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Capitulo 1 - Noche de chicas.

Son las cinco con treinta minutos.

Falta tan solo media hora para que sean las tan esperadas seis de la tarde. A esa hora puede significar algunas cosas, es la hora en la que el sol empieza a esconderse, es la hora en la que el día por alguna razón se siente más cómodo, o la más simple de todas; es la hora en la que termina la jornada laboral de muchas personas. En este caso, en una oficina de trabajo ubicada en Nueva Jersey, llamada; The Centre for Social Innovation.

Dentro de tal oficina, en el cuarto piso del gran edificio, dentro de una habitación, se encontraban cuatro trabajadoras, sentadas en una silla frente a su ordenador correspondiente. Tres de ellas están en una parte de ese cuarto, trabajando y compartiendo papeleos mientras que la cuarta trabajadora solitaria, algo excluida del resto, se encontraba de la misma manera, sentada frente a un ordenador. A su derecha está el sanitario para damas. No le molestaba estar ahí, de hecho, le gustaba estar en un lugar a solas.

Aquel trio de trabajadoras se pusieron de acuerdo para tener sus escritorios lo más cercas posible. Según eso, era para poder trabajar con mejor espació y sacar provecho de la distancia, sin embargo, lo hicieron con el tal lujo de poder sacar platica todo el día, pues las cuatro trabajan en una habitación algo privilegiada, mientras que los demás trabajadores también hacían su jornada fuera de esta.

Era algo de esperarse, esas cuatro damas eran las trabajadoras con más desempeño según palabras de la directora.

Las cuatro damas portaban un traje negro de chaqueta abierto, con una camisa blanca, pantalón de vestir oscuro junto a sus calcetas blancas y zapatillas negras que brillaban sin más. Sin embargo, una de ellas, la chica solitaria, tenía su chaqueta abrochada con los botones. No le gustaba verse expuesta.

Mientras el tiempo iba avanzando, la chica de cabello rosado de aspecto gatuno se levantó, solo para sacar unos papeles de la impresora. La otra chica, la yegua del cabello castaño con su cola de caballo sobre su hombro izquierdo, revisaba y movía papeles de su escritorio. Y la otra chica, la elefante de piel morena con cabello oscuro, revisaba su teléfono sin preocupación alguna sentada en la silla de su escritorio. Todas ellas, haciendo sus cosas, pero sin dejar de mover la boca, y decir palabras tras palabras, pues su conversación era el pan de cada día.

Aquel trio se enfocaba en lo suyo, en su trabajo, y en su platica, sin prestarle tanta atención a la otra chica, la chica solitaria.

Tan concentrada en lo suyo, trabajando de forma normal hasta que llegara la bendita hora de salir. Pero ella ya no se podía esperar más, algo le estaba matando la paciencia, manteniendo su mirada concentrada en el ordenador para poder disimular esa pequeñita angustia.

Sin más, ella detiene su trabajo abruptamente dejando de teclear en el ordenador.

Mirando a sus otras tres compañeras discretamente y sin dejar de hacerlo, toma su bolso, y desde dentro, empieza a sacar un libro algo grande. Viendo nuevamente a sus compañeras conversar le da la oportunidad de hojear rápidamente el libro, cayendo justamente en la página donde se había quedado.

"Finalmente he llegado, my lady."

"Oh, no sabes cuanto te he esperado. Pensé que no llegarías."

"Jamás dejaría sola a una dama como usted, sería muy descortés de mi parte."

"¿Una dama como yo? De que está hablando, yo no soy una dama, soy tan solo una mujer cualquiera, una arrastrada."

"Le pido por favor que no vuelva a decir eso de usted misma. Usted, ante mis ojos, es la dama que más aclara mis días cual sol ante mí. Si usted se hace llamar así, entonces yo soy solo un vagabundo, que tan solo está en la búsqueda de un súbito néctar que le haga volver a creer el amor."

Aquella chica solitaria ya no podía más, tenía que leer un poco más de su libro erótico favorito, aguardando ese momento para leerlo en casa y tener una de sus lecturas nocturnas de todos los viernes por la noche. Pero ya se encontraba en el momento clímax de la novela y la ansiedad de saber que más ocurría la carcomía por dentro.

Mientras seguía leyendo a escondidas agachada por debajo de su escritorio, tan sumida en su lectura silenciosa, la puerta de esa habitación se abrió, frenando la charla de las tres damas y viendo ellas como aquella persona se acercaba al escritorio de la dama solitaria. Ellas sabían perfectamente que aquella joven adulta estaba frita.

"... ¿Lo dice en serio?"

"¿No me cree?, seré un vagabundo, pero no un mentiroso."

"A mi no me interesa que sea un mentiroso o no, adoro como usted me abrazo aquella ultima vez, y sinceramente, me quede con ganas de seguir experimentando de este sentimiento."

"Si tanto desea, podemos dejar de hablar de lo que nos gusta, y..., comenzar a ponerlo a prue-

"¡Lucy Thompson!"

Tras aquel llamado, la directora de aquella oficina dejó caer una hilera de papeles sobre el escritorio de la dama Lucy, sacándola inmediatamente de ese mundo ficticio.

La joven adulta no se esperó esto, la llamada de atención fue tal, que esta dejo caer el libro al suelo y rápidamente se incorporó derecho, con sus anteojos mal acomodados.

—Esta es la cuarta vez este día que la atrapo distraída con ese bendito libro, señorita Thompson. Van varias las veces que le digo que se encuentra en la cuerda floja, pero parece no entender.

"Lo sé".

—Tiene pocos trabajos pendientes, sin embargo, eso no quita el hecho de que van en aumento.

"Lo sé".

—Y también ya lo habíamos hablado —recogiendo el libro del suelo—, nada de traer sus novelas literarias favoritas al trabajo.

Aquella frase fue escuchada por las otras tres jóvenes adultas, que reían internamente por lo que veían, bueno, solo una de ellas no.

"...Lo sé..."

Con cada afirmación de Lucy su cabeza se inclinaba ligeramente hacia abajo, con una mirada de culpa y vergüenza.

—Tendré que pedirle que se quede hasta tarde, Señorita Thompson. Dos horas más. —había sonado muy clara.

La joven adulta Lucy tan solo acomodo sus anteojos, cerro sus ojos y suspiro, aceptando la orden de su superior. La directora tan solo la miró, y también suspiró.

—Mire Señorita Thompson, en serio no me gusta ser dura con usted, pero debe entender que usted ya es una dama de veinticinco años, y me imagino que debe saber que cosas está bien, y que cosas está mal. No hace falta que se lo esté repitiendo como si fuera una criada.

—Lo..., Lo se directora Ramona. —la miraba aun con ese rostro lleno de culpa.

La directora volvió a suspirar.

—Hagamos esto. Pónganse en corriente con el trabajo la semana siguiente, y le daré tiempos para leer un rato su libro, —alzando un poco más la voz y mirando hacia atrás—, ¡así como también las dejo a ustedes estar juntas!

Tras eso, el trio de damas se estremecieron y aumentaron su velocidad en el trabajo. La directora Ramona quizás sea una arrogante señora de más de cincuenta seis años con un carácter duro, pero era un alma gentil y cariñosa.

—¿Sabes qué? Solo quédate una hora extra. Tampoco quiero arruinar tus noches de lectura, jo jo jo. —dijo la directora con pocas risas.

—Je. Gracias directora. —ahora Lucy mostraba una pequeña sonrisa de confianza.

La directora tan solo sonrió gentilmente y se dirigió hacia la puerta de salida. La joven Lucy volvió a suspirar y tomó ese pilar de papeles que le habían dejado y se puso manos a la obra.

Sin embargo, las pequeñas risitas no se hicieron esperar de las otras trabajadoras, y eso a Lucy le consternaba.

. . .

Lucy Thompson era su nombre, una joven adulta puerco hormiguera de veinticinco años. Con un carácter dulce y tranquilo, aunque a veces agresivo, pero poco demostrado. Un eterno gusto por los libros y una joven llena de sueños y esperanzas. Lleva consigo el traje que todas portaban, y su cabello de media melena color marrón junto a sus característicos anteojos que la hacían verse bonita.

. . .

Ya tan solo faltaban diez minutos a las seis de la tarde. El ambiente de Lucy se había tranquilizado, pero aún le quedaba mucho trabajo por terminar.

Dejo de teclear y miro el reloj que portaba en su muñeca izquierda, y cuando vio que faltaban tan solo diez minutos a las seis, fue cuando, esa angustia, de cada viernes por la tarde de la semana llegaba a esa hora. Una angustia que le molestaba. Una angustia que se le hacía incomoda, y esa angustia venía acompañada de una gata de cabello rosado, que venía directamente hacia ella.

Cuando dejo de mirar su reloj y fijo su mirada a la gata rosada esta ya se había levantado de su asiento e iba hacia con ella. Era totalmente increíble para Lucy saber qué es lo que hará ella en cada cierta hora del día, sentía que podía predecir cualquier cosa.

"Aquí viene otra vez" Era lo que se decía Lucy a sí misma, girando sus ojos y regresando su vista a la pantalla de su escritorio.

—Hola. Querida Lucy.

—... Hola Susie... —su manera de responder el saludo era seca.

...

Susie McCallister era su nombre. Una gata de veintisiete años. Con un carácter "lindo" cuando le convenía serlo, sin embargo, suele ser de esas chicas que hacen mucha burla a personas que no entienden el "relajo" del lugar. Algo aprovechada de las situaciones y carecía de cualquier pizca de compasión. Lleva el mismo vestido que todas las demás, y su cabello es parecido al de Lucy, pero con un color rosa..., "rosa de maldad".

...

—¿Hace rato te atraparon leyendo otra vez, verdad Lucy? —decía Susie, acercando su mirada al trabajo de Lucy.

—... Si..., otra vez. —su mirada seguía frente al ordenador, y sin prestarle nada de atención a la gatuna.

—Es increíble que te distraigas en el trabajo por un simple libro. Que tiene que hace que estés tan embobada en él.

Sin previo aviso y sin recibir respuesta, Susie metió la mano dentro del bolso de Lucy y tomó el libro.

—¡Hey Susie!

Lucy se levantó de la silla para arrebatarle el libro, pero Susie se dio media vuelta y empezó a fisgonear página por página mientras caminaba lento por la habitación.

—Oh, dios santo —decía ella, exagerando su voz de manera ridícula—, pero miiira nada más lo que dice aquí.

Lucy pensaba aun en quitárselo, sin embargo, lo hacía de una manera torpe y sin mucha intención detrás de Susie. La gata seguía leyendo en voz las páginas, páginas que Lucy todavía no había leído.

Cuando por poco Lucy ya estaba por tomar del traje de Susie, esta se lo paso a otra de sus compañeras.

—Toma Alice, ya me cansé de leer.

...

Alice Fefferman era su nombre. Una joven adulta elefante de veintiséis años. Con un carácter..., exageradamente lindo. Suele ser de esas personas que te escuchan y comprenden tu situación o la de los demás, pero cuando hay relajo en el ambiente, ella es parte del montón.

...

—Guau, este libro está muy pesado. Oye Lucy ¿Qué no te cansa el cargar este ladrillo a donde sea que vayas? —decía la elefante marrón con poca burla.

Como se decía, Lucy era agresiva si a ella se le provocaba o solo la hacían enojar, pero eso solo era cuando era una infanta de nueve años, y en su edad actual había demasiada diferencia, aunque no se lo pensaría dos veces en hacer una barbaridad si alguien la molestaba de esa manera. Como aquella última vez...

Mientras la joven adulta Alice, sentada en su silla, seguía leyendo y fanfarroneando con aquel libro. Pero no pudo continuar, pues había sido golpeada en la cabeza con una regla de madera algo gruesa. Había sido Betsy.

Betsy le quito de las manos el libro a Alice y se levantó de su asiento.

—Ya paren ustedes dos. —exclamo ella, levantando tan solo un poco su voz—. Siempre es lo mismo con ustedes dos con las nuevas trabajadoras.

—Uy si, como si tu fueras la santa aquí. Solo te gusta tranquilizar las cosas cuando te conviene, Betsy. Además, recuerda que ella ya no es nueva, ya tiene tres meses trabajando aquí. —aclaro la gata.

—Ay..., es cierto Susie. —dijo la chica elefante, sobándose la cabeza por el golpe de hace un momento.

—Chicas, esto es serio —aclaro Betsy—, debemos terminan el trabajo de esta semana. Se que yo también me uno a las pláticas y chismes de ustedes dos, pero esto se ha vuelto más importante de lo que yo pensaba.

Después de dejar de hablar, Betsy finalmente le entrego el libro a Lucy, solo que comentándole a ella que por que llevaba ese muy pesado libro y que por qué diablos lo lleva con ella en su bolso.

...

Betsy Spellman era su nombre. La yegua joven de veinticinco años. La chica de buen corazón de aquel trío, con un carácter demasiado seguro y reconfortante. Betsy era la única chica en la que la dama Lucy confiaba pues la yegua entendía perfectamente a las desafortunadas como ella. Aunque demasiado directa y sincera con sus palabras.

...

Sin responder, Lucy regreso a su escritorio y guardo el libro en su bolso. Sin más, Susie se le acerco otra vez.

—Por cierto, Lucy, ¿Ya te decidiste? —insinuó la gata con cierta curiosidad.

—Es cierto. —dijo la elefante, también levantándose de su asiento y dirigiéndose con las demás damas con prisa—. ¿Ahora si piensas ir con nosotras?

Lucy bajo la mirada que tenía en su ordenador, y con un rostro de pena volteo a ver a Betsy de reojo quien permanecía en su lugar de trabajo. Esta le regreso la mirada, y ligeramente le negó con la cabeza.

Un "no" salió de la boca de Lucy. Ambas chicas se desilusionaron e hicieron pequeños enojos y abucheos.

—Vamos Lucy, ya te lo habíamos dicho, ese lugar es mucho mejor que estar imaginando tus fantasías en ese ridículo libro. —dijo Susie, intentando convencer una vez más a la chica solitaria—. Necesitas conocer a más gente. Socializar, ¿Si sabes que significa eso verdad?

—No te preocupes Lucy, estarás con nosotras. —ayudo Alice, ahora entrometiéndose—. No pasara nada, y si no consigues a alguien, incluso te ayudaremos a escoger.

Lucy lo volvió a pensar, pero su respuesta fue, es, y siempre será un no.

Esto era a lo que la dama Lucy temía cada viernes por la tarde, que aquel dúo de chicas la invitaran a ese lugar. Al principio fue tranquilo evitar el tema, pero actualmente se le ha vuelto muy pesado.

La dama Lucy tenía entendido que tanto Susie como Alice e incluso Betsy iban a ese lugar los viernes por la noche, y regresaban hasta muy pasadas de las doce. El pretexto "necesitamos un momento de chicas" "el trabajo nos está matando" "necesitamos relajarnos" "somos jóvenes todavía" era bien usado en ellas, y a la puerco hormiguera todo eso le parecía ridículo.

—Sabes que, tú te lo pierdes, como todos los viernes. Solo estás aquí soñando despierta en un mundo ficticio. —decía la elefante.

—Je, eres tan difícil de convencer. Si tan solo te "aflojaras" un poco, serías más fácil de "acceder." —dijo la gata intentado persuadirle de manera provocativa.

Lucy ya se estaba cansando de tanta payasada, finalmente su rostro mostraba un cierto enojo hacia Susie. Ya era suficiente de tanto insistir, y ella sí que era terca en todo sentido.

Susie evidentemente se enteró del enojo de la chica, entonces cambió su mirada a una un tanto provocativa, pero seductora.

—Vamooos. ¿No quisieras ir con nosotras a..., conocer chicos altos y fornidos? ¿Con los que quisieras pasar tan solo una noche? ¿Dispuestos hacer lo que les pidas con tal de cumplir tus fantasías más ocultas?

El rostro de Lucy lentamente dejo ese enojo, para pasar ahora con un rostro un poco apenado mientras se ruborizada poco a poco.

La gata Susie conocía bien las debilidades de la chica solitaria, así que continuó, pero ahora hablando hacía la nada y haciendo movimientos con la mano izquierda.

—¿O conocer un tipo..., que le guste tu forma de ser, querer, y demostrar? Que sea capaz de llevarte a la cama..., cargando en esos brazos fuertes mientras hueles el dulce aroma de su cuerpo, y para después..., bueno..., ya sabes a que me refiero...

Una vez que regreso su mirada hacia Lucy, esta había recargado su mentón en su escritorio, tapando su cara con los papeles de la oficina. La pobre dama solitaria estaba al borde de la vergüenza y temblaba ligeramente.

Eso evidentemente hizo reír tanto a Susie como Alice.

—Je. Debilucha.

—Eres tan solo una polluela. —comento la chica morena.

Susie se le acerco aún más a Lucy. Esta seguía con la cara tapada.

—Oye, esto es en serio, solo estas desperdiciando tu tiempo. Por qué pasar tu tiempo dentro de un mundo ficticio, cuando el tuyo se puede hacer realidad afuera. —le susurro.

Y con esa última frase, finalmente la gata se había alejado de Lucy, solo para irse con Alice quien ya estaba preparada para salir, pues el reloj ya marcaba las seis de la tarde.

Cuando Alice ya estaba por salir de la habitación, Susie la apresuro con una nalgada algo fuerte.

—Vamos, date prisa.

Alice se molestó.

—¡No vuelvas hacer eso, Susie! ¡No al menos aquí!

—En un momento las alcanzo, chicas. —dijo Betsy mientras ambas chicas salían por el marco de la puerta.

La yegua volteo a ver a Lucy, y se dirigió a paso lento hacia ella. El sonido de sus zapatillas hacía eco por la habitación.

—Oye Lucy, ¿Te encuentras bien?

Lentamente la dama solitaria bajo las hojas que tapaban su cara para mostrar un rostro un tanto triste con pequeñas lágrimas y un ligero sonrojo.

Betsy suspiró.

—Veo que no.

—...Cada viernes es lo mismo.

—Lo sé, Lucy. Tanto como a ti para mi nos está cansando esta conducta de ellas. —dijo Betsy intentando consolar a Lucy con pequeñas palmaditas en la espalda.

La yegua sabía perfectamente por lo que pasaba su amiga y compañera de trabajó ese mismo día, le molestaba el hecho de que tanto Susie y Alice la fastidiaran. Pero en algo había una razón.

—Lucy, odio admitirlo, pero Susie tiene razón.

—¿¡Me estás diciendo que debería salir con un chico cualquiera!? —la puerco hormiguera se sobresaltó.

—Baja la voz, Lucy. No me refería a ese tipo de razón, si no al de salir y conocer a más personas. Estas demasiado encerrada en tu zona de confort.

Lucy se calmó, y se levantó de su asiento.

—Claro que salgo. Tengo un grupo de amigas con las que hablamos de nuestro libro o autor favorito. Nos solemos juntar y sentar dentro de una biblioteca, o comúnmente fuera de un restaurante.

A Betsy parecía aburrirle el tema, pero no le importaba, de hecho, le interesaba mucho escuchar los pasatiempos de otras personas, así que soltó una pequeña risita.

—¿Uh? Que es gracioso.

—No nada. —decía Betsy, imaginando cosas—. Bueno, te creó.

Pero lo que no sabía Betsy, es que ese grupo de amigas de Lucy no estaban siempre disponibles. A lo mucho, solo se juntaban una, o dos veces al mes. Quizás era otro pretexto de la dama Lucy.

—Emm..., de hecho..., este viernes por la noche decidimos que nos juntaremos fuera de una cafetería a hablar sobre el libro que tengo en mi bolso. —dijo, con un cierto nerviosismo cómico al hablar.

—...Yo creo que escuche a la directora mencionar que era una de tus noches de lectura. —recordó ella, levantando una ceja.

—Pues obvio, noche de lectura con amigas. —respondió Lucy con seguridad, aunque no lo fuera así.

—Bueno, en verdad suena interesante —comento Betsy mientras se alistaba para salir—, pero ya me tengo que ir. Nos vemos hasta el lunes. —se despidió, para finalmente salir por la puerta.

Lucy se quedó sola en la habitación. Ni siquiera ella se creía todo lo que le dijo a su amiga. No era buena mintiendo, pero esta le salió bien.

Suspirando una vez más, se volvió a sentar en su silla y continuó trabajando hasta que llegaran las siete de la noche.

Ya pasando medía hora, el cielo naranja se estaba tornando cada vez más y más obscuro.

Definitivamente, para la dama Lucy, trabajar sola era lo mejor de lo mejor. Tan solo escuchar el sonido que, hacia el teclado con sus dedos, y los clics que daba con su mano derecha en el ratón del ordenador eran lo mejor. Un silenció satisfactorio.

Fácil pudiera distraerse con cualquier cosa, ya sea tarareando cualquier melodía, golpear ligeramente con los dedos la cabeza de su bolígrafo favorito contra el escritorio repetidas veces, o simplemente imaginado cualquier cosa. Pero NO. Siempre tenía que ser ese bendito libro.

Cuando la dama Lucy recordaba tan solo una milésima de segundo algo relacionado sobre cualquier tema con novelas, su mirada se clavaba en su libro, y sabiendo que tan intenso se estaba volviendo su lectura no pudo evitar volver a inclinarse sin dejar de mirar el ordenador con tal de alcanzar su bolso y tomar el libro nuevamente.

Sin duda eso ya era algo intencional.

"Hey."

Rápidamente ella quito la mano que ya estaba por tomar del libro y se incorporó derecho nuevamente, creyendo que la directora la había atrapado una vez más.

"Si que ese libro y tu tienen una fuerte conexión."

Lucy miro de dónde provenía la voz, y vio a una joven adulta, recargada y con los brazos cruzados en el marco de la puerta.

—¡Alexa!

La dama Lucy dejo lo que estaba haciendo y se levantó para ir casi corriendo hacía su mejor amiga dándole un fuerte abrazo.

Alexa Mongello era su nombre. Una jirafa de veinticuatro años. Con un carácter valiente y protector. Es la mejor amiga de Lucy desde la infancia, y han estado juntas desde siempre. En veces les gusta hacer sus cosas aparte, pero si hay algo en lo que coinciden no les importara compartirlo.

—Pensé que ya te habías ido. —le dijo Lucy una vez que la soltó del abrazo.

—Nah, como crees, necesito quedarme. —le respondió ella—. ¿Y tú porque te quedaste?

Lucy no dijo nada y se mantuvo en silencio.

—...Ay Lucy, ya con ver tu rostro puedo saber que paso. —dijo Alexa con un pequeñito y ligerito enojo para luego dirigirse al escritorio de su amiga.

—Pe-pero Alexa, no es mi culpa.

—No inventes, claro que es tu culpa. —dijo, para luego sacar el libro de su amiga—. E aquí la evidencia.

Lucy se molestó tan solo un poco, pero no debía, sabía que era su culpa sobre el castigo de la directora Ramona, así que volvió con su rostro de pena mientras se acomodaba lo anteojos.

—Lucy, es en serio, no puedes estar trayendo este libro a la oficina. —le reclamó—. Entiendo que de verdad ames la literatura, pero esto, y el trabajo son dos cosas muy distintas, y no puedes juntarlas. O te pones a leer, o te pones a trabajar.

—...Quizás tengas razón. —dijo Lucy con arrepentimiento mientras se acomodaba el traje desde la cintura—. Quizás debería renunciar a este empleo y seguir con mi sueño.

—¡Hey espera! —se sobresaltó Alexa—. Tampoco es para que hagas eso. No sabes lo mucho que me costó convencer a la directora para que te diera un puesto en la oficina. Y lo más importante, necesito ese bono.

—Si, claro que lo recuerdo jajá, solo estaba bromeando contigo, boba.

Lucy parecía una chica diferente cuando estaba junto a Alexa, dejando esa modalidad que suele tener a ser una chica más divertida y clara con sus palabras.

En un pequeño momento, Lucy se puso a reflexionar algo con su amiga de la infancia.

—Oye Alexa..., ¿Cómo nos ves a ti y a mí en este empleo por seis años más? —le pregunto con mucha curiosidad y desánimo.

—Viejas, con arrugas y grandes ojeras. —le respondió sin preocupación.

—Igual que la directora.

Ambas jóvenes se rieron por el comentario, sin embargo, Lucy mantenía la seriedad.

—Ya en serio Alexa. Yo no me veo trabajando en este lugar por más tiempo.

—Pero ya una vez escuchaste a la directora, tienes potencial en este lugar, más del que yo tengo. —le recordó.

—No seas modesta, Alexa. Tú tienes más potencial en esto más que yo, y lo sabes.

Alexa se quedó callada.

—Cansa demasiado el hecho de saber que mi rutina se vuelve cada vez más repetitiva y aburrida. —dijo con preocupación—. Voy a terminar convirtiéndome en un esqueleto andante en este lugar mucho antes de conocer a un chico lindo que quisiera pasar el tiempo conmigo.

Lucy se le acerco a su amiga, y la tomo de las manos.

—¿Tu no quieres también cumplir tu sueño de salir y ser la mejor jugadora de baseball de Nueva Jersey?

—Ja. No la mejor, pero si muy buena jugando baseball. Pero sabes que sin este empleo no puedo conseguirlo, así que míralo así, estoy haciendo un sacrificio. Y tú también deberías verlo así.

Lucy lo pensó mejor, quizás Alexa no sea la mejor consejera de esta joven adulta solitaria, pero esta vez tenía la boca llena de razón. Quizás podría ver el empleo como un nuevo reto para conseguir su sueño de ser al menos una escritora reconocida y escribir su propia novela romántica.

Ahora se había motivado un poco más con ese pensar de Alexa.

—Bueno, después te hablo Lucy, que tengo que seguir con mi trabajo.

—Claro. No vemos en un rato más.

 Y después de un pequeño abrazo, Alexa se quitó del lugar de Lucy y prosiguió a salir de esa habitación.

Lucy se encamino hacia su lugar y sentarse en su silla, y una vez sentada miro su bolso. Su bolso estaba medio vacío.

—... ¡Alexa! ¡Mi libro!

Y después de que Lucy fuera detrás de su amiga, y esta le devolviera el libro, ella continuó trabajando hasta las siete.

Esta vez evitó a toda costa el libro y de cualquier cosa que la pudiese distraer, pues con ese tiempo extra que se quedo debía avanzar en sus trabajos atrasados.

Ojos rápidos, dedos ágiles, y movimientos sincronizados eran los que se exigía la dama Lucy. Si ella se lo proponía podría hasta acabar los trabajos de sus otras tres compañeras ella sola, pero eso era algo que ella no haría en su vida. Quizás Alexa y la directora Ramona tenían razón, ella tiene mucho potencial en esto, pero también era cierto el que ella se distraía demasiado fácil.

Hoja tras hoja, escrito tras escrito y envió tras envió, finalmente la hora marcaba las siete en punto.

Con tranquilidad, Lucy miro la hora de su reloj, y entonces suspiro.

Acomodo su escritorio que estaba hecho casi un desastre. Acomodo papeles y bolígrafos para después asegurarse que todos los archivos habían sido enviados a su computadora, y una vez hecho, apago su máquina. Se tomo de las manos y las levanto hasta arriba de ella en un intento de estirarse, y sintió como levemente una parte de su cadera crujió.
Sin duda alguna ya se estaba volviendo una vieja en tan poco tiempo.

Se levanto, se dirigió al sanitario para damas y se alisto tan solo un poco. Salió aun con su uniforme puesto, tomo su bolso sin esfuerzo alguno y la colocó en su hombro derecho. Y una vez hecho todo, solo bajo el interruptor de luz de la habitación, y salió de está.

Se despidió de su mejor amiga Alexa, pues ella quería quedarse más tiempo trabajando.

Entonces fue a marcar su turno del día, después camino hacia el ascensor. Presiono el botón, espero, entro, y bajo hasta la planta baja, y una vez ahí, salió del edificio.

Ya era noche. En verano no suele hacer tanto frio por las noches, así que la dama Lucy no se molestó en llevar un abrigo y así se fue, caminando por las calles iluminadas de Hoboken, en camino de tomar su transporte público y de ahí continuar caminando hasta llegar a su hogar.

Su manera de caminar esa muy elegante, con los hombros encorvados hacia delante, mientras movía su cadera de izquierda a derecha con cada paso que daba. Mantenía su mirada al frente, y sin prestarle atención a la gente que caminaba por el alrededor, pero a ella si le gustaba que la miraran, no solo por su belleza, sino también su elegancia. Quien sabrá porque la dama Lucy es así, sin duda alguna ella mantenía dos personalidades que le gustaban, y además le parecía divertido.

Mientras caminaba, paso por aquella cafetería de la que le había contado a su compañera de trabajo Betsy, con la que le dijo que pasaría con unas amigas a platicar sobre el libro que llevaba en su bolso. Pues aquella cita evidentemente era totalmente falsa, no había nadie esperando en las sillas que estaban por debajo de una gran sombrilla.

Lucy se quedó parada, viendo ese lugar por algunos segundos, solo para continuar caminando hasta la parada de algún autobús. Y mientras seguía, tenía la ilusión de que algún tipo, uno digno de su imaginación, la observaba, solo que ella fingía que no se daba cuenta, pero si lo estaba. Siempre ilusionando con lo mismo con la dama solitaria.

Al pasar ya algunos minutos, finalmente había dado con la parada de un autobús. Se detuvo se mantuvo parada ahí, esperando su transporte, y afortunadamente no tardo mucho. Saco el dinero exacto para su transporte, subió, pago su pasaje, y fue a sentarse casi hasta el final del bus en los asientos que estaban a su izquierda. No había mucha gente dentro, por lo que el camino fue bastante silencioso, pero con el ruido del motor detrás de ella.

Mientras avanzaba, con el aburrimiento por encima, no dudo en ver su libro nuevamente. Otra vez le picaba la ansiedad de seguir leyendo. Pero se tenía que esperar, quería aguardar ese momento una vez llegando a casa e incluso se mordía los labios con tal de no pensar e imaginar que sucedía después.
Y después de sobrepasar esa angustia, miro por la ventana que tenia a su derecha. Increíblemente, vio aquel lugar..., aquel lugar, donde sus tres compañeras de trabajo iban cada viernes por la noche. Un rustico lugar, donde la música esta al tope, donde la fiesta y el alcohol nunca terminaban, y si tenías suerte, podrías encontrarte con alguien para pasarte la noche un poco más privada.

Ese tipo de lugares, son de esos que detestaba la joven adulta Lucy, a quien le gustaría la música al tope donde solo lastimaría tus oídos, a quien le gusta tomar tanto alcohol para entrar en el ambiente cuando en realidad solo estarías dañando tu salud. La dama solo miraba y hacia gestos de asco. Pero, en lo mas profundo de Lucy, aun así, le daba curiosidad ese lugar, e incluso esta vez pensó en bajar del bus, e ir a ese lugar y encontrarse con sus compañeras, pues para todo había una primera vez, y eso lo tenia muy en claro la dama solitaria.
Sin embargo, no lo hizo, ya tenía una cita pendiente con un libro y era en su casa.

Un tiempo más adelante, el autobús ya pasaba por su zona, por lo que se precipitó a bajar del transporte, y una vez que bajo, continuo su caminata por las calles de su vecindario.

"Este día estuvo agotado" dijo Lucy una vez que se encamino hacia su hogar.

Lo único que iluminaba por ese lugar, eran las luces de los postes de luz, y algunas casas que tenían buena iluminación.

Ya con algo de sueño, y cansancio se dirigía a su casa, pero no podía simplemente llegar, cenar, e irse acostar, pues aún le quedaba algo por hacer, y en su mente se ilusionaba mucho el poder continuar con su lectura satisfactoriamente.
Entonces, se le ocurrió una idea, incluso se reía internamente de la tontería que tenía planeada. Hasta se ruborizo ligeramente.

Pero era obvio "Una idea especial para un momento especial" era lo que se dijo la dama Lucy, mientras llegaba a la puerta de su casa, y metía la llave en el cerrojo.

Quería que fuera una noche perfecta.

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