໒✦❫⋮ ¿Cómo no lo conoce?
Bambam no soportaba a las personas por más de ciertas horas, es decir, sus amigos o su editor, —quienes eran los más allegados a él en Corea— podía verlos solo por algunos momentos antes de que su rasgo asocial saliera a flote y quisiera de nuevo su soledad.
Pero si había algo que Bambam odiara más que estar con las personas, eran las odiosas llamadas. Las únicas que toleraba eran las que tenía con su madre, quien sabiendo cómo era su hijo, se dedicaba solo a preguntar lo justo y necesario para no aturdirlo con sus cosas.
Bambam apreciaba esto de su progenitora, y se preguntaba porqué los demás no podían ser de ese modo. O mejor dicho, porqué Jackson Wang debía ser un jodido estorbo para aburrirlo con sus llamadas de horas para hablarle de cosas que a él le importaban muy poco.
—¿Puedes creerlo, Bam? ¡No quiso aceptar mi diseño! —exclamó Jackson a través del teléfono—. Tardé una semana en hacer el boceto, incluso te envié a ti el diseño porque tienes buen ojo, ¡Y mi jefe me dijo que no! ¡Que era aburrido!
Masajeó su frente con fastidio, escuchando al contrario con el teléfono en altavoz. —Te dije que te fueras de esa empresa. Nunca les gusta lo que haces.
—¡Pero me pagan bien!
—Pero no eres reconocido en ningún lugar —siguió—. Nadie sabe de ti, nadie sabe que eres diseñador. ¿Es eso lo que querías? ¿Que tu nombre no aparezca en ningún lado? Porque lo estás logrando. Puedes ir a una tienda, diciendo que una prenda es tuya y nadie te creería. Te pagan bien, sí, a cambio de que regales tus diseños y ellos se lleven todo el crédito.
La línea quedó en silencio, y Bambam chasqueó la lengua sabiendo que había sido un poco rudo con Jackson, pero debía ser sincero. Su amigo era diseñador, y todas sus creaciones eran de su completo gusto, pero la empresa en la que estaba solamente se aprovechaba de él y Bambam no podía seguir tolerando eso.
Escuchó la puerta de su departamento abrirse, y pronto tenía a Dalkyum en la cocina saltando en dos patitas para que lo cargara. Alzó al perrito en brazos, recibiendo unas cuentas lamidas en sus mejillas y miró a su dueño, encontrando una mirada juzgadora para con él. Se hubiese sorprendido, pero sabía el porqué de eso. Había estado rechazando y negándose a ir al médico, y desde que había prometido ir habían pasado tres días.
¡Pero Bambam se sentían bien! Usar el enorme suéter negro de Yugyeom había apaciguado todos y cada uno de sus malestares. Incluso en aquel momento lo estaba usando, junto a unos shorts que apenas y se veían por lo grande que le quedaba la prenda de Yugyeom.
El Alfa iba a hablar, pero se escuchó un suspiro a través de la línea, y Bambam le hizo señas para que se mantuviera en silencio.
—¿Sabes, Bam? Das esa imagen de que no quieres a nadie, pero a tu manera de ser demuestras lo mucho que te preocupas por los más cercanos —habló Jackson, sorpresivamente sin llorar—. Tienes razón, en la empresa no me valoran como deberían, y un poco de dinero no vale tanto la pena como ser reconocido por mi trabajo.
—Al fin te das cuenta —rodó los ojos.
—Renunciaré —anunció Jackson y Bambam se sintió aliviado, pero no lo demostró, entretenido en las cortas mordidas que Dalkyum le estaba dando a sus dedos—. Gracias, amor, eres el mejor.
—No me llames así, puto imbécil.
—Amor~
—Te voy a colgar —amenazó, dejando a Dalkyum en el suelo y tomando el celular.
—¡Hey! Dime que me amas antes —Bambam cerró los ojos y contó hasta diez—. Sabes que te llamaré un montón de veces hasta que lo digas.
Oh, claro que lo sabía.
Abrió los ojos, y enfocó su mirada en Yugyeom, sintiéndose avergonzado por verse en esa situación tan bochornosa. «Jodido Jackson, te mataré cuando te vea».
—Te amo, Wang —murmuró, con las mejillas encendida entre una mezcla de pena y molestia.
Escuchó un chillido en el teléfono y rodó los ojos nuevamente. Sin pensarlo mucho cortó la llamada y apagó el celular. Mucho chino fracasado en su vida.
El olor a manzanilla le recordó que Yugyeom estaba en el lugar, y miró de nuevo en su dirección, encontrándolo con la mirada fija en su celular sobre el mesón y su ceño fruncido levemente.
—¿Qué haces aquí? Ya tuve mi dosis diarias de humanos, así que no te quiero —comentó, subiéndose al mesón y sentándose sobre el—. Puedes dejar a Dal. Tú vete.
—¿Tiene pareja?
La pregunta llegó repentinamente, y Bambam se quedó un rato en silencio, para luego hacer una mueca con los labios. —¿Lo dices por Jackson? Oh, no, yo por ahí no vuelvo a pasar.
—¿Le gustaba?
—Fuimos novios —le restó importancia, apoyándose sobre sus manos y mirando hacia un punto lejano—, pero esa mierda es mejor de amigo que de pareja.
Había conocido a Jackson en la universidad, y extrañamente habían terminado siendo novios. Al principio estaba bien, pero luego de un tiempo Bambam se sintió abrumado por la personalidad arrolladora de Jackson, así que prefirió darle fin a la relación, pero manteniendo su amistad. Para ese tiempo Bambam estaba publicando su primer Manwha, y sí, el protagonista era el chino de bonita sonrisa.
Yugyeom asintió, y se acercó hasta Bambam para apoyarse del mesón, levantando su mirada para verlo a la cara. —¿Era un buen Alfa?
—¿Alfa? —negó divertido—. Jackson es Beta. Solo salgo con Betas —se bajó de donde estaba y tomó a Dalkyum en brazos—. Ya vete.
—Me prometió que iríamos al hospital, así que he venido por eso —dijo, siguiendo a Bambam hasta la sala en donde se había acostado junto al cachorro—. Y no sabía que solo salía con Betas, ¿Por qué?
—Me he estado sintiendo bien en estos días. Tu suéter ha sido de ayuda. Deberías pasarme más prendas con tu olor y listo —se encongió de hombros al encontrar una fácil solución—. Y no vi necesario comentar mis gustos, ¿Acaso es importante? Los Betas son mejores que Alfas y Omegas —comentó con orgullo. Él era un Beta, obvio era mejor que otros.
—Debe ir al médico, hyung. No es sano, y si debo dejar de visitarlo para que ya no sienta más mi olor entonces lo haré —declaró con seriedad en el asunto—. Y no sabía que le tenía tanto rechazo a los Alfas... me hubiese dicho y me alejo de usted.
Bambam frunció el ceño. —¿Y eso qué tiene que ver contigo? No me gustan los Alfas de pareja, y ni tú ni yo buscamos serlo, así que no te martirices, Yugyeom.
La voz de su cabeza gruñó enfadada por dicho comentario, y pudo jurar que lo maldijo con desdén. Rodó los ojos por su extraña actitud, y miró a Yugyeom, encontrándolo con la mirada en el suelo. Ladeó su cabeza sin entender, pero no le tomó importancia. Yugyeom era un Alfa raro, y si se dedicaba a entender su actuar pararía en loco.
Se acomodó en el sofá, con Dalkyum en brazos dispuesto a tomar una pequeña siesta, cuando sintió un tironeo en su ropa, y abrió los ojos como platos cuando se encontró a Yugyeom intentando quitarle el suéter.
—¿¡Qué te sucede!? ¡Pervertido! ¡Déjame en paz, Alfa asqueroso!
Yugyeom luchó, tirando de la prenda, y esquivando los múltiples manotazos que Bambam le dirigía. —Si no irás al hospital, entonces me llevo mi suéter.
—¡Pero me lo hubieses pedido! ¡Maldito pervertido! ¡Suéltame!
—¡Dame mi suéter o vamos al médico! ¡Tú decides!
—¡Bien! ¡Carajo, iré al jodido médico de mierda! —Yugyeom dejó de tirar la ropa y lo miró. Bambam se arregló, e intentó recuperar el aliento—. ¡Iré, mierda!
El Alfa sonrió dulcemente. —Lo espero aquí, hyung. Vaya a cambiarse.
Bambam se levantó del sofá, y le dedicó una mirada de muerte a Yugyeom, quien no se inmutó ni un poco por eso. Bufó fastidiado y se encaminó hasta su habitación. —Puto Alfa imbécil... —masculló entre dientes, azotando la puerta con fuerza.
🌸✨💜✨🌸
Ver a Yugyeom a un lado de Bambam era un contraste increíble. Mientras que el pelinegro mantenía una sonrisa cordial en su rostro, el rubio tenía su rostro oculto bajo un tapabocas negro, dejando ver sus ojos que se leían como "muerte a quien respire el mismo aire que yo".
Luego de que Bambam se arreglara rápidamente para salir, —siendo "arreglara" un sinónimo de colocarse un jean claro, y tenis negros, en conjunto con el enorme suéter de Yugyeom— ambos salieron con dirección al estacionamiento del conjunto residencial. Bambam intentó no demostrar lo sorprendido que estaba al saber que Yugyeom tenía un auto, y simplemente se subió a este sin decir nada.
Estaba molesto.
Habían llegado al hospital Gguk-Il, y esperaba apoyado a una de las frías paredes blancas del lugar a que Yugyeom terminara hablar lo que sea que estaba hablando con la secretaria.
—No lo voy a dibujar más —murmuró bajo—. No se lo merece.
—¿Quién no merece qué?
Alzó la vista, encontrándolo a Yugyeom al frente de él. Desvió la mirada con dignidad. —No seas chismoso.
—Hyung, no se moleste conmigo, por favor —pidió Yugyeom con pesar—. Estoy preocupado por usted, y sé que tenemos poco de conocernos, pero eso no es razón suficiente para hacer como si su salud no me importara. Le prometo que al salir de aquí, iremos a comer algo sumamente delicioso para que el mal rato no haya sido en vano.
El nombramiento de la comida llamó la atención de Bambam, y se quitó el tapabocas. —¿Puede ser comida tailandesa?
—Toda la que usted quiera.
—Bien. ¿Dónde está ese jodido doctor para que me vea de una vez por todas?
Yugyeom rió, y guío a Bambam por los pasillos, hasta dar con una puerta blanca con una placa plateada en donde se podía leer "Doctor Hong". Tocó un par de veces, y se escuchó el permiso para pasar desde adentro. El menor abrió la puerta, revelando a un hombre mayor anotar algunas cosas en un papel, y levantar la vista para hacer una corta reverencia a los recién llegados.
—Buenas tardes, soy Hong Jihong —se presentó el doctor una vez Bambam y Yugyeom tomaron asiento al frente de su escritorio—. ¿Quién es el que viene por la consulta?
—Él —señaló Yugyeom.
—Bien. ¿Su nombre?
—Kunpimook Bhuwakul.
El hombre anotó algo en el papel. —Bhuwakul, ¿Empezamos la consulta con o sin su acompañante?
—Sin —respondió rápidamente, ignorando el jadeo por parte de Yugyeom—. Tú salte y ve pensando a dónde me llevarás a comer.
Yugyeom abultó sus labios en desacuerdo, pero salió del consultorio tal y como le habían pedido. Bambam rió para sus adentros; se la debía por traerlo a la fuerza.
—Su Alfa es muy complaciente con usted.
—¿Ah? Él no es mi Alfa. Por si no lo ve, soy un Beta.
Jihong miró a Bambam unos instantes, antes de apoyar sus codos sobre su escritorio y entrelazar sus dedos. —Disculpe si lo ofendí. Entonces, Bhuwakul, hombre Beta, y mayor de edad según el informe que me enviaron de usted. ¿Cuáles son sus síntomas?
La manera en que el doctor hablaba se sentía irónica, casi rozando la burla, y eso a Bambam lo molestó medianamente.
—He tenido dolores de cabeza, y de estómago. Solo eso.
Jihong asintió y anotó esa información. —¿No tiene algo así como una voz en su cabeza?
Bambam abrió los ojos. —¿Cómo sabe?
—Soy un muy buen doctor —le guiñó el ojo, e ignoró el gruñido de Bambam—. Tiene el aroma de ese Alfa encima, ¿Alguna razón?
—Pues... —Bambam se abrazó a sí mismo inconscientemente—, el olor a manzanilla de Yugyeom me calma un poco.
—Se ve que ese chico se preocupa por ti —comentó sin levantar su vista, escribiendo sin parar. Una vez terminó, miró a Bambam con tranquilidad—. Te daré la orden para que te realicen unos exámenes. Te diría para que vinieses a recojer los resultados hoy mismo, pero creo que ya tienes planes de ir a comer, así que puedes venir por ellos mañana o pasado.
Jihong le entregó la orden a Bambam, y el chico lo miró sin entender. —¿Eso es todo? ¿Ni siquiera me dirá que tengo?
—Parece ser alguien con carácter, y si le digo lo que parece ser que tiene no me va a creer, así que cuando tenga los resultados, me dedicaré a darle una muy buena explicación —la mirada curiosa de Bambam no desaparecía, y el doctor sonrió de lado—. No es nada malo, puede ir con tranquilidad.
Sin decir nada más, Bambam se levantó del asiento y salió del consultorio sin siquiera despedirse.
—¿Te dijo qué tienes? —preguntó Yugyeom una vez lo miró salir.
Bambam miró la hoja en manos, sin entender de qué examen se trataba, así que negó. —Debo hacerme estos exámenes.
Yugyeom asintió, y caminó junto a Bambam hasta el laboratorio que se encontraba en el mismo hospital, y se realizó el examen de sangre que le había ordenado el doctor. Preguntó sobre el, pero la enferma se disculpó, diciendo que en la misma orden el doctor había indicado que no le dijese nada.
Bambam en serio iba a matar a ese doctor.
Cuando ya hubo terminado, ambos se dirigieron hasta el auto de Yugyeom, con este manejando hasta un restaurante de comida tailandesa que había conseguido por internet, y que tenía muy buenos comentarios.
El viaje hasta el establecimiento era en silencio, y este solo lo cubría la música que sonaba suave desde la radio. Bambam estaba mirando por la ventana, cuando un aroma peculiar llamó su atención, y su corazón se removió por la añoranza que sentía.
—¿Hueles eso, Gyeom? —preguntó sin ser consciente de la forma que había llamado al contrario, interesado solamente en aquel dulce olor que tanto le recordaba a su viejo hogar—. En Tailandia solía comerlos mucho.
—¿De qué habla, hyung? —Yugyeom tenía su vista al frente, pero estaba al pendiente de lo que hablaba el mayor. Sonrió sin poder evitarlo al escuchar el apodo con el cual lo llamó.
—¿No lo hueles? Mango, Yugyeom —dijo de manera obvia, aspirando profundamente—. Aquí en Corea no es tan común, incluso es una fruta cara, pero en Tailandia se ve mucho.
Yugyeom frunció el ceño. —¿Qué?
—¿Estás más imbécil de costumbre o qué? Te estoy diciendo que huele a mangos. ¿Acaso es un aromatizante de carro?
—Hyung, eso no es un aromatizante —dijo Yugyeom confundido—. ¿Por qué de repente habla de eso? ¿Está jugando conmigo?
Bambam se cruzó de brazos. —¿Tengo cara de que estoy jugando? Te estoy diciendo que lo acabo de notar.
—Pero es extraño. ¿Cómo no lo conoce?
—¿Conocer qué?
—Su olor, hyung. Es usted quien huele a mango; es su escencia.
Bambam parpadeó sin entender, y desvío su mirada hacia la ventana. ¿Su... olor? Pero él no tenía olor.
—¿Seguro no juega conmigo, hyung? —insistió Yugyeom—. Usted siempre huele a mangos, lo supe desde el día en que lo conocí. Incluso esa vez en la tienda, lo reconocí por su aroma.
Su cabeza daba vueltas, y se llevó una mano a la boca para evitar las náuseas que sentía en aquel momento. Él no tenía aroma, ese olor a mango no provenía de él. Bambam era un Beta, y los Betas no poseen olores característicos. Cerró los ojos, ignorando a la voz en su cabeza reír con burla.
—¿Hyung, se encuentra bien?
—Deja de llamarme "hyung", Yugyeom —habló, sentándose recto en su asiento—. Estoy bien, pero si no llegamos pronto entonces me sentiré muy mal y tú pagarás las consecuencias.
Yugyeom se quejó, avisando que pronto llegaría. Bambam lo regañó otro poco, y luego volvió a mirar por la ventana, sintiéndose asqueado por el olor a mango que en algún momento le fascinó, y que ahora parecía cubrir todo el auto.
Bajó la ventana del auto, y sacó la cabeza, respirando aire puro. Si no lo olía, entonces aún podía asumir que era una total mentira.
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