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𝐯𝐢𝐠𝐢𝐧𝐭𝐢 𝐬𝐞𝐱


XXVI

La mandíbula de Simon estaba apretada duramente, tenía las manos en puños y el ceño ligeramente fruncido; ajena completamente a eso, Alex seguía conversando con él explicando lo vivido en el día de campo. En su falta de consideración, el duque no tomó en cuenta que la había dejado a merced de todos esos buitres carroñeros, y la sangre corría pesadamente a través de sus venas.

Luego ella giró levemente el rostro para mirar por la ventana el bullicio diurno de Londres, y él memorizó las líneas de su rostro, desde los mechones de cabello que enmarcaban su cara, hasta las líneas de expresión, y sus labios, los cuales entreabría entusiastamente, señalando a la lejanía algo que el duque no vio.

Y más temprano que tarde, había olvidado aquel enojo inicial.

—¿Puedo ocupar tu agenda mañana? —cuestionó con premura, Alex giró el rostro curiosamente—. Tengo una sorpresa que llevo tiempo preparando.

—¿Una sorpresa para mí? —la pelinegra se sintió importante, le gustaban las sorpresas, pero le gustaba más el hecho de se tomaran el tiempo de planear algo para ella, el duque asintió—, ¿tiene que ver con tus audiencias? Dijiste que me contarías todo.

Él movió la cabeza pensativamente.

—Tiene que ver, pero no lo es todo—y se sintió liberado al ver la cara de Alex transmitir el entusiasmo que aquello significaba para ella—, lo descubrirás mañana.

—Aún no he dicho que iré—Alex arrugó la nariz, Simon abrió la boca con falsa ofensa.

—Tendré que pedirle ayuda a Bridgerton para meterte a la fuerza al carruaje—se burló, Alex levantó ambos puños en el aire y escondió la cara tras de ellos. Simon sonrió por lo adorable que se veía.

—Puedo con ambos—animó—, los vencería fácilmente.

—Oh, por supuesto—y ambos estallaron en risas—, ya que lo mencionas. Planeaba escoltarte a casa, pero, ¿tienes algo que hacer justo ahora?

Alex miró hacia arriba para fingir que pensaba o revisaba su agenda mental, aunque en realidad no tenía nada planeado.

—Creo que puedo hacer un espacio, ¿por qué?

—¿Te divertiste durante la pelea el otro día? —Alex se sonrojó levemente, pudo sentirlo por el calor en la cara. Recordó lo que pasó la última vez, y asintió—, planeaba visitar a Will Mondrich y entrenar un poco, he estado muy ausente los últimos días, pensé que sería divertido.

Alex tragó saliva tan solo de imaginarse lo bochornoso del asunto, y del problema en el que se metería si aceptaba, pero su subconsciente la había traicionado y ya se encontraba asintiendo antes de que las palabras salieran de su boca.

—Excelente, entonces—murmuró con una leve sonrisa en el rostro—', pediré que nos lleven directamente.

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Alex no sabía donde esconderse, o donde posar la vista, o siquiera si todas las personas en la habitación podrían escuchar su corazón latir tan fuertemente como ella lo sentía, tuvo un escalofrío al sentir una gota de sudor frío recorrer su espina dorsal.

—Lady Mondrich, me contaba entonces—mencionó girando la cabeza casi completamente, evitando mirar directamente el pecho descubierto de Simon, y así que sus pensamientos comenzaran a viajar a lugares sin retorno—, ¿tiene tres pequeños?

—Así es, Excelencia, y le suplico por favor que me llame Alice—dijo la esposa de Will Mondrich, quien acompañaba a Alex.

—Lo haré tan pronto como deje de llamarme Excelencia—respondió Alex y dio un leve brinco al notar que el duque había recibido un buen golpe por parte de su oponente, lo cual la puso en alerta.

—Pero yo ni siquiera soy una Lady—aclaró Alice, pero Alex no la escuchaba, se había puesto de pie al notar que el labio de Simon sangraba—, él está bien, Excelencia, ha recibido peores golpes.

—¡¿Qué?! —preguntó Alex escandalizada ante tal afirmación, la pelea se había detenido nuevamente y ambos se dirigieron a sus respectivas esquinas después de darse un asentimiento de cabeza.

Alice se levantó y tomó una toalla, dirigiéndose al lado de su esposo. Alex dudó un momento, pero después sus pies se manejaron casi en autonomía, y daba grandes zancadas hasta subir al ring, donde Simon estaba sentado en un banco.

Mojó la toalla en agua, y con la mano derecha levantó la cara de Simon tomándolo suavemente del mentón para quitar la sangre que salía de su labio.

—¡Pero mira lo que te ha dado! —se quejó, dando pequeños toques con la toalla evitando lastimarlo más. Tenía el ceño ligeramente fruncido, y sus ojos no abandonaban aquel lugar que sangraba. Él la miraba completamente embelesado, perplejo también por la cercanía por la que ella había optado—. Debe dolerte mucho, pobrecito...

—En realidaad...—alargó—, no duele.

—Oh...—Alex se detuvo y dio unos pasos atrás. Simon se miró asustado por perder esa conexión, así que con la mano izquierda guio la mano de Alex que tenía la toalla para que volviera a hacer su tarea, y con la derecha la tomó de la cintura acercándola más pasos de los que se había alejado.

—Sí duele, mucho—hizo un puchero, y Alex dio media sonrisa de lado antes de volver a su tarea—, ¡auch!

—Y...¡listo! —Alex asintió al ver su tarea terminada, luego bajó un poco la cabeza y besó la frente del duque, quien cerró los ojos al recibirlo—, tengo un remedio increíble para el dolor en casa.

—¿Es una de esas pócimas raras? —preguntó con inseguridad, Alex asintió—, quizá si vuelves a hacer lo de hace un momento, ya no me dolerá.

—No seas llorón, Hastings—Will Mondrich no alcanzó a mirar la mueca de disgusto que hizo Alex ante ese comentario.

Había herido a su Simon, estaba molesta, pero se le quitó un poco cuando sintió intensificarse el agarre en su cintura, y luego la otra mano de Simon tomó la suya.

—¿Vendrás a la pelea esta noche? —cuestionó el peleador bebiendo agua, pero el duque negó.

—Cubriré mi apuesta pero tengo muchas cosas que planear, podrás hacerlo sin mí esta vez— y una mueca de disgusto emergió en su rostro, Alex se sintió incómoda por no entender lo que sucedía—. Debemos irnos.

—No apuestes hoy—murmuró Mondrich a Simon cuando Alex y Lady Mondrich se despidieron, pero ella alcanzó a escucharlo perfectamente.

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Las noches de diluvio habían cesado para la heredera de los Spinster, y ni las pesadillas que frecuentaban su mente fueron capaces de irrumpir en aquella paz que tuvo al llegar a casa e ir inmediatamente a la cama. Aún así, un leve golpeteo en el gran ventanal aledaño a su cama hizo que la duquesa se levantara y mirara uno de los tantos relojes de la gigantesca habitación.

Eran las dos y treinta y tres, pensó que quizá algún pájaro en su vuelo nocturno se habría estrellado, y quiso llamar a su servicio para que lo auxiliaran, pero entonces los golpes volvieron a sonar y ella abrió un poco los grandes cortineros.

Dos guijarros golpearon el ventanal, y luego nuevamente otro. Se extrañó, y creyó que quizá el sueño le había gastado una broma, pero al cuarto guijarro, se cubrió con la bata de dormir y abrió la puerta que daba a su gran balcón.

Entre las sombras tanto de la antigua construcción de la residencia Spinster, como de los árboles y arbustos del gran jardín, divisó una figura lanzar otro guijarro, pensó en llamar a los guardias que custodiaban la entrada, creyendo quizá que algún ladrón hubiese pasado los filtros de seguridad, pero de ser así, ¿por qué lanzaría piedrillas?

La figura se quedó sin guijarros, así que abandonó la posición de sombra que otorgaba el abedul y en un claro de luna, Alex miró a Simon Basset, vestido ligeramente y con una concentración máxima en su tarea.

—Tengo muchas preguntas— Simon se sobresaltó al escuchar la voz de Alex, y su mirada se dirigió hacia el balcón donde ella se encontraba contra el barandal—, ¿por qué el preciado duque de Hastings está en mi patio, a altas horas de la noche, arrojando piedras pequeñas?

A pesar de la distancia, Alex creyó ver un leve sonrojo en las mejillas de Simon.

—Lo siento si te desperté—la joven negó con la cabeza—, estaba muy ansioso dando vueltas en la cama sin poder conciliar el sueño, entonces pensé en ti.

—Que halagador—con complicidad, Alex le guiñó el ojo.

—¿Quieres hacer algo loco? —preguntó, y apenas bastó que lo mencionara para que la entusiasta duquesa asintiera.

—Déjame vestirme y salgo por la puerta trasera de la columna de la izquierda—dijo Alex, Simon asintió y así ella entró a su habitación a destrozar su vestidor hasta encontrar un ligero vestido de color violeta sin corset, que usaba para practicar equitación.

Abrió la puerta de su habitación y se escabulló entre los pasillos que conocía de memoria, incluso tuvo que esconderse de sus propios empleados que daban rondines para evitar ser vista, y cuando llegó a la trampilla, bajó las escaleras con premura hasta abrir la gran puerta que daba a su patio trasero.

—¡Bu! —pero antes de que Alex pudiera gritar, Simon le tapó la boca con la mano izquierda, y cerró la puerta con la derecha.

—¿Por dónde has entrado? —preguntó la joven, y Simon señaló a una gran barrera de arbustos con espinas, con un hueco casi destruido que marcaba la división entre ambas residencias.

—No quería que nadie me viera para evitar que la gente pudiera inmiscuir tu nombre en más chismeríos que te afectaran, así que mi único plan fue ese—se llevó la mano a la nuca con nerviosismo, encogiéndose de hombros.

Alex se puso de puntitas para quitarle unas cuantas hojas que tenía en el cabello.

—Debes estar muy loco para hacer algo así—se burló, quitando la última.

—O muy enamorado de ti, que es casi lo mismo—y dejó a Alex sin palabras, pero no necesitó nada más. Después entrelazó su brazo con el de la joven—, ¡vamos!

Y entre el gran laberinto en el patio trasero de Alex, ambos duques huyeron como si algo los persiguiera, sintiendo sus corazones latir con fiereza hasta entrar a los establos y sacar a Gian sin que este hiciera mayor escándalo.

Simon pretendía ayudar a subir a Alex, pero esta lo hizo antes de tiempo extendiéndole la mano para ayudarlo, él subió y ambos tomaron las riendas de Gian, provocando que Alex sintiera mariposas en el estómago por la cercanía de los brazos de Simon contra su cuerpo.

Alex acarició a Gian y él comenzó a galopar levemente, logrando así que salieran por la entrada de servicio sin ser vistos, y poco tiempo después, también salieron de Westminster.

—¿A dónde vamos? —preguntó Alex al ver que se alejaban del centro de Londres, en dirección al bosque del este.

—Confía en mi—respondió Simon con serenidad, y Alex no hizo más preguntas.

Alex divisó el nido de un halcón peregrino y sus huevos, se extrañó porque no era temporada de que aquel pequeñín se encontrara en Londres, estaba tan perdida en sus pensamientos que solo recuperó la consciencia cuando dejó de sentir el calor corporal de Simon, quien había bajado de Gian y le extendía la mano.

—Ahora debemos seguir a pie—respondió atándolo a la rama gruesa de un árbol.

Simon tomó la mano de la pelinegra, quien correspondió con seguridad, y caminaron por aproximadamente siete minutos entre las gruesas ramas y suelo inestable, pero cuando Alex lo vio, supo que había valido la pena completamente.

Un claro en el bosque, justo al lado de un pequeño lago, las grandes enramadas de los árboles lograban que apenas poca luz de luna se filtrara por diversos ángulos; a la joven se le asemejó a un teatro, incluso las grandes rocas fungían como los asientos.

—¡Mira! —señaló Alex entre susurros algo que Simon ya sabía, las crías de ciervos bajaban a beber agua a una corta distancia de donde ellos se encontraban, y el brillo de los ojos de Alex reflejaban a la niña interior que se emocionaba con todos los animales, y aún más, con las crías de estos—, ¿cómo encontraste este lugar?

—Por accidente—confesó—, la mañana en que regresé de mi viaje a Hastings, cuando Wistle...Penélope Featherington publicó aquel número y Lady Danbury sugirió que no debiera verte, estaba muy frustrado, como atado de manos, imaginando lo que estabas pasando que solo pude tomar mi caballo y...

—¿Perderte? —preguntó Alex, y Simon asintió.

—Pero no me arrepiento de eso, ahora vengo aquí cuando me siento ansioso o inseguro, o incluso asustado.

—¿Qué puede asustar al gran Simon Basset? —cuestionó Alex, pero Simon no rio—, bien, ven..

Alex se sentó en una de las rocas, y golpeteó su costado para que Simon la imitara, pero al hacerlo, se resbaló hasta caer de sentón al suelo. El duque se aproximó a ayudarla, pero ella estaba riendo, así que le hizo compañía. La joven tomó la mano del duque entre las suyas, sonriendo al sentir que esta se cerraba para tomarla.

—¿Qué es lo que te tiene así? —cuestionó con paciencia e intriga.

Simon no quería confesarlo aún, tenía un meticuloso plan al respecto, pero ella misma salió a su rescate.

—¿Es por lo de hoy? —y la mirada de desconcierto de Simon la animó a seguir—, por lo de tu amigo, Lord Mondrich, por su pelea. No sé que haya ocurrido, pero parecías molesto cuando nos fuimos.

Simon se tensó levemente, si bien eso formaba parte, no era siquiera una décima parte de la realidad completa, pero no le mentía, y así Alex tampoco sentiría que no le tenía confianza.

—Le han ofrecido perder la pelea de hoy a cambio de una fuerte suma de dinero—explicó—, Lord Featherington, está desesperado porque se ha quedado sin nada, tanto así que canceló la boda de su hija porque perdió el dinero de la dote.

Alex sintió remordimiento de conciencia y bajó un poco la cabeza, ella no sabía que el daño colateral se lo llevaría alguna de las Featherington, quienes habían sido las más desfavorecidas en la temporada, pero Simon lo notó y levantó su rostro con una mano, acariciando su mejilla levemente.

—Lord Featherington tiene un problema con las apuestas, y se ha ganado muchos enemigos de por medio—explicó, dándose cuenta quizá de lo que Alex estaba pensando—, y Mondrich aceptó arreglar la pelea, aún cuando sabe que puedo darle el dinero sin más.

—Quizá quiere ganarlo él mismo—intentó excusarlo, pero Simon negó.

—Si quisiera ganarlo limpiamente, no lo haría de esa forma—y su mandíbula se tensó, Alex comenzó a acariciar su mano con los nudillos, lo que lo tranquilizó momentáneamente—, espero que haya reflexionado, o lo que sea, pero no quise estar ahí para presenciarlo.

—Verás que así será, solo no lo juzgues muy duro si no lo hace, a veces la gente tarda un poco en entrar en razón.

Simon asintió levemente y se quedaron en silencio por unos segundos, hasta que una corriente de viento provocó que Alex se frotara los brazos. Ninguno había traído suéter consigo, pero aquello fue una perfecta excusa para que Simon pudiera abrazar a la duquesa.

—Y, sobre más tarde...—comenzó Alex.

—¿Quieres desayunar en casa o prefieres un restaurante? —cuestionó, Alex lo pensó un poco—, pida, Excelencia, sus deseos son mis órdenes.

—En casa está bien— y él sonrió.

—La sorpresa será por la tarde, así que debes estar lista— Alex giró el rostro hasta casi toparlo con el de Simon.

—Dame pistas, las necesito, o iré mal vestida.

—Podrías usar uno de esos vestidos amarillo huevo de las Featherington y aún así seguirías siendo la mujer más hermosa que existe—murmuró, y Alex se sonrojó, pero levantó su mano hasta tocar la frente del duque.

—¿Estás enfermo acaso? —se burló—, nadie puede verse bien con esos vestidos.

—¿Apuestas? —cuestionó, Alex le golpeó el hombro.

—Juguemos a las adivinanzas, en favor de que no sea es hazmerreir de Londres y Wistledown no se desviva en insultos contra mi forma de vestir.

—Bien—aceptó Simon para complacerla, Alex festejó su anticipado triunfo—, hay algo que te gusta mucho, y que no has podido disfrutar del todo desde tu visita.

Alex miró hacia el cielo, pensando de qué se trataba.

—Y te vi llorando ahí.

—¡¿Opera?! —preguntó, pero Simon negó—, ¡teatro!

—Eres muy buena en esto—alagó, y Alex se hizo el pelo hacia atrás con una sonrisa y los ojos cerrados—, ahora, piensa en una obra que quisieras ver con todas tus fuerzas, y que lo hayamos hablado en algún momento.

—Pero hemos hablado de muchas, en muchos momentos—se quejó. Simon elevó su dedo índice hasta la cabeza y golpeteó un costado con esta—, ¿La Celestina?

—Piensa más imposible—dijo, y la cabeza de Alex comenzó a fantasear a niveles increíbles.

—¿Es del reino? —y cuando él asintió, Alex chilló de la emoción. Se estaba mordiendo la lengua.

—Veo que se te viene un nombre a la mente—con autosuficiencia, Simon la incitó a que hablara.

—Sí—admitió—, pero no puedo decirlo.

—No sabía que eras supersticiosa—declaró—, la obra escocesa—murmuró, y aquello fue suficiente para que Alex se lanzara a sus brazos completamente, olvidando cualquier etiqueta que existiera de por medio. Él la sostuvo fuertemente contra sí, acariciando su cabello en el proceso.

—¡No lo puedo creer! —la mezcla de emociones de Alex era tremenda, y el entusiasmo en su voz se reflejaba también en su actitud—, ¡¿cómo lo conseguiste?!

—Conozco gente, que conoce gente, que a su vez conoce gente que no es supersticiosa—explicó cuando Alex se separó apenas un poco, pero él aún conservaba las manos en la cintura de la joven, y ella tenía posadas sus manos en los hombros del duque—, solo no digas el nombre dentro y todos estaremos bien.

Los ojos de Alex, llenos de gratitud, comenzaron a empañarse.

—Bonita, no llores—murmuró, elevando su mano para secar una de las lágrimas de Alex.

—Es de las cosas más especiales que han hecho por mí—dijo mordiéndose la parte interna de la mejilla—, el hecho de que te hayas tomado todas las molestias de hacerlo es como, ¡wow!

—Solo el hecho de ver tu sonrisa ahora que lo sabes ha valido totalmente la pena—susurró, quitando uno de los mechones de cabello de la cara de Alex.

—Solo...gracias, Simon—murmuró, y tomó el mismo impulso que el duque.

Pero cuando sus labios estaban por tocarse, y sus ojos estaban cerrados, se abrieron con premura al escuchar el ruido de un disparo cerca.

Simon fue rápido, tomó a Alex y la guio en medio de unos matorrales, cubriendo su boca para que no hiciera ruido, pero ella no lo haría, estaba concentrada escuchando todo para determinar de donde había procedido aquel disparo.

Y, debajo de Simon y mirando al cielo, miró a aquel halcón volar rápidamente, y luego se escucharon más disparos. Alex sintió un vuelco en el corazón y los ojos se le llenaron de lágrimas al imaginarse que quizá encontrarían a Gian, y posteriormente, a ellos.

—Caballos—murmuró Alex, escuchando a las lejanías el galope que Simon había pasado inadvertido—, se están alejando, son cinco.

Intentó levantarse, pero Simon no se lo permitió, Alex hizo un hueco con su mano y lo llevó hasta la oreja de Simon.

—Ya no están—explicó—, se han marchado al lado contrario, por el norte. Si hubiesen encontrado a Gian, estarían sobre nosotros.

Pero Simon se sentían aún ansioso por la propia seguridad de Alex.

Ambos se sentaron, sus pechos subían y bajaban con velocidad por la adrenalina.

—Lo siento por exponerte de esta forma—se disculpó, Alex le tomó la mano negando levemente.

—El sonido de los disparos, le han disparado directamente a alguien por lo menos en tres ocasiones, puede estar herido, fue en esa dirección—asustada, pero también valerosa, Alex se intentó levantar, pero Simon la arrastró nuevamente al suelo—, ¿qué pasa?

—No—sentenció—, si lo han dejado herido, vendrán a asegurarse de que está muerto. No fue una advertencia, Alex, debemos irnos. Tomar a tu caballo e ir al lado contrario.

—Simon, no podemos dejar a alguien así—preocupada, Alex volvió a insistir.

—Alex, voy a arrastrarte conmigo hasta ese caballo, no voy a permitir que vayas a exponerte de esa forma—la mirada del duque se ensombreció de pronto—, no traje un arma y yo te metí aquí, debo sacarte.

—Por favor—pero él negó, y Alex no volvió a insistir.

Simon miró a ambos lados, y aún agachados pero apresuradamente, comenzaron a caminar por la misma dirección en la que habían llegado, la luna estaba en su punto máximo, y las copas de los árboles apenas dejaban entre ver poco o nada, pero entonces Alex sintió que pisaba agua, y al bajar la vista divisó un camino de sangre que la hizo querer vomitar.

Simon la cambió de lado, y siguieron avanzando hasta llegar a Gian, quien estaba en el suelo. El duque se apresuró a soltarlo mientras Alex subía, y luego lo hizo él. Comenzaron a cabalgar con sigilo, aún con el miedo creciente de toparse con alguien.

Y a los pocos minutos, y sin querer, lo hicieron;

Era el cuerpo de un hombre,

Era el cadáver de Archibald Featherington.

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