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★ 𝟎𝟐𝟎: the grudge

020. ˚୨୧˚ 𝗖𝗛𝗔𝗣𝗧𝗘𝗥 𝗧𝗪𝗘𝗡𝗧𝗬
—The Grudge ˙˖°📷

"And I try to be tough, but I wanna scream
How could anybody do the things you did so easily?
And I say I don't care, I say that I'm fine
But you know I can't let it go, I've tried for so long
It takes strength to forgive, but I don't feel strong"

—Liv.

Pasado,
𝗼𝗺𝗻𝗶𝘀𝗰𝗶𝗲𝗻𝘁 𝗻𝗮𝗿𝗿𝗮𝘁𝗼𝗿.

Aquella tarde Aurora había pasado un rato espléndido junto con su hermano en el picnic familiar, caminando por el camino del arroyo del bosque de Malton. El sol estaba bajo y portaba un color crema, la nieve era tan blanca que contrastaba a la perfección con las sombras delgadas y azuladas. Ella creía que no había nada más hermoso que la maravilla de las sombras de los árboles.

Cuando fue el momento de regresar a casa, algo o alguien llamó la atención de ambos de sus padres, por consiguiente estos decidieron bajar y dejaron a la pequeña a cargo de su hermano, Rigel.

Él observó cada uno de los movimientos de sus padres y, cuando finalmente confirmó que se habían marchado, decidió hablar:

—¿Y si nos vamos?

Aurora fue tomada por sorpresa, su ceño se frunció levemente en un inicio pero después lo tomó como una de sus bromas.

—¿Cómo dices? —cuestionó, incrédula.

—Si, hay que irnos. O no me digas que estás dispuesta a soportar las quejas de Clara sobre lo "poco elegante" del lugar —replicó el castaño con una sonrisa burlesca en su rostro.

—¡Calla! Deberías de dejar de criticar tanto a tu mamá, porque sigue siéndolo pese a que hayas decidido ser lo suficientemente grande para seguir llamándola así.

A pesar de que los motivos del mayor para poner distancia entre él y sus padres iban más allá de eso, se dispuso a no alterar la perfecta realidad de su hermana por ahora y en cambio, continuó con su dibujo.

—¿Qué dibujas? —preguntó ella, tan curiosa como siempre.

—Perdona, pero no es de tu incumbencia, sunshine. Te recomiendo que mejor sigas leyendo o escribiendo alguna de tus historias, ¿quién sabe? Tal vez te ayuden a escapar de aquí algún día a través de ellas.

Una vez más, ella se tomó ese comentario como una simple burla más y, en vez de insistir con ver dicho dibujo, siguió el consejo de su hermano y comenzó a leer.

Olvidándose de cualquier comportamiento fuera de lugar de parte de sus papás. Olvidándose de los llantos a media noche. Olvidándose de todos los secretos tras las paredes de la casa de los Jenkins.

Por qué esa era una casa feliz. 



Actualidad,
𝗥𝗼𝗿𝘆.

A mi izquierda se encontraba un desanimado Carl, con la cabeza gacha y un desinterés total en probar bocado alguno de su comida.

En otro momento tal vez lo hubiera convencido con palabras dulces de que se alimentara, me habría preocupado por él y este me hubiera mirado con aquellos ojos azulados como si yo fuera un ser único en el mundo.

Pero ahora no.

Removí la comida de mi lata con el tenedor y al hacer esta acción, nuestros codos se rozaron levemente. Lo sentí tensarse y removerse un poco en su lugar.

Mi amiga lo notó. Su mirada fue del uno hacia el otro con las cejas alzadas y soltó un largo suspiro.

—Unos de aquí necesitan terapia de pareja... —murmuró ella, captando por completo nuestra atención.

Apreté mis labios y clavé con fuerza el tenedor en lo que sea que la lata en mis manos contenga. Le dediqué una mirada de advertencia, como pidiéndole que parara.

—¿Están todos bien?

En conjunto giramos nuestras cabezas hacia el lugar de donde estas provenían, encontrándonos con Rick.

Me alegraba de verlo, ya que en los últimos dos días, definitivamente había pasado un pésimo rato.

—Si, lo estamos. —respondió mi mamá.

El Grimes mayor asintió a modo de contestación y comenzó a caminar hacia la mesa donde la mayoría comíamos, posicionándose a un lado de su hijo.

—¿Qué hay de ti, como estas? —divagué, alzando mi cabeza un poco hacia arriba para alcanzar a mirarlo a los ojos, aún de un color rojizo.

—Despejé el pabellón de calderas.

—¿Cuántos había? —inquirió Daryl, con aspecto preocupado.

—No lo sé, diez, veinte, tengo que volver. Solo quería ver como estaba Carl —dijo, dándole unas palmaditas en la espalda al antes mencionado.

—Rick, nosotros podemos sacar los cuerpos. No tienes que hacerlo tú —ofreció mi papá, poniéndose de pie ante Rick.

—No, debo hacerlo —reiteró, acercándose a el ballestero—. ¿Todos tienen un arma y un cuchillo?

Relamí mis labios, recordando mi navaja en el vientre de Lori y los gritos de dolor de esta cuando el corte fue realizado.

—Si, pero quedan pocas municiones.

—Rory, Maggie y yo pensamos salir a buscar esta tarde —informó mi papá—. Vimos una guia de sitios a donde ir por balas y leche maternizada.

Dicho esto yo asentí levemente y me fue inevitable no reconocer la mirada del de sombrero en mi, ya que aunque no estemos en nuestro mejor momento, seguía preocupándose por mi.

—Despejamos la sala del generador —agregó Daryl—. Axel está tratando de repararlo por si hay una emergencia. También vamos a limpiar los niveles inferiores.

—Bien, bien... —murmuró Grimes, volviendo a dirigirse hacia la puerta y cerrándola tras de sí, ignorando cualquier llamado de papá Hershel.



Yo no tenía idea de como, pero mi papá de alguna forma u otra logró hacer funcionar la radio y claro que iba a aprovechar al máximo este hecho.

Para mi estupenda suerte, había una canción que explicaba a la perfección el cómo me sentía en este momento.

—¡I said "leave" but all i really want is you to stand outside my window, throwing pebbles screaming, "i'm in love with you" wait there in the pouring rain, come back for more. And don't you leave cause I know all I need is on the other side of the door! —gritaba moviendo mi cabeza de un lado a otro, acción que hacía parecer que mi cabello tenía vida propia.

—¿No crees que la canta con demasiado sentimiento como para nunca haber pasado por una ruptura? —murmuró papá, tronando sus dedos al ritmo de la melodía y observando a mi mamá de reojo, esta solo esbozo una sonrisa y se inclinó un poco en su asiento para verme.

La camioneta frenó delante de un gran supermercado, estaba emocionada por la cantidad de libros que podían haber ahí y no veía el momento de entrar.

Baje del auto con una pistola prestada y estuve atenta a cualquier cosa mientras que mis papás se besuqueaban.

Tome distancia llevando mis manos a la cadera e inclinando mi cabeza levemente con una mueca de horror plasmada en mi cara.

—¿Disculpen? En la invitación al paseo no decía en ningún lado que venía a ver un documental de animales cortejándose.

Ambos rieron y se separaron en aquel momento, por un lado mi papá observó la zona y por otro toda la atención de mi mamá se fue al cielo.

—Hace un hermoso día —señaló, sonriendo suavemente.

—¿Verdad que sí? El cielo es una maravilla —apoye, entrelazando su brazo con el mio.

—Ustedes dos cada vez que ven otra tonalidad allá arriba que no sea el azul piensan que es la cosa más fantástica del mundo —bromeó, acercándose a la camioneta para sacar de esta un par de pinzas.

—¡Por qué lo es! —exclamamos al unísono.

Él utilizó dichas pinzas para destrozar las cadenas que estaban enrolladas alrededor de una de las puertas del local. Al hacerlo, unas cuantas aves salieron aleteando de esta, una de ellas chocó con su cabeza y, para hacer el momento aún más humillante, él se tropezó con un objeto que no pude divisar.

La escena me causó demasiada gracia, comencé a carcajear y trate de extenderle una mano a mi pobre padre, pero como el ser maligno que es, terminó por arrastrarme con suavidad y provocó que yo cayera a su lado. 

Mamá se rió abiertamente de nuestra desgracia por unos segundos mientras yo podía jurar que sentí como un pájaro hizo sus necesidades en mi hombro.

¿Aquí es cuando pido un deseo? Bien, que Carl deje su orgullo atrás y me pida perdón de rodillas frente a todo el grupo, humillandose en el proceso. ¿O será mucho pedir?

—¿Nos dejarás aquí tirados? —exclame hacia mamá.

—Uh, no me tientes —parloteo, acercándose hacia nuestra trágica escena y extendiendo ambas de sus manos.

Como si mi papá y yo estuviéramos conectados por telepatía, la jalamos a la vez y ahora sí que era una bonita escena familiar.

En el momento en el que nos colocamos de pie, Glenne entró a la tienda mientras nosotras lo observamos desde afuera.

—Toma ese pato —mandó Maggie.

—¿Qué?

—Toma ese pato —insistió.

—¿En serio?

—Si.

—¡Claro! Una bebe que se cría en la prisión necesita juguetes, todavía no llega a la edad de los rifles, eso ya son cosas de los niños grandes de ahora —asentí.

Inmediatamente al instante de decir eso, me pareció escuchar el motor de un auto que en definitiva no era el nuestro, pero mezclado con el ruido de los árboles y de los pájaros podría haber sido cualquier cosa, por ende me tome un segundo para ponerle atención a mi alrededor.

—¿Hey? ¿Qué sucede? —interpeló mamá con una mano en mi hombro.

—Nada, solo creí escuchar algo —balbuceé.

—Encontré un tesoro de leche maternizada —comenzó a enumerar papá—. También tenemos habas, baterías, salchichas, muchas mostazas y un par de libros para ti, pequeña —comentó, revoloteando mi pelo. Yo le dedique una sonrisa—. Desde aquí, el camino a la prisión es corto. Quizá lleguemos para la cena.

—Me gusta el silencio. Allí en casa, los oyes del otro lado de la valla, estes donde estes —mencionó mamá, llevando una de las canastas hacia el auto.

—¡¿Escuchan mis conversaciones con Sophia?!

—Oh, más de lo que quisiéramos —aseguró papá.

Permanecimos un instante de felicidad tan solo en silencio, sonriendo.

—¿Y dónde queda eso que llaman "casa"?

Me gire abruptamente al percibir el sonido de aquella voz antes conocida. Por instinto, alcé mi arma y la desenfunde, apuntando al hombre.

—¿Merle? —murmuré, dejando escapar una leve sonrisa, después de todo había sido parte del grupo antes de que...ouh.

El sin mano comenzó a reír, luego depositó su arma en el piso más aún tenía la protección total del cuchillo que llevaba en la suplantación de su mano.

—Dios, tienen cara de pocos amigos. ¿Acaso la única que se alegra de verme vivo es la mocosa? Me lastiman el corazón, en serio —dramatizó, llevándose una mano al pecho simulando angustia.

—¡Hey! ¡Retrocede, demonios! —vociferó Maggie al ver al Dixon acercarse.

—Está bien, cariño. Dios.

—Sobreviviste —farfulló Glenn.

—Puedes decirmelo, ¿mi hermano está vivo?

Él dudó unos segundos antes de responder para después asentir finalmente. Seguro que mi mamá estaba super perdida.

—Hey, si me llevas con él me olvido de todo lo que sucedió en Atlanta, sin rencores.

Yo no podía arrebatar mi vista de su mano metálica, era como el capitán Garfio pero menos barbudo, más pelón y definitivamente incluso más gruñón.

—Oh, ¿les gusta? Si...encontré un depósito de suministros médicos. Me la puse yo mismo. Quedó fabuloso —contó con diversión a lo que yo solo hice una mueca.

En mi opinión, un poco de brillo por aquí y por allá le vendría mejor, resaltaría sus ojos.

—Le diremos a Daryl que estás aquí y él vendrá a verte —propuso papá.

—Hey, aguarda —negó Merle, acercándose hacia nosotros.

—Wouh, alto —detuvo Glenn, colocándose en frente mio para protegerme.

—Aguarda, aguarda. Hey, es un verdadero milagro que nos hayamos encontrado. Vamos, pueden confiar en mí.

—Y tu podrías confiar en nosotros quedándote aquí —hable.

Él soltó una risa y los siguientes minutos fueron un infierno. Merle sacó otra arma con la cual le disparó al vidrio de la camioneta, mi madre se apresuró a correr hacia la izquierda mientras que papá y yo nos dirigimos a la derecha.

Una vez que terminamos de dar la vuelta vi como el Dixon había aprisionado a mi mamá en el suelo, con su brazo rodeando su cuello y el arma en su cabeza.

—¡Sueltala, maldita imitación infeliz de Garfio! —grite, presa del pánico.

—Dejala —ordenó Glenn entre dientes.

—Dejen sus armas en el auto, dejen sus armas, hijos.

Sin dudarlo un segundo más obedecimos y levantamos nuestros brazos en señal de rendición. Odiaba eso. Odiaba tener que ceder ante alguien, sentirme inferior, no sentirme libre.

—Eso es, ahora demos un paseo.

—No te llevaremos a nuestro campamento —negué.

—No, iremos a otra parte: un lugar mejor. ¡Sube al auto, Glenn! Tú conduces. Aurora, querida, sube al auto —pidió, en un tono tan dulce que podría darme diabetes—. ¡Rápido!



Actualidad,
𝗼𝗺𝗻𝗶𝘀𝗰𝗶𝗲𝗻𝘁 𝗻𝗮𝗿𝗿𝗮𝘁𝗼𝗿.

Nunca le había gustado la oscuridad, desde pequeña sentía cierta debilidad e impotencia ante lo que podía acechar en esta. Y ahora, cuando no podía ver nada más que eso debido a la venda que le arrebataba la vista, el temor recorría su débil figura y una sensación de ahogamiento se hizo presente en su garganta acompañado del punzante ardor en sus muñecas debido a la presión de la cinta americana sobre estas.

—¿Mamá? ¿Papá? —llamó entrecortadamente.

—¡Rory! Si, si...aquí estamos. ¿Estás bien? —contestó Maggie, apretando la mano de su pareja tres veces.

Los labios de la menor se curvaron en una sonrisa al escuchar su voz. Iba a responder, sin embargo antes de siquiera formular palabra su silla fue tomada por alguien que la arrastró hacia otra habitación.

—¡Papás! —gritó desesperadamente, moviéndose de enfrente hacia atrás con ímpetu.

—¡Demonios niña, cállate por una vez o le cortaré el dedo al chino y te lo daré de cena con una cereza arriba!

Ella reconoció esa voz y la alegría que había sentido anteriormente al verlo se convirtió en puro desprecio por el hecho de que él era parte de esto, él los había metido en esa situación.

—¿Qué pasa? ¿Por qué tan seria? —inquirió burlescamente, retirando la venda de sus ojos y la cinta de sus muñecas.

A la castaña le tomó unos segundos acostumbrarse a la luz, pero de cierto modo fue un completo alivio. En la sala había una mesa de madera y demasiadas sillas a parte de en la que ella estaba sentada.

—El gobernador vendrá a verte pronto —avisó Merle, dándole una palmada en la cabeza que Rory rechazo con una mueca.

—Te prometo que ser la mascota de aquel tipo no te hará ser feliz contigo mismo —masculló ella antes de que el tipo saliera de la habitación completamente, este solo le dedico una mirada y una mueca de sonrisa de lado.

Los siguientes minutos no fueron más que una tortura. Ella mordisqueaba sus labios con firmeza hasta que la sangre comenzó a salir de estos y se obligó a parar.

Pronto se percató de que de cada lado se encontraban sus papás, como una forma del hombre a cargo de hacerle saber lo que le pasaría si decidía no hablar. Aunque la menor era la última opción para él, no le temblaría la mano para hacer lo que tenga que hacer con tal de conseguir información.

Su cabeza daba vueltas y un mareo se había manifestado.

—Dime una cosa. Cuando tiene miedo y...te abraza fuerte y su piel temblorosa se acerca a ti, esos suaves labios te tocan aquí, por todo el cuello y por allí. Te gusta, ¿verdad?

Aunque Aurora no entendiera del todo lo que escuchaba al otro lado de las paredes, las palabras le resultaban extremadamente repugnantes.

Se levantó de su silla y comenzó a caminar alrededor de la habitación con impaciencia, tratando de alejar cualquier sentimiento negativo se dispuso a buscar alguna cosa que le sea de utilidad para defenderse puesto que sus armas les habían sido arrebatadas por los hombres del lugar.

—¿Sabes? A lo mejor hablando con la hija del granjero obtenga respuestas, o con tu niñita.

No obtuvo resultado en su búsqueda por lo que tomó asiento nuevamente, consciente del hecho de que aquel hombre podía entrar por esa puerta en cualquier momento. Y exactamente eso fue lo que ocurrió.

—Gracias, Martinez —agradeció el hombre para volver a cerrar la puerta detrás de él, le dedicó una mirada y tomó lugar en la silla a su costado, mirándola en silencio por una breve cantidad de tiempo que a ella le pareció infinita. En ningún momento volteó a verlo, ni siquiera de reojo, tan solo permaneció inmutada ante su presencia.

—Me dicen el gobernador, pero tú puedes llamarme Phillip sin más y tú...tú eres Aurora —habló, mostrándole una sonrisa—. Lamento todo esto. Pero debes de saber que no te haré nada siempre y cuando seas una buena niña.

La mencionada se giró levemente, haciendo contacto visual con el mayor. Lo miro de arriba hacia abajo y se cruzó de brazos antes de comenzar a hablar.

—Tus palabras dulces no funcionaran conmigo, ¿piensas que no escuche a Glenn, a Maggie? si piensas que te dire algo no eres más que un estúpido con aires de grandeza por que vamos, ¿el gobernador? Vaya idiotez —espetó.

—Mira, dime dónde está tu campamento y así los llevaré a casa. ¿Bien? Queremos ayudarlos, solo eso —dijo, poniéndose de pie al borde de perder su paciencia—. ¿No? Perfecto, probemos con otro método. De pie, ahora.

La pequeña obedeció a regañadientes, prefería mil veces sufrir ella sola que condenar al grupo. 

—La sudadera arriba —ordenó el y una vez más ella lo hizo sin quejarse, quedando solo con su blusa blanca, un escalofrío recorrió su espina dorsal al sentir el tacto del hombre en su cuello—. ¿Me dirás dónde está tu campamento ahora?

—He dicho que no —replicó en un tono monótono, con los ojos abiertos de par en par, observando cada movimiento del gobernador.

—Entonces tú decidiste esto. 

En un movimiento rápido el mayor tomó la fábrica de su blusa y la jalo justo encima de su abdomen, el frío acero hizo contacto con la piel de la castaña en un corte en forma de línea horizontal lo suficientemente profundo para causarle un dolor inconmensurable. Sus ojos se cristalizaron más no retiró su vista de la de él en ningún instante. Sintió como él ejerció aún más presión, sin embargo, trato de mantenerse indiferente, reteniendo un grito. 

—¿Has pensado en que tal vez ni siquiera les importes tanto? Y mírate aquí, sufriendo por ellos. ¿Sabes? Ya tenía planeado aniquilar a todos los de tu grupo, pero después del dolor de cabeza que me han hecho pasar te aseguro que será mucho peor de lo que te imaginas.

Dicho esto se separó de Rory, dándole un último vistazo cerró la puerta detrás de él con un sonoro portazo. Ella se llevó la mano hacia su abdomen adolorido, este ardió aún más debido al contacto y por instinto retiró su mano ahora ensangrentada al instante. Soltó un jadeo de dolor leve ya que no quería preocupar a sus padres quienes podrían escucharla.

Tomó su sudadera y trató de recordar las lecciones de supervivencia con Daryl que habían compartido en el invierno, sabía lo esencial: debía de ejercer presión sobre la herida más no estaba del todo convencida de la utilidad de su sudadera, aun así, eso era lo único que podía hacer.

Fue como si todo su cuerpo se tensara de la cabeza hasta los pies. De pronto sus palpitaciones aumentaron, su cuerpo cedió ante el sentimiento de vacío y la ansiedad de estar atrapada en su mismo ser, le pareció que el aire entrando en sus fosas nasales no le llenaba los pulmones y así por primera vez se enfrentó a un ataque de pánico.

Se recargó en una de las paredes y se deslizó por aquella hasta quedar en el suelo abrazando sus propias piernas. Los quejidos de dolor de su papá que había escuchado  se mezclaron con recuerdos dolorosos del pasado lejano y el dolor que sentía en el abdomen pasó a segundo plano, desde su perspectiva este no era nada comparado con el mental. Cerró sus ojos con firmeza y se llevó una de sus manos a la cara mientras la otra permanecía haciendo presión.

Su único deseo en aquel momento era irse a casa, pasar tiempo con Sophia y Beth, hacer las paces con Carl y ser reconfortada por sus papás.

Estaba atrapada en aquella pesadilla, temblando y aterrorizada. Era demasiado doloroso para alguien tan joven.



Actualidad,
𝗥𝗼𝗿𝘆.

La puerta volvió a abrirse y puesto que mi vista estaba nublada tardé unos segundos en divisar que se trataba de Merle. No es la mejor persona, pero cualquiera es mejor que el hombre de antes.

Yo aun seguía en el suelo con la diferencia de mi calma en el aspecto de lo que sea que haya sido lo que pasó anteriormente.

Él me observó fijamente sin formular palabra alguna.

—¿Ahora que? —demandé, arrugando mi nariz con desagrado.

—Déjame ver tu herida —pidió, y aunque en un inicio dude, no quería más problemas por lo que termine haciéndolo.

Me coloqué de pie aun con el dolor creciente, retiré la tela de mi sudadera y le mostré la herida. El murmuró algo por lo bajo por lo cual no pude escuchar claramente.

—Fuiste rápida en detener el sangrado, estarás bien si llegas a tiempo a tu casa para que te la traten y no se infecte —informó con una sutil sonrisa mientras metía sus manos en los bolsillos de su pantalón, sacando algo—. Toma esto y sigue presionando por si vuelve a sangrar —ofreció, mostrándome una gasa.

—Gracias —murmure, aceptandola y frunciendo el ceño por el repentino acto de amabilidad.

Es decir, es un Dixon, ser amable simplemente no va con él.

—Si, como sea, vamos. Sin hacer nada estupido, ¿oíste? —advirtió, tomándome del brazo y dirigiéndome hacia afuera de la habitación.

Al salir observé a mi madre sin nada de ropa en la parte superior de su cuerpo, ella tapaba su pecho con sus brazos. Al verme, soltó un sollozo.

Me acerqué a ella entre sollozos por verla en aquel estado. Esta vez nos arrastraron a las dos hacia una habitación donde se encontraba papá bastante golpeado y derrochando sangre de su boca y cuello, él hizo el amago de golpearlos con un pedazo de madera, siendo detenido en el intento.

—Nos cansamos de los juegos —dijo el gobernador, sacando un arma de su pantalón y apuntando con esta mi cabeza—. Ahora uno de ustedes tres me dirá donde está su campamento.

Cambió de posición y ahora a quien apuntaba era a papá, yo di un paso al frente de inmediato.

—En la prisión —dije.

—¿Cerca de Nuñez? —interrogó Merle.

—Ese sitio está invadido —dijo otro hombre.

—Lo estaba, pero lo limpiamos —expliqué.

—¿Cuántos son?

—Doce, ahora somos doce —susurre un tanto apenada por haber cedido tan fácilmente.

—¿Doce personas vaciaron la prisión entera? —pregunta asombrado, bajando el arma de una vez por todas. Antes de salir me acaricia la mejilla con la intención de calmarme, su tacto no hace más que causarme náuseas, sentí mi pulso volver a acelerarse pero en ese mismo instante el hombre se apartó, empujándome levemente hacia mis padres y uniéndonos en un abrazo.

Glenn se quitó la camiseta y se la extendió a mi mamá, mirándonos por unos instantes, tragó saliva antes de hablar:

—¿Están bien? ¿Les ha...?

Ambas negamos a la vez.

—Apenas me toco —respondió la castaña.

—Solo fue el corte —señale, llevándome una mano a este.

—Siento no haber estado ahí para ustedes. Nos iremos pronto, estoy seguro —murmuró, vi sus ojos cristalizarse.

Me acomode entre ellos dos, papá acariciaba mi pelo suavemente y mamá apretaba mi mano.

—Este tiempo huyendo de los muertos olvidas lo que hacen los vivos —comentó está, mirando a su pareja—. Mira lo que te han hecho a ti.

—No importa, mientras no haya...

—No, lo prometo.

—Rory, ¿estás segura que no...? —insistió, intranquilo.

—Pá, no hizo nada.

El finalmente desistió y nos envolvió a ambas en un abrazo reconfortante, susurrando palabras dulces.

Antes del apocalipsis no tenía la conexión emocional o física de ningún padre y de ninguna madre.

Era ajena al amor.
Era ajena a la comunicación.

Carecía de abrazos, de su presencia y de palabras de afirmación.

Crecí aprendiendo que el amor es transaccional, que la comunicación es un defecto y que los abrazos son sumamente incómodos.

Llegue a aprender que su ausencia dejó un vacío que había deseado llenar en vano hasta que ellos llegaron.



🎀 Word Count: 4008

₊✧⋆⭒˚。⋆
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₊✧⋆⭒˚。⋆

──★ My 𝘀𝗽𝗮𝗰𝗲!! 🐍

HOLAAA, ¡capitulo largo!

se que pregunte en mi tablero que querían que hiciera con este cap y les pido una disculpita por terminar haciendo lo contrario, but, considero que lo sucedido en este capítulo fue un golpe de realidad tremendo para Rory, donde se dará cuenta de que el verdadero peligro son los humanos.

En el proximo cap ya habrá reconciliación, por cierto, ¿creen que voy muy lento con Carl y Rory? Es que es slowburn ps 😭 igual, Rory ya esta teniendo un "crush"  en el por decirlo así.

PREGUNTAAA (a lo German Garmendia)

¿Cual ha sido su acto favorito?  ~>

No m dejen en visto q lloro

¡Los amo y mil gracias por leer "Mastermind"! 📖💓

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