𝐮𝐧𝐮𝐬 𝐞𝐭 𝐯𝐢𝐠𝐢𝐧𝐭𝐢
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La merienda de los duques siempre tomaba lugar en Givethyn's, donde se servían pasteles hermosos y todas las delicias que enamoraban a jóvenes y adultos, pero la razón que impulsaba más a Simon tenía que ver con el yogurt de moras que le encantaba a Alex, y al que podía sacarle ventajas de vez en cuando.
Si Alex se manchaba, tenía la perfecta excusa para tocar su cara.
El té negro que Alex solicitó llegó casi hirviendo lo cual ocasionó una quemadura cuando la joven lo levantó y una gotas le cayeron en el dedo índice derecho. Inmediatamente retrajo la mano contra ella e hizo una pequeña mueca de dolor.
—¿Estás bien? —preguntó Simon levantándose casi alarmado, sentándose junto a ella en la silla aledaña—. ¿Te duele mucho? Déjame ver.
—Ha sido apenas una gota—dijo Alex visiblemente ruborizada por la cercanía. Simon tomó la mano de la joven y le quitó el guante de la mano.
Simon levantó su mano, Alex pensó que quizá quería verlo más de cerca, pero no.
Le dio un beso a la quemadura.
¿Hacia calor en Giventhy's? Porque Alex sentía que comenzaba a sudar cuando Simon besó ahora el dorso de su mano.
Y volvió a subir, pero entonces el arrastrar de una silla se escuchó.
Anthony Bridgerton, apareciendo con una fingida sonrisa en el rostro había tomado una silla de la mesa continua y se había puesto del otro lado de Alex.
—Resulta muy oportuno haberlos encontrado—dijo mirándolos a ambos, después extendió un boquete de tulipanes blancos hacia Alex—. ¿Estaban merendando sin chaperón?, ¿es que acaso no desconocen la etiqueta?
Simon giró los ojos, por debajo de la mesa aún así, Alex tomó su mano.
—¿Qué es lo peor que puede pasar? —cuestionó Simon con una sonrisa, Anthony entendió rápidamente a lo que se refería—. Si alguien nos acusa de merendar sin chaperón, ¿qué es lo que pasaría?
—Tendríamos que casarnos, ¿no es así? —preguntó Alex oliendo las flores después de agradecerle a Anthony, estaba tan concentrado en eso que no notaba las miradas que se lanzaban los dos hombres.
—¿Has venido a importunar solamente o tienes algún motivo?
—¿Alex, disfrutas tus cumpleaños? —preguntó Anthony sin dejar de mirar a Simon, la joven asintió sin mirarlos aún.
—Que tontería de pregunta—se quejó Simon, pero sus hombros se relajaron al sentir un leve apretón en la mano que tenía entrelazada con Alex.
—¿Alex, qué tanto te gustan tus cumpleaños? —preguntó con la vista fija en el duque de Hastings.
—Bastante, sí—afirmó la joven quien quitaba una hoja muerta para arreglar la armonía del boquete.
—Dirías que te gusta que en tus cumpleaños, tú seas en centro de atención, ¿no es así?, ¿recuerdas lo que pasó en tu cumpleaños ocho?
Simon frunció el ceño, ¿es que Anthony sospechaba algo?
—Si me estás preguntando si disfruto ser opacada, la respuesta es no—respondió Alex levantando la cabeza finalmente solo para ladearla un poco, tenía de igual forma el ceño levemente fruncido—. ¿Eso me hace una narcisista? Haces preguntas muy extrañas.
—Era todo lo que quería escuchar—dijo Anthony convencido levantando el mentón y cruzándose de brazos.
—Que raro—Alex se encogió de hombros y le dio un sorbo a su té, Simon comenzó a perderse entre sus pensamientos, tratando de entender a dónde iba todo eso—. ¿Tienes hambre? Los muffins marmoleados están deliciosos.
—Gracias—Anthony tomó el muffin y desenfundó los cubiertos de la servilleta hasta tomar el tenedor—. Lord Williams fue a casa a buscarte, pero por la expresión que acabas de hacer creo que le estabas huyendo.
Alex se encogió de hombros.
—¿Deseaba algo?
Anthony asintió y le extendió la carpeta, Alex la abrió al instante y comenzó a leer.
—Dijo que quería enmendar un error.
—Le costará más que mentir en un informe manchado—resopló girando los ojos con disgusto—. ¿Tienes pluma?
Pero ambos hombres negaron.
—Iré a buscar una—Alex se levantó del asiento a pesar del ofrecimiento de Simon y Anthony de ir ellos mismos a buscarla. Simon miró un segundo su mano por debajo de la mesa añorando el contacto de la joven.
—Así que, ¿abrió la boca? —preguntó poniendo las cartas sobre la mesa, Anthony lo miró con una sonrisa de lado.
—¡Hermano! Si la conocieras bien como tanto proclamas hacerlo, sabrías que aquello era una pésima idea—se jactó—. Deberías agradecerme, te salvé de un hecho bochornoso.
—¿No sería mejor idea entonces adelantar mis planes? —Simon mostró una gran sonrisa mientras aparentaba sacar algo del bolsillo—. Que sus 23 años lleguen con un precioso anillo en el dedo.
—No te atreverías—Anthony negó, aparentemente había empeorado las cosas.
—¿Quieres ver que sí? —cuestionó.
Alex regresó en ese momento, pero no estaba sola. Daphne Bridgerton se encontraba a su lado.
—Daphne necesita ayuda con su vestido—anunció mientras hacía su pronunciada y adornada firma en aquel documento—. Lo siento, debo retirarme, ¿nos vemos en la cena?
Simon asintió levemente, aunque poco convencido.
—Quizá llegue un poco tarde hoy—Alex cuestionó la razón—. Tengo una audiencia con el príncipe de Prusia antes de que se marche de la ciudad.
—Espero que mi invitación le haya llegado ya—comentó la joven a la par que se despedía de ambos hombres—. ¿Podrías entregarle esto a Lord Williams? Siempre que cruzamos palabra siento una enorme presión por golpearlo.
—Por supuesto—afirmó Anthony riendo y tomando aquel informe.
—¿Quién es Lord Williams? —cuestionó Daphne completamente confundida.
—Tengo muchas cosas que contarte, ¿no es así? —preguntó retóricamente mientras ambas salían de la repostería.
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En la clase alta de Londres se vivía un ajetreo nunca antes visto. Las invitaciones habían llegado a sus destinatarios por la mañana, todos cuchicheaban alrededor de esta. Las matriarcas de las familias durante los desayunos con las otras damas de la alta sociedad mostraban orgullosamente la invitación, y aquellos que no la recibieron pasaban a ser rechazados.
No era porque quisieran o estimaran a Alex Spinster, pero era un baile diferente.
Un baile organizado por duques.
Había personas que jamás en su vida habían asistido a un baile de esa magnitud. Los libros de etiqueta fueron los más vendidos por las librerías en esa semana, incluso fueron llamadas instructoras de modales para señoritas. Los hombres a su vez también discutían el cómo debían actuar. Alex no recibió más cortejos posteriores después de la declaración del duque al enviar los carruajes repletos de peonias, pero la negativa de una propuesta de matrimonio hacía correr en ellos la esperanza de por lo menos degustar un baile con la joven.
Incluso Wistledown había escrito sobre la fiesta, uniendo solamente adulaciones hacia aquel baile e intrigada por el hecho de la temática con las máscaras. Colin quiso volver a enfrentarla, pensaba que con claridad había estipulado que Wistledown estaba muerta, pero Alex se lo negó. Un poco de chismería avivaría las cosas y les daría a las mujeres mucho de qué hablar, y tener a alguien dentro podía servirles a favor.
La confirmación de asistencia no se hizo esperar. Algunos fueron incluso horas después de tener a los mensajeros de York bien vestidos en sus puertas. La Reina tardó menos de un día en confirmar y de igual forma lo hizo el Príncipe Friedrich.
Las damas de compañía y empleadas corrían despavoridas por los mercados consiguiendo piedras preciosas, algunas incluso en falsificaciones, plumas y demás para que fueran sus dueñas quienes lucieran los mejores antifaces o máscaras. Modiste estaba a reventar de pedidos, y algunos fueron terriblemente cancelados. Quienes ostentaban más dinero pudieron acudir a Leeds en búsqueda de otro lugar que ofreciera vestidos de alta gama, otras sin embargo tuvieron que refugiarse en lo que equivaldría a un crimen en el buen vestir;
Usar un vestido con el que ya se les había visto en anterioridad.
Faltando dos días para el baile, Anthony llegó a su casa con un gran paquete entre las manos. En el salón se encontraban casi todos los miembros de su familia con excepción, por supuesto, de Colin, Hyacinth, Francesca y Daphne.
—¿Qué tienes ahí? —preguntó Gregory incapaz de ver más allá del fondo de la caja la cual no tenía tapa.
—El perro de Alex—aseguró, caminando sin mayor cuidado.
Violet estaba un poco alejada del resto de sus hijos, pero aun así dejó el bordado a un lado para mirar inquisitoriamente al mayor de sus hijos.
—No te veo a ti mismo en la caja—se buró Benedict entre susurros ganándose que Anthony lo mirara mal.
—Alex no tiene un perro—aclaró Eloise con obviedad mientras se paraba casi exigiendo que Anthony bajara la caja, lo cual hizo.
Un cocker spaniel cachorro salió despavorido de aquella caja y comenzó a correr persiguiendo a Gregory quien reía. El escándalo fue tal que pisadas se escucharon por las escaleras.
—Creo que la sorpresa se arruinó—se burló Benedict escondiendo su cara en un periódico para reír tranquilo.
Daphne, Colin y Alex llegaron a las faldas de la escalera, una cara de sorpresa y felicidad iluminó el rostro de Alex al ver al perro, quien rápidamente acudió a su llamado a la par que ella lo cargaba en brazos.
—Hola, hola—sonrió—, ¿de quién es este cachorro?
—Tuyo—casi gritó Benedict ganándose una mala mirada por parte de sus hermanos.
—Yo no tengo perros— dijo Alex de forma extrañada, el pequeño cachorro fue devuelto al piso y ella se agachó a su altura para poder hacerle mimos y rascar su estómago.
—¡Ahora lo tienes!, buenas nuevas, ¿no es así? —acotó Benedict, Gregory bajó el periódico en el que se escondía y le dio un leve golpe en la cabeza.
—¿Anthony? —inquirió la joven mirando al vizconde, quien tenía cara de pocos amigos al resto de sus hermanos.
—Se suponía que sería una sorpresa, no pensé que estuvieras en casa—aclaró resignado—. Es tu regalo de cumpleaños.
—¡Qué precioso! —Alex volvió a levantar al cachorro en sus brazos y le dio un cálido abrazo—. ¿Adoptaste un perro para mí, dónde lo encontraste, en qué albergue?
—Oh, no, en realidad...—pero Anthony se detuvo de sacar el certificado de pedigree que tenía guardado dentro del saco al ver que Colin, por detrás de Alex, le hacía señas desesperadas porque se callara—. Lo encontré, ¿en la calle? Sí, y lo bañé, e iba a llevarlo al doctor para que lo revisaran antes de llevarlo a tu casa.
—¿Tiene nombre? —preguntó la joven rascando detrás de la oreja del cachorro.
—No, no tiene ¿identidad? —Alex rio ante el cuestionamiento para después entregarle el cachorro a Colin y caminar hacia Anthony.
—Quizá deberíamos trabajar en ponerle un nombre después—sugirió con una sonrisa de agradecimiento para proceder a darle un abrazo que él correspondió—. Muchas gracias Anthony.
—No es nada, Alex—dijo de igual forma cuando se separaron—. ¿Te apetecería salir a cenar hoy?
—Me encantaría, pero me comprometí con Simon a...
—¡¿Qué?! —preguntó completamente horrorizado, su mano fue instintivamente a la mano de la joven, quien lo miró extrañada. Suspiró aliviadamente cuando notó que en el dedo no había anillo, Alex lo miró con pura confusión—. Dios, eso fue un gran susto.
—Me refería a la planeación de la festividad de otoño de Hastings de este año—explicó aún con el ceño levemente fruncido—. Es la primera vez que Simon lo hará y me pidió ayuda, tiene que ser con meses de antelación para que todo ocurra perfectamente.
—Debe resultar muy útil para él tener una mentora con experiencia—sus dientes casi rechinaban de la presión que estaba ejerciendo—. ¿No tiene nobles que se encarguen de esos pormenores?
—¿Por qué necesitaría asistentes si puede hacerlo él mismo? —preguntó Alex—. Supongo que entre duques nos entendemos un poco, o algo así, quiero decir, duque y duquesa— Alex miró un momento hacia arriba y después volvió a posar la vista en Anthony—. Además le vendrá bien tener idea de cómo organizarlo porque se supone que la duquesa de Hastings es quien se encargará de eso en un futuro, así podrá instruirle.
—¿Para qué necesitarías instrucción de algo que ya estás haciendo? —comentó Colin intentando molestar a Anthony, lo cual consiguió.
—¿Te parece almorzar mañana? —le preguntó Alex ignorando el comentario de Colin—. Después estaré ocupada acordando todo para el baile.
—Me lo imagino—asintió complacido, por lo menos se había adelantado un poco a Simon, aunque no lo suficiente.
Tenía el tiempo encima, el reloj estaba corriendo. En dos días aproximadamente Simon Basset haría el siguiente movimiento, estaba tan acorralado que aquello lo orillaba a hacer cosas impulsivas, tenía últimos recursos que usar, pero aún no era el momento.
No quería dañar a Alex en el proceso.
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—Lady Spinster, su correspondencia—Coretta entró al vestíbulo principal de la residencia Spinster donde Alex se encontraba leyendo un libro sobre historia de occidente, habían pasado veinte minutos para que el duque llegara, había estado ausente la mayor parte del día, aquello le parecía muy extraño a Alex.
Las audiencias habían aumentado, quizá era el hecho de que las últimas semanas estaban juntos la mayoría del tiempo, y por eso resentía más el hecho de que no estuviera en casa.
Bueno, en casa de Alex.
—¿Puedes dejarlo en el escritorio? —solicitó la joven sin perder la vista del papel.
Coretta lo hizo, después se aclaró la garganta.
—Lady Spinster, encontramos esta nota en el jardín por la mañana, íbamos a tirarla a la basura, pero parece que está dirigida a usted—Alex bajó el libro ahora interesada en las palabras del ama de llaves, extendiendo la mano, aquella hoja fue depositada en su mano—. Solo leí la primera línea y por el hecho de que no tenía sobre. Parece que se cayó del buzón.
—Gracias, Coretta—la ama de llaves hizo una reverencia.
—¿Necesita algo más, Lady Spinster? —preguntó, la joven negó con la cabeza y la invitó a retirarse, lo cual hizo.
Alex analizó la carta por encima. Parecía escrita alborotadamente, incluso contenía tachones, como si fueran un montón de ideas cruzadas. Manchas de café. Era desprolijo;
Era un borrador.
Alex dejó el libro en la mesa continua al sillón individual donde estaba sentada. Tomó un par de anteojos para lectura y se dispuso a leer. El caso era que a medida que leía, se iba enfrascando más en lo narrado. Su corazón comenzó a palpitar velozmente.
Alex Juliette Spinster,
La costumbre de llamarte por tu primer nombre ha sido tal que me permitiré hacerlo a lo largo de esta carta, y es que han pasado dos meses completos en donde a donde quiera que voy, tu nombre me sigue. Es tu esencia la que me atrapa, y he de decir que no quiero escapar de ella.
Hemos pasado tanto tiempo juntos, por tantos años, que creo, ha llegado el momento de confesarte algo. No temas, Alex, porque no es nada malo. Por lo menos yo no lo veo de esa forma. Resulta abrumador quizá, no podría mentirte, yo mismo me sentí igual cuando lo descubrí.
Intenté encontrar las palabras correctas, pero ninguna se acercaba a lo que verdaderamente sentía. Me senté en vela por noches a través de este papel esperando que las palabras fluyeran, hoy después de mirarte y sentirme como un niño, creo que finalmente las tengo. Me he preparado a lo largo de mi vida en muchos temas, leído un millón de libros, y aún buscando no encontré la respuesta a los pensamientos y sentimientos que desarrollé desde el inicio de temporada al verte nuevamente en un baile.
Pensé que era un error el estar aquí. He pasado los últimos amaneceres agradeciendo todos los días haber cometido ese error que me trajo hasta ti.
Sonará pretencioso, incluso imprudente, pero no cabe ni nace ninguna duda sobre mí del hecho en que nos pertenecemos el uno al otro, que estamos destinados a estar juntos. Probablemente estés pensado que me he vuelto loco, y no pondría objeción alguna ante tan atinada sentencia;
Eres mi adoración, Alex.
Me gustan tus ojos porque me dan paz y tranquilidad, me gusta tu voz, esa que podría escuchar por mil horas ininterrumpidas y aun así seguiría siendo la melodía más hermosa que mis oídos escucharían.
Cuando me duermo pienso en no volver a despertar, porque en mis sueños siempre estás tú. Tú no me robaste el corazón, simplemente me hiciste sentir que en verdad tengo uno, y que late por ti.
Y podría darte mil razones nuevas para amarte porque tú misma me las demuestras y enumeras todos los días cuando tus ojos se conectan con los míos.
Te amo, y soy solo tuyo, Alex Spinster
No estaba firmada, lo cual no era de ayuda. Se preguntó quién sería capaz de escribir algo así, debía ser alguien a quien conociera para referirse a ella de tal forma.
Era hermoso, había terminado de leer con una sonrisa y una emoción que no recordaba tener. Si aquello era un borrador, el trabajo final del creador debía ser magistral, pero, ¿con qué propósito?, ¿una carta de declaración de amor?
Tendría que encontrar al autor, necesitaba hacerlo.
—¿Alex? —un sobresalto gigante ocasionó que Alex tirara los anteojos al escuchar su nombre al mismo tiempo que escondía la carta entre el asiento y el respaldo del sillón, se trataba de Simon, mirándola con extrañeza desde el marco de la puerta—. ¿Te encuentras bien?
—Sí—dijo rápidamente recogiendo los anteojos y lanzándolos sin ningún cuidado encima del montón de libros—. Sí, ¿por qué preguntas?
—Porque estas sonrojada—dijo con obviedad pero sin dejar la sonrisa de lado, ocasionando que el color en las mejillas de Alex se intensificara en mayor medida—. ¿Pasó algo?
—No—respondió ella con velocidad tratando de concentrar su atención en un punto fijo intentando que él no se diera cuenta, él sonrió con complicidad hasta sentarse en el otro sillón junto a ella—. Y a ti, ¿ocurrió algo? No es común que tardes en llegar.
—¿Me extrañaste, Alex? —preguntó al verla distraída aún, lucía adorable con aquellas mejillas sonrojadas y la mirada aún perdida.
—¡Claro que sí! —el subconsciente la traicionó, no quería lucir tan apresurada. Simon alzó las cejas cuando ella giró con los ojos muy abiertos al darse cuenta—. Quiero decir, ¡agh! Debe ser el hambre, no me deja pensar bien, ¿te parece si vamos al comedor, o prefieres que llame al servicio aquí? Cualquier opción está bien para mí.
Alex se levantó de su asiento y comenzó a caminar mientras hablaba, Simon la siguió de cerca escuchándola.
—...Y por eso pensé en regresar a York en dos semanas—indicó una vez llegados al comedor, Simon frunció el ceño visiblemente confundido.
—La temporada termina en un mes y medio—recordó moviendo la silla para que ella se sentara—. ¿No estás apresurándote?
—Era una opción—dijo Alex aclarándolo mientras colocaba la servilleta en su regazo, Simon hizo lo mismo—. Creo que mi estadía en Londres limita mucho mis acciones en York, podré no tener mi titulo aún, pero eso no me exime de mis responsabilidades.
—Yo creo que lo estás haciendo excelente hasta ahora—se jactó el duque.
—Tú dirías eso aún así me presentara como el trabajo del marqués de Wales—sentenció Alex.
—Tienes razón—afirmó levemente—. Aún así, tu objetivo es casarte, ¿no es así? Alex Spinster jamás deja ningún cabo suelto.
—Atacar a mi ego no reafirmará mi residencia en Londres—se burló—. Aún tengo cosas que pensar, pero a ti, ¿qué tal estuvo el día?
—Aún no puedo contar muchos detalles, estoy haciendo algo grande—afirmó—. En cuanto este terminado serás a la primera persona que se lo diga.
—Que misterioso—Alex bebió de su té, después bajó la taza cuidadosamente para pasar la servilleta por encima de sus labios—. Espero que todo resulte magnífico.
—Yo también—murmuró el duque con algo de inseguridad en su voz—. Mañana es la elección de orquesta, ¿cierto?
Alex hizo una pronunciada mueca.
—Anthony me invitó a almorzar y acepté—dijo encogiéndose de hombros—. Fui con Colin a su casa porque debía enseñarme sus trajes, y estaba en el recibidor. Me ha obsequiado un cachorro, está en la habitación de Colin ahora.
—¿Un perro? —preguntó extrañado. Alex asintió con una gran sonrisa.
—Aún no tiene nombre, estoy abierta a opciones—afirmó—. ¿Te molestaría recorrerlo para después de medio día? —el duque negó.
—Parece que no desiste—se quejó con una mueca de igual forma.
Alex se encogió de hombros.
—Ha sido el único con seriedad al respecto—mencionó picando levemente su plato—. Quienes me han pretendido han desistido, han cambiado de idea o simplemente no querían lo mismo que yo. Supongo que la esperanza de que alguien me quiera de tal forma es lo que me hace permanecer ahí también.
Su voz decayó un poco, Simon se dio cuenta porque ella miró hacia abajo. Por la mente de Alex pasó el hacer mención de la carta, quizá se trataba de una nueva persona, pero desistió de la idea. Averiguaría esa información sola.
—Y quizá quiero que sea él tanto así que lo estoy forzando—comentó más como un pensamiento hacia sí misma—. La idea de que alguien pudiera renunciar a algo por mí me emocionó, supongo que es eso.
Simon se preguntó si debía decirle justo en ese momento que él era aquella persona, que él renunció a todo en lo que creía por ella, que no necesitaba buscar más.
Pero no lo hizo.
—También quizá por eso pienso en irme de Londres—terminó de decir—. Huir siempre ha sido más fácil.
—Huir no es de ti—señaló—. No miras a Alex Spinster huyendo.
—Tampoco me mirabas en un vestido con un corset que te dejaba preguntando en dónde metí mis órganos, pero aquí estoy—respondió ella riendo levemente—. O con unos tacones altos que aún no sé manejar bien. Vaya, Londres tiene su lado bueno después de todo.
—¿Qué te hayas reconciliado contigo misma? —preguntó, Alex asintió levemente.
—Eso y que no tuve que esperar a septiembre para tu visita anual—afirmó, y Simon pudo percatarse de que se había sonrojado levemente.
—Quizá ahora sea más difícil sacarme del castillo de York durante meses—murmuró con media sonrisa de lado—. Puede que te tome la palabra y me mude, ¿aún recuerdas eso?
—Sí—dijo Alex, y no pudo contener más la sonrisa al imaginárselo—. Y no me molestaría si lo hicieras.
Faltaba un día para el baile, y mientras las madres de las mujeres de Londres buscaban que sus carruajes destacaran, un Vizconde se reunía con un noble, dos duques cenaban en tranquilidad y armonía con sus corazones latiendo fuertemente,
Y un perro mordía el zapato de Colin.
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