𝗩𝗲𝗶𝗻𝘁𝗶𝗰𝘂𝗮𝘁𝗿𝗼
—¿En verdad no quieres venir con nosotros, Fotfot?
—Yo estaría encantado chicos. Pero tengo un trabajo que mantener y también ayudar a mamá... Ya saben.
—Lo entendemos—respondió por los menores la señora Lin, besó la frente de Fourth y le sonrió—, cuídate mucho, pequeño.
Asintió, pasando ahora a abrazar a Namtan. La chica besó su mejilla antes de alejarse en dirección a la camioneta que les esperaba, y Phuwin, aunque cruzado de brazos, se dejó abrazar hasta aflojar un poco y acabar en un cálido abrazo de despedida con su mejor amigo.
—Te voy a extrañar, phi—susurró sintiendo que el mayor no quería soltarlo—. Tráeme un recuerdo.
—Lo haré—murmuró, finalmente separándose de su mejor amigo. Sin mirar atrás subió a la camioneta, y cuando la puerta corrediza fue cerrada, Fourth caminó en dirección contraria.
La familia de Phuwin siempre iba de vacaciones, ya fuere lejos o cerca. A la señora Lin se le había ocurrido que, para que su hijo se mostrara alegre, llevarían a sus amigos también con ellos: ella más que nadie sabía que su hijo no la pasaba tan bien como aparentaba, y que con los otros dos chicos, era más su versión divertida y real.
Pero Fourth tenía responsabilidades que cumplir.
El trabajo en la cafetería era algo que no podía permitirse perder, no solo por ayudar a su madre sino porque era un ingreso para sí mismo y aminoraba el gasto de TaeHa en chucherías que de vez en cuando él quería.
Caminó con las manos en los bolsillos y la cabeza gacha pateando piedras a medida que avanzaba. Con la cabeza dando vueltas, sintiendo ganas de llorar, prefirió hacer una parada en el parque. Ese al que tantas veces había ido en su niñez.
Pasó por los columpios, tocando las cadenas con las yemas de los dedos. Cerró los ojos un momento, recordando la vez que él, Phuwin y Namtan habían estado toda la tarde jugando a ver quién podía llegar más alto. Pero ninguno de los tres fue el ganador, era alguien más... Sonrió de todos modos y siguió caminando para salir del parque.
No se esperaba que alguien lo chocara tan fuerte como para tirarlo al suelo. Fourth se quejó, sintiendo que sus rodillas ardían.
—L-lo si-siento mu...m-mucho—se disculpó agachándose a la altura del peli-castaño, avergonzado por ser tan tonto—. ¿Es-est-estás bien?
Fourth lo miró, ese chico era...
—¿Tú otra vez?
—¿Y-yo?
—El que conoce mi casa—lo miró achicando los ojos, como si de esa manera pudiese ver algo con más nitidez—. Estoy bien, no te preocupes.
Fourth se puso de pié de un salto. El peli-negro hizo lo mismo, pero se quedó inmóvil, parecía nervioso mirando a un punto fijo, algo similar a un viaje astral.
» —¿Tú estás bien, chico?—frunció el ceño, tocándole la punta de la nariz con el dedo índice para llamar su atención.
Menos mal funcionó, puesto que el peli-negro pareció volver a aterrizar en el planeta tierra. Sus ojos negros se clavaron en los de Fourth por un segundo y le produjo un sentimiento extraño, como si lo conociera de alguna parte, pero eso...
Eso era imposible.
—S-si, si. Yo-yo... ¡Adiós!—y más veloz que el rayo McQueen salió corriendo.
Fourth se encogió de hombros retomando su andar, pensando en que ese chico no podía ser más raro.
© ʟᴀsᴠᴏᴄᴇsᴅᴇᴍɪ_ᴄᴀʙᴇᴢᴀ
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