໒✦❫⋮ Verdad
El auto estaba en completo silencio, logrando que Yugyeom se sintiera aún más preocupado. Su hyung estaba a su lado, con sus pies sobre el asiento y abrazado a sus piernas con la cabeza entre ellas. Nunca lo había visto de esa forma, y tampoco le gustaba.
De todo el tiempo que conocía a Bambam, esta era la primera vez que se veía débil, porque incluso cuando lo visitaba cuando estaba enfermo, este a pesar de su malestar, seguía con su misma esencia de chico fuerte e independiente que tanto lo había cautivado.
Sabía que existían más Omegas como Bambam, pero su hyung destacaba de entre los demás. Por eso, el verlo de ese modo tan desolado, despertaba en él una genuina preocupación. Todo el auto estaba impregnando de su olor a mango, pero este se sentía pesado, dando a entender las verdaderas emociones del mayor.
¿Por qué estaba asustado? ¿Por qué estaba triste? Miedo, tristeza, decepción y angustia, todo eso podía olerlo.
—Hyung, hable conmigo, por favor... —susurró, en un vano intento de saber el porqué de su estado—. ¿Qué le dijo el médico? ¿Tan mal está? Puede contar conmigo y lo sabe. Estaré para usted si me necesita.
Bambam levantó la cabeza, mirando a Yugyeom con sus ojos rojizos e irritados por las lágrimas. Esa imagen devastó a Yugyeom.
—No quiero hablarlo.
Y lo entendió. Si Bambam no le iba a comentar nada, entonces no lo presionaría. Unos minutos más tarde estaban subiendo por el ascensor del edificio, y se encaminaron hasta sus puertas, más Yugyeom tomó su mano antes de que entrara a su vivienda.
—Bambam, se consciente de que estaré para ti en todo momento, así que no te encierres y si sientes que no puedes, yo te serviré de apoyo —habló serio—. No tienes porqué soportar esto tú solo, así que me tienes a mi.
Sin decir una palabra, o siquiera un gesto, Bambam soltó el agarre de Yugyeom y se adentró a su departamento, dejando al contrario con el corazón en sus manos, sintiendo a su lobo asustado por ese Omega que irradiaba autosuficiencia, pero que en esos momentos parecía quebrarse poco a poco.
🌸✨💜✨🌸
Las semanas no estaban siendo fáciles, y Bambam con cada día que pasaba lo sentía como una tortura. Toda su vida estaba teniendo cambios, y se odió a sí mismo por ello.
Su aroma, aquel dulzón mango, había incrementado al punto en que en toda la casa se sentía, mandando a Bambam unas cuantas veces al baño a causa de las náuseas que le provocaba. La voz en su cabeza, —que estaba más que claro y era su nuevo lobo— no hacía más que regañarlo, logrando que la cabeza del joven punzara adolorida. Estaba comiendo poco, a causa de que no salía de su departamento, e ignoraba los llamados de Yugyeom.
Su cuerpo también estaba sufriendo cambios, y lloró como nadie al ver sus caderas volverse un poco más pronunciadas, y su piel siendo más tersa y delicada. Había perdido gran parte de su fuerza, y no pudo evitar sentirse un inútil.
Bambam estaba viviendo el peor momento de su vida, y realmente no se sentía dispuesto a soportarlo más, por eso, teniendo en cuenta el dinero ahorrado, buscó por internet información sobre aquellas clandestinas operaciones para cambiar su animal. Era riesgoso, jugarían con algo más serio que su cuerpo, pero era la solución viable a toda aquella pesadilla que vivía.
—Uh... —se quejó, con la vista en esa página que parecía ser la más confiable—. D-duele.
Cerró sus ojos un momento, intentando que el malestar se fuera, pero este solo empeoraba más y más. Se levantó de la silla de su escritorio, y se acercó hasta la ventana, abriéndola en busca de más aire. Su vientre dolía mucho, y se sentía sumamente acalorado. Se apoyó al marco de la ventana, intentando calmarse, pero sintió algo caliente salir de él, y abrió los ojos asustado.
—No, no, no, ¡No! —miró a todos lados con miedo, pero el dolor en su vientre aumentó. Cerró la ventana con rapidez, y con dificultad caminó hasta su baño. Sus ojos estaban llenos de lágrimas, haciendo más difícil ver por donde caminaba—. Mierda, no.
Abrió el grifo de su tina, llenándola con agua helada, y comenzó va despojarse de toda su ropa, quedando solo en ropa interior. Sin esperar mucho, se metió al agua, siseando por lo helada que estaba, y abrazó sus piernas con miedo. Sabía lo que estaba pasando, el doctor se lo había comentado, pero estaba tan ensimismado en lamentarse que no se percató que los días habían pasado.
Había investigado más acerca de cómo cambiar su lobo, y no investigó sobre qué hacer cuando su celo llegara.
Apretó sus labios, reprimiendo sus sollozos, y solo tomó la esponja que ahí se encontraba, pasándola por su cuerpo sin cuidado. —No quiero esto, no lo quiero. Soy un Beta, siempre lo fui, y no debería de estar viviendo esto —negó efusivo, y restregó más fuerte su piel—, no soy esto, no lo soy.
Le había tomado tres semanas para que su celo llegara. Tres semanas en que se había enterado de que era un Omega con presentación tardía. Tres semanas que no salía de su casa. Tres semanas en que no sabía nada de nadie. Tres semanas que no había visto a Yugyeom.
Yugyeom, el Alfa que justamente entraba decidido al departamento del Omega.
Sus mensajes eran ignorados, al igual que la comida que dejaba al frente de su puerta, pero ya pasado un tiempo Yugyeom no lo pudo soportar más. Su lobo y él estaban muy preocupados por el mayor, y sin soportarlo más, se adentró al departamento de este, mirando el lugar con asombro. Se veía desarreglado, y un poco sucio. El fuerte aroma a mango lo mareó momentáneamente, pero se dedicó a inspeccionar el lugar.
Entró a la cocina, y abrió sus ojos con asombro al encontrarla sucia, y con envolturas de comida instantánea por todos lados. Caminó hasta la habitación de Bambam, y de manera vacilante abrió la puerta, encontrando el lugar en el mismo estado que los demás sitios del departamento.
La cama estaba deshecha, y había ropa tirada por todos lados. Su lobo gruñó al sentir el aroma de Bambam, pero se controló. La pantalla encendida de la computadora llamó su atención, y se acercó hasta ella, sintiendo su corazón romperse en cuanto miró la página que estaba abierta.
¿Cambio de naturaleza? ¿Qué planeaba Bambam?
Unos quejidos se oyeron desde el baño, y se encaminó hasta él. Abrió la puerta, y el aroma a Omega en celo lo atacó desde el primer momento. Tuvo que sostenerse del marco de la puerta para no caer, y miró a Bambam, encontrándolo dentro de la bañera, con el agua cayendo sobre él, y con su piel roja a causa de esa esponja que pasaba con tanto ahínco.
—Hyung... —murmuró, y Bambam por fin pudo darse cuenta de su presencia.
—Lárgate de aquí —dijo de inmediato, con sus ojos desorbitados del miedo—. ¡Lárgate de aquí! ¡Vete!
—Hyung, e-está en celo y-
—¡Ni te atrevas a acercarte a mi! ¡Vete, mierda, no te quiero aquí! ¡No te vas a aprovechar de mi!
Yugyeom abrió sus ojos por la sorpresa. —¿Qué? ¡Jamás me aprovecharía de usted!
—Mientes —siseó, y se abrazó más a sí mismo. Sus ojos rojizos por las lágrimas se entrecerraron con odio—. Eres un jodido Alfa, y te aprovecharás de mi porque soy un maldito Omega. ¡Pero no te dejaré!
—Bambam, óyeme —Yugyeom tomó asiento en el suelo, bajo la atenta mirada del mayor—. Nunca haría algo para dañarte, lo sabes. ¿Ves? No me he acercado a ti.
—¿Qué me dice que después no lo harás? No soy un idiota, Yugyeom.
—No es sano que esté tanto tiempo bajo el agua fría, lo resfriará y no le hará efecto a su celo —explicó Yugyeom. Su preocupación por Bambam era más grande que sus instintos, pero aún cuando los animales eran irracionales, su lobo también estaba calmado, con más ganas de ver al Omega a salvo que intentar ayudarlo con su celo.
Bambam lo miró con desconfianza. —¿Qué vas a saber tú? Eres un Alfa, de seguro es una de tus tácticas.
—Mi mamá es Omega, Bambam, y ella me enseñó a cuidar a un Omega en celo para ayudar a mi futura pareja —explicó, pero Bambam seguía sin creerle—. Es mejor que tome sus supresores, y descanse. Dígame en dónde están, yo los buscaré por ti.
—Y-yo no... —sus dientes comenzaban a castañear, y frotó sus brazos en busca de calor—, no sé qué eso.
Yugyeom frunció el ceño. —¿No sabe lo que es un supresor? —Bambam volvió a negar—. Iré a comprarle una caja, por favor, salga del agua para que la tome en cuanto llegue.
—No lo haré —replicó.
—Hyung... volveré lo más rápido posible.
—Yugyeom, no te quiero cerca —dijo antes de que el Alfa saliera del baño, pero este no le hizo caso y salió.
Suspiró, y cerró el grifo para que el agua dejara de caer sobre él. La sustancia caliente no dejaba de salir de él, y se sintió asqueado de sí mismo. Nuevamente se sintió como un inútil, y deseó que Yugyeom no volviera, que lo dejara solo, pero el sonido de la clave siendo puesta minutos después le indicó que sus deseos no habían sido escuchados.
Su corazón latió con angustia, le aterraba estar cerca del Alfa, pero más le aterraba la voz en su cabeza pidiéndole que lo ayudara a aliviar su celo. No era una maldita puta, y prefería morir antes de dejarse tocar por alguien más.
Yugyeom apareció otra vez en su campo visual, con una caja en manos, y una taza de té.
—Aquí están los supresores, y le preparé un té de hierbas para aliviar los dolores... también ayuda a detener el lubricante por algunas horas.
«He estado soltando lubricante durante todo este tiempo» pensó, cerrando los ojos con vergüenza. Yugyeom no se acercaba a él, y agradeció eso.
—Bebe un poco del té —ordenó—. No lo tomaré si no lo pruebas primero.
La expresión de Yugyeom se volvió sorprendida, pero acató la instrucción dada. Dejó la taza y los supresores cerca de Bambam, y se alejó nuevo para no incomodarlo.
—Tómelos, y salga del agua. Debe descansar, hyung —un vez dicho esto, salió del baño.
Bambam tomó el té, y leyó el contenido de la caja. Ciertamente decía que eran supresores para el celo, y que lo ayudarían a aliviarlo. La caja estaba sellada, y se sintió tranquilo por eso. Sabía que Yugyeom nunca le había dado motivos para desconfiar de él, pero tenía miedo, más del que le gustaría sentir.
Tomó el té en conjunto con la pastilla, y esperó a que hiciera efecto en él para poder salir. Cuando se sintió mejor, y sus dolores habían disminuido notablemente, salió de la tina, y se envolvió con una toalla. Abrió la puerta del baño, encontrando el cuarto vacío, y frunció el ceño, pensando que Yugyeom se encontraría ahí.
No le tomó importancia, y se cambió rápidamente, metiéndose en su cama una vez estuvo vestido. El sonido de su puerta siendo abierta otra vez llamó su atención, y se encogió en su lugar alerta. Pronto la puerta de su habitación fue abierta, dejando a la vista a Yugyeom, en compañía de un revoltoso Dalkyum que se había subido a la cama y besaba emocionado a Bambam.
—Dal... —sonrió imperceptible, y abrazó al cachorrito—. Te extrañé.
Yugyeom miraba la escena con algo de cariño, pero no podía demostrarlo en aquel momento. Se sentía... angustiado.
—Ten —le entregó la bolsita que traía en manos—. Es un sándwich, coma.
Bambam lo miró con recelo, y negó. —No quiero.
—Debe comer. Los Omegas en celo suelen perder peso —insistió, y dejó el alimento en la mesita de noche de Bambam, tomando asiento en la silla del escritorio y alejándose del mayor—. Le juro que no intentaré nada, pero no me iré hasta saber que está bien. Estas semanas han sido muy angustiantes para mí, y no sabe lo preocupado que estaba por usted.
Miró al menor por unos instantes, y bajó la cabeza. —Estaré bien, puedes irte.
—No, no lo haré —la voz de Yugyeom sonó fuerte, asustando a Bambam—. No me iré de aquí porque no está bien. Desde que visitamos el doctor se encuentra así, desapareció por semanas, y cuando llego lo encuentro congelándose en el baño.
—Yugyeom, no es nada, yo-
—¿Qué es eso de cambiar su lobo? —interrumpió Yugyeom—. Lo miré en su computadora. ¿Qué planea? ¿Por qué ha estado de este modo? No puede llegar a mi vida y desaparecer como si nada, esperando que yo no me preocupe por usted.
—Yo nunca te pedí que te volvieras cercano a mi, Yugyeom —habló Bambam enfadado—. Te alejé, recuerdo que lo hice, pero insistías, así que no me culpes por algo que solo tú te buscaste.
En la habitación solo había silencio, y Yugyeom asintió. —Tiene razón, yo solo fui el que lo metió en mi vida —aceptó—, pero no me arrepiento de hacerlo, así como tampoco me voy a quedar de brazos cruzados viendo cómo usted sufre.
Se levantó de su silla, manteniendo la distancia entre ambos. »Eres un Omega único, y sé que no necesitas a nadie para sobresalir, pero justo ahora no puedes contigo mismo, y me estoy ofreciendo para ser usado como tu apoyo.
Bambam chasqueó la lengua, con sus ojos llenándose de lágrimas. —Ese es el problema, Yugyeom. Es ahora cuando sé que soy un Omega, y no quiero serlo.
—¿Qué dice? —preguntó Yugyeom con duda.
—Hasta hace un tiempo era Beta, incluso tengo mis estudios que lo comprueban —tragó saliva, sintiendo el nudo en su garganta haciéndose grande—, pero no era así, porque tuvieron que pasar veintiséis años para descubrir que soy un maldito Omega que se está presentando tarde. Toda mi vida ha sido un engaño, todo lo que creía ya no existe. No sé ni quién soy, y si esa operación me llevará de vuelta a lo que era, no dudaré en pagar por ella.
Yugyeom parecía pasmado en su lugar, y Bambam dejó salir un sollozo. »S-solo quiero saber quién soy realmente. Solo quiero volver a la normalidad.
Gruesas lágrimas corrían por las mejillas de Bambam, y Yugyeom no tardó mucho en sentarse a su lado, aún cuando no quería asustar al mayor. Lo tomó en brazos y lo abrazó. Por suerte, Bambam no se alejó, dejando que lo consolara. Dalkyum gimoteó, y se acercó a Bambam, lamiendo su mano.
—Estoy aquí, hyung. No está solo.
Y quizás, eso era lo único que Bambam necesitaba escuchar en aquel momento.
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