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Triginta tres

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—Los médicos no deben tardar en llegar, hace algunos días yo...bueno—Alex se miró las manos un poco avergonzada. Desde la cama en donde había pasado los últimos meses, Simon admiró que abrió la boca sin decir nada y luego soltó las manos después de un largo suspiro—, enloquecí, y saqué a todos de la casa.

Simon esbozó una corta sonrisa imaginándose la escena lo mejor que podía. Alex se quitó los guantes y luego se acercó al espejo de la habitación para quitarse la tiara de igual forma y arrojarla a uno de los muebles como si no valiera nada. Pareció recordar algo por un instante, caminó casi automáticamente y sirvió un vaso con agua de la mesa de noche continua a la cama y se lo tendió a Simon, pero este la miró extrañado.

—¿Por qué no te sientas? —le preguntó a su prometida, nuevamente el pequeño sonrojo de vergüenza apareció en la cara de Alex.

—El vestido no me lo permite, apenas puedo estar de pie—admitió, escapándosele un risita que fue musicalidad a los oídos del duque, después continuó insistiendo con el vaso de cristal—. Debes estar sediento, o...no lo sé en realidad, ¿cómo estás?, ¿cómo te sientes?

El duque se acercó para tomar el vaso y dejarlo nuevamente en la mesa de noche, con su mano derecha tomó de la cintura a Alex acercándola a la cama lo suficiente para que trastabillara a la orilla de esta, mirándolo con completa confusión, pero esto no evitó que Simon colocara la otra mano de igual forma en su cintura, por si pretendía escapar.

—Completo ahora que estás aquí conmigo—dijo mirándola directamente a los ojos—, agradecido porque no ha sido un sueño; en realidad me has aceptado y te casarás conmigo. En calma, porque siempre que estoy contigo me siento en paz.

La sonrisa de Alex comenzó a temblar al igual que sus ojos se aguadaron, escondiendo las lágrimas de felicidad y gratitud que estaban a punto de salir.

—Bonita, no llores...—murmuró Simon cuando la primera lágrima cayó. Su mano pasó de la cintura de Alex para limpiar la lágrima, y ella cerró los ojos ante su contacto.

—Te extrañé tanto—dijo Alex en un suspiro—, en verdad. Me estaba volviendo loca, jamás me había sentido tan sola en toda mi vida y yo...yo, en verdad temo que en cualquier momento despierte y no estés aquí.

Simon tomó las manos de Alex con las suyas y depositó un beso en ambos dorsos para después dejarlas en sus mejillas, con sus propias manos encima.

—Estoy contigo, y lo siento tanto por haberte hecho esperar, amor mío—con el sentimiento a flor de piel y sin perder el contacto visual con su prometida, Simon volvió a besar su mano—. Prometo no volver a darte dolor semejante, créeme que he pagado mi penitencia al siquiera pensar que no iba a ser yo quien uniese su vida contigo.

—Imagina contarles a los pequeños nosotros que terminaríamos de esta forma—sonrió la joven, y Simon miró el destello de luz en sus ojos. Pensó que ella estaría recordando algún momento de su infancia, cuando aquella niña lo salvó. Con los labios entreabiertos, se fue acercando poco a poco hasta acortar distancia entre ellos.

—El alma siempre sabe lo que necesita, con quien estar realmente y quien le llama y le complementa—murmuró sobre sus labios—, la mía ha estado buscando la tuya desde que éramos niños, estoy seguro de eso.

—Te amo—le susurró de vuelta—, espero que lo sepas y lo tengas presente.

—Me conoces hace tantos años, sabes que tengo la mente olvidadiza—dijo el duque—, necesitaré que me lo recuerdes cada mañana al despertar, y en la noche antes de dormir.

—Todas las veces que sea necesario.

—Entonces prepárate para vivir tu vida al lado del duque más gruñón de todo Inglaterra.

—Solo si tú te preparas para dormir al lado de la duquesa más terca del mundo—Simon sonrió, asintió levemente y con eso bastó para que sus labios se rozaran.

—Lo he estado anhelando tanto tiempo, Dios sabe que sí. Los cielos han escuchado mis plegarias y el universo ha sido bueno conmigo—murmuró—. Te amo tanto, Alex...mi Alex...

Y se inclinó hacia ella y la besó con suavidad. Alex lo anhelaba tanto como él, así que se dejó llevar. Los labios de Simon acariciaron los suyos con ternura, sus manos abandonaron sus lugares originales para colocarse en la cintura y la mejilla de la joven. Alex sintió sus mejillas sonrojarse, pensó que el corazón se le saldría del pecho, pero escuchó el de Simon, al mismo ritmo que el de ella, y eso la tranquilizó de sobremanera.

Se separaron con timidez, y Alex evitó mirarlo a los ojos. La mano de Simon que aún permanecía en su cara fue quien la guio a mirarlo.

—Es alucinante como con cada momento descubro que puedes lucir aún más hermosa—Alex lo miró sin comprender—, sonrojada te ves preciosa.

—Si no cierras la boca me mantendré así por siempre—dijo sonriendo levemente.

—No me molestaría. De cualquier manera, tendré toda la vida para averiguar y encontrar otras maneras.

Unos nudillos golpeando la puerta de entrada explotaron la burbuja en la que se encontraban, Alex creyó que se trataba de los médicos así que rápidamente intentó escaparse para abrir la puerta, pero las manos de Simon prontamente se lo impidieron. Cuando giró a encarar a su prometido, este se encontraba con un puchero y mirándola con ojos de cachorro.

—Que se vayan—le pidió—, tendrán más tiempo después para lo que sea que necesiten.

—¿No acabas de decir justamente que nosotros tendremos toda una vida juntos? —preguntó con ironía, Simon miró a otro lado, fingiendo pensar y estar en desacuerdo—. Mientras más pronto digan que está todo bien, podrás salir de aquí y dormir en tu cama.

—No veo cómo yo salgo ganando en ese escenario—murmuró y se cruzó de brazos. Alex rio y se acercó a dejar un corto beso en los labios de Simon, a quien la iniciativa de la joven lo tomó por sorpresa.

Antes de poder reaccionar, Alex giró y caminó hasta lograr abrir la puerta. Su sorpresa fue que los médicos no se encontraban ahí, sino que estaba Colin con una toalla que escurría gruesas gotas de agua atada a su cabeza. Entró cerrando la puerta tras de sí y miró a su amiga y al duque simultáneamente.

—Estás vivo—dijo, como si hubiera hecho el descubrimiento más grande del mundo—. En cuanto los médicos digan que estás bien, prepárate porque te romperé las piernas por habernos hecho sufrir de maneras que no te imaginas.

—Colin—le riñó Alex, pero este se giró a apuntarla acusatoriamente con su dedo.

—¡Oh! No ahora, esto no se le hace a un hermano—se señaló a sí mismo y principalmente, a su cabeza con la toalla—. Me dejaste botado en la sala después de mi desmayo, desperté muy confundido hace unos minutos y volví a desmayarme cuando me dijeron que no lo había soñado.

Sus ojos escudriñaron la habitación nuevamente, miró a Simon fijamente y asintió.

—Sí, estás vivo—confirmó. Alex lo miró frunciendo el ceño levemente, su insistente mirada hizo que Colin abriera la boca y corriera al armario, sacara una sábana y cubriera rápidamente a Alex con ella.

—¡Espera, espera! —dijo la joven no entendiendo lo que ocurría—. ¿Qué es lo que haces?

—¡Es de mala suerte que te vea vestida de novia!, ¿qué acaso no lo sabes? —preguntó con ironía—. Soy el único que piensa aquí.

—No es mi vestido oficial, ¿recuerdas? —Alex se quitó la sábana de encima, miró a Colin y lo tomó de los hombros obligándolo a sentarse en el sillón continuo a la cama—. Necesitas que te vean los médicos también.

—Necesito unas vacaciones, todos necesitamos unas vacaciones—acotó recostándose en el sillón—. Ser el duque de Hastings fue tan agotador.

Alex miró a Simon y giró los ojos negando con la cabeza, Colin siguió hablando un rato más, incluso cuando los médicos irrumpieron en la habitación e hicieron una revisión exhaustiva en el duque, Colin dramatizó la escena de su desmayo añadiendo que comenzaba a sentirse mareado, a recordar su infancia con lujo de detalle y de última instancia "a ver una luz al final de un túnel y una voz parecida a la de Alex que le decía que se alejara de ese lugar".

—Todo parece en orden—asintió quien era el médico al mando después de hacer un último chequeo—. Su excelencia se encuentra en óptimo estado, consciente y cooperativo. En todos mis años no he visto una recuperación igual, se trata de un verdadero milagro. Debe mantener descanso y reposo, evitar las emociones fuertes y mantener las indicaciones que se le informarán al ama de llaves, pero sin más que agregar, afirmo que será posible que le acompañe en la coronación del fin de semana.

—¿Perdón? —preguntó Simon a Alex, mirándola como si hubiese visto un fantasma—. ¿Coronación?

—Doctor, ¿y yo?, ¿moriré?, ¿qué secuelas me dejará ese golpe?

—Lord Bridgerton, lo he visto igual de cuerdo que siempre—se jactó el médico—. Conserve esa toalla en su cabeza si es que lo hace sentir mejor, pero no es necesario. Se encuentra en óptimas condiciones. Ahora, si me permite, informaré de los cuidados a la ama de llaves, Excelencias, nos retiramos.

—Le agradecería que me otorgara una copia de las indicaciones, por favor—solicitó Alex, el médico asintió y todos comenzaron a salir, seguidos por Colin que no estaba tan de acuerdo con la resolución que le otorgaron.

Una vez la puerta fue cerrada nuevamente, Alex se balanceó sobre sus propios pies, anticipando la conversación que se avecinaba.

—¿Me llevaré la sorpresa de que el rey murió mientras no estuve y ahora ascenderán al príncipe George? —preguntó Simon—. ¿Me he perdido de tanto?

Alex negó. El incómodo vestido ya le comenzaba a pesar en exceso así que se aproximó a la cama a tomar la campanilla y sonarla frenéticamente antes de volver a dejarla en la mesa de noche. Simon se sentó frente a ella, mirándola mientras que la incitaba a hablar.

—Necesitaba mi título más allá de un matrimonio para poder tomar las decisiones de los dos ducados mientras no estabas. Me encontré perdida, y decidí que sería una idea funcional el ir a solicitarle ayuda al rey George.

—¿Tu tío te recibió? —cuestionó, la joven asintió y Simon lo hizo de igual forma, entendiendo lo que ocurría—. ¿Te darán tus derechos reales?

—Hice una pataleta, le hablé del parlamento. Me sentí como cuando me quejaba con papá sobre los niños que me miraban mal. Completamente sucia—a la pelinegra le dio un escalofrío recordar aquel día—. Sabes que, como hija del duque de York, quien era primo hermano del rey George, el título que me correspondería por nacimiento es...

—Princesa—afirmó—. También que no podrían otorgártelo por la separación de York con la corona por generaciones atrás.

—Lo he tirado a la basura—explicó Alex—. Seguiré siendo la duquesa de York, pero por nombramiento, seré la princesa real de Inglaterra al finalizar la semana.

—Te va a dar el título de Amelie—murmuró incrédulo—. ¿La reina Charlotte lo sabe?

—Supongo que para este momento debe estar al tanto—asintió llevándose una mano al pelo, y después a los oídos, donde los pesados pendientes comenzaron a molestarle—. No se lo pedí directamente, jamás sería capaz. Creí que conservarían el título intacto hasta que Georgie tuviera a su primera hija, a como va la tradición, luego Nikolai me contó que piensa abdicar.

—No lo culpo—afirmó comprensivo—, una vez que entras en el sistema todo lo que piensas es en renunciar.

—Siento meterte en medio de todo este caos, suficiente tenías ya siendo el duque de Hastings como para cambiar tus festividades, celebraciones y eventos a la agenda de Buckingham Palace.

—Solo dame un libro de etiqueta y me tendrás listo—con una sonrisa, Simon envolvió la mano de Alex con las suyas—. No me molesta caminar dos pasos detrás de ti, siempre que de vez en cuando gires a encontrar tus ojos con los míos.

—Siempre podemos saltarnos el protocolo.

—Oh, Alex Spinster—dijo admirándola con pura adoración—, pero es que tú mereces que todo Inglaterra se incline ante ti.

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—Tranquila—dijo Anthony asintiendo apenas la vio salir de la habitación—. Yo...lo entiendo.

—Lo siento, en verdad.

Anthony se armó de valor y atrajo a Alex a sus brazos para darle un abrazo que entrañaba con muchísimo amor.

—Fuiste la forma más linda y cruel que tuvo la vida para decirme que no puedo tenerlo todo—murmuró en su oído derecho—, y está bien, estaré bien mientras tú lo estés.

—Encontrarás a alguien muchísimo mejor que yo, alguien que en verdad te complemente.

—Lo dudo bastante—musitó antes de alejarse un poco, aunque aún tenía las manos entrelazadas con las de ella—. No puedo entrar ahí y mirarle a la cara.

—Es tu mejor amigo, Anthony.

Él negó. Sus ojos se llenaron de lágrimas y la garganta le picaba en exceso.

—Un amigo no hace las cosas que yo hice—dijo respirando profundamente—. ¿Cómo puedo entrar ahí y verlo, si Dios sabe que pensé que estarías destinada para mí?, ¿cómo lo hago, si hasta el último momento no perdí la esperanza de que te casaras conmigo?

—Hiciste cosas por las que te agradeceré toda la vida, Anthony—Alex se llevó las manos al corazón y luego hizo que Anthony la mirara directamente a los ojos—. No dejarme sola cuando más lo necesitaba es la más grande de todas, y él lo sabe. Sabe que me ayudaste, y te está agradecido por eso.

—Y aún así no fui suficiente—murmuró más para sí mismo que para Alex. Resignarse era lo único que podía hacer en ese momento. La vida le estaba dando una bofetada de realidad que le rasgaba el corazón en todo momento.

—Él quiere verte—dijo Alex, aunque aquello era mentira. Pensó que quizá de esa forma finalmente se dignaría a entrar a aquella habitación—. Por favor, Anthony.

—Nunca olvidaré lo que todo lo que algún día fuimos, ni todo lo que pudimos ser.

Y aunque él se moría de vergüenza, sentía que se lo debía a Alex. Le costaba tanto decirle que no. Tomó el pomo de la puerta y soltó el aire contenido en sus pulmones antes de dar un paso adentro.

El corazón le dio un vuelco cuando sus ojos se encontraron con los de Simon, y sintió de pronto que sus piernas no soportaban el peso de su cuerpo.

Sintió vergüenza, y se sintió pequeño.

—¿Por qué la cara larga? —preguntó Simon poniéndose de pie—. ¿Es que alguien murió?

—Hastings...—y la voz se le cortó.

No estaba preparado para eso, la culpa completamente comiéndole por dentro como un animal rasgándole las entrañas. Sus ojos ya de por sí llorosos dejaron salir algunas lágrimas de melancolía.

Su amigo estaba vivo.

Simon sonrió débilmente y extendió sus brazos esperando que Anthony lo recibiera.

No necesitaba explicaciones, ya tendría suficiente tiempo para escucharlo después. No necesitaba absolutamente nada que no fuera el recibimiento de quien había sido su mejor amigo por toda una vida.

Pero él dudó en acercarse.

—Los brazos se me cansan, Anthony—dijo Simon. Alex miró desde una distancia prudente la situación pensando en si debía intervenir, y justo cuando pensaba en hacerlo, Anthony dio dos pasos.

—De verdad estás vivo—dijo como quien no quiere creer—. Dios mío...

Y la fuerza empleada para cerrar ese abrazo hizo dubitar a ambos. Anthony de pronto se sintió un niño pequeño nuevamente. Ese abrazo lo sintió hasta lo más profundo de su alma porque lo supo en ese instante.

Le caló profundamente.

Simon lo estaba perdonando.

Siempre había sabido que el joven aristócrata era mejor persona que él, tenía unos valores y convicciones diferentes.

Jamás pensó en que llegaría a ese extremo.

Y las lágrimas melancólicas y el dolor de su propia traición comenzaron a raspar su garganta, y Simon también lloraba, aunque lo hacía por algo diferente. Estaba recuperando a su amigo.

O eso era lo que él pensaba.

Anthony tembló levemente cuando aquel abrazo tan necesitado terminó.

—He usurpado tu vida estos últimos meses—confesó mirando al duque—, y mis motivaciones no han sido las mejores.

—Pero has ayudado a Alex, Anthony, y no necesito conocer ninguna de tus motivaciones, solo necesitaba saber eso.

—Es hora de devolverte tu vida.

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