★ 𝟎𝟑𝟏: funeral beds
031.┆ ⋆ ˚。⋆୨୧˚ 𝗖𝗛𝗔𝗣𝗧𝗘𝗥 𝗧𝗛𝗜𝗥𝗧𝗬-𝗢𝗡𝗘
—Funeral Beds˙✧˖° 🌑
"And I'm struggling, and I'm stumbling
And I need to start
I'm struggling, and I'm stumbling
I need you in my heart"
—The Districts.
¿Hacía el mismo calor intenso de siempre o es el puñado de enfermos rodeandome lo que resulta abrumador?
Llevaba un rato despierta, asegurando estirarme lo más posible, ocupando todo el espacio de la diminuta litera.
Me había percatado de un par de cosas mientras permanecía inmovil: en primer lugar, me habían teletransportado del suelo a la comodidad del colchón, en segundo, habían limpiado el rastro de mi sangre y, por último, descubrí el trabajo secreto de Hershel.
Resulta que, aparte de ser veterinario y Santa Claus retirado, también es animador de fiestas infantiles, si tomamos en cuenta la canción que le cantó a la niña que trasladaron a la celda a un lado de mi.
Es horrible, en serio. De un lado tose papá, y del otro, dicha niña a la cual apode "cacatúa", por su pelo rubio y porque escuche que le gustan los cacahuates.
¿Se dan cuenta de lo que estoy haciendo? Habló de cosas tontas con el objetivo de olvidarme de que me arde todo el cuerpo de dolor.
Había contado con la suerte de no haberme enfermado por un largo tiempo y, ahora, justo ahora, tenía que suceder.
Pocos momentos era lo que había transcurrido después de que Hershel vino a preguntarme cómo me encontraba. Yo fuí incapaz de responder cómo las personas normales y por ende de mi boca solo salió un sonido estrepitoso, producto de la enfermedad.
Acordó volvió más tarde, y era lo que estaba haciendo en este momento.
—¿Sabes?, cuando aún no despertabas, olvide si estaba curando una gripe o exorcizándote —bromeó el viejo, haciendo referencia a lo mucho que pateaba al dormir y a mi posición. Mi pelo cubría mi cara en enredos castaños, un brazo colgaba de la cama por un lado mientras que mi pierna colgaba del otro.
—Creo que en vez de eso deberías de estar preguntándote qué tipo de flores quiero en mi funeral —repliqué, para después añadir—: no lo digo en serio, por cierto. Viva la vida, yuju —hablé, ahora mucho más claro.
No lo veía, pero deduje que Hershel sonreía.
—Bueno, me ayudarías mucho sentándote. Quiero ver como va esa fiebre.
Obedecí sin objeciones y él colocó una mano en mi frente. Sabía leer las expresiones de la gente y en esta ocasión fue obvio que algo conmigo no iba bien.
—Iré por una toalla con agua fría, te la colocaras en la frente hasta que yo regresé, ¿entendido? Estaré por aquí continuamente. Dividimos el pabellón D en tres, digamos que donde estás tú es...la zona intermedia.
—¿Dices que podría ser peor? —inquirí, esforzándome para que una sonrisa iluminara mi rostro. Aunque, por alguna razón, el esfuerzo solo provocó que el dolor en mis huesos se intensificara.
O tal vez todo era mental y yo me estoy volviendo loca, quién sabe.
—Si, básicamente. Espera un segundo —pidió y salió de la celda cerrando la puerta tras de sí, en camino—supongo yo—a buscar la toalla.
Troné mis dedos y me detuve una vez regresó, entonces me mandó a recostarme y colocó la toalla en mi frente, tal y como lo había mencionado.
—Pa...abuelo Hershel —llamé, mientras sentía el contacto de la tela, repentino y helado, en mi piel—. No quiero estar aquí, sola. Sería tener demasiado tiempo libre, y cuando eso sucede, pienso más de lo necesario. Si no estoy tan mal, podría ayudar.
—No, Rory. Necesitas reposo y descansar, no te tienes por qué sobreexigir.
Sobreexigir.
Eso era lo mismo que Beth le había pedido a él, a los días de haber perdido su pierna, cuando camino con muletas por primera vez.
Recordaba ese día, ¿cómo no hacerlo? Si murieron Lori y T-Dog.
Si, debo de parar de hacer eso: rememorar cosas que no puedo cambiar.
—Buscaré algo más para que te entretengas, ¿de acuerdo? Déjamelo a mí —Se colocó de pie, para irse.
Sin embargo, yo agregué antes:
—Esta bien, gracias. Pero no necesito reposo, ¡estoy perfectamente bien! —insistí.
—Eres tan terca como tu padre —chistó él, negando con la cabeza.
Claro, me olvidaba.
Él no sabía la verdad, ni él, ni Maggie o Beth.
No sabían que las personas que ellos conocieron, mis padres, no lo eran en realidad. Y que mi hermano tampoco.
Tampoco sabían que, básicamente, yo los conduje a la muerte.
Nadie lo sabía más que Rigel y yo.
Pero era mucho mejor así, de ese modo ellos conservan recuerdos lindos y yo me ahorró explicaciones y lloriqueos.
Porque si, al principio, la noticia no me cayó para nada bien. No debido a que les guardara cariño...sino porque, inevitablemente, sentí que no pertenecía a ningún lado.
Sentí que no tenía familia.
Por supuesto, después entendí que a pesar de que la sangre no nos uniera, mi hermano seguía siendo mi hermano por el simple hecho de que siempre me protegió.
Él, Glenn y Maggie eran mi familia.
Así y no provenga de ningún lado, los tenía a ellos.
El vacío, sin duda, existe ahí, dentro de mí. Pero estaré bien.
—No entiendo porque no puedo ir directamente contigo —reproché, colocándome al lado de las barras de metal que separaban mi celda de la de papá—. Estamos en la misma zona, no tiene sentido. En todo caso solo nos podríamos enfermar más, y al menos lo haríamos juntos.
—Creeme, es mejor así —dijo, mientras limpiaba la sangre que se había deslizado desde su boca a su barbilla—. Antes de que se me olvide, yo tenía que hablar contigo.
Hice una mueca y traté de recordar alguna cosa que haya hecho mal antes de esto, mas nada venía a mi mente.
—Estoy muy enferma como para adivinar, suéltalo.
—Haber ido a ayudar cuando el pabellón se infesto de caminantes fue muy dulce de tu parte, Rory. Pero también fue peligroso y lo sabes. —Note su tono de voz variar, ahora sonaba demandante.
Aun así, no estaba enojado, Glenn nunca se enoja conmigo.
—Estaba cerca y tenía un arma. Podía ayudar y lo hice —declare, defendiendome—. Dentro de lo que cabe estoy bien, ¿no?
—Si, y es bueno. Pero eso no quita el riesgo que implicó —comenzó a decir, por su semblante, deduje que había algo más—, ni el hecho de que no tenías por que ver lo de aquel niño.
Tragué saliva a la vez que mi mente viajaba a aquel momento, como el pequeño huía del caminante y, aun así, terminó siendo mordido y posteriormente su cadáver se encontraba entre las manos de su madre.
Me lastimaba haber llegado demasiado tarde, pero las personas desaparecen en menos de lo imaginable, simplemente es así en este mundo.
Miré al techo, evitando la mirada de Glenn.
—Pá, no me gusta decir esto, pero ya estoy acostumbrada a la muerte. Lo que ví ahí ya lo había presenciado antes y sé que esta no será la última vez. Mira afuera, la gente está enferma. Algunos no llegarán hasta mañana.
Tal vez yo no llegue mañana.
Devolví mi vista a papá, justo cuando él asentía. Lo dicho por mí es algo que él había entendido mucho antes que yo, todos los adultos lo entendieron desde el principio.
Él mismo me había hablado sobre eso hace ya un tiempo, entiendo que no es que se le haya olvidado, sino que es difícil parar de pensar que necesito que me reconforten.
—Del 1 al 10, ¿qué tan horrible me veo? —pregunte después de un minuto de silencio, motivada con la intención de aligerar el ambiente.
—Un 30, ¿por?
—¡Oye! Si no estuvieras al otro lado de las barras, te golpearía con...—Busqué con la mirada en la celda, hasta dar con el trapo que Hershel había utilizado para bajar mi fiebre. Estiré mi brazo y lo alcance, para después alzarlo—...esta cosa.
—Oh, vaya espanto —burló, llevándose una mano al corazón—. Tu te ves bien, ¡mírame a mí!
Entrecerré mis ojos, después me reí.
—Seguro que si mamá te viera te pide el divorcio —bromeé y después la mueca apareció en el rostro del coreano—. Es broma, Maggie no tiene dinero para pagar un abogado caminante, pero si lo tuviera si lo haría, cero dudas.
El rostro de Glenn se curvó, como si fuera a reír, pero no llegó a hacerlo ya que la tos llegó, esta vez con más sangré. Le tomó un instante recomponerse y al hacerlo, carcajeó.
—¿Todo bien, Rhee? —cuestioné, enarcando una ceja.
—Mejor que nunca, pulgosa.
Pulgosa es justamente como me llamó el día que nos encontramos en ese mini-market.
—¿Tú no te sientes mal ni siquiera un poco? —inquirió, con confusión dibujada en su expresión.
—Claro que sí. Me duele todo, en serio. Pero tengo una reputación que mantener.
—Bueno, tu secreto está a salvo conmigo —aseguró, tallandose los ojos. Seguramente estaban irritados.
—Yo no tengo secretos.
—A ver, ¿ex-espía internacional de la Mafia Italiana?
—Quisiera.
—¿Tu verdadero nombre es Kate Bishop?
—Solo si el tuyo es Clint.
—¿Secreta entrenadora y campeona de carreras de hormigas?
—Me atrapaste —bufé divertida.
Un zumbido originario del exterior captó mi atención y pronto este fue aumentando hasta convertirse en un fragor, fuerte y alto. Alguien más había sucumbido a la enfermedad.
Papá, como un reflejo e ignorando su propio dolor, se colocó de pie en menos de un segundo, para después tomar su arma y salir de la celda, adentrándose en el pabellón.
Quise imitar su acción, pero al mirar a mi alrededor y al percatarme de que mi cuchillo ya no estaba conmigo—probablemente me lo quitaron después de mi intento de acuchillarme—decidí que era inutil.
Esperé, esta vez sentada en la litera, a que Glenn regresará. No lo hizo como tal, pero después lo vi afuera, cargando los cuerpos de los fallecidos. Estos iban hacia afuera, donde estaba la parte de la prisión "sana", para que los enterraran.
Lo vi salir, pero también me dí cuenta de que alguien entró, una cara conocida.
Se trataba de Sasha, la hermana de Tyreese. A diferencia de su hermano, con quien había intercambiado algunas conversaciones amables, nunca había hablado con ella como tal.
Al caminar, su cuerpo se tambaleaba de lado a lado y su expresión contaba con un deje de desorientación.
Decidí ayudarla, ya que en estos momentos Hershel estaba ocupado trasladando a los fallecidos, y, al mirar a mi alrededor, creo que soy la única que se dió cuenta de que ella estaba ahí.
Salí de la celda y caminé hasta posicionarme detrás de ella, la sostuve por los codos, tratando de que la morena mantuviera el equilibrio.
—El doctor Hershel está algo ocupado, por lo tanto, soy todo lo que queda. Lo siento —comenté, sonriendo y caminando a la par de la mujer.
—Estoy bien, ¿de acuerdo? —intervinó ella, aunque parecía que se estaba convenciendo a sí misma.
—Bueno, eso lo veremos —dije, solo para arrepentirme al instante.
Dios, ¿quién dice algo así? Agregaremos este momento a "Aurora Rhee arruinando todo: una recopilación de 13 años de vida".
—O sea, lo digo porque Hershel necesita revisar tu estado y todo eso para...para poder ayudarte —Trate de arreglarlo a la vez que buscaba un lugar donde Sasha pueda descansar mientras le asignan una celda, decidí usar una de las bancas—. Mira, siéntate ahí. Seguro que no tarda.
Y eso fue exactamente lo que hizo, yo, por mi parte, permanecí de pie.
No me esforcé en presionar una conversación, en primer lugar ya que ella parecía cansadisima y en segundo porque no tenía la menor idea de que hablar con ella.
—¿Qué sucede? —Escuche que decían a mis espaldas después de un rato, Hershel había vuelto.
—Sasha está enferma —informé, al mismo tiempo que veía a papá acercarse, me lanzó una mirada que gritaba "¿por qué sales de tu celda?" Aun así, no hubo lugar a quejas.
—Bien, te haré un chequeo para determinar qué tan avanzada es tu gripe —avisó esta vez el canoso, dirigiéndose a Sasha. Después, se giró hacia mí—. Los demás están cada vez peor según avanza el tiempo, pero tú no, tú estás mejorando.
—Imaginense que sea como en esas películas donde la protagonista es inmune al virus y termina siendo la cura —bromeé con una sonrisa amplia.
—No seas egoísta —siseó Sasha, en un tono repleto de desagrado y ganándose una mirada de extrañeza por parte de Glenn.
Uy, ¿pues qué dije?
—Rory, como te decía, estas relativamente bien. No puedes romper el aislamiento hasta en un par de días, pero si continúas así, podrías ayudar por aquí en lo que se cumple el tiempo —intervinó Hershel, seguramente también para desviar mi atención de lo que dijo Sasha.
—Bien, genial, de hecho —contesté, alzando ambos de mis pulgares.
—Oye, hija, antes de que regreses a tu celda —comenzó el anciano—. Sobre lo que me dijiste en la mañana, eso de que te aburrías, toma —dijo, extendiéndome la pequeña libreta—. Tarde un poco, pero aquí está. Siempre estás escribiendo ahí, entonces le pregunté a Maggie que donde la guardabas y aquí está.
—¡Gracias! —agradecí en un chillido y acepté el objeto—. Espera, ¿no leíste nada, verdad?
—Nada de nada.
—Okay...entonces, ¡adiós! —exclame, acompañado de un movimiento de mano.
Pasado,
𝗥𝗼𝗿𝘆.
—Tu y Carl se la pasan todo el día juntos. Repito, todo —dijo burlescamente Sophia, guiñando exageradamente un ojo.
Habían pasado dos semanas desde que se había recuperado completamente de la herida que le propició la bala.
—Solo salimos por tres minutos, loca.
—Pero eso es suficiente, ¿a que sí, Carl? —Sophia se giró a observar a el ojiazul.
—¿Se quieren...? —comencé a hablar, pero fuí interrumpida por la rubia.
—¿Callar?
—¿Ir a la mierda? —añadió Carl.
—¿Besar? —intervino la Peletier, alzando ambas cejas y guiando su mirada hacía mi y luego hacía Carl.
—Que asco —arrugué la nariz.
—Como si no quisieras —murmuró el de sombrero, llevandose un empujón de mi parte—. ¡Oye! Es por nuestro amor —volvió a hablar, claramente jugando.
—¿Cuál amor? Nos la pasamos peleando.
—No, tú te la pasas golpeándome, soy un chico maltratado.
—Yo solo diré que los amores reñidos son los más queridos —interfirió Sophia, encogiéndose de hombros.
Continuamos caminando y en algún momento del recorrido me choque con Daryl, quien al parecer cargaba un ciervo.
Tal fue mi sorpresa que me aparté a toda velocidad y, por consiguiente, me dí de bruces contra el pobre de Carl, quien intentó agarrarse del hombro de Sophia para mantener el equilibrio. Esta soltó un grito ahogado y en un intento de no caerse, se sujetó del aire.
En conclusión, los tres estábamos en el piso mientras que Daryl estaba plantado estáticamente enfrente de nosotros.
—Oigan, pero caímos juntos. Eso es verdadera amistad —planteó Carl, todo positivo.
Actualidad,
𝗥𝗼𝗿𝘆.
El anochecer era cada vez más cercano y la gente seguía muriendo. La gente seguía convirtiéndose.
Observaba las camillas entrar y salir, siendo manejadas por papá. Su cansancio era notable, pero no se detenía.
—¿Por qué no te apagas o algo por el estilo? —susurré, dirigiéndome a mi misma y golpeando levemente mi cabeza—. Cerebro estupido, quiero dormir.
Después de un rato, me rendí.
Tomé mi cuchillo, el cual tras mucha insistencia había logrado recuperar y salí de mi celda y caminé hasta llegar al límite, hasta donde se me tenía permitido. Era un pequeño pasillo dividido por nada más que un cristal, el cual daba hacia el exterior, hasta donde se conectan el pabellón D y el C.
Es raro, pero reconocí la nuca de mi hermano.
Toque el cristal tres veces consecutivas, tratando de llamar su atención. Esperaba que el sonido cruzara y así poder platicar un rato.
Tardó un momento, pero finalmente se giró, presentí que estaba en guardia.
Y justo en ese instante recordé que seguramente se había enterado de mi enfermedad por otra persona, ya que él no estaba cuando me aislaron.
—¿Cómo estás? —preguntó.
—Mal —respondí en seco, haciendo obvia mi molestia.
—Sí —bufó, divertido—. Lo supuse, se nota. Pregunté por la educación —dijo, burlándose de mí.
Quise reír e intenté hacerlo, pero una vez más, escupí sangre en su lugar.
—Oye, me preocupas —admitió, con el entrecejo fruncido. En respuesta a que permanecí en silencio, continuó hablando—: soy capaz de fingir una enfermedad para entrar y estar contigo, ¿eh?, soy bueno actuando.
—Según tu, eres bueno en todo —recalqué, regresandole la burla.
—Es que soy bueno en todo, menos en la humildad.
Rodé los ojos y limpié mi barbilla, que había adquirido manchas rojas minúsculas.
—Estoy bien, en serio. Hershel dice que estoy mejor que los demás y hace un rato me trasladaron a la zona inicial, antes estaba en la intermedia, ¡es un avance!
—Pues menos mal, porque creo que tu novio se va a volver loco.
—No es mi novio.
Iba a serlo, pero me enferme. Agreguemos eso a la recopilación de yo arruinando todo.
—Pero hacen cosas de novios —replicó él, con una mueca—. Se agarran de las manos y todo eso, yo a tu edad solo le hablaba a mi maestra.
—Es que tu no tienes mis encantos, y ya te dije que no lo somos.
—Bien, entendido, no tenías por qué humillarme —Sonreía ampliamente—. También tu amiga la rubia estaba llorando cuando regresé de la caza, ella fue la que me dijo que estabas enferma.
—Se llama Sophia —aclaré—. Y por favor dile que ni ella ni Carl vengan para aca.
—¿Por?
—Solo haz...
—¡Rory! —exclamó Mika, quién llegó corriendo hacia mí y enseguida se aferró a mi brazo—. No encuentro ni a Hershel o a Glenn y hay un hombre en una de las celdas que se acaba de convertir.
Mi sonrisa se esfumó al escucharla, alcé la mirada, encontrándome con la de mi hermano.
—Tengo que ir, vuelve mañana. Trae a Maggie.
Y con solo eso, gire sobre mis talones, dispuesta a seguir a Mika.
No tardamos demasiado en llegar, aun así, la escena que encontró me confundió un poco y eso se manifestó en mi expresión.
Lizzie estaba en la litera superior, extendiendo su brazo de vez en cuando hacia el caminante debajo de ella, como si de un juego se tratase.
Tomé a Mika por los hombros y la coloque detrás de mí, para después encaminarme hacia el errante por la espalda.
Golpeé sus piernas, pero su carne aún estaba rígida, por lo que no fue tan fácil hacerlo perder altura. No alcanzaba su cabeza, pero colocándome de puntillas tenía su cuello a mi alcance, entonces ahí empañe mi cuchillo.
—¡¿Por qué hiciste eso?! —gritó Lizzie, su cara se volvió tosca y el enojo nubló sus facciones.
—Izz, ya estaba muerto. ¿Me entiendes? ¡Muerto! —solté, en un arrebato.
Su reacción siempre es la misma. Matan a un caminante y se enfurece.
—¡Es mi amigo, estábamos jugando! —argumentó, cerrando sus puños. Alcancé a observar como sus ojos se quebraban y sus lágrimas luchaban por salir.
Y me sentí terrible.
Lizzie no necesitaba que le repitieran lo que ya había escuchado otras veces, necesitaba ayuda, ayuda que yo quisiera ser capaz de darle.
Pestañeé repetidas veces en movimientos rápidos. No sabía qué hacer, a decir verdad. Volteé hacia atrás, donde yacía una Mika desconcertada.
—Continúa buscando a Hershel o a Glenn, ¿si? Diles lo del caminante, tienen que llevárselo —pedí, la menor aceptó sin pronunciar palabra alguna.
Cuando ya se había ido, devolví mi atención a Lizzie, quien observaba el cadáver plenamente.
Escalé las pequeñas escaleras de madera de la litera, las cuales me condujeron a la litera superior. Me sente a su lado y, procurando no causarle un sobresalto, tomé su brazo.
—Siento haberte gritado —murmuró ella.
—Está bien, Izz, está bien. Pero en serio quiero que comprendas esto: ellos no son personas. Lo eran antes, Lizzie. No te hablaré del daño que causan, eso tú ya lo sabes. Solo buscó que entiendas que ellos no sienten.
—Pero son mis amigos, claro que sienten. Incluso...incluso encontré una forma de ser como ellos, para entenderlos.
—No hay manera.
—Si la hay —siseó, señalando mi cuchillo. Luego, trató de explicarse—. Al morir, nosotros nos convertimos y somos iguales a ellos, entonces eso es lo que...
—Basta. No puedes jugar con ellos y no son tus amigos. No necesitas hacer nada de eso, Izz. Aquí ya tienes amigos, aquí estás segura.
Ella no despegaba su mirada del arma en mi mano, me moví incómodamente, alejando el objeto lo más qué pude.
Algo en su expresión cambió, como si su cuerpo hubiera soltado la tensión que hasta ahora poseía.
—¿Tú eres mi amiga? —cuestionó, mirándome a los ojos.
—Si, lo soy.
Ví como me dedicaba una media sonrisa y se inclinaba hacia mí, proporcionandome un abrazo.
Después, sentí el cuchillo deslizarse fuera del alcance de mis dedos.
Word Count: 3425
──★ My 𝘀𝗽𝗮𝗰𝗲!! 🐍
Capítulo largo, yupi.
Pensé que no tendría tiempo de actualizar con lo de la escuela, pero miren, al final encontré un campito!
Según mis cálculos, pronto nos despediremos de la prisión (culpa del fakin gobernador) 💔
Ya no se que más escribir, entonces sin más, gracias por leer y doble gracias por los 37k de visualizaciones.
Alexa, pon el roast yourself de JD Pantoja. (La mayoría me dijo que no podía, me subestimaron, de mí se burlaron)
Bueno, ya, los amo. ¡Byeeee!
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro