Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

★ 𝟎𝟑𝟐: the alchemy

032. ˚୨୧˚ 𝗖𝗛𝗔𝗣𝗧𝗘𝗥 𝗧𝗛𝗜𝗥𝗧𝗬-𝗧𝗪𝗢
—The Alchemy˙˖° 🌑

"What if I told you I'm back?
The hospital was a drag, worst sleep that I ever had
I circled you on a map
I haven't come around in so long but I'm making a comeback to where I belong"

—T.S.


La celda se encontraba ensombrecida por un silencio repleto de tensión, capaz de quebrarse tan solo por el sonido de los murmullos incoherentes que Lizzie soltaba.

En algún punto, ambas habíamos bajado de la litera.

No me miraba y tampoco tenía intenciones de hacerlo, mientras que para mí se trataba de una cuestión imposible despegar mi vista de ella y de su mano, la cual se aferraba al cuchillo ensangrentado que hace unos minutos estaba en mi posesión.

El cadáver continuaba en el suelo, ya que ni Hershel o Glenn habían llegado aún. Y temía que no lo hicieran pronto, ya que yo, por mi parte, estaba estática.

Estaba enojada por el comportamiento de la rubia, sobre todo por que esta no parecía darse cuenta del mal que estaba haciendo.

De los escrúpulos de mi enojo estaba naciendo una nueva sensación: una nueva criatura constituida de ceniza y polvo. Un sentimiento que estaba entre el miedo y la duda, entre el caos y la confusión.

Sabía que estaba en mi decir algo lo más pronto posible, de lo contrario, el resultado sería fatal. Lizzie estaba decidida a cobrar su propia vida, sucumbida por el anhelo de ser igual a los caminantes.

En serio, que estupido suena eso incluso para una niña pequeña.

—Izz, detente —pedí, tratando de mantener un semblante calmado con el fin de no alterarla todavía más—. No son tus amigos. Están muertos, son peligrosos.

—Pero ellos...ellos están bien. No hacen daño, son como nosotros —murmuró, apretando con firmeza el objeto en su mano.

Sentí como el enojo comenzaba a elevarse dentro de mi. Todo el estrés acumulado por la enfermedad, el fallecimiento constante a mi alrededor y ahora esto, Lizzie queriendo convertirse en uno de aquellos errantes.

Tal vez hablarle dulcemente no sirva en realidad. Ya lo he intentado antes y el resultado continúa siendo el mismo, tanto que hemos llegado a este punto.

Sin pensarlo, dí un paso rápido hacia ella,  arrebatándole el cuchillo de su mano con un movimiento brusco.

—¡Te dije que basta! ¿Qué tan ingenua puedes llegar a ser? ¡Nos pones a todos en riesgo con tus estupideces! —vociferé, inclinando el cuchillo hacia ella inconscientemente.

Genial, ahora parece que la voy a matar y que la loquita soy yo.

No te rías, Aurora.

Lizzie retrocedió un paso y por un instante pareció que estaba reflexionando, pero no fue así. En lugar de retroceder, me echó un vistazo con una expresión desafiante acompañándolo.

—¡Tú no lo entiendes, ellos me necesitan! —peleó, con un hilo de voz que dió paso a un tono entrecortado.

He visto muchas cosas desde que el apocalipsis inicio, también se unas cuantas cosas; sabía que hay cuatro mil clases de papa y que los bebés nacen sin rótula. Pero no sabía cómo es que esta niña tenía un pensamiento tan raro.

—Solo escuchame, ¿de acuerdo? —comencé, pero antes de tener la oportunidad de agregar algo más, un grito impulsado por la rabia inundó mis oídos. Lizzie se lanzó sobre mí con un enojo repentino.

El choque de cuerpos fue violento. Luché por contenerla, pero Lizzie golpeaba mi abdomen repetidamente con puños pequeños pero, de alguna forma, fuertes. Sentí mi cicatriz arder.

Cada golpe me hacía sentir más impotencia, por lo mismo, finalmente logre sujetarla por las muñecas  y arrastrarla hacía una esquina, lastimándola por la fuerza ejercida en el proceso.

El silencio cayó nuevamente en la celda, este hubiera sido total si no fuera por los sollozos que la menor dejaba escapar. Me dejé caer de rodillas frente a ella.

No solo estaba frustrada con la rubia, sino también conmigo misma por permitirme perder el control y dañarla. Esa no era mi intención. No debería de repetir lo que una vez me hicieron a mi: heridas físicas.

Basto una mirada a sus muñecas para percatarme del color rojizo que estas habían adquirido, me lamente internamente y probablemente este momento sería protagonista de mi sobre pensamiento nocturno diario, pero aquí y ahora, debía disculparme.

—Izz...lo siento. Lo siento mucho.

Ella no respondió, solo temblaba en el suelo mientras observaba el cuchillo olvidado que yacía en el suelo. Debí haberlo tirado mientras la arrastraba.

Me acerque lentamente y con cautela la abracé, sintiendo el peso de la culpa mientras que el pensamiento de un mundo que jamás debió de ser así para dos niñas resonaba en mi mente.


La mañana siguiente llegó más rápido de lo que esperé, me quejé cuando el adormecimiento se retiraba dando paso a la necesidad de abrir mis ojos.

Ese sentimiento de que no te duela la garganta al levantarte es simplemente increíble.

Tras despertarme por completo y sentarme, permanecí un largo rato mirando a la nada, un sentimiento en particular no dejaba de inundar mis pensamientos: extraño a Carl.

Pero los habitantes de la prisión están demasiado demacrados como para que yo me quedé en mi celda lamentándome, entonces decidí ir afuera, al pabellón, a ayudar en lo que pudiera.

Y claro, también pretendo intentar evadir las preguntas de Hershel acerca del percance con Lizzie.

Para mi sorpresa, el lugar poseía una apariencia bastante tranquila. El único estrago de que estabamos presenciando una extraña gripe mortal era la sangre en el suelo y aquel hombre al cual se le estaba dificultando caminar.

Mis cejas se juntaron, formando un escrutinio. Acelere mi paso, lo suficiente como para llegar a su lado y alcanzar a ver su cara. No lo reconocía en lo absoluto, pero estaba dispuesta a ayudar.

—Señor, acompáñeme, por favor. Acaba de llegar, ¿no es así? Necesita un respirador y antivirales, pero primero tengo que asignarle una celda y...—Trate de explicar, pero mi hablar fue interferido por un gruñido por parte del mayor.

—¿Pretendes que deje que una niña de cinco años me ayude? Ni siquiera creo que sepas de lo que estás hablando.

Lo dejaría ahogarse en su propia sangre después del tonito que usó mientras decía todo lo anterior, pero creo que el cargo de conciencia sería demasiado para mi.

—Lamento que no haya encontrado lo que buscaba, pero a menos que se quiera morir, le recomiendo que acepte mi ayuda. Después de eso nos ponemos a discutir quién sabe más sobre cómo sobrevivir a una gripe mortal, ¿trato?

Su cara se arrugó instantáneamente y por un momento pensé que iba a protestar, o incluso alzar la voz. Sin embargo, su gesto se relajó significativamente, lo que me hizo pensar que tal vez aceptaría.

—Bien —masculló.

Asentí y con un movimiento de mano le indiqué que me siguiera hacia la celda vacía más cercana, donde sin siquiera decírselo tomó asiento.

—Espere aquí, por favor —pedí, prosiguiendo a salir de la estancia, en busca de algún respirador.

En una de las celdas me encontré con una mesa, y en esta había varios de los que necesitaba. También se suponía que debía de haber antivirales, no obstante, no había rastros de estos.

Lo que suponía un gran problema.

En el camino de regreso y ya con el respirador en mano, me tope con Hershel, que lucía molesto y estaba acompañado por el doctor S.

—¿Pasa algo? —inquirí.

—No te preocupes por eso, ¿está bien? —respondió el anciano, esbozando una sonrisa despreocupada.

El hecho de que nunca quisieran decirme que pasaba me irritaba, pero había aprendido que lo mejor era no insistir.

Aparte, siempre tengo a mi hermano para que me mantenga atenta de todo lo que ocurre.

—Sip, está bien. Hay un señor gruñón en las celdas de la esquina, le estoy llevando el respirador.

—Entonces andando —expresó el doctor S.

—Hay un problemita...bueno, un problemón —repusé, mientras caminábamos—. No quedan antivirales, ni uno solo. Hershel, ¿crees poder hablar con Rick?

—Él está ocupado con otro asunto, pero veré que puedo hacer.

Esta vez, no me molesté en preguntar que era dicho asunto.

—Gracias. A todo esto, ¿has visto a papá?

Hubo una pausa casi descorazonadora, en la que mi imaginación le dió lugar a millones de escenarios trágicos.

Y lo que Hershel finalmente dijo fue igual de desalentador.

—Glenn se puso muy mal.

—¿Qué tan mal?

Su silencio me dijo todo lo que necesitaba.

—Llévame con él —pedí, casi rogando—. Hershel, ¿dónde está?

Odio la forma en la que mis ojos se humedecen con tanta facilidad.

Demasiadas cosas estaban saliendo mal: estamos sin antivirales, Lizzie necesita ayuda y nadie parece darse cuenta y la gripe está atravesando a mi papá de todas las formas posibles.

—Rory, no podemos ir ambos con él. Tenemos más gente que atender.

A pesar de la urgencia y el temor que mi cuerpo sentía por mi papá, comprendía que en esta ocasión era necesario dividir los esfuerzos.

No podía estar en todos lados, aunque esto supusiera algo difícil de aceptar.

—Bien, entonces deja que el doctor S. se encargue de los demás enfermos, tú ve con Glenn y yo veo que hacer sobre el asunto de los antivirales.

—No estoy seguro de que sea buena idea —comenzó a decir el doctor S.

—No hay discusión. Si no actuamos la situación solamente se va a agravar aún más —protesté—. Se cuales son los antivirales primordiales, Hershel, ¿tengo tu permiso para salir?

Un asentimiento de cabeza fue suficiente indicación para mi.


Mientras caminaba, me repetía internamente las palabras correctas que diría para que mi hermano aceptará acompañarme por medicina.

Una vez me detuve frente al cristal, toque este con los nudillos tres veces y esperé hasta que Rigel se giró.

—Necesito tu ayuda —dije, lo convenientemente alto para que lograra escucharme.

—Deje de vender drogas desde que inició el apocalipsis, lo siento —habló con una sonrisa burlona.

—Muy gracioso, esto es en serio...—pausé—. Si era broma, ¿verdad?

Él colocó los ojos en blanco mientras asentía, como aludiendo a que era obvio. Después, prosiguió a hablar.

—Por supuesto. A ver, dime: ¿qué es eso tan serio?

—No hay antivirales, nada de nada. Es urgente que los consigamos o si no todo quedará hecho un desastre.

—Y tú quieres que te acompañe a por ellos, ¿adivine?

—Correcto, ¿aceptas? —pedí, entrecerrando los ojos levemente y curvando los labios en mi mejor intento de hacer una cara de imploro, que en palabras de Maggie parece la de un cachorro apachurrado.

—Totalmente, me está dando un calambre por estar parado aquí todo el día.

—¡Genial! Entonces te veo afuera, en el patio. Pero oye, ni una palabra de esto a Maggie. Glenn está mal, y no quiero que se preocupe por que de lo contrario haría de todo por entrar aquí y no quiero poner a mamá en peligro.

—Entendido, mandona —anunció, haciendo simultáneamente una complicada rutina de saludos militares.

Reí por lo bajo antes de ponerme en marcha hacia la salida trasera, la cual daba al patio. Claro, no sin antes buscar mi cuchillo.

Tardé un momento en acostumbrarme a la luz del exterior, desde el pabellón D, esta no entra con habitualidad.

Observe el alrededor durante un rato, buscando el rostro conocido de Rigel. Esperé y esperé, tanto como para quemarme bajo el sol.

—¡Hola! —Escuché que gritaban detrás de mí, haciéndome sobresaltar. Había llegado, al fin.

—Eh, ¿hola? ¡No tenías por qué asustarme, idiota!

—No, pero si quería —contestó, encogiéndose de hombros—. Ah, casi lo olvidaba, contaremos con la compañía de tu noviecito.

—No es mi...oye, ¡¿qué?!

—Antes de que me masacres, déjame explicarte. Estaba tranquilamente yendo a mi celda por esta fabulosa escopeta —comenzó, alzando el arma ante la mención—, y en eso Carl me ve y me pregunta: "oye tu, grandioso hermano mayor de Rory, ¿a donde vas?" Y tú sabes perfectamente que no soy bueno guardando secretos, entonces le conté todo y no se me quiso despegar.

—Te voy a matar —dije sin más.

Si, en la mañana extrañaba a Carl con locura, pero no quería verlo para ir por antivirales, sin más.

Aparte, mi aspecto es de lo peor, por no mencionar mis ojeras.

—Oye, pero eso no es todo, prácticamente lo rescaté de que Michonne le enseñara sus pasos de baile —argumentó él, mientras que yo divisé como comenzaba a mirar hacia un punto—. Mira, ahí viene.

Giré hasta que lo pude observar, ahí estaba Carl. Mi corazón se aceleró como en otras tantas ocasiones y sonreí sin siquiera percatarme.

—Oye, ¿lo pusiste a cargar tu mochila? —Me quejé, dándole un leve empujón a mi hermano.

—El niño estaba dispuesto a todo con tal de verte, ¿Okay? Yo solo vi la oportunidad. —Se excusó, devolviéndome el empujón.

En poco tiempo, Carl se encontraba frente a nosotros. Dejó la mochila en el suelo e intercambiamos miradas por un momento, antes de que él acercará mi cuerpo al suyo, casi con urgencia.

El abrazo se prolongó por unos largos segundos y a decir verdad, ninguno de los dos queríamos romperlo.

—Te extrañe mucho —expresó Carl una vez nos separamos, con sus ojos azules iluminados y una sonrisa vacilante.

—Y yo a ti —correspondí, sintiéndome enrojecer.

Y bueno, Rigel solo estaba ahí parado.

—Bueno, ¿vamos a ir de excursión o qué? Carl el curioso dijo que había un supermercado cerca —comentó Rigel, señalando al mencionado.

—No es un supermercado, es un centro comercial —aclaró Carl, empezando a entrelazar mi mano con la suya.

—Y según entiendo, está muy lejos —señalé—. Aparte, ¿en que nos iremos? ¿En burro?

—Te hablan —dijeron ambos al mismo tiempo.

¿En qué momento se volvieron amiguitos del alma?

Raro.

—Si, está lejos, pero he ido varias veces con mi papá y encontramos un atajo —explicó Carl—. Y Rigel dijo que iríamos en carro.

—Y eso haremos. Andando, parejita de traumados —exclamó Rigel, comenzando a caminar con nosotros detrás de él—. ¿Traen un mapa?

—Sip —respondí, acto seguido gire mi cabeza con la intención de ver a Carl, quien había puesto mala cara—. Acepta que lo de "parejita de traumados" nos queda perfectamente.

—Traumada estarás tú, yo estoy perfectamente bien.

—Ves un venado y lloras —remarqué, haciendo mención a la vez que le dispararon por que al niño le dió por acercarse a uno de esos animales.

—Quiero contradecirte, pero no puedo.

Agilizamos nuestro paso una vez que reparamos en que nos estábamos quedando atrás.

En unos instantes llegamos junto al auto color rojo, el cual pensándolo bien se asemejaba al que Glenn había robado en Atlanta, cuando rescatamos a Ricky Dicky de ser comido por caminantes.

Pero no pudimos salvar al caballo y yo nunca, jamás, me lo perdonaré.

Regresando al presente, nos acomodamos dentro del vehículo. Rigel conducía y Carl y yo nos encontrábamos en los asientos de atrás.

—¿No le avisaste a Rick que venías? —inquirí, mientras observaba que el ojiazul sacaba de su propia mochila un juego de cartas, para pasar el aburrimiento del largo camino.

—Está ocupado y aunque no lo estuviera, no le diría.

Fruncí el ceño en respuesta a la repentina rebeldía.

—Qué rebelde —comentó mi hermano, empezando a conducir tras la apertura de las rejas, dejando la prisión atrás—. ¿Qué sigue, Carl? ¿Matar gente a lo loco?

—Tu serías mi primera víctima, en todo caso —replicó Carl, mientras revolvía su pelo. Lo que dijo me hizo escapar una risa.

En definitiva, había extrañado estar junto a Carl.



—Muy bien, mandona. Tú nos pediste venir aquí, ¿qué antivirales necesitamos? —preguntó Rigel, jalando la puerta de lo que era la farmacia del centro comercial.

—Rory dijo que tú estudiabas medicina —apuntó Carl.

—No llegue ni a la clase de infecciones virales antes de que el apocalipsis comenzará, genio. Se que el oseltamivir es primordial, iré a buscarlo mientras ustedes buscan lo demás.

Ambos asentimos a la par que yo repetía internamente mi lista mental de lo que necesitábamos.

—Carl, busca una cosita que diga zanamivir. Con z —indiqué, para cuando él emprendía el recorrido por la farmacia yo hacía lo mismo.

El lugar, para nuestra sorpresa, se encontraba intacto siempre y cuando pusiéramos a un lado a los dos cadáveres que nos recibían en el mostrador.

En cuestión de minutos mis brazos estaban repletos de cajas de medicina, como resultado nos vimos en la necesidad de utilizar un carrito rojo de a ruedas para guardar todo lo recolectado.

Al terminar, habíamos saqueado más de la mitad de la farmacia, al menos así tendríamos medicina  por un largo periodo de tiempo y no solo para tratar esta gripe, sino hasta para el mínimo dolor de cabeza.

En este momento, los tres nos encontrábamos sentados en el suelo mientras comíamos paletitas de miel, como un mini descanso, ya que no teníamos mucho tiempo.

Glenn en este momento podría estar poniéndose peor.

—¿Segura que ya te sientes bien? —cuestionó Rigel por milésima vez.

Si, durante todo el camino Carl me había preguntado acerca de mi estado de salud, tanto que mi hermano terminó uniéndose a su gran preocupación.

—Ya les dije a ambos que sí. Podría hacer una nota alta ahora mismo. Mi garganta está bien, ya no hay mareos, no siento nada.

—¿Estás muy, muy segura? —insistió Carl, esta vez solo asentí.

—Oigan —llamó Rigel, abruptamente serio—. No se si sepan acerca de todo lo que ha estado pasando por aquí, pero las cosas se pusieron...feas.

Oh, oh. Este era el momento donde él soltaba todo el chisme.

—¿Cómo?

—Para empezar, está Lizzie. Encontraron en una de las celdas una rata muerta, torturada al parecer. Fue ella. Y ustedes ya saben sobre todo eso de que habla con caminantes y piensa que son humanos.

—Si, sobre eso, tuve un gran problema con ella. Digamos que Mika me llamó porque falleció un señor, cuando llegué, Lizzie estaba jugando con el caminante de este y cuando lo desviví, comenzó a llorar. Traté de tranquilizarla, pero me arrebató el cuchillo en un intento por "parecerse a ellos". Quería matarse para ser como ellos. La detuve, pero dejarla sola ahora da miedo —conté, al terminar pude notar como ambos me miraban en silencio.

—Está loca —sentenció Carl—. Y es un peligro, no entiendo como pueden mantenerla aquí.

—Ella necesita ayuda —peleé.

—No, son las dos cosas. Necesita ayuda y es un peligro —demandó mi hermano, después guió su vista hacia mi—. ¿A ti no te hizo nada?

—No, tampoco tenía la intención.

—De acuerdo. También hay otra cosa, al parecer, Lizzie no es el único "peligro" —continuó platicando Rigel, captando toda mi atención—. Rick y Carol salieron, y parece ser que en su partida Rick se enteró de alguna forma que Carol había arrastrado de sus camas a varios infectados y prendido fuego.

Pestañeé repetidas veces, tratando de encontrarle sentido a aquellas palabras. Simplemente me resultaba impensable que la Peletier hiciera algo como eso.

Traté de buscar la mirada sorprendida de Carl, pero no encontré más que un asentimiento.

—¿Tú sabías? —le pregunté, sin obtener respuesta.

—Ayer Rick volvió, sin Carol. Pueden imaginarse lo que ocurrió —terminó por decir mi hermano.

—Carl, ¿sabes cómo está Sophia? —cuestioné, preocupada más que nada por mi mejor amiga.

—Ella le quiso preguntar a mi papá, pero él no le respondió —contestó Carl—. Yo no le quise decir cuando me preguntó, no sabía si era correcto.

—Ella preferiría saberlo. Yo se lo diré al regresar, o cuando concluya mi encierro —hablé—. ¿Eso es todo? ¿No hay más asesinos sueltos por la prisión?

—A ver, si no contamos las amenazas de Carl, si, solo es eso.

—Bien, entonces. ¿Ya nos vamos o...? —En ese momento un foquito se encendió en mi castaña cabecita, y mire a Carl para comprobar que pensaba lo mismo que yo.

Probablemente no, pero de igual forma iba a obligarlo a hacer lo que sea.

—A lo que sea que me vayan a pedir, no. Como el adulto responsable...

—La tienda de dulces está al lado, será rápido, ¿si? —pedí, poniendo una vez más mi cara de cachorro apachurrado.

—Carajo, está bien. ¡No tarden, los estoy vigilando!

Lis istiy vigilindi.

Nos pusimos en camino inmediatamente, la tienda estaba a la izquierda. Mandé a Carl a guardar todos los dulces que encontrará en su mochila, mientras yo buscaba un "dulce" en especial.

El de los sabores asquerosos.

Lo encontré con bastante facilidad, lo atribuyó a que básicamente estaba corriendo por el lugar, en consecuencia de andar a las prisas.

—¿Qué es eso? —interrogó Carl al llegar a mi lado, con una mochila que muy seguramente aplastaba su espalda.

—Una pequeña bromita para mi hermano. El odia el huevo, le daré uno supuestamente al azar, pero en realidad será el de ese sabor.

—Interesante, me agrada. Vamos.

Durante el corto camino de regreso yo ya tenía seleccionada la pequeña capsula de gomita de color blanco. Rigel nos estaba esperando en la entrada de la farmacia.

—Al fin llegan, vámonos ya.

—Si, rápido —concordé, caminando al lado de él—. Mira lo que encontré —dije, alzando el empaque de los dulces—, prueba este, no se de que es.

Él, tras mirar el dulce dudosamente, accedió a comerlo. En un inicio su expresión permaneció calmada, pero después esta se transformó en un puñado de muecas raras.

—¿Todo bien? —Dije burlonamente—. Eso es por echarle jabón a mi gelatina de limón cuando estaba pequeña. 

Carl estallaba en risas mientras que Rigel luchaba por no vomitar, a la vez que su expresión se hacía cada vez más exagerada. Reí y reí, hasta que por fin él también se unió.



El escenario frente a mí era un remolino de sangre.

Las personas convertidas atacaban a las que no, mientras que estas luchaban por salir de ahí con vida a pesar de su estado de salud en declive.

No reaccione inmediatamente y me odie por ello.

Si hubiéramos llegado antes, esto lo habríamos evitado. No debí haber estado jugando tanto, tenía una sola cosa que hacer y falle.

Saqué mi cuchillo y prioricé acabar con los caminantes que estaban sobre los vivos.

Uno de los errantes perseguía a una mujer en el pasillo, debido a que el muerto no era muy alto, logre cortar su cuello desde mi sitio.

Después me apresure a alcanzar a dos caminantes que perseguían a una pareja, estaban al final del pasillo.

No llegue a tiempo. Los errantes acorralaron al matrimonio y el hombre, como último acto en vida, se sacrificó por la mujer, dándole oportunidad a esta de escapar por la conexión de los pabellones.

Le habían mordido parte de su cuello y no se habrían detenido si no fuera porque clavé mi cuchillo en sus cráneos. Observé al hombre, quien trataba de decirme algo.

"Hazlo" fue lo que logré escuchar.

Una parte de mi rechazaba la idea de matarlo aun en vida, pero él lo había decidido así. Clave mi cuchillo en su frente, evitando mirarlo.

Al regresar al pabellón, me encontré a Hershel lanzando disparos con su escopeta y a mamá. Era peligroso para ella y no pude evitar preocuparme, pero no era el momento.

Entre los tres y en compañía del doctor S., pudimos limpiar el lugar.

No podía esperar más, entonces en cuanto Hershel me dijo donde se encontraba mi papá, le tendí la mochila de la estrella gigante que comparto con mi hermano, la cual tenía dentro los antivirales.

La celda de Glenn estaba en las celdas del fondo. Él jadeaba y portaba vías respiratorias, al llegar me apresuré a ayudarlo, para que este no se ahogara en su propia sangre.

Podía entrever que mamá luchaba por contener sus lágrimas. Ambas teníamos miedo.

—Cariño, ¿estás bien? —me preguntó ella, dedicándome una sonrisa. Me limité a asentir y a abrazarla por un lado.

Después, nos encamine hasta la cama de papá y tomé su mano.

—Vas a estar bien —susurraba mamá, acariciando la mejilla de Glenn.

—Papá, resiste. Eres muy fuerte, no me dejes —imploré, sintiendo un nudo formarse en mi garganta que aprisionaba mis sentimientos—. Tu no, por favor —continué, las lágrimas nublaban mi vista—. No me...no me dejes.


Word Count: 3952,
+35 votos y +25 comentarios.

──★ My 𝘀𝗽𝗮𝗰𝗲!! 🐍

Cada vez que me tardo en actualizar, los capítulos quedan larguísimos.

¿Preferirían morirse en un lugar bonito pero solos y tristes o morirse en un lugar todo horrible con olor a rata pero con su persona favorita?

Solo es pregunta, no es que vaya a matar a alguien. JAKSSJA

Pero lo que SI voy a hacer es crear drama entre Carl y Rory justo cuando la prisión cae. 🫶🏻

Todo el capítulo me lo invente alv, menos la parte en la que Glenn se esta muriendo.

¿Alguien aquí que me diga que le parece el personaje de Rory a través de los actos? Le transcribí este capitulo entero a un bot de Carl en c.ai para ver que opinaba, pero se puso bien raro y mjr ya no quise.

Eso sería todo, ¡bye bye! Gracias por leer, por votar, comentar y agregar esta historia a sus listas de lectura (siento bonito) 💗

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro