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❝ SUICIDE MISSION ❞

͙۪۪̥˚┊❛ R E G A R D S ❜┊˚ ͙۪۪̥◌
🐺 ⋆。˚ presents to you chapter nine ▶❝ suicide mission ❞ ▬▬ 𝗮 𝗸𝗮𝘇 𝗯𝗿𝗲𝗸𝗸𝗲𝗿 𝗳𝗮𝗻𝗳𝗶𝗰𝘁𝗶𝗼𝗻 🧤 © 𝗐𝗋𝗂𝗍𝗍𝖾𝗇 𝖻𝗒 𝖻𝖺𝗋𝖻𝗌 𝟤𝟢𝟤𝟣.

EL FRÍO DE LA NOCHE calaba hasta sus huesos aún cuando se encontraba usando su calida capa larga. La temperatura de la ciudad había descendido a tal grado que Nora era capaz de ver el vaho salir por su nariz y boca cada vez que exhalaba.

De no ser por sus guantes, seguramente tendría las manos heladas como su nariz.

-Agradezco mucho el trabajo, pero solo pagó una hora de mi tiempo y tengo que volver a La Orquídea -escuchó decir a Milana, la Mortificadora que Kaz había conseguido y la cual había estado en silencio hasta ese momento.

-No es seguro allí está noche. Tu vida peligra con este trabajo -le advirtió Kaz sin voltearla a ver-. Desaparece por unos días después de esto.

-Sr. Brekker, ¿me está amenazando? -inquirió ella indignada, a lo que Nora resopló con gracia y la rubia le lanzó una mirada recelosa. Aún más divertida, Nora enarcó una ceja en su dirección y la miró como invitandola a decirle algo, lo cual Milana claramente no hizo. Esta se volvió hacia kaz, quien no había detenido su paso-. Aunque yo sea amable, mi jefe llamará a la Stadwatch.

-No soy yo el que te pone en peligro -respondio Kaz con tono irritado y se volteo a verla-. Es Pekka Rollins.

-Mi jefe también la llamaría por él -respondio la chica con convicción, a lo que Nora sonrió abiertamente y negó con la cabeza.

Esta chica si que la divertía.

-Y por eso tu jefe está muerto -aseguró Kaz y se dirigió a la entrada de la mansión a la que habían llegado.

-¿Quiénes son? -preguntó el hombre de seguridad.

-Venimos a ver a Dreesen -respondió Kaz con seriedad.

-No eres del equipo de Pekka -mas que preguntar, lo afirmó.

-Y a ti ya no te controla si ahora no le debes nada -repusó Kaz al mismo tiempo que le lanzaba una pequeña bolsa de tela llena de monedas.

Nora evitó a toda costa mirarlo con confusión, puesto que no quería echar a bajo el plan de Kaz -sea cual sea-, pero si que se cuestionó lo siguiente: ¿De dónde había sacado el dinero, sí estaban ahí precisamente para conseguir dinero?

Sea como sea, el soborno funciono puesto que el hombre les abrió la reja y les permitió acceder. Nora aceleró un poco su paso hasta llegar a la par de Kaz.

-¿De dónde sacaste el dinero? -le preguntó en un murmullo, sin embargo la respuesta llegó tan rápido como la pregunta salió de sus labios.

-¡Una tiene un agujero! -exclamó el hombre.

-Mierda -susurró Nora.

-Entren -ordenó Kaz y todos corrieron al interior de la mansión antes de que el hombre pudiera detenerlos.

A salvo en el vestíbulo, y con la puerta cerrada, Nora soltó una pequeña risa.

-Eso estuvo cerca -murmuró con diversión hacia el líder, quien la miró de reojo y elevó ligeramente la comisura de su labio.

Fue un gesto tan sutil que nadie pareció notarlo, salvo ella.

El sonido de unos pasos acercándose los alertó. Del pasillo a su derecha salió un hombre a recibirlos. Este les lanzó una mirada despectiva antes de dirigirse a ellos.

-Siganme -y regresó por el mismo pasillo. Los cinco lo siguieron hasta la oficina del propietario, quien al verlos entrar, exclamó:

-Me doy cuenta con solo un vistazo... Delicuentes - escupió-. No me reuniré con nadie hasta la medianoche.

-Necesita a una Mortificadora -señaló Kaz sin inmutarse a su recibimiento.

-Bien, ella se queda, el resto fuera -ordenó el viejo al mismo tiempo que se levantaba de su asiento.

La mortificadora dio unos cuantos pasos adelante, con toda la intención de acercarse a Dreesen para trabajar, cuando el bastón de Kaz se interpuso en su camino.

-Ella se queda y usted nos da exclusividad -negocio Kaz.

Nora entre cerró la mirada y observó minuciosamente el lugar por si las cosas no salían según lo planeado; Había solo dos hombres de seguridad en la habitación, de los cuales se podía deshacer fácilmente al igual que Dreesen. Tres ventanas al otro lado, justo detrás del dueño y sus hombres, las cuales podían usar para huir en caso de que se desate el caos y la oscuridad.

-Señor Brekker -volvio a hablar Dreesen haciendo que Nora desviará su atención a él-. Ningún negociante experimentado contrata al primer candidato.

-Lo comprendo -le respondió kaz con tranquilidad-. Claro que tendré que reportarlo al gremio; por secuestrar y albergar un prisionero sin tener título.

El rostro de Dreesen se contrajo, para nada feliz de la amenaza lanzada al aire. Uno de sus guardias, el de la izquierda, llevo su mano a la funda de su pistola con una clara señal de amenaza. De reojo Nora vio que Jesper imitaba dicha acción y sonrió ladinamente.

Ese hombre no tenía oportunidad contra el moreno.

Cuando regreso su vista al frente, dicha sonrisa se borro al instante. Dreesen la estaba mirando fijamente a ella. Nora levantó el mentón y enarcó una ceja en su dirección haciendo que él desviará la mirada.

Era claro que él sabia quien era ella.

-No lo haría -aseguró finalmente Dreesen.

Sin embargo él no conocía a Kaz. No como ella lo hacía.

Y sin duda alguna Kaz delataria a este hombre si eso impedía que Pekka Rollins se hiciera con el trabajo.

-Ningún negociante experimentado negocia por algo que puede obtener -Kaz mantuvo el gesto serio.

Sus instintos se alertaron al ver como Dreesen abandonaba su lugar detras del escritorio para acercarse a Kaz, quien no se movió ni se inmutó ante la mirada despectiva del hombre.
Nora preparó su guantes, lista para sacar sus garras si Dreesen intentaba algo en contra de su jefe, cuando la voz de la Mortificadora rompió el ambiente.

-Debo volver en una hora -aclaró ella.

Cada músculo de su cuerpo estaba tenso, a la espera de algún movimiento o palabra del hombre, quien al final, y sin despegar su mirada de la Kaz, dijo:

-Bien, vamos -y rompiendo el contacto visual, salió del despacho para guiarlos por los pasillos de su mansión hasta llegar a un sótano lleno de estanterías de vinos, planos y otras cosas que Nora no supo reconocer.

No obstante y lo que realmente vino llamando la atención de todos, fue el joven amarrado a una silla y con una bolsa en la cabeza.

El mismo que Nora e Inej había visto horas atrás, cuando siguieron a Dreesen y sus hombres por el distrito jardín. El aludido camino hasta el joven y apoyo su peso sobre el respaldo de la silla. Los estaba mirando, observando sus reacciones.

-¿Quién es él? -cuestionó kaz.

-Entonces no sabe todo -respondió Dreesen con un claro tono burlón, cosa que irritó a Nora-. Él es Alexei Stepanov -y de un tirón le quitó la bolsa de la cabeza, revelando el rostro golpeado y maltratado de un joven de cabellos rubio castaño y ojos claros.

El terror se manifestaba en su rostro; estaba solo en un lugar completamente desconocido y rodeado de gente que no sabía si lo querían torturar o peor. Nora sintió un vuelvo en el estómago cuando los recuerdos intentaron abrirse paso por su mente, más los apartó de forma brusca y se centro en el presente.

-Hace dos semanas, el joven Alexei cruzó la sombra... a pie. Solo -reveló Dreesen para sorpresa de todos, quienes se quedaron perplejos y atónitos.

Incluso Nora percibió levemente como Kaz abría los ojos ligeramente por la impresión.

-¿Cómo? -preguntó Inej, incrédula.

-Lo están ocultando -respondio Dreesen caminando hacia una de las mesas del sótano donde comenzó a servirse una copa de vino-, pero dicen que fue uno de los testigos de... Un suceso.

Tanto Nora como Kaz intercambiaron una mirada suspicaz. ¿Que suceso podría ser tan importante para traer a un chico desde Ravka hasta Kerch y tenerlo como prisionero en la soledad de una bodega con seguridad privada?

-Agua.

Nora evitó estremecerse ante el tono lastimero y rasposo del chico. Inej, en cambio, sin pedir permiso si quiera, se acercó a la mesa donde Dreesen estaba, tomó un vaso de cristal y lo lleno de agua pura bajo la mirada sorprendida del hombre.

Kaz no le dijo nada a la chica, en su lugar le pregunto al hombre:

-¿Que tipo de suceso?

-Sé que una expedición fue atacada por los volcra -respondió Dreesen-. Debió ser una pérdida total, pero ocurrió algo -bebió de su copa, queriendo dar una pausa dramática para luego continuar-. Detonó un dispositivo. Arrasó con los Volcra, iluminó la oscuridad como un incendio.

»Sé que no fue un incendio, o nadie habría sobrevivido. Fue un invento que nadie más había visto.... Y él lo sabe -señalo al joven apresado-. Pero parece que no puede articular su historia de los hechos. Una especie de lapsus traumático.

Nora observó afligida a Inej. Sabia que de los cuatro ella era la más afectada en estos momentos; nunca le gustó ver como trataban a los esclavos. El maltrato y la injusticia a la que estaban sometidos a vivir. Ella había sido una, al igual que ella. La diferencia era que la mayor había aprendido a suprimir sus sentimientos en público con el paso de los años.

Ella era la loba blanca de los Cuervos. No podía darse el lujo de mostrarse débil ante nadie o en algún trabajo. Pero Inej no podía evitar demostrar los suyos. Era como un libro abierto.

La Suli no se apartó del joven hasta que la mortificadora se acercó por petición de Dreesen. Y no sin antes pedirle permiso con la mirada a Kaz.

Nora observó como la rubia se hincaba junto a Alexei y acariciaba su mejilla con delicadeza. Una punzada de añoranza la embargo al verla hacer aquello; ella no podía tocar a la gente sin sentir que se sofocaba.

Milana prosiguió a tomar una de las mano del joven y empezó a recorrerla lentamente con las yemas de los dedos; Nora percibió como los latidos del chico se regularizaban hasta entrar en un trance de tranquilidad.

-Puedes hablar, y yo solo escucharé -le dijo Milana dulcemente. Como si estuviera hablando con un niño y no un joven perturbado-. Dime, ¿qué pasó en la sombra? -preguntó sin romper el contacto entre ambos-. ¿Qué te salvo?

-No me creerás, pero... -el joven trago saliva, nervioso y poder despegar su mirada de ella.

Nora en ningún momento dejo de verlo, estaba igual de intrigada por saber lo que había visto el chico.

Más nada la había preparado para oir su respuesta.

-Fue una invocadora del sol.

La relevación la dejo sin aliento. Sintió como sus piernas flanqueaban, más hizo uso de toda su fuerza para no demostrar lo que aquella noticia había provocado en ella.

No podía ser cierto.

El joven debía haber visto mal.

Sintió el peso de la mirada de Kaz sobre ella, por lo que inspiró profundamente e intento tranquilizarse. Mas fue imposible que los recuerdos de su madre la golpearan en ese momento.

Ella creía fielmente que algún día un invocador del Sol nacería y salvaría al país destruyendo la sombra.

Y tal parecía que ese día había llegado... Y ella no estaba ahí para verlo.

Sus recuerdos se detuvieron abruptamente al advertir un movimiento junto a ella; Dreesen caminó hasta al par y se hincó junto a ellos.

-¿Quién era?-le preguntó a Alexei.

Este tembló en su lugar, temeroso.

-Si se lo digo, ¿Me liberará?

-Te doy mi palabra -dijo Dreesen-. Te liberare. Ahora estás en Ketterdam, Alexei.

Pero Nora supo que mentía. Sintió como su corazón se aceleraba por un milisegundo. Tiempo suficiente para que ella lo supiera que no tenía ningún intención de dejarlo ir.

Y Kaz también lo supo. Claro que si.

-Puedes ir a cualquier lugar desde aquí -prosiguió Dreesen-. Imaginalo.... Vamos.

El chico suspiró profundamente, dolido por la traición que iba a cometer hacia la chica que quería, pero su vida dependía de su nombre.

Y él quería seguir viviendo.

-Se llama... Alina Starkov.

-¿Alina Starkov? -repitió Dreesen y Alexei asintió-. Muy Bien -se incorporó y camino hasta uno de sus hombres-. Muéstrame los pasajeros -este le tendió un papel doblado en dos y Dreesen rápidamente empezo a repasar cada nombre en la lista de pasajeros hasta encontrar lo que buscaba-. Perfecto.

-¿Me liberarán ahora? -preguntó Alexei.

-Por supuesto

Y en un movimiento rápido le disparo en la cabeza.

El sonido de la bala y el grito de la mortificadora resonaron en las cuatro paredes. Inej brinco del susto mientras Jesper desviaba la mirada de la escena, pero Kaz y Nora se mantuvieron en su lugar, sin inmutarse o hacer gesto alguno.

Ambos habían estado conscientes de como terminaría aquello.

La sangre de Alexei empezó a expandirse por el suelo y Dreesen se acercó a él, verificando que estuviera realmente muerto.

Una vez hizo eso, se giro hacia ellos.

-Ahora somos los únicos al Oeste de La Sombra con esta información -dijo-. Mi velero zarpa a Ravka Occidental al amanecer. Si prueban que tienen la forma de cruzar la sombra y volver, los pondré en el barco con un adelanto. Si no, le daré el trabajo a Pekka Rollins -informó y se alejo con dirección a las escaleras.

-Deme un día. Tendré un plan -pidió Kaz al mismo tiempo que se giraba a verlo.

-Tiene hasta el amanecer -respondio Dreesen-. Luego su barco habrá zarpado, Sr. Brekker. El premio es un millón de Kruge. Tráigame a Alina Starkov.
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-No podemos aceptar.

-¿Y por qué no habríamos de hacerlo? -cuestionó Kaz revisando su reloj de bolsillo. Nora había llegado en el estipulado.

Cuando dejaron la mansión de Dreesen, ella se había encargado de llevar a la Mortificadora a un lugar seguro donde pudiera desaparecer por un tiempo para que pekka Rollins no fuera a dar con ella.

-Una cosa es tener unos días de anticipación para preparar y tener todo listo, y otra muy diferente es hacerlo antes del amanecer -le dijo haciendo referencia a la semana de preparación que tuvieron para robar la pintura-. Solo tenemos unas horas, Kaz. Debemos decir que no.

-No.

-¿Al trabajo?

-A decir que no -respondió él mirándola con seriedad.

Nora bufó.

-No podemos ir.

-¿No? -cuestionó él con una ceja alzada.

-Inej no puede -señaló ella mostrando la marca en su muñeca; un tatuaje de pluma de la casa de las fieras que hace años no le permitía salir de la ciudad, y que ahora tenía una cicatriz en forma de cruz que la liberaba de su contrato con Tante. No obstante, la de Inej seguía intacta-. No puede dejar la ciudad.

-Lo hará, tengo un plan -aseguró él.

Sin embargo Nora percibió que mentía.

-Mentira -replicó ella y empezó a negar con la cabeza. Durante todo ese tiempo, él nunca le había mentido-. Me estás mintiendo, Kaz.

-Nora...

-Te conozco, sé que estás tratando de encontrar una solución para esto pero no la hay-y señaló todos los papeles que tenía esparcidos en el escritorio-. Kaz, de todas las personas en éste lugar, eres al único a quien le confiaría mi vida sin pensarlo. Sé de lo que eres capaz... Y de lo que no. Pero esto -señaló la brecha oscura en un mapa-, es una misión suicida.

-No me daré por vencido -repusó Kaz-. Me quedan seis horas antes del amanecer y ahora mismo no me estás ayudando.

-Ok -cedió ella de forma cansada-, imaginemos que encuentras una forma de cruzar La Sombra sin morir en el proceso. ¿Y que? Eso no resuelve que Inej pueda salir de kerch.

-Si no puedo, no irá nadie.

-¿Y sí si puedes? -inquirió ella-. ¿Qué harás? ¿Dejarla aquí ¿Dejar a Inej al alcance de Tante Heleen para que se la lleve a La Casa de las Fieras? -cuestionó ella sin poder creer lo que oía.

-Si -afirmó él-, si ese es el precio para poder...

-¡Somos un equipo Kaz! -replicó Nora, molesta-. Si uno no puede, los demás tampoco. No puedes hacer eso.

-Si puedo y lo haré.

Y ella sabía que hablaba enserio.

Lo sabía tan bien.

Nora cerro los puños con fuerza y miró a Kaz con seriedad y determinación.

-Bien, pero si ella no va, yo tampoco. No pienso dejarla sola en Ketterdam.

-Entonces quizá tú también debas quedarte -espetó él con la mandíbula apretada.

Kaz fue testigo de como su gesto cambiaba de seriedad a tristeza, y de tristeza a enfado. Un mal sabor de instaló en su boca al verla.

-Bien -espetó Nora mirándolo fríamente-, quizá no esté aquí para cuando vuelvas.

Y dicho eso se alejó con dirección a la ventana.

Kaz apartó la mirada con una punzada en el pecho y soltó un suspiró.

-Nora... -la llamó sin recibir respuesta alguna.

Intentó ir detrás de ella, acelerando su andar con ayuda de su bastón, pero al cruzar el marco de piedra que separaba una habitación de la otra, se encontró completo solo.

Masculló por lo bajo una maldición y regresó a su escritorio con un nudo en la garganta.

Kaz Brekker sabía apreciar una buena discusión de negocios. Pero una discusión con Nora Novorak lo hacía sentir de un modo que nadie había logrado antes.

Y no sabía si eso era bueno o malo para él.
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El bullicio de la ciudad apenas se alcazaba a percibir desde donde se encontraba Nora. Llevaba en esa azotea una hora sumergida entre pensamientos y el dolor constante en su pecho.

«Entonces quizá tú también debas quedarte»

Sabía que las palabras de Kaz no deberían afectarla sabiendo como era él. Frío, distante y cruel. Pero lo hacían. Vaya que si.

Y se odiaba por permitir eso.

Nora resoplo y restregó sus manos desnudas sobre su rostro. Sus guantes oscuros, los que Kaz le había regalado, se encontraban reposando en la cornisa junto a ella.

¿En serio sería capaz Kaz de dejarla ahí e irse a ese trabajo? Llevaban años trabajando juntos.

Codo con codo.

Espalda con espalda.

Nora era consciente de que la cantidad de dinero en aquel trabajo era tan grande que cada uno podría llevarse una parte generosa del total. Con aquel dinero Nora podría liberar a varias a chicas de las manos de Tante.

Con aquel dinero podría irse de la cuidad que logró herirla, romperla.

Negó ante aquel pensamiento.

No. Ella no podría hacer eso. No podría abandonar a los cuervos.

No podría abandonar a Kaz.

Sin embargo... él lo haría, ¿No?

Chasqueo la lengua. Por supuesto que lo haría. A Kaz lo único que le importaba era el dinero y su curiosa venganza contra Pekka Rollins.

¿Por qué se quedaría por ella cuando un millón de Kruge estaban en juego?

Suspiró profundamente y fijo su mirada en el oleaje oscuro enfrente a ella.

Era increíble como hace un par de años detestaba la idea de formar parte de una pandilla. De robar y mancharse las manos de sangre.

Y ahora... Ahora no podía vivir lejos del Club.

De Los Cuervos

Y de aquel chico frío y distante que se había abierto paso en su corazón de forma discreta y burlona.

Si hace un par de años atrás alguien le hubiera dicho que se volvería una ladrona y se mancharia las manos de sangre, Nora se hubiera reído fuertemente en su cara.

Sonrió. Vaya que si lo hubiera hecho. Hubiera llamado demente a quien le dijera eso.

Bzzzz.

Su sonrisa se borró al sentir el filo de una espada sobre su garganta. Sin embargo mantuvo un gesto impasible.

-Date vuelta -ordenó su atacante, y por el noto de su voz Nora supo que se trataba de alguien joven como ella.

Haciendo caso, giró en su lugar lentamente hasta quedar de frente a su atacante.

Su gesto se endureció y elevó la mirada para ver quién se había osado a colocar el filo de aquella espada en su garganta; Se trataba de un joven alto, con cabello rubio como el oro y unos profundos ojos azules que no se apartaban de los verdes de ella.

-Llevas sentada aquí una hora y media en la cual no has dejado de ver a mi tripulación y mi embarque -dijo él y alzo el mentón-, dime, ¿Acaso nos estás espiando?

Nora soltó una risa socarrrona. Claro que había vislumbrando a una tripulación en el puerto. Más no le había tomado demasiada importancia a un grupo de piratas.

-Mi noche no podría empeorar más -mascullo Nora por lo bajo y luego se dirigió a él en tono serio-, ¿Una ya no puede sentarse a contemplar el mar sin que la acusen de espía?-cuestionó-. Aparta tu estúpida espada de mi garganta o lo último que verás será mi daga hundiéndose en tus entrañas.

El chico ni se inmutó por su amenaza ni bajó su arma, sino que analizó a Nora de arriba a abajo de forma perspicaz.

Nora, por su parte, empezaba a perder la paciencia. Ella solamente estaba ahí sentada intentado despejar su mente de su reciente discusión con Kaz, y ahora este chico la amenazaba sin razón aparente.

Una noche normal en Ketterdam, damas y caballeros.

Apretó la mandíbula, dispuesta a tomar una de sus dagas, cuando el joven soltó una enorme carcajada y bajó su arma.

-Unos segundos más y sin duda hubieras saltado sobre ki yugular, y no de la manera que las chicas suelen hacer -comentó él dejando a Nora desconcertada-. Te asuste, ¿No es así? -preguntó él guardando su espada en su funda para luego sentarse junto a ella. Nora seguía sin responder, estaba perpleja por el cambio de actitud del chico-. Sé que no nos estabas espiando, si no no estaríamos teniendo está conversación -aclaró él al ver que no decía nada-, pero me llamo la atención que una chica como tú esté aquí sola, a mitad de la noche, sin compañía alguna.

-No necesito la compañía de nadie -le respondió ella, suspicaz.

No sabía quien era él, por lo que no podía bajar la guardia.

-¿Esa es una forma indirecta de decirme que me vaya? -preguntó, pero por la mirada que le lanzó ella, él supo la respuesta. Chasqueo la lengua con decepción falsa-. Y yo que pensaba que podría ganarme tu corazón.

-En tus sueños -respondió Nora con burla y eso solo hizo que él sonriera.

-Dejame presentarme como es debido.... Sturmhond, comandante del Volkvolny, el flagelo del Mar Auténtico, a su servicio bella dama.

Pero Nora lo miro impasible. Había escuchado sobre Sturmhond y su tripulación, que navegaba libremente por el océano haciendo trueques o robando a quien fuera su enemigo. Y de sus travesías en el mar que solo hacían que él fuera una leyenda.

«Una leyenda muy joven» pensó Nora.

Sturmhond no debía ser más que un par de años mayor que ella, y por todo lo que había oído sobre él, hubiera imaginado que se trataba de un hombre viejo, o por lo menos con más madurez.

No obstante, por más sorprendida que estuviera, no lo demostró ni bajó la guardia.

Y él lo notó.

-Descuida, no suelo lastimar a las chicas que solo contemplan la noche -dijo-. Solo a las que sé atreven a robarme. O por lo menos lo intentan.

-Estoy de suerte entonces -le respondió Nora irónicamente y tomó sus guantes negros para colocarselos. Se sentía segura ahora, por lo que se giro hacia él y extendió su mano-, Nora Novorak.

Sturmhond la aceptó y la estrecho.

-Nora... Un hermoso nombre para una hermosa dama -halagó y observó sus guantes con curiosidad, podía jugar que sus dedos se veían más alargados con estos puestos-. Dime Nora, ¿puedo saber la razón por la cual estás aquí en mitad de la noche?

La discusión con Kaz regresó a su mente y soltó un bufido cansado. Más no iba a caer tan rápido en su confianza.

-¿Por qué deberia responderte, si apenas y te conozco?

-Chica precavida vale por dos, muy bien -dijo él con una sonrisa gatuna-, pero juro por mi barco que nada de lo que hablemos aquí será escuchado por alguien más.

No hubo indicios de que estuviera mintiendo, y por alguna razón que ella no lograba comprender, había algo en él que le decía que no tenía que sacar la garras.

Nora suspiró antes de hablar:

-Tuve una discusión con... un amigo -dijo-. Uno de sus comentarios realmente me molestó, y lastimó, así que estoy aquí intentando controlar mis instintos para no regresar y golpearlo por su terquedad.

Sturmhond se río levemente.

-Le deseo suerte a tu amigo, entonces- respondió, a lo que Nora sonrió ligeramente.

-¿Y tú? ¿No deberías estar en el océano robando a todo buque o barco que te encuentres? -preguntó ella, a lo que él sonrió.

-Todo navegante debe regresar a tierra firme de vez en cuando; mi tripulación y yo necesitabamos reabastecer nuestros suministros antes de regresar al negoció.

-Debe ser genial poder viajar por el mar sin cadenas -murmuró Nora con la vista en el mar, a lo que Sturmhond borró su sonrisa y la miró con curiosidad.

¿Acaso ella dijo...

Pero como si leyera su mente, Nora desvío el tema y preguntó.

-¿Es cierto que tú barco vuela? -y señaló el navío en el puerto.

Sturmhond no indagó en lo que dijo, cosa que agradeció en silencio.

-Ese no, pero mis otros barcos si lo hacen.

-Impresionante -murmuró Nora-. ¿Cómo lo haces?

Usualmente no solia contar las funciones de sus barcos por seguridad, pero había algo en esa chica que le trasmitía confianza y, aunque sonara loco, también algo familiar. Tal vez era debido a la emoción en su mirada por saber cómo había logrado lo que muchos decían que era imposible. O tal vez era porque en ningún momento intento coquetear con él como muchas suelen hacer. O tal vez porque vio reflejada en ella un atisbo de aquella chica de cabellos rojos que le rompió el corazón muchos años atrás.

Sea como sea, Sturmhond le explicó cómo funcionaban los mecanismos de sus barcos y Nora lo escucho atentamente, e impresionada por tal avance que tenían sus navíos.

-Quien diga que los corsarios solo son mentiros y asesinos, se equivoca.

-Los corsarios somos mentirosos y asesinos, Nora, pero yo soy superior a todos ellos -respondió.

Nora rió ligeramente.

-No tengo duda alguna -respondio.

Y en ese momento una gota cayó sobre su mejilla, y detrás de esa vinieron mas y mas. Subió la capucha de su abrigo y se giro hacia Sturmhond-: Esa es mi señal, debo volver. Fue un gusto conocer al famoso Sturmhond.

-Para mi fue todo un placer conocer a la Loba blanca de Ketterdam -Respondio él, a lo que Nora se tenso y se alerto. Rápidamente él se río y levantó las manos en señal de paz-. No eres la única con oídos aquí, tu reputación te precede.

-Bueno, mi reputación es la único que hace que me dejen tranquila en una ciudad como está -respondio Nora y empezó alejarse por el tejado.

No obstante la voz de Sturmhond hizo que se detuviera a mitad del camino y lo observará por encima del hombro y a través de la lluvia.

-Si quieres dejar la ciudad, hay un lugar disponible en mi tripulación.

Pero Nora negó y sonrió levemente.

-No puedo dejar a mis amigos.

Sturmhond asintió, sin apartar la mirada de ella.

-Si cambias de opinión, mi barco zarpara al amanecer. La propuesta sigue sobre la mesa.

Nora lo observó una última vez y asintió. Entonces brincó del tejado y desapareció de la vista del corsario para empezar a correr, de techo en techo, bajo la lluvia, hasta al Club.ñ Cuervo.

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𝐁𝐚𝐫𝐛𝐬 © | 𝟐𝟎𝟐𝟑

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