• 𝘾𝘼𝙋𝙄𝙏𝙐𝙇𝙊 𝙓𝙇𝙑
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"Estamos en la mierda"
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—Se sabe que cuando te ahogas, no inhalas si no hasta el final. Al perder la conciencia. Se llama apnea voluntaria. Sin importar que estés en crisis, el instinto de permitir que no entre agua es tan fuerte que no abres la boca hasta que sientes que tu cabeza va a explotar —Stiles entrelazó las cuerdas de su palo de Lacrosse mientras continuaba con su charla con la consejera escolar —. Pero cuando al fin lo haces, te das cuenta que es cuando deja de doler. No te da miedo, es... Cuando alcanzas la paz.
—¿Dices qué crees que Matt encontró paz en sus últimos momentos? —Le preguntó la señorita Morrell.
—No siento lastima por él.
—¿Sientes lastima por el Matt de nueve años que se ahogó?
—Que un montón de imbéciles lo arrojarán a la piscina cuando no sabía nadar, no les dio el derecho de matarlos uno por uno. —Él aclaró —. Y, por cierto, mi papá me dijo que encontraron fotos de Allison por toda su computadora. Y no solo de ella, también de Lindsay. Y también se colocaba en las fotografías. Como si se dieran la mano o se besaran. Había construido toda esta relación de mentira. Sí, puede ser que ahogarse a los nueve años pudo ocasionarle la locura, pero él estaba demente mucho antes que eso.
—Al menos, algo positivo salió de todo esto. ¿No?
—Sí... —Recordó cómo su padre volvió al trabajo. Su placa estaba de vuelta en su lugar. —Pero aún siento que hay algo mal entre nosotros. Esa tensión cuando hablamos. Y es lo mismo con Scott y Lindsay.
—¿Han hablado desde esa noche?
—No, aún no. Pero ellos ya tienen sus propios problemas. —Ambos hermanos habían vuelto su relación familiar, muy complicada. Su madre apenas les hablaba. Entraba a su cuarto siempre que llegaba del trabajo y no saludaba. Aunque ambos le insistieron en arreglarlo, ella no contestó. —Y tampoco creo que hayan hablado con Allison. Pero eso talvez lo decidió ella... Creo. La muerte de su mamá la afectó, pero los unió a su papá y a ella. ¿Jackson? Jackson ya no es el mismo, y lo gracioso es que ahora Lydia parece ser la más normal.
—¿Qué hay de ti, Stiles? ¿Sientes ansiedad por el juego del campeonato de mañana por la noche?
—¿Por qué me pregunta eso? —Él miró aquel palo de Lacrosse el cual arreglaba sin parar —Ah, no. Yo, yo nunca juego. Pero dado que uno de los jugadores está muerto y el otro extraviado, no lo sé.
—¿Hablas de Isaac? ¿Uno de los tres que huyó? ¿No sabes nada de ellos? —Comenzó a interrogarlo.
—Oiga, ¿Por qué no está tomando notas?
—Las escribo al final de la sesión.
—Qué buena memoria, ¿No?
—¿Por qué no hablamos de ti? —Él agachó su mirada sin responder —¿Stiles?
—Estoy bien. Sí, aparte del insomnio, los nervios y el miedo constante porque seguramente algo terrible va a pasar.
—Se llama hipervigilancia. La sensación persistente de estar amenazado.
—No es solo una sensación. Es como un ataque de pánico. No puedo ni respirar. —Explicó con su voz quebrada.
—¿Cómo ahogarse?
—Sí. —Afirmó.
—Si te estás ahogando e intentas mantener la boca cerrada hasta el último momento, ¿Qué pasa si eliges no abrir la boca? —Volvió a preguntar la consejera —. ¿No dejar el agua entrar?
—Lo haces, aunque no quieras. Es un reflejo.
—Pero, si esperas hasta que el reflejo ocurra, tendrías más tiempo.
—No mucho tiempo.
—Pero más tiempo para llegar a la superficie.
—Eso creo...
—¿Para ser rescatado?
—Más tiempo para agonizar con el dolor. ¿Olvidó la parte en la que siente que la cabeza va a explotar? —Le recordó aquel chico un poco ya molesto por el rumbo de aquella sesión.
—Si se trata de sobrevivir, ¿Vale la pena agonizar un poco?
—Bueno, ¿Y si empeora? ¿Y si es agonía ahora y luego...? ¿Luego solo es un infierno?
—Piensa en algo que dijo Winston Churchill: "Si cruzas el inferno, no te detengas."
En la casa de los McCall, ambos hermanos no sabían cómo seguir su situación con su madre. Ella llegaba siempre del hospital y se internaba en su habitación. Salía siempre que ellos no estaban cerca o cuando lo hacía los evitaba para no hablar sobre la situación vivida hace unos días en la estación de policía. Lindsay salió del baño luego de una ducha. Ya estaba cambiada y se estaba secando su cabello con una toalla. Escuchó sonidos raros provenientes de su habitación, así que, con una mueca de extrañeza en su rostro, salió y vio a su madre en una esquina siendo sujetada por el cuello por aquella cola de Kanima.
—Como verás, Lindsay, hubo cambios interesantes últimamente. Hay que ponernos al día —Dijo Gerard Argent sentado en un rincón de la habitación. Lindsay instintivamente dejó sus garras a la vista —Por favor, Lindsay, seamos realistas sobre quién tiene la ventaja aquí.
—Suéltala —Dijo ella con lentitud.
—No puedo, pero... ¿Dejarla vivir? Depende de ti.
—¿Qué quieres? —Intercaló miradas entre su madre y aquel anciano.
—Solo quiero hablar. No has contestado mis llamadas.
—Oh, lo siento por no querer contestar llamadas de un viejo decrepito de setenta años. —Gerard hizo una señal al Kanima y pareció introducir más fuerza en el agarre a su madre —Bien. Suéltala y hablaremos.
Él se levantó del asiento —Quiero lo mismo que quería antes. Solo quiero a Derek y su manada.
—Los hiciste ocultarse —Ella recordó —. ¿Cómo quieres que sepa dónde están?
—Creo que con motivación podrías hacerlos salir. Porque si no lo notaste, ahora tengo medios impresionantes que sirven para motivar a las personas —Él miró al Kanima por un corto segundo y luego volvió la vista a la chica McCall —. ¿Por qué crees que puedo controlarlo?
—¿Por qué mataste a Matt para conseguirlo? Ese es un buen punto —Ella se cruzó de brazos.
—Vamos, no te pongas sentimental. Hasta tú odiabas a ese chico. Conoces el mito, Lindsay. El Kanima es un arma de venganza.
—¿Esto es por Kate? —Cuestionó Lindsay luego de unir aquellos puntos en su cabeza.
—Escucha, no vine solo para enterrar a mi hija. Vine a vengar su muerte —Finalizó Gerard para irse seguido del Kanima que soltó a Melissa y quien cayó al suelo con dificultad para respirar, Lindsay no tardó en llegar hasta ella para auxiliarla.
—¿Estás bien? —Preguntó preocupada por el estado de su madre.
—No sé qué es lo que pasa, no sé qué era esa cosa o qué son ustedes, pero sea lo que sea que quiera...
—Mamá... No es tan fácil.
—Solo dale lo que te pida... —El tono en su voz sonaba triste. Decepcionada en cierto modo.
—No sé si pueda...
Mientras tanto en el bosque, Boyd y Érica caminaban por el oscuro lugar en busca de algo. Ambos llevaban unas mochilas en sus hombros. Como si planearan un escape o algo muy parecido. Ambos también tenían una mueca de terror en sus rostros, pues sin duda Gerard Argent quería cazarlos, cosa que no era novedad.
—Derek nos pidió volver antes del amanecer.
—Oí algo... —Dijo Boyd al detenerse.
—Mira, si vamos a hacer lo de: "Oí algo" no creo que deberíamos detenernos. Deberíamos correr. —Érica habló desesperada.
—Escucha... —Érica se concentró para escuchar aquellos ruidos que su amigo había oído.
—¿Coyote? —Boyd negó —¿Lobo?
—No puede ser. No hay lobos en California.
—No, pero hay hombres lobo.
—No suena como Derek —Especificó Boyd.
—Quizá será él... —Varios aullidos de lobos inundaron el bosque nocturno. Acompañado también de aullidos de perros que, por instinto seguían los sonidos de sus antepasados.
Derek se encontraba en su antigua casa destruida revisando algunos libros viejos. Su expresión no era la mejor. Las cejas fruncidas, sus labios formando una pequeña línea y su mirada concentrada en aquel libro. Al cerrarlo, sintió una vibra extraña detrás de él y habló.
—Así que ya decidieron —Volteó viendo a sus dos Betas —. ¿Cuándo?
—Esta noche. —Érica informó.
—Todo el mundo va a ir al juego. Pensamos que sería buen momento —Boyd continuó.
—No es lo que queramos...
—¿Qué es lo que quieren? —Preguntó el Alfa.
—Ya tengo dieciséis años puedo sacar un permiso para conducir, pero no podré si estoy muerta. —Ella habló.
—Les dije que esto tenía un precio.
—Sí, pero no nos dijiste que sería así —Boyd alzó un poco la voz.
—Sí, pero les enseñé como sobrevivir —Se defendió el Alfa —. En manada. Y no son manada sin un Alfa.
—Lo sabemos.
Derek volteó a verlos otra vez pues había vuelto a revisar sus libros —Quieren buscar otra manada. ¿Cómo piensan buscar una?
—Creemos que ya lo hicimos —Informó Boyd luego de unos segundos.
—De repente escuchamos muchos aullidos. Fue increíble.
—Debieron ser una docena.
—O hasta más.
—Sí, o pueden ser dos —Dijo el Alfa y ambos Betas lo miraron sin entender —. ¿Saben lo que es el efecto Beau Geste? Si modulan sus aullidos con el cambio de tono, dos lobos pueden sonar como veinte.
—Mira, no importa, ¿Sí? —Érica volvió a hablar luego de la explicación de Derek. —Hay otra manada por ahí. Tiene que ser así. Y ya lo decidimos.
—Estamos perdidos, Derek. Se acabó. Nos vamos.
—No. —Volvió a negar el Alfa. No perdería a su única manada. —No, están huyendo. Y una vez que empiezas, no te detienes. Siempre estarán huyendo.
Érica tomó la mano de Boyd y después de echarle una mirada de desaprobación al Alfa, ambos Betas salieron de aquella casa destruida. Derek volvió su vista al frente, pensativo. Tomó un vidrio que estaba frente a él y lo arrojó con toda su furia detrás, y hubiera estallado en miles de pedazos, de no ser por Peter quien lo detuvo a tan solo centímetros de su cuello.
—Esperaba una bienvenida más cálida. Pero... Te comprendo. —Derek solo lo miró sin decir nada y Peter continuó —Estás en una situación difícil, Derek. Desaparecí un par de semanas y de repente hay hombres lagartos, psicópatas geriátricos e hiciste hombres lobo a todos los adolescentes sin autoestima de la ciudad.
—¿Qué quieres? —Derek dijo firme.
—Pues, quiero ayudarte. —Comenzó a caminar hacia él —Eres mi sobrino. La única familia que me queda. ¿Sabes? Aún puedo enseñarte mucho. ¿Podemos hablar? —Colocó una mano sobre su hombro.
—Claro. Hablemos —Las últimas palabras de él antes de lanzar a su tío hacia las escaleras de aquella casa.
[...]
En la veterinaria del pueblo, Deaton estaba llenando una inyección con algún líquido para poder inyectárselo al perro sobre la mesa quirúrgica. La única en compañía del veterinario era Lindsay. Pues necesitaba una distracción y el trabajo era lo único que podría distraerla, por otro lado, Scott se había quedado encerrado en su habitación. El descubrimiento de su madre podríamos decir que le había afectado. Al igual que ver a Allison influenciada por su abuelo como aquella vez con Kate.
—¿Podrías ver quién es? —Le pidió el veterinario ya que había escuchado la puerta principal. Lindsay dejó su deber y asintió. Antes de llegar al lugar, los perros de ahí comenzaron a ladrar desesperados y Deaton la acompañó encontrándose con la figura de Isaac frente la puerta de entrada. —Está bien, Isaac. Está abierto —Deaton le abrió aquella pequeña puerta de cerval para que él pudiera pasar.
Una vez el Beta estuvo dentro, Deaton continuó con su inyección en el perro, mientras Lindsay controlaba su pulso y Isaac observaba todo con una mueca rara en su rostro.
—¿Por qué huele así? —Cuestionó el chico. —¿Qué?
—Lindsay me preguntó lo mismo hace unos meses. —Ella asintió sin mirar al chico. Su mirada solo estaba disponible para aquel animal sobre la mesa —. Después, un día sabía la diferencia entre los animales que estaban mejorando... —Miró devuelta al animal —Y los que no.
—Él no va a mejorar, ¿Cierto? —Preguntó Isaac mirando al perro. Deaton negó con su cabeza —Es cáncer.
—Osteosarcoma. Tiene un olor particular, ¿Cierto? —Miró a su empleada y ella asintió —. Ven aquí. —Isaac lo miró dudoso y luego caminó a un lado del veterinario —Sabes lo que tus nuevas habilidades pueden hacer por ti. Mejor fuerza, velocidad y sanado. Pero, ¿Sabes lo que puedes hacer por otros? —Deaton volvió a mirar a Lindsay con una sonrisa y la chica correspondió. Otra vez, volvió a mirar a Isaac —Dame tu mano. Ayúdalo. —Deaton dirigió la mano del chico hacia el perro y a los pocos segundos, sus venas comenzaron a volverse del color negro. Isaac puso una mueca de dolor en su rostro. Mientras que Lindsay lo miró con una sonrisa ladina.
—¿Qué hice? —Preguntó él retirando su mano y viendo aquellas venas desaparecer.
—Le quitaste el dolor —Lindsay informó con una sonrisa. Pese a que aquel chico no le caía bien, sabía que la estaba pasando mal. Como todos en los últimos días.
—Solo un poco —Volvió a hablar el veterinario. —Pero eso puede hacer toda la diferencia.
—Está bien. —Dijo ella mirando a Isaac y se acercó a él —La primera vez que lo hice, también lloré. Y no porque soy sensible. Solo que... El saber que puedes al menos quitarle el dolor a alguien en sus últimos días... Te cambia de una forma diferente.
Una vez aquel trabajo estuvo hecho, Deaton desapareció con la mascota y Lindsay comenzó a acomodar las medicinas utilizadas en el estante mientras Isaac se encontraba de espaldas a ella muy pensativo. Luego de un rato más en silencio, el hombre lobo decidió hablar.
—Se irán. Esta noche, durante el juego —Le informó a ella, pero sin mirarla.
—¿Por qué me lo dices? —Dijo Lindsay cerrando el estante y agarrando las herramientas quirúrgicas.
—Es disyuntiva para mí. Y por primera vez, quiero estar en paz contigo. Te estoy pidiendo un consejo.
—¿Por qué a mí? Fui yo la que siempre te trato como el peor de todos los hombres lobo. Hasta yo sería mi última opción para un consejo.
—Porque a pesar de todo... Confío en ti.
—¿Por qué? —Volvió a preguntar ella cruzada de brazos colocándose a un lado de él y mirándolo de costado.
—Porque siempre quieres hacer lo correcto.
—Casi nunca planeo lo que yo hago, y si lo hago, nunca salen como espero. Recuerda el día de la fiesta... Casi muero ahí. Y ese fue mi plan. —Ella soltó una leve risa —De hecho, mis planes nunca funcionan. Por eso siempre voy actuando sobre la marcha e intento no morir en el intento.
—¿Quieres decirme que vas a hacer ahora?
—No pienso huir si a eso te refieres... —Ella volvió a mirar al frente sin ningún objeto en cuestión —Hay muchas personas que me necesitan... Y con Scott fuera de ánimos, creo que soy su única esperanza.
—Cargas con todo, ¿eh? —Él le sonrió de lado. —Siempre atenta a lo que todos necesitan. ¿Cómo haces para cargar con todo?
—Supongo que siempre dejo mis emociones de lado para que no me colapsen e intento mostrarme lo más fuerte posible, no lo sé. —Agachó su mirada —. Desde que nos mordieron en el bosque, intenté hacer como que todo nunca había pasado. Nunca quise asimilar en qué nos habíamos convertido. Creo que porque nunca fui buena adaptándome a los cambios.
—A veces los cambios son buenos. Digo, sin la ayuda de Derek aun estaría encerrado en aquel refrigerador dejando que mi padre me torture.
—Le tenías miedo, ¿Verdad? —Aquel hombre lobo no respondió —¿Ves? Ahí tienes tu respuesta a la situación. No tienes porqué tener miedo, Isaac. No es tu culpa que tu padre haya sido un abusador de sobremanera. Y por menos sentimientos que intentes demostrar, es lo más humano que tienes ahora. —Isaac la miró —. Estamos en la mierda. Y siempre vamos a estar en la mierda. Desde el primer día que decidimos tomar las decisiones del "Regalo" —Ella hizo comillas con sus dedos refiriéndose a la palabra que Derek solía utilizar para la mordida. —O bueno, solo en tu caso. Lo mío fue accidente, creo... Da igual, Estamos colapsados. El mundo se nos viene abajo y lo único que nos importa, está frente a nosotros. Tenemos que protegerlos cueste lo que cueste.
—Supongo que tengo suerte porque... Yo no tengo a nadie. Así que... —Se reincorporó y caminó a la salida.
—¿Te irás con ellos? —Ella preguntó.
—Sí. Creo que sí. Buena suerte en el juego, cariño... —Sonrió levemente.
—Gracias, cariño... —Ella le devolvió la sonrisa, para luego volverla una mueca —, pero no voy a ir. Mi mente no está para concentrarse en un juego ahora... Además, no es como si fuera importante.
—Tampoco fuiste a las practicas la semana pasada, ¿Cierto?
—No fui. Ni Scott. Aún sigue en estado de depresión por lo sucedido el otro día. ¿Por qué? —Cuestionó ella cruzándose de brazos y mirándolo.
—¿No sabes entonces?
—¿Sobre qué? —Ella comenzó a sonar insistente.
—Jackson sí fue. —Lindsay cambió su rostro a uno de confusión absoluta.
—¿Cómo que "Sí fue"?
—Como si no pasara nada.
—Pero... ¿Entonces él jugará esta noche?
—Sí. Va a jugar.
Al caer la noche, el campo de Lacrosse se encontraba lleno de personas y algunas de ellas apenas llegando. Las luces se encendieron para ambientar el campo y que todos pudieran ver el increíble juego que se llevaría a cabo en tan solo unos minutos. Todos los jugadores se encontraban en los vestidores. Algunos nerviosos y otros preparados para patearles el trasero a los del equipo contrario. Danny llegó hasta su mejor amigo para preguntarle sobre su estado.
—¿Estás bien?
—Perfecto. —Contestó él acomodándose sus protecciones.
—Eso ya lo sé, pero ¿Estás bien? No me contestas en toda la semana y me preocupas mucho. —Su amigo no respondió —¿Jackson? ¡Jackson!
—Quédate en la portería, Danny. No salgas. Y si ves que estoy aproximándome a ti, corre hacia el otro lado. Tan rápido como puedas —Aquel chico intentó salvar a su amigo, sin percatarse de que ambos mellizos, lo habían escuchado. Lindsay había convencido a su hermano de dejar su habitación e ir al partido pues era de suma importancia su presencia allí. Y no solo porque era el co-capitán.
Melissa entró al vestidor y comenzó a buscar a alguien con su mirada. Aquellos alumnos la miraban algo confundidos. ¿No les bastaba con dejar entrar a una mujer que ahora tenían que soportar a otra más? Esto sin duda era el colmo. Aunque había algunos que no les daban importancia, después de todo, una de esas mujeres era quien los hacía ganar los partidos y le tenían que agradecer el llegar hasta ahí. Bobby llamó a todo el equipo a través de un megáfono.
—"Buenos días. En menos de una hora, estos aviones se unirán junto a otros de todo el mundo para lanzar la mayor batalla aérea de toda la humanidad." —Bobby dijo y Melissa solo lo vio confundida —"Humanidad. Esa palabra hoy adquiere un nuevo sentido."
—¿De qué diablos está hablando? —Melissa le preguntó a Stiles que estaba a un lado de ella. Mientras el entrenador siguió con su discurso moral.
—Lo hace todos los años.
—¿En serio?
—Sí.
—"Lucharemos por nuestro derecho a vivir, a existir..." —Todos exclamaron en victoria.
—Espera, ese es...
—Sí. El discurso de Día De La Independencia. —Respondió el chico.
—"Será el día en que el mundo declare con una sola voz..."
—Es la película favorita del entrenador.
—¿No se sabe discursos deportivos?
—Nah, creo que no le importa.
—"No desapareceremos en silencio en la oscuridad. Y, ¡Hoy celebramos nuestro día de la independencia!" —Finalizó aquel hombre seguido por los gritos de todos los jugadores.
—Bien dicho, entrenador —Gerard apareció detrás de él halagando sus palabras —Yo hubiera dicho algo con más valor histórico, pero no niego su pasión... —Lindsay miró a aquel sujeto apretando sus dientes de la furia. Y su madre, solo lo vio con terror en sus ojos —Y si bien no llevo mucho tiempo aquí, no niego al tener orgullo por un equipo ganador en la escuela. Sé que serán brillantes esta noche, aunque solo tengan a uno de sus co-capitanes. —Lindsay lo miró confundido al igual que Scott. Era obvio que hablaba de él —Soy director, pero también soy un admirador, no crean que me conformaré viéndolos vencer a este equipo. Salgan y aniquilen. —Y aquellas últimas palabras, alertaron a cualquiera que supiera lo que esa noche iba a pasar. Y estaban seguros que nada nuevo traería este partido.
—¡Ya lo oyeron! ¡Salgan al campo ahora! —Gritó Bobby y todos comenzaron a salir.
Scott se levantó rápido y corrió hasta el entrenador —Entrenador, ¿Estoy en la banca?
—No es mi decisión.
—Pero tengo que jugar.
—McCall, estás reprobando materias. La escuela es más importante —Dijo rodando los ojos.
—Entrenador, no entiende. Tiene que dejarme jugar.
—McCall, hoy no. No esta noche. —Aquel hombre volvió a decir —Esta noche estás en la banca.
—Entonces... —Scott miró al frente —Póngala a Lindsay como co-capitana. Sabe que ella es la mejor. Incluso mejor que yo. —Ella se levantó al escuchar las palabras de su hermano y se colocó a su lado.
—¿Estás seguro? —Preguntó ella mirándolo.
—Claro. Sabes controlar una manada, ¿Qué diferencia hay entre un equipo de Lacrosse? —Susurró para que el entrenador no escuchara.
—Por más que quisiera, tampoco puedo ponerla de co-capitana. Eso involucra papeleo previo y votación. Además... —Desvió su mirada del McCall chico para mirar a la McCall chica —Has faltado a las practicas toda la semana. Por lo tanto, no puedo permitirte jugar.
—¿Qué? No. No puede hacer eso. —Ella se quejó.
—McCall, no te sabes la jugada. No puedes llegar de la nada la noche del juego y decirme que quieres ser co-capitana y además entrar a jugar. —El entrenador se quejó —Lo siento, pero si sigues insistiendo, me obligarás a sacarte del equipo.
—Un segundo... O sea que, ¿Tengo que quedarme en la banca para aprender mi lección de "Por qué no faltar a las practicas"? —Bobby asintió —Eso es una verdadera locura.
—No quiero escuchar nada más de ninguno. O no juegan, o ambos se quedan sin equipo de Lacrosse. Ustedes deciden. ¿Van a seguir insistiendo? —Ambos mellizos menearon sus cabezas en negación. —Bien. Los veo en la banca. —Bobby se retiró.
—Esto es increíble. ¿Qué haremos ahora? —Scott preguntó mirándola —Si no entramos a jugar, Jackson matará a todos ahí afuera. A todos en el campo.
—¡No lo sé, Scott! —Ella gritó desesperada y con lágrimas en sus ojos —Por primera vez en mucho tiempo... No lo sé.
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