𝐔𝐧𝐮𝐬
I
No resulta nada grato para mi comunicar este tipo de noticias, pero se le ha informado a esta escritora que el duque de York, Sir Geoffrey Spinster, ha muerto la noche de anteayer. Murió tranquilo, en su casa en York, y en compañía de su hija la cual ha pedido que la recepción sea lo más reservada posible, tanto así que no se le ha extendido invitación ni a la mismísima reina Charlotte.
También ha llegado a mis oídos que en la residencia Spinster de Londres hay un ajetreo masivo, ¡están preparando todo para una llegada! ¿Y de quién puede ser, sino de Alex Spinster?, Será quizá la partida del único hombre de su vida quien la traiga de vuelta a Londres, ¡y qué mejor momento que justo el inicio de la temporada!
¿Estamos a la espera de un debut inusual? Caballeros, preparen sus mejores armas, porque estaremos ante la presencia de una debutante diferente al resto, y damas, preparen sus trincheras, porque esos ojos color esmeralda pueden dejarlas sin marido tan pronto como pronuncien York.
Revista de Sociedad de Lady Wistledown
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ACTO I: EL VIZCONDE QUE HUÍA
En la residencia Bridgerton se escuchaba un ajetreo sin igual. Faltaba apenas una semana y media para el debut de la mayor de las hermanas, Daphne Bridgerton, quien esperaba dejar una huella sinigual para que sus hermanas tuvieran el estandarte bien en alto. Los lacayos, las mucamas y damas de compañía se movían de un lado a otro para dejar limpia cada área en donde pudiera encontrarse rastro de polvo. En la mesa del comedor, sin embargo, los Bridgerton desayunaban alegremente en un intercambio de risas y diversión, eso hasta que llegó el correo y entonces el ambiente cambió en la mesa a uno mucho más tenso.
—¿Por qué leen eso? —preguntó Anthony Bridgerton tomando de su copa de jugo de naranja mientras señalaba a Eloise y Daphne. Las chicas no separaban los ojos de las líneas de la revista de Lady Wistledown—. Es una pérdida de tiempo verdaderamente.
—El duque de York murió — sentenció Colin con la carta que había recibido en una mano, y parándose repentinamente de la mesa.
Violet Bridgerton se llevó una mano a la boca, negando con la cabeza. Se levantó de la mesa y trastabilló un poco. Anthony intentó ayudarla inmediatamente, seguida de Benedict, pero ella volvió a negar y subió apresuradamente a su habitación al lado de su dama de compañía.
—¿Tú también lees a Wistledown?
—¿Por qué te llega la revista en una carta?
Pero Colin no contestó, comenzó a caminar hasta que sus pasos se volvieron cada vez más rápidos, y salió corriendo de la casa antes de que pudieran interrogarlo sobre lo que estaba sucediendo.
—¿A dónde va? — inquirió Anthony a Benedict, pero este se encogió de hombros.
—Tontos—dijo Eloise, y antes de que pudieran reprenderla sus hermanos mayores por el lenguaje, añadió—, ¡Alex Spinster es la hija del duque de York!
Entonces algunas cosas hicieron click en su cabeza, todas menos la reacción de su madre. Podían entenderlo de Colin, porque ambos eran los mejores amigos según su hermano les contaba, pero no entendían qué tenía que ver Violet Bridgerton en aquella situación.
—Le enviaré una carta con mis condolencias inmediatamente— señaló Eloise.
—¿Te escribes con la señorita Spinster? — le preguntó Daphne.
—¡Claro que me escribo con Alex! — casi se ofendió la joven—. Es mi modelo a seguir, me encanta todo lo que ha hecho. Si me disculpan, debo retirarme a escribir.
Anthony negó, pensando para sus adentros que las ideas de la hija del duque de York podrían perturbar hasta cierto punto la mente rebelde de Eloise Bridgerton.
—Como cabeza de la familia debo ser yo quien escriba la carta de condolencias familiar.
—Si quieres una excusa para mandarle una carta, esta no es la forma— Benedict rio ante lo mencionado por su hermana, pero después de la mirada que le lanzó el mayor, intentó disimularlo lo mejor que pudo—. Le escribiré, antes de que crea que soy descortés por no hacerlo.
Anthony rodó los ojos y le dio una mordida a la tartaleta de fresa frente a él. No le parecía extraño que Eloise admirara a la señorita Spinster, en realidad, en más de una ocasión había sido partícipe de discusiones que orquestaba con la intención de seguir el mismo recorrido que la hija del duque de York, quien había sido hasta ese momento, la única mujer que logró cursar sus estudios universitarios, y nada menos que en Oxford, concluyéndolos con satisfacción en el mismo curso que su hermano menor, Colin. De no ser porque se trataba de una mujer de quien Eloise hablaba, Anthony habría jurado que su hermana estaba enamorada de la futura duquesa.
Alex Spinster siempre había gozado del favor de aquellos que la miraban, y con la ayuda de la reina Charlotte, había conseguido una oportunidad para aplicar a la admisión de la respetable Universidad de Oxford. Según palabras del mismo Colin, aquello no resultó nada fácil, pues además de haberle presentado un examen diferente y más complejo que aquel que les ponían a los varones —y que incluso se dice que incluía pruebas físicas—, tuvo que pasar por diversos filtros con los directivos, solo para que al final y contra todo pronóstico, no pudieran negarle la entrada a dicha institución.
Se sabía, y con mucha habladuría de por medio, que a pesar de que ella estuvo rodeada de varones toda su vida debido a su deseo de ser educada con igualdad, nunca tuvo ningún escándalo donde su pureza se viera manchada. Era muy recatada y cuidadosa con aquellos a quienes consideraba sus amigos, y adoraba a su padre más que a otra cosa en el mundo. Los duques de York eran ya mayores cuando lograron concebir, y a pesar de que su nacimiento se vio manchado con dos factores —la muerte de la duquesa, y que no había heredero, sino una niña—, el duque adoraba a su hija de igual manera.
Sin ninguna otra atadura a Oxford, y con la revista de Wistledown en su mano, Anthony no razonaba por qué la joven no se había mudado a York, donde suponía su padre sería sepultado. Aquella chica nunca había necesitado un hombre, y siendo sincero, dudaba que deseara conseguir y probar suerte en el mercado matrimonial de Londres.
De cualquier forma, la última vez que la había visto, recordaba que era una mocosa quinceañera que no se guardaba nada de lo que pensaba, y que daba ácidos comentarios a quien intentara tomarle el pelo, como él muchas veces había hecho porque le gustaba verla molesta. Era divertido porque arrugaba la nariz y los ojos se le achicaban, y hacía las manos en puños antes de dar un tajante comentario y terminar con la conversación. Quizá el mayor de sus defectos era que descuidaba mucho su apariencia, porque se pasaba todo el día buscando libros o con institutrices que la instruyeran en diversas áreas.
—¿Por qué lees eso? Es una pérdida de tiempo, verdaderamente— escuchó la voz de Benedict por detrás, riendo mientras usaba las mismas palabras que él les dijo con anterioridad a sus hermanas. Se sorprendió de ver que ya solo quedaba él en la mesa, y que incluso los mozos ya habían retirado los platillos. Negó con la cabeza, quitando los pensamientos que tenía en momentos anteriores. Había que ocuparse de las tareas que ser vizconde le otorgaba, y no estaba como para seguir perdiendo el tiempo.
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Alex Juliette Spinster no lloraba frecuentemente. No le gustaba, y prefería evitarlo, porque cuando lo hacía, su cara se hinchaba mucho y le era muy difícil controlar la respiración. Cuando se encontraba en las cocinas, alistando todo para ir a desayunar al cuarto de su enfermo padre, y recibió la noticia de que su moribundo padre deseaba verla en ese mismo instante, no pudo detener el llanto.
Sabía que se iría en poco tiempo, pero no esperaba que tanto. Ahí, al lado de la cama donde Geoffrey Spinster había pasado los últimos seis meses de su vida, Alex le hizo una promesa que quizá no le podía cumplir.
—Ahora que me vaya— el duque de York, con la poca fuerza que le quedaba, alzó la mano y la posó en el rostro de Alex al notar que ella iba a hablar—, quiero que me prometas que cumplirás con tu promesa.
—Te daré un heredero, padre—asintió, sosteniendo con ambas manos la de su padre.
—Sabes bien que no me refiero a eso—tomó un fuerte suspiro, Alex buscó ayuda en el médico detrás de ambos, pero este le negó con la cabeza—. Cásate por amor mi niña, no por obligación. Cualquiera sea el hombre que ames, quiero que sepas que cuentas con mi bendición.
—Padre, yo...yo no sé si pueda.
—Aún estás a tiempo para la temporada— su mano, ya sin fuerza, cayó al lado de la cama. —, y hay una vieja amiga de nosotros que te ayudará. Está todo arreglado. Pero si no estás lista, espera los años que sean necesarios.
—Lo haré, lo haré por ti— asintió.
—Solo no quiero que quedes desprotegida en este mundo cruel— y viendo las lágrimas de su pequeña, y con un último aliente, exclamó —. Te amo Alex Juliette, nunca dudes de eso ni de ti misma.
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Alex exhaló profundamente en el carruaje que se dirigía a su residencia en Londres. Los tacones nunca habían sido lo suyo, y francamente el corset del vestido lila estaba tan apretado que dudaba dar más de dos pasos antes de desmayarse. Su dama de compañía se estaba empeñando en dejar su cabello suelto pero con unas ondas que dejaran denotar que estaba vestida pulcramente, y le había prohibido maquillarse a sí misma, después de ver que la joven no tenía idea de lo que hacía con los pinceles.
—¿No crees que es mucho, Joanne? —la verdad era que no tenía cara de decirlo, pero las joyas que le exponía su dama eran excesivamente brillantes, y calculaba que apenas sería medio día—. Reservémoslas para un baile.
La joven dama negó y sacó un delicado relicario y lo colocó en su cuello. Alex le tenía muchísima confianza a Joanne, quien era unos 10 años mayor que ella, y quien además había sido su cómplice muchas veces a lo largo de su vida. Si Joanne insistía en colocar aunque sea una pequeña joya, ella no iba a contradecirla.
—Han pasado el camino a casa— intuyó mientras miraba por la ventana—. ¿Philip, a dónde nos dirigimos?
Pero el conductor no respondió. Su dama, sin embargo, sí que lo hizo.
—El duque dejó muchas instrucciones a seguir en caso de que usted tomara la decisión de volver a Londres —explicó. Alex no había separado los ojos de la ventana —. Nos dirigimos a...
—¡Bridgerton! —se levantó, abriendo con eso la puerta del carruaje obligando a que se detuviera al instante—. ¡Lo siento!
Alex bajó del carruaje muy rápido, y Colin se giró justo a tiempo para que su amiga le diera un efusivo abrazo que fue correspondido al instante.
—Justo regresé de enviarte una carta, no pensé que llegarías tan rápido— afirmó, sonriendo por ver nuevamente a la joven Spinster.
—Tomamos el camino corto— algo bueno estaba saliendo de ese viaje, por lo menos. El ver a Colin nuevamente siempre era un buen augurio—. ¡Pero mírate, qué grande estás!
—¡Y tú, sin todo ese lodo encima! — bromeó el Bridgerton, recordando entre bromas cuando Alex había incursionado en el rugby—. Te extrañé mucho, Alex.
Colin volvió a abrazar a su amiga, a lo lejos, escucharon a la dama de compañía de Alex acercándose apresuradamente.
—¡Señorita, señorita!
Pero antes de que pudieran girarse a ver lo que estaba sucediendo, alguien salió de la residencia Bridgerton. Un hombre, uno que se había parado en seco al ver la escena que ellos dos estaban montando ahí afuera.
—Señorita— exclamó el joven, mientras miraba de mala forma a Colin—. ¿Mi hermano la está importunando?
Alex miró detenidamente a aquel Bridgerton, era más alto que Colin y definitivamente mayor. Hacía mucho que no pasaba tiempo en Londres, por lo que le resultaba difícil recordar a aquel que le estaba hablando en ese momento.
—¿Benedict? —le preguntó a Colin, quien rio negando. Al otro Bridgerton no le causó gracia la confusión —. Oh, ¡Anthony! Debí haberlo notado por lo amargado de su hablar.
—¿Disculpe?
—¡Señorita! — Joanne llegó, jadeando levemente—. ¡No está bien visto aquí que haga ese tipo de cosas, menos sin una dama de compañía presente! Dé gracias a todos los cielos que nadie los ha visto.
—No puede ser— dijo Anthony, entendiendo finalmente lo que pasaba. Observó a la joven frente a él, y recordando la escena de la mañana, se extrañó al darse cuenta de quién era ella. No la recordaba de esa forma, estaba sumamente cambiada físicamente, aunque debía de tener el mismo carácter detestable que cuando era una niña—. ¿Usted es la señorita Spinster?
—¡Alex, querida! — Violet Bridgerton hizo acto de presencia, asomándose en el recibidor y abriendo los brazos para recibir a la joven en ellos—. ¡Pasa, pasa!, Te estaba esperando.
—Lady Bridgerton—hizo una reverencia a forma de saludo, como recordaba que se le había instruido.
—Violet—la corrigió la matriarca—. Anthony, por favor, hazte a un lado para que Alex pueda pasar.
La acogedora casa Bridgerton estaba muy bien distribuida y diseñada, a Alex siempre le había gustado la decoración exquisita y los colores pastel escogidos por la familia. Lady Bridgerton tenía muy buen gusto, de eso no había duda. La madre de los chicos la estrechó fuertemente en sus brazos y susurró un «lo siento » que solo ella escuchó. Alex sintió que se quebraba, lo que provocó que Violet la apretara más fuerte contra sí misma.
Cuando Alex avanzó un paso hacia atrás, miró hacia arriba esperando que las lágrimas no terminaran por arruinarle el espectacular trabajo que había realizado Joanne con ella. Sintió una mano tocar su hombro, y después Anthony le extendió su pañuelo.
—Lo siento— se disculpó recomponiéndose —. Ha sido todo tan repentino.
—Lo entendemos, Alex— afirmó Colin mientras colocaba una mano en su espalda reconfortándola, mirando detenidamente a Anthony que no apartaba su vista de la joven Spinster—. Mamá, ¿dijiste que la estabas esperando?
—De eso quería hablar justamente, pero no aquí.
—Podemos usar el despacho de Anthony, según recuerdo, iba de salida antes de toparse con nosotros.
—En realidad—dijo Violet, al observar lo mal que había visto su hijo mayor al menor—, también la presencia de Anthony es requerida, y la de Daphne.
Anthony frunció el ceño, toda esa situación era muy extraña. Observó que uno de los mayordomos de los Spinster le tendió una carpeta a su madre, pero esta la rechazó y le dijo a Anthony que la tomara en su lugar. Cuando este hizo la intención de abrirla, Violet negó.
—Arriba— le indicó, y se giró a mirar a Colin—. Busca a tu hermana, nos vemos en el despacho.
Este asintió sin chistar, le dio una última mirada a Alex y desapareció escaleras arriba apenas ella le asintió.
—Anthony—le llamó su madre—, ¿podrías guiar a la señorita Spinster, por favor? Necesito ir por algo a mi habitación antes de alcanzarlos.
—Por supuesto, madre—y después se dirigió hacia Alex—. Por favor, sígame escaleras arriba señorita Spinster.
Anthony comenzó a caminar, señalando primeramente con su brazo extendido la ubicación de las escaleras, aunque Alex recordaba muy bien dónde estaba el despacho del joven, pues muchas veces Colin y ella se habían colado cuando eran adolescentes para indagar qué se escondía en ese lugar.
Una vez llegada, y que Anthony abriera la puerta permitiéndole el acceso, Alex ingresó al lugar que muchas veces había llamado "La Cueva", se sentó inmediatamente en uno de los sillones de cuero y fijó la vista en uno de los cuadros para evitar pasear sus ojos alrededor, lo que menos quería parecer era una cotilla maleducada.
—¿Ha resultado placentero el viaje? —Anthony se quiso golpear ahí mismo la cabeza al verla girar con los ojos tan abiertos como le fue posible. No necesitaba hablar, sin embargo, intentó romper el hielo pues ya habían transcurrido unos minutos desde que estaban a solas en esa habitación. Era obvio que un viaje después de la muerte de tu padre no era "placentero", y eso debía saberlo él más que nadie.
—El clima ha estado muy lindo— él soltó un suspiro, agradecido de que Alex no se lo tomara a mal—. La verdad es que extrañaba la brisa de Londres y los cielos grises.
—Son preciosos.
—Sí, lo son— Alex iba a dar por terminada la conversación, pero después algo la impulsó a hablar—. Creo que lo que escuchará después de que su madre llegue será tan extraño para usted como lo es para mí, y lamento hacerlo perder el tiempo que debería utilizar en cumplir sus deberes de vizconde.
—No la recordaba tan propia—y era verdad, hace algunos siete años o más, se tuteaban tan comúnmente como si fuera otra de sus hermanas—. En realidad, ha cambiado mucho desde la última vez que nos vimos.
—Lo mismo puedo decir— Alex sonrió ante el recuerdo de esos días—. Pero las personas cambian, a veces para bien o para mal. No hay que decir de usted, reconocería ese ceño fruncido así me encontrara en América, a kilómetros de distancia.
Anthony enmarcó más el ceño si aquello era posible.
—Tomando en cuenta nuestro encuentro de la mañana, pondría lo que dice en tela de juicio.
—¿En verdad cree que lo confundiría con Benedict? —y con una sonrisa de lado, prosiguió—. Es imposible, si él es el hermano guapo.
Auch. Anthony abrió la boca, entre ofendido y sorprendido.
—Esa es la Alex que conozco, la que me ocasionaba dolores de cabeza— sonrió ante la ironía de sus palabras, pero tenía que entender que aunque ante sus ojos aún se encontrara aquella niña que jugaba a lanzarle bolas de nieve junto con Colin, esta ahora era una mujercita a la que tenía que tratar con decoro y respeto—. A veces no mido mis palabras. Una disculpa, señorita Spinster.
—Alex.
—¿Disculpe?
—Soy Alex, simplemente Alex—asintió ante él, quien había dejado de prestar atención a su alrededor para concentrarse en lo que ella decía—. De tanto que menciona mi apellido, lo gastará.
Anthony rio por el comentario.
—Es bueno verte sonriendo, ya no lo haces tan a menudo—. Colin entró seguido de su hermana Daphne, quien se encontraba sumamente confundida, después de girar la cabeza y encontrar a su hermano acompañado, no pudo disimular su sorpresa.
—¡No me dijiste que estaría aquí! — se giró a Colin, y después se acercó a Alex—. Una disculpa, estaba justamente por escribir una carta de condolencias pero fui interrumpida. De verdad lamento profundamente la pérdida del duque, imagino que debe estar increíblemente afectada y afligida.
—Daphne...
—Está bien, Colin—asintió a su amigo, quien se sentó a su lado en el reposabrazos del sillón—. Muchas gracias por tus palabras Daphne, en verdad han sido unos días muy difíciles.
—¿Puede alguien decirme por qué estamos reunidos? , ¡Oh!, Alex— la repentina aparición de Benedict hizo que todos giraran la cabeza al recién llegado, quien se acercó a la joven y tomó su mano para besar el dorso de la misma—. Escuché la conmoción de la noticia por la mañana, siento profundamente tu pérdida. Espero de todo corazón que encuentres consuelo pronto.
—¿Quién te invitó a entrar? —preguntó Anthony, mirando extrañado el comportamiento tan natural de su hermano con la recién llegada.
—Escuché voces y todos los pequeños están con su institutriz, intuí entonces que había una reunión de la que fui gravemente excluido— dijo encogiéndose de hombros.
—¿Y decidiste que entrar era lo mejor que podías hacer?
Pero no consiguió una respuesta a su irónica pregunta, en su lugar, Violet Bridgerton atravesó el umbral de la puerta como alma que lleva el diablo y la cerró tras de sí. Tenía en sus manos un cofre relativamente pequeño, uno que extendió a la joven Spinster y le indicó que lo abriera.
—Siéntate, Benedict—le dijo a su hijo, sin inmutarse de que este no había sido llamado a la reunión ni mucho menos que, además del sillón destinado para ella, ya no quedaban más lugares para sentarse.
Sin intención de molestar a su madre, Benedict se sentó en el suelo.
Alex abrió la caja, dentro había una serie de cartas escritas por diferentes personas, lo cuál pudo percibir por la tipografía. Había una prolija, incluso adornada, y otra un poco más tosca. La chica miró a Violet para pedir autorización, y después de un asentimiento de cabeza, se dispuso a leer el contenido.
—Bien—comenzó Violet, soltando un poco de aire a la par que miraba al resto de los presentes—. Hace muchos años, más de los que me gustaría decir, conocí a Juliette Sallow.
» Juliette era increíblemente bella, Alex aquí presente es casi una copia de su madre. Nos hicimos amigas casi al instante, algo así como Colin y Alex. Incluso fantaseábamos con casar a nuestros primogénitos para unirnos en familia realmente.
Ante las palabras de su madre, y la insinuación provocada, Anthony tragó saliva. No quería ser partícipe de un arreglo matrimonial, no le habían hablado nunca de eso y no era algo que quisiera soportar. Miró de reojo a Alex, quien no se había inmutado ni un segundo y seguía leyendo las cartas mientras se limpiaba leves lágrimas de los ojos. Colin no se había percatado de eso, pues miraba atentamente a su madre, por lo que la veía más frágil que nunca.
Sintió pena, pero no por eso se arruinaría la vida.
—No es lo que tú piensas— cómo no, casi como si le leyera la mente, Violet reprochó la actitud del mayor—. El caso es, que Juliette y yo estuvimos muy felices cuando ambas quedamos embarazas casi al mismo tiempo. Yo me adelanté un poco, porque Colin deseaba mucho estar aquí.
» Las cosas se complicaron un poco para Juliette, pero recuerdo perfectamente estar en cada momento de su embarazo, incluso cumplí su deseo de ser tu madrina, Alex, así como Juliette fue y sigue siendo la de Colin. Creo que quizá esté entrando en muchos detalles, pero cuando ella partió de este mundo, yo fui tu nodriza también.
Se notaba que le costaba hablar, aún más, recordar todos esos momentos que se habían vivido hace más de 22 años, como si se encontraran frescos en su memoria. Benedict, quien estaba más cercano a ella, puso su mano sobre las de su madre en señal de apoyo, y del otro lado de la habitación, Colin hizo lo mismo con Alex.
—Aconsejé muchas veces a Geoffrey, todas y cada una de ellas con cosas que estaba segura de que a Juliette le hubieran gustado. Tu educación, por ejemplo—enumeró, a pesar de que no se habían visto en mucho tiempo, Alex sabía muy bien que siempre tendría a su segunda madre en Londres—, y cuando él me escribió que estaba muy enfermo, dijo que necesitaba a alguien que se encargara de que fueras feliz, de que estuvieras bien, y en las mejores manos. Supongo que te contó algo de eso.
Alex asintió.
—¿Vas a hacer de casamentera? — el muy desatinado comentario de Anthony hizo que todos en la habitación giraran la cabeza a mirarlo con sorpresa.
—Voy a hacer de madre— aclaró Violet, haciendo especial énfasis en cada palabra—. Y como cabeza de esta familia, será tu deber también aplicar lo mismo que harás con tu hermana, porque serán presentadas a la sociedad juntas, por lo que necesito que te prepares también, Daphne.
Los ojos cristalizados de Alex por el contenido de las cartas que intercambiaban las jóvenes Violet y Juliette, además de las de su padre con la matriarca Bridgerton, hicieron contacto visual con los de Anthony, mientras la joven susurraba un "lo siento mucho".
A Anthony se le estrujó el corazón.
—En la carpeta que tienes en tus manos encontrarás todo lo necesario.
Anthony abrió la carpeta encontrándose con un montón de títulos de propiedad, condecoraciones, información inexacta, y al último, la información importante en caso de que se llegara a un arreglo matrimonial.
—Cielos—escuchó un susurro tras de él. Se trataba de Benedict, quien también estaba ojeando aquellos papeles que Anthony colocaba en su escritorio. Era sumamente cotilla.
—Con la suma de este dote no va a ser difícil conseguirte un esposo. Quizá un poco por el hecho de que hayas cursado la universidad, pero...
—Insensible— le retó Colin, pero la verdad es que Alex ya se esperaba un comentario de ese tipo.
—Ese no es el problema— Alex se aclaró la garganta, soltando un largo suspiro y luego tomando otra bocanada de aire.
—¿Hay en realidad un problema? — inquirió Daphne.
—Los duques de York no tuvieron más hijos— aclaró.
—Eso ya lo sabemos— dijo Anthony—. Que eres hija única, no veo cuál es el problema.
—Geoffrey Spinster tampoco tuvo hermanos, ni uno solo— dijo tajantemente Violet Bridgerton—. Ese es el problema.
Anthony se comenzó a masajear las sienes con los pulgares al mismo tiempo que Benedict comprendía de lo que se estaba hablando. Colin, quien estaba muy informado del asunto, no mostró ninguna cara de sorpresa.
—¿Y cuál es el problema? — preguntó Daphne sin comprender.
—Sin un heredero varón, y sin ningún familiar que pueda tomar el título en la línea de sucesión, el futuro esposo de Alex será...
—Un duque— le interrumpió Daphne.
—Un duque consorte— aclaró Benedict—. La duquesa de York será Alex.
—Sigo sin ver el problema realmente— negó Daphne, y buscando respuestas, se giró al mayor de sus hermanos—. Tú mismo me dijiste que la mayoría de los hombres se me acercarían por el estatus familiar, porque tenemos un título, imagino que será lo mismo para Alex.
—Al tener más peso la sangre de los duques, y cuidando que la línea de sucesión quede pura y limpia, el hombre que se case con Alex debe renunciar a aquello que más honor le causa a los varones— recitó Colin.
—Su apellido— finalizó Alex—. Mis futuros hijos y esposo van a llevar mi apellido, a menos que me case con un príncipe o con alguien que tenga más estatus que yo, y eso no va a ocurrir, porque Spinster no va a desaparecer del mapa.
—¿Ves el problema ya, hermanita?
—No es momento para pelear— los retó Violet—. Tenemos que tener un plan, uno muy bueno. Por lo pronto todos necesitamos descansar, las lecciones de comportamiento en sociedad empezarán mañana, cariño.
Alex asintió, sintiendo que el corazón se le achicaba por el tono maternal que usaba Violet para dirigirse a ella.
—¿Por qué no van a ver vestidos? —les preguntó a las chicas—. Pueden llevar también a Eloise, necesito que Madame Delacroix le diseñe unos nuevos, ya casi es su año de debut. Colin, puedes acompañarlas. Necesito arreglar la habitación de Alex antes de que lleguen.
—No es necesario— se apresuró la joven—. He indicado que arreglen la residencia Spinster, suficientes contratiempos he traído ya como para también irrumpir en su hogar.
—¡Tonterías! —los Bridgerton palidecieron ante la palabra usada por su madre—. Eres una más de mis hijas, ningún contratiempo has traído. Espero que te sientas cómoda aquí, pediré que traigan algunas de tus cosas para que te sientas como en casa.
—Muchas gracias, Violet.
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Eloise Bridgerton se encontraba extrañada; había mucho silencio a su alrededor y eso no podía indicar nada bueno viniendo de una familia tan numerosa. Algo estaba ocurriendo, y ella necesitaba averiguarlo. Salió de su habitación para incursionar a la de Daphne, pero en esta no se encontraba su hermana. Interrogó a dos personas del servicio que movían plantas de lugar, y que curiosamente, se dirigían al que se suponía era el cuarto de huéspedes, pero nadie pudo darle ninguna razón.
Todo era muy extraño.
—¡Hyacinth! —llamó a su hermana menor—. ¿Has escuchado o visto algo extraño últimamente?
—Desde el desayuno no— negó la niña—. Pero quizá Benedict sepa algo al respecto, ¿por qué no le preguntas?
—Porque no lo encuentro— respondió obvia.
—Pero si ahí está— Hyacinth señaló detrás de ellas al chico que caminaba con paso apresurado.
Apenas tuvo tiempo para reaccionar antes de salir disparada tras de él llamándolo en reiteradas ocasiones. Su hermano no acortó el paso, y Eloise necesitó dar grandes zancadas para poder llegar a su altura.
—Mamá quiere que te arregles, saldrás de compras— dijo apenas percatándose de que su hermana estaba en un costado.
—¿Por qué están todos tan raros?
—Te unirás a la fiesta de la rareza dentro de poco, hermanita— sonrió, porque conocía muy bien a Eloise—. Te llevarás una muy grande sorpresa dentro de poco.
—¿Qué tan poco?
—Solo arréglate.
—Ya estoy arreglada— Eloise frunció el ceño, hoy sí que se había esmerado—. Ahora responde a mi pregunta.
—¿Por qué no vas a molestar a Daphne o a Anthony? —aunque Benedict tenía más paciencia que el resto de sus hermanos, esta comenzaba a agotarse.
—¿Anthony está en la casa? —preguntó—. Lo vi saliendo hoy por la mañana.
—Las cosas cambian muy rápido Eloise.
La joven Bridgerton sintió un jalón en el brazo para después ser arrastrada a través del pasillo, pudo divisar, por el habla rápida y nerviosa, que se trataba de Daphne.
—Tengo algo que contarte— le decía una y otra vez, y parecía que la cosa era seria porque incluso lucía como que no respiraba solo para poder ocupar su tiempo balbuceando.
Divisó pasos en las escaleras, dos personas estaban subiendo. Escuchó el sonido de alguien usando un pañuelo, y después una pequeña risa.
—¿Eloise está aquí? —dijo la voz de una chica—. Quisiera saludarla primero.
—Debe de estar encerrada en su habitación leyendo, o escribiéndote una carta— escuchó la voz de Colin un poco distante—. Pero de seguro le encantará verte, Alex.
Entonces Eloise apresuró el paso tan rápido que fue ella quien terminó por jalar a Daphne y atrancar la puerta de su cuarto.
—¿¡Alex Spinster está aquí!? —preguntó alterada entre susurros—. ¡Está aquí y nadie me lo dijo!
—Eso venía a decirte— se extrañó Daphne, mirando cómo su hermana se colocaba delante del espejo de cuerpo completo y se alisaba el cabello para después colocarse un tocado—. ¿Qué estás haciendo?
—¿Me veo bien? —preguntó desesperadamente —. ¡Dios Daphne!, ¿me veo bien?
De pronto Eloise dejó de respirar y las manos comenzaron a sudarle. Escuchó el delicado golpe de unos nudillos en la puerta de su habitación, seguido de una voz.
—¿Eloise, te encuentras ahí? — la joven pensó que se desmayaría. Daphne estaba muy confundida al respecto, sin saber qué actuar o qué decir—. No quiero importunar, solo quería saludarte.
Eloise cerró los ojos muy fuerte, tanto que cuando los abrió miró destellos de luz y se mareó. Escuchó susurros detrás de puerta "creo que no se encuentra, debe de estar en la biblioteca". Unos cuantos pasos alejándose, y luego, exhalando una bocanada muy fuerte de aire, abrió la puerta de par en par.
—Lo siento— se disculpó rápidamente—, estaba terminando de vestirme.
Colin la miró impactado. No era nada común que usara algún adorno en su cabello a menos que su madre o alguna de sus otras hermanas se lo impusieran, así que pasó a mirar a Daphne, quien se encogió de hombros encontrándose en la misma situación.
—¡Pero mira que grande estás! —Alex se acercó hasta donde estaba la joven y estiró los brazos que rápidamente fueron llenados con el cuerpo de Eloise—. Preciosa siempre has sido, pero hoy definitivamente te ves espectacular. Tenía tantas ganas de saludarte desde que decidí venir a Londres.
Eloise chilló de emoción y luego se cubrió la boca con las manos al percatarse de lo que había hecho.
—He terminado ya el libro que me enviaste— le notificó Eloise a la mayor, intentando vagamente no estropear el momento de lo emocionada que estaba—. Álvarez de Toledo es verdaderamente un maestro de la poesía.
—¿Te ha inspirado entonces a incursionar como me lo escribiste en cartas pasadas?
Eloise se ruborizó al instante, por supuesto que tenía poemas hechos, pero se sentían tan personales que no estaba segura de compartirlos con nadie.
Eso, y otros motivos.
—No hay problema si no, cada quien tiene su despertar en distintas etapas— y girándose a mirar a Colin, después de lanzarle un guiño, prosiguió—, y algunos no lo tienen nunca.
—¡Alex!
—Es broma, Colin Bridgerton— se giró con una sonrisa en el rostro y le hizo una reverencia al susodicho, quien también se rio en respuesta e imitó la reverencia. Le gustaba verla así, feliz nuevamente—. De cualquier forma, he trabajado en algunos poemas propios en mi camino a Londres que me gustaría que leyeras antes que nadie, ¿te apetece?
—Me encantaría— afirmó Eloise sin chistar.
—Pues ya estamos— asintió Alex—. Tu madre ha dicho que debemos buscarte unos vestidos, y no me vendría mal a mi también hacerme de unos cuántos más. Debo pedir a mi dama de compañía que informe sobre mi estancia aquí, y que manden traer lo indispensable, así que creo que es pertinente encontrarnos allá abajo y partir todos juntos.
—¿Vas a vivir aquí? —preguntó Eloise con los ojos muy abiertos.
—Pero no pongas esa cara—respondió Alex.
—Si quieres, se va—completó Colin.
—¡No, no, no! No me refería a eso, yo...
Las pequeñas risas del grupo de amigos se hicieron presente, aún después de casi un año sin verse, seguían siendo cómplices en un sinfín de cosas.
—Voy a vivir aquí, Eloise— asintió Alex—. Por lo menos lo que dura la temporada.
Un montón de preguntas se formaron en la cabeza de Eloise, tantas que ni siquiera fue capaz de pensar en una para decir primero. Cuando la tuvo, e iba a hacerla, solamente su hermana Daphne se encontraba con ella.
—Bien— confirmó por cuenta propia—, sí que tienes muchas cosas qué explicarme.
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