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໒✦❫⋮ Calmante

Bambam sostenía su cabeza entre sus manos, y sus ojos estaban cerrados intentando que el intenso dolor de cabeza que sentía se esfumara de una vez. Ya tenía más de una semana así y estaba a punto de explotar.

Pero claro, todo tenía una razón; el Alfa raro de su vecino subiendo y bajando sus cosas, con la música un poco alta y su extraña manía de hablar solo en un tono un tanto estúpido.

—Mierda, mi cabeza estallará... —se quejó cuando sintió un corrientazo más fuerte en su cabeza. Abrió los ojos y miró su mesa llena de los apuntes que planeaban ser para su próxima historia, aunque estos eran más bien dibujos mal hechos de su vecino cuando lo había conocido—. ¿Cómo era que se llamaba?

No había salido en todo ese tiempo, así que no había vuelto a reencontrarse, —por suerte— con el chico. Además de que estaba sumamente enfadado con él. ¡Le había prometido que no haría tanto escándalo! Parecía como si lo hiciese a propósito.

Movió su cuello en ambas direcciones, suspirando cuando sus huesos sonaron, y se levantó de su asiento para salir de su habitación. —Oh... —se sostuvo de su silla cuando se mareó momentáneamente, y cuando y estuvo bien, siguió su camino hasta la cocina—. Al menos ese idiota no está haciendo ruido ahora y me está dejando en paz.

Abrió su nevera y chasqueó la lengua cuando miró que se encontraba prácticamente vacía.  Revisó sus gabinetes y también se encontraban en el mismo estado. Su dolor de cabeza de hizo más intenso, por producto del pensamiento de que tendría que salir a comprar comida.

—Se puede morir más rápido por no dormir que por hambre, así que vamos a dormir para ganar tiempo y ya después salgo —se dijo así mismo en un acto de inmensa flojera y volvió a su habitación, tirándose en su cama y cerrando los ojos—. Tengo que aprovechar que no hay ruido luego de tanto tiempo.

🌸✨💜✨🌸

Estaba revisando los envases de ramen instantáneo que se llevaría a su casa. Intentar dormir había sido un fracaso, así que colocándose la primera ropa que encontró y una mascarilla negra para tapar su rostro, salió de su departamento en busca de algo para comer.

Las letras las veía un poco borrosas debido al malestar que sentía, pero no le tomó importancia y metió uno de cada uno en la cesta roja que llevaba para los alimentos.

—¿Debería comprar cerveza? —susurró al mirar a lo lejos los sixpack de la bebida, tentado en tomar una. Luego negó—. Ni me gusta la cerveza.

Un golpe en su pierna lo hizo bufar con molestia, y se giró dispuesto a insultar a quien se haya atrevido a tocarlo, pero sus palabras quedaron en su boca cuando se encontró con el rostro sonriente de su vecino.

—¡Hola, hyung! —saludó con efusión, sin dejar de lado aquella sonrisa que mostraba sus blancos dientes.

A comparación de la última vez que lo vio, vestía una simple camisa negra, en conjunto con pantalones del mismo color.

—Uh, hola... tú —Bambam hizo memoria, intentando conseguir el nombre del chico, pero nada llegaba a su mente más allá de "Alfa raro"—. ¿Cómo supiste que era yo?

—Fácil, por su-

—Déjalo así —interrumpió. La verdad es que no le interesaba—. Adiós.

Se giró, pero su vecino tomó la delantera y se colocó delante de él. —Kim Yugyeom. Creo que no recuerda mi nombre, hyung.

«¿Es adivino acaso?» pensó, mirándolo con recelo.

—Y tú parece que no recuerdas que te dije que no me gustaba que me llamaras "hyung" —habló con altanería, alzando una ceja—, de ninguna otra forma, claro está. Además, estoy muy enojado contigo y no te quiero ver. Desaparece.

Intentó dar otro paso, pero Yugyeom, —ahora sí sabía su nombre— volvió a colocarse al frente de él. Iba a golpearlo si seguía haciéndolo.

—En primera, hyung, su nombre es muy extraño y no puedo decirlo —explicó con pena—, y segundo, ¿Por qué está molesto conmigo? —berreó, arrugando su frente y sus labios al hablar.

—¿Qué mierd- estás seguro de que eres un Alfa? —soltó sin pensar, desconcertado por las expresiones poco convencionales del menor—. Kunpimook Bhuwakul, si no sabes cómo decirlo entonces no me hables.

Sin esperar respuesta, caminó con dirección a la caja para pagar. Gruñó al sentir los pasos apresurados de Yugyeom detrás de él, y estuvo tentado a girarse para golpear su cabezota con su cesta de comida.

—¡Sí soy un Alfa! Si quiere le muestro mi certificado médico —habló, caminando a la par de Bambam y mirándolo con interés—. Y su nombre, oh vamos, es muy difícil. ¡Dígame un apodo o lo seguiré llamando "hyung"!

—Te voy a golpear si sigues así —amenazó con voz baja, siguiendo su camino.

—Es que no quiere que le llame "hyung", pero su nombre no lo puedo pronunciar. Estoy dispuesto a llamarlo como usted me lo pida. Al menos enséñeme a pronunciar correctamente su nombre y lo llamaré de esa forma...

Yugyeom seguía parloteando sin parar, logrando que el dolor insoportable que sentía Bambam se intensificara. En un momento, un mareo lo azotó debido al dolor, y sintió sus piernas débiles, logrando que se fuera hasta adelante sin fuerzas.

Un sonido agudo atravesaba los oídos de Bambam, y apretó sus ojos con fuerza, intentando mantener la calma ante tal malestar. Apretó sus dientes, al igual que sus manos, pero el olor a manzanilla llegó a su nariz, y poco a poco el dolor fue cediendo, dejando simplemente un palpitar muy leve en su cabeza.

Respiraba entrecortado, y se sentía desorientado, así que abrió sus ojos con lentitud, encontrando el rostro de Yugyeom mirarlo con preocupación. Tragó saliva, y miró a los lados, dándose cuenta de que era el centro de atención de varias personas que se habían detenido a verlo. Unos brazos lo apretaron, y en ese momento se dio cuenta de que Yugyeom lo había sostenido antes de caer.

—¿Se encuentra bien, hyung? —susurró Yugyeom, con la preocupación tiñiendo su rostro. Bambam simplemente asintió, y buscó manera de levantarse, pero no tenía las energías suficientes para hacerlo. Yugyeom al ver esto, levantó con cuidado al mayor y lo sostuvo de la cintura, encontrando esta muy delgada y fina escondida detrás del enorme suéter que tenía—. Yo lo ayudo.

Bambam se dejó hacer, y caminó con ayuda de Yugyeom hasta la caja, entregándole su tarjeta. —Paga todo; lo tuyo y lo mío.

—No es necesario, hyung.

—Hazlo —lo miró mal—. Soy tu hyung, no me contradigas.

Yugyeom asintió y entregó la tarjeta, pagando ambas compras. Bambam veía todo, y se apoyó contra el menor, buscando más de su olor. La manzanilla calmaba su intenso dolor de cabeza, y aún se sentía levemente mareado, así que tenía la excusa a su inconcebible acto.

—Y-ya está listo, hyung. Podemos irnos.

Ambos caminaron hasta la salida, con Yugyeom ayudando a Bambam. Se acercaron hasta una banca cercana, y el mayor tomó asiento en el lugar. Yugyeom le ofreció una botella de agua, y Bambam la aceptó, bajando su mascarilla para beber del líquido.

—¿Qué le sucedió, hyung? ¿Está enfermo? —preguntó Yugyeom angustiado. El susto de mirar al mayor desvanecerse repentinamente aún estaba presente en su memoria.

—He tenido un terrible dolor de cabeza desde hace varios días, y tú no has sido de ayuda —reclamó, mirándolo con seriedad—. Has hecho mucho ruido con tu mudanza, y hoy me has fastidiado demasiado.

—Oh... —Yugyeom bajó la cabeza avergonzado, e hizo una reverencia para Bambam—. Lo siento mucho, hyung.

El rubio lo miró por un par de segundos, y rodó los ojos al ver que el menor no tenía intenciones de levantarse. —Ya, no es para tanto.

—¿Que no es para tanto? ¡Hoy casi se desmaya! —exclamó Yugyeom, levantando su cabeza con incredulidad.

Bambam siseó por la punzada en su cabeza. —¿Es que para todo debes hacer un jodido escándalo?

—Lo siento, hyung —volvio a hacer una reverencia.

Bambam miró a los lados, y volvió a colocarse su mascarilla. Tomó su bolsa con sus paquetes de ramen y se levantó del banco. Ya no se sentía tan inútil para caminar. —Olvídalo. Estoy acostumbrado a mi silencio, así que sé consciente. Me voy.

—¿Se va? —el chico levantó la cabeza, y lo miró curioso, tomando su compra cuando miró al mayor caminar—. ¿Ya se siente mejor? Lo acompañaré para asegurarme de que no le suceda nada.

El chico siguió los pasos de Bambam, con este ignorándolo. No habían comentado nada más, y el tailandés agradeció eso. Yugyeom miró la bolsa de Bambam, e hizo una mueca con los labios. Si bien su hyung se veía delgado, hoy corroboró que detrás de toda esa ropa sí lo era, y mirar esos envases de ramen instantáneo le indicó que no se alimentaba correctamente.

—¿Hyung... eso es lo que almorzará? —preguntó con cautela, no queriendo molestarlo. Bambam lo miró de reojo, y asintió. Yugyeom mordió su labio, y siguió caminando, pero la idea que surcaba en su mente no lo dejaba tranquilo—. Lo invito a comer a mi departamento.

Bambam detuvo sus pasos, y se giró a verlo con una ceja enarcada. —¿Qué?

—Bueno, usted dijo que por mi culpa ha estado sintiéndose mal así que pensé que podría invitarlo a comer a modo de disculpa, claro, si usted quiere —rascó su nuca con timidez.

La idea de ir a comer al departamento de Yugyeom no parecía muy tentadora, pero si era sincero, comer ramen instantáneo no le provocaba del todo.

—¿Qué te hago si me cocinas algo que no me gusta? —preguntó con seriedad, mirándolo fijamente a los ojos—. Voy a arriesgarme a que me cocines, así que quiero vengarme en caso de que lo hagas mal.

—Uh, b-bueno, no lo sé...

—¿Qué te parece si le digo al casero que eres un vecino molesto? —siguió, pasando todo su peso a su pierna derecha—. Soy uno de los que paga más de renta, así que no le conviene tenerme incómodo.

Yugyeom ladeó su cabeza. —Pero, hyung. Soy su vecino, yo pago igual que usted. Nuestros departamentos son iguales.

—Cierto —chasqueó la lengua con fastidio. Había olvidado que ambos departamentos eran más grandes que el resto—. Entonces si la comida no me gusta te golpearé en la cabeza, así ambos tendremos el mismo dolor y estaremos a mano, ¿Te parece?

Extendió su mano, y Yugyeom la miró unos instantes, antes de tomarla. —Está bien, hyung.

«Que Alfa tan más raro eres, Yugyeom» pensó, siguiendo con su camino. Pensó que se iba a negar, diciéndole que un Beta no podía pegarle, pero se sorprendió al verlo dispuesto a recibir un golpe de su parte.

Ambos llegaron al conjunto de departamentos, —que por suerte estaba cerca de la tienda— y subieron hasta el piso correspondiente. Bambam iba a tomar camino hasta su departamento, cuando recordó que tenía una invitación para comer en el departamento contrario.

Yugyeom marcó la clave en la puerta, y se adentró a la casa, con Bambam siguiéndole atrás, descalzándose en la entrada.

—Puedes colocarte estas pantuflas —le indicó Yugyeom, entregándoles un par blanco, y entrando a la sala del departamento.

Bambam pudo sentir el intenso aroma de la manzanilla por todas partes, y más allá de fastidiarle, lo sentía como un calmante, logrando confundirlo por tal sensación. Los aromas de los Alfas y Omegas tendían a molestarle, pero el de Yugyeom no causaba tal efecto en él.

—¿Cómo estás, precioso? ¿Estuviste bien? ¿No te aburriste mientras salí?

La voz chillona y tonta de Yugyeom se hizo escuchar por el departamento, y Bambam enarcó una ceja, ¿Acaso iba a hablar solo estando él ahí? ¡Que tipo tan loco! Estuvo tentado de salir, pero se resignó. Era su culpa, había aceptado comer con el enfermo.

Entró a la sala, y se encontró a Yugyeom agachado en el lugar, moviendo sus manos de un lugar a otro y soltando palabras con ese tonito que tenía. Fue ahí cuando se dio cuenta que Yugyeom no hablaba solo, sino que le hablaba a una bola de pelos negra que sacudía su cola con emoción de ver a su dueño.

Yugyeom tenía un perro. Bambam odiaba a los perros.

—Hyung, le presento a Dalkyum, mi mascota —el chico sonrió, enseñando a su perro con emoción. El can era de tamaño mediano, y Bambam supuso que aún era un cachorro.

—¿Por qué tu perro se llama así?

—Ese era el nombre que tenía cuando lo adopté, y no quise cambiarlo.

Soltó un suave "ah", y quitó su mascarilla, sentándose en el sofá que estaba ahí. —¿Se aceptan perros aquí?

Yugyeom dio una última caricia al can, y se paró recto. —Le prometí al casero que no haría causaría ningún daño y lo aceptó —señaló la cocina—. Iré a preparar el almuerzo, ¿Le gusta la carne?

Bambam tarareó una respuesta afirmativa, y Yugyeom se adentró en la cocina, dejándolo a solas en el lugar. Paseó su vista por todo el departamento, encontrando una decoración sencilla pero agradable. Todos los muebles y las paredes tenían colores claros, pero diferentes objetos y pósters le daban color al lugar. Estaba todo bien organizado, y se veía limpio el departamento. El olor a productos de limpieza se sentían a penas, siendo opacados por el aroma de Yugyeom.

Algo húmedo tocó su mano, y miró al responsable, arrugando su cara en una mueca de asco cuando encontró a Dalkyum mirarlo curiosidad, y su lengua afuera.

—Vuelves a lamerme y te arranco la lengua con unas pinzas, saco de pulgas mugroso —susurró al perro, pero este solo parpadeó un par de veces, para mover su cola con emoción. Se subió al mueble, y se posicionó al lado de Bambam, mirándolo con interés—. ¿Qué no entiendes? Aléjate.

Dalkyum ladró, moviendo su cola divertido.

—¿Crees que estoy jugando contigo? Te estoy diciendo que te vayas, perro horroroso.

El can pegó su pecho al mueble, alzando su cola, estando en una posición de juego. Bambam le parecía sumamente divertido.

—Oh, le agrada —la voz de Yugyeom se escuchó y Bambam lo miró interrogante—. Dal es algo tímido, pero con usted quiere jugar. Tenga —le tendió un huesito de goma—, tíreselo lejos para que lo persiga.

—¿Tú no deberías de estar cocinando? Te estás ganando mis golpes —tomó el juguete, y el animal a su lado lo miró con los ojitos brillantes. Dueño y mascota, ambos son un grano en el culo.

—Solo quería percatarme que estuviera bien, hyung. ¿Aún le duele la cabeza? ¿Quiere alguna pastilla?

Bambam negó, moviendo el juguete de goma de un lado a otro, burlándose internamente del tonto perro que movía sus ojos en dirección al hueso. —No tanto, pero me dolerá más si no terminas mi comida.

Yugyeom abrió los ojos, y volvió rápidamente a adentrarse a la cocina.

—¿Quieres esto, ah? ¿Dime, lo quieres? —le preguntó a Dalkyum, y movió el hueso de arriba a abajo, simulando que el can le estaba diciendo que sí—. Pues lo siento, es mío.

Llevó el hueso con dirección a su boca, desviándolo por su mejilla y escondiéndolo detrás de su espalda, dando la ilusión de que se había comido el hueso, y miró a Dalkyum con una expresión de superioridad. El perro cerró su boca, y miró a todos lados, pero no veía el hueso.

—Me lo comí, y estaba muy delicioso, no apto para pulgosos —Dalkyum se subió al regazo de Bambam y apoyó sus patitas delanteras al pecho del chico, comenzando a olfatear su rostro—. Hey, no seas irrespetuoso y bájate.

El can se separó y miró fijamente a Bambam, para luego apoyar su cabeza en el pecho del humano y mirarlo con tristeza y sus orejitas bajas. Bambam entrecerró los ojos, mirando al perro. —¿Qué? ¿Vas a llorar por tu hueso? Ni estaba tan bueno.

Dalkyum suspiró, y siguió en la misma posición. Bambam rodó los ojos. Que perro tan más dramático.

—Está bien, tú ganas. Te devolveré el asqueroso hueso. Espera —ladeó su cabeza, y repitió el movimiento anterior, sacando el hueso y dando la ilusión de que estaba saliendo de su boca. Dalkyum levantó su cabeza al ver el hueso, y sacudió su colita—. ¿Ves? Aquí está. Ahora bájate.

Dalkyum tomó el hueso, pero no bajó del regazo de Bambam, acostándose en sus piernas y comenzando a morder el juguete. Bambam bufó, pero dejó al perro ahí.

—Ya falta poco para que esté lista la comida —Yugyeom apareció y miró a Dalkyum sobre las piernas de Bambam—. ¿Dal lo está molestando?

Bambam miró a Dalkyum, y el perro lo hizo de vuelta, mordiendo el hueso y logrando que este soltara unos sonidos chillones. Que perro tan horroroso y confianzudo. —Déjalo.

Yugyeom sonrió y regresó a la cocina.

🌸✨💜✨🌸

Carne, vegetales, arroz, caldo y fideos. Bambam no había comido tantos alimentos desde hace un buen tiempo. Su estómago estaba a reventar, pero Yugyeom había sacado unas galletas de postre, y mierda, claro que tenía espacio para ellas.

—¿Entonces... no merezco un golpe?

—Cállate, no me interrumpas cuando como —cortó, metiendo otra galleta a su boca, y suspirando por lo deliciosa que estaba—. Están divinas~

—Puedo darle algunas para que se las lleve —propuso Yugyeom, feliz de que su hyung estuviera disfrutando de su comida.

—Eso sería genial. ¿Dónde las compras?

Yugyeom negó. —Las hice yo mismo, hyung.

Bambam lo miró fijamente, masticando con lentitud la galleta que estaba en su boca. —¿En serio las hiciste tú? —Yugyeom asintió—. ¿Cómo haces para cocinar así?

—Trabajo en el restaurante de mis padres. Mi padre es el cheff principal y yo su ayudante.

—Ya veo —asintió, teniendo la explicación de cómo Yugyeom podía cocinar de tal forma.

Ambos estaban sentados en el suelo, comiendo en una mesita que poseía el menor, por eso no se le hizo extraño que Dalkyum se acercara a su dueño, y este besara el costado de su cabeza con cariño, rascando detrás de su oreja después. Esa imagen quedó en su memoria, encontrándola curiosa.

Kim Yugyeom, el Alfa de aroma suave y calmante que mantenía su departamento en perfectas condiciones, que trabaja como cheff y adoraba a su pequeña y horrible mascota. Nuevamente, Bambam lo encontró como el Alfa más raro que jamás había conocido.

—Creo que ya es tarde, debería irme.

—¡Déjeme buscarle las galletas!

Ambos se levantaron, y Bambam caminó hasta la entrada, calzándose sus zapatos, y mirando a Yugyeom que llegaba con un envase en mano, donde se podían ver una cantidad considerable de galletas.

—Espero las disfrute, hyung.

—Dime "Bambam" —dijo, tomando las galletas—. No me gustan los honoríficos, y solo eres un año menor.

Los ojos de Yugyeom brillaron, y asintió de inmediato. —¡Sí, hyung! Digo, Bambam.

El recién nombrado agitó su mano, restándole importancia y se giró para salir, pero los ladridos de Dalkyum lo detuvieron, miró por encima de su hombro al cachorro mover su cola, y sacudió su mano despidiéndose de él para finalmente salir del departamento.

Abrió la puerta del suyo, y se adentró, llevándose las galletas consigo hasta la habitación. Las dejó en su mesita de noche, y respiró profundo. Se sentía bastante relajado, y ya no tenía el dolor de cabeza de antes, pero tampoco tenía sueño.

Miró su computador, y entrecerró los ojos antes de sentarse en su silla y comenzar a dibujar. Tenía la imagen en su mente, y quería retratarla ya que le iba ayudar mucho para la historia. Trazó, colocó el color y dibujó todo lo que estaba en su memoria para dar como resultado su obra.

—El Alfa raro y el perro horroroso... —murmuró soltando una pequeña risa por el título—. Obvio que en mi dibujo se ven mejores porque lo hice yo.

Guardó el dibujo, y apagó su computador, tomando su teléfono y revisando sus redes, contestándole a sus fans y siendo amable con todos ellos. Incluso le envió un mensaje a su editor, diciéndole que pronto le tendría algo, pero que igual no lo fastidiara. Cuando la noche llegó, comió un par de galletas y luego durmió, soñando con enormes campos de sembradíos de manzanilla, perros juguetones y Alfas torpes con sonrisas brillantes.

©️ GAM_0116 on Twitter.

Todos los créditos del dibujo.

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