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❝ THE SUN SUMMONER ❞

͙۪۪̥˚┊❛ R E G A R D S  ❜┊˚ ͙۪۪̥◌
🐺 ⋆。˚ presents to you chapter fifteen ▶❝ the sun summoner ❞ ▬▬ 𝗮 𝗸𝗮𝘇 𝗯𝗿𝗲𝗸𝗸𝗲𝗿 𝗳𝗮𝗻𝗳𝗶𝗰𝘁𝗶𝗼𝗻 🧤 © 𝗐𝗋𝗂𝗍𝗍𝖾𝗇 𝖻𝗒 𝖻𝖺𝗋𝖻𝗌 𝟤𝟢𝟤𝟣.

TRES DÍAS DE VIAJE FUERON necesarios para que el grupo de actores llegara a Os Alta y por ende, al palacio real, donde una gran caravana de carretas se aglomeraba en la entrada trasera del palacio y los guardias reales realizaban los controles de vehículos, documentos legales y las invitaciones que confirmaban la participación de cada compañía en la fiesta.

El grupo de Marko, donde estaban infiltrados Nora, Inej y Jesper, tuvo que esperar aproximadamente una hora en la fila. Una vez en la entrada los hicieron descender de la carroza para una revisión rápida y precisa, la cual salió de maravilla gracias a que habían ocultado sus armas debajo de unas tablas en el carro de la compañía.

Todos estaban parados junto al carroza mientras Marko entregaba la documentación correspondiente para ingresar a los terrenos del palacio.

—Esta es nuestra invitación para actuar, firmada por la reina —afirmó Marko con orgullo, pero el guardia no parecía impresionado. Todos allí tenían una invitación firmada por la reina, no era sorprendente.

El guardia examinó nuevamente los papeles y los dobló antes de devolvérselos a Marko.

—Este documento les otorga permiso para acceder al área exterior y al salón de baile principal, nada más. Son empleados de la reina, no sus invitados —dijo el guardia con firmeza—. Deben permanecer juntos como grupo en todo momento —añadió mientras caminaba entre ellos—. Nada de pistolas, cuchillos ni armas de ningún tipo. La violación de las reglas puede resultar en expulsión o incluso ejecución. ¿Todos comprenden las reglas? —preguntó en un tono duro.

Antes de que alguien pudiera responder afirmativamente, se produjo un alboroto detrás de ellos. Un hombre había sido descubierto debajo de una carroza y empujó agresivamente al guardia en un intento de escape.

—¡Quiero ver a la Invocadora del Sol! —gritó el intruso, mientras el guardia a cargo daba órdenes a los demás para intervenir y ayudar a su compañero.

Nora contuvo cualquier gesto al ver a Kaz infiltrado entre ellos. Su jefe estaba disfrazado de guardia real y portaba un rifle en la mano.

—Está bien, eso es suficiente —ordenó el guardia a cargo. Sin embargo, no pudieron ver lo que sucedía a continuación, ya que otro guardia les indicó que pasaran y despejaran el camino.

Nora siguió a Jesper e Inej hacia los terrenos del castillo, sintiendo cómo su corazón latía fuertemente en su pecho. Hacía todo lo posible por no mirar hacia atrás, necesitaba saber que el plan de Kaz había funcionado y que los seguía en secreto.

Sin embargo, todas sus preocupaciones se desvanecieron cuando un grupo de guardias los adelantó, y entre ellos vio a Kaz, quien le lanzó una mirada de soslayo y curvó la comisura de los labios antes de continuar con los demás.

Nora sonrió levemente y siguió a sus compañeros hasta los jardines del palacio. 
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Una vez instalados y con extrema precaución para asegurarse de que nadie los viera escapándose dentro de la caravana, los cuatro se reunieron para discutir los siguientes pasos a seguir.

—Este es el plan —comenzó Kaz, colocando los planos del palacio sobre la mesa—.Recorreré la ruta de nuestro objetivo desde el salón hasta la cena y buscaré un punto de emboscada.

Nora intervino de inmediato—: Uno de nosotros debería ir contigo. De hecho, iré contigo.

Ella estaba preocupada por el hecho de que Kaz no pudiera usar su bastón. Sin embargo, Kaz se negó de manera decidida.

—Me las arreglaré —aseguró—, no podemos llamar la atención, y Jesper debe planear nuestra escapada —agregó, mirando al moreno, quien asintió en acuerdo.

—Entre los eventos, hay un intervalo —señaló Kaz, apuntando a un largo pasillo en los planos—. Es posible que la coloquen en una sala apartada del público, considerada segura. Ese será el lugar donde creen que estará mejor protegida y también será nuestro mejor punto de secuestro.

—Me preocupa la seguridad en esa sala —confesó Nora—. Tenemos que idear cómo entrar allí.

—Y alguien debe crear una distracción para cubrir nuestra salida —afirmó Kaz—. Es en ese momento que la secuestraremos".

Ninguno de ellos se opuso. Todos estaban de acuerdo con los siguientes pasos a seguir.

—Sigan con sus papeles —Ordenó Kaz, volteando a ver a ambas—. Ustedes dos deben practicar sus rutinas. Y Jesper —miró fijamente al moreno—, sin distracciones. Nos vemos aquí al mediodía, durante el descanso.

Con esas palabras, Kaz tomó el sombrero oscuro de un guardia real del palacio y salió con cuidado de la carroza para asegurarse de no ser visto.

—Es hora de practicar. ¿Tienes tu traje a mano? —preguntó Nora a Inej, quien asintió y tomó la prenda de color amarillo, rojo y azul de un baúl—. Bien, Jesper...

—Ya sé, ya sé... me voy para darles privacidad —dijo Jesper mientras salía de la caravana sin esperar respuesta.

Una vez solas, se cambiaron sin preocupación alguna. La confianza entre ambas era tan grande que no tenían miedo de cambiarse en el reducido espacio. Ya vestidas con sus respectivos trajes, salieron y se encontraron con Jesper al otro lado de la puerta, haciendo guardia para evitar que alguien las viera.

Al verlas, les dio una sonrisa burlona, pero antes de que pudiera decir algo, Marko se acercó a ellos.

—Aquí están, mis dos estrellas de la noche —exclamó encantado al verlas preparadas—. Ambas lucen espléndidas —las elogió—. De acuerdo, acabo de hablar con los organizadores de la Reina y me han dado instrucciones sobre dónde quieren a las bailarinas. Inej, tu lugar será en las escaleras principales del salón. Nora, te tocará presentarte en uno de los salones principales del segundo piso. Sus arneses ya están instalados, así que vayan a practicar. Tenemos cinco horas antes de que comience la fiesta y deben ser puntuales. ¿Entendieron?

Ambas chicas asintieron sin protestar.

—Bien, vayan, vayan. Tenemos un público al que complacer esta noche. Jesper, veremos tu número en un rato. Todavía tengo algunas cosas que ajustar —concluyó Marko.

El moreno sonrió y siguió a ambas chicas al interior del palacio para dirigirse a sus puestos. Al llegar al pie de las escaleras principales del salón, se detuvieron y vieron que la tela roja de Inej estaba preparada, tal como había dicho Marko.

—Mi lugar está arriba —señaló Nora mirando por el hueco de las escaleras en espiral—. Bien, Jesper, recuerda, quédate cerca y consigue la carroza para el plan. Sin distracciones y sin llamar la atención —murmuró ella, agregando en voz baja—. Inej... no tengo que decirte qué hacer, ya sabes tu parte.

La chica asintió mientras reprimía una carcajada al ver la expresión incrédula de Jesper.

—¿Por qué no le recuerdas a ella qué hacer y a mí sí? —replicó él frunciendo el ceño.

Nora levantó una ceja y lo miró con una sonrisa burlona.

—Porque ella no se distrae de su objetivo principal, Jesper. ¿O debo recordarte lo que pasó con el carbón?

Jesper abrió la boca, pero rápidamente la cerró, sin tener ningún argumento para responder. Nora sonrió victoriosa antes de empezar a subir las escaleras hacia el salón que le correspondía. Debía ser honesta consigo misma, estaba nerviosa. Presentarse en uno de los salones principales no era poca cosa. Tendría cientos de ojos puestos en ella, más de los que había tenido en un solo show en la Casa de las Fieras. Y eso sin contar a la familia real y al Segundo Ejército.

Absorta en sus pensamientos mientras ascendía los escalones, apenas logró detenerse a tiempo al pie de las escaleras cuando fue interceptada por una Grisha de cabello rojizo y kefta azul con bordados rojos. Una Inferni.

Todos sus sentidos se pusieron en alerta. Por un momento, un fugaz pensamiento de que la habían reconocido como una igual la atravesó. ¿Acaso sus poderes Grisha podrían delatarla estando rodeada de más gente como ella? ¿Era eso posible? La idea de salir corriendo cruzó su mente cuando la chica se cruzó de brazos y la miró con una ceja alzada.

—¿Tienes permitido estar en esta zona del palacio? —preguntó la chica con seriedad, pero Nora no sintió que lo dijera con intención de reprenderla o algo similar, sino más bien por curiosidad. La Grisha era hermosa, muy hermosa. Su cabello rojo recordaba al fuego y sus ojos azules evocaban un bonito día soleado. Sin embargo, aquel gesto serio en su rostro la hacía parecer mayor y con autoridad.

¿Acaso todos los Grisha del Segundo Ejército lucían así?

Nora inclinó ligeramente la cabeza y respondió:

—Soy parte de la compañía de Actores de Pomdrakon, me informaron que mi número sería en uno de los salones principales.

—Oh, sí, su alteza solicitó un acto de baile aéreo en el segundo salón, ese de ahí —señaló la chica la segunda puerta a la derecha—. Supongo que conoces las reglas —pero por la expresión confundida de Nora, la chica supo que no era así. Sonrió ligeramente antes de explicarle—: Tu acto comenzará cuando los invitados lleguen a los salones, y solo podrás permanecer en la fiesta durante la duración de tu número. Una vez que concluya, te retirarás en silencio por este lado del pasillo hasta las escaleras de servicio —señaló el camino—. Allí te encontrarás con un pasillo y deberás seguirlo recto hasta llegar al jardín, donde tu caravana, junto con las demás, está ubicada. No tienes permiso para quedarte en la fiesta. No puedes consumir alimentos ni bebidas del salón; los ayudantes de cocina te proporcionarán algo para cenar en el jardín cuando termine la fiesta. Y, sobre todo, no puedes dirigirte a sus majestades. No son sus invitados, eres una empleada. ¿Quedó todo claro?

Nora asintió. Había entendido todo perfectamente.

—En ese caso, te dejaré ensayar tranquilamente —y dicho eso, la pelirroja dio un paso atrás y se dio la media vuelta para comenzar a alejarse, pero se volvió nuevamente hacia ella y añadió—. Por cierto, la reina es un tanto... meticulosa. Le gusta que todo salga exactamente como ella lo desea. ¿Un consejo? Procura que tu presentación esté a la altura de lo que ella espera.

—¿Y qué nivel es ese? —se atrevió a preguntar Nora.

La pelirroja suspiró.

—Espectacular y elegante —aseguró.

Nora comprendió.

—Así será —dijo Nora—, gracias por el consejo...

—Enya —respondió ella—. Enya Volkova. Si necesitas algo más para tu número o algún otro consejo, solo pregúntale a cualquier sirviente o Grisha por la Subcomandante del Segundo Ejército. Con mucho gusto te ayudaré en lo que necesites.

Nora procuró ocultar su sorpresa al darse cuenta de que estaba frente a la segunda al mando del Segundo Ejército y sonrió con la boca cerrada.

—Entendido. Muchas gracias, señorita Volkova.

—Llámame Enya.

—Bien... Enya.

La pelirroja sonrió.

Sin embargo, la sonrisa desapareció en el instante en que un sirviente se acercó a ella y le susurró algo al oído. Nora alcanzó a escuchar claramente las palabras "Su majestad" y "Príncipe" antes de vislumbrar una mueca en la boca de Enya. La pelirroja rápidamente forzó una sonrisa que denotaba incomodidad y asintió.

—Muchas gracias, Patrick. Enseguida voy.

El sirviente inclinó la cabeza y se retiró.

Enya se dirigió a ella.

—Debo irme. Buena suerte en tu presentación.

—Muchas gracias... Enya.

Entonces, la pelirroja se marchó a paso firme y desapareció en el pasillo.

Aislada de los demás, Nora soltó un suspiro frustrado y a la vez aliviado.

Lo último que necesitaba era que descubrieran que ella también era una Grisha y la obligaran a unirse al Segundo Ejército. A quedarse en Ravka. Había estado frente a la Subcomandante. ¡La Subcomandante! ¡La mano derecha del General Kirigan! ¿Qué habría pasado si la atrapaban? ¿Qué habría pasado si la llevaban a la fuerza al pequeño palacio y la vistieran con una kefta representativa de los suyos?

El simple pensamiento de ser separada de los Cuervos la aterraba, por lo que apartó esas ideas de su mente y se dirigió al salón que Enya le había indicado, donde el aro de metal colgaba del techo, esperando a que ella lo utilizara.

—Bien, Nora —murmuró para sí misma en voz baja—. Tú puedes hacerlo. Un millón de kruge lo valen.

Con ese pensamiento en mente, se dirigió al centro del salón y tomó el aro entre sus dedos.

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Eran escasas las veces que Nora llegaba tarde a una reunión con los demás. Su gran velocidad para moverse entre las sombras y su agilidad para saltar de techo en techo casi garantizaban su puntualidad impecable.

Hasta ahora.

En el Palacio, debía comportarse como una persona normal. No podía arriesgarse a llamar la atención de nadie, ni siquiera de los sirvientes. Por lo tanto, tenía que recorrer todo el camino desde el salón de la fiesta hasta la caravana de la compañía como cualquier persona ordinaria lo haría.

Kaz les había indicado que durante el descanso del mediodía debían presentarse nuevamente en la caravana para verificar que todo estuviera yendo según lo planeado. No quería ningún error en el plan. Pero Nora no se percató de la hora hasta que una de las sirvientas comentó que el descanso había comenzado hace ocho minutos.

Es decir, iba tarde.

Aunque el retraso no era significativo, Kaz no toleraba ni un segundo de pérdida, por lo que Nora no tuvo otra opción más que acelerar el paso, bajar las escaleras y salir corriendo por el vestíbulo hacia los jardines donde se encontraban las caravanas de entretenimiento. Pero para su mala suerte, terminó chocando de frente con alguien y cayó al suelo de golpe.

Rápidamente, en su campo de visión, aparecieron rifles apuntando directamente hacia su rostro, y estuvo a punto de entrar en acción para salvar su vida cuando una voz femenina detuvo tanto a ella como a los guardias.

—¡Alto! ¡Bajen sus armas!

Los dos guardias titubearon ante las órdenes, pero no tardaron en obedecer y dieron un paso atrás, permitiendo que Nora pudiera ver a su intercesora. Cualquiera que la viera pensaría que era una Shu, pero tenía ciertos rasgos faciales y hablaba fluidamente el idioma Ravkano, lo que llevó a Nora a deducir que se trataba de una mestiza.

Mitad Shu y mitad Ravkana.

La mestiza vestía una bata de color gris ocre y tenía su cabello negro recogido en un elaborado moño grande en la parte posterior de su cabeza. Estaba maquillada de manera notable, pero no de forma exagerada. Era un equilibrio perfecto entre arreglada y natural. La joven estaba acompañada por otros dos Grishas: una chica de ojos azules y cabello rojizo, casi tan rojo como el de Enya, que vestía una kefta de color blanco perla, y un chico con el cabello corto y rizado de color castaño, que vestía una kefta roja.

La Grisha se apresuró a ayudar a la mestiza a levantarse, mientras el joven se acercaba a Nora y le extendía la mano.

—Permíteme ayudarte, linda —le dijo amablemente.

—¿Te encuentras bien? —preguntó la mestiza, acercándose a ambos con gesto apenado.

Nora aceptó la mano del chico y se levantó con su ayuda, mostrándose tímida y avergonzada por aquel incidente. Bajo ninguna circunstancia podía dejar caer su papel, especialmente ahora que estaba claro que se encontraba en presencia de alguien importante en el palacio. No cualquiera estaba acompañado por dos Grishas y miembros del primer ejército.

—Por favor, acepte mis disculpas, señorita —se apresuró a decir Nora en Ravkano, inclinando ligeramente la cabeza hacia ella—. Venía apresurada porque voy retrasada para las inspecciones —explicó—. No era mi intención lastimarla ni mucho menos.

—Oh, no, no, estoy bien —aseguró la chica mestiza con una sonrisa en los labios—. No hay necesidad de disculparse por un accidente que le podría suceder a cualquiera.

Nora sonrió tímidamente.

—Muchas gracias por su generosidad y comprensión, señorita —se inclinó nuevamente y añadió—: lo mejor será que me dé prisa o llegaré aún más tarde.

—Solo procura no chocar con nadie más, hermosa —habló el joven de forma coqueta—. No queremos que ese rostro tuyo tan bello tenga un rasguño para la fiesta. Enya se pondría como loca —añadió esto último mirando a sus acompañantes con una mueca divertida.

Ambas rieron suavemente y asintieron. Nora sacudió la cabeza de arriba a abajo y dijo:

—No lo haré, tendré más cuidado. Gracias por su comprensión.

Y sin perder un segundo más, Nora se alejó y desapareció de la vista de los tres jóvenes.

—Sabes, debería arreglarle el rostro —comentó la joven de la kefta blanca perla hacia los otros dos.

—¡Genya! —exclamó la joven mestiza con los ojos abiertos de par en par, mirando a su amiga con sorpresa.

—¿Por qué dices tal barbaridad? —inquirió el joven frunciendo el ceño por la confusión—. La chica ya es hermosa, no necesita ninguna mejora.

—Exactamente por eso lo digo, Mikhail —aclaró Genya—. Si la reina ve su rostro, se pondrá celosa y exigirá mi presencia en su camarote para que la arregle aún más. ¿Saben lo estresante que es quitarle las arrugas cuando está protestando todo el tiempo? —murmuró esto último para que solo sus acompañantes pudieran oírla.

Ambos negaron con una mueca.

—Mejor para ustedes —respondió Genya, entrelazando su brazo con el de su amiga—. Vamos, será mejor que regresemos a tu camarote para terminar de arreglarte para la fiesta.

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—Llegas tarde —espetó Kaz con seriedad en cuanto la vio entrar a la caravana.

—Lo sé, no hace falta recalcar lo obvio —respondió Nora evitando mirarlo a la cara y pasando entre Arken y Jesper para tomar su abrigo oscuro y cubrir su cuerpo.

Una vez hecho eso, se colocó junto a Kaz.

—¿Qué te retrasó? —cuestionó él.

Nora suspiró profundamente antes de contarle todo.

—Bueno, empecemos con que el salón principal no tiene un reloj y no pude saber la hora hasta que una sirvienta que pasaba por ahí me lo dijo; luego, cuando venía para acá, choqué con una mestiza que venía acompañada de dos...

—¿Una mestiza? —interrumpió Jesper su explicación.

Nora asintió.

—¿Mitad Shu? —preguntó Kaz con interés.

Nora intercaló su mirada entre ambos con confusión y asintió.

—Sí, ¿por qué?

Jesper soltó una risita floja.

—Mi querida Nora, chocaste con nuestro objetivo —informó el moreno pasando su brazo por sus hombros, un gesto que no le hizo mucha gracia a Kaz.

—¿Cómo dices? —preguntó Nora, atónita.

—Así como lo escuchas. Esa mestiza no es otra que Alina Starkov; resulta que es mitad Shu.

Nora volteó a ver perpleja el plano extendido sobre la mesa y recordó el encuentro con la chica; había estado frente a la Invocadora del Sol. Había tenido a su objetivo justo delante de ella y no se había dado cuenta.

Increíble.

—Bueno, al menos ahora sabemos cómo es físicamente —acotó Inej y luego señaló una habitación en el plano—. ¿Qué hay en esta sala?

—Un vestidor —respondió Kaz—. Se cambiará para la cena.

—Y ahí la secuestraremos —añadió Jesper analizando el papel—. Despejado, buena visibilidad, un espacio controlado. Me gusta.

—Si tan solo tuviera una puerta —repuso Kaz.

—¿No tiene puerta? —preguntó Nora, frunciendo el ceño al mirarlo.

Kaz negó.

—No una que podamos usar.

—¿Cerradura Grisha? —preguntó ella. Kaz confirmó—. Solo un Fabrikator puede abrirla.

—¿No hay forma de forzarla? —indagó Jesper.

—En realidad, sí —respondió Arken antes de que Nora pudiera contradecirlo. Ella lo miró con curiosidad—. Puedo atravesar la puerta —aseguró él.

—¿Cómo? —preguntó Kaz, interesado.

—Los mecanismos de cierre son fabricados por los Hacedores. Son engranajes de hierro que encajan sin trabas —explicó el chico de lentes—, pero para abrirla, necesitamos un imán.

—¿Un imán? —preguntó Nora incrédula.

—Con una fuerza externa mínima de 2000 Gauss —aseguró él.

—Será complicado. No es algo que uno lleve en el bolsillo —rectificó Jesper.

Sin embargo, para sorpresa de todos, Arken sacó algo similar a una piedra de su maleta, resultando ser el imán que necesitaban.

—No querrás llevarlo en el bolsillo por mucho tiempo —advirtió Arken a Jesper—. Si quieres tener hijos algún día.

Jesper se alejó lo más posible del imán, mientras Nora e Inej compartían una pequeña risa.

—Bien. Arken tomará al objetivo —informó Kaz.

Inej y Jesper lo miraron atónitos.

—¿Quieres que el novato se lleve el paquete de un millón de kruge? —cuestionó Inej sin poder creerlo.

—El novato sabe abrir cerraduras Grisha —señaló Kaz—. Nuestro futuro depende de esto. Los demás prepararemos una salida de lince.

Al mencionarlo, Nora y Kaz intercambiaron una mirada de complicidad, mientras Inej y Jesper se volvían hacia Kaz, asombrados.

—¿De verdad lo haremos? —preguntó Nora, a lo que Kaz asintió.

Ninguno dijo más, los tres eran muy conscientes de lo que eso significaba. Todos menos...

—¿Qué es eso? —preguntó Arken, como Nora supuso que lo haría.

—Los linces cazan en manada. Son muy inteligentes —dijo Inej.

—Ellos abren camino a la presa —añadió Nora.

—Ah —murmuró Arken—, así que yo tomaré a la Invocadora y ustedes despejarán el camino.

—Exactamente —afirmó Nora con una amplia sonrisa.

—Lo haremos antes de la cena —informó Kaz, tomando el plano y enrollándolo—. Tú la tomas —señaló a Arken—, Inej, Nora y yo despejamos, y Jesper —Kaz miró al moreno—, tú aseguras una rápida escapada.

—Entendido.

—Bien, vuelvan a sus puestos —indicó Kaz—, excepto tú, Nora —detuvo a la chica antes de que se uniera a los demás en el exterior. Kaz lanzó una mirada fría a Jesper e Inej, quienes intercambiaron una mirada cómplice y dejaron a Nora y Kaz solos en el interior de la caravana—. Starkov, mencionaste que estaba acompañada, ¿verdad?

Nora asintió confundida. ¿Por qué le preguntaba eso?

—Sí, estaba custodiada por soldados del Primer Ejército, pero la acompañaban dos Grishas: una chica y un chico. Parecían ser sus amigos.

—¿De qué tipo?

—Ella llevaba una kefta de color perla con bordados plateados; no estoy segura a qué orden pertenece. En cambio, él llevaba una kefta roja con bordados grises, es un sanador —reveló, recordando la información que su madre le había contado de niña—. Bastante coqueto, diría yo —murmuró para sí misma.

Pero Kaz escuchó a la perfección lo que había dicho, y aunque su rostro seguía siendo impasible, en su interior se encendió una pequeña chispa que lo hizo sentir extraño. No obstante, decidió mantener su actitud fría y controlada, como siempre.

—Ya veo. Así que un sanador coqueto —dijo Kaz con indiferencia, aunque su tono de voz dejaba entrever cierta tensión—. Interesante compañía que tiene la Invocadora.

Nora claramente notó un ligero cambio en la actitud de Kaz, pero no supo cómo interpretarlo. Decidió no profundizar en el tema y lo cambio rápidamente.

—De cualquier manera, eso no nos afecta en nuestro plan —aseguró ella—. Ahora debemos concentrarnos en el objetivo y en cómo asegurar una salida lince segura después de la operación.

Kaz asintió, tratando de alejar de su mente el hecho de que alguien le coqueteara a Nora en plena misión y está ni se inmutara. Era consciente de que su relación con Nora era meramente profesional, pero no podía evitar sentir una especie de apego hacia ella; llevaban años trabajando juntos. Si había alguien en quien Kaz confiaba más que en nadie en el mundo era en él mismo y en ella.

En Nora.

Sin embargo, se obligó a recordar que sus inclinaciones personales no debían interferir con el éxito de la misión.

—Tienes razón. Nuestra prioridad es llevar a cabo el plan sin problemas y garantizar nuestra escapada. No podemos permitir que nada nos distraiga.

Nora asintió en acuerdo, aunque todavía sentía cierta tensión en el aire. Sin embargo, sabía que no era el momento ni el lugar para abordar ese tema. Por ahora.

Ambos se dirigieron hacia la salida de la caravana, uniéndose a Inej y Jesper, quienes estaban preparando los últimos detalles para la operación.

Mientras se concentraban en los preparativos, Kaz luchaba internamente contra aquella sensación rara en el pecho que había surgido de pronto en él. Se repetía a sí mismo que debía mantener la cabeza fría y enfocarse en el objetivo, sin importar quién fuera el Grisha ese o cómo se sintiera respecto a Nora.

Y aunque su expresión no revelaba nada, Kaz estaba determinado a mantener sus emociones bajo control y cumplir con su papel en la misión. Después de todo, era un maestro en ocultar sus sentimientos, incluso cuando la tormenta interna era más fuerte que nunca.

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La noche envolvió el palacio con su manto oscuro, anunciando el inicio de la función. El gran salón se llenó de una multitud expectante, mientras los invitados y algunos Grishas del segundo ejército se congregaban alrededor de Nora para presenciar su actuación.

Desde que el primer grupo de invitados hizo su entrada en el salón, Nora, ataviada en un enterizo de tonos azules y oscuros, su cabello castaño recogido en un moño impecable con delicados mechones que se escapaban a los lados, y sus labios pintados de un rojo intenso, dio comienzo a su espectáculo.

El público contuvo el aliento cuando Nora simuló una caída, pero estalló en un aplauso ensordecedor cuando se aferró al aro con sus piernas abiertas en un ángulo perfecto. La música siguió resonando y Nora continuó su presentación con gracia y destreza, hasta que su mirada captó una figura en la entrada del salón al finalizar su acto.

Por un instante, su mente se nubló. Su corazón dio un salto dentro de su pecho de manera inusual. Una sensación fría recorrió su ser de arriba abajo. Un escalofrío estremeció su cuerpo y sus manos apenas lograron sostener su peso por un momento. El público volvió a contener el aliento, pero Nora logró aterrizar de pie y realizar una reverencia con elegancia, fingiendo que aquella caída había sido parte de la actuación.

Los aplausos inundaron sus oídos, todos creyendo que aquel tropiezo era parte del cautivante acto. Nora forzó una sonrisa en su rostro, volvió a inclinarse ante el público y abandonó el salón para dirigirse al lugar de encuentro con Kaz. Sin embargo, su mente aún reproducía la imagen de aquel hombre.

Nora sacudió ligeramente la cabeza mientras sorteaba a algunos invitados; era imposible. No podía ser él. Los últimos días habían estado plagados de noches sin un sueño reparador, por lo que no le sorprendía que su mente comenzara a jugarle de forma retorcida. El hombre de sus sueños. ¿Era él...?

—Espero que sea mi talla —espetó Nora al descender las escaleras y encontrarse con Kaz en la curva. Tomó el bolso oscuro que él le tendió y se lo colgó sobre el hombro.

—¿Realmente importa?

—¿Recuerdas la última vez? Me diste un uniforme de hombre dos tallas más grande. ¿Sabes lo difícil que es pelear cuando los pantalones se te caen?

—Pero funcionó, ¿no?

Nora se contuvo y miró a Kaz con una ceja enarcada.

—Tienes suerte de que esté dispuesta a deshacerme de esto —señaló el traje ajustado y simuló subir las escaleras cuando Kaz volvió a hablar.

—¿Pasó algo?

—¿A qué te refieres? —preguntó ella. Kaz tragó saliva y miró por encima del hombro para asegurarse de que nadie se acercaba.

—Noté que lucías afligida cuando llegaste. ¿Ocurrió algo en la fiesta? —preguntó Kaz.

Nora se sintió un nudo en la garganta y desvió la mirada hacia los escalones.

—Yo... vi algo, pero no es relevante. Tenemos una misión que cumplir —a pesar de su respuesta, Kaz no parecía convencido, por lo que Nora añadió—: Una vez que salgamos de aquí con Alina Starkov y estemos a salvo, te lo contaré.

Sin esperar ninguna respuesta, Nora subió las escaleras y se alejó para cambiarse. Su corazón latía con fuerza. No podía dejar de pensar en esos... sueños. ¿Realidad o producto de su imaginación? Fuera lo que fuera, no podía permitir que nublara su mente en ese momento. Estaba en el Palacio Real con una misión de un millón de kruge.

Nada podía salir mal.

Con ese pensamiento en mente, y una vez vestida con el uniforme de guardia, regresó al salón justo a tiempo para presenciar algo que cambiaría su vida.

—Es vidrio reflectante —señaló Kaz, su mirada fija en el enorme candelabro que colgaba en el centro del salón principal, donde los reyes de Ravka se encontraban sentados en sus tronos, mientras que su hijo mayor permanecía de pie junto a ellos. Todos los invitados, incluyendo Nora, observaban una demostración realizada por los inferni. Nora alcanzó a vislumbrar a Enya cerca de los reyes, mirando con una sonrisa orgullosa a los miembros de su orden. Inej, quien se había acercado a ellos y había escuchado las palabras de Kaz, le lanzó una mirada de reojo antes de alejarse hacia la puerta que conducía al siguiente salón, donde podría disfrutar de la presentación sin las molestias ni los comentarios negativos de Kaz.

—¿Por qué sientes la necesidad de desacreditar su creencia? —inquirió Nora, volteándose para mirarlo.

—No es desacreditar, es hacerles ver la realidad —respondió Kaz sin apartar la mirada del frente.

—¿Y cuál es esa realidad?

Kaz desvió la mirada hacia ella.

—Que los santos no son más que impostores.

Nora guardó silencio y volvió a dirigir su mirada al frente justo a tiempo para reconocer a dos personas que subían al pequeño escenario del salón. El aire pareció abandonar sus pulmones. Sus piernas se debilitaron, pero logró reaccionar a tiempo para evitar caer. No podía llamar la atención. Arruinaría todo.

Sin embargo, allí estaba él. Y Nora estaba en un estado de alarma y completo shock por lo que veía. Al otro lado del salón, junto a Alina Starkov, se encontraba él.

El hombre de sus sueños.

El hombre que la abrazaba y la besaba con una ternura que Nora nunca había experimentado.

Era él.

El Comandante de las Sombras. El General Kirigan.

¿Pero cómo? ¿Cómo era posible soñar con alguien a quien nunca había visto?

—Su nombre es Alina Starkov —declaró el general del Segundo Ejército, provocando que una corriente fría recorriera el cuerpo de Nora de pies a cabeza al escuchar su voz. Incluso era idéntica a como la recordaba en sus sueños—. Y nos liberará a todos —añadió, descendiendo los escalones del escenario y extendiendo los brazos a los lados, aplaudiendo estruendosamente, lo que sobresaltó a todos los presentes mientras la oscuridad los envolvía.

Nora dejó escapar un leve suspiro mientras una sensación cosquilleante recorría cada fibra de su ser. Aquella oscuridad... ¿Cómo podía sentirse tan familiar, como una antigua amiga abrazándola?

Una caricia ancestral la envolvió, como si la hubiera experimentado en tiempos pasados.

Pero era imposible. Desde la muerte de su madre, nadie la había abrazado de esa manera.

Sin embargo, otro sentimiento la embargó cuando, de repente, el salón se iluminó. Alina, quien se había mantenido en su lugar, manifestó su poder, dejando a todos, incluida Nora, atónitos al ver que no tenía ningún instrumento en sus manos para crear la luz. Dos esferas resplandecientes y luminosas surgieron en el centro de sus palmas, y las lanzó al corazón del salón, creando un estallido de colores gracias al candelabro de cristal que Kaz había señalado momentos atrás.

Nora y los invitados observaron maravillados cómo los colores se reflejaban en cada rincón del salón, y de pronto las esferas estallaron con un brillo aún más intenso, envolviendo a un grupo de invitados en una cúpula de luz.

"Prométeme, Nora, que nunca perderás la fe".

Una punzada en el pecho la golpeó cuando el recuerdo de la voz de su madre llegó a su memoria, recordándole la promesa que había hecho años atrás.

"Lo prometo", había respondido ella.

Pero rompió esa promesa a los doce años, cuando suplicó e imploró a los santos que salvaran a su madre y a ella misma del cruel destino que les esperaba en Kerch.

Ellos nunca respondieron.

"¿Podremos verlo juntas?" resonó la voz de su niñez en su mente.

"Me conformaré con saber que tú lo hiciste por ambas".

Y allí estaba ella, presenciando el milagro que tanto ansiaba su madre. Aquello que tanto añoraba.

En cuestión de segundos, la luz se desvaneció por completo y los focos del salón volvieron a iluminar el ambiente. Nadie dijo ni hizo nada durante los primeros minutos, todos estaban asimilando el milagro. Sin embargo, poco a poco, los murmullos comenzaron a escucharse.

—Sankta Alina —algunos invitados se persignaron y se arrodillaron, alabando a la Invocadora del Sol.

Aquella que salvaría a Ravka de la oscuridad.

O al menos, eso era lo que todos esperaban.
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Nora apenas podía soportar estar rodeada de tanta nobleza. Mientras miles de personas luchaban o trabajaban para conseguir algo de comida, en el Palacio Real de Ravka se servían banquetes en bandejas de plata en abundancia. Los invitados reían y charlaban despreocupados, como si el simple hecho de pertenecer a la alta sociedad les liberara de cualquier remordimiento.

No le agradaba ese ambiente en absoluto. Sin embargo, ahí se encontraba, aún disfrazada como guardia. Siempre vigilante, con los ojos puestos en Alina. Después del inesperado encuentro con la Invocadora del Sol en los jardines del palacio, habían tenido que modificar partes del plan. Ahora, Inej debía dar el siguiente paso junto con Kaz: llevar a la verdadera Alina Starkov a la cena.

Nora dibujó una sonrisa astuta en su rostro. En ese preciso momento, Arken debería estar siendo arrestado por su intento, si es que no había tenido éxito, de asesinar a "Alina".

Pobre iluso. Había intentado engañarlos con la farsa de ayudarles a secuestrar a la Invocadora. Y tal vez su plan hubiera funcionado si Nora no fuera parte de los Cuervos. Aquel día en Novokribirsk, después de haber conseguido a Milo, ella y Kaz habían visto a Arken junto al general Zlatan. Arken nunca había mencionado su relación con el general, y eso resultó muy sospechoso para ambos. Nora se deslizó como una sombra y escuchó la conversación entre los dos hombres.

Arken nunca quiso ayudar en su misión. Siempre estuvo allí para arruinarlo todo y asesinar a la Invocadora del Sol. Era una trampa, un impostor.

Lástima que su plan hubiera fracasado.

Desde su posición, Nora observó cómo Kaz e Inej se acercaban a su objetivo. El momento había llegado y no había margen para errores. Los siguió con la mirada desde el otro lado del salón, asegurándose de que nadie sospechara de ellos. Sin embargo, notó a un Grisha, un Inferni para ser más preciso, mirando con sospecha a sus compañeros y a la Invocadora del Sol.

«Algo no está bien», se alertó Nora.

Desvió la mirada hacia ellos y se quedó petrificada al ver que el General de las Sombras se unía a su grupo. Él le entregó flores a Alina y le ofreció su brazo de manera galante, alejándose junto a ella sin levantar sospechas.

Nora bufó.

Las cosas no habían salido según lo planeado. Dio un paso adelante, dispuesta a unirse a sus compañeros, cuando el mismo Inferni que había notado momentos antes se acercó a ellos.

Sus sentidos se agudizaron. Sus ojos verdes se encontraron con los de Kaz y automáticamente bajaron a sus manos, donde él le dio la señal para el siguiente paso del plan. Nora lo miró con los ojos abiertos de par en par.

¿En serio le estaba pidiendo que huyera? ¡Estaba completamente loco!

Sin embargo, no tuvo tiempo de expresar su negativa, ya que Kaz se marchó por un lado y Inej por el otro. El Inferni se acercó al lugar donde estaban antes, vaciló por un momento y luego comenzó a seguir a uno de los dos.

Nora no dudó en seguirlo sin siquiera pensarlo.

Esquivando a los invitados, Nora cruzó el salón persiguiendo al Inferni de kefta azul, quien a su vez seguía a Kaz. Lo siguió como su sombra silenciosa, sin ser detectada. Descendió los mismos escalones y caminó por los mismos pasillos hasta llegar a una capilla.

Allí, Nora esperó a que el Inferni entrara antes de asomar tímidamente la cabeza para ver qué sucedía adentro.

—No deberías estar aquí, ¿verdad, Rengo? —soltó el Inferni, recorriendo los bancos de la capilla. Nora sabía que Kaz estaba presente. Podía sentirlo—. Eres como una araña herida en mi hogar —continuó el Grisha, subiéndose a los bancos y cruzando la capilla por encima de ellos—. ¿Sabes qué hacemos mi hermana y yo con las arañas? —preguntó, invocando una llamarada de fuego en su mano.

Nora desenvainó su daga justo cuando un estruendo resonó en el interior. Al asomarse de nuevo, vio a Kaz al otro lado sometiendo al Grisha, quien ahora yacía aturdido en el suelo.

—A diferencia de una araña, solo necesito una mano sana. Sin embargo, tú... —Un grito ensordecedor llegó a sus oídos. Kaz había aplastado la mano del Grisha con una base de mármol de la capilla—. Parece que necesitas ambas manos —espetó Kaz.

Aplicó más presión y luego le propinó un golpe en el rostro, dejándolo inconsciente.

—Un segundo más y habría acudido en tu ayuda —habló Nora, ingresando a la capilla mientras guardaba su daga en su bota. Kaz apretó la mandíbula y se acercó a ella, cojeando.

—¿No te dije que te fueras de aquí? —masculló él, mirándola severamente.

—¿Desde cuándo dejo atrás a los míos? —respondió ella con otra pregunta, mientras sostenía la mirada de Kaz. Era consciente de que al chico no le gustaba que desobedecieran sus órdenes, pero pedirle que lo abandonara a él, o a los demás, era algo imposible. No podía hacerlo. No era parte de su naturaleza. Y aunque quisiera, su corazón no se lo permitiría. No cuando se trataba de él—. Vaya, Kaz, casi parece que no me conocier... ¡Cuidado!

Todo sucedió en un instante. Nora, distraída por sus sentimientos hacia Kaz, no se había percatado de que el Inferni había recobrado la conciencia y estaba a punto de atacarlos. Apenas alcanzó a agarrar el mango de su daga cuando el Inferni cayó al suelo con otra daga clavada en la parte posterior de su cráneo.

Tanto Nora como Kaz se quedaron atónitos y volvieron la mirada hacia arriba, encontrándose con una Inej agitada y afligida. La Suli descendió ágilmente y se acercó lentamente al Grisha que había matado. Nora, de manera automática, se alejó de Kaz para acercarse a la chica. Inej lucía pálida y petrificada.

Incluso Nora se sentía impactada por lo sucedido.

—Inej —la llamó, pero la Suli no podía apartar la mirada de la sangre en el suelo.

—¡Por aquí! —se escucharon gritos de más guardias desde el otro lado del pasillo, cerca de su ubicación, lo que hizo que Kaz se acercara a ambas.

—Debemos irnos —indicó mientras pasaba junto a Nora e Inej, pero se detuvo al darse cuenta de que ninguna de ellas se movía.

—Yo... lo maté —murmuró Inej consternada. Nora volteó a ver a Kaz con una expresión desalentada. No le gustaba ver a Inej de esa manera, pero sabía que tarde o temprano esto ocurriría.

Quitar una vida nunca era fácil.

Nora se acercó más a Inej y tomó su mano con delicadeza.

—Inej, mírame... Mírame —suplicó, tomando su rostro entre sus manos para apartar su mirada de la escena—. Nos salvaste la vida, ¿entiendes? Estamos vivos gracias a ti.

Inej apenas logró asentir con la cabeza cuando más gritos resonaron.

—Toma a tu santa y vámonos —dijo Kaz. Nora reprimió las ganas de soltar un comentario sarcástico sobre la falta de tacto de Kaz y tomó la mano de Inej entre las suyas, envueltas en guantes de cuero negro, y la arrastró consigo para salir de allí.

Aunque deseaba reconfortar a Inej y hacerla sentir mejor, sabía que aquel no era el lugar ni el momento adecuado.

Durante todo el camino, Nora mantuvo su agarre firme en la mano de Inej, incluso cuando los recuerdos de manos tocando su cuerpo amenazaban con surgir de nuevo. Sabía lo difícil que era quitarle la vida a alguien. Había llevado el peso de esa carga durante años, y eso sin mencionar que Inej se negaba rotundamente a hacerlo. A pesar de haber formado parte de los Cuervos durante dos años, nunca había manchado sus manos de sangre. Sabía cómo luchar y defenderse, podía dejar a alguien gravemente herido, pero nunca matarlo.

Ahora las cosas eran diferentes y Nora tendría que mantener un ojo constante en Inej. Temía las posibles repercusiones de sus acciones.

Los tres corrieron por los pasillos del pequeño palacio hasta llegar a uno de los jardines que habían acordado como punto de encuentro. Jesper ya estaba allí y frunció el ceño al verlos, desconcertado.

—¿Qué ha pasado? ¿Están bien? —preguntó Jesper.

Nora no supo qué responder. ¿Cómo podía decirle al pistolero que la chica a su lado había asesinado por primera vez? Sin embargo, Inej se adelantó y respondió.

—Es real, Jesper —dijo Inej, refiriéndose a la invocadora—. Hizo que la luz cantara.

La forma en que Inej se expresó hizo sonreír a Nora. Sintió un suspiro de alivio al ver que la chica no se había desmoronado allí mismo. No, ella seguiría adelante con la misión como debía ser.

—La hemos perdido —declaró Kaz después de unos segundos de silencio. Nora sabía que estaba frustrado. El plan había fracasado.

Jesper sonrió de manera irónica.

—¿Lo hemos hecho? —preguntó, con un dejo de sarcasmo en su voz. Nora lo miró con una ceja enarcada.

—No sabemos dónde está —dijo ella, siguiendo al moreno hacia el carruaje.

—¿No lo sabemos? —repitió Jesper y se volvió hacia Kaz, quien lo observaba intensamente—. Solo pregunta —le instó Jesper a Kaz.

—Jesper... —advirtió Kaz, pero Jesper solo sonrió.

—Solo pregunta —y subió a la parte delantera del carruaje. Inej y Nora lo imitaron, ansiosas por la información que el moreno poseía, a diferencia de Kaz. Este le lanzó una mirada que dejaba claro que no tenía tiempo para juegos y subió junto a él—. Solo pregunta —insistió.

—De acuerdo —dijo Kaz—. ¿Sabemos dónde está el objetivo?

Jesper se volvió hacia ellas con altivez, como si supiera la ubicación del tesoro más preciado oculto en el mundo.

Y vaya que lo sabía.

Tomó las riendas de los caballos con fuerza y las sacudió enérgicamente, haciendo que el carruaje avanzara y dejando rápidamente atrás el palacio real.

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𝐚𝐫𝐛𝐬 © | 𝟐𝟎𝟐𝟑


                   

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