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𝗜 : 𝗰𝗼𝗿𝗼𝗻𝗮𝘀 𝘆 𝗲𝘀𝗽𝗲𝗷𝗼𝘀☀️

𖥻 𓄹 -ˏˋ 𝖯𝖱𝖨́𝖭𝖢𝖨𝖯𝖤 𝖣𝖮𝖱𝖠𝖣𝖮 ˎˊ- 𖤐。゚・
𝘤𝘩𝘢𝘱𝘵𝘦𝘳 𝘰𝘯𝘦
▮ 𝗰𝗼𝗿𝗼𝗻𝗮𝘀 𝘆 𝗲𝘀𝗽𝗲𝗷𝗼𝘀 👑💫

" nunca pude ser suficiente para ti "

- ¡No quiero esto! - hizo estruendo un gran grito por los pasillos, el mismo provenía del comedor donde la familia real comía todos los días para demostrarle a los demás que tenían una relación armoniosa entre todos ellos pero que solo uno creyó fielmente esa ilusión - ¡No me quiero casar con él, no lo quiero! - Platos, comida y vasos se estrellaban uno tras otro contra el piso de mármol mientras los sirvientes solo miraban al primer príncipe de su imperio con terror, asustados de que él comience a desquitarse con ellos como tantas veces lo ha hecho, tal vez tirándoles a la cara ese jarrón con detalles circulares azules que él sostenía en ese momento y que probablemente valía más que el salario de todos.

La personalidad del primer príncipe era muy bien conocida entre la gente del palacio aunque en el exterior aparentaba una persona muy distinta, alguien noble, amable, bondadoso, de buen porte y carácter pero eso tan solo era un disfraz bien hecho.

- Cálmate hijo - Se acercó hacia ese príncipe un hombre de unos cuarenta y tantos años, alto, su cabello era de un color rojo oscuro con unas pequeñas canas ya notables por su edad, de hombros anchos y de unos grandes ojos marrones pero que no contenían ni la más mínima luz - Algo se me ocurrirá, ¡todos ustedes váyanse ahora! - Por la fuerte voz del emperador todos sintieron un temblor que recurrió desde la punta de sus pies hasta el último cabello de su cabeza, una que podría ser cortada en cualquier momento sino hacían lo que él pedía.

- ¡Si, majestad! - Hicieron una pequeña reverencia y se fueron rápidamente de la lujosa habitación aliviados de que no salieran heridos y que solo tendrían que limpiar más tarde el desastre de esa habitación.

El príncipe vio como se iban los sirvientes por esa puerta, suspiro por frustración, dejo el jarrón en su lugar y lentamente se acercó a la mesa para así sentarse en la silla de roble oscuro de detalles dorados, su rostro no mostraba expresión ni sentimientos - ¿Qué tal si enviamos a Hinata al imperio Edurne? - Proclamo sin rodeos al ver que los únicos que estaban en ese lugar eran su padre y él, en esas palabras no hubo arrepentimiento ni menos el pensamiento de que ese chico era su hermano menor y que siempre estuvieron juntos desde que eran tan solo unos pequeños príncipes que iban a clases y jugaban.

- ¿Hinata?, ¿tú hermano? - El emperador parecía interesado ante la idea de su hijo.

- Si, padre, Hinata. ¿Por qué no enviar a mi lindo medio hermano a los brazos de ese aterrador tirano que es conocido por ser alguien sanguinario?. Además ese emperador solo dijo que quería darle la bienvenida a uno de los príncipes pero nunca dijo quien de ellos.

Su padre solo se quedó pensando en silencio pero rápidamente le dio la razón sin dudarlo mucho. "Un hijo ilegítimo siempre será un hijo ilegítimo", eso fue lo que pensó en ese instante, nunca amó al pequeño pelinaranja que fue concebido a partir de una infidelidad de su mujer.

- Bien, Hinata ira con ese hombre que asesinó a toda su familia a sangre fría y sin pestañear.

Tal vez.

Tal vez desde ese momento las ilusiones de un joven chico que sus ojos parecían reflejar el verano en su mayor esplendor y que se encontraba detrás de esa gran puerta dorada, se habían roto a la vez que sus ojos perdían su usual brillo. Sostuvo aún más fuerte esa canasta que tenía en sus manos por cada palabra dicha por su tan querida familia, con sus delgadas dedos aferro esa pequeña canasta marrón contra su pecho, ese tierno detalle contenía varios chocolates que él mismo había preparado con tanto esmero y por horas pero ahora no quedaba nada, solo de algo estaba seguro y era que ya no tendría lazos con esa familia, una que lo estaba vendiendo a otro Estado pero aún así no pudo evitar llorar y que esas saladas lágrimas recorrieran sus sonrojadas mejillas hasta caer en el piso, era una vista dolorosa de ver.

Él realmente amaba a su familia y lo que le hacía sentir peor es que ese sentimiento de aprecio todavía permanecia aunque le estén haciendo daño, no lo pudo evitar, era tan doloroso amar a esas personas, ¿tan poco valioso era él para ellos?, ¿tal vez debió estudiar más en sus clases de etiqueta?, ¿tal vez debió trabajar más en el trabajo que se le era dado aunque originalmente era de su hermano mayor pero que acepto sin dudarlo?, ¿tal vez debió brillar más?. Habían tantas dudas en su cabeza, tanta agonía en su corazón y que solo pudo ser reflejada en sus lágrimas mientras que dulcemente, un único pañuelo, uno que era bien conocido por él, lo consoló, seco sus lagrimas, tratando de poner una curita en esa herida.

Lo primero que se encontró al subir su mirada, fue a él, se encontró con esos misterios ojos y con un brazo extendido hacia el. Lo tomo.

Tal vez esas simples acciones lo fueron todo para él.

El compromiso ya se había hecho famoso en todo el imperio, yendo de boca en boca, no había nadie que no supiera algo sobre ello, todos hablaban de la unión entre esos dos estados pero había un pensamiento egoísta en el cual todos concordaban. "El príncipe dorado traicionó a la patria para acostarse con el enemigo", un pensamiento que molestaba demasiado a Hinata Shoyo quien sabía la verdad de todo y que a la vez le dolían esas palabras venenosas sin compasión de su ahora ya no tan amado pueblo que alguna vez en el pasado iba de un lado a otro junto a Sakusa a hacer visitas diarias a varios pueblos, ayudándoles incontables veces pero la gente olvida a las personas que lo dieron todo.

Ahora solo había un pelinaranja desconsolado viéndose a sí mismo en el espejo, uno nuevo y arreglado pero no tan encantador como el anterior, uno que había brillado tanto por si mismo sin necesidad de nada más pero que ya fue tirado a la basura. Lo único que lo mantenía algo calmado en este momento era el suave toque de las grandes manos de Kiyoomi quien le estaba arreglando el cabello para su boda.

"Boda", suspiro ante esa palabra, el pelinaranja siempre quiso casarse con la persona que amaba, formar una bonita familia y ser feliz pero ahora todos esos dulces sueños que tuvo siempre en su mente se veían destruidos enfrente de sus ojos y él ni siquiera era capaz de hacer algo, ahora esas fantasías se sentían demasiado lejanas como para volverse realidad.

Hinata nego levemente la cabeza tratando de borrar esos pensamientos a la vez, recibiendo una mala mirada de su amigo por moverse y arruinar un poco su peinado.

En este momento de alguna manera y tratando de deshacerse de sus anteriores pensamientos, recordo el ajetreo de la mañana por los sirvientes que iban de un lado a otro arreglando todo por la inesperada y apresurada boda, sus quejas, los tomates estrellados en su cara demostrando el irrazonable enojo del pueblo, un Kiyoomi que siempre estuvo parado a su lado cubriéndole con su capa, como se despertó en la madrugada porque no podía dormir por sus pesadillas y que lo primero que vio, fue a él, la única persona que estaba a su lado sin dudarlo por un segundo, escucho esas dulces palabras tan raras, "todo estará bien, majestad", recordaba eso, no, en realidad eso era lo único que quería recordar y nada más.

El resto no importaba.

- ¿Me veo bien Kiyoomi? - Pregunto en un tono suave a su viejo amigo mientras lo veía por el reflejo del espejo.

- Siempre se ve bien, majestad.

- Tus halagos siempre me suben el ánimo.

- ¿Es feliz?

- Siempre vas directo al grano, ¿no es así?

- Siempre fue así, majestad - Kiyoomi quien rara vez sonría, le regalo una pequeña sonrisa a Shoyo, levantando levemente sus labios algo finos y rojos.

El oji marrón suspiro divertido - Si, lo sé y respondiendo a tu pregunta, no, no soy feliz - En ese momento, el peine dejo de moverse y Kiyoomi solo lo miro serio por el espejo.

- Lo siento por usted.

- ¿Por qué te disculpas?, ellos son los que deberían disculparse, no tú, tú nunca hiciste nada.

- Lo sé pero no puedo evitar disculparme por las estupidas acciones de los demás, ese pueblo ciego, ese emperador con su favoritismo, esa emperatriz que parece un fantasma en un laberinto y un lobo disfrazado de cordero - Kiyoomi siguió peinando a Shoyo pero esta vez sostenía fuertemente ese peine que tenía varios detalles en oro y algunas gemas preciosas incrustadas en el.

- Los describiste demasiado bien y no insultes - Algo bueno de Kiyoomi era su honestidad pero a veces tenia una lengua demasiado afilada y usaba insultos, algo que también era una perdición ya que por eso era odiado por múltiples personas pero según él, eso nunca le importó, siempre decía que le importaba un bledo los demás y si ocurriera algo, simplemente les iba a cortar la cabeza. A tal recuerdo, Shoyo sonrió de nuevo.

- Con su debido permiso voy a decir que son la peor escoria humana del mundo. ¿Vio el basurero?, bueno, ellos son sus invitados favoritos - Por primera vez en el día, Hinata se río, fue una gran carcajada.

- Lo sé Kiyoomi y es por eso que voy a destruir este país - Dijo con una pequeña sonrisa algo nostálgica recordando algunas cosas que vivió en su patria.

- Sabe que siempre voy a estar de acuerdo con usted - Le coloco lentamente la corona de oro que tenía incrustada varias gemas de color dorado y naranja, le quedaba demasiado bien al joven chico pero a Hinata no le importaba tanto, en realidad, la odiaba porque fue un regalo de ese hombre que solo vio en pinturas. Lo único bueno de ella, es que era bella.

- Mmh, es linda, ¿qué opinas?

Kiyoomi solo le sonrió y Hinata lo entendió, una simple sonrisa a veces expresaba miles de cosas más que un par de palabras.

- Estas listo majestad - El pelinegro se alejó del pelinaranja para así acercarse a la gran puerta blanca de la habitación del príncipe y abrirla, ya era hora de irse, eso lo sabían los dos.

Por última vez, Shoyo se vio en el espejo encontrándose a sí mismo con un traje blanco con pequeños detalles dorados, una capa que se extendía hasta sus pies que era de color rojo vino que representaba la realeza de su país, unas sonrojadas mejillas, una corona de oro puro y unos ojos ambiguos que ya no brillaban tanto como antes, eso lo sabía. Cómo le hubiese gustado usar esta ropa pero con alguien que si amara - Vámonos, es hora de irnos.

La habitación ahora estaba vacía, su amado dueño ahora se había ido para siempre.

Y ese "yo no pude ser suficiente para ti, lo siento", de alguien invisible, se fue con el viento al igual que los recuerdos.

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