OO2. emotions
OLDER | OO2. EMOCIONES
Agnes sostuvo entre sus dedos temblorosos aquella carta que su madre le había dejado antes de desaparecer.
Leyó y releyó cada renglón lleno de rayones y pésima ortografía antes de arrugar la hoja y echarse a reír.
—Ojalá ardas en el infierno, mamá.
Su querida madre la había abandonado a su suerte de nuevo. No sin antes dejarle una única esperanza de sobrevivir en algún lugar de Forks. Pueblillo en el que nunca había puesto un pie hasta ahora.
Pues su padre, el cual desconocía su identidad, ahí vivía. Agnes se preguntó si también el desconocía que tuviera una hija de la cual no sabía y sospechaba que pronto tendría la respuesta.
Con el corazón inundado de irá, empacó en una maleta sus pocas pertenencias y se marchó de la pocilga que alguna vez llamo hogar.
Su billetera estaba casi vacía pero no lo suficiente, dándole oportunidad de tomar un autobús hacia Forks.
No tenía la intención de vivir con un padre con el que nunca había convivido y tampoco quería ser inoportuna si es que el hombre ya tenía una familia. Odiaría ser un estorbó, su madre se había tardado en hacérselo saber y no no deseaba más desilusiones.
Solo le pediría un poco de dinero para rentar algún lugar y trabajar, no necesitaba más. Ni siquiera lástima.
Para su buena fortuna, Port Angeles no estaba tan alejado de Forks. Por lo cual no dudo en desviarse de su destino entrada la noche.
Picoteando con sus tacones la madera del bar al que había entrado, sus ojos se posaron en cada uno de los individuos que la veían con curiosidad al ser una nueva cara en el lugar.
Pero su atención se posó en un hombre solitario sobre la barra que parecía más entretenido con un cenicero que con la mesera joven que lo atendía.
Sus labios pintados de carmín se curvaron y a pasos decididos se acercó hasta él. Sacando de su bolso un cigarro que no tardó en encender antes de llegar hasta él.
¿Quién le diría que ese pequeño encuentro podía causar un gran revuelo en su vida? Eso era algo que ni ella había planeado.
A la mañana siguiente, Agnes despertó antes que su compañero. Eso le dió oportunidad de tomar sus cosas y marcharse.
Estaba segura que jamás olvidaría a ese hombre pero ahora no podía enredarse en algo sentimental sin antes poner orden en el desastre que su madre había dejado en su vida.
La maldecía, ya que no era la primera vez que la abandonaba a su suerte.
Con pereza, reviso la hoja arrugada, memorizando la dirección que estaba escrita.
—En la reservación, vaya —murmuró para ella misma mientras caminaba por la orilla de la carretera—. Desearía tener un auto.
Camino, por lo menos una hora antes de divisar un pequeño letrero que le indicaba que había llegado a su destino. Y se paso otra media hora preguntando a cada persona que se cruzaba en su camino donde quedaba la casa de Billy Black.
Las indicaciones que su madre habían dejado eran tan poco legibles que solo hizo que Agnes se lamentara.
Pero después de un tiempo por fin se encontraba frente a la casa, y realmente no se había detenido a pensar como reaccionaria su padre al saber de su existencia. O tan siquiera si ella estaba lista para enfrentarlo, pero al parecer su madre la había preparado para toda desilusión que podía sufrir a lo largo de la vida.
Apretó el agarre en su maleta y soltó un gran suspiro.
No estaba lista.
Y sintiendo una dolorosa presión en su pecho, dió media vuelta sobre sus talones y se alejó de la propiedad.
En ese momento se arrepintió de haber huido del motel, podría haberse quedado a seducir a Charlie Swan. Del cuál no sabía nada más que su nombre pero le causaba cierta gracia como sus acciones ponían al antes mencionado.
Lamentable.
—¿Agnes? —una camioneta oscura se detuvo a su lado, de la cuál se asomó un hombre mayor de largo cabello azabache.
La susodicha se limitó a observar las facciones del contrario y su acompañante, quién parecía ser un adolescente unos tres años más chico que ella.
—¿Si? —soltó luego de unos segundos de silencio.
—¿Eres Agnes, Agnes Campbell?
—Lo soy, ¿usted es?
—Billy Black —el mayor le sonrió—. Tu padre.
La de cabellos cobrizos miró sin mucha discreción su al rededor. Los viejos muebles que adornaban la casa y también algunas fotos familiares que colgaban en las paredes o se encontraban esparcidas por las cómodas.
Fotos de las cuales no formaba parte. Algo que no le molestaba pues nadie sabía que Billy Black tendría una hija de un amorío del pasado.
El mencionado solo conoció a Agnes por una foto que su madre le había mandado por correo unos días antes, y no fue hasta ese día que los Black supieron de ella.
Ahora la chica de menudo cuerpo se hallaba orando otras posibles maldiciones hacia su progenitora al dejarla en un lío como este. Pues su aparente hermanastro la ponía nervioso con su mirada al ser muy tímido para hablarle.
—Jake —llamó Billy, acercándose al par con su silla de ruedas—. ¿Por qué no te presentas con tu hermana?
—¿Entonces ella es mi hermana?
Agnes mentiría si dijera que aquello no le dolió, pues confundió la voz nerviosa de Jacob con el posible desagrado hacia su persona y lo que su existencia podía significar para su familia. Y para ser honesta, no esperaba que la recibieran con una gran fiesta, pero se valía soñar...
—Yo... —la fémina se levantó antes de que Jacob pudiera agregar algo más—. No vine a perturbar su paz, solo quería pedir prestado algo de dinero... aunque eso sería muy desvergonzado de mi parte pero realmente no-
—¿Qué dices? —el mayor la interrupción—. Tu presencia no nos molesta, Agnes.
—Es algo incómodo...
—Jacob —reprendió Billy pues sus palabras no hacían más que hacer sentir mal a la fémina—. No sabía de tu existencia hasta hace tan solo dos días, y los casi veintidós años que no estuve contigo jamás compensarán los que están por venir. Pero, Agnes, realmente quiero conocerte y hacerte sentir querida aquí, con nosotros.
Si tan solo su madre no la hubiera obligado a aprender a manejar sus emociones frente a los demás, Agnes sería un tornado de ellos en esos momentos.
Quería llorar, pero también quería reírse pues Jacob tenía razón. Era jodidamente incómodo sentir tantas cosas por culpa de un desconocido.
Sin duda, odiaba a su madre y todo lo que le quitó.
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