¹⁵ ━𝐈 𝐂𝐀𝐍'𝐓 𝐒𝐓𝐀𝐍𝐃 𝐈𝐓 𝐀𝐍𝐘𝐌𝐎𝐑𝐄
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CAPÍTULO QUINCE
𝘯𝘰 𝘭𝘰 𝘴𝘰𝘱𝘰𝘳𝘵𝘰 𝘮á𝘴
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(POR FAVOR VOTA Y COMENTA)
LA BOCINA DEL sistema de megafonía inundó los rincones más recónditos del escenario y los presentes se levantaron de sus respectivos asientos. La voz del presentador sonó como un suspiro grácil y angelical.
—¡Ah, está siendo un programa absolutamente maravilloso! Os felicito a todos. ¿Qué tal si os tomáis un pequeño descanso?
Mélode, que se había pasado la última media hora ausente, se levantó con la mirada baja y trató de recuperar la compostura con torpeza. Se alisó los pliegues arrugados del vestido y acudió junto con Syrus a una de las esquinas donde se había colocado parte del catering: comidas y bebidas multicolores.
El Vencedor del distrito cinco agarró una copa rojiza, la alzó en el aire y contempló su contenido antes de ingerirla, meticuloso. A Mélode no le quedaba la suficiente energía como para disimular, por lo que en contraste, batió un semblante pesado y amargo, propio de una estrella que perdía en decadencia todo su fulgor. Terminó por mojarse un poco los labios y beber a traguitos la bebida.
—Si el destino fuera justo; ahora tú y yo no tendríamos por qué estar aquí.—La pelirroja observó a Syrus con atención—. Quizás el destino nos tenía reservada otra vida. ¿Nunca lo has pensado? Para mi consuelo; sí. Quizás en una isla de lujo con todos los gastos pagados.
Si por ella fuera, tomaría el barco con el destino más lejano para escapar de aquella vida.
—Por suerte o por desgracia aquí estamos; pese a lo acontecido. Nos tenemos el uno al otro, si a eso no lo llamas un lujo no sabría qué responderte. Y tenemos a Johanna para protegernos, además. Tenemos las espaldas bien cubridas.
Syrus la observó con los ojos castaños un largo rato. Después bebió de la copa y le brindó una sonrisa irónica.
—Recuérdame un día que hagamos un debate sin ella. Por desgracia a Johanna no se lo puedo pedir, tiende a escupirme si le llevo la contraria en algo —suspiró.
Propio de Johanna Mason. Dulce y delicada.
—Pagaría por ver a mi escolta lidiar con ella, es una mujer del todo insoportable y estricta, aunque con el tiempo le llegas a tomar cariño. —Syrus se tomó la molestia de aguantar la risa y le dedicó una mirada de complacencia. A pesar de ser sólo amigos, puesto que el vencedor tenía gustos diferentes, Mélode siempre se había preguntado cómo sería tenerlo como amante. Sin duda sería cientos de veces mejor que Dorian. No sólo era guapo, alto y con una gran complexión atlética, sino que también destacaba en inteligencia y madurez, además de labia. Cómo se solía decir en el Capitolio, "era todo un Adonis."
—Será mejor que no te escuche decirlo en voz alta.
—¡Por mil mares, no! Me gustaría seguir conservando la cabeza.—Carcajearon y el mutismo volvió a instaurarse entre los dos.
El receso del espectáculo tenía un límite de cinco minutos de descanso, así que la mayoría de vencedores y mentores aprovechaban el escaso tiempo para respirar un poco y hablar entre ellos. Mélode no tenía demasiadas ganas de hablar con nadie —Syrus era la excepción—, le dolía la cabeza y se sentía mareada por la luz de los focos. La sola idea de soportar la siguiente sesión de fotos para Capitol Couture —en aproximadamente una hora— le hizo querer saltar por la ventana.
Un sonido sordo detrás de ellos los alertó, y al volver la vista atrás, se toparon con Finnick. Los ojos verde mar, hermosos como de costumbre, se mostraban inseguros, llenos por la duda que intentaba ocultar bajo la máscara de una sonrisa. Tragó saliva y enderezó los hombros con seguridad.
—¿Interrumpo? —Mélode bajó la mirada y la dirigió a las distintivas copas rojizas, azules y plateadas que tenían a su lado. La luz de los focos se reflejaban sobre el líquido mientras el intercambio de voces tenía lugar.
—¡En lo absoluto, Finnick! Melode y yo estábamos teniendo un pequeño debate. ¿Por qué no te unes? —La cálida bienvenida de Syrus permitió que el rubio relajara su postura. Sonrió.
—¡Ah, interesante! Honestamente me estaba aburriendo de tanto escuchar a Caesar y al resto de mentores. —Mélode prestó atención a cada sílaba, mientras distraída, se decantaba por una copa y un pequeño bollo de crema.
—Concuerdo contigo. Parece mentira que cada año tengamos que repetir una y otra vez la misma situación. Es desesperante.
Con valentía, y a la vez, sin ella, Mélode regresó con los dos presentes y levantó la vista solo para observar al moreno, incapaz de dirigirla hacía Finnick. La aparición del rubio la había hecho tambalearse de los nervios, y el aire se le había quedado atascado dentro de los pulmones. Trató de mantener la calma y aparentar normalidad, pero le supuso todo un reto. Todavía recordaba su conversación con Librae, pero aunque lo deseaba, era incapaz de hablar.
—Bueno, seguro que hay personas con peor suerte que la nuestra. Créeme, sé de lo que me hablo.
Syrus y Finnick hablaron los cinco minutos siguientes sobre la vida en casa, los tributos y otros asuntos mientras que ella se quedaba en un margen apartada, todo lo quieta que le permitieron estar sus músculos, sin hablar ni querer hacerse notar. Cuando la bocina de megafonía volvió a sonar, se abrazaron y se despidieron. Syrus volvió hasta su esquina, mientras que ella y Finnick…
Trató de esquivarlo con solventura, pero el rubio la pilló de imprevisto y la confrontó con la mirada gacha.
—Mélode, ¿podemos hablar un segundo? Por favor.
Oírlo suplicar con aquel tono le rompió de dolor. Se quedó parada, totalmente quieta como una estatua de mármol y se cruzó de brazos evitando cualquier toma de contacto visual. Dio gracias a que hubiera una cortina de lino roja delante de ellos. No quería espectadores a su alrededor.
—Yo, lo siento Finn, pero no me encuentro bien. —Una mentira ligeramente empañada por las lágrimas que le surcaban los ojos. El vencedor suspiró. Fue un suspiro abrumado, derrotado. Lo único que él deseaba era poder hablar con ella, abrazarla, lamerle las heridas.
—Está bien, no tienes por qué hacerlo. Solo quería disculparme por lo de la otra noche.
¿Disculparse él? Más bien era ella quien le debía una disculpa, ¡y una explicación! Pero sentía tanta congoja que las palabras se le quedaron en la lengua. Se había convertido en una Avox, así que se cruzó de brazos y esperó y esperó y esperó. Finnick finalmente tiró la toalla, agarró una de las copas que tenía cerca y se retiró con una leve inclinación de cabeza. En sus ojos verde mar pudo detectar el dolor y la angustia. Un sucio achaque venido del rechazo.
—Finnick, yo … —Titubeó con torpeza—. También lo siento mucho. Creo que fui totalmente una malanta*, omitre por todo.
Con el corazón latiéndole desbocadamente dentro del pecho, la vencedora arrancó en carrera y acortó la distancia que los separaba del escenario, dejando al rubio con la palabra en la boca y una desazón en la garganta. Quiso gritar su nombre, pero Mélode había desaparecido y el debate nocturno de Caesar Flickerman volvió a las pantallas.
El viaje en limusina estuvo marcado por el más austero de los silencios.
La pelirroja estaba en los sillones traseros, muy pegada a Librae y Galatea, que se estaba limando las uñas. Finnick estaba en el otro extremo observando el paisaje urbanístico del Capítolio, con el ceño fruncido y los puños cerrados. Honorius y Cosmo hablaban animadamente, al margen de la situación.
Durante el viaje hasta los jardines de la mansión presidencial —lugar donde tendría lugar la sesión fotográfica— Mélode había comprimido los labios en un gesto resguardado, y había rechazado todo tipo de inicio de conversación que Galatea o los estilistas habían propuesto. Sus uñas tampoco se habían salvado, puesto que había estado toda la hora posterior al debate mordiéndoselas hasta que Galatea apareció hecha un basilisco. Ahora en su lugar, tenía unos trazos irregulares de queratina y piel.
Entre sus manos, muy lisa y con el sello fresco de la ciudadela, guardaba temblorosa una nueva invitación de unos amigos muy especiales. Más no era el matrimonio Riddle, lo mejor que tenía el Capitolio, sino de los Kaswell que la invitaban a ella y a Finnick a la flagrante celebración del aniversario del matrimonio. Los Kaswell eran una de las familias más prestigiosas del Capitolio, la crem de la crem, y dirigían el banco central de Panem. Librae les había comentado que estaban invitados exclusivamente ellos dos, hecho que conmocionó a Galatea que lamentó no poder asistir a tan lujosa festividad. Incluso el vaporoso vestido que llevaba puesto pareció arrugarse de la tristeza.
Habiéndose dado cuenta de los continuos suspiros y muecas de la pelirroja y el rubio, Galatea decidió intervenir con más comprensión de lo acostumbrado.
—Hoy no os diré que tenéis mucha suerte por qué os inviten a este tipo de ceremonias, ya que es agotador y muy estresante para todos, así que visto lo visto, espero que os alegre saber que yo, Librae y tanto Honorius como Cosmo hemos decidido dejaros tres días de descanso, ¡solo para vosotros! Para que podáis tomaros un pequeño respiro y disfrutar. Tenéis nuestro permiso para salir y hacer lo que queráis, ¡lo que queráis! ¡¿No es estupendo!?
Dos días de descanso sin mentores, ni estilistas, ni patrocinadores. No era demasiado, pero la noticia consiguió levantarles un poco el ánimo a ambos.
—Muchas gracias, Gala. Dice mucho de ti que te hayas tomado la molestia —añadió Finnick con un tono de voz sugerente.
—Pensé que os gustaría, ¡pero solo por esta vez, ni penséis que vais a poder pasaros de listos! Me ha tomado mucho esfuerzo convencer a Librae y a vuestros estilistas. —Intercambiaron miradas cómplices y asintieron.
Su mentora, que había estado al tanto de lo acontecido en los últimos días, inhaló profundamente. Había hablado tanto con Finnick como Mélode, como una madre que protegía a sus niños y les enseñaba el camino correcto, y había procurado que ambos hubieran tenido tiempo y distancia para pensar y reflexionar. En su esperanza; rezaba por qué ambos fueran sinceros el uno con el otro y derrumbasen aquel muro que los separaba. Ahora, solo faltaba que ambos dieran el último paso. El definitivo.
Las circunstancias eran delicadas, no contaban con un margen de tiempo infinito.
—Creo que es lo mejor por ahora —anunció con voz solemne—. Esta última semana habéis estado expuestos a demasiado trabajo, se suponía que venía para ahorraros un poco de esfuerzo. El lunes es la fiesta de los Kaswell. Tenéis que estar descansados, así que yo aprovecharía para descansar y poner los puntos sobre las íes. Quién sabe las sorpresas que nos aguarda el destino.
Los dos mencionados le dedicaron sendas miradas de atención. Ambos entendieron el mensaje tras de ellas y compartieron un breve asentimiento de aprobación. El conductor avisó que ya estaban cerca de la mansión presidencial, oyéndose un coro de voces y de flashes fuera del coche como comité de bienvenida.
—Bueno, bueno y ¡bueno! La sesión de fotografía de Capitol Couture terminará pasada la medianoche, así que propongo que al terminar volvamos derechitos a la Casa del Patrocinio para estar todos bien descansados para mañana. ¡La jornada promete ser candente! Y no os preocupéis por nada; yo y Librae nos ocuparemos de todo.
Bueno, eso sí que eran una gran noticia.
A menudo, al Capitolio se le solía considerar como La ciudad de luz, o La joya de Panem por la gran riqueza, las estructuras ornamentadas y los lujos que poseía, pero Mélode tenía otros nombres: La ciudad de los mil derroches o Ciudad purpurina sonaban más acordes a la Capital y su gente extravagante.
Allí, resguardados tras los muros de la mansión del Presidente Coriolanus Snow y en medio de su inmenso jardín, se habían levantado más de una docena de carpas, espectáculos y un centenar de periodistas y ciudadanos de la alta sociedad, que se habían congregado para ser testigos de la sesión fotográfica que iba a tener lugar.
Camus Dimplebbit —el recién nombrado director de la prestigiosa revista de moda Capitol Couture— se encontraba por las cercanías ataviado en un elegante traje que combinaba el negro mate con el amarillo neón. A Mélode le había sorprendido lo joven que aparentaba ser, no más de veinticinco años, con una melena color bronce, diminutos ojos esmeraldas y piel de porcelana.
Se desplegó una gran alfombra roja con ramilletes dorados en medio de una parcela vallada. Muy cercana se encontraba el espacio del catering con mesas y mesas repletas de comida y canapés. Algunos estanques con pequeños animales acuáticos adornaban los alrededores junto a varios rosales y arbustos decorativos, y entre los presentes: Avox y coordinadores de eventos ultimaban los preparativos. El ambiente era abrumador, pero olía a festividad por los cuatro costados.
En cuanto bajaron de las limusinas y pusieron un pie en el suelo, los estilistas los acompañaron con urgencia a los camerinos y los dejaron en manos de las esteticistas. Les desearon suerte.
Roma, Tracia y Galia sonrieron cuando la vieron entrar y se pusieron manos a la obra sin despeinarse. Aunque jóvenes, las tres hermanas eran habilidosas con las manos y supieron remodelar, preparar y agasajar a la vencedora en un instante. Mientras Galia y Tracia le trenzaron el cabello y preparaban el primer vestido, Roma le acercó una taza de posca que La Reina Roja rechazó con amabilidad. Empezó a disimular todo rastro de ojeras y reparó con varias capas de polvo y maquillaje su desmejorado aspecto.
Cuando les preguntó porque la maquillaban de nuevo, Roma le contestó con un: cada vestido necesita un maquillaje distinto, Mélode. ¡Lo sabe todo el mundo!
El primer trapo consistió en una túnica rojiza con escamas plateadas que iba perdiendo el rojo poco a poco y pasaba a un blanco deslavado con escote y hombreras. Un trozo de tela colgaba desde los hombros y caía hasta el suelo con vuelo ligero. Una gargantilla con un rubí color pasión remarcaba el toque final, y los tacones dorados, con retoques escamosos, remataban el complemento. Al terminar; las tres contemplaron entre lágrimas el fabuloso resultado.
—¡Mélode, eres sin duda la vencedora más hermosa que nuestros ojos han tenido el placer de presenciar! —Le confesó Roma, tan altiva y cordial como siempre.
—¡Y la mejor de todas!
—¡Es nuestra Reina Roja!
Mélode se preguntó si hubieran dicho exactamente lo mismo de haber ganado los Juegos su encantadora prima Annie. Supuso que sí, ya que la adorable Annie era tan guapa como ninguna chica. Aunque verla participar en los Juegos, de luchar en el baño de sangre o escapar de la inundación de los vigilantes la hubiera roto. ¿Acaso hubiera sobrevivido al temible Lace, el sádico profesional del uno? ¿Hubiera salvado a Flint, su compañero de Distrito? Le vinieron recuerdos atroces, así que cerró los ojos y apretó los puños para tratar de soportarlos.
Galatea apareció haciendo una entrada dramática subida a sus tacones de aguja y se llevó las manos a la cabeza. Puso el grito en el cielo y se limpió una lágrima.
—¡Mélode, estás maravillosa! No puedo creer que hayamos tenido la suerte de tenerte como Vencedora. ¡Las cámaras aguardan! Será mejor no hacerlas esperar demasiado. —Canturreó emocionada.
Valiéndose de toda la seguridad que pudo reunir, Mélode salió de su camerino y caminó a través de la alfombra roja mostrándose indiferente a todo el coro de exclamaciones, flashes y alabanzas que despertó su look erótico. Contoneó las caderas como le había enseñado Honorius, muy a su pesar, y danzó con gracia y soltura. Le ayudó a suavizar todos sus oscuros pensamientos, tener la distracción de las cámaras para dejar de pensar en Finnick y darse cuenta de lo tan querida y admirada que era por todos. Aunque fuera dicho de unos hipócritas que acaparaban toda riqueza mientras los niños de los Distritos luchaban a muerte. Los odiaba, no a todos, porque había algunas personas dentro del Capitolio que habían sido muy cercanas y respetuosas con ella y Finnick. Y con los otros Vencedores en general. Pero la gran parte de los ciudadanos, y de sus gobernantes, eran solo unos ignorantes que aplaudían el perverso espectáculo que representaban los Juegos. Los habitantes de los distritos uno y dos no eran muy diferentes.
La realización del float*, un típico baile del cuatro que se realizaba con giros de caderas y de pelvis, logró arrancar algunas ovaciones extras y que algunos periodistas le tirasen rosas blancas y rojas. Mélode agarró una de color granate que sujetó entre las encías. Vió a Cashmere y a Johanna desfilar a escasos metros. Cómo de costumbre, Cashmere le dedicó una mirada burlona envuelta en un traje dorado enjoyado de perlas. Muy guapa, pero excesivamente presumida y arrogante.
—Mélode, por aquï por favor. Estás guapísima.
—¡Mélode, Mélode! ¿Tienes un momento para la revista Whatnot?
Se encargó personalmente de ignorarlos a todos y volvió a su camerino para probarse el resto de vestidos. Iba a ser una noche muy larga.
Las agujas del reloj rodaron y se depositaron sobre las una de la madrugada con un sigilo que nadie percibió.
Finnick volvió a sonreír con el semblante pesado a las cámaras y recorrió con los orbes verdosos su alrededor. Se acercó a la mesa de los canapés y aterrizó sobre su paladar un esponjoso bollo de chocolate rosado. Dio gracias por qué no estuviera Galatea, no tenía demasiadas ganas de escuchar como lo regañaba por pasarse con la comida. En su lugar; una mujer con el pelo caoba y excesivos polvos blanquecinos en la cara lo increpó. Apenas tuvo un instante para tomarse un descanso.
—¡Oh! Señor Odair, está usted tan guapo como acostumbra a estar—compartieron un intercambio de besos en las mejillas y el rubio esbozó una sonrisa persuasiva, casi delictiva.
—Es todo un placer volver a verla, señorita Humps. Disculpe la descortesía, me ha sido imposible retomar el contacto.
La mujer carcajeó a rienda suelta y pudo detectar el sonrojo bajo sus mejillas coloradas. Le causó repulsión el excesivo maquillaje que se había puesto sobre la piel porque no ayudaba a mejorar su aspecto en lo más mínimo. Con los años las modas del Capitolio iban a peor. Ya había oído a los estilistas conversar sobre el tema.
—¡Llámame Porpentina, corazón! Siempre tan encantador, ¡no has cambiado en lo absoluto! —contestó sin poder despegar la mirada de su atlética fisonomía.
Finnick asintió con vehemencia y actuó cortésmente, pero la mujer no se separó de su lado a pesar de que trató de marcharse varias veces. Al parecer tenía una ardua serie de historias que contarle para intentar impresionarlo. Tan lejos de la realidad.
—Mi marido y yo estamos muy pendientes de usted y su compañera Mélode, ¡han estado tan deslumbrantes como un diamante! Nos haría muchísima ilusión que asistieran a nuestra pequeña fiesta de cumpleaños, si es que la situación se los permite. Somos unos anfitriones generosos, ya nos conoce. Especialmente yo...
Se detuvieron cerca de un estanque de peces brillantes y los ojos de Finnick se detuvieron sobre las dos figuras femeninas que paseaban al otro lado de él. Johanna mostraba su habitual cara de poco amigos, mientras que Mélode... No supo encontrar una palabra que se adecuase lo suficiente a su belleza y elegancia. Sencillamente era un poema sacado del más profundo oleaje del que había sido testigo. Al verla simplemente se olvidó de todo y se quedó sumergido observando su precioso vestido.
Porpentina Humps pareció darse cuenta, porque carraspeó la voz y agudizó el tono.
—Esto... ¿señor Odair? —Ante la indiferencia del rubio, la mujer terminó tirando la toalla y se fue decepcionada con un puchero tallado en el rostro.
No supo cuánto tiempo se quedó allí pasmado, oculto en la distancia por los arbustos. Algunos invitados fueron a saludarle, hombres cubiertos por trapos multicolores, purpurina y lentejuelas. Hombres y mujeres que fueron corteses. Rostros conocidos. Pero su atención no cambió de senda. Finnick apretó los puños y tragó saliva dando un paso vacilante, pero terminó retrocediendo. Un notorio pinchazo le atravesó la columna vertebral ante la cobardía que lo apresaba.
Fue la voz de Librae la que puso fin a la indecisión.
—¿Es frustrante, verdad?
No pudo evitar ponerse nervioso. Ladeó la cabeza y observó como Librae salía detrás de un rosal con un vestido violeta muy elegante.
—Te agradecería que fueras más específica, Librae.
La mujer señaló con los orbes azulados a Mélode y volvió a increparle.
—Me refería a lo vuestro. A lo tuyo con nuestra Mélode.
No contestó. Trató de esbozar una expresión divertida para intentar aparentar lo contrario, pero su respuesta fue amarga.
—Me temo que no sé a que te refieres. ¿Lo nuestro? Me han contado chistes mejores está noche.
La mujer soltó un suspiro y dirigió la vista a Mélode.
—Sé perfectamente lo que sentís el uno por el otro, aunque no queráis admitirlo. Os he estado observando, Finnick. Estáis hechos el uno para el otro. Solo que, ninguno os habéis dado cuenta, o no queréis daros cuenta.
Finnick intentó esconder el rostro y la confrontó con una sonrisa desabrida.
—¿Te lo ha contado? —Librae se echó el pelo hacia atrás y asintió—. ¿Desde cuándo lo sabes?
Cómo la contraria no respondió, Finnick suspiró y agachó la mirada.
—No he venido para responderte a preguntas obvias, Finnick. Para eso ya tenemos a Galatea. Solo quiero que sepas por lo que está pasando esa chica. No está siendo fácil para ella, ni para nadie.
—Sé perfectamente por lo que está pasando y sufriendo, Librae. Es por eso justamente que me ahogo intentando contenerme —respondió en voz alta. Cuando se percató de su enfado, respiró hondo y trató de calmarse. Era verdad. No podía contener más la furia por verla rota. Todo cuánto deseaba era estar con ella, abrazarla, compartir lágrimas y asegurarle de que todo iba a estar bien. No podía sacarse el momento del beso de su mente. Llevaba noches sin dormir recordando la fragancia de sus labios. Era cierto. ¡La amaba!
Su mentora se acercó con una mueca afligida y le palmeó la espalda.
—Finnick, eres una de las pocas personas por las que esa chica entregaría su vida. No te haces idea de lo que Mélode te quiere. Pero no podéis seguir así. El presidente la amenazó, ¡está muerta de miedo! Es incapaz de tener un pensamiento coherente ahora mismo. Tú mejor que nadie conoces ese sentimiento.
La declaración de Librae lo silenció por completo.
—¿Entonces qué debo hacer, Librae? ¿Callarme y no hacer nada mientras veo como Snow la vende al mejor postor? ¿Quedarme de brazos cruzados mientras oigo y veo como su pareja la maltrata a diario? ¿Tener que mentirle a su familia porque no saben ni cómo está? ¿¡Cuanto tiempo más debo estar aquí pasmado tragándome todo?! ¡¿Te has parado a pensarlo siquiera?! ¡Estoy cansado de hacerlo, no lo soporto más!
A mitad de frase la voz se le rompió y los ojos se le pusieron rojos. Intentó esconder su dolor y suspiró. Algunos de los presentes los miraron y cuando levantó la mirada, si, Mélode y Johanna también estaban observando la escena. Fue tal vez aquella toma de contacto visual lo que le impulsó a marcharse del lugar.
Librae exclamó su nombre, pero Finnick ya le había dado la espalda a todos.
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ACLARACIONES
—Malanta: Una persona mentirosa, a veces manipuladora, que persigue sus objetivos a costa de segundas personas
—Float: El float es un característico baile del distrito cuatro muy parecido a la samba donde los bailarines giran la cintura y contonean las caderas al ritmo de la música
Drama, drama y más drama. ¡Aquí amamos el drama!
¿Cómo estáis todos? Yo aquí estoy, sin poder superar el temazo que España va a llevar a Eurovisión (Mi favorita era Angy ( ͡ಥ ͜ʖ ͡ಥ)) y haciéndole frente a mis dramas existenciales. No tenía planeado actualizar hasta un par de días, pero ayer estuve haciendo avances con el capítulo 18 y lo tengo casi terminado. Ya me van quedando menos capítulos para llegar al segundo Acto jejeje.
En cuanto al capítulo de hoy EJEM EJEM. Me encanta narrar desde el punto de vista de otros personajes, ADORO. Aunque tengo que decir que narrar con Finnick no me resulta tan fácil como con Johanna o Evelyn Underfell, aún así, creo que me ha quedado bastante bien el punto de drama que carcome a nuestro sexymbol del Capitolio. Y Mélode...bueno, empieza a darse cuenta de sus sentimientos, a su ritmo, pero poco a poco se está dando cuenta de todo y seguramente veamos a una Mélode empoderada muy muy pronto. En resumidas cuenta, he disfrutado mucho escribiendo este fragmento de hoy, aunque me haya tirado varias semanas de revisión y cambios.
¿Os ha gustado el capítulo? ¿Que esperáis de cara al futuro? ¿Que tal el personaje de Librae? Ya os comenté que me parecía súper necesaria como "madre" de Finnick y Mélode, sencillamente la amo y nos queda mucho que descubrir de su personaje JEJEJEJE.
¡Por favor chicos, no olvidad votar y comentar, que me anima un montón para seguir escribiendo!
¡¡¡¡¡Nos vemos!!!!!
©Demeter_crnx
Publicado el 5/2/24
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