-𝙞𝙞. ʳᵉᵍʳᵉᵗ
UNA FUERTE LUZ llegó an mis ojos, obligándome a entrecerrarlos por la molestia. Parpadeé varias veces, tratando de adaptarme al resplandor artificial que llenaba el espacio. A lo lejos, una canción infantil resonaba con un ritmo suave, casi burlón, descolocándome por completo. Giré la cabeza hacia la izquierda y vi a un hombre aún dormido en la litera junto a la mía, su respiración tranquila contrastando con mi agitada confusión.
Mi cuerpo se sentía pesado, como si hubiera despertado de un sueño demasiado profundo. Me incorporé lentamente, notando el uniforme verde que llevaba puesto, con el número 211 bordado en el pecho. El material era áspero y olía a desinfectante. Bajé la mirada y vi que llevaba puestos unos tenis deportivos blancos, impecables, aunque no recordaba haberme cambiado ni siquiera habérmelos puesto.
Mi litera estaba casi al fondo del lugar, cerca de una pared metálica que carecía de ventanas. Me apoyé en el borde de la cama y observé a mi alrededor. Había cientos de personas en literas similares, todas vestidas igual que yo, cada una con números diferentes en sus uniformes. Algunos seguían dormidos, otros miraban desconcertados a su alrededor, y unos cuantos ya estaban de pie, explorando el lugar con cautela.
La canción infantil seguía resonando en el aire, y su melodía familiar hacía que el ambiente fuera aún más perturbador. Miré la litera de arriba y luego bajé lentamente. El suelo era frío incluso a través de los tenis, y sentí un escalofrío recorrerme.
Caminé unos pasos, con los ojos fijos en las filas interminables de literas apiladas hacia el techo. Mi cabeza seguía dando vueltas, tratando de encontrar una lógica en todo esto. En el centro de la habitación, varias personas comenzaban a agruparse, sus murmullos llenaban el espacio de una incertidumbre que era casi tangible. Una mujer abrazaba sus piernas, temblando, mientras un hombre mayor se frotaba la frente con ambas manos, como si eso pudiera ayudarle a comprender qué estaba pasando.
Un sonido metálico reverberó de repente por la habitación, como un eco ominoso que captó la atención de todos. Instintivamente, giré hacia la enorme puerta metálica al fondo del salón.
De ella entraron ocho figuras vestidas completamente de rojo, con máscaras negras cubriendo sus rostros. En las máscaras había círculos blancos, simples y uniformes, que añadían una sensación de irrealidad a todo esto. No pude evitar tragar saliva. La sala entera se quedó en silencio, excepto por el murmullo de respiraciones contenidas.
Unos segundos después, una novena figura entró detrás de ellos. A diferencia de los demás, su máscara tenía un cuadrado en lugar de un círculo, y su postura denotaba autoridad. Caminó al centro del salón, rodeado por los otros que parecían soldados.
- Me gustaría darles una cálida bienvenida a todos.
Su voz robótica resonó por los altavoces del lugar. Era monótona, sin ninguna inflexión humana, lo que la hacía aún más escalofriante. Un escalofrío recorrió mi espina dorsal, y sin darme cuenta, me acerqué un poco más para escuchar mejor.
- Durante los próximos seis días, participarán en seis juegos diferentes.
Un murmullo confuso y preocupado llenó la sala. Personas giraban la cabeza hacia sus vecinos, buscando respuestas que nadie parecía tener.
- Aquellos que ganen los seis juegos recibirán un gran premio en efectivo.
- ¡Disculpe! - Una voz grave resonó por toda la sala.
Todos volteamos al unísono hacia una mujer que bajaba de su litera, con una expresión que mezclaba confusión e indignación. Su presencia imponía, y su postura recta atraía miradas confusas y expectantes.
- Nos convocaron para unos juegos, pero fue prácticamente secuestro. ¿Cómo vamos a creerle?
La tensión se palpaba en el aire. Todos dirigieron su atención al sujeto con el cuadrado en la máscara, esperando su respuesta. Mis uñas encontraron su camino a mi boca, y comencé a mordérmelas sin darme cuenta.
Piensa, Soo-jin, me dije a mí misma. Soo-bin regresará en siete días. Estoy aquí por seis días. Si gano estos juegos, cuando vuelva podré sorprenderlo con algo increíble. Demostraré a mamá que puedo cuidarlo.
- Les pido disculpas. - La voz robótica del líder me sacó de mis pensamientos. - Comprendan que era necesario para preservar la seguridad del juego.
- ¿Y por qué llevan máscaras? - Gritó de repente la mujer a mi derecha. Su tono agudo me hizo dar un pequeño salto por la sorpresa.
- ¡Es cierto! - La apoyó un hombre a mi izquierda. Su voz fue igual de fuerte, provocando que girara rápidamente hacia él, sobresaltada una vez más. - ¿Por qué se esconden tras una máscara? ¿Estamos en una casa de apuestas ilegal o qué?
Los murmullos empezaron a elevarse otra vez. Las preguntas llovían desde diferentes partes de la sala, como si las palabras pudieran perforar el hermetismo de los sujetos enmascarados.
El líder no respondió de inmediato. En cambio, levantó lentamente una mano enguantada, indicando que se hiciera silencio. La sala volvió a llenarse con la opresión de un silencio pesado, expectante.
Yo apenas respiraba, intentando no atraer la atención de nadie, pero con mi mente corriendo a mil por hora. ¿Qué demonios estaba pasando? ¿En qué me había metido? ¿Y qué significaba realmente ganar o perder en este lugar?
- Disculpe, me quitaron la ropa y me cambiaron por este horrible conjunto deportivo - dijo una voz al otro lado de la sala, interrumpiendo el tenso silencio.
Dirigí mi mirada hacia la fuente del comentario y vi a una mujer levantando la mano con expresión de indignación. Vestía el mismo uniforme verde que todos nosotros, pero lo señalaba con desagrado.
- El verde no es mi color. ¿No me pueden dar otro traje? - insistió, alzando las cejas con una actitud casi teatral.
Algunos participantes se rieron nerviosamente; otros, como yo, permanecieron en silencio, confundidos por la absurda queja dada la situación.
- Lo siento, pero no es posible, - respondió uno de los guardias de rojo, sin siquiera inmutarse ante su reclamo. Su voz robótica y desprovista de emoción era inquietante. - Deben usar los uniformes para los juegos.
Antes de que pudiera procesar lo absurdo de la situación, sentí un empujón inesperado en mi espalda. Mi equilibrio falló, y mi cuerpo se inclinó hacia un lado, cayendo hacia el suelo. Cerré los ojos, esperando el impacto contra el duro concreto.
Pero el golpe nunca llegó.
Abrí los ojos y me encontré con la mano firme de un hombre que me sostenía del brazo. Parecía un poco mayor que yo, con una expresión amable en su rostro. Bajé la mirada y vi el número 039 bordado en su pecho.
- Gracias - murmuré, todavía algo aturdida.
- ¿Qué clase de idiota no ve por dónde camina? - continuó él, girándose hacia la multitud con el ceño fruncido.
Seguí su mirada y lo vi. Su figura destacaba incluso entre el caos de la habitación. Alto y delgado, con facciones refinadas que parecían haber sido esculpidas con precisión. Sus ojos eran oscuros, fríos, y su expresión indiferente, como si nada ni nadie aquí pudiera perturbarlo. Calculé que debía tener unos treinta años, pero su postura y la forma en que caminaba lo hacían parecer aún más seguro y experimentado.
No tartamudeó ni pidió disculpas por haberme empujado. Ni siquiera se detuvo. En cambio, avanzó con paso firme, abriendo camino entre los demás como si todo esto no fuera más que un pequeño obstáculo en su día.
- ¿Segura estás bien? - susurró el jugador 039, inclinándose hacia mí con una expresión genuina de preocupación. Su voz era baja, como si no quisiera llamar la atención de los demás.
Asentí levemente, devolviéndole una pequeña sonrisa mientras sacudía la ropa para quitarme el polvo.
- Sí, gracias. - Respondí con voz tranquila, enderezándome.
Él me observó por un momento, como asegurándose de que realmente estaba bien, antes de preguntar:
- ¿Cómo te llamas? - Sus ojos se encontraron con los míos, y su tono, aunque calmado, estaba cargado de curiosidad.
Dudé un instante, mi mirada vagando por el suelo antes de volver a él. Finalmente, respondí:
- Dong Soo-jin. - Pronuncié mi nombre completo con claridad, sintiendo un leve cosquilleo de nerviosismo.
Su reacción fue inmediata. Una expresión de sorpresa cruzó su rostro, y sus ojos se iluminaron con una mezcla de emoción y asombro.
- ¿Dong Soo-jin? - Repitió mi nombre, como si saboreara cada sílaba. Luego dejó escapar una pequeña risa y señaló su propio pecho, donde el número 039 destacaba en el uniforme verde.
- ¡Tu apellido es mi nombre! - exclamó, su voz animada mientras me miraba con una sonrisa amplia.
Parpadeé, sorprendida por la coincidencia.
- ¿En serio? - exclamé, procesando lo que acababa de decir.
Él asintió, y sus labios se curvaron en una sonrisa traviesa mientras extendía una mano como si estuviera presentándose formalmente.
- Jung Dong-mi. Para servirle. - Su tono era ligero, pero había algo en su expresión que lo hacía parecer extrañamente reconfortante. - Creo que esto nos convierte en los gemelos Dong, ¿no crees?
No pude evitar reírme ante su ocurrencia.
- ¡Los gemelos Dong! - repetí, dejando escapar una risita.
Dong-mi se cruzó de brazos con aire confiado, como si acabara de sellar un pacto inquebrantable entre nosotros.
- ¿Y mi teléfono? - La voz grave y segura del jugador 333 resonó por toda la sala, captando mi atención de inmediato. Giré la cabeza hacia él, olvidando el bullicio a mi alrededor. - Me dejaron sin celular ni dinero. Devuélvanme todo.
Instintivamente, metí las manos en los bolsillos de la chaqueta que llevaba puesta. Estaban vacíos. Mi teléfono y mi billetera no estaban allí.
- Sus pertenencias están a salvo - respondió uno de los guardias con firmeza. - Se las devolveremos cuando hayan terminado los juegos.
- Al menos denme mi celular para ver cómo va el criptomercado - insistió, cruzando los brazos con una expresión que parecía un desafío.
Bufé en silencio, rodando los ojos. "Idiota. Estás aquí porque no tienes dinero", pensé, y crucé los brazos con exasperación. Una mujer junto a mí me lanzó una mirada fulminante, y rápidamente incliné la cabeza en una disculpa, tratando de no llamar la atención.
- Si pierdo dinero, ¿me lo compensarán? - agregó el jugador 333, su tono lleno de sarcasmo.
De repente, una voz robótica interrumpió el intercambio.
- Jugador 333, Lee Myeong-gi.
Todos se giraron hacia la pantalla que colgaba en lo alto de la sala. Un video comenzó a reproducirse, mostrando a Myeong-gi participando en un juego de ddakji. Cada vez que fallaba, recibía una cachetada que resonaba por toda la sala, pero lo más interesante era lo que venía después.
- Treinta años. Tenías un canal de YouTube, MG Coin. Convenciste a tus suscriptores de invertir en criptomonedas y los hiciste perder quince mil millones de wones antes de desaparecer. Te buscan por fraude y por violación de leyes financieras. Deuda: mil ochocientos millones de wones.
Un murmullo de asombro llenó el lugar. Yo también estaba sorprendida, pero no podía dejar de observarlo. Myeong-gi permanecía imperturbable, como si las palabras del guardia no significaran nada para él.
El guardia continuó señalando jugadores al azar, mostrando sus deudas y reproduciendo videos incriminatorios. Sin embargo, cuando llegó al jugador 100, su cifra hizo que todos en la sala quedaran boquiabiertos.
- Jugador 100, Im Jeong-dae. Deuda: diez mil millones de wones.
La sala estalló en comentarios y preguntas. Yo también me quedé perpleja. ¿Cómo alguien podía deber tanto? Pero antes de que pudiera reflexionar, el propio Im Jeong-dae rompió el silencio.
- ¡¿Qué miran?! - Su voz rugió con rabia, haciendo que todos retrocedieran. - ¿Creen que le prestarían esa cantidad a cualquiera? ¡De ninguna manera! Eso solo lo prestan a quienes pueden pagarlo.
El caos continuó hasta que el guardia levantó una mano, exigiendo silencio.
- Todos los que están aquí tienen deudas que no pueden pagar. La primera vez que los visitamos, no confiaban en nosotros.
Una serie de videos comenzó a reproducirse, mostrando los juegos iniciales de cada jugador y el dinero que recibieron como recompensa.
- Por eso confiaron en nosotros y se ofrecieron a participar en este juego de manera voluntaria.
El énfasis en "voluntaria" no pasó desapercibido.
- Esta es su última oportunidad de elegir. ¿Seguirán con su vida de deudas o aprovecharán esta oportunidad que les ofrecemos?
Las luces se tornaron amarillas, y un sonido mecánico llenó la sala. Una alcancía gigante con forma de cerdo dorado comenzó a descender lentamente desde el techo, brillante y transparente.
- Eso que ven bajando es una alcancía donde depositaremos el dinero acumulado después de cada juego.
Mis ojos se iluminaron al imaginar todo lo que podría hacer con esa cantidad.
Soo-bin... esta era mi oportunidad de darle la vida que merecía.
- ¿De cuánto es el premio? - preguntó alguien con ansiedad, rompiendo el silencio.
- Cuarenta y cinco mil seiscientos millones de wones - respondió el guardia.
Sentí que el aire abandonaba mis pulmones. ¿Tanto? Con esa cantidad podría comprar una casa, pagar todas mis deudas y aún sobraría suficiente para asegurar nuestro futuro.
- También tendrán una ventaja. Podrán votar para decidir si continuar o regresar a casa. Si la mayoría elige salir, se irán con el dinero acumulado hasta ese momento.
El jugador 456, un hombre alto de rostro severo y mirada penetrante, bajó lentamente de su litera. Aunque no me miraba directamente, su sola presencia era intimidante, como si su mera existencia pudiera absorber toda la energía de la sala.
- ¿Quieres decir que nos darán el dinero incluso si solo jugamos el primer juego? - preguntó con una voz grave que cortó el murmullo de la sala.
El guardia asintió, imperturbable, y la tensión en el aire pareció dispararse. Los participantes intercambiaban miradas, algunos llenos de dudas, otros con codicia evidente.
De repente, los guardias que flanqueaban al orador salieron brevemente y regresaron empujando mesas largas, con hojas de papel apiladas sobre ellas.
- Si desean participar en los juegos, deben firmar el consentimiento. - El guardia señaló las mesas, su tono autoritario, mientras se formaban filas delante de estas. - Si no desean participar, háganlo saber ahora. Siempre les damos una oportunidad de abandonar.
Respiré hondo y me uní a una de las filas, sintiendo la presencia constante de Dong-mi detrás de mí.
- ¿Nerviosa? - preguntó, inclinándose un poco hacia mí mientras la fila avanzaba lentamente.
- ¿Un poco? - admití con una media sonrisa, tratando de disimular el temblor en mis manos.
- Vamos, Soo-jin. Somos los gemelos Dong, ¿recuerdas? No hay nada que no podamos superar juntos. - Me guiñó un ojo, tratando de aliviar mi ansiedad.
Cuando finalmente llegó mi turno, un guardia me entregó una pluma negra y señaló el contrato. Sentí cómo mi mano comenzaba a temblar al sostenerla. Una parte de mí gritaba que me detuviera, que diera la vuelta y saliera corriendo. Pero entonces, la imagen de Soo-bin llenó mi mente. Si abandonaba ahora, no solo me rendiría ante las dificultades, sino que condenaría a mi hijo a esa vida miserable.
Apreté la pluma con fuerza, ignorando el nudo en mi garganta, y firmé rápidamente. Dejé la pluma sobre la mesa con un movimiento firme y me dirigí de vuelta a mi litera, sintiéndome algo mareada por la decisión que acababa de tomar.
Subí a mi cama y me recosté contra la pared, abrazando mis rodillas mientras trataba de calmarme. No pasó mucho tiempo antes de que notara a Dong-mi acercándose, con una sonrisa despreocupada y acompañado de alguien más.
- ¡Dong-Dong! - exclamó alegremente, usando el apodo que acababa de inventar para mí. Subió a mi cama con la confianza de alguien que ya se sentía parte de mi vida. Junto a él venía una joven de cabello corto, con un porte elegante y mirada decidida, que se presentó con la calma que solo una persona acostumbrada a controlar su entorno tiene.
- Ella es Soo-dong. La conocí viniendo para acá, y pensé que podríamos formar un buen equipo. - Dong-mi habló con entusiasmo, como si estuviera reclutando compañeros para una aventura épica.
La chica, Soo-dong, se inclinó ligeramente en señal de saludo. Con una sonrisa más confiada pero igualmente cálida, imité su gesto.
- Hola, soy Soo-jin. - Hice espacio en la cama para que ambos pudieran sentarse cómodamente mientras esperábamos las siguientes instrucciones.
Soo-dong, jugadora 257, de cabello corto y con una mirada tranquila pero penetrante, me ofreció una ligera sonrisa.
- Un placer Jinnie. - Su tono era confiado, pero no perdía la autoridad que emanaba de su presencia.
- Bueno, Dongies , - intervino Dong-mi, acomodándose como si estuviera en el sofá de su casa. - ¿Están listas para sobrevivir juntos? Porque, siendo realistas, esto no va a ser un paseo por el parque. ¡Vamos a hacerlo!
Soo-dong asintió con una mirada decidida, mientras yo trataba de encontrar algo de consuelo en el grupo que parecía formarse a mi alrededor. Al menos, no estaba completamente sola.
Salí al campo con la luz del sol golpeando mi rostro bruscamente, obligándome a entrecerrar los ojos. Intenté hacer sombra con mis manos mientras observaba el lugar. El espacio parecía un gran patio, de esas típicas imágenes que se ven en los pueblos desérticos. Las paredes estaban pintadas con un paisaje seco, casi polvoriento, y al fondo, una muñeca gigante nos miraba fijamente. Había algo inquietante en su rostro inexpresivo, como si fuera una advertencia de algo que no queríamos enfrentar. Detrás de ella, un árbol muerto y, a sus pies, dos guardias armados.
- ¿Qué es eso? - preguntó Soo-dong, señalando hacia la muñeca, su voz sonando más curiosa que asustada. Al voltear hacia ella, me fijé en cómo había atado su blusa, dejándola más corta de lo normal y mostrando un ombligo perforado con una pequeña joya. El contraste entre su actitud desenfadada y el lugar extraño no dejaba de asustarme.
Las puertas que habíamos cruzado se cerraron de golpe, haciendo eco en todo el campo, lo que nos hizo girar al mismo tiempo, como si una alarma invisible se hubiera activado.
- El primer juego es Luz roja, luz verde. - Una voz robótica, sin emoción alguna, resonó por todo el lugar, atrapando nuestra atención. La gente empezó a murmurar entre sí, confundida y nerviosa, como si tratara de entender si aquello era realmente cierto o solo una broma de mal gusto.
De repente, sentí un empujón en mi espalda, y antes de que pudiera perder el equilibrio, Soo-dong me atrapó rápidamente.
- ¿Qué? ¿Es el día de empujar a Dong-Dong para ver quién la hace caer primero o qué? - Dong-mi apareció de repente, caminando hacia nosotras con una expresión entre sorprendida y molesta. Miró al jugador que había pasado cerca de nosotras, haciendo un gesto con la mano, como si estuviera a punto de golpearlo, aunque el hombre ni siquiera parecía darse cuenta. Mi mirada se fijó en el número 456 bordado en la espalda del jugador.
- ¡Oigan todos! ¡Préstenme atención! - El jugador 456 se detuvo frente a todos, su voz imponente y grave. - No es un simple juego, ¡si llegan a perder morirán!
Un escalofrío recorrió mi cuerpo al escuchar esas palabras, y pude sentir cómo la ansiedad se apoderaba de todos. Los murmullos crecieron, ahora cargados de incertidumbre.
- ¿Está loco? - Soo-dong se burló, cruzándose de brazos con una sonrisa escéptica. - ¿Qué bobadas dice?
Una carcajada escandalosa salió de la garganta de Dong-mi, lo que me hizo reír también. Era imposible no contagiarse de su energía, aunque el contexto fuera tan aterrador.
- ¡¿Bobadas?! - Exclamó Dong-mi, sin dejar de reír. - ¿Qué clase de palabra es esa? "¡Recorcholis, vamos a morir!" - imitó, gesticulando como si realmente estuviera aterrorizado.
Soo-dong nos miró con una expresión como si tuviéramos un tercer ojo. Sus manos se posaron en sus caderas, mostrándose ligeramente frustrada.
- ¿Qué es tan gracioso? - preguntó, su tono más serio que antes, pero todavía había un destello de humor en su mirada.
Dong-mi no se detuvo. - ¿Te molesta que digamos algo gracioso en medio de esta locura? ¡Esto está fuera de todo control! - replicó, tomando una postura exagerada. - Oye, ¿qué pasa con tu lenguaje? Parece sacado de una abuela.
Soo-dong levantó las cejas, claramente sorprendida. - ¿De una abuela? - repitió, ahora confundida y algo divertida. - ¡Este es el lenguaje de la isla Jeju! ¡Lo que pasa es que no me entiendes!
Dong-mi se echó a reír de nuevo, la risa resbalando en sus palabras. - ¿De Jeju? ¡Nunca había escuchado algo tan auténtico! - Exclamó, como si descubriera una nueva broma en cada palabra de Soo-dong
Soo-dong se cruzó de brazos, con una mirada desafiante, pero no pudo evitar sonreír por la incomodidad que causaba su forma de hablar.
- Si no te gusta, es tu problema. - dijo Soo-dong, encogiéndose de hombros. - Ya basta de charlas, ¿verdad? ¡Vamos a jugar o vamos a morir!
La atmósfera se volvió aún más tensa cuando Dong-mi soltó una última carcajada y giró hacia mí, su expresión marcada por una mezcla de diversión y tensión. Las palabras de Soo-dong añadieron un toque sarcástico al ambiente, pero, a pesar de lo que estaba sucediendo a nuestro alrededor, había algo extraño que nos mantenía unidos en medio de todo ese caos.
Mi mirada se desvió momentáneamente hacia el jugador 456, quien parecía estar discutiendo algo sobre el premio, pero decidí no prestarle demasiada atención. Volví a centrarme en Dong-mi y Soo-dong, cuando un timbre resonó por toda la sala, llamando la atención de todos.
La muñeca gigante que nos observaba pareció girarse, y el reloj que estaba sobre nosotros se encendió, mostrando un tiempo límite de cinco minutos.
- ¡Luz verde! - la voz robótica resonó, y los jugadores comenzaron a correr, con el jugador 456 observando expectante.
- ¡Luz roja! - la muñeca se detuvo y todos se congelaron en su lugar. El silencio invadió el campo, y la tensión creció.
Intenté no perder de vista a Soo-dong y Dong-mi mientras comenzábamos a correr una vez más, moviéndonos en sincronía con los demás. Pero la muñeca, como un espectro vigilante, giró nuevamente hacia nosotros y nos hizo detenernos otra vez. El ambiente era tenso, y mi cuerpo temblaba por la adrenalina.
Corrimos unas cuantas rondas más, pero en un momento, nos encontramos cerca de un jugador con las puntas de su cabello teñidas de morado. Parecía estar coqueteando con la jugadora frente a él, y aunque la escena parecía casi cómica, una abeja apareció en el aire y se posó sobre el cuello de la chica con quien el jugador de cabello morado conversaba.
- Oye, tienes una abeja - el de cabello morado le advirtió, mirando cómo la chica comenzaba a moverse, intentando alejarla.
La chica, sin embargo, se detuvo repentinamente y se echó a reír.
- Oye, ¡me moví! - dijo burlonamente, cuando de repente, se escuchó un fuerte disparo.
El sonido me paralizó por un momento, y una sensación espesa y cálida se esparció por mi rostro. Miré hacia abajo y vi que la chica había caído al suelo, su cabeza atravesada por la bala.
Un grito resonó por toda la sala, y algunos jugadores comenzaron a correr desesperados, buscando escapar. La sala se llenó de disparos, y el caos se desató a nuestro alrededor. Cerré los ojos por un momento, tratando de bloquear el ruido, esperando que todo terminara.
De repente, sentí los brazos de Dong-mi envolverse alrededor de mis hombros, y me vio correr, empujándome suavemente hacia adelante. Abrí los ojos y, sin dejar de correr, vi que Dong-mi nos estaba guiando, con una expresión que había dejado de ser juguetona y se había transformado en una de auténtica preocupación y miedo. Nos manteníamos unidos mientras corríamos, nuestra única esperanza era cruzar la meta a tiempo.
La muñeca volvió a girarse hacia nosotros, y en ese momento, todos nos detuvimos de golpe. Sentí el brazo de Dong-mi apretándome contra él mientras su voz se volvía más urgente.
- ¡Esa muñeca tiene sensor de movimiento! - enfoqué mi mirada hacia el jugador 456, quien parecía estar moviendo su mano detrás de su espalda. - ¡Pónganse detrás de alguien más grande en las filas! ¡Morirán si no cruzan a tiempo!
Dong-mi rápidamente nos colocó detrás de él, protegiéndonos, y comenzó a correr de nuevo.
- ¡Agárrense de la cintura! ¡No se suelten, Dongies! ¡Hay que salir vivos de esto! - su voz temblaba ligeramente, pero la determinación era clara. Puse mis manos en su cintura, sintiendo la presión de la situación. Al mismo tiempo, sentí las manos de Soo-dong en mi propia cintura, unidas en este sprint desesperado por la supervivencia.
Habían pasado tres minutos, y apenas habíamos recorrido la mitad del camino. Dong-mi se colocó detrás de un jugador ligeramente más bajo que él, inclinándose hacia él para ocultarse tras su espalda. La muñeca giró nuevamente, y todos comenzamos a correr de nuevo.
La meta estaba cerca. Podía ver el reloj que marcaba los últimos segundos, y la desesperación se apoderó de mí al ver que varios jugadores ya habían cruzado la línea. Solo quedaba un minuto, y mi corazón latía con fuerza mientras el tiempo se desvanecía. Fue entonces cuando sentí las manos de Dong-mi tomar con firmeza mi cintura y lanzarme hacia adelante, directo a la línea de meta. Con un empujón, me envió más allá de la línea, seguido rápidamente por Soo-dong. Dong-mi se detuvo al ver a la muñeca voltear hacia él.
Miré el reloj: veinte segundos. Mis ojos se llenaron de lágrimas, y un dolor punzante apareció en mi pecho al ver a Dong-mi aún a unos metros de distancia. La muñeca se giró nuevamente, y en ese momento, Dong-mi saltó a la meta.
Cayó a mis pies, y me agaché rápidamente, abrazándolo con fuerza. Había salvado mi vida y la de Soo-dong con su valiente acto. El miedo, la adrenalina y la gratitud se mezclaron dentro de mí.
- ¡Tonto! ¿Crees que puedes hacer eso? - Soo-dong gritó, su voz entrecortada por la emoción y el miedo. - ¿Y si no lograbas pasar?
Dong-mi, con su expresión tranquila y una sonrisa de alivio, simplemente respondió:
- Pero pasé.
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───── 𝗔𝘂𝘁𝗵𝗼𝗿'𝘀 𝗡𝗼𝘁𝗲.! ⋆
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• me quedé sin ideas papus 😔
• que opinan del ejército de Doongies 🤪
• escuchamos no juzgamos porfavor 😅🥺😭😡🥰
• mi cabeza se quemó escribiendo esto.
• Soo-dong cuando Dong-mi se burló de ella por su dialecto de abuela
• voten y comenten 😡😡
#NOLECTORESFANTASMA
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