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❝ WELCOME TO YOUR NEW HOME ❞


͙۪۪̥˚┊❛ R E G A R D S ❜┊˚ ͙۪۪̥◌
🐺 ⋆。˚ presents to you chapter one ▶❝ Welcome to your new home ❞ ▬▬ 𝗮 𝗸𝗮𝘇 𝗯𝗿𝗲𝗸𝗸𝗲𝗿 𝗳𝗮𝗻𝗳𝗶𝗰𝘁𝗶𝗼𝗻 🧤 © 𝗐𝗋𝗂𝗍𝗍𝖾𝗇 𝖻𝗒 𝖻𝖺𝗋𝖻𝗌 𝟤𝟢𝟤𝟣.

SEIS AÑOS ANTES

LÁGRIMAS CALIENTES caían por sus pálidas mejillas mientras los recuerdos perturbaban su mente; Llevaba horas encerrada en aquel cuarto húmedo y frío, y por más que gritaba y suplicaba por misericordia, nadie parecía escucharla; o bien hacían oídos sordos a sus súplicas. O el lugar en donde la tenían estaba lo bastante alejado y apartado de la civilización para que alguien pudiera escucharla.

Sea como sea, ahora era una prisionera.

Las heridas en sus delgadas muñecas empezaban a escocerle. Había intentando sacarse los grilletes que impedían su libertad pero todo esfuerzo era en vano. Lo único que podía abrir la cerradura era una llave y está estaba en manos de sus captores. Así que no solo estaba encadenada, sino que también sus muñecas blancas estaba al rojo vivo debido a la fuerza que había ejercido para liberarse. Y ahora el simple roce del metal contra su piel le ardia como los mil demonios.

Nora era consciente de que podia apaciguar el dolor en cuestión de segundos, sin embargo eso conllevaría a llamar la atención y de por si ya tenía varias miradas sobre ella. Era la nueva en ese lugar, el centro de atención. Por lo que prefirió, de forma inteligente, dejar sus muñecas lastimadas tal cual estaban y no hacer uso de sus habilidades.

El silencio en aquel lugar era un mártir para Nora; las imágenes del como había terminado en aquel lugar se reproducían a su mente y la torturaban de forma dolorosa y lenta una y otra vez.

Se cuestionó el como pudo pasarle eso. ¿Acaso sus santos la estaban castigando por algo que había hecho mal? Porque según recordaba ella, nunca había obrado mal ni lastimado u insultado a nadie, así que... ¿Por qué la castigaban de ese modo?

Hasta hace unas horas atrás su vida parecía marchar en dirección correcta; Ella y su madre estaban a tan solo minutos de zarpar en un pequeño esquife hacia la sombra para llegar a Ravka, lugar donde las personas como ella eran bienvenidas en el Pequeño Palacio y estaban bajo la protección de el General del segundo ejército; Si, ir ahí conllevaría a volverse un soldado más par el Rey. Pero por lo menos aprendería a perfeccionar sus dones y su madre podría tener un lugar donde vivir con el sustento que ganaría por su servicio al Rey en Os Alta.

Ambas sabían que el viaje a través del Nocéano era peligroso, por no decir mortal. Eran poco los que lograban llegar al otro lado con vida debido a todas las criaturas mortiferas que acechaban la oscuridad. Sin embargo ambas habían preferido tomar aquel riesgo a ser capturadas por un drüskelle.

Todos sabían que cuando un cazador Fjerdano capturaba a un Grisha este era llevado a la corte de hielo para un juicio.

Y asi como todos sabían eso, también sabian que ningún Grisha salía con vida de esa fortaleza fría.

Así que no, sin duda ni Nora ni su madre preferían vivir aquel cruel destino. Por lo que tomaron la mejor decisión para ambas y planearon todo minuciosamente para viajar a Ravka; trabajaron horas extras y ahorraron durante un par de años para poder tener esa vida segura que tanto querían. Vendieron sus terrenos en las afueras de Os Kervo y partieron hacia Novokribirsk para comprar los pasajes en el esquife que las llevaría al otro lado del Nocéano.

Estaban a solo media hora de conseguir lo que querian, cuando sus santos les dieron las espalda.

-¡Ladrón! -grito su madre cuando alguien le arrebato uno de sus bolsos.

Ella señalo hacia el encapuchado que corría a toda velocidad entre las masas de personas que transitaban tan temprano en el puerto. Varios hombres que rondaban la zona de embarcación intentaron atraparlo, más esté fue escurridizo y logró escapar con el bolso donde ambas tenían provisiones y dinero para el viaje.

-Lo lamento mucho Señora, pero se ha escapado -se disculpó uno de esos hombres que intentó ayudarlas-. Cerca de aquí hay un mercado donde puede reponer lo robado -añadió-, ahí puede comprar más provisiones.

-Muchas gracias amable señor -agradeció su madre para luego tomar su mano y dirigirse al mercado que el hombre habia mencionado-. Nora, no te alejes de mi -pidio ella. Y la niña de apenas doce años asintió con la cabeza, lista para obedecer aquella simple petición. Tomó entre sus manos la capa de su madre y la siguió a través de la masa de gente.

El mercado estaba lleno de personas, todas empujandose entre ellas para poder moverse entre las estrechas calles de piedra.

Nora, al ser pequeña, podía moverse fácilmente entre las personas, sin embargo el trabajo era difícil cuando debía mantener su agarre en la capa oscura de su madre para no separarse.

Anduvieron por varios minutos de puesto en puesto comprando solo lo necesario para el viaje. Tenian poco tiempo para regresar al puerto y empezar sus nuevas vidas. Estaban a nada de terminar sus compras cuando Nora tropezó con una piedra salida de la calle y terminó soltando la capa de su madre para amortiguar la caida con sus manos. Un leve quejido brotó de sus labios ante el raspón que se hizo en la palma derecha, pero ignorando el dolor, y el pequeño hilo de sangre que descendencia ahora por su muñeca, se incorporó con rapidez y volvió a sujetar la capa oscura entre sus manos para continuar siguiéndola a su madre través de las calles.

Nora, algo cansada por todo el recorrido que habían hecho hasta ahora, alzo la cabeza hacia el cielo y vio como el sol se había alzado aún más arriba de cuando comenzaron sus compras.

-Debemos regresar mamá, el barco zarpara pronto -alzo su voz para que su madre pudiera oírla a través de todo el ajetreo.

Pero al no obtener una respuesta por parte de la mayor, Nora miro sobre su hombro e intento ver el embarcadero desde donde estaban. Sin embargo y de forma repentina, su madre doblo hacia la derecha en un callejón oscuro y frío, y Nora no tuvo más opcion que seguirla de cerca.

-¿Mamá, que hacemos aquí? -preguntó la niña desviando la mirada por las enormes paredes de ladrillo que la rodeaban. Se estaban adentrando demasiado en aquel callejón, que el bullicio del mercado apenas se percibia. Aquello comenzó a ponerla nerviosa-. ¿Mamá, donde estamos?

Pero al momento de tirar de la capa de su madre para llamar su atención, se dio cuenta de su error.

Un escalofrío recorrió su pequeño cuerpo al ver que aquella persona no era su madre.

Unas manos rápidamente ahogaron el grito que quiso soltar cuando se percató de la realidad; Intento correr, huir de ahi, pero otra persona surgió detrás de ella y la tomo de los brazos mientras que la primera persona, quien fue la responsable de guiarla hasta allí, saco una mordaza de su bolsillo y comenzó a acercarse a ella.

-¡Nora! -escuchó a lo lejos a su madre, quien al percatarse de su ausencia comenzó a buscarla con desesperación.

Nora, con el miedo brotando por cada poro de su piel, empezó a forzajear y gritar en brazos de aquel hombre. La desesperación y el miedo tomaron el control sobre ella y terminó mordiendo a uno de sus captores tan fuerte, que sintió el sabor metálico de la sangre en su lengua; el hombre soltó un alarido tan fuerte, que furioso la terminó estrellando de golpe contra una de las paredes y se miró la herida con furia.

-¡Maldita perra! -escupió él, y le propinó un puñetazo en el rostro a Nora tan fuerte, que la niña terminó cayendo al suelo de sopetón.

Las lágrimas no tardaron en nublar su visión. El golpe le punzaba y la había aturdido al nivel de que apenas pudo procesar que estaba libre, cuando volvieron a tomarla bruscamente por los brazos y terminaron de apresarla con una soga.

Pero entonces, y en ese momento, una paz interior la recorrió de pies a cabeza cuando escucho a su madre vociferar más cerca de ella de su nombre.

-¡NORA!

Su madre la había encontrado.

Había logrado llegar a ella.

Una ola de esperanza la golpeó; su madre la sacaría de aquella situación con sus habilidades. Ambas volverían al puerto con prisa y tomarían el esquife para alejarse de ese mal momento.

Sintió como sus captores la soltaron para confrontar a su madre, pero cuando el primero se lanzó al ataque, su madre actuó para protegerla; unos simples toques entre sus manos y unos ágiles movimientos de muñecas bastaron para que relantizará el pulso de su atacante. El hombre, quien se había detenido abruptamente en su lugar, comenzó a gimotear de dolor, estrujandose el pecho con un puño mientras poco a poco iba cayendo de rodillas al suelo y terminó de desplomarse de un golpe.

No volvió a levantarse.

Su otro captor, al percatarse de la desventaja que tenía sobre una Grisha experimentada, silbó dos veces seguidas, tan fuerte como sus labios se lo permitieron, que de pronto se vieron rodeados por una pandilla de hombres robustos y de aspecto temerario; su madre volvió a atacar y detuvo a tres de ellos al mismo tiempo. Todos soltaron quejidos de dolor mientras se tomaban con fuerza el pecho. Sus rostros empezaban a ponerse morados por la falta de oxígeno en sus pulmones, cuando de pronto otro de los rufianes cayó en un ágil salto por detrás de su madre y la golpeó con una roca en la cabeza.

Nora gritó asustada al verla caer inconsciente al suelo. Uno de ellos corrió rápidamente hacia ella y amarró sus manos para que, en caso de que despertara, cosa que era improbable, no pudiera usar sus habilidades grisha contra ellos.

Nora no tuvo tiempo de dar un paso atrás cuando repentinamente alguien colocó un trapo húmedo sobre su nariz.

Lo último que alcanzó a percibir antes de perder la conciencia fue ver como dos de aquellos hombres tomaban en brazos a su madre y se la llevaban por el oscuro callejon.

Pocos segundos después, la oscuridad la envolvió de forma repentina.

Y en otro lado, en el puerto para ser más exactos, el barco que las llevaría a su destino zarpó.

Pero sin ellas.

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Nora recuperó la conciencia poco a poco; se encontraba mareada y el rostro le dolía por el puñetazo que había recibido por parte de aquel hombre momentos atrás. Estaba bastante segura que tenía un hematoma enorme que comprobaba lo agresión que había recibido. Podía sentirlo.

Sin embargo el temor de no tener una visión clara de donde estaba hizo que todo el dolor se esfumara de golpe; Se encontraba atada a una silla y tenia una venda sobre los ojos. Desde donde estaba podia escuchar claramente como sus captores se reían y festejaban por algo que seguramente no quería averiguar.

Era claro que aquellas personas no eran buenas. El estado en el que se encontraba y la forma en que las habían atacado era prueba de ello. Nora se encontraba pensando en una forma de poder librarse de aquella situación y poder ayudar a su madre, donde quiera que está estuviera, cuando un golpe seco la hizo estremecerse y unas grandes carcajadas resonaron por todo el lugar.

Nora sintió como la venda en sus ojos empezaba a humedecerse a causa de las lágrimas que comenzaban a brotar debido a un gemido de dolor que alcanzó a escuchar más adelante.

Jadeo de golpe cuando escucho a su madre quejarse.

-Al parecer la princesa despertó -escuchó una voz rasposa junto a ella. Y de un tirón le quitaron la venda del rostro.

Nora tuvo que pestañear varias veces para acostumbrarse a la tenue luz de aquella habitación. Pero tan pronto como su vision captó la escena a tan solo un par de metros enfrente de ella, deseo que esa venda nunca se hubiera abandonado su rostro.

Gritó.

Gritó tan fuerte y llena de impotencia al ver el cuerpo semidesnudo de su madre postrado y amarrado sobre una mesa sucia de madera; aquella dulce mirada con la que siempre la veía ahora estaba perdida en algún punto fijo.

Derrotada.

Humillada.

Su madre apenas y lograba mantener los ojos abiertos debido al dolor.

Pero lo que más horrorizo a Nora fue el hecho de que uno de esos hombres estaba abusando de ella sin pudor alguno y con demasiada violencia.

Un escalofrío la recorrió cuando escuchó como su madre soltaba un quejido débil; estaba perdiendo mucha sangre. Ese desgraciado la estaba desgarrando internamente.

-¡NO, DEJALA EN PAZ! -vociferó Nora con la voz quebrada y la esperanza de que aquellos malagradecidos desalmados se detuvieran.

Más no fue así.

Nora observó como su madre giraba la cabeza en su dirección y la miraba con una profunda tristeza.

«Lo siento mi amor» leyó en sus ojos.

Y cuando el hombre la embistió con rudeza una vez más, aquel brillo en su mirada se opaco para siempre.

Desde donde estaba aprisionada dejó de sentir el pulso de su madre. Y como si fuera ella misma quien estaba en aquella mesa siendo abusada, soltó un grito desgarrador que brotó desde el fondo de su alma y la quemó por dentro.

Nora terminó por quebrarse.

Esos hombres habían asesinado a su madre.

Esos hombres le habían arrebatado toda su felicidad.

Nora levantó la mirada llena de lágrimas calientes y volvió a ver los ojos sin brillo de su madre. Una punzada terrible la atravesó en el pecho al ver como sangre oscura se deslizaban por sus piernas desnudas.

-¿¡Quién es el siguiente?! -grito el hombre responsable de arrebatarle la vida a la mujer que le dio la vida mientras se subía los pantalones; algunos de los presentes resoplaron con aburrimiento.

La mujer había muerto, ¿Qué sentido tenía follar con un cadáver? No obstante, siempre existía gente enferma y morbosa en el mundo

Y Nora fue testigo de eso aquel día.

Sintió como la bilis subía por su garganta cuando uno de ellos caminó hacia el cadáver de su madre y se desabrochaba los pantalones para ser el siguiente en profanarla.

-¡MONSTRUOS! ¡SON TODOS UNA MONSTRUOS! -chilló Nora desgarrandose la garganta ahí mismo. Sintiendo asco de todos y cada uno de ellos.

Sin embargo, ninguno de ellos le hizo caso.

Nora cerró los ojos y bajo la mirada con la impotencia recorriendo sus venas; No quería seguir observando aquella monstruosidad. No quería que aquellos desgraciados abusaran asi del cuerpo del la mujer que la amo y trajo al mundo.

No quería.

Sin embargo no pararon. No hasta que ya no hubo nadie en aquella habitación que quisiera seguir profanando su cuerpo; dos de ellos se encargaron de bajarla de la mesa, y cuando la tiraron hacia un costado de la habitación como saco de basura, una tremenda ira brotó de ella

¿Cómo podían existir personas tan viles y crueles en el mundo? Se preguntó Nora.

¿Cómo sus santos pudieron permitir que su madre muriera de esa forma?

Muchos más cuestionamientos surgieron en su mente pero cada uno de ellos se esfumó en cuanto sintió una caricia en su mejilla derecha que hizo que se sobresaltara asustada en su lugar

-Tienes suerte de ser tan joven, mis chicos no tienen permitido tocar a menores -murmuró un hombre gordo y barbón en su oído. El aludido la desató y le colocó unos gruesos grilletes en las muñecas antes de que ella pudiera hacer algo en su contra.

Con brusquedad tiro de Nora para que se levantara, y comenzó a guiarla por la habitación hacia un pasillo oscuro.

Y si bien ella no quería abandonar el cuerpo de su madre, el temor de lo que pudiera pasarle a ella misma hizo que siguiera a aquel hombre sin protestar. Caminaron por un pasillo oscuro y frío hasta llegar a unas estrechas escalera, las cuales claramente descendieron. El hombre, que parecía ser el jefe del lugar, doblo hacia la izquierda y abrió una de las puertas de metal con cerrojo. Nora apenas pudo ver el interior de la habitación cuando esté la empujó dentro con tanta brusquedad, que terminó cayendo al suelo como costal de papas.

Al levantar la mirada se percató de que no estaba sola. Había muchas más chicas como ella, o en peor estado. Algunas mayores; otras de su edad; o incluso algunas más pequeñas.

Todas se encontraban agazapadas entre ellas, como si así pudieran protegerse mutuamente.

Una ola de pánico la recorrió cuando notó que todas y cada una de ellas tenía grilletes en sus muñecas y tobillos. Al igual que ella. Fue entonces que entendió el motivó por el cual estaba ahí.

Nora se incorporó de golpe y corrió hacia la puerta en un vago intento por huir de ahí pero el hombre le cerró la puerta en la cara, dejándola prisionera.

-¡NO! ¡DÉJENME SALIR! -vociferó ella golpeando la puerta con desesperación-. ¡DÉJENME SALIR!

Pateó, golpeo y empujó la puerta una y otra vez, pero está no volvió abrirse por más que lo suplicara.

Y ahora ahí estaba ella. Apartada en un rincón, sola, y con la cabeza entre las rodillas llorando en silencio por la muerte de su madre.

Decir que tenía miedo era poco, estaba aterrorizada hasta los huesos.

¿Que harían con ella? ¿Qué harían con todas esas chicas ahí dentro? ¿Qué pasaría con el cuerpo de madre? ¿Qué pasaría ahora con su vida? Esas y miles de preguntas rondaron por su cabeza las próximas horas hasta que Nora cayó dormida entre lágrimas y lamentos de forma inconsciente.

Cuando volvió a despertar, notó en la parte superior de la pared donde estaba recargada un pequeño rayo de luz. Ya había amanecido, o eso supuso ella, pues no podía estar pendiente del tiempo ahora que carecía de un reloj o de la vista plena al sol. Nora estiro las piernas hacia adelante y una mueca de dolor se dibujo en su rostro cuando sintió calambres por todos lados. Haberse quedado dormida en aquella incómoda posición le estaba cobrando factura.

Una vez que logró incorporarse sin esfuerzo alguno, echó un vistazo a su alrededor y notó que algunas de las chicas, sobretodo las más pequeñas, todavía dormían. Y las que estaban despiertas como ella, estaban agazapadas en silencio y con la mirada perdida en un punto fijo. Si no fueran por sus pechos que subían y bajaban a un ritmo lento, Nora pensaría que estaban muertas.

La castaña oscuro se debatió mentalmente en entablar una conversación con la chica más cercana a ella para averiguar que proseguía con ella, cuando el pestillo de la puerta resonó por toda la habitación y todas, incluida Nora, se sobresaltaron en sus lugares.

El mismo hombre que la había llevado aquella habitación entró junto a otros tres más. Por inercia Nora se pego a la pared como si quisiera hacerse pequeña y pasar desapercibida, pero el hombre echo una vistazo a cada una de ellas y empezó a dar indicaciones a sus hombres.

-El siguiente encargo es de una docena -dijo-. Las que les señale, llevenlas embarcadero donde zarparan hacia Kerch.

Los demás asintieron y el hombre empezó a señalar a las elegidas; Nora observó con cierto temor como cada uno de ellos tomaban a una chica y la sacaba de ahí bajo la atenta mirada de su jefe. Algunas de las chicas luchaban para liberarse de los sujetos, mientras que otras suplicaban entre lágrimas para ser liberadas. Otras, en cambio, cooperaban en el traslado, como si no tuvieran motivos para forzajear. Y otras se encontraban tan débiles, que tuvieron que cargar con ellas a rastras.

Y justo cuando Nora creyó que habían terminado y que volverían a dejar ahí encerrada, el hombre barbón la miró.

-Y por último ella -indicó el hombre señalandola a ella.

Nora sintió un vuelco en el estómago cuando uno de los sujetos se acercó a su persona con una sonrisa ladeada; y cabe mencionar que Nora fue una de las que lucharon para liberarse de aquella opresión. Grito y forzajeo con todas sus fuertes para liberarse de las manos de aquel desconocido que la llevaba a un lugar incierto.

Pero todo ese esfuerzo fue en vano, porque fue arrastrada hasta un muelle donde la subieron a un pequeño barco y fue encerrada en una celda.

-¿A dónde nos llevan? -cuestionó Nora nerviosa hacia el hombre, pero este se limito a revisar que sus cadenas estuvieran bien cerradas antes de incorporarse y salir de la celda-. ¡¿A donde nos llevan? -insistió ella, ganándose solamente una sonrisa ladeada.

El hombre cerró la celda y descendió las escaleras dejándola sola junto con las otras chicas.

Nora, por otro lado, se dejó caer lentamente al suelo. Por un momento creyó que le respondería cuál sería su destino a partir de ahora, sin embargo la habían dejado igual...

Sin respuestas.

Echo un vistazo a su alrededor, buscando algo que pudiera ayudarla a soltarse de sus cadenas, más el piso de madera estaba completamente limpio y despejado. No había nada que pudiera ayudarla a escapar; sin perder la esperanza, todavía, siguió buscando hasta que sus ojos verdes chocaron con la mirada oscura de una de las once chicas que la acompañaban.

Nora le sostuvo la mirada hasta que la otra chica se incómodo y por fin hablo:

-¿Enserio no sabes lo que está pasando? -le preguntó ella en voz baja.

Nora negó. La chica miró de reojo hacia las escaleras, seccionandose de que nadie bajara y luego volteo a ver a Nora de nuevo.

-Nos venderán, nos están llevando con el comprador.

Nora sintió como su corazón se detenía de golpe ante la revelación de aquella información.

-¿Qué? -musito atonita. No podía creer lo que acababa de escuchar.

-Eso es lo que hacen -respondió la chica señalando las escaleras que dirigían a la cubierta del barco-. Secuestran a chicas jóvenes, las venden y las transportan a sus compradores. Son traficantes.

La realidad cayó sobre ella como un cubetazo de agua helada; la habían capturado para venderla como un objeto insignificante. La habían apartado de su madre para ganar dinero.

La estaban llevando a un lugar desconocido como una mercancía cualquiera y donde estaría bajo el control de aquel o aquella que la había comprado sin derecho alguno.

Nora no quería eso.

No quería una vida así de insignificante; así de terrible.

Podía sentir como las lágrimas empezaban a formarse en sus ojos, pero ya estaba harta de llorar.

Debía pensar en un modo de escapar de aquella realidad.

Debía encontrar una manera.

Pero por más que busco y busco alguna cosa que la ayudara a salir de aquella celda, fue inútil. Era solo una niña de doce años con poca experiencia sobre sus habilidades. Sí lograba sacarse las cadenas, ¿Qué haría después? ¿Cómo enfrentaría a todo el navío ella sola?

Nora cerró los ojos y le suplico a sus santos que la ayudarán a salir de ahí. De ese destino tan cruel que le esperaba.

Más no obtuvo respuesta.

Tres días después llegaron a su destino y varios de aquellos hombres bajaron para abrir las celdas y sacar algunas chicas, entre ellas Nora. Fueron llevabas a la cubierta del barco donde varios hombres con traje negro las rodearon y le cedieron el paso a una hermosa mujer rubia que vestia un largo vestido oscuro y llevaba varias joyas encima. Está las inspeccionó de arriba a abajo, minuciosamente, observando cada pequeño detalle de sus personas.

La mujer asintió, conformada.

-Las quiero -dictó ella, condenando de este modo a todas y cada una de ellas.

Todo paso muy rápido. Nora fue amordaza y empujada por uno de aquellos hombres de negro. La llevaron por calles totalmente desconocidas para ella, donde ni un alma se asomaba siquiera a tan altas horas de la noche. No pararon hasta llegar a la parte trasera de un enorme edificio, donde le dieron el paso a ella y al hombre y la guiaron hasta unos pisos superiores donde esperaron a las demás chicas y aquella hermosa mujer.

-Bienvenidas a su nuevo hogar -dijo la mujer viéndola a cada una con una enorme sonrisa cuando todas estuvieron ahi-. Soy Tante Heleen. Recuerden mi nombre porque de ahora en adelante trabajan, viven y respiran para mí; acatarán todas las reglas que tengo en este lugar, o de lo contrario serán castigadas con severidad. Y créame lindas, no les gustará el castigo.

»Ahora son de mi propiedad. Sus vidas son mías. No podrán salir de aquí salvo con mi permiso y, después de un año de servicio, veremos si tienen derecho a tener vía libre para pasear por la ciudad a su antojo, siempre y cuando regresen a la hora indicada.

»Ni se les ocurra escapar, tengo vigilancia por todo el lugar y no dudarán en traerlas de vuelta -aseguró Heleen caminando hasta su escritorio, donde tomo asiento y volteo a verlas con una sonrisa-, ¿Alguna pregunta?

-¿Cuál es nuestro trabajo? -pregunto tímidamente una de las chicas.

Tante sonrió mostrando todos su dientes blancos.

-Complacer al cliente -respondio.

Nora sintió como su mundo se venía abajo, ¿Acaso había escuchado bien?

Tante miró a cada una, viendo las expresiones en sus rostros, y se rió, burlándose de ellas.

-Esta es una de las mejores casas de placer de todo Ketterdam. No se preocupen, aprenderán rápido -y les guiño un ojo-. Así que... Bienvenidas a su nuevo hogar.

Y esas cinco palabras fueron el detonador de la nueva vida de Nora; una vida donde ella no tendría el control de su cuerpo.

Una vida donde sería usada como un objeto.

Una vida sin la fe en sus santos.

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𝐁𝐚𝐫𝐛𝐬 © | 𝟐𝟎𝟐𝟏

CAPITULO EDITADO

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