
10.2 [Yoon Gi]
Otro de los problemas que sufro debido al TDAH es que, aunque trate de calmarme y de relativizar las cosas, mis emociones bailan al son que quieren. Eso no me permite disimular ni un poco lo mal que estoy aunque, la verdad, a mi alrededor todos se están portando tan bien que, por lo menos, he conseguido parar de lloriquear como alma en pena. Añado que para llegar a eso he gastado cerca de diez paquetes de pañuelos, y no individuales. Diez de los que traen cincuenta unidades de veinte cada uno. Ahí es nada.
He entrado al trabajo con la nariz más roja que un tomate y los ojos como dos globos. Supongo que eso ha sido suficiente para que Jung Kook haya dejado el móvil a un lado, se haya desvivido contándome todo tipo de tonterías mientras archivábamos casos y después me haya invitado a comer. Y Nam Joon, el mismo que hasta hace tan solo un mes amenazaba con ponerme de patitas en la calle, también se ha enterado de mi fracaso amoroso. Se me ha acercado cuando estaba en la máquina de café y, de repente, me ha plantado un abrazo tipo padre que me ha dejado tieso.
—¡Amigo! —Me apretó—. ¡Amigo, fuerza! ¡Recuerda que tu vales mucho! ¡Mucho!
—Gra... —El agarre me dejó sin aire—. Cias.
—¡Míralo, está tan mal que no puede ni hablar! ¡Qué desdicha tan injusta! —Me golpeó la espalda con tanto ímpetu que por poco se me salen los pulmones por la boca—. ¿Quién es el desgraciado que te ha lastimado así? ¿Quién? —Se me acercó al oído—. Dime su nombre, que mando a los de tráfico para que le multen el coche y se lo lleve la grúa.
—Nam... No...
—¡Tu no te cortes! —Me dedicó otra palmada—. ¡Llora y exprésate! ¡Exprésate! ¡Y luego insúltale, que eso siempre funciona! —Volvió a buscar mi oreja—. También puedo enviar a los de alcoholemia y le pillamos cuando salga de una fiesta. ¿Te apetece?
—Esto...
—¡Mientras llámale de todo! —insistió—. ¡Sin miedo! ¡Di que es un desgraciado repulsivo!
No hace falta que explique la incomodidad que la situación me generó. Primero porque toda la comisaría me observaba con cara de pena. Segundo porque, aunque me sentía traicionado, amaba a Jimin y no le deseaba ningún mal. Y la guinda del pastel fue la aparición de Seok Jin a media tarde, con un carro enorme repleto de sandías que situó ante mi mesa.
—Para ti —anunció, ceremonioso—. Te he traído las mejores. —Cogió una que, por lo menos, debía de pesar siete kilos y la colocó sobre la tabla, como pudo—. ¡Mira qué hermosura! ¡Qué piel y qué textura! ¡Y qué brillito!
Le dio un golpecito. La sandía rodó como un balón. Para mi mala suerte, me tocó pararla con el estómago. Auch.
—¡Pero mira esa carita de desgracia que llevas!
Más bien era por el dolor del golpe pero bueno. Le devolví una sonrisa forzada. No pasaba nada. Agradecía su interés y su buena fe.
—No te preocupes, Yoon Gi, que todo pasa y con mis sandías pasa mejor.
—Gra... Cias.
—¿Tan mal estás que no puedes ni hablar?
No, era por el dolor.
—Sigue sin querer desahogarse. —Jung Kook que, como quien no quiere la cosa, ya se había apropiado de dos de mis sandías, se metió en medio sin que nadie le llamara—. Nos gustaría que se soltara pero prefiere llevarlo en el "silencio del alma despe..."
—Más te vale no recitar porque, si lo haces, te tiraré una sandía a la cabeza.
Mi amenaza surtió efecto porque se calló y, me disponía a regresar a mis archivos, con la fruta esa inmensa todavía en el regazo, cuando las alarmas de todos de los ordenadores comenzaron a pintar como locos al mismo tiempo.
Un ciber ataque.
¿Un hacker? Hacía muchísimo tiempo que nadie se atrevía a entrar en el sistema policial central.
"Ey, ¿cómo os va, pandillita de inútiles tontorrones?"
El mensaje en las pantallas nos dejó a todos clavados en el sitio. Desdicha Sufrida, decía llamarse. Qué nombre tan raro.
"No quiero ofenderos pero, para ser expertos en informática, vuestro sistema es un poco precario y bastante simplón".
—¿Quién es? —Jung Kook abrió la boca hasta el suelo—. Es la primera vez que le veo. Encima nos habla como si fuéramos unos ignorantes.
"Me imagino que alguno se quejará de que os llamo ignorantes pero no me lo toméis a mal. Sois simpáticos aunque forméis parte del team de los perdedores".
—¡Apagad las cámaras! —Me dirigí mis compañeros—. ¡Nos ve y nos oye!
"Y el ganador del premio gordo es... ¡Min Yoon Gi!"
Arrugué la nariz. Me conocía. Eso significaba que ya había accedido a nuestros datos. Y encima se las daba de chistoso. Se iba a enterar.
Me senté y dejé que mis dedos volaran por las teclas, entre los archivos, pero, cuando estaba a punto de captarle, otra alarma interfirió. Eran dos. ¡Dos! Y, ante eso, por supuesto, Nam Joon, como el buen responsable que era, entró en pánico.
Ordenó que la unidad entera se centrara en defender y blindar la información de las fichas activas, de nuestras cuentas de financiación y, en general, de todos los historiales mientras yo, por mi parte, seguía tratando de desbloquear al segundo invasor para poder acceder al tal Desdicha esa. Uf; era duro de roer.
"Dile a los bebitos de tus compas, que no se dejen llevar por la histeria. No voy a hacer nada. Solo he venido a informar de que mi coleguita Kaos se ha comprado un yate y se larga a las Maldivas".
¿Eh? Jimin... ¿Jimin se iba del país? No pude evitar el nudo en el pecho.
"Les manda recuerdos y, para que no piensen que es un delincuente sin clase, me ha encargado que realice la devolución de las sustracciones realizadas a los casinos y oficinas bancarias que ya no va a precisar".
Me quedé sin respiración.
"También adjunto lista de la clientela que solicitaba sus servicios".
—¡Ah, ah, ah! —La exclamación de Jung Kook sonó eufórica—. ¡Yoon Gi! ¡Es cierto! ¡Tengo los nombres de toda esa gente! ¡Y estoy en la cuenta! ¡Nos ha depositado un ingreso estratosférico!
"¿Qué pretende?" Regresé sobre las teclas. "No le encuentro sentido a que, después de robarlo, lo devuelva".
"Parece que no lees bien, querubín".
¿Querubín? ¿Cómo que querubín?
"Ya te he dicho que se va" continuó. "Se retira del oficio".
"¿Por qué?"
Sabía que no debía de preguntarlo. No me venía bien tener datos que alimentaran mi desamor. Pero, como de costumbre, el corazón me mandaba.
"¿Puedes creer que ahora le ha dado por decir que el dinero no le da felicidad?" contestó. "Según él, es la compañía adecuada la que lo hace. Una compañía que, por cierto, ha definido como caótica y desastrosa".
Ese era yo. Se retiraba por mí.
"¿Dónde está?" No dudé en preguntar. "Dímelo".
—No soy un entendido pero ese tipo es un delincuente. —Seok Jin, que no se había movido, metió la cabeza en el monitor—. No creo que te vaya a dar la localización de otro delincuente solo porque le preguntes.
Lo sabía pero, ¡bah! Prefería parecer un ridículo antes de quedarme con la sensación de no haberlo intentado.
"¿Y tu mascota insulsa?" fue la respuesta. "Ese sinvergüenza asalta gatas de raza, ¿dónde lo tienes?"
Mi... Gato... ¿Mi gato? Ups. ¡Ay, mi gato! ¡Se lo había quedado Jimin! Entonces... Un segundo... Desdicha Sufrida... Kaos que dejaba el oficio... Mi gato...
¡Tae Hyung! ¡Tenía que ver a Tae Hyung!
—¿Y ahora de qué habla? —Seok Jin abrió mucho los ojos.
—De mascotas, ¿no lo ves? —me hice el tonto—. Lo dice solo para restregarme por la cara que ha logrado robarme incluso los datos del veterinario.
—Aaaaaaaah...
Y ahí le dejé, meditando la tontería que se me acababa de ocurrir mientras el sistema se reponía, los intrusos desaparecían de la misma forma abrupta en la que habían aparecido y yo esperaba un tiempo prudencial para moverme. Un tiempo de siete minutos. Es que esperar no es lo mío.
—¿Me das el teléfono del poeta de tragedias? —Me dirigí a Jung Kook, con el abrigo puesto y las llaves del coche en la mano—. Tengo que preguntarle una cosa.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro