𝐇𝐢𝐚𝐭𝐮𝐬
Baby, though I've closed my eyes
I know who you pretend I am
Do mi ti
Why not me?
Eloise Bridgerton tenía quince años recién cumplidos cuando se dio cuenta de que su corazón le pertenecía a Alex Spinster, y nadie más.
Llevaba conociendo a la joven durante toda su vida, siempre acompañada de Colin, y admiraba con fervor su reciente ingreso a la universidad, razón por la que se habían vuelto más cercanas. Confundió durante dos o tres años aquel sentimiento, pero finalmente estaba claro para ella.
Sus gustos eran muy afines, sus personalidades también;
Se dio cuenta cuando la vio llegar acompañada de su padre a la fiesta en su honor, situada en Aubrey Hall. Eloise no quería aquella fiesta que resultaba casi como una presentación por sus quince años, no era una chica de bailes, pero cuando Alex le escribió que estaría encantada de asistir, puso su mejor cara y dedicó un día entero a escoger su vestido.
La miró, y sus ojos se cruzaron, y a pesar de que estaban a quizá veinte metros de distancia, fue como un chispazo en su corazón cuando la observó sonreír en su dirección.
Llevaba conversando con ella durante mucho tiempo a través de cartas, insistía muchísimo a Colin que le pidiera ser visitada por la joven, y pedía de igual forma acompañarlo cuando viajaba a York, a pesar de que la mayoría de las veces se le fuera negado.
Entonces, mientras comían y la miraba sonreír, pelear con Anthony y tomar las mejillas de Gregory, Eloise pensó que su corazón se le saldría del pecho. Aun más, cuando Alex le tomó de las manos y la incitó a bailar con ella al compás de la animada melodía, a la que después se le unieron sus hermanos.
Conservaba todos y cada uno de los libros y cuadernos que Alex le enviaba, y la musa de sus letras siempre era ella. Eloise escribía y escribía interminables poemas dedicados a su única musa, pero tenían una particularidad especial;
Eloise los escribía como si fuese un autor hombre.
¿Por qué? Porque temía ser descubierta por sus hermanos, porque le causaba temor el que algún curioso los tomara.
Entonces, cuando supo que Alex estaba en Londres para casarse, dentro de su ingenuidad y completamente ajena a los prejuicios sociales de los que sus hermanos la habían aislado, pensó que quizá podría sacarla de aquel aprieto y cumplir su más grande anhelo.
Pensó en pedir ayuda a Penélope, pero quitó aquella idea de su mente rápidamente. Su relación con Alex iba más allá, era algo íntimo, debía ser algo que solo ella hiciera. Juntó algunas de sus joyas para venderlas y, unido a sus propios ahorros, compró un anillo de compromiso. Ensayó frente a su espejo su gran discurso, lo planeó meticulosamente una y otra vez. Soñó con aquel momento, en cada baile al que se le permitía asistir, pensaba en que era ella quien bailaba con Alex, en lugar de su propio hermano o el duque de Hastings.
Le oprimía el pecho verla reír con alguien más.
Llegó el día; se alistó, pidió a la dama de compañía de Daphne que la arreglara para parecerse a sus homólogas femeninas debutantes, se subió al carruaje con el corazón en la mano y emprendió camino a la zona residencia de los duques.
Llevaba tres petunias en la mano y en la otra, las notas y borradores del discurso que estaba por declarar.
Su respiración se entrecortó cuando el cochero le avisó de la llegaba a la residencia. Jugueteó con la caja de terciopelo en la mano. Hasta ese punto, resultaba fácil. No tenía nada que perder, y bajó de aquel carruaje con ese pensamiento que se fue marchitando a medida que se acercaba a la entrada y las grandes puertas se abrían para ella.
Alex había indicado que cualquier Bridgerton podría entrar, siempre, sin poner alguna objeción de por medio, y Eloise fue rápidamente reconocida por los empleados de los Spinster.
—Lady Bridgerton—uno de los empleados de Alex hizo una reverencia a modo de saludo—, me temo que su hermano no se encuentra en casa.
Eloise negó levemente, y miró las flores en su mano.
—En realidad—la voz se le cortó momentáneamente, parpadeó varias veces debido a los nervios—, estoy buscando a Lady Spinster.
—Lady Spinster se encuentra almorzando con su hermano, Anthony Bridgerton—anunció, nuevamente haciendo una reverencia.
A Eloise se le aguadaron los ojos y tuvo que bajar la cabeza para que no lo notaran.
—¿Desea esperarla? —preguntó—, puede pasar, Lady Bridgerton, adelante por favor.
—No, no, no—negó con rapidez Eloise, las flores se le cayeron de la mano y cuando se agachó para recogerlas, las notas también cayeron. Se puso de rodillas rápidamente recogiéndolas todas a su paso—. ¡No las toque! —gritó al ver que dos damas de compañía se acercaban a intentar auxiliarla.
—¿Lady Bridgerton? —preguntó su propia dama de compañía—, ¿se encuentra bien?
—No le digan que vine, por favor—murmuró al borde del llanto—, se los ruego, que no sepa que estuve aquí.
Había sido una tonta aquel día, se lo repitió constantemente todo el camino a casa mientras lloraba desconsoladamente su suerte. ¿En qué estaba pensando?, ¿realmente había creído que aquello funcionaría?
Por lo menos, y muy para sus adentros, agradecía que Alex no hubiera presenciado aquel desastre.
Y debió ser por eso que, cuando Alex tomó ambas dedicatorias aquella noche y las comparó con la nota, no encontró similitud alguna. Estaba decepcionada, por supuesto.
Luego miró con detenimiento los puntos sobre las ies, y se le hizo sumamente familiar. La campana para llamar al servicio resonó y prontamente tres mujeres llegaron al llamado en su habitación.
—Llamen a Coretta—indicó sin mirar en dirección a la puerta, o a su reloj, en donde se indicaba que eran ya las tres de la mañana.
—Por supuesto, Excelencia—reverenciaron.
Diez minutos después y casi en pijama, Coretta anunció su llegada.
—El día en que esta nota fue encontrada, ¿quién estaba en servicio? —preguntó Alex.
—Lawrence y otros tres hombres en la entrada, dos jardineros y las mujeres dentro de la casa, Lady Spinster—contó Coretta aguantando un bostezo lo mejor que pudo.
—¿Podría preguntar a Lawrence y al resto del servicio si recuerdan algún incidente en particular? —preguntó mirando con detenimiento a la ya mayor ama de llaves—, ¿alguna visita, algún nombre que pueda darme? Despiértelos si es necesario.
—No lo es, Lady Spinster—murmuró Coretta—solo una persona visitó la residencia por la mañana.
Alex la miró con impaciencia.
—Eloise Bridgerton—anunció la ama de llaves, y Alex se levantó inmediatamente. Rebuscó entre sus cajones hasta encontrar las cartas y las comparó.
Era la misma letra.
—Puedes irte, muchas gracias—la dama hizo una reverencia y cerró la puerta tras de sí, dejando a Alex detrás con la incógnita en la cabeza.
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A las ocho de la mañana y con un cielo casi gris, Alex salió de la residencia Spinster rumbo a la casa de los Bridgerton.
Sabía que sería recibida aún sin ser esperada, pero no avisó a Colin hacia donde iba. Creyó que podría interferir. Violet estaba en la sala, el desayuno acababa de terminar y tan pronto como miró a Alex corrió a abrazarla y preguntarle cómo se encontraba. Quería ponerse al día, pero la joven prometió hacerlo después.
Pidió ver a Eloise, Violet estuvo muy feliz al respecto. Indicó que estaba en el piso de arriba, en su habitación.
—Le alegrará verte—sonrió, dejando que Alex siguiera aquel camino.
Hyacinth saludó a Alex efusivamente cuando esta llegó al piso superior, quiso que entrara a su habitación a contarle todo, a prometerle incluso que volvería a quedarse nuevamente en su casa, le ofreció la habitación de Gregory y cuando este escuchó la conversación, no puso objeción alguna.
Pero Alex sonrió con melancolía y les pidió hablar después.
No se topó con Anthony, con Benedict o con Daphne, lo cual hacía todo más fácil, ellos tendrían muchísimas preguntas que no estaba en condiciones de responder.
Tocó la puerta con los nudillos, escuchó el arrastrar de una silla y luego Eloise salió gritando a Gregory, pero su mirada se alzó rápidamente al ver de quien se trataba.
Su corazón dejó de latir por un momento, y cayó al suelo al ver que Alex levantaba aquella hoja en su mano derecha.
Era suya, no cabía duda.
Quería que la tierra se la tragase, quería perderse en el bosque y nunca ser encontrada, pero luego miró al rostro de Alex con mucha vergüenza de por medio;
Ella estaba sonriendo, y lo siguiente que supo fue que estaba siendo abrazada por Alex, la mujer que amaba,
Abrió los ojos de sobremanera, pensó que estaba soñando. En su estómago revolotearon mariposas, la fuerza del abrazo había provocado una corriente de aire que cerró la puerta tras de ellas, dando privacidad completamente a la escena. También había una corriente recorriendo el cuerpo de Eloise.
Se puso de puntitas correspondiendo el abrazo, dando una gran inspirada al olor de Alex. Cerró los ojos por un segundo, asimilando todo.
Alex estaba ahí, en su habitación, con su nota. Estaba feliz cuando la miró, entonces Eloise creyó que lo había leído y llegó hasta ella porque era obra del destino, porque así debía de ser.
Alex le correspondía, no cabía duda en ella.
¿Por qué otro motivo, si no, se habría tomado la molestia siquiera de ir?
Alex la tomó de los hombros rompiendo el abrazo, haciendo un paso hacia atrás y luego tomando ambas manos de la joven, quien ya desviaba la vista hacia la caja de terciopelo que descansaba en su mesita de noche.
Quizá era el momento.
—Eloise—la llamó, y la Bridgerton pensó que no había escuchado jamás un sonido que amara más que su propio nombre siendo pronunciado por la boca de Alex—, ¿esta es tu letra?
Y Eloise asintió efusivamente, entonces Alex sonrió aún más y ella también lo hizo.
—Fuiste tú entonces—murmuró, y un destello apareció en sus ojos—, tú ayudaste a Anthony a escribirlo, ¿no es así?
La desilusión en el alma de Eloise fue tal que sintió que se caería en cualquier momento. El mundo le cayó a los pies, fue como una bofetada de realidad.
Alex no estaba ahí por ella,
Estaba ahí porque pensó que le estaba ayudando a Anthony, porque Alex no la miraba a ella de esa forma,
Había sido una ciega, y una tonta.
—Sí—murmuró, porque no le quedó otra alternativa. Tuvo miedo de confesar que en realidad, tenía ya diez cuadernos llenos de notas en donde le profesaba sus sentimientos guardados en esa misma habitación—, yo le ayudé a escribirlo.
—Gracias—sonrió la joven Spinster y atrajo a Eloise nuevamente para darle un segundo abrazo, uno que terminó por romperle el corazón a la joven.
Si hubiera agachado la cabeza lo suficiente cuando besó la frente de la Bridgerton antes de marcharse, habría visto que estaba llorando pequeñas gotas de agua salada que se intensificaron apenas Alex cruzó aquella puerta.
Se recostó en la cama, abrazó su almohada, y se permitió llorar abiertamente.
Alex Spinster, sin saberlo, había roto su corazón en mil pedazos.
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