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𝐒𝐞𝐩𝐭𝐞𝐧𝐝𝐞𝐜𝐢𝐦

XVI

—Siempre pensé que en York te habían instruido en música.

Alex agachó la cabeza hasta dejarla recostada un segundo en el piano, después se giró para mirar a la cara a Anthony. Era muy temprano por la mañana y ella esperaba no topárselo, pero viviendo en su casa aquello resultaba casi imposible.

—Hoy te ves muy hermosa.

El labio inferior de Alex tembló levemente.

—¿No vas a hablarme? —preguntó agobiado—. ¿Así será esto ahora?, ¿vamos a hacer como que nunca pasó nada?

—¿Qué puedo hacer si no? —preguntó Alex sintiéndose insignificante—. Ya lo he intentado todo, de verdad que lo he hecho, y aún así sigues apareciendo por ahí, ¿Cómo debo actuar, Anthony Bridgerton?, ¿Cómo sería lo correcto?

—Es por eso que estás con él—afirmó el Vizconde—. Porque sabes que me herirás de esa forma.

—No— dijo ella desviando la mirada—. Él me está ayudando a sanar, pero se me hace tan difícil el proceso contigo rondando por ahí.

Anthony se sentó al lado de Alex en el taburete del piano. Ella no se movió.

—¿Por qué amar es tan difícil? —preguntó Anthony al aire.

—Amar no es difícil— respondió Alex mirando a las teclas del piano y pasando una mano por encima sin tocarlas—. Amar es sacrificar, amar es estar seguro.

—Estoy seguro de que te amo—murmuró, pero Alex negó con la cabeza.

—Pudiese entender que quisieras conservar tu título— Alex hablaba lento y pausado, como si hubiera tenido aquella conversación consigo misma en veces anteriores—, también comprendería que le hayas hecho promesas a tu padre. Yo misma las hice con el mío. Lo que no comprendo, Anthony Bridgerton, es por qué decidiste tirar la toalla.

—Intenté encontrar soluciones, obtener información sobre la posibilidad de que te nombraran duquesa antes del matrimonio, que ordenaran una moción, lo que sea para evitar abdicar— su voz titubeó un momento—. Y no encontré nada.

—¿Y decidiste rendirte con tanta facilidad? —preguntó mirándolo fijamente.

—Colin me dijo que no tenías tiempo, que necesitabas casarte, ¿qué podía hacer?

—Me hubieses dicho «Alex— comenzó la pelinegra con dolor en su voz—, te amo, y deseo casarme contigo, no sé cómo pero encontraremos una solución» Y yo te habría esperado Anthony, lo habría hecho. Pudimos tocar puertas juntos, pudimos ser felices.

—Aún no es tarde—dijo el Vizconde tomando ambas manos de la joven y uniéndolas a las suyas—. Alex, te prometo que encontraremos una solución.

La joven retiró las manos, por alguna extraña razón se sentía diferente.

—De promesas no se viven, Anthony.

—Lo intentaré— dijo él—. Lo intentaré de verdad, por ti. Lo lograré Alex, cueste lo que cueste, y cuando este todo listo te pediré que te cases conmigo.

La joven sintió que el corazón se le estrujaba.

—No puedo jurar que aceptaré.

—Mantener la esperanza de un posible sí es todo lo que necesito—dijo con seguridad.

Había una nueva esperanza en él. Necesitaba conseguir una audiencia con la reina Charlotte.

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—Has estado muy distraída todo el día— Alex espabiló moviendo la cabeza de lado a lado para mirar al duque que estaba encima de su caballo blanco a su costado izquierdo—. ¿Entonces blanco o negro?

—Negro— dijo Alex sin pensar y quitándole una hoja que le había caído en el pelo a Lord Gian.

—Sí que estás distraída— casi gritó Colin, quien iba unos tres metros detrás de ellos—. Estábamos hablando de tu cumpleaños.

—¿Mi cumpleaños? — dijo Alex deteniendo a Lord Gian al mismo tiempo que el duque—. ¿Qué tiene de especial mi cumpleaños?

Simon parpadeó varias veces mirándola perplejo.

—Que es tuyo—afirmó—. Celebramos el nacimiento de la peonia de York y de Hastings.

Alex asomó una leve sonrisa por eso último.

—Haremos algo especial—dijo sin titubear—. ¿Bridgerton, qué opciones tenemos?

Colin hizo el ademán de sacar una lista imaginaria de su bolsillo y anotar cosas con la mano.

—Podemos hacer un picnic.

—Suena algo soso para la celebración— dijo Simon—. ¿Pasarlo en York es opción?

—O en Hastings—atinó a decir Colin. Ambos hombres miraron a Alex.

—Me gustan ambas ideas pero no podría elegir— dijo Alex con sinceridad—. Además no creo que pueda desaparecer de Londres por algunos días con dos distinguidos caballeros sea bien visto por la sociedad, imagino que Penélope estaría maravilla de despotricar su veneno contra mí.

—No lo hará— dijo Colin rápidamente—. Lo tengo controlado.

—Es verdad— Alex concordó con él asintiendo levemente—. No ha escrito nada desde la disculpa, espero que haya aprendido la lección.

—¡Lo tengo! —gritó Simon asustando a su caballo en el proceso—. Un baile en tu honor.

—¿Un baile? —preguntaron los dos amigos al mismo tiempo.

—No cualquier baile— con emoción, Simon miró a Alex detenidamente—. ¿Recuerdas el baile que soñabas tener cuando tenías trece?

—¿Tú recuerdas eso? —las mejillas de Alex se tiñeron de un rojo carmesí—. Sí, lo recuerdo.

—¿Me estoy perdiendo de algo? —preguntó Colin—. Es extraño ser yo quien este perdido cuando de la vida de Alex se trata. Podría escribir una crónica, si alguien deseara un libro sobre tu vida, tendrían que llamarme a mí para hacerlo.

—¿Dónde leerían eso? —preguntó Alex arrugando la nariz—. Mejor dicho, ¿quién leería algo así?

Colin se encogió de hombros.

—Pero bueno, ¿qué haría diferente al baile?

—Un baile de máscaras— dijo Simon explicando la idea, Colin abrió la boca y levantó ambas cejas—. Es temático, pero podemos adaptarlo.

—A papá le escandalizaba la idea— mencionó Alex con melancolía en la voz mirando hacia arriba—. Ya quiero ver las caras de las madres, ¡es perfecto!

—Lo organizaremos los tres— dijo Colin asintiendo al ver feliz a su amiga—. Debemos enviar las invitaciones con una semana de anticipación, así que deberán estar listas para este lunes.

—Perfecto— Alex dio un aplauso al aire con una sonrisa en el rostro—. Me causa mucha emoción, muchas gracias por esto chicos.

—Agradécele al duque, que fue el de la idea— dijo Colin jalando a su caballo para adelantarse—. Iré a estirar las piernas, no se alejen mucho y no hagan cosas que puedan meternos en problemas.

Simon rio ante la ironía de ser reprendido por alguien mucho menor que él.

—¿Harás algo esta tarde? —le preguntó a Alex.

—Ayudaré a Daphne a arreglarse para una cita que tendrá con el Príncipe de Prusia— explicó la joven—. Mencionó que iría a una pelea, me invitó también pero sería impropio asistir.

—¿No disfrutas el box? —preguntó el duque con intriga.

—¡Claro que sí! —afirmó la joven—. Me refiero a que sería impropio asistir con ellos porque estaré al lado de Anthony o de Friedrich, pero ¿por qué preguntas?

—Hoy peleará un gran amigo mío, Will Mondrich— dijo el duque titubeando—, entenderé si no quisieras asistir pero...

—¿Me estás invitando a una pelea? —contrario al sentido de la pregunta, en el rostro de Alex había felicidad—. Porque si es así, solo tengo una condición.

—¿Cuál es?

—Que me dejes apostar— dijo finalmente.

—Por supuesto— afirmó también riendo—. ¿Disfrutas de apostar?

—Disfruto de ganar.

—Bien—Simon miró a ambos lados antes de girar nuevamente—. ¿Ves el final de la colina? — Alex asintió—. Te apuesto a que puedo llegar más rápido que tú.

—Sueñas, Basset— Simon notó que la joven tomaba las riendas de Gian con más fuerza—. Será pan comido, ¿cuál será mi premio cuando gane?

—Tú lo escogerás— Alex lo miró pensativa—. Y, si yo gano, serás mi pareja en tu baile.

—Iba a ser tu pareja de todos modos— Alex le sacó la lengua—. Es un trato. Bien, a la cuenta de tres.

—Uno...Dos...

—¡Tres!

Ambos caballos salieron galopando tan rápido como su cuerpo se los permitía. Simon iba a la cabeza, pero cuando estaban casi por llegar al sauce que marcaba la meta, Alex se le adelantó. Al llegar y después de que Alex celebrara, ambos bajaron de los corceles para permitirles descansar.

—Deberíamos organizar un derby—propuso Simon recostándose en el césped al igual que lo hacía Alex.

—Cuando sea duquesa lo haré— afirmó Alex. Simon se colocó de lado y comenzó a poner florecillas blancas que se encontraba por ahí en el cabello de la joven.

—Es sorprendente que seas tan buena aún usando vestido y corset.

—Si sigues alagando mi sentido de equitación terminaré por sonrojarme, Basset— Simon rio por el comentario y Alex también lo hizo.

—¿Qué escogerás como premio?

—Lo pensaré y te lo haré saber, no planeo malgastarlo ahora.

Se quedaron así por un rato, era casi asombroso que sus cuerpos buscaran mantener aunque sea un mínimo contacto, pues sus manos estaban entrelazadas.

—¿Crees que el amor sea real? —preguntó Alex mirando hacia el cielo como una nube tenía forma de zapato—. Me refiero a, que sea algo no efímero.

—Sí— afirmó el duque mirándola de reojo—. Creo que hay amor real en cada uno de nosotros, se trata de encontrar a la persona correcta.

—Violet siempre dice que te cases con tu mejor amigo.

—¿Quieres decir que te casarás con Colin? —preguntó con el ceño fruncido pero con una sonrisa, Alex se sentó de pronto y lo miró negando rápidamente—. O que yo me case con Anthony.

—Colin es mi hermano, puaj— Alex hizo el además de vomitar antes de volver a acostarse. El duque movió su brazo cuando ella lo estaba haciendo, logrando abrazarla—. Quiero decir, Violet dice que deberías casarte con tu mejor amiga en tu caso. No hablas con muchas mujeres, ¿no es así?

Simon rio por la ocurrencia de la pregunta.

—No, antes solo hablaba con mujeres para cosas de una noche.

—Oh, ¿lo de los pájaros que se quieren mucho? —Alex lo miró levantando la cabeza, Simon no entendía a lo que se refería, pero aún así asintió—. Colin me habló de eso. De cualquier forma, hablas en pasado, ¿cambió algo?

—Te encontré— dijo el duque mirándola también—. Tú eres mi mejor amiga, Alex Spinster.

El rubor en las mejillas de Alex se intensificó, incapaz de seguir viendo al duque al rostro, Alex se acomodó mejor entre su brazo y su pecho mirando al cielo.

Tú también eres mi mejor amigo, Simon Basset.

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