
EPISODE TWENTY-SIX
La caja con brillantes telas de bandanas rojas intimidaba demasiado al grupo frente a ella. Muchas temblaban, otras estaban más decididas y el resto dudaban. Frente a la caja, la única que no tenía ningún clase de parecido con ellas sonreía con amabilidad en su dirección.
— N-No creo que sea buena idea... — musitó una, con el mismo flequillo recto que el resto.
Todas tenían el mismo corte de pelo, el mismo color y el mismo estilo de ropa. Además, tenían zapatos altos para parecer más altas y un maquillaje que afilaba un poco su mirada. Parecían réplicas, todas tan similares como diferentes entre sí que daba cierto miedo. La única que se mantenía sin un corte de pelo recto era Minhee, colocada frente a la caja con una expresión de falsa compasión hacia ellas.
— Eiko — llamó, con un tono cálido—. Entiendo que tengas miedo, pero todo saldrá bien, ¿sí?
— ¡N-Niragi ya ha m-matado a Tomoka! — tembló, negando. Miku la abrazó por los hombros.
— Tomoka no siguió el plan —recordó Minhee, acercándose a ella. A pesar del asco que le generaba, tomó su mano temblorosa—. Por favor, no quiero que Niragi vuelva a hacernos daño. A ninguna de nosotras.
— ¿Y actuando así se logrará, Ahn? — dudó, mirándola a los ojos. Buscando un signo de duda o mentira que jamás lograría encontrar de su parte.
— Confiad en mí, ¿acaso queréis que algo así vuelva a pasarle a alguien? — miró a todas. Algunas estaban llorando, aunque aceptaban el plan tomando cada una sin dudar demasiado una de las bandanas rojas que la coreana había conseguido—. Estoy tan asustada como vosotras, pero es tan frustrante ver cómo os hace daño... — Miku acarició su hombro con pena—. Por favor... Sé lo que hago.
— Muchas gracias por todo lo que haces por nosotras, Ahn — dijo Miku, la pequeña cabecita de todas esas mujeres pelinegras—. Confiamos en ti.
Minhee sonrió hacia las chicas, viendo como todas acataban su orden colocándose una bandana en su pelo. Todo estaba yendo acorde a sus planes, y ni si quiera una variable tan inestable como el comportamiento de Niragi o las chicas estaba saliendo de sus cálculos.
EPISODE TWENTY-SIX
ARISU AND THE CLIMBER
— ¿Te gusta ese libro? — preguntó Chishiya, sentado en su cama como cada día observando cómo leía libros o estudiaba de manera independiente. A veces se olvidaba de que estaba ahí por el poco ruido que hacía.
— Es entretenido — se encogió de hombros. En su cabeza lo único que ocupaba sus pensamientos era su éxito personal.
Que Chishiya le propusiera unirse a su meditado plan sobre el robo de cartas fue tan sólo el inicio de algo mayor. El inicio de su propia meta personal en la que sólo ella ganaba. Chishiya Shuntaro fue la llave para incluirla en el ejecutivo, además de que su extraña fascinación hacía ella era una herramienta extremadamente eficaz para conseguir lo que necesitara y más.
Una vez en el ejecutivo, acercarse al Sombrerero también estaba saliendo bien. Si aquella noche en el juego vencía sin perder demasiadas vidas y traía una carta importante, su posición estaría más cerca a la número uno. Si además ganaba la confianza del Sombrerero, toda la información de los movimientos internos estarían en sus manos, algo que era perfecto para los movimientos de los Paramilitares ante Niragi cayendo en la desesperación de manera individual. ¿Qué pensarían los militares de ver a una chiquilla extranjera como ella ganarse tan rápido el respeto de su líder? ¡Sería todo un deleite observar su rabia!
Ella saldría de Borderland, y no la importaba tener que pisar a todos y cada uno de los jugadores restantes. Sin excepción alguna.
— No es por el libro, ¿verdad? — volvió a hablar. Algo que le gustaba de Chishiya era su calma. No gritaba, no se movía demasiado y no invadía su espacio—. ¿No estás nerviosa por el juego? Me gustaría ir contigo pero-.
— Estoy segura de que estaré bien — también la gustaba no tener que fingir demasiado. Podía ser sincera en gran parte, aunque por supuesto su máscara debía alzarse en muchas situaciones—. Tengo un buen presentimiento.
Justo en el momento en el que dijo eso, alguien trató de abrir la puerta. Minhee miró con curiosidad ese gesto, ya que tanto Ann como Kuina sabían de su cerrojo casero y llamaban antes de interactuar con ella de alguna manera. Chishiya fue a acercarse, pero ella se acercó directamente sabiendo que debía ser alguien llamándola. Se asomó primero para tratar de identificar a la persona, aunque quedó algo confundida cuando pudo reconocer al Sombrerero. Abrió la puerta con algo de confusión.
—¿Sombrerero? — preguntó a modo de saludo. El hombre, siempre con dos guardaespaldas tras él, sonrió al verla—. ¿Ha ocurrido algo?
Chishiya se colocó tras ella, metiendo las manos en los bolsillos de su sudadera. Aparentaba estar despreocupado, cuando Minhee podía notar la tensión en su cuerpo.
— Parece que anoche tuviste compañía, Ahn — rio—. Tengo un asunto que hablar contigo. En privado.
Minhee asintió, mirando al rubio. Le encantaría escuchar, aunque el número uno ya había indicado explícitamente que solo quería hablar con ella.
— Luego te veo — para su sorpresa, colocó un mechón suelto de su coleta tras su oreja, retirándose con calma por los amplios pasillos del resort.
— Sígueme, Ahn — dijo entonces el Sombrero, comenzando a caminar. Cerró la puerta de su habitación, y siguió como dijo al extraño hombre. Era pronto en la mañana, y apenas la gente estaba saliendo de sus borracheras. Ella solía madrugar, por lo que estaba plenamente despierta—. ¿Sabes, Ahn? — mencionó, mientras caminaban hacia la sala de juntas. Ella iba a su lado, mirando al frente—. He visto en ti algo interesante.
— ¿Es bueno o malo? — preguntó. Sus pasos sonaban por los desérticos pasillos, sobretodo porque el hombre a su lado llevaba sandalias.
— Tienes buenas ideas, por eso te estoy trayendo conmigo — dijo—. Te voy a encargar una importante misión en el juego de esta noche.
Minhee alzó ligeramente las cejas, aunque no pudo preguntar más ya que el excéntrico hombre había abierto la gran puerta de la sala de juntas. Mira y Kuzuryu ya estaban ahí, además de algunos militares que se encargaban de la seguridad de los altos cargos como él.
Nada parecía fuera de lugar. La pared de cartas estaba oculta, las sillas movidas a los lados y en el centro de la habitación había dos personas atadas y encapuchadas. Se mantuvo junto al número uno, analizando la postura de uno de los dos rehenes. Uno de ellos era una mujer bajita, probablemente más que ella, mientras que el chico le era extrañamente familiar.
El Sombrerero desapareció tras murmurar algo por lo bajo con uno de sus hombres de seguridad, dejándola a solas con Ann, Mira y Kuzuryu. Aquel grupo era extraño, y sentía cierta desconfianza del ambiente formado. Mira era una experta en juego mental, si de verdad su carta especializada era el corazón, y el ego de Kuzuryu debía estar tan inflado como el suyo.
Miró de reojo al trío de fuerte cargo en aquella falsa utopía, atenta a los rehenes. Repentinamente les quitaron las mugrosas bolsas que tenían cubriendo sus cabezas, y Minhee no disimuló el ligero gesto de sorpresa al toparse con Arisu tras un largo tiempo.
Ciertamente, no se había preocupado en absoluto de él o sus amigos. Entraron a un juego, y ella encontró su propio plan personal donde ellos no estaban incluidos de ninguna manera. Tampoco iba a llorar por ellos cuando tan solo los conocía de un día, aunque reconocía que había cierto valor en el ingenio de Arisu y la valentía y fuerza de Karube (probablemente fallecido, ya que no estaban estaban juntos).
Arisu parpadeó adaptándose a la luz, cuando de repente sus miradas cruzaron. Minhee hizo un gesto de silencio, colocándose a un lado de Mira mientras analizaba la figura de la nueva amiguita del sucio adolescente. Era extraño como la escaladora del juego de picas estaba junto a él, pero no pensaba tomarle importancia.
— Buenos días — saludó Mira.
— Os pedimos disculpe por la brusquedad — Kuzuryu tenía siempre un tono extremadamente severo y formal. A Minhee le recordaba a un abogado o profesor universitario—. Oímos que había gente husmeando por aquí.
Para su suerte, Arisu estaba lo suficientemente aturdido como para no gritar su nombre a los cuatro vientos revelando que se conocían. No quería tener nada que ver con él si su misión estaba unida a su presencia ahí, además de que probablemente acabaría con los nervios de punta por su falta de arreglo personal (a nivel higiénico, por supuesto).
— ¿Qué buscáis? — Ann se paseó por la sala, haciendo sonar sus sandalias con tacón. Pasó tras ella, sin mirarse.
— Oímos que, si veníamos, encontraríamos la respuesta — murmuró Arisu—. De qué va el juego y dónde está la gente.
Antes de poder hablar, la puerta se abrió revelando de nuevo al número uno. Minhee quiso largarse de ahí y no volver nunca cuando se dio cuenta que simplemente quería una entrada llamativa para los nuevos miembros obligados.
— Así es, conocemos las respuestas a todas vuestras preguntas — pasó tras ellos, apoyándose en las sillas—. Bienvenidos a la Playa, nuestra utopía — rio. Probablemente estaba drogado—. Aquí está la respuesta.
Tras un solo gesto, los subordinados militares se movieron. Nunca había visto la falsa pared abrirse, por lo que observar como el resto de la sala salía de ahí fue llamativo. Arisu suplicó con la mirada que dijera algo, pero simplemente negó girandose a mirar la amplia pared repleta de cartas dibujadas y tachadas. Por supuesto que había memorizado todas las que quedaban por resolver, en total siete (ella no contaba las figuras, al menos no aún).
» — Os diré la verdad — prosiguió—. Solo hay una forma de terminar con esta pesadilla: completar el juego y reunir todas las cartas de poker.
— Si las reunimos todas, ¿volverá el mundo original? — preguntó la escaladora, dudosa.
Minhee miró el techo, pensando. En aquella situación, ¿quién podía negar que no pudiera ser realmente el mundo real? Que la verdadera ilusión fuera el Tokyo en el que compraba desinfectantes en la farmacia frente a la universidad, y lo que la verdadera naturaleza de la realidad y el mundo era una situación de constante vida o muerte alejada de las comodidades que la sociedad y la tecnología habían logrado. Tal vez estaba ya viéndose afectada por todo aquello, pero Minhee era incapaz de contemplar la vivencia como algo separado del otro lado.
— Ese mundo no volverá — musitó lúgubremente el Sombrerero—. Solo una persona podrá regresar al mundo real.
— Solo... ¿Una? — repitió asustado Arisu.
— Es imposible que una persona complete y consiga las 52 cartas — señaló el hombre. Tenía ciertos puntos de coherencia en su discurso de patrón de sectas promiscuas—. Por eso, todos somos uno, para que ese uno pueda irse — adiós coherencia de nuevo. Debían ser altibajos de las drogas—. Ese es el objetivo de la Playa. Os permitiré uniros a nosotros y que nos ayudéis a conseguir las que faltan.
— ¿Y si nos negamos?
— ¡No podéis hacerlo! — exclamó risueño, cogiendo un papel de la mesa—. Vuestro visado acaba hoy. No tenéis más remedio que participar.
— Si las reunimos podremos volver, ¿es verdad?
El Sombrerero lanzó una mirada en su dirección. No reaccionó, aunque sí alzó un momento las cejas haciéndole ver que estaba atenta a la situación y dispuesta a intervenir si se requería. No quería parecer un perro faldero, pero en ocasiones se necesitaban sacrificios. El Sombrerero alzó la mano derecha mientras se paseaba. Lo tomó como una señal para probar de verdad aquello especial que decía ver en ella.
— No podemos probarlo aún — habló, llamando la atención de todos ahí—. Sin embargo, la simple presencia de una baraja de poker coleccionable es una fuente creíble.
— Antes de que entraseis a este mundo, ya investigamos minuciosamente todo sobre él — volvió a entrar a la conversación el cabeza al mando—. Además, nuestra brillante miembro no encuentra contradicciones en la teoría.
— Te refieres a este sitio como "mundo" — repitió extrañado Arisu. Minhee pudo ver en él ansias de respuestas, tantas preguntas en su cabeza que generaban un horrible caos que se escuchaba desde su sitio.
— El hecho de que nos den visados significa que es un país — explicó el Sombrerero—. La gente en Tokyo no desapareció sin más. La hipótesis es que, accidentalmente, entramos en otro mundo. Si eso es así, debe haber una forma de regresar.
— Y por eso hemos creado una organización aquí — sonrió Mira.
— Generamos electricidad gracias a los combustibles y reutilizamos el agua de lluvia — explicó Ann.
— También hemos recogido las armas de fuego, aunque sólo a unos pocos elegidos se les permite usarlas — por supuesto, los militares no se encontraban presentes en la reunión de bienvenida de Arisu y la escaladora. Una vez más, eran apartados de ciertas funciones del ejecutivo.
— Nuestro objetivo es unirnos y conseguir todas las cartas — explicó Kuzuryu.
— Por último, saber que en esta utópica Playa sólo hay tres reglas — el Sombrerero se colocó a su lado—. Primera regla: hay que llevar siempre bañador. No se puede ocultar un arma — señaló en su dirección, extendiendo su mano sin tocarla. Parecía haber aprendido al fin—. ¡Podéis beber, drogaros o incluso practicar sexo! No dudéis en disfrutar la vida al máximo.
Minhee se distrajo un momento, sabiendo las reglas de memoria. Los cerrojos jodidos que ella misma replicó por su paranoia personal, las cartas que pertenecían a la Playa y la escalada jerárquica de puestos de poder. Ella tan sólo había conseguido una carta, pero ya estaba incluida en el ejecutivo gracias a Chishiya y su increíble habilidad con el juego.
— ¿Y si rechazo tu oferta? — insistió Arisu.
— Tercera regla — dijo, borrando su sonrisa—. Muerte a los traidores. Nos hemos comprometido a sacar de aquí y a costa de nuestra propia vida a la primera persona — abrió los brazos—. ¡Nuestra misión, nuestro deber! — gritó—. A aquellos que se mofen la playa nunca los perdonará.
— Usagi, lo siento — Arisu miró a la chica—. Te he metido en esto.
— No te disculpes. No me arrastraste. Es un camino que elegí.
El Sombrerero comenzó a silbar, mirando las cartas que la parejita traían consigo. Además del papel del visado y esas cartas, no tenían ninguna clase de arma u objeto relevante. Iban a la deriva por completo. Tras unos segundos comenzó a reír como un desquiciado, alzando en alto una carta en específico.
— ¡Es el 7❤️! La suerte está de nuestra parte. Consideraremos ascenderos.
Minhee negó, cada vez más perturbada de lo que tenía que soportar en silencio con una falsa expresión e serenidad.
— Has estado espléndida, querida Ahn — canturreó el Sombrerero, sentado en la mesa con una actitud relajada y jovial. Parecía genuinamente feliz de haber logrado encontrar una carta como la del 7❤️—. Esta carta es una gran oportunidad que se abre ante nosotros, Ahn.
— No he jugado ❤️ aún — admitió, echando un vistazo a la pared. Tan solo quedaba por tachar el 10❤️.
— Estoy seguro de que lo superarías con eficacia — Minhee elevó un poco la comisura de los labios. Estaban solos en aquella sala de Juntas, tan solo acompañados de los seguratas del adicto—. ¿Has visto algo en ellos, Ahn?
Meditó bien su respuesta.
— La chica es fuerte, y él curioso. Picas y diamantes, posiblemente — pensó—. Pueden ser buenos jugadores, pero no destacar realmente — restó importancia, lanzando una mirada perspicaz hacia su superior—. ¿A cuál de los dos debo evaluar? Ir sola a un juego con cualquiera de los dos es como... Matar dos pájaros de un tiro — pensó bien la expresión, sonriendo satisfecha para sus adentros cuando no se trabó en la pronunciación—. Me pruebas a mí, pruebas a los nuevos y además se consiguen cartas.
— Sorprendente, Ahn — aplaudió, sonriendo en grande—. Chishiya no minti sobre ti, me recuerdas a él — no era la primera persona que la decía aquello, y probablemente tampoco la última—. Tú coche será el mismo en el que vaya Arisu. Hemos distribuido los grupos para que nadie más que tú participe, sin Ann o Chishiya — alzó las cejas, mirándola por el borde superior de sus gafas de sol—. ¿Te crees preparada como para superar la prueba?
Minhee rio inconscientemente.
— Por supuesto que sí.
Tal vez aquel extraño país estaba destinado a llenarse de gente así. Gente que nacieron preparadas para esta clase de mundo distópico. Gente con ideales marcados, gente sin rumbo y aquellos que estaban hechos a medida para los Juegos.
Estaba segura de que el Sombrerero era uno de ellos, y la molestaba la idea de verse a sí misma como alguien igual.
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PLAY
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𝗚𝗥𝗔𝗣𝗛𝗜𝗖 𝗔𝗥𝗘𝗔
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ya estamos entrando en contexto de serie👀👀👀 plus Minhee Manipuladora
Estoy hasta los cojones de los putos exámenes, que alguien me mantenga por favor
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