Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

𝟬𝟬5 ⋆ 𝙿𝙰𝙸𝙽𝙵𝚄𝙻 𝙼𝙴𝙼𝙾𝚁𝙸𝙴𝚂


%★ !! 𝗖𝗛𝗔𝗣𝗧𝗘𝗥 𝐅𝐈𝐕𝐄;
"─ 💎 Recuerdos dolorosos 𖥻 .

Ya estaba oscureciendo en Tokio, y las luces de la ciudad brillaban con intensidad mientras la gente seguía su rutina diaria. Hotaka caminaba rápidamente por la acera, sintiendo el aire fresco de la noche en su rostro. Había viajado junto a su madre para visitar a su hermano mayor, quien vivía en la capital, y por esa razón se había ausentado de la escuela. Al menos tenía la suerte de que ese día no había entrenamiento, así que no se retrasaría en nada importante.

Su madre le había pedido que pasara por una farmacia a comprar un medicamento antes de regresar al departamento de su hermano. Hotaka no había puesto objeción, así que ahora estaba ahí, esperando pacientemente a que el empleado le entregara la compra. Mientras aguardaba, revisó la hora en su teléfono y sus ojos se abrieron de par en par.

—¡Chhh!— dejó escapar un pequeño sonido ahogado, sintiendo que su estómago se encogía de la preocupación.

Faltaban solo treinta minutos para que tuviera que volver a casa. Si se retrasaba, no llegarían a tiempo para tomar el tren de regreso a Miyagi.

Hotaka salió corriendo de la farmacia con el medicamento en mano, sintiendo el aire frío de la noche de Tokio contra su rostro. No era común para él estar solo en una ciudad tan grande y bulliciosa, pero no podía perder tiempo. Si se retrasaba, su madre se preocuparía, y no quería darles problemas ni a ella ni a su hermano.

Mientras corría por las calles iluminadas, esquivando a las pocas personas que aún transitaban, revisó rápidamente la hora en su teléfono y chilló en voz baja. "treinta minutos... tengo que darme prisa"

A pesar de su torpeza ocasional, Hotaka tenía una buena agilidad gracias a su entrenamiento en voleibol. Saltaba pequeños charcos, evitaba chocar con postes y zigzagueaba entre los transeúntes con facilidad.

El cielo de Tokio se teñía de un azul oscuro mientras las luces de la ciudad comenzaban a encenderse poco a poco. Hotaka corría con prisa, aferrando con fuerza la bolsa con el medicamento que le habían encargado. Su corazón latía con fuerza. Miró su reloj y casi soltó un chillido: le quedaban apenas unos minutos antes de que tuviera que volver al departamento de su hermano.

Pero entonces, justo unos pasos más adelante, un grupo de chicos con uniformes rojos caminaba tranquilamente por la acera. Iban demasiado lento para su gusto. Hotaka sintió un impulso de decirles que se apresuraran, pero la vergüenza lo detuvo. No quería llamar demasiado la atención ni interrumpir su conversación.

Pensó rápido.

Sus ojos se posaron en un tablón de madera inclinado contra un poste. Lo calculó en cuestión de segundos. Sí, podría impulsarse desde ahí.

Respiró hondo y corrió. Sus pisadas resonaron con fuerza contra el asfalto, ganando velocidad. Los chicos de uniforme rojo apenas se dieron cuenta hasta que algo pasó por encima de ellos.

—¿¡Qué—!? —exclamó Yaku, dando un salto hacia atrás, con los ojos abiertos de par en par.

Kenma, que estaba sumido en su videojuego, apenas había notado el ruido hasta que una sombra cruzó su visión. Instintivamente levantó la mirada y, por primera vez en el día, dejó de jugar.

Un chico albino se alzaba en el aire con una agilidad impresionante. Sus movimientos eran precisos, limpios, como si hubiera hecho esto mil veces antes. Kenma no pudo evitar seguirlo con los ojos, su curiosidad despertándose al instante.

—¿¡QUÉ DIABLOS FUE ESO?! —gritó Yamamoto, girándose de golpe.

—¿Eh? —Kenma apenas parpadeó, pero su mirada seguía fija en la figura que aterrizaba frente a ellos.

Hotaka cayó con una fluidez impecable, doblando las rodillas para amortiguar el impacto. Parecía un cuervo descendiendo del cielo. Con una leve inclinación de cabeza, les hizo una reverencia rápida y luego, sin perder más tiempo, salió disparado de nuevo como un vendaval.

El grupo de Nekoma se quedó en completo silencio durante un segundo.

—...Eso acaba de pasar, ¿verdad? —murmuró Kuroo con una ceja en alto, una sonrisa entretenida en sus labios.

—¡MÁS QUE UN CUERVO, ERA UN FANTASMA! —exclamó Inuoka, aún tratando de procesar lo que había visto.

—¡NO, NO, NO! ¿CÓMO DEMONIOS NOS PASÓ POR ENCIMA COMO SI FUÉRAMOS MUEBLES? —gritó Yamamoto, indignado.

—Tch... qué molesto... —Yaku se cruzó de brazos, pero su tono tenía un leve dejo de sorpresa.

Kenma, por su parte, todavía seguía mirando en la dirección en la que Hotaka había desaparecido. Sus dedos jugaban con su consola, pero no la encendió de nuevo. Algo en la rapidez y precisión de ese salto lo había dejado intrigado.

—...Interesante. —murmuró en voz baja.

Kuroo le dio un codazo con una sonrisa.

—¿Lo dices en serio? ¿A Kenma le llamó la atención alguien? Esto es histórico.

Kenma no respondió. Solo se guardó la consola en el bolsillo y siguió caminando con el resto del equipo, pero en su mente, la imagen de ese chico albino seguía repitiéndose como un vídeo en cámara lenta.



Justo cuando el reloj marcaba el límite de tiempo, Hotaka llegó al departamento de su hermano, respirando con agitación por la carrera que había hecho. Se detuvo frente a la puerta por un instante, acomodando su ropa antes de tocar el timbre con suavidad.

La puerta se abrió al poco tiempo, revelando a una mujer de cabello negro y ojos oscuros que lo miraban con calma. Era su madre, Kimi.

Madre e hijo se quedaron en silencio por unos segundos, mirándose mutuamente. No era necesario hablar. Ambos compartían una conexión que iba más allá de las palabras.

Sin más, Hotaka levantó la bolsa con el medicamento en señal de misión cumplida.

Kimi sonrió con satisfacción, un gesto sutil pero genuino. Se inclinó levemente y depositó un beso en la frente de su hijo.

Hotaka parpadeó sorprendido, pero no dijo nada.

Sin palabras, su madre le mostró la hora en su reloj. Ya era momento de partir.

El albino suspiró con resignación, aunque algo dentro de él se sintió aliviado. Sin embargo, antes de poder relajarse del todo, Kimi le señaló con un dedo una puerta dentro del departamento.

La habitación de Daisuke.

Hotaka sintió un escalofrío en la espalda.

Frunció los labios en un puchero, negando levemente con la cabeza. No quería hacerlo.

Pero Kimi simplemente alzó una ceja y volvió a apuntar la puerta, dejando claro que no había espacio para discutir.

Hotaka bajó la mirada, mordiéndose el labio con frustración.

Con un suspiro resignado, asintió.

Hotaka se detuvo frente a la puerta de la habitación de su hermano y levantó una mano temblorosa. Tocó suavemente.

—Pasa. —La voz al otro lado sonó tranquila, sin prisa.

Hotaka giró la perilla y abrió la puerta, encontrándose con un joven de 21 años que compartía su mismo cabello blanco, aunque sus ojos eran de un negro profundo y amable. Su hermano mayor, Daisuke.

—¡Amao! —exclamó con entusiasmo el mayor, moviéndose con facilidad en su silla de ruedas para acercarse.

Hotaka desvió la mirada apenas un segundo, viendo el movimiento de su hermano, pero rápidamente levantó la vista, como si no hubiera notado nada.

—¿Ya te vas? Me habría gustado que te quedaras más.

El menor asintió tímidamente, y el silencio se instaló entre ambos como un muro invisible.

Daisuke carraspeó levemente.

—Bueno, si necesitas algo, puedes llamarme. —Intentó sonar casual, pero había algo en su voz que lo hacía parecer inseguro. Luego, sonrió. —Papá me dijo que estás en un equipo de voleibol, el Karasuno. Ese equipo es genial. Estoy seguro de que te irá bien ahí. Cuando jugué fue divertido... logramos llegar hasta las nacionales.

Hotaka apretó los labios con fuerza, sintiendo que el pecho se le oprimía. Se mordió el labio con culpabilidad y, sin decir nada, señaló la puerta, indicando que ya era hora de irse.

Daisuke parpadeó y su sonrisa se volvió un poco más pequeña.

—Oh, sí... está bien. —Su voz sonó diferente esta vez, más apagada. —Buen viaje. Dile a mamá que me llame cuando lleguen... yo...

Pero antes de que pudiera terminar, Hotaka ya había salido de la habitación, cerrando la puerta con rapidez.

Se apoyó contra la madera, su espalda sintiendo el frío de la superficie, y bajó la mirada.

"Eres un idiota, Amao."

El pensamiento se clavó en su mente como una espina.

Apretó los puños con fuerza, sintiendo que el aire le pesaba en los pulmones.

"Pero cada vez que estoy con Nii-chan... recuerdo todo. Y es mi culpa que él esté en una silla de ruedas."

Mientras caminaban hacia el auto, Hotaka mantenía la mirada fija en el suelo, con las manos metidas en los bolsillos de su chaqueta. Su madre caminaba a su lado en silencio, como si supiera que su hijo estaba sumido en sus pensamientos y no quisiera interrumpirlo.

Siempre había admirado a Daisuke. Desde que tenía memoria, su hermano había sido su héroe, su mejor amigo, la persona en la que confiaba más que nadie en el mundo. Cuando eran niños, Daisuke siempre estaba ahí para él, protegiéndolo, animándolo, asegurándose de que nunca se sintiera solo.

Pero después del incidente, todo cambió.

Su relación, que alguna vez había sido inquebrantable, se rompió como un cristal hecho añicos. Ya no podía hablar con Daisuke como antes, no podía mirarlo sin que su pecho se sintiera oprimido, sin que un nudo se formara en su garganta.

Cada vez que veía a su hermano en esa silla de ruedas, sentía que el aire le faltaba. Su estómago se encogía, sus manos comenzaban a temblar, y un miedo irracional lo invadía.

"Si no hubiera sido por mí..."

No podía evitar pensar en eso, una y otra vez.

Cerró los ojos con fuerza, apretando los puños dentro de sus bolsillos.

El sonido de las llaves al abrir el auto lo sacó de sus pensamientos. Su madre le dio una leve mirada, pero no dijo nada.

Sin dudarlo, Hotaka se subió al asiento y bajó la cabeza. Solo quería dejar atrás Tokio lo más rápido posible.

Sin embargo, amao sintió la suave caricia de su madre sobre su cabello y levantó la vista con sorpresa. Su mamá casi nunca hablaba, al igual que él, pero cuando lo hacía, sus palabras siempre llevaban un peso especial.

—¿Sabes? —dijo Kimi con voz serena, sin apartar la mirada del camino—. Cuando estaba triste, mi abuela solía decirme: "Todo está bien al final, y si no está bien, es porque no es el final..."

El albino parpadeó, sintiendo un ligero nudo en la garganta mientras su madre continuaba.

—Las cosas, tarde o temprano, estarán bien, amor. —Su tono era tranquilo, pero cálido, con un cariño que no necesitaba exageraciones para sentirse genuino—. Pero tú también debes aportar un granito de arena para que eso pase.

El albino bajó la cabeza, sintiendo un torbellino de emociones en su pecho.

Kimi no dijo nada más después de eso, dejando que el silencio se asentara en el auto. Su atención volvió al camino, como si aquella conversación no hubiera ocurrido.

Pero en el asiento del copiloto, Hotaka apretó con fuerza el dobladillo de su sudadera.

"¿Un granito de arena...?"

Sus pensamientos eran un caos, pero una parte de él sentía que, tal vez, su madre tenía razón, pero le daba miedo afrontarlo.



Hotaka caminaba tranquilamente hacia la preparatoria Karasuno, sintiendo la fresca brisa matutina rozar su rostro. Sabía que el entrenamiento de hoy sería riguroso, especialmente porque en solo cuatro días tendrían un partido de práctica contra Nekoma. Aunque, para ser sincero, lo que más le emocionaba era la posibilidad —aún viva en su corazón— de que el equipo contrario tuviera gatitos.

Estaba sumido en sus pensamientos cuando escuchó que lo llamaban.

—¡Hotaka! —saludó una voz entusiasta.

El albino alzó la mirada y vio a Yamaguchi acercándose a paso ligero, con Tsukishima caminando a su lado, su expresión tan seria y desinteresada como siempre.

—Qué bueno verte. Caminemos juntos —propuso Yamaguchi con una sonrisa amigable.

Hotaka parpadeó, un poco sorprendido, pero terminó asintiendo tímidamente. Le agradaban Yamaguchi y Tsukishima, aunque con el segundo aún no estaba del todo seguro de qué tipo de relación tenían.

—¿Y por qué no viniste ayer? —preguntó de repente el pecoso, inclinando un poco la cabeza. Sin embargo, pareció darse cuenta de que su tono podía sonar muy directo y rápidamente se corrigió—. Bueno, es que no te vimos, y como siempre estás con Hinata y Kageyama... Cuando le pregunté a Hinata, solo dijo que habías faltado.

Hotaka los miró por unos segundos y sacó su libreta, escribiendo con trazos rápidos antes de mostrársela.

—"Es porque mi hermano mayor vive en Tokio."

Yamaguchi leyó la respuesta y asintió con interés, mientras Tsukishima le echaba un vistazo de reojo, sin decir nada.

—"Mis padres y yo a veces vamos a visitarlo ahora que ya no vive con nosotros. Además, luego no podré ir por la época de exámenes y porque tendremos la Interhigh."

Yamaguchi soltó un sonido de comprensión.

—Vaya, eso suena... ocupado —comentó con una pequeña sonrisa.

Según el libro de Cómo hacer amigos que había leído Hotaka, debía continuar la conversación, así que rápidamente escribió otra línea en su libreta y se las mostró.

—"¿Pasó algo interesante ayer?"

—Mmm... bueno, Kageyama y Hinata casi terminan golpeándose otra vez, pero esa ya es una noticia vieja —respondió Yamaguchi con una risita.

—Idiotas —murmuró Tsukishima sin emoción.

—Ah, pero Nishinoya-senpai intentó hacer un saque nuevo y golpeó a Tanaka-senpai en la cara. Fue un momento épico —recordó Yamaguchi con una risa más abierta.

Hotaka sonrió levemente, imaginándose la escena.

—Y también el entrenador Ukai nos dijo que el partido con Nekoma será en cuatro días. Seguro lo sabías, pero me emociona. Será genial ver cómo hemos avanzado —añadió Yamaguchi con determinación.

Tsukishima chasqueó la lengua.

—Es solo un partido de práctica, no lo exageres.

Yamaguchi infló levemente las mejillas con fastidio, pero ignoró el comentario de su amigo.

Mientras los tres seguían caminando hacia la escuela, Hotaka sintió algo cálido en su pecho. Tal vez no era el más hábil en las conversaciones, pero había logrado que los demás hablaran con él con naturalidad.

Y eso, para él, ya era un pequeño triunfo. Después se lo contaría a Nishida-san.

Hotaka bajó un poco la cabeza mientras sus manos temblaban levemente sobre su libreta. Se apresuró a escribir con trazos temblorosos antes de levantarla para que Yamaguchi y Tsukishima la leyeran.

—"Pero igual da miedo... Nunca he jugado contra otro equipo..."

Su miedo era genuino. Había entrenado, sí, pero nunca había estado en una verdadera batalla en la cancha contra jugadores desconocidos. No sabía cómo reaccionaría su cuerpo, ni si sería capaz de moverse como debía.

Yamaguchi leyó las palabras y parpadeó sorprendido antes de sonreír con suavidad.

—Te entiendo. Mi primer partido de práctica también me puso muy nervioso. No es lo mismo entrenar que estar en un juego real, pero... creo que cuando empiece, te vas a olvidar del miedo —dijo con un tono reconfortante.

—O te paralizarás y fallarás en el peor momento —soltó Tsukishima con su típica voz desinteresada.

Yamaguchi le lanzó una mirada de fastidio.

—Tsukki, no lo asustes más...

Hotaka parpadeó y luego, con más calma, escribió otra pregunta en su libreta antes de mostrársela.

"¿Ustedes también jugaron contra un equipo en la secundaria antes de Karasuno? ¿O esta también es su primera vez?"

Preguntar eso no solo era una forma de distraerse de su ansiedad, sino que realmente quería saber más sobre Yamaguchi y Tsukishima.

El pecoso sonrió con nostalgia.

—Oh, sí, sí jugamos... —comentó, rascándose la nuca—. No fuimos parte de un equipo escolar en sí, pero jugamos en un club de vóley juntos.

—"Jugamos" es una palabra muy generosa para lo que hicimos —interrumpió Tsukishima con sarcasmo.

—¡Oye! Entrenamos bastante, aunque no jugamos torneos... —insistió Yamaguchi, inflando levemente las mejillas—. Pero sí, tuvimos algunos partidos de práctica con otros clubes.

Tsukishima soltó un resoplido y empujó sus gafas con los dedos.

—En cualquier caso, fue suficiente para saber que no todos los equipos son como Karasuno o como en la secundaria—añadió con su actitud indiferente—. Así que no vayas a pensar que Nekoma será fácil solo porque fueron antiguos rivales, no sabemos que tan buenos son.

Hotaka negó rápidamente con la cabeza, dejando claro que jamás había pensado eso. Luego, escribió otra oración con más seguridad.

—"Pero... ¿fue divertido?"

Yamaguchi sonrió de inmediato.

—¡Sí! Claro que fue divertido. También fue aterrador, pero lo bueno es que cuando estás en la cancha, los nervios desaparecen un poco. Y si tienes compañeros que te apoyan, se siente bien.

Tsukishima lo miró de reojo, como si estuviera a punto de hacer un comentario sarcástico, pero al final solo suspiró.

—Sí, sí... "divertido" supongo.

Hotaka miró sus respuestas y sonrió levemente. Sus palabras le daban un poco de calma. Tal vez, solo tal vez... jugar contra otro equipo no sería tan aterrador como pensaba.

Mientras se acercaban a la entrada de Karasuno, una voz estridente rompió la tranquilidad de la mañana.

—¡HOTAKAAAAA!

Antes de que Hotaka pudiera reaccionar, vio a Hinata acercándose a toda velocidad en su bicicleta. Su característico cabello naranja revoloteaba con el viento, y tenía una enorme sonrisa de emoción al ver al albino.

El problema fue que Hinata estaba tan concentrado en su amigo que no se molestó en frenar ni en mirar por dónde iba.

—¡HINATA, CUIDADO! —exclamó Yamaguchi con una mezcla de pánico y resignación.

Pero era demasiado tarde.

Con un fuerte ¡CRASH!, el pelirrojo se estrelló de lleno contra un grupo de bicicletas estacionadas, provocando que todas cayeran en efecto dominó. Hinata quedó atrapado en el desastre, con una pierna enredada entre los marcos de las bicicletas y los brazos extendidos como si todavía intentara pedalear en el aire.

Hotaka, Yamaguchi y Tsukishima se quedaron mirando la escena en completo silencio.

Un segundo. Dos segundos.

—...Idiota —murmuró Tsukishima, empujando sus gafas con un suspiro exasperado.

Yamaguchi se rió nerviosamente y miró a Hotaka, que observaba a Hinata con los ojos bien abiertos, sin saber si debía ayudarlo o no.

Antes de que alguien pudiera moverse, Kageyama llegó caminando con expresión impasible, parándose justo al lado de Hotaka. Miró la escena por un momento, viendo cómo Hinata todavía no se levantaba, y luego habló con total indiferencia.

—¿Qué le pasa a ese idiota? —preguntó en su tono seco y directo—. ¿Por qué está tirado ahí como un tonto?

Desde su montaña de bicicletas, Hinata gimió.

—Kageyama... cállate...

Hotaka parpadeó y luego sacó su libreta para escribir algo rápidamente. La giró hacia los demás.

—"¿Lo ayudamos?"

Tsukishima bufó.

—Si lo ayudamos ahora, va a hacerlo de nuevo mañana. Eso le pasa por no mirar por donde va y frenar adecuadamente.

—¡No lo haré! —se quejó Hinata, moviendo las piernas en un intento de liberarse.

—Sí, claro —respondió Tsukishima con sarcasmo.

Yamaguchi sonrió y se inclinó para empezar a sacar las bicicletas de encima del chico.

—Vamos, Tsukki, no podemos dejarlo ahí todo el día.

Hotaka dudó un momento, pero finalmente se agachó para ayudar también.

Hinata los miró con ojos brillantes mientras Kageyama suspiraba con fastidio, cruzando los brazos.

—Hmph, si ya pueden moverse, apúrense. No quiero llegar tarde por culpa de este tonto —refunfuñó.

Hinata le sacó la lengua.

—¡Pues entonces ayúdame, Boke-yama!

—¡No quiero tocar tus gérmenes de tonto!

Mientras los dos comenzaban otra discusión absurda, Hotaka miró de reojo a Yamaguchi, quien solo se encogió de hombros con una sonrisa. El albino sonrió también, sintiendo una calidez extraña en el pecho.

Incluso con todo ese caos... era agradable estar con ellos.

Una vez que lograron sacar a Hinata de la montaña de bicicletas, el pelirrojo ni siquiera se tomó un segundo para recuperarse antes de lanzarse sobre Hotaka, rodeándolo con los brazos en un abrazo sorprendentemente fuerte.

—¡Hotaka, no vuelvas a irte! —chilló, presionándolo con tanta energía que casi lo levantó del suelo—. ¡Es tan aburrido estar solo con Kageyama!

El albino se tensó de inmediato, su rostro enrojeciéndose al sentir la cercanía repentina. Sus brazos quedaron atrapados entre sus cuerpos, y por un momento, Hotaka no supo qué hacer.

—H-Hotaka... ¿estás bien? —preguntó Yamaguchi, mirándolo con cierta preocupación.

Antes de que pudiera responder, otra voz, llena de indignación, interrumpió la escena.

—¡Oye, enano! —espetó Kageyama, frunciendo el ceño mientras su aura de enojo crecía—. ¿Qué quieres decir con que es aburrido estar solo conmigo?

Hinata, aún abrazando a Hotaka, giró la cabeza hacia él con una expresión de fastidio.

—¡Pues eso, Boke-yama! ¡Contigo solo hay peleas y gritos! ¡Es más divertido cuando Hotaka está también!

—¡Tú eres el que siempre empieza las peleas, idiota!

—¡Tú eres el que siempre grita!

—¡Porque tú eres un cabeza hueca!

—¡Eres un tirano del voleibol!

El pelirrojo finalmente soltó a Hotaka para apuntar a Kageyama con furia, y así, una vez más, la eterna rivalidad entre los dos comenzó.

Hotaka, ahora libre, respiró aliviado y se llevó una mano al pecho, sintiendo que su corazón aún latía rápido por la sorpresa del abrazo. Pero al ver a Hinata y Kageyama gritando uno al otro como de costumbre, dejó escapar un pequeño suspiro y, con algo de torpeza, extendió una mano para darle unas tímidas palmaditas en la espalda a Hinata, como para tranquilizarlo.

El gesto fue tan suave que el pelirrojo ni siquiera lo notó, demasiado ocupado peleando con su armador.

"Son como niños... pensó Hotaka, pero al mismo tiempo, no pudo evitar que una pequeña sonrisa apareciera en su rostro. Cuando estaba con ellos olvidaba todos sus problemas.

Yamaguchi miró la escena con diversión y murmuró para sí mismo:

—Otro día normal en Karasuno...

Tsukishima, con los brazos cruzados, suspiró.

—¿Normal? Más bien, una guardería.



Luego de las clases, fueron directamente al gimnasio para comenzar a practicar.

—¿Están todos aquí? —preguntó el entrenador, con los brazos cruzados y una expresión severa—. El partido de práctica contra Nekoma será en cuatro días y, justo después de eso, comenzarán las preliminares de la Interhigh. No tenemos tiempo, pero el equipo aún está lleno de agujeros. Así que, para ganar, solo hay una cosa que hacer: practicar, practicar y practicar. ¡Salven el balón aunque tengan que vomitar!

Hotaka tragó saliva, ya imaginando lo extenuante que sería el entrenamiento.

"¡Eso suena aterrador...!"pensaba amao encorvando los hombros ya que le daría vergüenza vomitar frente a todos.

El entrenamiento de recepciones comenzó enseguida. Ukai no tuvo piedad con nadie. Una tras otra, las pelotas fueron lanzadas a diferentes direcciones con fuerza, obligando a los jugadores a reaccionar con rapidez.

Yamaguchi intentó recibir una, pero falló, haciendo que la pelota se desviara.

—¡Yamaguchi! —bramó Ukai—¿Cuantas veces te llevara aprenderlo bien? ¡Concéntrate!

El pecoso se tensó, sintiendo el peso de la mirada del entrenador sobre él. Tragó saliva y asintió.

—¡Sí! Una vez mas.

Hotaka, que había observado la escena con algo de angustia, chillo en voz baja sin darse cuenta. Pero cuando Yamaguchi logró recibir bien la siguiente pelota, le levantó el pulgar con timidez. Yamaguchi lo notó y sonrió, sintiéndose un poco más motivado.

Sin embargo, la mayoría de los jugadores estaban teniendo dificultades para completar cinco recepciones seguidas. Las pelotas venían rápidas y con trayectorias impredecibles, haciendo que algunos se desviaran o incluso cayeran al suelo al intentar alcanzarlas.

—¡Maldición, esto es difícil! —se quejó Tanaka, frotándose los brazos adoloridos.

—¡No hay que quejarse, Tanaka! —gritó Daichi—. ¡Vuelve a la posición!

—¡Sí, sí!

Mientras todos seguían luchando, Hotaka se adelantó para hacer su intento. Se colocó en su posición con calma y, en cuanto Ukai comenzó a lanzar los balones en su dirección, su cuerpo reaccionó instintivamente.

Primera recepción, perfecta.
Segunda, igual.
Tercera, cuarta... Quinta.

Lo hizo ver tan fácil que, por un momento, todo el gimnasio quedó en silencio.

—...¿Eh? —musitó Nishinoya, parpadeando sorprendido—. Espera, ¿ya terminó?

—Lo hizo... demasiado bien —comentó Sugawara, mirándolo con asombro pero con orgullo.

Hinata y Kageyama se quedaron boquiabiertos.

—¡Hotaka es increíble! —gritó Hinata, saltando de la emoción.

—Tch... qué molesto —murmuró Tsukishima, pero incluso él parecía un poco impresionado.

Hotaka, que no estaba acostumbrado a recibir tanta atención, sintió que su rostro se calentaba y se frotó la manga del uniforme con nerviosismo.

—Mhm...

—¡No seas tímido! —dijo Nishinoya, golpeándole suavemente la espalda con entusiasmo—. ¡Ese fue un recibimiento de primer nivel!

Ukai cruzó los brazos y sonrió levemente.

—Hmph. Al menos alguien aquí sabe lo que está haciendo.

Los demás jugadores sintieron una presión invisible sobre ellos.

—¡Oye, eso fue un golpe bajo, entrenador! —se quejó Tanaka.

—¡Sigan entrenando! —ordenó Ukai—. No hay tiempo para lamentos.

Y así, el entrenamiento continuó con más intensidad que antes.



El gimnasio de Karasuno estaba en completo caos luego de la intensa sesión de entrenamiento. Algunos jugadores estaban tirados en el suelo recuperando el aliento, mientras que otros bebían agua como si se tratara de un oasis en el desierto. Hotaka, sin embargo, permanecía sentado en silencio, revisando su teléfono con expresión pensativa.

Sus ojos se iluminaron de alivio al leer el mensaje de su madre: Había dejado sus cosas y ropa de cambio con Nishida-san. Eso significaba que no tendría que regresar a casa a buscar nada.

Suspiró con tranquilidad, pero en ese momento, una voz estridente lo sacó de sus pensamientos.

—¡Hotaka! —exclamó Hinata, acercándose con una gran sonrisa, seguido de Kageyama con su típica expresión seria—. ¡¿Estás emocionado?! ¡Es nuestro primer campamento de entrenamiento!

Hotaka parpadeó, luego asintió rápidamente mientras sacaba su libreta y escribía con energía:

—"Sí. Solo debo ir a buscar unas cosas, pero entonces... ¿sería como una pijamada?"

Cuando les mostró la nota a Hinata y Kageyama, el primero soltó un jadeo emocionado.

—¡Exacto! ¡Es como una super pijamada de voleibol!

—Tch... No es una pijamada —bufó Kageyama, cruzándose de brazos—. Es un campamento de entrenamiento. Vamos a trabajar duro, no a jugar.

Hinata le sacó la lengua.

—¡Eres tan aguafiestas, Kageyama!

—¡Cállate, boke!

Hotaka sonrió un poco mientras los veía discutir, pero su mente se llenaba de imágenes sobre lo que sería la noche. ¿Sería como en las películas? ¿Contarían historias antes de dormir? ¿Comerían bocadillos en secreto?

—Oye, Hotaka —llamó Yamaguchi al acercarse—, ¿nunca has estado en una pijamada antes?

El albino negó con la cabeza, escribiendo rápidamente en su libreta:

"Nunca he dormido fuera de casa, excepto cuando visitamos a mi hermano en Tokio."

—¡Ohhh! —Hinata lo miró con los ojos brillantes—. ¡Entonces esta será tu primera experiencia!

Tsukishima, que había estado observando desde cerca, resopló con burla.

—No te hagas demasiadas ilusiones. No va a ser nada divertido, solo terminaremos agotados y con dolores en cada músculo.

—¡Tsukki, no lo arruines! —protestó Yamaguchi en voz baja para el rubio.

—¡No lo escuches, Hotaka! —intervino Nishinoya, apareciendo de la nada y echando un brazo sobre los hombros del albino—. ¡Un campamento de entrenamiento también puede ser muy divertido!

—¡Sí! —agregó Tanaka con emoción—. ¡Además, es la oportunidad perfecta para fortalecer nuestro vínculo como equipo!

Hotaka parpadeó varias veces, sintiendo cómo su corazón latía más rápido por la emoción. Miró su libreta y, después de un momento, escribió:

—"¡Entonces haré lo mejor para divertirme y entrenar mucho!"

—¡Esa es la actitud! —gritó Nishinoya.

El entrenador Ukai, que los observaba desde la distancia, suspiró.

—¿Se puede saber por qué están gritando ahora?

Takeda-sensei rio suavemente.

—Parece que están entusiasmados con la experiencia.

Ukai se llevó una mano a la nuca y miró a su equipo, todos conversando animadamente, incluso aquellos que no solían participar mucho en charlas.

—Hmph... Solo espero que tengan la misma energía mañana en la cancha.

Los ojos de Hotaka brillaban con ilusión mientras escribía rápidamente en su libreta. Luego, con una sonrisa llena de expectativas, mostró lo que había escrito a los demás:

—"¿Entonces podemos hacer peleas de almohadas y ver películas? Leí en internet que eso se hace en las pijamadas."

El gimnasio quedó en un repentino silencio. Los de primer año Hinata, Yamaguchi e incluso Kageyama leyeron sus palabras y parpadearon sorprendidos. Pero fueron los de tercer año quienes intercambiaron miradas significativas entre ellos. Daichi, Sugawara y Asahi parecían compartir el mismo pensamiento: Hotaka es demasiado inocente.

—H-Hotaka... —murmuró Sugawara con una sonrisa gentil, sintiendo que el chico albino acababa de tocar un punto débil en sus corazones.

—Es tan puro... —susurró Ennoshita, mientras que Kiyoko simplemente sonreía con ternura.

—¡PELEAS DE ALMOHADAS! —gritó Hinata, ignorando completamente la inocencia del comentario y centrándose en la parte divertida—. ¡Eso suena increíble!

—¿Y dónde se supone que vamos a ver películas, eh? —intervino Tsukishima con su típico tono sarcástico—. ¿Vamos a proyectarlas en el techo con nuestra imaginación?

Hotaka parpadeó varias veces y luego escribió con rapidez:

—"¡Oh! No tenemos dónde ver películas."

—Exactamente —bufó Tsukishima, ajustando sus audífonos con fastidio.

—Bueno, bueno, no es una mala idea relajarse un poco después de entrenar —dijo Sugawara, intentando apaciguar la situación—. Pero, Hotaka, los campamentos de entrenamiento son... bueno, bastante agotadores. Seguramente, cuando terminemos, lo único que querrás hacer es dormir.

—A menos que Nishinoya y Tanaka decidan hacer de las suyas en la noche —agregó Ennoshita con un suspiro cansado, sabiendo lo que se avecinaba.

—¡Oye, oye, oye! —exclamó Nishinoya, cruzándose de brazos con indignación—. ¿Por qué dices eso?

—Porque SIEMPRE lo hacen —respondieron Daichi, Ennoshita y Sugawara al mismo tiempo.

Hotaka observó todo el intercambio con ojos curiosos y escribió algo más:

—"Entonces... ¿no habrá pelea de almohadas?"

De nuevo, silencio.

—... Está bien, podemos hacer una pequeña pelea de almohadas —suspiró Daichi al final, dándose por vencido.

—¡SÍ! —gritó Hinata, saltando emocionado.

—Pero solo si terminamos el entrenamiento sin que nadie se desmaye de agotamiento —agregó Sugawara con una sonrisa traviesa.

Hotaka asintió rápidamente, decidido a hacer lo mejor posible en el campamento. Aunque no habría películas, la idea de una pequeña pelea de almohadas le emocionaba. Tal vez, después de todo, esta experiencia sería realmente como una pijamada.

—¡Peleas de almohadas y películas! —gritó Hinata con los ojos brillando de emoción—. ¡Eso suena increíble, Hotaka!

—¡Esa es la mejor idea que he escuchado en todo el año! —exclamó Nishinoya, dando un pequeño salto en el aire.

—¡Definitivamente lo haremos! —Tanaka se cruzó de brazos con orgullo, como si ya estuviera organizando el evento en su cabeza—. Un campamento de entrenamiento sin una buena pelea de almohadas no es un verdadero campamento.

Mientras los tres se emocionaban cada vez más, Kageyama frunció el ceño y murmuró, con evidente irritación:

—Esto no es una pijamada... Es un campamento de entrenamiento.

Su comentario pasó completamente desapercibido entre los gritos de Hinata, Tanaka y Nishinoya, quienes ya estaban debatiendo estrategias para la "batalla de almohadas".

—¡Si lanzas la almohada desde arriba, tienes más ventaja! —afirmó Hinata, gesticulando como si estuviera planeando una jugada de voleibol.

—¡Nah, nah! Hay que hacer un ataque sorpresa. Esperamos a que todos estén acostados y... ¡BAM! —Nishinoya hizo un gesto dramático como si estuviera lanzando una bola de fuego en vez de una almohada.

—¡Entonces yo seré el primero en atacar! —Tanaka se señaló a sí mismo con orgullo.

Mientras tanto, Hotaka observaba la escena con una mezcla de emoción e incredulidad. No esperaba que su idea causara tanto alboroto, pero no podía evitar sentirse entusiasmado.

—No puedo creer que realmente estén planeando una guerra de almohadas... —susurró Ennoshita, masajeándose las sienes con resignación.

—Eso es porque son unos idiotas —suspiró Tsukishima, ajustando sus audífonos con indiferencia.

Daichi cruzó los brazos y les lanzó una mirada severa.

—Más les vale que no hagan ningún desastre, o los haré correr vueltas al gimnasio hasta que sus piernas no puedan más.

—¡Ah! ¡Si, Capitán ! —chilló Hinata, escondiéndose detrás de Hotaka.

—Hagan lo que quieran —agregó Sugawara con una sonrisa enigmática—, pero si despiertan a los de tercer año en la madrugada, prepárense para el peor entrenamiento de sus vidas.

El gimnasio se sumió en un breve silencio. Nishinoya, Tanaka y Hinata intercambiaron miradas nerviosas antes de asentir lentamente.

—D-De acuerdo, quizás lo hagamos... pero con moderación —murmuró Tanaka, fingiendo que la amenaza no le había afectado.

Kageyama suspiró pesadamente, cruzándose de brazos.

—Se los estoy diciendo... ¡Esto no es una pijamada!

Pero su queja fue nuevamente ignorada, mientras Hotaka, con una sonrisa tímida, anotaba en su libreta: "¡Esto será divertido!"







Hotaka tocó la puerta de la oficina de Nishida y, al no recibir respuesta inmediata, decidió abrir con cautela. Lo recibió el peliverde con su típica expresión seria, aunque al ver al albino su rostro se suavizó un poco. Sin decir mucho, le extendió un bolso negro.

—Toma, Kimi me dejó tus cosas. Sé más responsable para la próxima —dijo con su tono firme.

Hotaka hizo un pequeño sonido de agradecimiento mientras tomaba el bolso y lo abrazaba contra su pecho.

Mirai lo miró por unos segundos y luego suspiró.

—Me alegra que te estés superando, pero solo para asegurarme... —se cruzó de brazos y lo miró con seriedad—. ¿Vas a estar bien durmiendo con esos chicos? Es la primera vez que estarás fuera de casa.

Hotaka parpadeó un poco, sorprendido por la pregunta. Luego, con una sonrisa tímida, asintió rápidamente y escribió en su libreta:

—"Voy a estar bien. Además, Hinata y los demás están conmigo."

Mirai leyó lo que escribió y arqueó una ceja, exhalando pesadamente.

—Eso es justamente lo que me preocupa...

Hotaka ladeó la cabeza, confundido.

—Esos chicos no son precisamente los más tranquilos —añadió el psicólogo, llevándose una mano a la sien con gesto resignado—. Pero bueno, confío en que sabrás manejarlo. Solo... intenta no dejarte arrastrar demasiado por sus locuras, ¿de acuerdo?

El albino sonrió levemente y le mostró un pulgar arriba antes de dar media vuelta y salir de la oficina.

Mirai lo vio alejarse y murmuró para sí mismo:

—Definitivamente va a dejarse arrastrar por sus locuras...

Nishida se recostó en su silla, dejando escapar un suspiro pesado mientras desviaba la mirada hacia la pared de su oficina. Allí, varias fotografías estaban pegadas, testigos silenciosas del tiempo que había pasado.

Sus ojos se posaron primero en una imagen en la que aparecía junto a Sora, el padre de Amao. Ambos vestían el uniforme de Karasuno. Sora tenía esa sonrisa radiante y despreocupada que siempre llevaba, mientras que él, como de costumbre, mantenía su expresión seria.

Luego, su mirada descendió a otra foto, una donde estaba toda la familia Hotaka. En el centro, Amao, con apenas cuatro años, se aferraba con timidez a la mano de Daisuke, quien aún podía estar de pie y sonreía con dulzura. Kimi, en el fondo, mantenía su expresión neutra, mientras que Sora tenía su sonrisa habitual, irradiando calidez. Amao, aunque tímido, se veía más alegre en esa época... más despreocupado.

Finalmente, su vista se detuvo en la última imagen. Solo estaban él y Amao, pero esta vez el niño era mayor, con once años. Su cabello blanco seguía siendo igual de brillante, pero sus ojos... Nishida no pudo evitar notar la diferencia. Ya no tenían ese brillo infantil. Su expresión era neutra, casi vacía. Algo en él había cambiado, y Nishida lo supo desde ese momento.

Se pasó una mano por la cara, dejando escapar otro suspiro.

—Si tan solo hubiera podido hacer más por ti en ese tiempo... —murmuró con un dejo de culpabilidad en la voz.

Apretó los labios y desvió la mirada de las fotos. Lo que estaba hecho, estaba hecho. Pero aún podía hacer algo por ese niño.

Y posiblemente todos esos chicos también lo harían sin saberlo.






Hotaka se quedó en la entrada, parpadeando con confusión al ver la escena frente a él. Tsukishima, Yamaguchi, Hinata y Kageyama estaban de pie, observando a Tanaka y Nishinoya, quienes yacían boca abajo en el suelo como si hubieran perdido la voluntad de vivir.

Extrañado, el albino escribió rápidamente en su libreta y la mostró a los demás.

—¿Por qué Nishinoya-san y Tanaka-san están tirados en el suelo?

Yamaguchi, con una sonrisa nerviosa, desvió la mirada hacia los dos mayores antes de responder:

—Al parecer, se enteraron de que Shimizu-san no va a quedarse a dormir aquí.

Hotaka ladeó la cabeza, procesando la información. No entendía del todo por qué era tan trágico que la mánager no estuviera, pero antes de poder escribir algo más, los dos caídos levantaron la cabeza con un brillo de esperanza en los ojos al verlo.

—Amao... —sollozó Nishinoya, arrastrándose dramáticamente hacia él con las manos extendidas—. Al menos tú todavía estás aquí... No te vayas, ángel.

—Sí... —asintió Tanaka, con una expresión de profunda emoción—. Si tú no estuvieras, esto sería demasiado...

Hotaka los miró, aún más confundido, sin saber qué decir. Se limitó a mirar a los demás en busca de ayuda, pero Tsukishima solo suspiró con fastidio, mientras Kageyama murmuraba algo sobre lo tontos que eran. Hinata, en cambio, reía divertido ante la reacción de los dos mayores.

Aunque luego de unos segundos bullicio del comedor del campamento de entrenamiento de Karasuno era ensordecedor, lleno de conversaciones animadas, risas y el sonido constante de cubiertos chocando contra los platos.

Takeda-sensei y Shimizu-san habían anunciado que era hora de cenar, lo que pareció revivir instantáneamente a Tanaka y Nishinoya, quienes segundos antes seguían lamentándose en el suelo. Ahora estaban más que listos para devorar su comida, al igual que el resto del equipo.

Hotaka comía a su propio ritmo, observando con algo de desconcierto la escena frente a él. Kageyama y Hinata estaban en una competencia silenciosa pero feroz por ver quién terminaba primero, metiéndose grandes bocados de arroz y carne casi sin respirar. De vez en cuando, se lanzaban miradas desafiantes entre mordiscos, como si estuvieran en medio de un partido en la cancha en lugar de una cena.

A su lado, Tanaka y Nishinoya apenas terminaban sus platos, los dos mayores se apresuraron a pedir otra ración a Shimizu-san, como si ese hubiera sido su plan desde el principio.

Hotaka, en cambio, decidió no darle demasiadas vueltas y los dejó ser. En lugar de eso, sacó su libreta y escribió un mensaje antes de girarla hacia Hinata y Kageyama.

—Se van a atragantar y tienen sucias las bocas.

Hinata y Kageyama se detuvieron por un segundo para leer, aún con la boca llena, y apenas les dio tiempo de reaccionar cuando Hotaka tomó una servilleta y con movimientos suaves les limpió la boca a ambos, como si fueran niños pequeños.

Kageyama parpadeó, sorprendido, mientras Hinata se quedó congelado por un momento antes de hacer un puchero.

—¡O-Oye, puedo limpiarme solo! —protestó el pelinaranja, aunque su rostro estaba levemente sonrojado.

—¿Q-Qué crees que estás haciendo? —gruñó Kageyama, apartando la cara con un leve fruncimiento de ceño, aunque sin la agresividad habitual.

Hotaka solo inclinó la cabeza con inocencia y les mostró nuevamente la libreta.

—"Pero tenían la cara sucia".

Los dos se miraron, luego miraron a Hotaka y finalmente volvieron a centrarse en su comida, murmurando cosas incomprensibles.

Mientras tanto, Tanaka y Nishinoya, que habían visto toda la escena, se tomaron el pecho dramáticamente.

—¡Amao es un ángel! —exclamó Nishinoya, con los ojos brillantes de emoción.

—¡Definitivamente es el alma pura de Karasuno! —añadió Tanaka, asintiendo con vehemencia.

Hotaka aún tenía la servilleta en la mano después de haber limpiado a Hinata y Kageyama, pero su atención se vio interrumpida cuando una mano extendió un plato con arroz frente a él.

Al levantar la vista, se encontró con Sugawara, quien le sonreía con amabilidad, con esa expresión tranquila y afectuosa que lograba hacer sentir a cualquiera bienvenido.

—Hotaka, tú también debes comer. No te quedes atrás —dijo el vicecapitán con su característica voz gentil.

Su sonrisa era radiante, casi refrescante para algunos. Pero para Hotaka... por un instante, le pareció ver a otra persona.

No estaba en ese comedor ruidoso, no estaba rodeado por el equipo de Karasuno. De repente, en su mente, estaba de vuelta en casa, con su hermano mayor, Daisuke, sonriéndole de la misma manera.

Su estómago se encogió y tragó saliva, sintiendo una leve punzada en el pecho.

Se quedó observando a Sugawara sin darse cuenta, inmóvil, como si su mente estuviera atrapada en el recuerdo.

—¿Hotaka? —La voz de Sugawara lo trajo de vuelta.

El albino parpadeó varias veces y se dio cuenta de que aún no había tomado el plato. Sugawara lo miraba con preocupación, ligeramente inclinado hacia él.

Hotaka bajó rápidamente la mirada y asintió tímidamente, agarrando el plato con ambas manos.

—"Gracias" —escribió en su libreta de forma apresurada antes de empezar a comer, esta vez con la cabeza gacha.

Sugawara observó al chico por unos segundos más, notando su repentino silencio, pero decidió no presionarlo. En cambio, le dio un par de suaves palmaditas en la cabeza antes de volver a su comida.

Mientras el ruido de los demás continuaba a su alrededor, Hotaka se concentró en su plato, intentando apartar la sensación extraña que lo había invadido.

Pero luego cuando comía una sensación amarga comenzó a apoderarse de su boca. No era por el arroz, ni por la comida en sí, sino por algo más profundo, más lejano.

De repente, imágenes fugaces pasaron por su mente sin previo aviso.

Una calle desierta.

Sangre en el suelo.

Luces parpadeando en la distancia.

Un hospital.

La sensación fría de la soledad.

Hotaka se quedó inmóvil, con los palillos en la mano, sin atreverse a seguir comiendo. Su estómago se revolvió y el ruido del comedor se sintió lejano, como si estuviera atrapado en otro lugar, en otro tiempo.

Tragó saliva, pero el mal sabor persistía.

Sin levantar la vista, dejó los palillos con cuidado sobre la bandeja y llevó una mano a su pecho, sintiendo cómo su respiración se volvía un poco más pesada.

No quería recordar.

No ahora.

—¿Hotaka? —La voz de Yamaguchi, suave pero preocupada, lo hizo parpadear.

Se forzó a alzar la cabeza y sacudió levemente la cabeza, intentando mostrarse tranquilo. No quería preocupar a nadie. No debía.

Pero la comida ya no tenía sabor.

Hotaka se levantó de la mesa con movimientos controlados, tratando de parecer lo más natural posible. Su corazón latía con fuerza en su pecho, pero su rostro se mantenía inexpresivo.

Intentó deslizarse fuera del comedor sin llamar la atención, pero antes de que pudiera alcanzar la salida, una voz firme lo detuvo.

—Hotaka, ¿a dónde vas? —Daichi lo miraba con una leve expresión de confusión. Su tono no era autoritario, pero sí lo suficientemente firme como para que cualquiera sintiera la necesidad de responderle.

Hotaka se giró lentamente, sintiendo la mirada de los demás sobre él. Con rapidez, escribió en su libreta y la levantó para que el capitán pudiera leer.

—"Es que necesito ir al baño".

Daichi lo observó por un momento, escaneando su rostro con esa mirada analítica y responsable que siempre tenía como capitán. No parecía sospechar nada, simplemente asintió, relajando un poco los hombros.

—Oh, bueno, está bie—

Pero antes de que pudiera terminar la frase, Hotaka ya se había girado y salido del comedor.

Daichi parpadeó, siguiéndolo con la mirada. Algo en la forma en que se había ido no le terminaba de convencer.

—¿Le pasó algo? —preguntó Sugawara en voz baja, girándose hacia él.

Daichi frunció el ceño levemente, sin apartar la vista de la puerta por donde Hotaka había desaparecido.

—No lo sé... —respondió en un murmullo.

Takeda-sensei observó la escena en silencio, con sus manos entrelazadas sobre la mesa. Había visto cómo Hotaka se levantaba de repente, la breve interacción con Daichi y la forma en que había salido del comedor sin mirar atrás.

No dijo nada en ese momento, pero en su mente, tomó nota. Sabía que Hotaka tenía ansiedad social, y aunque había progresado mucho desde que se unió al equipo, aún había momentos en los que parecía necesitar espacio.

"Debo vigilarlo más de cerca", pensó para sí mismo. No quería presionarlo, pero tampoco podía ignorar si algo le estaba afectando.

Con un suspiro leve, ajustó sus gafas y miró de reojo a Ukai, quien seguía comiendo sin haberse dado cuenta de lo ocurrido. Takeda decidió no mencionarlo por ahora.

"Solo espero que esté bien", pensó, y continuó con su comida, manteniendo la vista en la puerta por la que Hotaka había salido.



Hotaka caminó con pasos apresurados, sintiendo que su pecho se oprimía más con cada segundo. El comedor y las voces de sus compañeros quedaron atrás, pero el peso en su pecho no desaparecía.

Apenas dobló una esquina y estuvo fuera de la vista de todos, las lágrimas comenzaron a caer. Al principio, solo fueron unas pocas, calientes y silenciosas, pero pronto su visión se nubló y un nudo en su garganta le impedía respirar con normalidad.

No se detuvo. No podía.

Siguió caminando, sintiendo que sus piernas temblaban, hasta que finalmente alcanzó la puerta del baño. Con manos temblorosas la abrió, entró y la cerró detrás de sí.

El eco del cerrojo resonó en el espacio vacío.

Hotaka se dejó caer lentamente contra la pared, apoyando la cabeza contra sus rodillas mientras los sollozos escapaban de su pecho. Intentó controlarse, pero su cuerpo no le respondía.

Las imágenes volvieron.

La calle.
La sangre.
El hospital.

Su estómago se revolvió y apretó con fuerza el uniforme de Karasuno, aferrándose al tejido como si pudiera anclarlo a la realidad.

"Es mi culpa... Todo es mi culpa."

Los pensamientos se repetían en su cabeza, crueles e implacables, mientras el llanto seguía escapando de sus labios en pequeños sollozos ahogados.

El teléfono tembló ligeramente en las manos de Hotaka mientras intentaba desbloquearlo con dedos torpes. Sus lágrimas caían sobre la pantalla, difuminando los números mientras trataba de marcar.

Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, el tono de llamada sonó en su oído.

Una vez.
Dos veces.
Tres veces.

—¿Hola...? —La voz de Nishida resonó al otro lado de la línea, con su tono usualmente calmado pero ahora teñido con un leve rastro de curiosidad.

Hotaka abrió la boca para responder, pero ningún sonido salió. Sus labios temblaron, su garganta se cerró y, en su lugar, solo se escuchó un débil sollozo ahogado.

—¿Amao? —preguntó Nishida, su tono ahora más alerta.

El albino apretó el teléfono contra su oído, sus lágrimas cayendo más rápido. Su respiración temblorosa llenó el silencio, y entonces, en ese instante, Nishida entendió.

El sonido de la silla arrastrándose en la oficina del mayor se escuchó claramente al otro lado de la línea.

—Dime dónde estás. —La voz de Nishida fue firme, pero sin rastro de impaciencia. Era un tono que no admitía excusas, pero tampoco presionaba.

Hotaka intentó tragar el nudo en su garganta, pero solo logró soltar otro sollozo entrecortado.

—Está bien, respira, Amao. No tienes que hablar, solo dime si estás solo.

El albino asintió haciendo un ruidito, olvidando por un segundo que el otro no podía verlo.

—...De acuerdo. No cuelgues, ¿sí? No voy a ir a ningún lado.

—Amao, ¿puedes intentar decirme qué pasó? —preguntó, su tono ahora más suave, sacando a relucir su faceta de psicólogo. Pero el albino no respondió. Solo más respiraciones temblorosas, más intentos fallidos de contener el llanto.

Nishida chasqueó la lengua, sintiendo un malestar en el pecho.

—Joder... Sabía que no debías... —murmuró, apretando el puente de su nariz. Luego, con decisión, añadió—: Voy a llamar a tus padres. Luego iré por ti y—

—No...

Fue un susurro. Apenas un murmullo.

Pero Nishida se quedó helado.

Desde el otro lado de la línea, sus ojos se abrieron con sorpresa, y su agarre sobre el teléfono se tensó. No había escuchado la voz de Amao en años.

—De acuerdo —respondió con calma, tragándose su sorpresa—. Entonces dime con calma qué pasó. Y si te cuesta, escríbelo en el chat.

Hubo un silencio, largo y pesado, pero Nishida esperó pacientemente. Finalmente, su teléfono vibró con una nueva notificación.

Abrió el mensaje y comenzó a leer.

"Es solo que uno de mis compañeros, Suga-san, se parece tanto a Daisuke... Es cálido y amable como él. Y yo recordé el accidente. Recordé cómo por mi culpa él quedó así. Odio sentirme así. Odio que por cualquier cosa me ponga a llorar y sienta que se me aprieta el pecho. Odio no poder mirar a Daisuke a los ojos. Yo... ¿Cuándo dejaré de estar enfermo?"

Nishida leyó el mensaje en la pantalla con el ceño fruncido. Sus ojos recorrieron cada palabra con lentitud, asegurándose de no malinterpretar nada. Soltó un suspiro pesado, pasándose una mano por el cabello verde antes de apoyar los codos en su escritorio.

—Amao... —dijo en voz baja, pero no recibió respuesta inmediata. Solo el sonido entrecortado de la respiración del chico al otro lado de la línea.

Apretó los labios. Hacía mucho que no escuchaba la voz de Amao, pero eso no era lo importante ahora. El chico estaba en crisis. Y lo que más le dolió leer fue esa última frase: ¿Cuándo dejaré de estar enfermo?

—No estás enfermo, Amao. —Su tono era firme, sin dejar espacio para dudas—. Lo que sientes no es una enfermedad, es dolor. Y el dolor no desaparece solo porque queramos que lo haga.

Esperó, dándole tiempo al albino de procesar sus palabras. Nishida escuchó un leve sollozo ahogado al otro lado de la llamada, pero Hotaka no colgó. Eso era bueno.

—Sé que es difícil. Que duele cada vez que recuerdas lo que pasó. Pero quiero que entiendas algo muy importante: no fue tu culpa.

El silencio en la línea fue ensordecedor. Nishida sabía que Hotaka no le creería tan fácilmente, pero no dejaría de repetirlo hasta que el chico pudiera aceptar la verdad.

—Daisuke no te culpa, Amao. Nadie que realmente te quiera lo haría. —Hizo una breve pausa antes de continuar—. Y no tienes que forzarte a dejar de sentir. Llorar, que se te apriete el pecho, recordar... todo eso es parte de sanar. No significa que estés roto.

Hotaka soltó un suspiro tembloroso, y Nishida pudo imaginarlo abrazando sus propias rodillas en un rincón del baño, con el rostro hundido entre ellas.

Se acomodó en su asiento, inclinándose un poco hacia adelante.

—Voy a quedarme en la línea todo el tiempo que necesites. No estás solo, ¿de acuerdo?

Al otro lado de la llamada, hubo un largo silencio, hasta que finalmente escuchó un leve hmm, apenas un sonido.

Pero suficiente para que Nishida supiera que Hotaka aún lo estaba escuchando.

Era un pequeño paso.

Pero un paso al fin y al cabo.

Nishida mantuvo la mirada fija en su escritorio, aunque su mente estaba completamente enfocada en la llamada. Sabía que Hotaka estaba del otro lado, intentando contener el llanto, luchando con el torbellino de emociones que lo abrumaban.

Decidió hablar con suavidad, sin apurar las cosas.

—¿Te acuerdas qué te decía cuando te sentías mal? —preguntó con calma.

Del otro lado, escuchó un leve suspiro.

—Tu no eres tu diagnóstico —continuó Nishida con firmeza—. Tú no estás enfermo. Solo eres más sensible a una sociedad enloquecida.

El silencio que siguió no lo preocupó. Sabía que Hotaka estaba asimilando sus palabras. Era algo que le había repetido muchas veces, pero que el chico siempre tenía dificultades para creer.

Finalmente, el teléfono vibró con un nuevo mensaje.

"Solo deseo ser una persona normal."

Nishida exhaló despacio, sintiendo un peso en el pecho.

Apretó el teléfono con más fuerza, pensando en lo injusto que era que alguien como Hotaka tuviera que cargar con tantos pensamientos dolorosos.

—Eres normal, Amao.—dijo con suavidad—. La gente no es una cosa única y definida. No hay un solo tipo de "normal". Y tú... tú eres una persona increíble, con todas tus emociones, con tu manera de ver el mundo.

Esperó un momento, dándole tiempo al albino de procesar sus palabras.

—No hay nada malo en ti. Nunca lo hubo.

Y aunque no hubo respuesta inmediata, Nishida podía imaginar a Hotaka respirando un poco más tranquilo.

—Mira, ¿qué tal si hacemos esto? —le propuso—. Si estos días intentas relacionarte más con tus compañeros, esforzarte un poco, relajarte y dejar tus preocupaciones... te llevaré a nuestro local favorito de ramen. Podrás pedir lo que quieras.

Esperó unos segundos y luego añadió:

—Con extra de gyozas como acompañamiento, como te gusta.

El suspiro de Hotaka fue más pausado esta vez. Nishida supo que estaba logrando calmarlo. Entonces, un nuevo mensaje apareció en la pantalla.

"¿Y podemos luego comer hotcakes con mucha Nutella?"

El psicólogo dejó escapar una risa leve, más relajado ahora.

—Por supuesto —respondió con cariño—. Hotcakes con toda la Nutella que quieras.

Se hizo un silencio al otro lado, pero Nishida podía imaginar a Hotaka respirando más tranquilo.

—Entonces, tenemos un trato, ¿verdad? —insistió con suavidad—. Te esfuerzas en disfrutar este campamento, intentas relajarte, y cuando regreses, te invito a ramen y hotcakes.

Pasaron unos segundos antes de que la respuesta llegara.

"Trato hecho."

Nishida dejó escapar un suspiro de alivio y sonrió con ternura.

—Bien, entonces ve a lavarte la cara y regresa con los demás —dijo en su tono habitual—. Y Amao... si te sientes mal otra vez, llámame, ¿de acuerdo?

Hotaka no sonreía, pero sus ojos tenían un brillo distinto, uno más sereno. Estaba más tranquilo y escribió rápido.

"Me gusta saber que siempre puedo contar contigo, Nishida-san."

Nishida leyó el mensaje en su pantalla y sintió cómo una leve calidez se asentaba en su pecho. Exhaló con suavidad y apoyó la cabeza contra el respaldo de su silla, aliviado.

—Siempre podrás contar conmigo, Amao. —murmuró, aunque sabía que el albino no podía escucharlo. Luego, con un gesto casi instintivo, escribió su respuesta en el chat.

"Siempre estaré aquí para ti."

Luego de que ambos se despidieran Nishida dejó el teléfono sobre su escritorio y apoyó la espalda en la silla, mirando por un momento la habitación que fue por un tiempo del albino cuando vino a vivir con el.

—Vas bien, Amao... —murmuró para sí mismo—. Vas muy bien.



Hotaka apenas tuvo tiempo de parpadear cuando un par de suaves golpes en la puerta lo sacaron de sus pensamientos.

—¿Hotaka? —La voz de Takeda-sensei sonó con alivio y preocupación a partes iguales.

Antes de que el albino pudiera reaccionar, la puerta se abrió con cautela y el hombre apareció en el umbral, con su expresión amable pero claramente inquieta.

—Ah, me alegra encontrarte aquí. ¿Está todo bien? —preguntó con una sonrisa preocupada—. Me preocupé cuando saliste del comedor y no volviste... y eso fue hace dos horas.

"¿Pasaron dos horas?" pensó Hotaka sorprendido.

Sintió su garganta apretarse, pero rápidamente sacó su libreta y escribió:

—"Oh, lo siento, Takeda-sensei, pero estoy bien..."

Takeda lo observó con atención, sin presionarlo, con esa paciencia que siempre mostraba con los miembros del equipo. Pero Hotaka lo pensó mejor, bajó la mirada y escribió de nuevo.

"En realidad, no. Recordé algo que no me gustó y no quería preocupar a nadie, así que vine al baño a sacar mis frustraciones. Lo siento."

Cuando le mostró la libreta, Takeda leyó en silencio, y luego, con un suspiro, sonrió con gentileza.

—No tienes que disculparte por sentirte así, Hotaka —dijo con voz calmada—. Pero quiero que recuerdes algo muy importante: no estás solo. Todos estamos aquí para apoyarte.

Su tono no era regañón ni invasivo, sino genuinamente comprensivo. Hotaka lo miró fijamente por unos segundos hasta que volvió a escribir.

—"Si, es que no me gusta molestar a la gente con mis problemas... —escribió con algo de vergüenza antes de voltear la libreta para mostrársela a Takeda—. Y no tiene nada que ver con el voleibol, así que no creo que importe mucho".

Takeda leyó las palabras en silencio, luego suspiró y le dedicó una sonrisa comprensiva.

—Entiendo que puedas sentirte así, Hotaka —dijo con suavidad—, pero... ¿sabes qué? Todo lo que te afecta es importante. No importa si no está directamente relacionado con el voleibol o con los entrenamientos. Lo que importa es que tú eres parte del equipo, y un equipo no solo está para apoyarse en la cancha, sino también fuera de ella.

Hotaka parpadeó, un poco sorprendido. No sabía qué responder de inmediato, pero sintió un pequeño calor reconfortante en el pecho.

—"Gracias... —había escrito Hotaka primero, y luego, tras una breve pausa, agregó una nueva pregunta—. Takeda-sensei, ¿qué hace usted cuando recuerda algo malo pero quiere evitar recordar eso para ya no sentirse triste?"

El entrenador parpadeó, como si la pregunta lo hubiera tomado por sorpresa. Luego desvió la mirada hacia el techo, meditando su respuesta mientras cruzaba los brazos.

—Mmm... buena pregunta —dijo con una ligera risa, aunque no de burla, sino de sincera contemplación—. Creo que todos tenemos recuerdos que quisiéramos olvidar, momentos que nos lastiman cuando vuelven a nuestra mente.

Hotaka lo miraba con atención, esperando su respuesta con la libreta aún entre sus manos.

—Cuando me pasa algo así —continuó Takeda con una sonrisa serena—, en lugar de luchar contra el recuerdo o tratar de bloquearlo, intento aceptarlo. Me digo a mí mismo que está bien que eso haya sucedido, que es parte de mi historia. Y luego, en lugar de dejar que me hunda, trato de enfocarme en lo que sí puedo hacer en el presente. Puede ser algo tan simple como respirar profundamente, dar un paseo o hablar con alguien en quien confío.

Se inclinó un poco hacia Hotaka y le dedicó una mirada comprensiva.

—No tienes que enfrentar todo solo, Hotaka. A veces, compartir lo que sentimos con alguien nos ayuda a que el recuerdo duela menos.

El albino bajó la vista a su libreta, sus dedos apretando ligeramente las esquinas de la hoja. Sus pensamientos aún eran un torbellino, pero de alguna manera, las palabras de Takeda-sensei lograban calmarlo un poco.

El mayor le apretó el hombro de manera reconfortante y luego lo soltó y le sonríe suave.

—Bien te dejare para que termines de arreglarte y que vayas a dormir mañana será un largo día.- takeda se iba a ir pero el sonido de amao lo detuvo.

—"Takeda- sensei antes de que se vaya, me puede hacer un favor?"- lo mira nervioso el chico al hombre.

Takeda solo lo mira con una ceja alzada interesado por lo que le va a pedir el menor.



Hinata caminaba de un lado a otro con los brazos en la cabeza, claramente inquieto.

—¡Hotaka desapareció hace un montón! ¡¿Dónde demonios se metió?!

—¿Seguro que buscaron bien...? —preguntó Asahi con el ceño fruncido, su tono preocupado pero aún calmado.

—¡Obvio! —exclamó Nishinoya, golpeándose el pecho—. ¡Revisamos cada rincón!

—Pero no está en las habitaciones, ni en el comedor, ni en la cancha... —añadió Tanaka, rascándose la cabeza con frustración—. Esto es raro.

Kageyama suspiró con fastidio, cruzándose de brazos.

—Tsk. Ese tipo es demasiado silencioso, ¿cómo se supone que lo encontremos si ni siquiera hace ruido cuando camina?

—¡Como un ninja! —exclamó Hinata, con los ojos bien abiertos.

—¡Pero uno deprimido! —añadió Nishinoya dramáticamente.

—Tal vez solo necesitaba un momento a solas... —intentó decir Asahi, pero su propia voz dudosa delataba que tampoco estaba convencido.

—¡Bah, no importa! —dijo Tanaka, chocando sus ambas manos—. ¡No vamos a dejar que un compañero esté solo si está pasando por algo! ¡Sigamos buscando!

Los cinco asintieron con determinación y siguieron recorriendo cada rincón con renovada energía, determinados a encontrar a Hotaka. Aunque mientras lo hacían el pasillo estaba en penumbras, iluminado apenas por la tenue luz de emergencia. El silencio era casi absoluto, roto solo por la respiración agitada de Hinata y el susurro inquietante del viento colándose por las rendijas.

Entonces, lo vieron.

La puerta del baño emitió un leve crujido, y alguien—o algo—intentó abrirla. Los golpecitos fueron suaves, casi como si unas uñas rasgaran la madera. Luego, cesaron por completo.

Hinata tragó saliva con dificultad y se pegó a la espalda de Kageyama.

—Ustedes también lo vieron... ¿verdad? —chilló en un susurro tembloroso.

—No seas idiota, solo debió ser el viento —masculló Kageyama, pero su voz carecía de la confianza de siempre.

Antes de que pudieran convencerse a sí mismos de que todo estaba bien, la puerta se abrió de golpe con un estruendo seco.

El aire se tornó gélido.

Una figura tambaleante emergió de la oscuridad del baño. Era un chico albino, pero su caminar era antinatural, errático, como si algo invisible lo estuviera jalando hacia atrás con cada paso. La luz del baño parpadeó violentamente.

Y entonces, cuando la luz murió por un instante, vieron su rostro.

Negro. Como si una sombra densa y espesa lo hubiera devorado por completo. Lo único que resaltaba eran sus ojos... dos orbes morados brillando con un resplandor espectral en la penumbra.

Se congelaron.

El aire parecía más pesado, como si una presencia invisible los presionara contra el suelo. Nadie se movió, nadie respiró. Hasta que...

—¡U-U-UN F-FANTASMA! —gritaron todos al unísono, el terror paralizándolos por un segundo antes de que sus cuerpos reaccionaran.

En cuestión de milisegundos, la escena explotó en caos. Nishinoya y Tanaka fueron los primeros en salir disparados, casi trepando por las paredes en su desesperación. Hinata, con un grito ahogado, empujó a Kageyama, quien, por el puro reflejo del pánico, lo agarró del brazo y lo arrastró consigo. Asahi iba detrás de ellos, su rostro blanco como el papel.

Alcanzaron la puerta y la cerraron de un portazo tras ellos, bloqueándola con sus propios cuerpos mientras jadeaban sin aliento.

Los gritos se alejaron por el pasillo, resonando en la noche, mientras dentro del baño...

El chico albino seguía de pie, en completo silencio.



La puerta de la habitación se abrió de golpe y cinco figuras irrumpieron como una estampida descontrolada. Hinata, Kageyama, Tanaka, Nishinoya y Asahi entraron a los tropezones, cerrando la puerta con tanta fuerza que las paredes temblaron.

Todos en la habitación giraron la cabeza al mismo tiempo, parpadeando con desconcierto.

—¿Qué rayos les pasa? —preguntó Tsukishima con su característico tono aburrido, ajustándose los audífonos.

—Se ven como si hubieran visto un muerto... —comentó Yamaguchi con una risa nerviosa.

—¡HABÍA UN FANTASMA EN EL BAÑO! —gritaron Hinata, Tanaka y Nishinoya al mismo tiempo, aún sin aliento.

Hubo un breve silencio. Sugawara parpadeó un par de veces, sin saber si reírse o preocuparse. Daichi frunció el ceño.

—¿Qué? —preguntó el capitán con incredulidad.

—¡ES EN SERIO, DAICHI! —chilló Nishinoya, sacudiendo a su capitán por los hombros con fuerza exagerada.

—¡ERA ALTO Y TENÍA LOS OJOS BRILLANTES! —gritó Tanaka, moviendo los brazos frenéticamente.

—¡SU CARA ERA NEGRA, COMPLETAMENTE NEGRA! —soltó Hinata, temblando mientras se escondía detrás de Kageyama.

—¡DEJEN DE APOYARSE EN MÍ, IDIOTAS! —gruñó Kageyama, aunque su rostro estaba más pálido de lo normal.

—¿Tal vez era solo alguien con la luz apagada? —intentó razonar Ennoshita, aunque en su tono se notaba que tampoco estaba tan seguro.

—¡NO! ¡ESO NO ERA HUMANO! —insistió Nishinoya, completamente alterado.

—¿No será que simplemente imaginaron cosas? —preguntó Yamaguchi, mirando con nerviosismo la puerta.

—¡ESTÁN EN SHOCK! —gritó Sugawara dramáticamente, sosteniéndose la cabeza como si la situación fuera una emergencia de vida o muerte.

—¿Entonces qué? ¿Nos quedaremos sin ir al baño por el resto de la noche? —dijo Tsukishima con una ceja arqueada, claramente disfrutando ver a los demás en pánico.

—¡TSUKISHIMA, ESTO ES GRAVE! —protestó Hinata con desesperación.

—Pft... —un sonido bajo se escapó de Tsukishima, pero nadie le prestó atención porque, en ese momento, la puerta de la habitación emitió un crujido.

Todos se quedaron en silencio.

Un golpe sordo resonó al otro lado.

Hinata soltó un pequeño chillido.

—No... puede ser... —murmuró Asahi con la voz entrecortada.

Otro golpe.

Luego, la perilla comenzó a girar lentamente.

Los ojos de todos se abrieron como platos.

—¡AAAAAAAAAAAH! —gritaron todos al unísono, apilándose unos sobre otros mientras Daichi, con un temblor en la voz, intentaba mantener la compostura.

La puerta se abrió...

La figura se movió lentamente, avanzando hacia ellos en la oscuridad. Solo cuando las luces parpadearon y finalmente se encendieron, la verdadera identidad del "fantasma" quedó al descubierto.

Era Hotaka.

Con una mascarilla negra en el rostro.

El equipo entero parpadeó.

—¿H-Hotaka...? —Hinata se acercó lentamente, todavía con desconfianza.

El albino inclinó la cabeza y levantó su libreta, donde había escrito con su caligrafía pulcra:

—"Hola, ¿qué están haciendo? ¿Por qué hay tantos gritos?"

El silencio en la habitación se hizo más denso. Todos intercambiaron miradas.

—Espera... entonces... ¿tú eras el fantasma? —murmuró Asahi, todavía recuperando el aliento.

—...¿Qué llevas en la cara? —preguntó Hinata con los ojos bien abiertos.

Hotaka pestañeó y luego rápidamente escribió en su libreta:

—"Oh, estaba haciendo mi rutina de skincare. Me gusta cuidarme la piel, aparte de que la tengo delicada. Le pedí a takeda-sensei que me las trajera"

Tanaka, Nishinoya, Hinata y Kageyama se miraron entre sí, luego de nuevo a Hotaka.

—¿...Rutina de qué? —preguntó Nishinoya, frunciendo el ceño.

En lugar de responder, el albino sacó una pequeña bolsita de su bolsillo y la abrió, revelando varias mascarillas negras idénticas a la que llevaba puesta. Con una expresión serena, escribió algo más y mostró la libreta:

—"¿Quieren una?"

El silencio fue interrumpido por un sonido seco.

Había sido el golpe de Tanaka y Nishinoya cayendo de espaldas al suelo por la impresión.

Daichi suspiró profundamente, llevándose una mano a las sienes mientras cerraba los ojos con evidente frustración. Todo el equipo sintió un escalofrío recorrerles la espalda. Esa postura solo significaba una cosa.

El capitán estaba molesto.

—Bien... —dijo con voz calmada, pero con un tono que hacía que nadie quisiera interrumpirlo—. Déjenme ver si entendí.

El silencio en la habitación era sepulcral.

—Desaparecen de la habitación en medio de la noche, se ponen a gritar como locos en los pasillos, despiertan a medio equipo y, para rematar, casi le da un infarto a Asahi porque pensaron que Hotaka era un fantasma...

—¡P-Pero parecía un fantasma de verdad! —intentó excusarse Tanaka, alzando las manos.

—¡Sí, tenía la cara completamente negra y la luz parpadeaba! —agregó Nishinoya con desesperación.

—¿Y qué se supone que deberíamos haber pensado? —protestó Hinata.

—Podrían haber usado sus cabezas por una vez en sus vidas. —Daichi los fulminó con la mirada, cruzándose de brazos.

Hinata, Nishinoya y Tanaka se encogieron como niños pequeños que sabían que estaban a punto de recibir una reprimenda.

—¿Saben el escándalo que hicieron? ¡Si alguien del hotel se queja, la culpa será nuestra! —continuó Daichi, su paciencia agotándose—. ¡Y todo porque no se les ocurrió que Hotaka estaba usando una mascarilla facial!

Kageyama, quien había estado en silencio todo el tiempo, apartó la mirada con el ceño fruncido.

—Aún así... se veía raro...

—¡Tú tampoco tienes excusa, Kageyama! —bramó Daichi, y el armador se estremeció.

Hotaka, quien había estado observando la escena con su libreta en las manos, se sintió un poco culpable por todo el malentendido. Pensó en escribir algo, pero antes de que pudiera hacerlo, Sugawara intervino con una sonrisa.

—Bueno, al menos ahora saben que Hotaka se cuida la piel. —Se acercó y tomó una de las mascarillas negras de la bolsita del albino—. Si esto ayuda a mantener un cutis sano, creo que también lo intentaré.

—¡¿Suga-san también?! —exclamaron Nishinoya y Tanaka al mismo tiempo, como si fuera una traición.

—Deberían aprender de Hotaka en lugar de hacer tanto escándalo. —Daichi suspiró de nuevo y luego miró a Hinata, Kageyama, Tanaka y Nishinoya con severidad—. Mañana tendrán que levantarse más temprano para correr un poco como castigo.

Los cuatro palidecieron.

—¡Eso es crueldad! —se quejó Nishinoya.

—¡Nos van a matar! —añadió Tanaka.

—Eso les pasa por gritar como lunáticos. —Asahi suspiró, sacudiendo la cabeza.

Mientras tanto, Hotaka miraba a todos con su habitual expresión tranquila, pero en sus ojos se reflejaba una ligera diversión, relejándose un poco.

Cuando el caos finalmente se calmó y el equipo comenzó a acostarse para dormir, un silencio tranquilo se instaló en la habitación. El sonido de las mantas arrugándose y los suspiros de cansancio llenaban el aire.

Hotaka, ya acostado en su futón, se acomodó de lado, observando la tenue luz de la luna filtrándose por la ventana. Se sentía más tranquilo ahora, aunque el peso de las emociones del día aún permanecía en su pecho.

Fue entonces cuando una voz baja, pero firme, lo sacó de sus pensamientos.

—Hotaka, ¿todo está bien?

El albino parpadeó y giró ligeramente la cabeza. A unos pasos de él, Daichi lo miraba con una expresión seria, pero en sus ojos se notaba una preocupación genuina. No era solo el capitán estricto que todos conocían; en ese momento, era simplemente Sawamura Daichi, alguien que se preocupaba sinceramente por su equipo.

Hotaka se quedó en silencio por un segundo, pero luego asintió lentamente antes de tomar su libreta y escribir con calma.

—"Estaba un poco mal, pero ahora estoy mejor. No fue nada grave. Lo siento por preocuparte, Daichi-san."

Le mostró la libreta al mayor, quien leyó con atención. Daichi no respondió de inmediato, simplemente observó el rostro de Hotaka con esa mirada analítica que usaba cuando intentaba asegurarse de que alguien realmente estaba bien.

Finalmente, suspiró con suavidad.

—Si alguna vez necesitas hablar con alguien, estamos aquí, ¿sabes? —dijo con tono tranquilo, sin la autoridad de capitán, sino con la calidez de un amigo.

Hotaka parpadeó sorprendido, pero luego asintió despacio, guardando su libreta contra su pecho.

—Descansa, Hotaka.

Con esas palabras, Daichi se retiró a su futón, dejando que el silencio volviera a llenar la habitación. Hotaka observó el techo por unos momentos antes de suspirar, aun tenia demasiado por delante.

Mientras la habitación se sumía en el silencio y todos se acomodaban en sus futones, Sugawara permanecía despierto, con la mirada fija en Hotaka.

Desde la cena, algo dentro de él le decía que no había sido una simple indisposición. Hotaka había salido del comedor abruptamente, y aunque aseguraba estar mejor, Sugawara no podía evitar preguntarse si su amabilidad había sido lo que desencadenó algo en él.

Su mirada suave pero analítica no dejaba de posarse en el albino, observando cada pequeño movimiento. Hotaka pareció notarlo, porque después de unos segundos, giró el rostro en su dirección, sus ojos morados encontrándose con los de Sugawara.

El segundo armador sintió un ligero nudo en el estómago cuando vio la forma en que Hotaka bajaba la mirada casi de inmediato, esquivando el contacto visual. Sin decir nada, el chico se dio la vuelta, dándole la espalda a todos, acurrucándose en su futón como si quisiera desaparecer.

Sugawara mordió levemente su labio, sintiendo una punzada de culpa atravesarlo. No sabía exactamente qué había hecho, pero si su sola presencia había afectado a Hotaka de esa manera...

Apretó los puños contra las sábanas, conteniendo las ganas de acercarse y preguntar, de decirle que, si había hecho algo para lastimarlo, lo sentía. Pero en su interior, sabía que no debía forzarlo.

Así que, por ahora, simplemente suspiró, desviando la mirada hacia el techo.

"La próxima vez, intentaré ser más cuidadoso."

Con ese pensamiento en mente, cerró los ojos, aunque la inquietud seguía latiendo en su pecho.



Al siguiente dia ,el sol de la tarde se filtraba entre las hojas de los árboles mientras el equipo de Karasuno corría en fila por el camino de tierra. El sonido de las pisadas resonaba con el ritmo sincronizado de la mayoría, aunque había un pequeño detalle que rompía esa armonía.

Hinata y Kageyama jadeaban con intensidad, corriendo codo a codo, pero con la mirada fija en la silueta albina que iba varios metros delante de ellos.

—Ese tipo... —murmuró Hinata entre dientes, con una gota de sudor resbalando por su sien.

—Tsk... No puede ser más rápido que nosotros. —gruñó Kageyama, endureciendo la expresión.

Desde que había comenzado la carrera, ambos habían notado cómo Hotaka los adelantaba sin aparente esfuerzo. Lo peor de todo es que el albino ni siquiera parecía estar compitiendo con ellos, solo mantenía su ritmo habitual, completamente ajeno a la batalla silenciosa que se había formado detrás de él.

Hinata apretó los dientes y aceleró el paso.

—No me voy a dejar ganar.

—No es una competencia, idiota. —resopló Kageyama, aunque él mismo ya había incrementado la velocidad.

Hinata le lanzó una mirada desafiante.

—¡Claro que sí! No podemos dejar que nos gane alguien que ni siquiera está compitiendo.

Ambos avanzaron con más fuerza, sintiendo el ardor en sus piernas por el esfuerzo extra. Pero, por más que se esforzaran, Hotaka seguía manteniendo su distancia, su expresión serena como si ni siquiera notara la carrera secreta que se libraba a su espalda.

Hinata chasqueó la lengua y miró a Kageyama.

—¡Hey, Kageyama! Si usamos el paso corto que hacemos en los ataques rápidos, ¡tal vez podamos alcanzarlo!

—Eso solo sirve para saltar, no para correr, idiota. —bufó Kageyama, pero aún así, inconscientemente, intentó aumentar el ritmo.

Sin embargo, justo cuando creían estar ganando terreno, Hotaka dobló una esquina y desapareció de su vista, dejando tras de sí una estela de polvo y hojas.

Hinata se detuvo en seco con la boca abierta, mientras Kageyama apretaba los puños, frustrado.

—¡¿DÓNDE SE FUE?! —gritó Hinata, con los ojos muy abiertos.

—Ese tipo... ¡Ni siquiera estaba compitiendo y aun así nos hizo quedar como tontos! —masculló Kageyama, con una vena marcándose en su sien.

Ambos se quedaron parados, respirando con dificultad, mientras el resto del equipo pasaba trotando a su lado sin entender qué estaban haciendo.

—Vamos, sigan corriendo. —les espetó Daichi con un suspiro, sin ganas de preguntar qué clase de batalla sin sentido acababan de librar.

Hinata y Kageyama se miraron el uno al otro y, sin decir nada más, retomaron la carrera. Pero en su interior, ambos lo sabían:

"La próxima vez, definitivamente lo venceremos"



El sonido de las pisadas resonaba sobre el pavimento cuando el equipo de Karasuno se detuvo en seco, observando con incredulidad cómo Hinata desaparecía a toda velocidad entre las calles.

—¡Hinata! —gritaron los de tercer año al unísono, pero su voz no fue suficiente para alcanzarlo.

Tanaka se llevó una mano a la cabeza, exasperado.

—¡Ese enano tiene que aprender a mirar por dónde va!

—¿Cómo demonios terminó corriendo en la dirección contraria? —murmuró Asahi, masajeándose el puente de la nariz.

Daichi suspiró profundamente, frotándose las sienes en un intento de contener la creciente migraña que el equipo le provocaba. Mientras tanto, Hotaka, que había frenado junto a ellos, sacó su libreta más pequeña y escribió con rapidez antes de mostrarla con su típica expresión neutra:

—"¿Quieren que lo vaya a buscar?"

Daichi lo miró unos segundos y asintió con resignación.

—Bueno, como tú eres más rápido, seguro lo alcanzas antes de que haga alguna tontería.

Hotaka inclinó ligeramente la cabeza y estaba a punto de correr cuando una voz lo detuvo.

—Hotaka, voy contigo.

El albino se giró con curiosidad, encontrándose con la sonrisa amable de Sugawara.

—Prefiero que no nos arriesguemos a perder a otro de primer año. —bromeó el vicecapitán con un tono ligero, pero con esa mirada perspicaz que siempre parecía notar más de lo que decía.

Hotaka lo observó en silencio por un momento y luego asintió, soltando un leve sonidito que, aunque apenas audible, fue suficiente para que Sugawara sonriera con más calidez.

—Bien, vamos antes de que Hinata termine en otro país.

Sin perder más tiempo, ambos comenzaron a correr en la dirección en la que el pequeño pelinaranja había desaparecido, dejando atrás a un grupo de jugadores que solo podían rezar porque Hinata no causara un desastre mayor antes de ser encontrado.






El sonido rítmico de sus pasos resonaba en la calle vacía mientras trotaban en busca de Hinata. Aunque no había palabras entre ellos, el silencio resultaba ligeramente incómodo. Sugawara miraba de reojo a Hotaka, notando cómo el albino mantenía la vista fija al frente, evitando cualquier contacto visual.

Finalmente, el vicecapitán decidió romper el silencio, su voz suave pero cargada de preocupación.

—Hotaka, has estado muy raro... No me has mirado en todo este rato y ayer pude notar que te pusiste mal después de que te hablé. —Su tono se volvió un poco más culpable—. ¿Hice algo que te ofendiera o te pusiera mal?

La pregunta tomó por sorpresa a Hotaka, quien tropezó torpemente con el pavimento. Casi habría terminado en el suelo de no ser porque Sugawara reaccionó al instante, sujetándolo del brazo con firmeza.

—¡Oye, cuidado! ¿Estás bien? —preguntó con preocupación genuina.

Hotaka asintió rápidamente, un poco avergonzado. Se quedó quieto por un momento, jugando nerviosamente con sus propios dedos antes de sacar su libreta. Sus manos parecían dudar en escribir, pero al final, dejó que las palabras fluyeran en la hoja.

—"No tiene nada que ver contigo, Suga-san. Es solo que me recordaste a mi hermano y... bueno, no tengo una gran relación con él por temas personales. Pero lo siento si te hice sentir que era tu culpa."

Sugawara leyó las palabras con atención, sintiendo un peso invisible en el aire entre ellos. Sin embargo, antes de que pudiera responder, Hotaka continuó escribiendo con un poco más de lentitud.

—"Es que tú eres... cálido."

Apenas terminó de mostrar la libreta, el albino se dio la vuelta con las mejillas visiblemente sonrojadas, como si el simple acto de admitirlo fuera demasiado para él.

Sugawara lo observó en silencio por unos segundos antes de soltar una leve risa, una de esas risas suaves y llenas de ternura que solía regalar a sus compañeros cuando quería tranquilizarlos.

—Ya veo... —musitó con una sonrisa amable—. Entonces, ¿puedo tomarlo como un cumplido?

El menor no respondió, pero su manera de esconder su rostro detras de la libreta lo decía todo.

Aunque luego se centro las palabras de Hotaka referidas a su hermano mayor, su expresión suavizándose poco a poco. Al ver la mención de su hermano y la complicada relación entre ellos, sus ojos reflejaron una mezcla de comprensión y preocupación.

No dijo nada de inmediato, solo se quedó observando al albino con esa paciencia característica suya, como si tratara de entenderlo más allá de las palabras escritas en la libreta.

—Ya veo... —murmuró en voz baja, su tono tranquilo pero cargado de emociones.

No insistió en preguntar más sobre el tema. No era el tipo de persona que presionaba cuando alguien no estaba listo para hablar, pero tampoco quería que Hotaka sintiera que debía guardárselo todo para sí mismo.

—Debe ser difícil... —añadió con un tono suave, mirándolo con una leve sonrisa que transmitía calidez genuina—. No tienes que contarme nada si no quieres, pero... si alguna vez necesitas hablar o simplemente distraerte un poco, yo estaré aquí.

—De todas formas, no tienes que cargar con todo solo, ¿sí? —agregó con suavidad—. Aunque no pueda hacer mucho, al menos puedo escucharte.

"Es mas fácil decirlo que hacerlo" piensa amao sabiendo que ya varias personas ya le han dicho lo mismo. Escribe una respuesta devuelta.

—Esta bien suga-san de todos modos usted también tiene sus problemas verdad?

Sugawara leyó la respuesta de Hotaka y parpadeó, sorprendido por la pregunta inesperada. Sus problemas... No era algo de lo que hablara con frecuencia. Después de todo, él era el senpai responsable, el que siempre tenía que mantener la calma y darles seguridad a los demás.

Dejó escapar una pequeña risa, pero no de burla, sino más bien de resignación. Miró al frente mientras seguían trotando, sintiendo el viento fresco en su rostro.

—Bueno, supongo que sí —admitió con una sonrisa ladeada—. Aunque no soy alguien que se queje mucho, todos tenemos algo con lo que lidiar, ¿no?

Hizo una pausa, pensativo.

—Ser de tercero significa que tengo que estar al pendiente de los demás, cuidar que no se metan en problemas y asegurarme de que el equipo esté bien... pero a veces, aunque intente hacer lo mejor posible, las cosas no salen como quiero.

Suspiró, pero su expresión no perdió su calidez habitual. Luego giró la cabeza hacia Hotaka con una sonrisa suave.

—Pero está bien. No siempre podemos hacer algo para cambiar lo que nos preocupa, pero creo que tener a alguien con quien hablarlo ayuda un poco.

Se rió un poco antes de añadir con un tono juguetón:

—¿Me estás ofreciendo escuchar mis problemas, Hotaka? Qué considerado.

El albino se sonrojó un poco y apartó la mirada, volviendo a escribir apresuradamente en su libreta. Sugawara se quedó mirándolo con diversión, esperando su respuesta con curiosidad.

Hotaka se mordió el labio y levantó la vista y miró a Sugawara con una expresión tierna y tímida. Después de dudar unos segundos, escribió en su libreta y la giró hacia él.

—Bueno, no sé mucho de esto, pero usted también es increíble como armador. —Sugawara parpadeó sorprendido, leyendo con atención mientras Hotaka continuaba escribiendo—. Es cierto que Kageyama tiene habilidades innatas, pero usted tiene algo que él no tiene: hace que los demás miembros del equipo confíen en usted en los momentos difíciles. Usted los hace sentir bien, relajados, como si no tuvieran que preocuparse demasiado... usted es como... el héroe del equipo.

Sugawara sintió que su paso se desaceleraba por un instante al escuchar las palabras de Hotaka. Se quedó mirándolo con los ojos ligeramente abiertos, sorprendido. No porque no hubiera escuchado elogios antes, sino porque las palabras del albino sonaban genuinas, como si realmente creyera en lo que decía.

Soltó una pequeña risa, llevándose una mano a la nuca con cierta timidez.

—¿El héroe del equipo? Eso suena un poco exagerado, ¿no crees? —dijo con una sonrisa, pero en su tono había un matiz de emoción contenida.

Sin embargo, Hotaka negó suavemente con la cabeza, su mirada aún fija en él, sincera y sin rastro de duda. Sugawara sintió un ligero calor en el pecho. No siempre había sido fácil estar en su posición, sobre todo cuando veía a Kageyama sobresalir como armador, pero escuchar eso de un kouhai...

—Gracias, Hotaka —dijo con una sonrisa más suave y genuina—. En serio.

Le revolvió el cabello con cariño antes de acelerar un poco el paso.

—¡Pero ahora que me llamaste héroe, no puedo quedarme atrás! Vamos, tenemos que encontrar a Hinata antes de que termine perdido en otra ciudad.

Hotaka parpadeó un par de veces, sorprendido, antes de asentir y apresurar el paso para seguirlo. Sugawara no lo veía, pero el albino tenía una pequeña sonrisa tímida en los labios.

Amao escuchó la inconfundible voz de Hinata a la vuelta de la esquina y, sin pensarlo dos veces, apresuró el paso, dejando atrás a Sugawara. Su mirada se fijó rápidamente en el pelinaranja, quien parecía despedirse de dos chicos desconocidos.

Uno de ellos tenía el cabello rubio y despeinado, con una textura que le recordó a un pudin, mientras que el otro tenía el cabello negro y una postura más reservada. Hotaka los observó con atención, sus ojos entrecerrándose con una ligera confusión. ¿Dónde los había visto antes?

Sin embargo, antes de que pudiera procesarlo más, Sugawara llegó detrás de él y su voz llamó la atención de ambos.

—¡Hinata, cielos, te hemos estado buscando! —Su tono era el de una madre regañona, con una mezcla perfecta de alivio y exasperación.

Hinata se giró bruscamente, con una risa nerviosa y una mano en la nuca.

—¡Lo siento! Estaba corriendo a toda velocidad y me perdí...

Sugawara suspiró pesadamente, cruzando los brazos.

—¿Cuántas veces te hemos dicho que mires por dónde vas? ¡Y además te fuiste corriendo sin escuchar a nadie!

—¡Pero es que estaba en medio de una competencia! —se defendió Hinata con un puchero—. Y luego aparecieron ese chico kenma y luego el otro y... ¡Ah! Pero ya se fueron.

Mientras tanto, Hotaka seguía mirando a lo lejos, con la sensación persistente de que aquellos dos chicos no eran completos desconocidos. Algo en ellos le resultaba extrañamente familiar.

Sugawara suspiró con cansancio, pero su expresión pronto se suavizó con una sonrisa. Observó a Hinata, con su energía inagotable, y a Hotaka, aún sumido en sus pensamientos, y no pudo evitar reír entre dientes.

—Bien, vamos antes de que Daichi se moleste más —dijo con su tono habitual de hermano mayor antes de darles un leve golpecito en la cabeza a ambos.

Hinata hizo una mueca y se llevó las manos a la cabeza, pero su molestia duró poco.

—¡Ahh, eso dolió, Suga-san! —protestó con su típico tono quejumbroso, aunque en cuanto Sugawara lo miró con una ceja alzada, sonrió con torpeza—. ¡Jaja, está bien, está bien, vamos antes de que Daichi nos mate!

Hotaka, por su parte, simplemente asintió sin decir nada, caminando al lado de ellos con su expresión calmada de siempre. Sin embargo, su mente seguía atrapada en los chicos que había visto. Algo en ellos despertaba un recuerdo lejano, especialmente en el de cabello rubio...

"Kenma... interesante."

El nombre apareció en su mente sin que supiera exactamente por qué. Pero de algo estaba seguro: ese no sería el último encuentro.




♡ ━━¡He vuelto! Con otro capítulo de outside donde ahora intente sacar otro seguido entre comillas ya que me voy de vacaciones por dos semanas y realmente quería escribir del partido de Nekoma pero no me alcanzaba el tiempo , pero espero que les haya gustado aunque también merezco mi descanso .

♡ ━━, disculpen si quedo muy feo pero hice lo mejor que pude.

♡ ━━Además no quería que de inmediato hotaka entre a jugar con el Nekoma ya que quería explorar las relaciones de hotaka con el equipo y además conocimos parte de su familia y cómo es con esta ¿que opinan de ellos ?

♡ ━━Y que hotaka le va costar tiempo adaptarse, el no de inmediato se le pasará su ansiedad social e irá mejorando poco a poco y me gusta que se abarque su relación con nishida que es lo más 🛐🛐

♡ ━━ Y la parte de donde takeda entra el baño en realidad iba ser daichi pero quería mostrar ese lado de takeda donde se preocupa por sus estudiantes ya que él es adulto y ese hombre es uno de los mejores profesores que he visto y en los fanfic no sale mucho o como que está en tercer plano .

♡ ━━ y qué opinan? les gusto? ¿Que piensan que pasará? Nos vemos en el prox cap se les quiere demasiado, gracias por los que han estado esperando, sus comentarios y votaciones siempre me motivan a seguir escribiendo uwu 🥺🤍🫶

M. A 👽🍂🔮

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro