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❝ THE FOLD ❞

͙۪۪̥˚┊❛ R E G A R D S  ❜┊˚ ͙۪۪̥◌
🐺 ⋆。˚ presents to you chapter twelve ▶❝ the fold ❞ ▬▬ 𝗮 𝗸𝗮𝘇 𝗯𝗿𝗲𝗸𝗸𝗲𝗿 𝗳𝗮𝗻𝗳𝗶𝗰𝘁𝗶𝗼𝗻 🧤 © 𝗐𝗋𝗂𝗍𝗍𝖾𝗇 𝖻𝗒 𝖻𝖺𝗋𝖻𝗌 𝟤𝟢𝟤𝟣.

PARA SORPRESA DE KAZ, Nora recordó perfectamente donde estaba ubicada la granja que visitó hace muchos años con su madre. El dueño, un hombre mayor pero en forma que llevaba trabajando en sus sembradíos y animales por muchísimo tiempo, les vendió la más pequeña del rebaño, no obstante, ellos debían encargarse de agarrarla.

Nora nunca se había reído tanto en su vida como ese día. Ver al frío, despiadado y embustero Kaz Brekker intentando atrapar a una pequeña cabra fue lo más cómico del mundo para ella. Sin duda sería un recuerdo que guardaría por siempre en su memorias, como un tesoro. El chico no debajo de refunfuñar cada vez que el cabrito huía de sus pasos.

Después de unas cuantas carcajadas por parte de ella, y algunas miradas fulminantes por parte de él, Nora terminó cediendo en ayudarlo y ambos lograron dar con ella.

De modo que en ese momento se encontraban caminando por el pueblo de Novokribirsk con la cabra en brazos de Kaz.

—Vamos, admite que fue divertido —pidio Nora con una ligera sonrisa en labios mientras acariciaba la cabeza de la cabra.

—No te encariñes —Le advirtió él y desvío su mirada hacia el frente con gesto impasible—. Y solo un poco —murmuró esto último, pero Nora alcanzó a escucharlo perfectamente.

La sonrisa en su rostro se ensancho y Kaz no pude evitar levantar la comisura derecha de su labios en una torcida sonrisa.

Ambos continuaron su caminata, con dirección al punto de encuentro con los demás, cuando notaron que más adelante, sobre una plaza, se reunía un tumulto de personas para escuchar el discurso de uno de los generales del primer ejército Ravkano, el general Zlatan; Kaz y Nora, intrigados y alertas, se acercaron cautelosamente para oír.

—Quieren que creamos que encontraron a la invocadora del sol para tirar el muro que nos divide —vociferó Zlatan con su traje de soldado completamente impecable y sin arrugas sobre una tarima colocada en medio de la plaza.

—¡Si! —exclamó en respuesta el pueblo.

—¿Cuántas veces nos han dicho una historia así? ¿Y cuántas veces en el occidental nos han dicho que enviemos a nuestros hijos e hijas a cruzar la sombra por otro año? —gritó—, es hora de aceptar que debemos separarnos del viejo país —declaró Zlatan—. Es momento de formar nuestro propio país, de conservar lo que producimos y ganamos, en lugar de enviarlo al Oriente.

La gente alrededor de ambos gritó estando de acuerdo con el general.

—¡Por el verdadero Ravka!

—¡El verdadero Ravka! —grito la gente.

Nora, estupefacta, se acercó más a Kaz procurando no hacer contacto con su cuerpo y murmuró:

—Increible, iran en contra de su propio país, ¿Puedes creerlo?

—No es nuestro problema —respondio Kaz en su lugar, girandose para salir de ahí antes de comenzará a sentirse acorralado entre tanta gente cuando Nora lo detuvo.

—Tal vez no, pero eso sí —y señaló un punto detrás de él.

Kaz giro sobre si mismo y vio lo que Nora señalaba: Zlatan había descendido de la tarima y se había acercado hacia su tienda para saludar a gente importante que apoyaba su campaña. Sin embargo, y lo que llamo la atención de ambos, fue ver a Arken entre esa gente. Ambos hombres estrecharon sus manos, como si se tratase viejos amigos, antes de que el general invitará al contrabandista a entrar a su tienda. Este acepto, y ambos desaparecieron en el interior.

Esa pequeña interacción encendió las alarmas de ambos; Arken había asegurado que iría a las fueras de la ciudad para revisar el esquife que los cruzaría al otro lado. Jamás mencionó tener alguna relación o contacto con el general de la ciudad.

—Ya sabes que hacer —le indico Kaz.

Nora asintió, y en menos de un minuto, desapareció de su lado y se mezclo entre el tumulto de gente.
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—No deberías estar aquí Inej.

La Suli pego un brinco en su lugar al descubrir que la ojiverde se encontraba detrás de ella. Le lanzó una mirada a avergonzada antes de desviarla de nuevo hacia la placa de piedra gris frente a ella.

—¿Tienes la Jurda?

Inej negó.

—Me indicaron donde comprarla, solo... Solo quería ver si sus nombres estan aquí —respondió.

Nora escrutó los nombres grabados en la piedra de mármol con un nudo en la garganta; todos esos nombres. Todas esas personas. Todas fallecidas dentro de La Sombra.

Desvio la mirada hacia sus botas oscuras con gesto incómodo; Su nombre y el de su madre pudieron haber sido grabados en esas mismas piedras sí tan solo sus santos no les hubieran dado la espalda y hubieran tomado el esquife que les cambiaría la vida. De haberlo hecho, o bien ella estaría en el Pequeño Palacio, con los demás Grishas y el General Kirigan, o estaría muerta.

—¿Están? —preguntó. Inej negó—. Eso es... bueno. Quiere decir que están vivos en algún lugar.

—O muertos en otro —sin embargo, y al instante, se arrepintió de su respuesta—. Lo siento, no quise decir eso. Debería tener Fe de que algún día volveré a verlos.

—Y lo haras —aseguró Nora—. Cuando terminemos está misión y tengamos ese millón de Kruge, podrás ser libre para buscarlos, Inej. Tu... No pierdas la fe. No como yo lo hice.

Y antes de que Inej pudiera replicarle eso último, Nora la tomo del brazo y la alejó de aquellas placas.

—Kaz viene hacia acá, vete a comprar la Jurda antes de que te vea.

Inen ni siquiera replicó, se deslizó entre la gente y desapareció de su vista justo cuando Kaz llegaba a la altura de las placas.

Nora se acercó a él.

—No creí que tendría que decirte que no distrajeras a Inej de su tarea —repusó Kaz.

Nora torció el gesto; Kaz las había visto.

—Solo queríamos verificar algo.

—Sabes tan bien como yo que sus padres son Suli. Ellos no cruzan La sombra, la rodean.

—Mierda Kaz, dos minutos no arruinaran el trabajo —replicó Nora—. Dejala tener fé. Dejala tener esperanza de que algún día...

—La esperanza es peligrosa —cortó él donde un paso más cerca de ella, de modo que su tono serio la hizo estremecerse y él lo noto. Kaz desvío la mirada—. Te nubla el juicio.

—¿Y esperas que le diga eso? —inquirió Nora con el corazón agitado dentro de ella.

—Si, porque tú mejor que nadie lo sabe, Nora —repuso—. Así que dile, dile que rece, grite, haga lo que tenga que hacer para olvidarlo y seguir adelante. Todos tenemos deudas.

Y por primera vez en mucho tiempo, Nora se cuestionó si Kaz tenía razón o no.

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—Ya casi llegamos —anuncio Arken rompiendo el silencio que se había formado desde que se encontraron en el límite de la sombra. 

La noche había caído y los cuatro, Kaz, Nora, Inej y Arken, se dirigían al lugar exacto donde el conductor los haría cruzar por La Sombra; aquella masa gigante, oscura y mortifera se alzaba a tan solo unos metros de ellos.

Y mientras mas se acercaba, más nerviosa se sentía Nora. Aquella oscuridad le producían escalofríos, y de alguna manera que no comprendía, la hacían sentir cierta familiaridad. Como si toda esa oscuridad la estuviera sintiendo a ella.

Tenia miedo, sería estúpida sí no lo tuviera. La sombra era peligrosa. Una muerte segura. Y no había garantía de salir viva al otro lado.

—¿Dónde diablos está Jesper? — cuestionó Kaz hacia ambas, sacando a la mayor de sus pensamientos. Tanto Inej cómo ella negaron, sin saber el paradero del pistolero estrella del grupo, y fijaron su mirada al frente, ahí donde un cartel les advertía de la Zona de minas más adelante..

—Minas terrestres — leyó Inej con preocupación.

—Esperaremos —declaró Kaz, haciendo que los tres se detuvieran en el límite del cartel. Arken se giro hacia ellos mientras sostenía una antorcha—. Seguiremos tu camino.

—Ese cartel fue idea mía para asustar —reveló Arken—. Hay que ser cuidadoso. Estamos a salvo, vengan.

Y tras darle una mirada a Kaz, Nora continúo siguiéndolo con Inej y Kaz detrás de ella. Caminaron entre la arena un par de metros más hasta que divisaron el inicio de un carril de tren, medio sepultado entre la arena. Lo demás se perdía en la oscuridad de la sombra.

—Una cosa es oír hablar de ello, pero esto es...

—Nada en comparación a lo que hay dentro —irrumpió Arken a Inej. Este le entrego la antorcha y se alejo de ellos, adentrándose solo un poco en la oscuridad.

Desde ahí Nora escuchó el sonido de un mecanismo, y de pronto, de la espesa oscuridad, surgió lo que parecía ser un tren lo bastante pequeño para trasportar gente de forma ilegal.

—Bien, cabra, Jurda.. gracias —le dijo a Inej quien le entregado la Jurda—. Ahora esperamos...

Pero nada más terminó de decir eso, un disparo resonó a lo lejos.

—¡Espérenme!

Los cuatro giraron para ver a un Jesper agitado, siendo perseguido por varios hombres armados.

—No pueden ver el tren —reprochó Arken tomando la antorcha de la mano de Inej para tirarla a la arena y que se extinga la llama.

—Jesper, ¡Ven aquí! —le grito Kaz al moreno, quien al ver el cartel de advertencia, se detuvo.

—¡Deja el farol! —le gritó Nora.

—¡Minas! —les grito él alarmado, pero entonces uno de los disparos paso cerca de él, casi rozandole, y no se lo pensó más—. ¡Oh, espérenme! ¡No se vayan sin mi!

Dejó caer el farol que sostenía en mano y corrió hacia ellos con el saco de carbón cargando. Arken abrió el tren y subió en el, se forma que Kaz le indico a Nora e Inej que subieran primero y luego él. Nora se acercó a la puerta y espero a que Jesper subiera para cerrar la puerta detrás de él.

—Por favor, dime qué tienes nueve kilos de carbón de alabastro —le dijo Arken al chico mientras prendía las lámparas de la nave.

—Hubo un pequeño percance —anuncio Jesper, a lo que Nora lanzó un suspiro cansado, sabiendo lo que se venia a Continuación.

Más disparos se escucharon en el exterior, por lo que abrió la pequeña rejilla de la puerta y se asomó para ver si esos hombros habían seguido a Jesper hasta el tren.

Jesper prosiguió:

—Resulta que el chico que me ayudaba a comprar carbón no sabía exactamente cómo comprarlo.

—Sabemos que lo apostaste —repusó Kaz con frialdad.

— Perdí parte del dinero... —Kaz y Nora enarcaron una ceja en su dirección —. Ok, perdí todo el dinero —termino confesando—. Pero logré robar nueve kilos de carbón de alabastro.

—No, no, hay siete kilos —señaló Arken pesando la bolsa.

—Siete kilos de carbón —corrigio Jesper mientras se despojaba de su abrigo.

—¿Son suficientes? —le preguntó Inej a Arken.

—Nunca antes se hizo —le respondió él, pero no tenían otra opción.

Arken comenzó en el mecanismo para hacer hacer avanzar el tren cuando escucharon más disparos provenientes del exterior. Y cuando uno alcanzo a darle a la parte trasera de la nave, Arken se acercó a la puerta, soltó de esta una tabla que termino colgando como un asiento, tomó a Jesper de los hombros y lo obligó a sentarse ahí.

—Siéntate. Nunca cambies de lugar tu peso —le ordenó.

Inej, con cautela, tomo asiento del lado derecho del tren mientras que Nora se sentó del lado izquierdo.

—¿Cruzaste tantas veces? —escuchó que le preguntó sorprendida Inej al hombre. Nora volteo a verlo y notó la cantidad de marcas hechas en su brazo.

—Es cuestión de probabilidad —respondió él —, si cruzas tan seguido, tendrás pesadillas —añadió tomando asiento en los controles de la máquina a la vez que abría la puertas del fuego que alimentaba aquel tren.

Nora apoyo la cabeza en la pared metálica detrás suya y tragó saliva, nerviosa, mientras sentía cada vez más fuerte su corazón latiendo en sus oídos.

En eso escuchó una explosión que llamó la atención de los cuatro.

—Minas —dijo Jesper, quien se había levantado para ver por la rejilla que tenía a sus espaldas.

—Dijiste que no había —le reprochó Kaz a Arken. Este se rascó la comisura del labio y sin inmutarse, respondió:

—No dije nada de eso, solo dije que yo puse el cartel.

—¿Podemos irnos de una puta vez? —espetó Nora con los nervios de punta. Si continuaban ahí, corrían el riesgo de que uno de los disparos activará alguna mina cerca de ellos.

Arken no respondió a su forma brusca de pedir las cosas, sino que hizo avanzar el tren y en cuestión de segundos este desapareció entre la espesura de La Sombra.

La sensación fue extraña. Como si se hubiera metido de lleno en una tina de agua fría y hubiera salido de golpe con una sensación cosquilleante en el cuerpo. Tembló ligeramente y miró a los demás esperando que estos tuvieran la misma reacción que ella. Sin embargo Jesper, Inej y Kaz no se habían movido si quiera de su lugar. Mucho menos Arken.

Nora intentó no tomarle importancia a eso, pero a medida que avanzaba el tiempo dentro de La Sombra, aquella sensación fría y cosquilleante aumentaba de forma abrumadora.

«Todo está bien» pensó ella para tranquilizarse, «Solo son los nervios, pero todo está bien»

Sin embargo eso no era cierto, y ella lo supo cuando escuchó una voz muy cerca de ella decir:

«No se detendrá»

Nora miró a ambos lados con confusión, pero ninguno de los presentes en aquel vagón le estaba hablando. Kaz le lanzó una mirada de reojo, pero ella simplemente desvío la suya y respiro profundamente.

«Él no se detendrá. Debes detenerlo»

Nora negó y apoyo la cabeza contra el metal frío del tren; su mente debía estar perturbaba por el miedo de estar en La Sombra. Si, debía ser eso. Era imposible que estuviera escuchando la voz de una mujer en su cabeza.

«Por favor, Nora. Debes detenerlo»

Su corazón se detuvo.

Su nombre.

Ella había dicho su nombre.

Temerosa del resultado, formuló una respuesta mental.

«¿Quién eres?»

Pero la voz no respondió, por lo que Nora pregunto de nuevo:

«¿Quién es él

Pero no tampoco obtuvo respuesta, por lo que con la certeza de que todo había sido su imaginación, Nora cerró nuevamente sus ojos

Sin embargo, en cuanto sus párpados se cerraron, las imágenes aparecieron en su cabeza: ella, con una vestido de color gris, cabalgaba velozmente por el bosque de forma desesperada, como si estuviera huyendo de la propia muerte. El viento frío de la noche soplaba su cabello semi recogido, haciendo que su capa roja oscuro ondeara furiosamente entre los árboles.

Cada tanto desviaba su cabeza hacia atrás, con temor de que la hubieran encontrado. ¿Quién? No lo sabía, pero sabía que debía llegar a la cabaña para poder reunirse con alguien.

A cierta distancia redujo su paso, lo que le dio la oportunidad de tomar el relicario que colgaba de su clavícula.

Por favor, regresa conmigo a salvo —musitó por lo bajo en una suplica.

Entonces nuevamente la determinación de llegar a su destino cruzó su rostro y arreo con fuerza las riendas de su caballo para continuar su camino.

Nora jadeo y abrió los ojos, descubriendo que seguía en el vagón junto con los demás.

Tanto Inej, como Jesper y Kaz voltearon a verla, sin embargo Nora negó con la cabeza suavemente, indicándoles que todo estaba bien.

Pero eso era una mentira, más no estaba lista para contarla debido a que ni ella misma sabía que había sido eso.

Su corazón latía velozmente dentro de su pecho. Parecía que el silencio los había tragado por completo porque ninguno se había atrevido a decir ni una sola palabra desde que dejaron Novokribirsk. Únicamente se escuchaba el motor del tren y el retumbar de los truenos ahí dentro.

Nora suspiro profundamente, dejando salir el aire de forma lenta y rítmica, cuando entonces el sonido como de una campanada resonó fuertemente y su cuerpo se tensó al igual que los demás.

—¿Que fue eso? —preguntó Jesper, quien había colocado sus manos en sus pistolas de forma alerta.

—Monté un sistema de temporizadores en la línea —reveló Arken mirándolos de reojo, en manos llevaba su reloj y no paraban de observarlo—. Trozos de metal en postes para saber nuestro ritmo.

—¿Cómo supiste dónde poner los postes? —le preguntó Kaz, quien estaba sentado junto a él para alimentar el fuego con el carbón.

—La física y la ingeniería explican gran parte de mi éxito —respondio el hombre.

—¿Y el resto? —le preguntó Inej.

—Podria llamarse "intervención divina". Otros podrían decirle "suerte" —dijo—. Después de todo, La Sombra está llena de Volcra... Y la vía no está terminada. Carbón, por favor —añadió él sin inmutarse o voltearlos a ver.

—Perdón... ¿Que acabas de decir? —cuestionó Nora perpleja.

—¿Dijiste que no estaba terminada? —añadió Jesper en el mismo estado que ella.

—Dije que no lo está.

—¡¿Qué?! —exclamaron ambos, pero fue Jesper el que hizo el ademán de levantarse.

—No se muevan —masculló Arken al verlo—. Vamos un poco retrasados. Más carbón —le pidió a Kaz. Esté lanzo más al fuego tras darle una de sus miradas frías a Arken.

—De vuelta al problema, ¿Estamos en una vía que no se conecta con otra?

—Si, pero hay un corte...

—Dijiste que nos cruzarías —irrumpió mordazmente Kaz.

—¿Qué tan grande es el corte? —cuestionó Jesper perdiendo la paciencia.

—Le puse tiras de madera al vagón, se colocan debajo de las ruedas —explicó Arken intentando calmarlos—. La turbina genera suficiente viento para empujarnos hasta la vía oriental mientras no cambiemos nuestro peso.

En eso uno de los temporizadores sonó nuevamente y un escalofrío recorrió a Nora.

—¿El ruido no atrae a los volcra? —preguntó Nora hacia él conductor.

—Si, pero solo así se cruza —respondió el y activo una palanca dentro del tren. Este se sacudió, sobresaltandola a ella y a los demás. Arken, por su parte, se dirigió nuevamente hacia ellos—. Hay un nido cerca. Pero estaremos bien. Si no nos atacaron en...

Un chillido grotesco resonó cerca, alertando a todos. Nora rápidamente sujeto su Chakram en su cintura.

—Ahora tenemos un problema —informó Arken para la mala suerte de ellos.
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Fueron cuestión de segundos para que los volcra rodearan el tren. Los gruñidos y chillidos de las criaturas hicieron estremecer a los cuervos, que si bien eran una de las pandillas más peligrosas de Ketterdam, ninguno podía evitar sentir temor de ser devorado por alguna de esas criaturas.

La sombra era el lugar más peligroso del mundo.

Y ellos estaban servidos en bandeja de plata.

—¿Cómo los vences? —le preguntó Kaz a Arken al verlo moverse por la nave.

—Huyo rápido —respondió él, acelerado—, abro la válvula y meto todo el carbón, lo cual funciona con nueve kilos —replicó él volteando a ver a Jesper de forma fulminante.

Nora estuvo a punto de decirle que dejara de lloriquear cómo bebé e hiciera algo, cuando un fuerte golpe provino del techo y una gran cantidad de líquido oscuro y viscoso cayó dentro del tren, justo detrás de donde Kaz estaba sentado. Nora desvió la mirada, conteniendo la bilis en su garganta; había visto la sangre de sus enemigos muchas veces, pero aquella era asquerosa y maloliente.

—¡Maldición! —escuchó que masculló Arken. Este reviso por los binoculares y vio lo que había pasado en el exterior—. El estúpido se clavó en una estaca.

—Sácalo. Los demás se pararán sobre él —dijo Kaz.

—¡Más carbón! —ordenó él ignorando el comentario anterior de Kaz.

—¡Ya no hay! —gritaron Nora y Kaz al unisono y el último tiro la bolsa de tela dentro del fuego.

—No llegaremos con el peso extra —expresó Kaz al hombre quien intentaba pensar en alguna solución viable.

—Un segundo....

—¿Así moriremos? —preguntó de repente Jesper en shock. Nora se giro a verlo escandalizada.

—Jesper, toma la cabra —indicó Arken y en automático el moreno lo miro incrédulo

—¡No la tiraré!

—¡Toma la maldita cabra! No es carnada, es para ti. Necesito que te calmes. Abraza la cabra y cierra el pico —exclamó Arken perdiendo la paciencia.

Si no fuera por la situación, Nora se hubiera reído al saber que la cabra era para su amigo. Sin embargo se encontraba tan absorta en su propio temor a morir en La Sombra que no pudo ni sonreír un poco cuando Jesper tomó la cabra en brazos.

Otra campanada resonó, haciendo que Arken se alarmara aún más.

—Debimos pasar hace 20 segundos.

—¿Y eso que significa? —cuestionó Nora.

—Calculé el tiempo exacto para salir —dijo él—. Con apenas 20 segundos de retraso pararemos en La Sombra y... moriremos.

Un silencio penumbroso inundó el tren. La revelación de Arken había dejado sin palabras a todos; No había escapatoria.

Iban a morir.

Ante aquel pensamiento, Kaz desvió su mirada hacia Nora, quien se había quedado mirando al suelo sin expresión alguna. No obstante él la conocía muy bien. Podía ver el miedo en su mirada. El temor de no salir con vida de ahí.

Había muy pocas cosas que llegaban asustar a la chica, y La Sombra al parecer era una. Nora apretaba tan fuerte sus puños que Kaz sintió el impuso de acercarse a ella para sostener su mano y evitar que se lastimara. Pero así como vino aquel pensamiento, así de rápido se esfumó de su mente al encontrarse pensando en un contacto cercano a ella.

No podía permitirlo.

No podía tener una debilidad.

No él.

—Vienen más —informó Arken mirando por la rejilla de la nave.

—Es tan suave... —musitó Jesper, quien abrazaba la cabra.

El tren se sacudió, haciendo que el de lentes cayera al suelo de golpe y Nora apretara los ojos con fuerza. Sentía como el corazón amenazaba con salir de pecho.

«No vamos a morir, no vamos a morir» se repetía mentalmente Nora.

—Pueden decir sus últimas palabras —indicó Arken y Nora bufó.

Aquel comentario no ayudaba en nada.

Sin embargo, y para sorpresa de todos, Jesper se levantó de su asiento con la cabra en brazos y se colocó en medio del tren de forma tranquila y serena, lo que la desconcertó.

¿Cómo había logrado mantener la calma en semejante situación? Sin embargo, y antes de que pudiera preguntárselo, el moreno saco una de sus pistolas en un rápido movimiento y disparo al techo.

Nora brinco en su lugar al escuchar un chillido. Jesper había acertado el tiro.

Sin embargo el moreno no se detuvo ahí. Disparo una y otra vez a diferentes puntos del techo. Con cada disparo, un nuevo chillido resonaba en la oscuridad, confirmando la muerte de cada monstruo que los rodeaba.

Al terminarse las balas de su pistola, guardó esta y saco otra de su funda para repetir sus movimientos con la diferencia de que, esta vez, disparaba por las pequeñas entre rejillas que había en los costados del tren.

Jesper bajo a la cabra al suelo justo cuando no escucharon más los chillidos de los volcra.

—¿Están muertos? —preguntó Inej en medio del silenció cuando unas garras se incrustaron en el techo haciendo gritar a Arken.

Pero nuevamente Jesper actuó al instante y le disparó al volcra que había asomado su desfigurada cabeza en el vagón.

Haciendo girar su arma, Jesper guardo la pistola en su funda bajo la mirada atónita de sus compañeros, quienes brincaron en su lugar cuando una campanada sonó en la oscuridad.

Fue entonces que la luz del día iluminó el interior tren, y Nora pudo respirar con normalidad cuando aquella sensación fría y cosquilleante desapareció de su cuerpo.

Lo habían logrado.

Habían cruzado La Sombra con vida.

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𝐁𝐚𝐫𝐛𝐬 © | 𝟐𝟎𝟐𝟑

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