ㅤ𝗣𝗥𝗢𝗟𝗢𝗚𝗨𝗘
" 𝘱𝘳𝘪́𝘯𝘤𝘪𝘱𝘦 𝘥𝘰𝘳𝘢𝘥𝘰 "
Hubo algo hace mucho tiempo, una historia interesante ocurrió en un lujoso palacio de esculturas de oro tan brillantes como el Sol de verano pero que en su interior ocultaba demasiados secretos que te hacían vomitar todas esas mariposas que habías comenzando a sentir en primer lugar en tu estómago porque te habías ilusionado por su bonito exterior. Ese castillo yacía en un lugar muy alejado, Corsen, un imperio vasto que estaba cerca del océano donde decenas de barcos pasaban por allí, lleno de hermosas praderas además de preciosos lugares pero que hizo que su propio príncipe fuera hacia otro estado para que se casara con el emperador de ese lugar, por la paz de todos y que el país no fuera tomado por ese tirano.
Tal príncipe se hacía llamar Hinata Shoyo, un chico algo bajo, delgado, de unos cabellos color naranja y que según su más fiel sirviente además de caballero que nunca se alejaba de él aunque le pusieran una espada en su cuello, era un joven de una preciosa sonrisa y tenía unas bonitas pecas que rodeaban todo el puente de su nariz, tan pequeñas y lindas que parecían estrellas en el oscuro cielo pero solo lo escucharas decir eso cuando este completamente borracho o si su príncipe se encuentra triste y como última carta a tomar solo queda decirle todos los halagos que fue escribiendo en estos años que lo fue conociendo de a poco ya que fue descubriendo que ese supuesto chico perfecto dorado también lloraba.
Hinata no estaba especialmente emocionado por este matrimonio que se había concordado por estos dos países, no era feliz en absoluto, es decir, ¿quién podría serlo?, ¿quién podría ser feliz de ver como sus padres aceptaban gustosos ese matrimonio no importandoles que es lo que él opinaba?, ¿no importandoles que fuera vendido?, ¿quién sería feliz de ver esa tonta sonrisa arrogante satisfecha de su hermano mayor que alguna vez amo cómo uno de sus tesoros más preciados pero que ahora lo está vendiendo llamándolo a la vez "traidor a la patria"?, ¿quién sería feliz de ser usado por un pueblo que solo le tiro tomates en la cara, insulto y le dijeron miles de blasfemias por casarse con ese emperador, diciendo que se va a casar y acostar con el enemigo aunque saben que él lo hace por ellos?, ¿qué podía esperar de esa gente que solo se quedó parada viendo como le arrojaban cosas mientras solo una única capa lo cubría?, nadie sería feliz por ello pero ya nada esperaba de su patria.
Y ahora su espejo favorito se encontraba en el piso, decenas de pequeños cristales se le estaban clavando en los pies, sangre en sus manos, ojos llorosos, una mirada seria que se dirigio hacia él al instante que ocultaba un grado alto de preocupación y que rápidamente arregló su desastre mientras lo cubría con una manta blanca pero, ¿quién lo podía culpar?, él tan solo tenía 18.
Con una leve sonrisa miro el paisaje, la ventanilla mostraba un extenso océano que iba más alla de su vista, en ese momento se acomodó mejor en el suave asiento de ese elegante carruaje que tenia varios detalles en oro y que se dirigía a ese famoso país frío, pensó en ese momento "¿qué es lo que estoy haciendo ahora por personas que no valen la pena?, ha", lo único que lo hacía mínimamente feliz fue que le permitieron llevar a su más fiel sirviente con él, ese era nada más que Sakusa Kiyoomi, conoce a ese joven desde la edad de diez años cuando por casualidad se lo encontró en el jardín de su palacio, el pelirrojo todavía podía recordar el clima de ese día, tan soleado con un fabuloso cielo y como el viento danzaba alrededor de ellos haciendo mecer lentamente la ropa de ellos, una túnica dorada por parte de él y una ropa totalmente negra con pequeños detalles marrones por parte de Kiyoomi y que le había dicho que era un hijo de una sirvienta y de un caballero del ejército imperial, pero aún más recordaba esa mirada, unos ojos que ya a temprana edad eran tan serios y misteriosos además de una lengua más afilada que una espada, sin mentiras, algo por lo cual casi todos los otros sirvientes lo odiaban pero al contrario, por parte del príncipe, eso lo aprecio ya que lo que más odiaba en este mundo, eran las mentiras de los demás, es por eso que siempre fue el amigo más preciado del príncipe.
Dirigió su vista a ese joven de cabellos negros, parecidos a la noche misma - ¿Qué piensas Kiyoomi?, lamento que hayas tenido que venir conmigo, perdóname - Shoyo realmente se arrepentía, ¿cómo pudo obligar a alguien a que fuera con él?, ¿a otro Estado?, ¿al infierno?, pero lo hizo porque la única persona en la que confiaba realmente era ese chico que conocía desde que era tan solo un niño. Sakusa solo se le quedó mirando unos segundos hasta que lentamente movió sus labios formulando unas palabras sinceras - Fue una orden y yo debo cumplirlas, majestad.
- Claro, solo quiero que el tiempo vuele - A veces amaba la honestidad pero otras veces, la odiaba pero todavía no sabía la razón de ello. Volvió a mirar tranquilamente el paisaje sabiendo que su futuro desde ese día iba a ser aún más complejo y más con los amantes de su futuro y no tan amado esposo.
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