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|𝟏𝐎| ➟ 𝐄𝐥 𝐆𝐫𝐚𝐧 𝐃𝐢𝐚。

Maratón 2/3:

— Quién esté en el baño salga por favor que necesito usarlo.

Esa voz y su insistencia provocó que nos detuviéramos abruptamente.

Inmediatamente saqué mis manos de su blusa y como pude traté de re-acomodar mi cabello. Minju acomodó un poco su ropa y sin impórtale una mierda su aspecto me tomó de la mano y me jaló hacia la salida del baño. Abrió la puerta y la chica que estaba afuera casi cae. No sé si porque estaba recostada sobre la puerta o está más borracha de lo que parece.

Rápidamente la reconocí, era Sooyoung. Espero que para mañana olvide que Minju y yo salimos del baño completamente desaliñadas, porque de no hacerlo vamos a estar metidas en un escándalo gordo. A esa mujer últimamente, le encanta el chisme.

Sin miramientos, Sooyoung entró al baño; intuyo que estaba a punto de orinarse.

Minju siguió jalándome, con la oscuridad de nuestra parte salimos del local sin ser reconocidas. Supongo que ella me llevó por esta parte para que las invitadas no vieran que íbamos tomadas de la mano y nos encontrábamos tan arregladas como alguien que acaba de levantarse.

Salimos del salón y seguimos caminando, ni siquiera sé a donde vamos, pero estoy segura que Minju quiere terminar lo que empezamos en el baño. Pero yo no puedo hacer esto, no puedo permitirme salir herida de nuevo y mucho menos arruinar el matrimonio de alguien antes de que este sea concebido.

Así que anteponiendo los más profundo deseos de mi cuerpo, tuve que frenar.

— Minju, detente.

— ¿Qué pasa Chaewon? ¿Es que acaso un coche te es un poco incómodo? Si es así podemos ir a mi departamento.

— ¿Un coche? ¿Tu departamento? Debes estar loca Minju, yo no puedo hacer esto, ni tú tampoco.

— ¿Por qué?

— Porque está mal y yo no quiero, y tú tampoco deberías de querer hacer esto... Sabes, deberías de pensar más de una vez antes de casarte.

Ninguna de las dos dijo nada. Lentamente soltó mi mano, que más bien pareció una caricia. Aproveché la oportunidad y caminé hasta mi auto, sin mirar atrás me fui de ahí.

Era lo mejor para las dos y para todos.

Llegué a mi departamento. Llamé al aeropuerto para cambiar mi hora de vuelo. Tome mis cosas y salí de ahí.

Sabía que huir no era la solución ya que tarde o temprano tenía que regresar, pero una cosa estaba en mi mente: No asistir a la boda.

Sabía que ella se enfadaría conmigo, que quizás cuando regresara ella no me hablaría, pero si inventaba una buena excusas tal vez en unas semanas volvería a dirigirme la palabra, y arriesgándome no solo a su desprecio si no al de muchos familiares y amigos, tomé un vuelo que me llevaría directo a Tailandia.

Durante el siguiente día estuve paseando y visitando varios lugares. Varias veces marcaron a mi celular preguntándome el por qué de mi repentina salida de la despedida de soltera. Para no levantar sospechas les dije que tenía que salir de emergencia y que solo me pude despedir de Minju.

Extrañamente las versiones de ambas coincidieron e hizo más creíble mi huida.

Hoy es el tan esperado día. Hoy Minju se casará; dentro de unas horas ella pronunciará sus votos donde prometerá fidelidad, amor, respeto, en las buenas y en las malas.

Este día preferí quedarme en el hotel, pero el molesto sonido de mi celular perturbó la poca paz que había logrado.

Sakura:
Más te vale que ya estés en camino o ya estés en tu departamento. Yo mejor que nadie se cómo te sientes, pero si no vienes le vas a destrozar el corazón a Minju.
(Si no vas te voy a dar una paliza).

Dudo mucho que ella sepa que es lo que en verdad siento. Si lo supiera, no solo pensaría en los sentimientos de Minju, sino también en los míos.

Es tan difícil asimilar cuán profundo puede dolerte que la persona que amas se va casar con alguien más; suficiente tortura es saberlo, no quiero arriésgame a tener que verlo y fingir que estoy feliz, así que no me importa si me llaman egoísta.

No voy asistir a esa dichosa boda.

Encendí el televisor y comencé a buscar en los canales algo que me distrajera de lo que pasaba en Corea, pero no es posible.

Todos los malditos canales irradiaban amor: películas de amor, series de televisión donde los protagonistas se aman, programas de entretenimiento que exhiben a parejas felices, y todos siempre llevan una constante, no importa cuán imposible sea su amor ellos terminan juntos o por lo menos llegan a disfrutar un poco de su amor.

¿Que acaso es el día del amor?

La mayoría de los adultos sabemos cuál es la cruel realidad, y no es otra más que divorcios, engaños, desamor y si tienes suerte te llegas a casar con la persona que más amas. Deben de ser contados los matrimonios que verdaderamente son felices. La televisión no es otra cosa más que la realidad que quisiéramos vivir, pero que solo la llegaremos a apreciar dentro de una pantalla.

Mi teléfono comenzó a sonar, y tengo que atenderlo antes de que sospechen que estoy faltando.

— ¡Kim Chaewon! ¡¿Dónde demonios estás?!

Era Yuri

— Aún estoy en Tailandia.

— ¡¿QUÉ?! ¡Rayos, Chaewon! ¡¿Qué mierda tienes en el cerebro?!

— Lo siento, pero tengo un problema con mis papeles.

— ¿Enserio quieres que te crea esa excusa tan tonta?

— Te estoy diciendo la verdad.

— Por favor Chae. Yo sé porque planeas no venir. Lo que tú sientes hasta un ciego podría verlo.

— Espero que estés sola o alejada de cualquier persona.

— No soy tan tonta. Jamás diría algo como esto cerca de alguien.

— Lo siento, la paranoia.

— Eso no me importa, lo que me importa es que estás cometiendo el mayor error de tu vida justo en estos momentos.

— No creo que faltar a la boda de Minju sea tan grave.

— No es precisamente tu ausencia a lo que me refiero, sino a lo que esta va a provocar.

— ¿Y qué es lo que precisamente va a provocar mi ausencia?

— Que ella se case.

— Yuri, ella quiere casarse.

— ¿Estás segura? Porque su encierro en ese baño me dice todo lo contrario, y seamos sinceras, te mueres por impedir la boda.

— ¿Cómo sabes lo del baño?

— Soy más chismosa de lo que parezco.

— No estoy dispuesta a arriesgarme hasta ese grado. Ella ya me rechazó una vez y me ha dejado en claro que lo único que busca de mí es solo amistad.

— Y un poco de transferencia de saliva.

— No me estás ayudando nada.

Yah... Lo siento, pero estoy siendo completamente seria y sincera cuando te digo que tienes que intentarlo, aunque sea una última vez.

— No lo sé. Ahí estarán muchas personas, si me arriesgo y me rechaza, estaré también dictándole sentencia a mi carrera.

— ¿Y no vale la pena?

Yo me quede helada. Mi boca y mi cerebro se negaban a contestar.

— Escucha. Haz lo que quieras pero después no digas que no te lo dije, y sí, estoy muy molesta contigo.

— Pensaba que tú eras de las que no creían en los 'felices por siempre'.

— Y no te equivocas, pero sí creo en el 'juntos por siempre', en las buenas y en las malas... solo espero una cosa, que tú no te arrepientas de lo que estás haciendo. Adiós.

El sonido de que la llamada había terminado comenzó a reproducirse e inundó mis oídos.

Mis pensamientos se dispararon y mis cabeza comenzó a tratar de desenredar un poco para saber lo que debía de hacer. No sabía si dejarme llevar por los sentimientos o por el sentido común.

Comencé por pensar en los beneficios que me habían traído mi carrera seguida por mi sentido común y mis relaciones amorosas guiadas por mis sentimientos.

Ninguna de las dos ganó ni perdió; mi carrera me había traído bastante reconocimiento y dinero, lejos de eso también me había traído aislamiento y soledad. De mis relaciones amorosas no se diga, cuando estas no terminaban mal, me rechazaban.

Terminé más confundida.

Tenía menos de una hora para decidir qué hacer. Si quería impedir la boda debería darme prisa, o si no lo iba hacer, simplemente tenía que dejar eso atrás.























A la mierda todo.























Sí vale la pena. Impediré esa boda.























Llamé al aeropuerto para comprar un boleto, mientras llenaba mi maleta, afortunadamente había un vuelo en media hora, si tenía suerte llegaría justo a tiempo.

Tomé una gorra y unas gafas, esperando que estas me ayudaran a no llamar tanto la atención y así hacer más rápido mi traslado.

Apresurada salí de mi habitación. Bajé a recepción para entregar mi tarjeta y pagué la cuenta, afuera del hotel un taxi ya me esperaba.

Llegué justo a tiempo para mi vuelo, fui la última en abordar, pero esa dos horas fueron una tortura para mí.

Estaba impaciente, más de una vez la azafata me preguntó si me encontraba bien. Hasta ahora había pasada desapercibida de todas esas personas y eso hacía más ligera mi carga.

Al aterrizar y bajar del avión mis piernas temblaban y cuando hablaba mi voz se quebraba o tartamudeaba.

No tenía un plan para impedir la boda y eso me ponía más nerviosa ¿Que se supone que haría? ¿Llegaría y diría "Detengan esta boda"? ¿O simplemente le diría a Minju mis sentimientos frente a todas esas personas?

Comenzaba a arrepentirme, pero no, ya no podía echarme para atrás. Era ahora o nunca.

Subí a un taxi y le di la dirección de la iglesia. Constantemente presionaba al conductor para que fuera más rápido, pero él no podía hacer mucho, las calles y carreteras estaban a reventar de autos y el tráfico era horrendo. Bajé mi maleta del portaequipaje, le pagué al conductor y corrí lo más rápido que podía.

La maleta que llevaba arrastrando no me facilitaba las cosas. Llevaba cinco calles y mis piernas comenzaban a doler, ardía mucho, mi paso se hizo más lento, pero no, no podía darme por vencida, no ahora.

Cuando por fin logré ver a lo lejos la iglesia arreglada con las bellas flores rosas y rojas solté mi maleta y volví a apresurar mis pasos para llegar lo más pronto posible.

Varias personas que caminaban cerca me miraban fijamente, pero ahora no pensaba con claridad. Lo único que quería era llegar y estaba a punto de conseguirlo, ahora nada ni nadie me detendría.

Llegué a las enormes puertas de madera, y sin tomarme un respiro la abrí de un solo empujón.

— ¡Detengan esta boda!

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