Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

❝ TERRIBLE TRUTHS ❞

͙۪۪̥˚┊❛ R E G A R D S ❜┊˚ ͙۪۪̥◌
🐺 ⋆。˚ presents to you chapter six ▶❝ terrible truths ❞ ▬▬ 𝗮 𝗸𝗮𝘇 𝗯𝗿𝗲𝗸𝗸𝗲𝗿 𝗳𝗮𝗻𝗳𝗶𝗰𝘁𝗶𝗼𝗻 🧤 © 𝗐𝗋𝗂𝗍𝗍𝖾𝗇 𝖻𝗒 𝖻𝖺𝗋𝖻𝗌 𝟤𝟢𝟤𝟣.

DURANTE TODO EL TRAYECTO hacia el Club Cuervo Nora no dejo de mascullar maldiciones en contra de Kaz; estaba consciente de que el collar era lo más importante en aquella misión, pero para ella la mayor prioridad era que todos escaparan y estuvieran a salvo.

«Él y su absurda obsesión con el dinero» pensó mientras trepaba por una saliente hacia el edificio vecino.

Nunca imagino, ni por asomó, en la posibilidad de dejarlos atrás y huir con el collar en su morral; Si, era cierto que ella era la más rápida del grupo y la más ágil. Tenía más posibilidades de salir de ahí sin que nadie la detectará debido a su extraña forma de mezclarse entre las sombras, como si estás formarán parte de ella.

Era la más apta para llevarse el collar.

Pero dejar a los demás atrás, a su suerte, era algo que no podía aceptar.

Y sin embargo lo hizo.

¿Por qué?

La respuesta era sencilla.

Por Kaz.

Solo por él.

La desesperación y el enojo que vislumbró en su mirada cuando le gritó que se fuera con el objetivo la había dejado helada.

Y molesta. Muy molesta.

Y la única razón de su molestia se debía a que no fue capaz de plantarle cara al chico y decirle que se quedaría ahí con él hasta que todos pudieran escapar juntos. Y si, el hecho de que él le hubiera alzado la voz solo había añadido sal a la herida.

«Maldito Brekker. Maldito plan. Maldito collar»

Nunca antes había corrido, trepado y deslizado tan rápido por los tejados cómo aquella noche. Y no desacelero su paso hasta que el Club estuvo al otro lado de la calle. Nora brinco y aterrizó silenciosamente sobre la azotea del club Cuervo, bajó por una de las tuberías de la pared hasta la ventana de Kaz y entro para esperar señales de él.

La espera se sintió como una eternidad en aquellas cuatro paredes. Su mirada viajaba de su reloj de bolsillo a la puerta cada dos segundo y en ocasiones estuvo tentada a salir a buscarlos -dejando el collar, claro.

Cuando pasaron veinticinco minutos y todavía no había señales de Kaz, Nora finalmente se dispuso a salir por la ventana cuando, de imprevisto, diviso una silueta oscura al otro lado del cristal. Rápidamente se ocultó detrás de las cortinas y contuvo la respiración.

¿Acaso alguien la habían seguido? ¿La Stadwatch había logrado identificarla y ahora venía por ella?

Nora supo que la silueta entró por la ventana con cierta dificultad debido a sus constantes quejidos de dolor. Su mano bajo lentamente hacia el cinturón donde su daga estaba guardada cuando escuchó como el intruso soltaba una maldición.

El cuerpo de Nora se relajo al instante y salió de detrás de las cortinas soltando un fuerte suspiro que sobresalto a Kaz. La chica tuvo que agacharse con rapidez para lograr esquivar el golpe que el chico le había lanzado por el susto.

-¿¡Pero qué rayos te suce... -pero su protesta se quedó atascada en su garganta al ver la camisa blanca de Kaz manchada de sangre; el líder de los cuervos se apretaba con la mano enguantada una herida en su costado derecho-. Kaz ¿Qué ha pasado?

Pero él ignoró su pregunta y se encamino con cierta dificultad hacia el sofá donde su bastón estaba apoyado. El chico inhaló y exhalo profundamente y soltó un gruñido cuando una punzada lo atraveso.

-Kaz...

-¿Y el collar? -irrumpió él. Nora solo pudo verlo de forma atónita.

¿Estaba herido y lo primero que hacía era preguntarle por el estúpido collar?

Solo Kaz Brekker tenía sus prioridades ordenadas de forma incorrecta.

Así como él hizo, ella ignoró su cuestionamiento y se acercó a él dispuesta a echarle un vistazo su herida cuándo Kaz colocó su bastón entre ambos, impidiendo que pudiera dar un paso más hacia su persona.

-Te hice una pregunta -espetó.

-Esta en mi morral, ya tienes tu respuesta. Ahora siéntate y déjame hacer mi trabajo -respondio ella.

Kaz negó.

-No necesito que me cures -le dijo tajante.

-Tampoco te estoy pidiendo permiso para hacerlo-replicó ella.

Azul y verde chocaron en un desafío de miradas que solo uno ganaría, pero el pecho de Nora comenzó a agitarse al permanecer tanto tiempo observando los ojos fríos y claros del chico. No obstante, y por primera vez, no aparto la mirada, sino que se la mantuvo firme y segura de si misma.

Esta vez no iba dar el brazo a torcer tan fácilmente.

Fue tanta su sorpresa cuando Kaz desvío el rostro, soltando un bufido y dejándose caer en el sofá, que Nora se quedó aturdida por un momento. Lo había logrado.

Rápidamente se hincó a la altura de él para inspeccionar la gravedad de la herida y con suma cautela extendió su mano abierta a una distancia razonable de él y percibió la profundidad. Una mueca se dibujo en su rostro.

Sin duda alguna lo que tendría que hacer no iba a gustarle a Kaz. El chico aborrecía el contacto físico y solo tocaba a alguien para lanzar un golpe -y siempre usando sus guantes, claro esta-, pero fuera de eso siempre mantenía su distancia de los demás y no permitía que nadie se acercara lo suficientemente a él como para rozarlo.

Podía curarlo, si. Pero necesitaba exponer su piel y rozar con la yema de los dedos la zona herida para hacerlo. Tragó saliva.

-La herida es profunda -dijo ella-, puedo cerrarla, pero necesito que...

-Sé lo que necesitas -musito él. Nora volteo a verlo y lo encontró con la respiración acelerada; al parecer él ya sabia que eso pasaría.

El gesto de Nora decayó, por alguna razón, el verlo tener una lucha interna consigo mismo la angustio.

-Kaz...

-No... digas nada -espetó él con la respiración agitada.

Solo seran un par de segundos, se dijo. Puedo hacerlo.

Puedo hacerlo.

Kaz ihhaló y exhaló profundamente antes de levantarse la camisa y dejar la herida de cuchillo expuesta hacia ella.

Nora volteo a verlo, como si quisiera asegurarse de que él estaba completamente seguro de dejarla tocarlo, pero Kaz retenía la mirada hacia otro punto fijo, incapaz de verla en aquel momento de, según él, vulnerabilidad. Nora se levantó y cogió la vasija de agua limpia, junto con el trapo, para luego regresar con él y volver a hincarse.

-Kaz.... Mírame -musitó ella con el corazón encogido al ver que él seguía negado a verla. El chico inspiró profundo y apretó la mandíbula-. Kaz, mírame -repitio ella. Y para su sorpresa, él volteo a verla-. Todo está bien ¿de acuerdo? Soy yo. Soy Nora... No voy a hacerte daño.

Y dicho junto ambas manos para luego girar sus muñecas a un ritmo danzarín y colocar las yemas de sus dedos alrededor de la herida de Kaz.

Nora ahogó un jadeo cuando sus fríos dedos hicieron contacto con la piel y sangre caliente de Kaz. Una corriente fría subió por su espalda, acelerando su ritmo cardíaco y todos sus sentidos, más ignoró aquello y se concentró en cerrar la herida con ligeros movimientos suaves. Estaba a mitad del trabajo cuando Kaz la tomo de la muñeca y apretó ligeramente de ella.

Y ese pequeño gesto desencadenó una avalancha de recuerdos para Nora; Manos toscas tocando cada centímetro de su cuerpo desnudo. Sus propias manos obligadas a responder aquella caricias. Labios rasposos y secos sobre ella, exigiendo cosas que Nora jamás podrá olvidar ni sacar de sus recuerdos.

El sabor metálico de la sangre inundó su paladar. De forma inconsciente Nora se había mordido el labio para retener aquellos recuerdos que intentaban abrumarla y tirarla abajo. Volteo a ver a chico, afligida.

-Kaz... Kaz, sueltame por favor.

Y fue la súplica en su voz que hizo que él reaccionara y la soltara, permitiendole terminar con su trabajo.

Y pese a que él la dejo hacerlo, Kaz nunca fue capaz de olvidar el horror de aquella noche en el puerto de Ketterdam; pateando entre el agua, aferrándose a la resbalosa y abotagada carne de Jordie, demasiado temeroso de ahogarse para soltarlo.

«Solo un poco más» se dijo él ignorando el sudor helado que le brotó mientras sentía como la herida se iba cerrando.

Podía sentir como su mente intentaba hundirlo en los recuerdos de hace años, sin embargo, y antes de que pudiera pasar, Nora apartó sus manos y corto el contacto entre ambos.

Tanto ella como él soltaron un jadeo, aliviados de aquello terminará; Nora le pasó el trapo humedecido al chico, quien lo tomó y comenzó a limpiarse la sangre para, una vez hecho eso, bajarse la camisa y tomar exhalaciones más profundas.

Nora, por otro lado, se levantó y le dio la espalda cerrando los ojos, estaba haciendo todo lo posible por enterrar aquellos recuerdos en la parte más profunda de su mente y que no pudieran afectarla cómo ahora.

Respiro profundamente antes de echarle un vistazo a Kaz, asegurandose de que estuviera bien, para luego dirigirse hasta su morral sobre la mesa y sacar el collar de zafiro.

-¿Los demás están bien? -le preguntó ella acercándose nuevamente a él para extenderle el collar; estaba intentando desviar el tema de lo ocurrido hace unos segundos.

Lo cual Kaz agradeció en silencio y tomó el collar; fue asombroso como en automático su gesto cambio a uno frío, volviendo a ponerse aquella armadura que lo volvía Manos sucias.

Se levantó del sofa.

-Nos interceptaron en el camino de regreso, Keeg recibió alguno golpes, Anika tiene un ligero corte en la mejilla, pero fuera de eso están bien. Seguramente ya están en El Tablón.

-¿Y Finn?-preguntó Nora al percatarse de que el chico no lo había mencionado.

Pero la mirada directa y penumbrosa que le dio Kaz fue todo lo que ella necesitó para saber, o por lo menos suponer, el destino que había tenido el despojo.

Con un nudo en la garganta, preguntó.

-¿Qué pasó?

-La bomba estaba averiada, solo podía activarse manualmente-contó él.

-¿Dejaste que lo hiciera? -preguntó ella, y pese a que no lo dijo en voz alta, esperaba que él respondiera que no. Que había arrastrado a Finn fuera de la mansión y habían perdido a la Stadwatch en el camino.

Pero el silencio de Kaz confirmo que se equivocaba al pensar eso.

-Lo dejaste morir -afirmó ella.

Kaz ni se inmutó.

-Él conocia el riesgo.

Y tal vez si él no lo estuviera diciendo con aquella tranquilidad, Nora no hubiera reaccionado como lo hizo.

-¡Pero eso no significaba que supiera que tendría que sacrificarse por nosotros!

-Claro que lo sabía -respondió él de forma tajante- Todo el que forma parte de una pandilla sabe los riesgos que conllevan este tipo de trabajos.

-¡Todos menos yo! -contra dijo ella, molesta-. Yo no tuve elección, Kaz, ¿Lo olvidas? Y hay muchos otros como yo que tampoco la tuvieron.

-Finn no era el caso; él eligió unirse a Los Despojos. Él eligió morir detonando su bomba.

-Y tu lo permitiste -señaló Nora-. ¿Acaso no te importa que haya dado su vida por nosotros?

-Lo importante está aquí -dijo Kaz levantando el collar-. Cumplimos con lo que nos pidieron, el dinero es nuestro.

-¿Solo te importa eso? ¿El dinero? -inquirió ella.

-Soy un hombre de negocios, Nora. Ni más ni menos.

-Eres un ladrón, Kaz.

-¿No es eso lo que acabo de decir?

Nora resoplo. Tal parecía que a Kaz no le importaba perder gente mientras ganara dinero.

El problema aquí era, que ella no era así.

No conocía de nada a Finn, es cierto. Solo habían convivido un par de horas mientras repasaban una y otra vez el plan en busca de cualquier mínimo fallo pudiera ver. Pero el chico había formado parte de eso, había confiado en Kaz y en que todo saldría tal cual lo habían planeado.

Pero no fue así, y Finn terminó sacrificadose para que ellos pudieran huir.

Nora pensaba que eso era algo digno de admirar.

No obstante, no disminuía la tristeza de perder a un compañero, por más nuevo que hubiera sido en su vida.

-Bueno -dijo ella con un nudo en la garganta-, conseguiste lo que Haskell quería. Espero que el dinero te satisfaga, Kaz.

-El dinero siempre me satisface.

Nora rodó los ojos y tomó su morral para luego dirigirse a la ventana.

-Recibirás tu parte del trabajo -le dijo Kaz antes de que pasara su otra pierna por el marco de madera.

Pero Nora no volteo a verlo, sino que soltó una pequeña risa desdeñosa y negó con la cabeza.

-Quedate con tu maldito dinero, Brekker -Y salto por la ventana, dejándolo solo.

ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ
ㅤㅤㅤㅤㅤ
ㅤㅤㅤㅤㅤ
ㅤㅤㅤㅤㅤ
ㅤㅤㅤㅤㅤ
ㅤㅤㅤㅤㅤ
ㅤㅤㅤㅤㅤ
ㅤㅤㅤㅤㅤ
ㅤㅤㅤㅤㅤ
ㅤㅤㅤㅤㅤ
ㅤㅤㅤㅤ
ㅤㅤㅤㅤㅤ
ㅤㅤㅤㅤㅤ
ㅤㅤㅤㅤㅤ
ㅤㅤㅤㅤㅤ
ㅤㅤㅤㅤㅤ
ㅤㅤㅤㅤㅤ
ㅤㅤㅤㅤㅤ
ㅤㅤㅤㅤㅤ
ㅤㅤㅤㅤㅤ
ㅤㅤㅤㅤㅤ
ㅤㅤㅤㅤㅤ
ㅤㅤㅤㅤㅤ
ㅤㅤㅤㅤㅤ
ㅤㅤㅤㅤㅤ
ㅤㅤㅤㅤㅤ
ㅤㅤㅤㅤㅤ
ㅤㅤㅤㅤㅤ
ㅤㅤㅤㅤㅤ
ㅤㅤㅤㅤㅤ
ㅤㅤㅤㅤㅤ
ㅤㅤㅤㅤㅤ
ㅤㅤㅤㅤㅤ
ㅤㅤㅤㅤㅤ
ㅤㅤㅤㅤㅤ
ㅤㅤㅤㅤㅤ
ㅤㅤㅤㅤㅤ
ㅤㅤㅤㅤㅤ
ㅤㅤㅤㅤㅤ
ㅤㅤㅤㅤㅤ
ㅤㅤㅤㅤㅤ

━━━━━━❦━━━━━━

Nora no regresó la mañana siguiente ni tampoco se presentó por la tarde -como usualmente lo hacia-, sino que fue hasta entrada la noche, cuando Kaz creía que ya no la vería por ese día, que se escabulló por su ventana y le dio un breve y corto reporte de su vigilancia; le contó absolutamente todo lo que había visto u oído en el barril con sumo detalle, que Kaz por un momento pensó que lo sucedido la noche anterior había pasado al olvido.

Cómo debía ser.

-Vigila el Quinto Puerto, las Puntas Negras nunca se habían acercado tanto. No deben planear nada bueno -ordenó Kaz observando el mapa de la capital colgado detrás de su escritorio-, y Nora...

Pero al darse la vuelta para hablar con ella, se encontró completamente solo. De nuevo.

Y no volvió a verla hasta la noche siguiente, donde repitió sus acciones: le dio un informe del día, espero nuevas indicaciones, y se marchó.

Y lo mismo paso la noche siguiente.

Y la siguiente.

Y la siguiente, de modo que Kaz comenzó a sentir su ausencia con un mal sabor en la boca. Inconscientemente la buscaba en la ventana, sentada leyendo aquel libro que habia adquirido durante una de sus salidas.

Recordaba aquel día a la perfección.

Nora había entrado por el mismo lugar que él ahora contemplaba con un malestar en el estómago para darle el informe del día; Él había escuchado cada detalle con suma atención a la vez que contemplaba como la chica relajaba su actitud en su presencia; recostada en el sillón, con las piernas estiradas y apoyadas sobre la pequeña mesita frente al mueble, con su pañuelo oscuro rodeando su cuello y no la mitad de su rostro.

Era evidente que Nora ya no se sentía retraída en su Club.

Y de cierta forma le agradaba que fuera así. Los primeros días se había mantenido alejada, apartada de todos, tensa y en alerta constante ante cualquiera que se acercará demasiado a ella; cómo esos animales maltratados que temen la presencia de quien estuviera cerca.

Uno debía ser demasiado tonto para no notar que su estadía en el burdel la había dejado marcada.

No obstante, esa marca comenzaba a desvanecerse poco a poco, y eso a él le convenía.

Porque ahora Nora se movía por el club con seguridad, como si estuviera viviendo ahí por años. Mantenía conversaciones con los chicos de las mesas, e incluso estos le enseñaron a jugar los diferentes tipos de juegos que había en el lugar. En la mañana podías encontrarla en la cocina, conversando o en ocasiones asistiendo a Olga, la cocinera particular del club. Y sin duda alguna no permitía que ningún cliente se sobrepasara con ella.

Los chicos de seguridad habían tenido que sacar a tres hombres, con un ojo golpeado, por eso en el trascurso de dos semana.

Y todo eso Kaz lo había visto; incluso había notado el pequeño bulto en su morral aquel día.

-¿Y eso? -le pregunto él cuando ella se disponía a irse. Nora volteo a verlo confundida y Kaz señaló con su bastón el morral que colgaba en su cintura.

-Un libro, ¿acaso nunca habías visto uno? - respondió ella con cierta burla, a lo que él tuvo que ocultar la ligera inclinación en su comisura derecha; Nora saco el libro de tapa gruesa y de color rojo granate y se lo mostró-. Lo encontré en la última salida que tuvimos; es la vida de los Santos.

Kaz elevó una ceja.

-¿Crees en esas cosas? -Cuestiono él con una mueca; le costaba imaginar a la chica rezando por las noches.

-Solia hacerlo -respondio ella.

-¿Entonces por qué leer sobre ellos si ya no crees? -inquirió, pero al ver el gesto que se dibuja en el rostro de Nora entendió que aquel libro tenía un significado más... personal.

No había nada que se fuera de su vista. Era excelente leyendo los movimientos y gestos de las personas. Como si fueran un libro abierto a la espera de que él arrancará sus hojas e hiciera arder unas potentes llamas con ellas.

Pero con Nora no era así; ella veía el libro con anhelo y añoranza. Cómo si este le recordara algo bueno en su vida que no quisiera dejar atrás.

-Mi madre solía leermelo para dormir-respondió después de varios minutos en silencio. Kaz no se inmutó.

-Curiosas historia para dormir te contaba tu madre -respondio él con un dejé de ironía.

-Nunca dije que logrará conciliar el sueño después de oírlas -dijo Nora con una sonrisa divertida-. Siempre preferí las historias de mi padre. Él era Fjerdano.

Esta vez Kaz no pude evitar ocultar su curiosidad.

-Mitad Ravkana, mitad Fjerdana; Debieron ser considerados traidores.

Pero Nora negó.

-Viviamos en las afueras de Os kervo, así que los pocos vecinos que teníamos no les importaba el origen de mis padres.

-O no les importaba o bien no les traía ningún beneficio propio el saberlo.

Nora entorno la mirada, como si estuviera rebuscando en sus recuerdos o analizando sus palabras. Tras meditarlo bien, ladeo la cabeza y respondió.

-Puede ser -dijo-. O solo les daba igual. Cómo sea, a mis padres no les importaba, ellos se amaban y me amaban a mí.

Amor. Una palabra tan corta, profunda y llena de sentimientos que él no podía sentir o demostrar. No cuando el dulce y agrio saber de la venganza estaba en su boca.

Kaz hizo una mueca, que paso desapercibida para Nora, quien se encontraba sumergida en los recuerdos de su niñez. Sacudió ligeramente la cabeza y le echó un vistazo al libro entre sus manos.

-Hubiera preferido encontrar La leyenda de Grimjer.

-¿El Lobo en el símbolo de la familia real Fjerdana? -inquirió Kaz.

Nora asiento.

-Esa era mi historia favorita, la que me contaba mi padre; se decía que Grimjer tenía la habilidad de indagar en tu alma y dictaba si eras de confianza o no.

-¿Un lobo que dictaba si eras bueno o malo? -inquirió Kaz con mordacidad.

Nora ladeo la cabeza. Sabia como sonaba la historia, pero era su favorita a los cinco años. Cuando solo era una niña que quería creer en cosas místicas.

-Suena descabellado, lo sé. Pero así decía la leyenda: que esté era capaz de ver la luz o la oscuridad en las personas -contó Nora-. Por eso Djel acudió a él y le pidió encontrar a un hombre valiente, fuerte y honrado que gobernará las tierras alzadas sobre sus raíces. Grimjer aceptó hacerlo siempre y cuando Djel prometiera que los de su especie serían bienvenidos en sus tierras. Djel lo prometió y Grimjer eligió al primer rey Fjerdano con su instinto. Por eso él es el símbolo de la familia real -contó Nora-. Sin embargo, Grimjer no se quedó en Djerholm, sino que regresó al bosque y desapareció cuando vio que los de su especie estaban a salvo con el hombre. Ahora bien, cuenta la leyenda que Grimjer aún vaga por el bosque y que solo se presenta ante aquellos que están dispuestos a sacrificarse y brindar protección a los suyos.

-¿Y crees en esa leyenda?

-Los Fjerdanos creen en ella.

-Pregunte si crees en ella.

Pero Nora no respondió enseguida, por lo que Kaz percibió la duda en su postura.

Al cabo de un momento en silencio, Nora respondió:

- Mi madre siempre me dijo que debía mantener la fe ante todo -levantó el libro y lo miro como si fuera la cosa más irónica del mundo-. Que los santos siempre velarian por nosotros y nos guiarian en nuestro camino a la luz. Mi padre, en cambio, me dijo que estaba conectada con Djel y que debía valerme por mí misma para que él me aceptara entre sus raíces.

-Y después de todo lo que pasaste, ¿aun crees que ellos tenían razón?

Nora lo miró en silencio, pensando en las palabras que había escuchado tantas veces venir de la boca de su madre y de su padre. Hace años creía firmemente en estás, pero ahora....

No estaba muy segura. Aún así los amaba, a pesar de todo. Los recuerdos eran lo único que no le habían fallado, hasta ahora.

-No lo sé- murmuró finalmente.

Kaz sonrió. Con su sonrisa retorcida, la única que parecía poseer. No era amable, ni mucho menos.

Sonreía porque sabía, una vez más, que él había ganado la discusión.

-Eso fue lo que pensé- dijo, no sin satisfacción.

Bajó la mirada y, sin verla, añadio:

-Puedes leer aquí.

Ni siquiera él mismo entendió porque esas tres palabras salieron de su boca; No había terminado de procesarlas cuando la chica le respondió.

-No quiero molestarte.

-No lo haces -le respondio él, cortante-. Mientras no hagas demasiado ruido, puedes estar aquí.

Y ella nunca hizo ruido.

Ese mismo día Kaz creyó que la chica se había ido a buscar un mejor sitio para leer su absurdo libro de los santos, cuando giro el rostro hacia la ventana y la encontró ahí, sentaba sobre el alféizar con el libro en manos y la luz del día iluminando su silueta.

Y esa fue su rutina diaria; salía por el día, recaudaba información para él y cuando regresaba al Club por la tarde, se quedaba leyendo en su despacho hasta entrada la noche, donde se iba porque o bien tenía turno en el club, daba una última ronda en el barril en busca de información más reciente, o porque estaba cansada.

Y ahora su ausencia se sentía como un peso dentro de su pecho.

Masculló por lo bajo una maldición y dejó los papeles que tenía en mano sobre la mesa con exasperacion. No podía continuar en esa situación, le estaba afectando más de lo que debería y no podía ser así.

Él era Kaz Brekker, apodado manos sucias por todo lo que había tenido que hacer en esos años para llegar a donde estaba.

Nada podía afectarlo.

Nada.

Y con ese pensamiento en mente, se levantó de su escritorio y salió de su oficina. Bajo por las escaleras de espiral, recorriendo con la mirada su club en busca de la chica; ya era muy entrada la noche, por lo que solo había pocos clientes jugando todavía en las mesas. Solo quedaba un par de horas para que estos tuvieran que retirarse.

Sin embargo Kaz no encontró a Nora junto a la escalera, donde usualmente se colocaba para vigilar, por lo que se dirigió hacia el primer hombre de seguridad cerca de él.

-¿Dónde está Nora? -le pregunto Kaz a Roy, quien señaló con la mirada hacia las escaleras que conducían a los demás pisos del club.

Tal parecía que el turno de Nora había concluido y se había ido.

Sin tomarle importancia, Kaz se dirigió hasta ellas y subió hasta el tercero piso donde los dormitorios, incluido el suyo propio, se encontraban ubicados. Sabia que la habitación de la chica era la penúltima a la derecha, a solo dos habitaciones de la de él, por lo que se dirigió hasta está en la oscuridad absoluta del lugar.

Lo único que se escuchaba era el repiqueteo de su bastón y las suelas de sus zapatos contra el suelo de madera; muy pocos de los cuervos se quedaban a dormir en el club, la mayoría tenía hogares a los cuales volver por las noches. Por lo que la mayor parte de las habitaciones se encontraban vacias y el ruido en el tercer piso era casi inexistente.

Sin embargo, y mientras mas se acercaba al fondo del pasillo, sus oídos fueron capaces de detectar el sonido de quejidos y llantos.

Se detuvo frente a la puerta de Nora e intento abrirla, pero se encontró con que está tenía puesto el pestillo: y ella nunca ponía el pestillo debido al miedo de quedarse encerrada como lo hacía en las Casas de las Fieras.

Del otro lado de la puerta se escuchó un golpe, como si algo o alguien hubiera caído al suelo, y que le advirtió a Kaz de que algo no andaba bien ahí dentro. Rápidamente su mente pensó en el peor escenario y se apresuró a sacar de su bolsillo dos alambres que siempre cargaba con él y forzó la cerradura de su habitación.

Entro dispuesto a sacar a golpes a cualquier que hubiera entrado ahí para abusar de la única chica que vivía en el Club, pero se quedó helado en su lugar al percatarse que no había nadie más en aquellas cuatro paredes. Únicamente estaba Nora, agachada en el suelo junto a su cama, encogida sobre si misma y abrazando sus rodillas mientras temblaba e intentaba alejarse de la puerta.

-Nora...

-¡No, aléjate! -suplico ella con la voz cortada por el llanto y sin voltear a verlo. Se encontraba tan sumida en sus recuerdos, que no se percataba de la realidad-. ¡Por favor, aléjate de mi!

-Nora -volvio a llamarla Kaz, dando un paso al frente pero tuvo que detenerse cuando que Nora retrocedío, asustada.

Tal parecía que no podía reconocerlo, por lo que golpeo el suelo con la punta metálica de su bastón, y Nora dejo de sollozar.

-Nora, soy yo, Kaz. Estás en el Club Cuervo, no en la Casa de las Fieras. Nadie te está tocando. Nadie te está lastimando. Estás bien.

Eso último era mentira, y tan pronto como esas dos palabras salieron de su boca se arrepintió al instante. Sin embargo, si quería que la chica saliera de ese trance traumático , debía calmarla primero diciéndole que estaba bien.

Kaz intentó acercarse ella de nuevo y está vez Nora no retrocedío en su lugar. Sino que dejo que se agachara hasta estar a la altura de ella - ignorando el dolor punzante en su pierna lastimada hace años atrás-, y procurando no entrar en contacto con su cuerpo.

No obstante ella no volteo a verlo siquiera, sino que escondió el rostro entre sus rodillas.

-Nora -la llamo de nuevo, pero ella se rehusaba a levantar la mirada y descubrir que no era real.

Que él no estaba ahí realmente y seguía viviendo aquella pesadilla.

-Nora -volvio a escucharlo-. Debes enfrentar a tus demonios.

Y esta vez ella alzo la mirada y se encontró los ojos fríos y azules de Kaz puestos en ella. Esté la miraba con seriedad, pero los puños apretados alrededor de su bastón le indicaban a Nora que, de cierta forma, él estaba al tanto de sus temores. Que sabía lo que le estaba pasando como si él mismo lo hubiera vivido antes.

Sus ojos verdes olivo volvieron a cristalizarse y las lágrimas no tardaron en surcar su rostro, mas está vez Nora no estaba llorando por temor, sino de alivio al saber que estaba a salvó en su cuarto.

Que estaba en el Club Cuervo y no con Tante Heelen.

-No son reales -murmuro en voz baja ella.

Kaz asintió. Respaldando sus palabras.

Nora soltó un suspiro y cerro los ojos, regularizando su respiración.

Aquellos hombres sobre ella no eran reales.

Los castigos sobre su cuerpo no eran reales.

Pero sobretodo, los cuerpos de su madre, Damián y Erik, culpandola por sus muertes, tampoco eran reales.

-No son reales -repitió ella.

-No, no lo son Nora -respondio Kaz.

-Estoy a salvo -se repitió a si misma, creyendo en sus palabras.

Poco a poco su cuerpo empezó a relajarse. Su respiración volvió a ser tranquila y dejó de apretar los puños con fuerza. Fue entonces que se percató en lo que se había hecho; cuatro heridas del tamaño exacto de sus uñas estaban al rojo vivo en las palmas de sus manos. Sangre espesa y caliente brotaba de estás y mancharon las rodillas de su pantalón oscuro. Tal parecía que inconscientemente se había lastimado durante aquella pesadilla. Y la impotencia que habia sentido al ver que volvía en aquel infierno de lugar opacaron el dolor físico que debió tener.

-Mierda -masculló cuando un ligero ardor la atravesó al rozar la herida con las yemas de sus dedos.

Kaz se mantuvo quiero y en silencio mientras ella hacia uso de sus poderes grisha para cerrar las heridas. No tenía de que preocuparse debido a que sabía perfectamente que ella podía atenderse. Y aunque quisiera hacerlo -lo cual no era asi-, no podía ayudarla.

No podía tomar su mano entre las suyas u revisar la profundidad con la que se había lastimado.

No podía abrazarla o consolarla sin que los terribles recuerdos de aquella noche tratarán de sumergirlo en la miseria. Simplemente no podía luchar contra aquella marea; por lo menos no ahora.

Una vez que Nora terminó de curarse, apoyo la cabeza sobre el colchón detrás de su espalda e inhaló profundamente y dejo salir el aire lentamente varias veces. Su mirada viajo hasta su ventana, desde donde los ligeros rayos de la luna entraban por su ventana.

De reojo miró al chico sentado junto a ella, y en automático se avergonzó por lo sucedido.

-Lo lamento -se disculpó ella, notando lo tarde que era-. Es solo que... Yo no....

No supo si seguir; hablar de su pasado todavía se sentía como una herida fresca en su corazón. Sin contar que tampoco estaba segura de que Kaz Brekker quisiera oír las desgracias de una chica de 14 años.

Sin embargo, él hablo;

-¿Los recuerdos? -le preguntó, a lo que Nora asintió cabizabaja.

-Se sienten tan reales -confesó ella-. Es como revivir una y otra vez cada uno de ellos; mi madre, mis amigos, la casa de las fieras... Por más que lo intento, no logró olvidarlos.

Y aunque lo más posible es que Kaz no quisiera estar ahí, escuchando los traumas de una chica rota, Nora se sintió en tal confianza con él para contarle todo; el como ella y su madre estaban a punto de cruzar La Sombra. El como llegó a traves de un barco traficante a kerch y comenzó a trabajar con Tante Heleen. Y posteriormente lo sucedido con Damián, el pequeño Erik y Pekka Rollins.

Una vez terminó de contarle todo sintió como un peso menos se iba de su pecho, más el dolor permaneció ahí.

Kaz, por otro lado, trago en seco y desvío su mirada hacia la pared oscura frente a ellos. Lo entendía. Por supuesto que lo hacia. Los recuerdos eran algo que no le dejaban conciliar el sueño muchas noches.

Lo que había vivido Nora. Lo que había vivido él....

No era algo se pudiera olvidarse con facilidad. Mucho menos cuando las personas responsables de arruinarlos seguían viviendo sus vidas con normalidad.

«Ladrillo por ladrillo» recordó Kaz su juramento en contra de Pekka Rollins. Y junto a él estaba una chica que había perdido a dos personas a manos del mismo hombre que arruinó su vida y la de su hermano.

Tal vez, y solo tal vez, ambos podrían hundir a Rollins, juntos.

Sin voltear a verla, e intentando ocultar sus pensamientos conspirativos en contra del hombre, dijo:

-En algún momento tendrás que afrontar tus recuerdos. Tus demonios.

-Lo sé -respondió ella.

Pero no era fácil. Y él lo sabía. Volteo a verla con determinación.

-No quiero que nublen tu mente para este trabajo, así que vamos a afrontarlos juntos.

Nora lo miro atónita.

-¿Juntos?

Kaz desvío el rostro y asintió.

-Si, Nora. Juntos. Ladrillo por ladrillo.

Pero ella lo miro escéptica.

-Esto no es... no es un de tus trucos, ¿cierto?

Pero su voz sonó más pequeña de lo que ella quería que fuera. Y se maldijo mentalmente por eso, porque la sombra de algo oscuro cruzó el rostro de Kaz al oírla, y eso solo provocó que Nora se estremeciera en su lugar.

-Si fuera un truco, te prometo seguridad. Te aseguro que los recuerdos no volverán a molestarte. Te ofrecería felicidad. No sé si eso existe en el Barril, pero no encontrarás nada de eso conmigo.

Y por alguna razón, esas palabras la consolaron. Mejor verdades terribles que mentiras amables.

-Está bien -dijo ella-. ¿Cómo empezamos?

Kaz se giro hacia la ventana, donde la luna empezaba a descender en el cielo. Estaban a unas cuantas horas de que el sol comenzará a salir, aunque en Ketterdam las nubes eran tan densas que apenas y se notaba la diferencia; su mente empezó a maquinar un plan para ayudar a Nora. Sí quería que ella logrará sobrevivir en un lugar como lo Ketterdam, donde apuntarse con un arma era equivalente a un saludo, necesitaría más que solo ser ágil y rápida.

Necesitaba tener la mente libre de culpas.

Necesitaba ser alguien a quien la gente temiera con solo verla u oir de ella.

Pero sobretodo, necesitaba venganza.

Y no había nadie mejor que él que logrará entender lo que eso significaba.

Sin demostrar esfuerzo alguno, Kaz se incorporó del suelo.

-Empecemos con aquellos que te arrebataron a tu madre. O, y Nora - dijo mientras se dirigía a la puerta-, no vuelvas a contarme sobre tu vida si no te lo pido o pregunto.

Y dicho eso, Kaz salió por la puerta y la dejo en la soledad de su cuarto.

▊▋▊▌▊▍▎▊▊▋▊
𝐁𝐚𝐫𝐛𝐬 © | 𝟐𝟎𝟐𝟑

📌 NOTA DE AUTORA: Grimjer es el símbolo de la familia real de Fjerda en los libros, sin embargo, la historia que le cuenta Nora a Kaz es completamente de mi autoría. No es canon.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro