero asintió y no cuestionó su decisión. Antes de que la mujer se marchara, Mélode la agarró del hombro.
—De hecho, me gustaría ser yo la que se encargara de la chica. Estos últimos años no habéis parado de cuidarme las espaldas. Creo que ha llegado mi turno de intervenir y hacer las cosas por mi propia cuenta.
El rostro de Librae fue todo un poema. Frunció el ceño no muy convencida, pero sin llevarle la contraria a su tributo en ningún momento. No era una mujer tonta, sabía perfectamente lo que hacía. Si le permitía hacerlo era porque de verdad confiaba en su juicio.
—Me parece estupendo, por supuesto.
Volvieron con el grupo y los seis prestaron especial atención al resto de cosechas. Las pantallas se encendieron y las personas encargadas de los resúmenes —dos extravagantes presentadores de la cabeza a los pies— les dieron la bienvenida con una gran sonrisa.
La cosecha se retransmitía en directo desde cada distrito, empezando por la costa este y avanzando hacia la oeste. Eso significaba que los distritos 12, 8, 6 y 11 serían los primeros en salir en antena. Vieron las retransmisiones una por una, tomando nota de cada chico y chica seleccionados.
Finnick agarró un trozo de papel y apuntó cada uno de los nombres de los tributos, acompañados de algunos detalles y la estrategia que solían seguir sus mentores: en el 12 salieron una chica que se presentó voluntaria en lugar de su hermana, y un chico de rizos rubios que parecía fuerte y sano. En el 11 fueron seleccionados una diminuta chica de piel color ébano —que no aparentaba más de doce años— y un gigantesco chico musculoso.
Mélode no pudo evitar compadecerse de la pobre niñita.
—Nada mal para ser de unos distritos de la periferia —comentó Galatea.
Los tributos de los Distritos 8, 6 y 3 fueron escogidos sin pena ni gloria. En el 9 y en el 10 fue más de lo mismo, y en el 2 fueron seleccionados un chico enorme y una muchacha de mirada maliciosa. Ambos voluntarios. En el 1 salieron otros dos voluntarios, rubios y de ojos verdes. En el 5, fue seleccionada una chica de pelo pelirrojo y cara de comadreja que se posicionó a varios metros de Syrus Chlodowech, el astuto mentor del distrito.
Después apareció el Distrito 4 y salieron en pantalla.
Debía reconocer que en cámara los chicos parecían más fuertes y atléticos —lo que ayudaría a los tributos a ganar más patrocinadores para los Juegos. De fondo se vio conversando con Librae, y no pudo evitar esbozar una mueca al darse cuenta de lo revoltoso que llevaba el pelo. Honorius pondría el grito en el cielo al verla.
Por último salió el Distrito 7, donde Johanna animó la ceremonia discutiendo a voces con un agente de la paz. Uno de los presentadores no pudo evitar esconder la risa y comparar a la vencedora con un caniche rabioso. Sonó el himno y los presentadores del Capitolio empezaron un pequeño debate sobre los tributos elegidos.
—Este año parece que no hay mucha competencia —comentó Librae.
—Los profesionales y el chico del 11. No hay mucho que resaltar —puntualizó más tarde Finnick.
—¡Y cabe destacar que nuestros chicos están en mejor forma! —canturreó la escolta.
Pero Mélode arrugó el ceño con recelo. Tras varios años de Juegos del hambre, tenía comprobado que hasta el tributo más enclenque tenía posibilidades de ganarlos. Siempre había sorpresas. Subestimar a un participante por su aspecto era un gran fallo de principiante.
Posterior a las cosechas, ella y Finnick mantuvieron una superficial sesión de estrategia con los tributos. Se acordó que se unirían a la manada profesional, como solían hacer siempre. Finnick trabajaría con el chico y Librae y ella con la chica. Los mentores les estuvieron haciendo preguntas y dando consejos hasta la hora de cenar. Finnick y Librae solían tomarse muy en serio las mentorías, así que no le sorprendió verlos tan volcados con los tributos. Al final Marina y Sean resultaron ser muy colaboradores, —aunque sin parecer unos genios—.
—Creo que por ahora, podéis iros a descansar. Mañana llegaremos al Capitolio, será mejor que lo hagáis bien afranados.* Empezaremos la sesión de entrenamiento a primera hora —informó el rubio.
Se despidieron de sus mentores y se alejaron hablando entre ellos en voz baja. Después el joven Vencedor se giró hacia la pelirroja restregándose la cara con aspecto cansado.
—Bueno, ¿qué te parecen? —le preguntó ella.
El rubio entrecerró los ojos y se lo pensó un momento.
—Hemos tenido peores cosas con las que trabajar. No creo que gane ninguno, pero quién sabe, si te ayudé a ganar a tí puedo hacer lo mismo con ellos. —A pesar de que fue una broma, Mélode le pegó un puñetazo en el hombro en broma y se cruzó de brazos.
—¡Tienes una cara muy dura, Odair! Si gané fue gracias a todo lo que hice en la arena, y por favor no me hagas acordarme. No me gusta nada pensar en ello.
Finnick se acarició la zona del golpe y la miró molesto.
—Creo que acabo de comprobarlo, gracias.
Durante la cena no hubo muchas conversaciones. Comieron pollo en salsa, patatas fritas, sopa y un poco de pudin. Galatea vigiló en todo momento el fructuoso intercambio de platos que los dos hicieron, pero no se molestó en reprenderlos.
Tras haber estado toda la tarde sin probar un bocado, las manos de la vencedora se deslizaron con rapidez sobre los continuos platos que los ayudantes del tren traían. Librae se despidió de ellos alegando estar muy cansada, y se retiró portando una pequeña tasa de té con hielo.
Pasaron diez minutos cuando ella hizo lo mismo. Le dió las gracias a Galatea y se despidió de Finnick cordialmente. Agarró el paquete de galletas saladas que le había dado su madre, y recorrió los vagones del tren hasta llegar hasta el último de ellos. Consistía en una pequeña estancia con una abertura exterior que te permitía estar al aire libre.
Con el tiempo descubrió que era el mejor sitio de todo el tren para permanecer tranquila y a solas. Lejos de mentores, escoltas y tributos. Si nadie que la juzgara o vigilara cafa uno de sus movimientos.
Cuando se sentó en el mullido sofá de polipiel, abrió el paquete de galletas y sonrió al comprobar que eran de su panadería preferida. Agarró una de ellas y se la introdujo dentro de la boca cerrando los ojos del gusto mientras apoyaba la cabeza sobre la ventanilla. Le recordaron tanto a casa que se sintió tentada de llorar en la intimidad del vagón.
Tras la ventana, tenia lugar un precioso paisaje anaranjado marcado por el atardecer. Estaban pasando junto un sendero montañoso, seco y árido en dirección al valle montañoso llamado Las Rocosas donde estaba ubicado el Capitolio. Mientras presenciaba los continuos paisajes que el tren iba dejando atrás, se imaginó como hubiera sido su vida de no haber nacido en Panem. Tal vez en otra época, en otro lugar donde pudiera correr libremente a donde quisiera. Sin obligaciones ni ataduras.
Tal vez hubiera sido buena idea haber fingido estar más loca de lo que todos creían.
A los vencedores que sufrían profundas depresiones, o que se encontraban en un mal estado psicológico, les privaban de ser mentores por miedo a que hicieran alguna especie de locura. Hace algunos años, un vencedor acabó tan rábido después de sus juegos que se vieron obligados a aislarlo dentro de su propio distrito.
Poco se había sabido de él tras ello. Ni siquiera ella recordaba su nombre, mucho menos su distrito.
A medida que el crepúsculo desaparecía tras las montañas, el manto nocturno de la noche empezó a sustituirlo apagando tenuemente al vagón y dejándolo en tinieblas, de forma que Mélode iluminó la estancia con una pequeña vela. La colocó sobre la mesa y se acostó presenciando el baile llameante que proyectaron sus sombras.
No tardó demasiado en quedarse dormida.
Una suave brisa removió uno de sus rizos anaranjados, y sus ojos se asomaron con mucho cuidado por detrás del tronco del árbol en el que permanecían ocultos.
Observaba la cornucopia, aquel santuario dorado donde los vigilantes habían decidido dejar una cesta llena de suministros para ellos: Desde la comida más exquisita, hasta pequeñas botellas de aguas y medicinas. La idea de lanzarse para agarrarla era peligrosa, pero muy muy tentadora. Mélode no había comido en dos días, cuando los paracaídas de los patrocinadores dejaron de llegar. Desde entonces, su único sustento fueron pequeñas bayas y pescados diminutos.
Es lo que pasaba cuando los juegos se alargaban mucho, que incluso enviar una galleta salada a un tributo te costaba una gran fortuna.
Los minutos siguieron pasando, pero ninguno de los tributos hizo por asomar la nariz.
Seguramente estaban ocultos—incluidos los profesionales— esperando a que algún pobre idiota diera el primer paso en falso para salir del follaje y asesinarlo. Aún quedaban ocho tributos en juego, de los cuales cuatro eran los profesionales del 1 y del 2. Sin duda habría sangre. Los banquetes acostumbraban a tener una muerte siempre. Era una de las maniobras que los vigilantes utilizaban para promover el espectáculo.
A su lado; su compañero de Distrito le intercambió la mirada con los músculos del rostro tensos. Estaba incluso más delgado que ella, con unas prominentes ojeras y el cabello castaño sucio y revuelto.
—Es ahora o nunca.
Mélode apoyó sus palabras con endereza, así que calculó las posibilidades que tenían, el tiempo que les llevaría llegar y agarrar la cesta, y la alternativa de levantarse y dar media vuelta. Claro que no era una alternativa. Necesitaban esos suministros tanto como el resto.
Con suerte conseguirían evadir a los profesionales del 1 y del 2. Tenían solo una oportunidad, y solo dependía de ellos correr y no detenerse ante nada. Cada segundo de más que perdieran en el intento significaría la muerte. Así que inclinaron los cuerpos hacia adelante y sacaron sus armas más afiladas.
—Pues no perdamos más tiempo.
El tintineo metálico de los cuchillos fue una premisa.
Los tributos del distrito 4 tomaron impulso y salieron detrás del árbol como flechas surcando el aire. Mélode sujetó su machete con tanta fuerza que logró cortarse la mano y sangrar—pero no se detuvo. Sus piernas acortaron la distancia con rapidez y apretó los dientes haciendo un gran acoplo de fuerza.
Las dos figuras cruzaron el plano y pasaron por el lado de los cilindros removiendo el aire a su paso.
Mélode era muy rápida y ágil, asi que se internó de lleno en la boca de la cornucopia y agarró la cesta en un momento agónico de la carrera. Ni siquiera se dio la vuelta para tratar de ver si otro tributo los había perseguido. Su compañero de distrito sujetó la cesta desde la base y los dos la levantaron tratando de poner toda la distancia posible.
Pero a medio camino, un cuchillo se clavó en la pierna de él y Flint se derrumbó en el suelo con un maullido de dolor.
—¡Flint! —Mélode enarboló su machete y adoptó una pose beligerante dispuesta a luchar.
Transcurrieron unos segundos hasta que Achillia —la terrible profesional del Distrito 2— salió del interior del cuerno de la abundancia portando una espada y varios cuchillos en la mano. Se limitó a andar con lentitud, saboreando cada instante que pudo.
Flint masculló algo mientras trataba de levantarse.
No fue hasta que logró ponerse de pie, que apareció el profesional del Distrito 1 y lo decapitó con un tajo de su arma.
Un poderoso chorro de sangre salió disparado hacía arriba y le salpicó el rostro a su aliada con diminutas gotas calientes. El sonido del cañonazo reverberó por el cielo. Los profesionales se reagruparon y la cabeza de Flint rodó por el suelo hasta terminar junto a los pies de la pelirroja.
El cuerpo de Mélode se estremeció con violencia y sus pupilas se contrajeron en tanto retrocedía bañada por la sangre de su compañero. ¿Qué acababa de pasar? ¿Dónde estaba? Las preguntas surcaron su mente bajo la consternación de lo ocurrido.
El profesional del Distrito 1 la señaló con su espada y profirió una risotada que logró desestabilizarla aún más.
—Tu cabeza será la siguiente en rodar en el suelo. No lo dudes.
Después sus ojos se volvieron a quedar petrificados sobre el rostro de Flint, incapaz de formular un pensamiento coherente tras lo ocurrido.
El muerto entreabrió los ojos—que derramaron sangre— y le preguntó:
—Mélode, ¿por qué me has matado?
La pelirroja lanzó un grito de desesperación cuando se incorporó.
Tenía el pecho y la frente bañados en sudor, y la respiración entrecortada y arrítmica. Miró a su alrededor en un intento por ubicarse, y cayó al suelo agarrándose de los pelos y berreando como una loca. Trató de cerrar los ojos y contar hasta diez, pero cada vez que lo intentaba, solo conseguía ver de nuevo la cabeza cortada de Flint.
—No es real, no es real.
Luego fue el turno de los gritos de horror:
—¡Yo no te maté!
—¡No lo hice!
—¡No pude hacer nada, largo de aquí!
La puerta se abrió y dos ayudantes del Capitolio entraron en tromba en su dirección. La ayudaron a incorporarse y la acompañaron al baño, donde le mojaron la cara y trataron de calmarla mientras ella se retorcía en el suelo una y otra vez.
Las lágrimas se fueron derramando por su mejilla una por una.
—¡No lo hice, no lo maté, debéis creerme, por favor!
Sus berridos y su llanto parecieron despertar a todos, porque cuando levantó la mirada, vio a Finnick y a Librae asomados en la puerta muy preocupados. Librae se lanzó a los brazos de la susodicha y acunó su semblante con delicadeza. La pelirroja trató de concentrarse en el olor a margaritas que desprendía la mentora, mientras se aferraba a los pliegues de su camisa con fuerza.
—Solo ha sido un mal sueño, Mélode. No ha sido real, no lo era. Trata de calmarte.
Pasaron 5 minutos hasta que logró calmarse, pero incluso Finnick llegó a derrumbarse al verla en aquel estado.
—Por favor, Librae, no permitas que me lleven de vuelta al Capitolio. —Tenía la voz tan quebrada que las palabras se atascaron en su garganta.
Su mentora giró sobre su cintura en dirección a los ayudantes del Capitolio.
—¿Qué hacéis ahí pasmados? ¡Traed leche de Rume* ahora mismo!
Los dos jóvenes chocaron entre sí ante la urgencia de la mujer, y pasados unos minutos, volvieron portando un pequeño vial con un líquido lechoso. Librae desenroscó el tapón y se lo ofreció a la pelírroja.
—Bebe esto Mel, te pondrás mejor. ¡Ya lo verás!
La pelirroja ni siquiera se lo pensó dos veces. Agarró el vial con dedos temblorosos y se tragó hasta la última gota de aquel néctar. Se limpió una gotilla que resbaló por el labio inferior, y un agradable supor se fue abriendo paso dentro de ella.
Esa noche durmieron los tres juntos en el compartimiento de Finnick. Abrazados, con los ojos hinchados y envueltos por un tupido velo de incertidumbre.
Al día siguiente cuando despertó, nadie le mencionó lo sucedido.
ACLARACIONES
—Rábida: Término despectivo usado en el distrito 4 que se utiliza para indicar que una persona está desequilibrada o que sufre de un trastorno severo.
—Afranado: Sinónimo de descansar, relajarse o dormir. "Esteban fue a afranar después de un día duro"
—Leche de Rume: Líquido blanquecino que se extrae del tallo de la planta Spirbia, planta que suele crecer en las costas de los distritos 4 y 5 y cuyo uso se emplea en la medicina. La leche de Rume libera oxitocina y es muy rica en narcóticos y alcaloides, que se utilizan como analgésicos para tratar dolores, trastornos mentales y depresión. Su consumo prolongado puede derivar a fallos cardíacos, adicción, alucinaciones y trastorno de la realidad. La morflina fue creada apartir de la leche de Rume por el Capitolio.
AY AY AY AY DIOS MIO
Antes de nada, sí. De nuevo he sobrepasado las 3.300 palabras, no he podido evitarlo, lo siento mucho, y el resto de capítulos no se quedan atrás jajajsjsjs así que os vais a acostumbrar a estas biblias.
¡Y ah! Creo que ha sido hasta hora el mejor capitulo que he escrito. Ayer terminé de escribir el 8 y también va a ser canelita en rama, pero con este he hecho mi mejor esfuerzo para que me quedara lo más agradable y lineal. No os voy a mentir, lo habré revisado y leído como unas 10 veces, y aún así es el que menos revisiones tiene xD. No sé si os habréis dado cuenta, pero he editado también un poco el prólogo para que me quedara más refinado y cómodo, y también he hecho algunos cambios en las primeras partes de Revenge. Estoy muy contento del resultado, de verdad.
Volviendo con nuestros niños, que placer tal insano me provoca narrar estos dramas. Siempre he aborrecido esas historias en la que las historias de los personajes son o muy oscuras, o demasiado alegres y de color de rosa. Por eso estoy intentando que los personajes me queden (al menos el de Mélode) lo más gris posible.
Y tengo pensado bastante drama para los capítulos 9 y 16, así que id preparando las palomitas porque se viene mucha mucha tensión ( ͡◡ ͜ʖ ͡◡)
¿Qué os ha parecido el capítulo? ¿Os ha gustado? ¿Os habéis quedado con ganas de salsa picante?
¡Os voy a estar leyendo, que me anima un montón veros comentar y votar en la historia! ( ͡ಥ ͜ʖ ͡ಥ)
¡Nos vemos en el próximo capítulo, chicos!
18/6/23
©Demeter_crnx
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