O19. true
OLDER | O19. VERDAD
Sus ojos solo podían ver al hombre sentado frente a ella, su uniforme de policía lo hacía ver más varonil que las camisetas a cuadros que solía usar cuando no estaba en turno.
Pero esas camisas seguían siendo sus favoritas.
Una sonrisa se dibujó en su rostro en el momento en que sus orbes claros se cruzaron con los cafés de Charlie.
Realmente no podía esconder lo que el mayor le causaba por más que se esforzará. Sobre todo con la imprimación de un lobo.
Todo era más intenso.
Y cuando sus ojos viajaron por su silueta hasta detenerse en sus manos, que sostenían el libro que le había entregado noches atrás, lo supo.
Ya no podía ser escondiendolo.
El momento de la verdad era ahora, en ese instante y frente a su progenitor.
—Charlie me comentó que le contaste una historia, Agnes —la voz de su padre la hizo sacudir la cabeza, arrojando cualquier pensamiento negativo que la comenzaba a consumir por dentro—. ¿Podrías decirme el por qué?
—Billy...
—No es un delito, solo me parece interesante —negó el de larga cabellera azabache, deteniendo a su mejor amigo de intervenir.
—Papá —Agnes lo miro, con los nervios desbordándose hasta de sus poros—. Sé que esto no será muy fácil de digerir pero...
—¿Pero?
Jacob y Charlie intercambiaron miradas antes de centrarse por completo en lo que la cobriza estaba por decir.
Pero Agnes no tenía ni la más mínima idea de que decir. Claro que había practicado hasta el cansancio en el caso de que su secreto hubiera sido descubierto, pero, nadie se había molestado en preguntarle lo que tanto escondía.
Estando más preocupados por no estar en la mira del malhumorado Alfa que se desquitaria con cualquiera por las riñas que tenía con Leah.
Cosa que la aliviaba, pero no ahora.
—Sea lo que sea que vayas a decir —Billy tomo su mano, dejando un pequeño apretón—. Confía en mí, Angie.
Agnes aplanó los labios, clavando sus ojos en Charlie unos cortos segundos antes de regresar la vista hacia su padre.
Nunca se arrepentiría de sus acciones pasadas, de haberse enamorado de un hombre como Charlie. Claro que podía sentirse avergonzada, pero nada le haría sentirse menos por algo así.
Su madre la había hecho vivir un infierno, esto no era nada.
Quiso creer.
—Papá —se erguio en su lugar, levantando la cabeza llena de valor—. Amo a Charlie.
Y la bomba explotó.
Si acaso existía alguna cosa a la que Charlie Swan le tuviera miedo, era sin duda el perder a su única hija.
Pero cuando Billy Black estuvo a nada de ponerse de pie y abalanzarse sobre él en el momento en que Agnes reveló el secreto más grande que los estaba reprimiendo.
Un nuevo miedo surgió.
Ser perseguido por tu mejor amigo inválido mientras ordenaba que le entregarán una escopeta, era su nueva pesadilla.
Los murmullos de Jacob diciendo que no se preocupara por qué tarde o temprano una rueda de su silla se saldría entre tanto ajetreo, sumado a las voz de Agnes que exclamaba que no lo podía tocar por qué era una impronta. Era sin duda toda una experiencia.
Experiencia que dentro de un par años sería un anécdota divertida para todos.
Aunque, después de unas horas, Billy se cansó de perseguirlo por toda la propiedad y mejor decidió instruirlo en todo lo que necesita saber sobre los Quiluete's.
Datos que, gracias al libro que Agnes le dió, ya conocía. Pero seguían maravillandolo.
La prueba final, fue el no desmayarse cuando el muchacho que vio crecer se transformó en un lobo gigante de pelaje café rojizo.
Juraba que ya lo había visto todo.
Menos el saber que su hija había tenido un vampiro por novio. Pero si, lo había visto todo.
—Si hubieras dicho desde un principio que Charlie era tu impronta, nos hubiéramos ahorrado estas escenitas —reclamo su padre, sentado en el sofá. Incapaz de moverse libremente pues, como había predicho Jacob, una rueda se salió y dejo la silla inservible.
—No era tan fácil —se defendió la fémina—. Y sabes que si no fuera por eso, ya hubieras hecho muchas locuras en su contra, papá.
—El hubiera no existe —refunfuño el hombre.
Una carcajada rompió con el ambiente tenso, los mayores miraron al más jóven de la habitación. Quién se encogió de hombros sin para de reír.
—¿Qué? —se apoyó del sofá en el que su padre se hallaba sentado—. Alguien se tenía que reír.
—Payaso.
—Cállate, asalta tumbas.
—¡Oye! —se quejaron el policía y la cobriza.
—Ay, el amor.
—Oye —se quejó está vez su padre.
Agnes rio, haciendo que Billy también lo hiciera.
Realmente el azabache no podría negarse a nada que su hija pidiera o anhelara. Desconocía que tanto había sufrido y soportado a lado de su madre, pero él no sería un grillete más en su vida.
Y si la vida le había hecho conocer a un hombre como Charlie, estaba más que complacido con ello.
Aunque sus celos de padre lo hicieran perder la cabeza.
—Cuida de mi pequeña.
—Lo haré.
Ambos hermanos se miraron, contemplando al par de amigos estrechandose las manos.
En la mente de Jacob se reflejaron un sinfín de escenarios, que solo lo hicieron sonreír. Y Agnes pudo adivinar fácilmente lo que estaba pensando.
—Te voy a extrañar, Angie —dramatizó el chico, abrazando a su hermana como si su vida dependiera de eso.
La fémina solo se limitó a rodar los ojos.
—Todavía no me voy de la casa, tarado.
—Aún no hay anillo.
—Papá.
—Y espero que tampoco bebé.
—¡Papá!
—Pero llegará tu karma, Charlie.
—Dios mio.
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