Narrador Omnisciente

En un departamento de las calles de Japón, habían dos amantes recostados en su cama dándose amor, los besos y suspiros se apreciaban en esa habitación.

Él peliblanco extasiado por ver semejante imagen de su mujer suspirando por sus caricias, hacia que se pusiera más duro de lo que ya estaba.

Su cabello rojo desparramado en la almohada, sus hermosos ojos dorados dilatados por la excitación que sentía en ese momento, junto con unas pequeñas lágrimas queriendo asomarse por la tremenda lujuria que sentía.

Sí, definitivamente la iba a dejar sin poder caminar durante un mes si es necesario, iba a disfrutar hacerla suya como si el mañana no existiera.

La iba a ser venirse tantas veces, que su coño quedaria tan rojo y adolorido por tremenda cojida que le iba a dar. No la dejaría descansar, hasta ver cómo sus piernas temblaran del placer que le iba a dar.

Y no solo él disfrutaría la tremenda vista, sino que también la peliroja lo haría, tener a tremendo monumento peliblanco, de ojos celestes, con six pack incluído.

¡Oh Diosito!

Era la gloria misma, disfrutaría cada rincón de esa tabla de lavar, pasaría su lengua por esos fuertes pectorales y los morderia a su gusto, dejándolo marcado para que supieran de quien era.

Desnudos en la cama disfrutando de tan delicioso acto, preparados para ser uno mismo y dejar a la chica paralítica de tanto placer.

Fue interrumpido debido a que la puerta se abrió abruptamente siendo estampada en la pared, dejando una pequeña grieta por la fuerza.

Tal estruendo espanto a los dos individuos que estaban comiéndose en la cama, volteando a ver quién fue el intruso, encontrándose una mirada azulada enojada.

-¡Tú, maldita rata blanca!- grito enojado para seguidamente tomarlo del cuello y hacerlo bajado de la cama tirando al suelo al susodicho.

Consternada la ojidorada solo veía como el azabache sermoneaba y golpeaba al pobre peliblanco.

Para después entrarán otras 3 personas también enojadas e unirsele al azabache para golpear al ojiceleste tramposo, dejándolo todo molido con chichones en su cabeza y como bonus desnudo.

-¡Si vas a hacer trampa, al menos no hagas tanto ruido idiota!- para girarse y observar a la peliroja- y tu-ella solo sonrió nerviosamente- supongo que tendré que darte un castigo- sonrió perversa mente haciendo sudar a la oji dorada.

Los otros 3 sugetaron al pobre golpeado peliblanco y lo sacaron de la habitación, para dejar que Toji Fushiguro disfrutará de su turno con su esposa.

Definitivamente no iba a caminar en un buen tiempo.