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★ 𝟎𝟑𝟕: burn your village

037. ˚୨୧˚ 𝗖𝗛𝗔𝗣𝗧𝗘𝗥 𝗧𝗛𝗜𝗥𝗧𝗬-𝗦𝗘𝗩𝗘𝗡
—Burn Your Village˙˖° 🌑

"Touch me again and I'll cut off your hand
There are some things you'll never understand
You do not dance everyday
with the fear of living in headlights,
the hunted, the deer"

—Kiki Rockwell.

(Mini maratón 2/2).
Con esto me refiero a actualización doble, este es el SEGUNDO publicado. Evitemos confusiones y pásate por el anterior, que también es nuevo.

En algún lugar,
𝗼𝗺𝗻𝗶𝘀𝗰𝗶𝗲𝗻𝘁 𝗻𝗮𝗿𝗿𝗮𝘁𝗼𝗿.

En un principio Rigel pensó que estaba alucinando y que esto se debía a la comida de dudosa procedencia que había compartido con Glenn y Tara, pero pronto se dió cuenta de que esto era de verdad. De que Rosita Espinosa, quien había sido su novia por una cifra considerable de años, estaba ahí.

La esperanza y los corazones que flotaban alrededor de la latina se desvanecieron tan rápido como se construyeron.

Rigel no era tonto, y no tardo mucho para darse cuenta del verdadero peso que cargaban tres años sin verse.

Rosita y él nunca tuvieron una ruptura propia, consecuencia del apocalipsis, pero ambos habían asumido que el otro estaba muerto.

Con el tiempo, los dos veían su amor pasado como un bonito recuerdo que deseaban alcanzar y tener de vuelta.

Y ahora Rosita estaba aquí, en frente de Rigel, pero ella ahora estaba completamente embobada con el hombre pelirrojo y fortachón frente al grupo de Glenn, Tara y Rigel, que se cuestionaba quién demonios eran y si sería correcto confiar en ellos.

Confiar o no era todo lo que la gente se preguntaba en este mundo. Y ahora Rigel quería confiar en que el vacío que Rosita había dejado algún día se llenaría.

Actualidad,
𝗥𝗼𝗿𝘆.

—¡Vamos, Mich! ¡Enséñale a ese perdedor! —animaba, observando a la mujer de la katana y al ojiazul.

Presas del aburrimiento, habíamos empezado un juego que consistía en mantener el equilibrio en el borde de las vías de tren. Quién ganará obtendría el chocolate.

Yo solo los animaba, después de todo, yo ya tenía un chocolate en mi posesión.

—Oye, se supone que tu y yo fuimos amigos antes —se quejó Carl ante mi apoyo a su enemiga.

—Pero ella es simplemente mejor. No te compares, perdedor —molesté.

Por supuesto que no hablaba en serio, y Carl lo sabía.

Ambos habíamos acordado que hablaríamos debidamente una vez estuviéramos solos—la idea de conversar frente a su papá era rara—y seguros.

La idea de Carl respecto a estar seguros se limitaba a llegar a Terminus.

Porque si, así hacían llamar al santuario al que nos dirigíamos. Lo supimos cuando en el tercer cartel que habíamos visto en lo que llevábamos del recorrido decía en letras grandes y rojizas "TERMINUS" junto con una flecha indicando el camino a seguir.

—Creo que tenemos agua para un día, con suerte he de refrescar un poco pero...—inició a decir Rick para después detenerse asimismo en cuanto vio la especie de competición—. ¿Qué hacen?

—Gano una apuesta —respondió Carl, confiado.

—Ni en tus sueños, Carlangas. Michonne y yo ganamos en las anteriores rondas, no cambiará ahora.

—La tercera es la vencida —negó Carl, con toda la concentración reunida.

—Eso es lo que diría un perdedor...—añadí, sonriendo ligeramente.

—Si siguen así, esto va a durar mucho. Quizá podríamos acelerar esto un poco —habló Rick, indicándonos de manera sutil que era tiempo de dejarnos de juegos.

—Si, es cierto. Solo estamos perdiendo el tiempo. Tal vez deberíamos...¡Carl! —exclamó de la nada, queriendo espantar al antes mencionado y hacerlo caer.

No tuvo mucho éxito, ya que al final, ella perdió el equilibrio primero.

—¡Gané! —anunció Carl alegremente, finalmente permitiéndose caminar normalmente—. Ahora, paga —pidió él, extendiendo su palma hacia Michonne.

—Si quieres, puedo aplicar mi inexistente habilidad karateka para noquearlo y que el chocolate sea todo tuyo, Mich —ofrecí.

Ella sonrió burlonamente y respondió:

—No, está bien. De vez en cuando los perdedores pueden tener una que otra victoria.

—Igual tenía planeado pegarle, a decir verdad —comenté, ganándome una mala mirada del pecoso.

—Es el último —dijo Michonne, tendiéndole el chocolate.

El muy hambreado comenzó a desenvolver la envoltura casi desesperadamente.

—Igual ni se me antojaba —murmuró Rick, recordándome que todos habíamos probado un bocado de chocolate a excepción de él.

Abrí mi mochila y saqué el poco chocolate que me quedaba y se lo tendí a Rick, estaba un poco derretido, pero serviría para que se alimentara.

Los Grimes eran hambreados, lo confirme cuando el sheriff comenzó a comer el dulce casi con la misma desesperación con la que Carl había desenvuelto el suyo.

—Comes como un niño pequeño —se burló Michonne, rozando con la yema de su dedo una mancha en la barbilla de Rick.

Ambos, Rick y Michonne, comenzaron a caminar frente a nosotros.

Carl me observaba mientras daba bocados a su chocolate cada cierto tiempo, su mirada buscaba la mía como si quisiera confirmar algo.

—¿Qué? —pregunté, sin captar nada.

—Buena pareja —soltó él en un tono bajo, solo para que yo escuchara.

—¿Eh...? ¿Nosotros?

—No, no nosotros...digo, si, nosotros también, pero me refiero a ellos dos —explicó el de sombrero, señalando a los mayores.

No pensé que Carl estaría dispuesto a aceptar que Rick podría tener parejas después de Lori, pero me alegraba que no estuviera cerrado ante la posibilidad.

—Hacen buen equipo, tienen química —admití, acostumbrándome a la idea—. Podría verlo funcionar, definitivamente.

—No me molestaría que fuera mi madrastra —dijo él, mostrando una sonrisa muy pero muy bonita.

Parecía ser que Carl ahora estaba mejor que en un inicio, y me pregunté si me pasaría lo mismo pronto.

—Su nombre de pareja sería Michonick...no, mentira, suena mal.

—¿Qué tal Richonne? —sugirió Carl, a lo que yo asentí frenéticamente.

—Richonne podría dominar el mundo si así lo quisieran —añadí, extendiendo mis brazos con exageración.

Seguimos bromeando sobre eso un rato más, y recordé lo lindo que era hablar con Carl sin recurrir a insultarlo a modo de broma o a directamente tratarlo mal.

Era lindo ser como amigos nuevamente.


El humo proveniente de la fogata eclipsaba el aire y también mis sentidos, a la vez que jugueteaba con el collar de estrella que colgaba de mi cuello.

Ayuda, tenía un hambre de lo peor.

—Del 1 al 10, ¿cuanta hambre tienen? —preguntó Rick, como si hubiera leído mis pensamientos.

—Quince.

—Veintiocho.

—10 pizzas de pepperoni —respondí, llevando una de mis manos a mi estómago, el cual dolía.

—Bueno, iré a revisar otra vez las trampas —anunció el mayor de los Grimes, poniéndose de pie.

—Te acompaño —dije, imitando su acción.

—Y yo —añadió Carl.

—De acuerdo, tú también —pidió Rick, hablándole a Michonne. Ella se levantó también, aunque obligada.

Rick extinguió el fuego y acto seguido todos tomamos nuestras armas y nos pusimos en marcha, adentrándonos entre los árboles una vez más.

Las trampas no estaban demasiado lejos, y a mi me serviría observarlas para aprender a colocarlas por mi misma.

Entre murmullos, Carl y yo escuchamos como Michonne le preguntaba a Rick si se encontraba mejor, si ya se había sanado. Compartí una sonrisa cómplice con el ojiazul.

—Estamos cerca, ¿verdad? —interrogó Carl después de un rato.

—¿De Terminus? Si, eso creo.

Me aguante la necesidad de hacer una mueca ante la mención del supuesto santuario. Seguía sin darme buena espina.

Un caminante interrumpió mis pensamientos, caminaba directamente hacia Carl, dispuesto a morderlo. Sin embargo, Carl se apresuró a darle un disparo en el cráneo con su arma silenciada.

Continuamos el trayecto por unos minutos más hasta que finalmente llegamos con éxito.

—Estupendo, es pequeña, pero funciona y eso ya es algo —enunció Rick, para después comenzar a explicar el tipo de nudo que era bajo mi atenta mirada.

El de barba nos había ofrecido intentar replicar el nudo y estaba a punto de aceptar hacerlo cuando entonces lo escuchamos: el grito de un hombre.

—¡Socorro! ¡Qué alguien me ayude!

No sé por qué, pero su voz me recordó a la de Rigel y por lo mismo sentí la necesidad de ayudar.

No era él en realidad, eso estaba claro. La tonalidad de mi hermano era distinta y sabía que ir al rescate era algo estúpido, en especial si aquella persona se encontraba en una situación critica.

De cualquier modo, Carl no pensó igual que yo y casi de inmediato se echó a correr hacia la dirección en la cual la voz se originaba.

No dudamos un segundo en ir a detenerlo. Para cuando lo alcanzamos, Carl ahora solamente observaba como un grupo de caminantes devoraban a aquel hombre vivo.

—No podrías haberlo salvado, vámonos —le dije al de sombrero, en voz bajita para que solo él escuchará y dándole un breve toque en el hombro.

Pero por supuesto, Rick Grimes y todos los que lo acompañábamos siempre teníamos la pésima suerte de que los lugares en los que nos quedábamos no duraban mucho, por ello ahora teníamos a un conjunto de caminantes detrás de nosotros.

Más bien detrás de Michonne, y los entiendo, ella es irresistible.

Corrimos hasta llegar nuevamente a las vías de tren, donde nos encontramos en una situación de lo peor, es decir, acorralados por dos pequeños grupos de caminantes.

Ya no había por donde escapar y por lo mismo comenzamos a pelear contra ellos. Opté por usar mi cuchillo, ya que los errantes se abalanzaban contra mí, sin dejarme oportunidad para disparar a la lejanía.

Entre los cuatro, nos tomó poco tiempo acabar con todos ellos, una vez hecho eso, seguimos nuestro camino.

—Pensé que puede haber algunas casas por este lado —dijo Michonne tras unos momentos.

—Quizá hasta una tienda —agregué, al mismo tiempo que sentía como Carl había colocado su sombrero en mi cabeza burlonamente, a lo que sonreí.

—Tiene que haber comida por acá, en algún sitio —declaró la de rastras.

—Oigan, miren —clamó Carl, señalando una camioneta azul.

Aceleramos el paso y alzamos nuestras armas, cautelosamente acercándonos al vehículo para inspeccionar que fuera seguro.

A ver, era obvio que no había caminantes dentro, pero nunca sabíamos si podría contener una bomba rusa.

—No creo que podamos arreglarlo —dijo Rick.

—Yo creo que sí —opiné sarcásticamente, encogiéndome de hombros—. Seguramente fue el sueño adolescente de alguien alguna vez. En 1950.

—Servirá para pasar la noche —argumentó Michonne, y Carl no tardó en abrir una de las puertas conmigo detrás de él.

Observé cómo extendía su mano y tomaba algo de adentro, lo que hizo que mi curiosidad se elevará.

—¿Qué tienes ahí? —inquirí, tratando de alzar la cabeza para ver mejor.

Carl se giró y entre sus manos pude notar un peluche de conejito color rosa pastel.

—Te lo regaló —dijo él, extendiéndolo.

—En realidad me estás dando algo que probablemente le pertenezca a un muerto...pero te lo agradezco mucho, Carl —sonreí, tomando el peluche y apretándolo contra mi pecho—. Deberíamos nombrarlo.

—Pónganle Panfila —propuso Rick, quien abrió una de las puertas del frente.

—¡Te acuerdas! —señalé, refiriéndome a que, cuando vi a Rick por primera vez en Atlanta, le dije que me llamaba Panfila.

—Si de nombres raros hablamos, pongámosle Chipinga —sugirió Carl, bromeando.

—Uh, ¿qué hay de Rosé? Por el color, digo —pregunté.

—Suena bonito.

—Entonces será Rosé. No lo voy a soltar nunca, Carl.

Y así iba a ser. Tal como nunca he dejado de usar el brazalete que me dio Eliza o el collar que me regaló Carl, mantendría este peluche siempre a mi lado.

Pensaba mucho.

Por supuesto, la mayoría de mis pensamientos incluían a Hershel, pero ahora también se había sumado Beth y mis papás.

Beth, ya que rememore la última conversación que tuve con ella, en la cual le implanté la idea de ir por una guitarra adornada de flores que yo había visto.

Nunca íbamos a poder hacer eso.

Y mis papás, porque no estar con ellos me estaba empujando a un hoyito de tristeza. Y lo único que me ayudaba a salir de este era la confortante idea de que tal vez estén juntos y dirigiéndose a Terminus, donde podríamos volver a ser una familia feliz.

Me removí en el asiento trasero de la camioneta, recargándome en este con mi peluche a un lado. Rick y Michonne estaban fuera.

—¿El hambre te pudrió el cerebro? —soltó Carl de la nada, sus labios se curvaron en una sonrisa y no, no se porque estaba mirando a sus labios en primer lugar.

—Bipolar rarito, ¿por qué lo dices?

—No se, quería hacer conversación —respondió, riendo por lo bajo.

—Pues estoy muy ofendida, si esto fuera una película, bajaría del auto con un portazo.

—No, si esto fuera una película, sería una comedia romántica —dijo.

Recordé como alguna vez, mientras estábamos en la prisión, él había logrado calmarme a pesar de que no sabía cómo ayudarme y terminó por contarme como él solía ver películas románticas junto con su mamá.

—Esto no tiene nada de cómico, Carl. Pero adelante, ilumíname con tus conocimientos sobre el tema.

—Pues, empezamos con una cita. Y por consecuencia del destino, comienza a llover, lo que obliga a nuestros protagonistas a detener el coche y pasar la noche en un hotel, donde tendrían que compartir habitación.

—Donde solo hay una cama —añadí, tomando la esencia de la maravillosa y original historia de Carl—. Y la chica mandaría al chico a dormir en la alfombra de una patada.

—En realidad, el guion siempre se apega a que como la chica es muy amable, acepta dormir con el chico —corrigió Carl—. Y la chica se queda estática toda la noche, mientras que el chico entre sueños confiesa su amor y por la mañana se besan apasionadamente.

—Que tonto —pensé en voz alta—. En la realidad, probablemente alguno asfixié al otro con la almohada cuando empiecen los ronquidos.

—¡Cierto! Tu prefieres las de terror. En ese caso, en vez de besarse por la mañana, se dan cuenta que la persona de la habitación de al lado es un asesino despiadado de esos que torturan gente y que se hacen joyería de sesos.

—Que prometedor suena —hablé con una sonrisa, pataleando mis piernas ligeramente, hasta que sentí algo debajo del asiento del copiloto.

Enseguida me agache un poco, hasta lograr ver el objeto: un hacha con la cabeza color negro y una cuchilla realmente afilada.

Me acomodé hasta lograr alcanzarla, deseando que no fuera pesada. Si lo era, pero al menos para mi era soportable. Noté como Carl me miraba atentamente.

—¿Te la vas a quedar?

—Eso creo —contesté, poniéndola de nuevo en su lugar, pero aun a mi alcance.

Miré por la ventana, la noche era fría.

—Oh, vaya vaya. Lo arruinaste, imbécil —escuché que una voz masculina decía.

Sentí como todo mi cuerpo se tensaba, y crucé una mirada con Carl.

—Ese no es Rick —susurré, tomando el hacha nuevamente.

No sabía que era lo que estaba sintiendo en este momento, pero sentía que mi estómago se hundía y definitivamente no eran mariposas o hambre.

—¿Me oyes? Lo arruinaste —siguió hablando aquella voz.

No entendía a quien le hablaba o a que se refería, pero debíamos estar alerta.

El hombre continuó hablando, soltando tonterías tras tonterías. Cuando realmente me asuste fue cuando un hombre apareció del lado de la ventana de Carl, con una sonrisa maliciosa y mostrando un cuchillo.

Carl busco mi mano como un acto reflejo, y yo la apreté. De mi lado, la silueta de Daryl hizo una aparición, acercándose hacia el frente de la camioneta, donde estaban Rick, Michonne y aquellos hombres.

Me alegré de verlo, hasta que escuché llamar a uno de los sujetos por su nombre. Los conocía, estaba con ellos, probablemente. "Joe", así se llamaba el hombre que tenía una pistola en la sien de Rick.

Continué escuchando lo que decían, dándome cuenta de lo que se trataba todo este asunto: las personas que estaban afuera eran las mismas que invadieron la casa, y ahora buscaban a un culpable por la muerte de Lou, a quien yo acuchille en el hombre y a quien Rick estranguló.

Daryl no estaba de su lado, sino que trataba de convencer a sus nuevos amigos de que nos dejaran ir.

Ví como comenzaron a golpear a Daryl enfrente del coche, y lo siguiente que supe fue que el hombre de la ventana abrió la puerta de la camioneta y arrastró a Carl hacia afuera, a pesar de la resistencia que puse en mi agarre de su mano.

—¡Déjenlo en paz! —gritó Rick de inmediato—. Escuchen, fui yo. Fui yo solamente. No los metan a ellos.

—Primero mataremos a golpes a Daryl —comenzó a narrar Joe—. Después, a la mujer. Luego nos divertiremos con el chico y la chica, y después los matamos a todos y estaremos a mano.

—Deja de retorcerte —gritó el asqueroso hombre que tenía a Carl en el suelo—. ¡Oye, ayúdame! Ve por la chica en lo que yo me encargo de este —escuché como decía, lo que solo hizo que mi agarre en el hacha se endureciera.

Iba a salir afuera, donde Carl estaba. Iba a serlo, pero la puerta de mi lado del vehículo fue abierta, y el tacto de un hombre en mi espalda provocó que un escalofrío recorriera mi cuerpo

—Ven acá, te probaré un poco...

El enojo nubló mis facciones y pensamientos.

Me volteé y vi su cara, mientras que el hacha le rozaba su cuerpo. Sentía que mis ojos ardían.

No lo pensé más. Estaba cansada. El hacha impactó en su estómago, y eso podría haber sido suficiente para detenerme. El corte había sido lo suficientemente profundo para asegurar su muerte por desangramiento en cuestión de minutos o incluso segundos, pero no me detuve.

Empujé el hacha hacia atrás, y enseguida el hombre cayó al suelo. Pestañeaba con dificultad y de su boca comenzaba a brotar sangre.

Con toda la paciencia del mundo salí del coche y me posicioné de tal modo que me diera acceso a golpear su cabeza después.

—¡¿Aun quieres tocar menores, maldito asqueroso?! ¡¿Por qué no respondes, eh?! ¡¿Te duele?! ¡Por que te aseguro que lo que sea que estés sintiendo en este momento es poco comparado con el dolor que causa lo que estabas a punto de hacer!

Atravesé el hacha por su cráneo. No porque necesitaba hacerlo, sino porque quise.

Porque hombres como él o como Shane merecían exactamente eso: lo peor. Merecían que hiciera añicos su cabeza.

La sangre salpicaba mi rostro y vestimenta, y pensé que en un pasado me habría sentido sucia. Pero por ahora me sentía bien.

Cuando consideré que había sido suficiente, limpié un par de lágrimas que se habían deslizado por mis mejillas y comencé a caminar hacia el frente.

Justo para ver como Rick le despedazaba el cuello a un hombre.



Estábamos dentro de Terminus.

El trayecto restante lo habíamos recorrido en un silencio fortuito. Ni Carl ni yo hablamos sobre lo sucedido, solo nos mantuvimos cerca del otro, nos tomamos de la mano, encontrando un lugar seguro en el contacto del otro.

Hablaríamos de esto, pero no ahora. El recuerdo aún lo sentíamos cercano y eso sería demasiado.

El hombre, Gareth, había dicho que al salir afuera veríamos a todos los habitantes de Terminus, ya que a esta hora se reunían. Pero mintió.

Porque cuando salimos hacia la luz del día ví la mochila que poseía el mismo diseño de la estrella gigante que la mía, pero quien la portaba no era mi hermano.

Y este lugar no era lo que creíamos.




   ᯓ 𝗘𝗻𝗱 𝗼𝗳 𝗦𝗲𝗮𝘀𝗼𝗻 𝗙𝗼𝘂𝗿! ★ 🌑








Word Count: 3157

──★ My 𝘀𝗽𝗮𝗰𝗲!! 🐍

A Rory le encantan las hachas.

¿Qué les parecieron estos últimos dos capítulos que dan cierre al acto cuatroo?

Yo quiero agradecer, ya que al inicio de el acto este fic contaba con 26k de vistas, y ahora ya tenemos más de 50k! Me llena de felicidad que lean esta historia y sobre todo que les guste, muchas gracias a todos ustedes.

También buscaba agradecer el apoyo en tik tok, para los que no me siguen, mi user es el mismo que el de acá y tiendo a subir edits y uno que otro spoiler leve JAJAJJA

Otra cosa que quería hacer era disculparme por la demora en las actualizaciones. Yo tiendo a escribir por la noche hasta la madrugada, algo que no es sano pero pues es el único modo con el que me salen las palabras, aunque suene raro. Por ello hay varias veces en las que inevitablemente me quedo dormida o simplemente veces en las que me distraigo fácil con otra cosa.

Por ello, en este acto hubo dos ocasiones en las que me demoré casi un mes en actualizar y me disculpo por eso. Considero que se debió a lo anterior y a que escribir este acto ha sido muy difícil para mi, y al mismo tiempo últimamente me dio por comparar mi escritura con medio mundo, lo cual desanima bastante JAJAJAJ

Pero bueno, nos vemos en la introducción al acto 5. ¿Alguna idea de cómo creen que se titulé? Pista: un track de folklore.

¡Gracias por leer hasta aquí!

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