𝐒𝐞𝐝𝐞𝐜𝐢𝐦
XVI
A Alex le gustan mucho las flores, le gustan las peonias completamente cerradas porque considera que son más elegantes, detesta las rosas porque le causan alergia, no porque tema picarse con las espinas. Le gustan todos los colores excepto el rosado chillón porque era el color que le vestían cuando era niña y porque hay un cuadro de ella llorando con ese color. Ama los abrazos y el afecto a pesar de que se muestre renuente cuando está en público.
Anhela ser amada aunque no lo demuestre mucho o se esconda detrás de la coraza del deber. Sus ojos se iluminan cuando alguien le da una flor o un cumplido. Es muy caprichosa debido a que su padre la malcrió toda su vida. Tiene un humor muy ácido, y odia perder en los juegos o en las apuestas por más minúsculas que sean.
Canta terrible y es pésima para los deportes, pero lo compensa muy bien con su habilidad innata para desenvolverse en público y analizar las cosas. Le gusta crear, le gusta trabajar y el servicio por su pueblo. Alex ama York como pocos aman el lugar donde viven. Antepone constantemente los intereses de los demás sobre los suyos.
Le importa lo que pienses de ella aunque no lo aparente. Por más mínima cosa que sea, si le haces un correctivo o un comentario, por más cruel que te conteste, verás eso empleado en ella al día siguiente. Alex se enoja con facilidad pero no puede controlarlo y se le hace un nudo en la garganta, aprieta los puños y sus ojos se llenan de lágrimas. Ama a los animales y la relación es mutua, prefiere a los perros aunque no le molesta convivir con gatos. Su sueño de niña era tener un conejo, pero al duque de York le daban alergia, así que nunca lo propuso.
Alex es preciosa, aún si la ves por la mañana cuando despierta y sale con el cabello enredado y te mira con una fúrica mirada para después encerrarse nuevamente. No hay palabras para describir el amor y la paz que transmite su rostro.
Es pésima fingiendo, pero te olvidas rápidamente que miente porque después de eso sonríe. Todo el mundo la mira cuando pasa por una habitación, su presencia es tan fuerte que abruma. A veces pienso en que ella es la musa de esos poetas contemporáneos que se desvivían escribiendo sobre el amor.
Verla me hace sentir que en otra vida la amé y que en otras vidas la seguiré buscando. Cuando la miro veo el cielo en ella, veo el arte de las pinturas, la esencia de todas las flores del mundo. Ella me hace sentir vivo. Ella me hace mejor persona.
Ella es Alex, y yo la amo.
Quisiera que Alex se casara conmigo.
Confío en que encontraremos una solución.
Diario de Anthony Bridgerton encontrado por su hermano, Colin Bridgerton, 1813.
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El baile Dankworth se celebraba en el salón de esta familia aristócrata de artistas, y podías percatarte con facilidad que estabas en una de sus celebraciones debido a las esculturas de hielo que adornaban el lugar. El duque y Alex llegaron retrasados porque se entretuvieron en los establos de la residencia Spinster alimentando a las crías de ponis y le costó más trabajo sacarse el lodo de encima.
Alex vestía un exquisito vestido color turquesa que tenía bordadas perlas y otras piedras en el corset que no llevaba tan ajustado. No llevaba accesorios, tampoco llevaba guantes y sus zapatos eran bajos. Apenas tenía color en los labios y en su cabello suelto descansaba una tiara preciosa.
Anthony la miró a lo lejos y pensó que jamás se había visto más hermosa. Estaba siendo ella auténticamente. Ella brillaba.
La acompañaba por un lado, Simon Basset, y por el otro Colin Bridgerton.
Anthony quiso acercarse pero Daphne no se lo permitió.
Un hombre que se identificó como el Barón Zarack se acercó para solicitar un baile con la joven. Colin rápidamente intervino explicando que Alex ya no estaba recibiendo cortejos. Ella había asistido con el duque como su acompañante.
Anthony quiso morirse, pero no todo estaba perdido para él. Pensó que ella lo estaba saludando aunque en realidad lo que hacía era para su hermana. Aquel error, aunque bochornoso, le había servido para cerciorarse de algo.
No había anillo en su mano izquierda, y es que, ¿cómo iba a haberlo? Simon Basset no se casaría, se lo había dicho en incontables ocasiones.
La pareja dio un recorrido al salón, juntos imponían e irradiaban elegancia y sofisticación. Escuchó a unas madres susurrar lo bien que se veían juntos y quiso callarlas.
Entonces empezaron a bailar, y parecía que dentro del baile solo existían ellos. Alex no sonreía a nadie más, y él no despegaba su vista de ella. Conversaban mientras bailaban, y a pesar de que Anthony hacía el intento por leer los labios de ella, fue interrumpido por un hombre que deseaba entablar una conversación con Daphne.
—Debe sentirse bien poder moverse— el duque hizo alusión a que Alex finalmente podía respirar, ella rio por el comentario—. ¿Quieres darles un verdadero espectáculo?
Alex reconoció la canción y asintió rápidamente. Entonces fuera de toda norma o protocolo que se les indicara, su baile se transformó en una obra de arte para quienes los miraran. Aquello era diferente, era íntimo, el duque tomaba firmemente la delicada cintura de Alex para alzarla y dar las vueltas de aquella danza magistral, y Alex se mostraba preciosa en cada compás.
Él estaba orgulloso de ella y se podía notar a simple vista, la miraba embelesado como a una reina, con pura adoración.
—La mirada no miente—aseguró Lady Danbury a Violet—. Creo que finalmente podremos escuchar las campanas de la iglesia. Lo supe desde que eran niños.
Violet no respondió porque estaba ocupada viendo con dolor que el corazón de su hijo mayor era destrozado. Anthony no prestaba atención a la conversación con el hombre que tenía frente a él y a su hermana, sus ojos como el de casi todo el resto del salón estaban en los duques.
Violet estaba entre la espada y la pared.
La canción terminó y ambos jóvenes hicieron una reverencia. Estaban por hacerse a un lado para seguir conversando, pero la música sonó nuevamente y las parejas se formaron en el centro impidiéndoles la huida.
Pero esa canción era diferente, Simon lo notó desde el inicio.
Era una pieza que incluía el cambio de parejas.
Anthony tomó a Daphne de la mano inmediatamente se percató, a pesar de que la joven estaba en medio de una amena charla, y se metió dentro de la pista.
Alex no se percató de aquella acción hasta que en un giro terminó en los brazos de Anthony Bridgerton bajo la atenta mirada del duque de Hastings. Alex se tensó inmediatamente levantó la cabeza y miró aquellos ojos.
—Hola—la saludó.
—Vizconde Bridgerton— lo saludó haciendo énfasis en ambas palabras. Había dolor en su voz.
—Quise saludarte antes, pero no...
—Vizconde Bridgerton—dijo Alex interrumpiéndolo—. Le suplico por favor que nos tratemos con la etiqueta que el protocolo indica.
—Alex, yo no...
—¿Usted no qué? —él no respondió, Alex giró los ojos—. Esto es ridículo.
Ella iba a alejarse, él la tomó por la muñeca obligándola a volver.
—¿Puede soltarme? —Alex arrebató su mano de la de Anthony.
—¿Por qué has venido con él?
—Porque he querido—le respondió rápidamente—. Es la última vez que lo digo, Vizconde Bridgerton, le he retirado el derecho a tutearme.
—Sabes en el fondo que eso no es cierto.
—Sé muchas cosas, sí—afirmó ella acercándosele—. Creo que debo agradecerle que me haya enseñado a distinguir las personas que valen la pena de las que no.
—¿Por qué tiene que ser tan difícil? —cuestionó al aire.
—Las cosas siempre resultarán difíciles para aquellos que no están convencidos en su totalidad—la pieza finalmente había terminado. Alex buscó con la mirada desesperante a Simon, quien ya venía a su encuentro—. Que sea muy feliz, Vizconde Bridgerton, le aseguro que yo lo seré. Después de todo, créame, hay vida después de usted.
Anthony sabía que ella estaba herida y despechada, que todo lo decía por esos motivos. Alex no sabía mentir, y su cuerpo hablaba más por ella que su boca.
Alex le amaba, le constaba.
Necesitaba buscar soluciones y alternativas y necesitaba hacerlo rápido.
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El duque de Hastings escoltó a Alex y a Colin a la residencia Bridgerton después de una conversación en la que discutían si debía volver o cambiar a su propia casa, pero sin una excusa propia solo se les ocurrió que Alex tendría que soportar unos días más hasta que los miembros del parlamento llegaran y entonces podría marcharse (y Colin también lo haría).
Alex cabeceaba todo el camino, estaba cansada y se había quitado los zapatos. El duque tomó su cabeza delicadamente y la recostó en su hombro después de cubrirla con su saco. Cayó dormida presa del cansancio casi al instante.
—Espero que lo que sea que tengan vaya enserio, porque aposté por ti por encima de mi propio hermano, Hastings.
El duque asintió levemente tratando de no moverse para no importunar a Alex que lanzaba pequeños murmullos entre sueños. Tenía el brazo adormecido por la incómoda posición, pero no le importó.
—Es mi deseo y mi meta a cumplir el convertirme en su esposo—habló con sinceridad y anhelo—, pero necesito que ella me ame primero.
—¿Temes que no lo acepte si se lo propones? —preguntó Colin con inseguridad.
—Temo que acepte por deber, cuando lo que quiero es que acepte por amor—espetó—. Ahora mismo está en duelo por lo de Anthony, no quiero agobiarla más. Ten por seguro que le haré saber mis deseos al parlamento así la dejan en paz.
Colin asintió satisfecho, no necesitaba escuchar más. El carruaje se detuvo, habían llegado a su destino.
—Debemos despertarla—sugirió Colin.
—¿Podrías indicarme dónde está su habitación? —inquirió el duque al ver lo tranquila que estaba—. No quisiera molestarla.
Colin asintió bajando de un solo salto del carruaje. La puerta fue abierta de par en par, Anthony salió y los observó. Aún vestía el traje con el que había estado en el baile.
—¿Por qué han tardado tanto? —preguntó.
—¿Qué te importa? —le respondió Colin renuente, Simon salió por detrás con Alex en brazos—. Muévete, llevamos equipaje.
—Dámela, Hastings—indicó dirigiéndose hacia el duque el cual simplemente lo ignoró.
—No seas infantil, Bridgerton.
—¿Infantil yo? —cuestionó el vizconde—. Dámela, la llevaré a su habitación.
Anthony estiró los brazos, el duque se hizo para atrás. Con el movimiento del vaivén y entre sueños, Alex levantó los brazos para afianzarse del cuello del duque.
Eso enfureció más a Anthony, quien dio un golpe en el suelo con su pie.
Aquel ruido hizo despertar a Alex.
—No peleen por las gallinas—murmuró bajándose precipitadamente de los brazos del duque, que aun así la sostuvo por los hombros una vez que sus pies tocaron el suelo—. Hay suficientes coles de Bruselas para todo York en la alacena, ¡no, no drenen el lago!
—Sigue dormida—dijo Colin, aunque la duquesa tenía los ojos entreabiertos.
—Colin no me gusta el agua, por favor, por favor no me arrojes al lago—parecía que ella iba a llorar, los presentes se miraron extrañados—. Colin no le digas a Colin ya Simon que los quiero.
—Tranquila Alex—murmuró Colin tomando su brazo y caminando con ella—. No le diré.
—Tampoco se lo digas a Simon—susurró nuevamente—. Yo quiero decírselo.
—Estoy seguro de que él te escuchará—sonrió levemente y giró para ver al duque que también sonreía en esa dirección.
—Colin eres un chismoso—se quejó la joven—. ¿Tú le dijiste a Anthony que lo amaba?
Anthony la miró detenidamente, quizá ella seguiría hablando y así podría saber cómo lograr su cometido.
—No, Alex, fuiste tu misma—le dijo.
—Traicionero.
Un golpe seco se escuchó y luego el correr de las personas. Colin había descuidado a Alex que se había dado un buen golpe en el marco de la puerta cayendo hacia atrás.
—¡Alex!
—¿Por qué estoy en el suelo y por qué me duele la cabeza? —preguntó la joven tocándose la frente. Colin estaba rojísimo aguantándose la risa.
—Eres sonámbula y te gusta lastimarte—explicó mientras Anthony y el duque intentaban levantarla.
—Puedo levantarme yo misma—explicó haciéndolo—. Ha sido una noche muy ajetreada, ¿por qué no nos vamos a dormir?
—¿Tienes sueño? —preguntó el duque angustiado—. Eso nunca es bueno después de un golpe.
—¿Te duele la cabeza?
—¿Recuerdas todo lo de esta noche?
—¿Cómo me llamo?
—¿Cómo te llamas?
—¿Sabes en dónde se ubica York?
—La abruman—se quejó Colin—. Yo la cuidaré esta noche, vámonos Alex.
—No eres muy confiable cuidando a las personas—lo reprendió Anthony, pero Colin no le hizo caso.
—Nos vemos mañana Excelencia—Alex se giró para despedirse de Simon moviendo la mano en su dirección—. Muchas gracias por la fantástica noche de hoy. No recordaba cómo se sentía divertirse sin necesidad de aparentar.
—Por más noches como esta, Excelencia— el duque levantó una copa imaginaria, Alex hizo lo mismo y después de dedicar su última sonrisa de la noche, pasó junto a Anthony.
—Vizconde Bridgerton, con permiso.
—Descansa, Alex—murmuró.
Simon la vio adentrarse y se despidió de Anthony con un asentimiento de cabeza.
—Basset espera—lo detuvo—. ¿A qué estás jugando?
—Ya no somos niños, Anthony— explicó girando para encarar a su amigo—. Yo ya no juego. Planeo casarme y he encontrado a la mujer perfecta, finalmente lo hice.
—¿Tú casándote? —preguntó conmocionado, pero después una sonrisa sarcástica nubló su semblante—. Si supieras que ella y yo...
—Lo sé todo— lo interrumpió—. Ella me lo contó todo esa misma noche. Pero tranquilo, no cometeré los mismos errores que tú, amigo. Yo la haré feliz.
—Si crees que voy a apartarme así como así estás muy equivocado.
—Pensé que serías sensato y como caballeros aceptarías que tu oportunidad ya se marchitó, pero está bien— asintió subiéndose a su carruaje—. No temo pelear contra ti ni sacrificar las cosas que tú no estuviste dispuesto a ceder. Soy una nueva persona Anthony, una mejor, y es gracias a la chica que ahora duerme ahí.
—No tienes ni idea.
—Es perfecta, ¿no es verdad? —y con una sonrisa sardónica, lo miró fijamente—. ¿Quién sería tan idiota como para dejarla ir?
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