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Una serpiente en Hogwarts

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﹏﹏Serpiente en ❲ 🌱 ❳ Hogwarts﹏﹏
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Vamos, puedes hacerlo mejor! -gritó, su voz resonando por la cavernosa sala.

El segundo chorro de luz le acertó en el pecho. La sonrisa no había desaparecido de su rostro, pero sus ojos se abrieron completamente sorprendidos.

Parecía que el hombre tardaba una eternidad en caer: su cuerpo encorvado de forma elegante mientras se hundía de espaldas a través del velo roto que colgaba del arco. Cayó a través del antiguo portal y desapareció tras el velo, que se elevó por un momento como si un fuerte viento soplara, y volvió a su lugar.

Escuchó un gritó triunfante, pero esa vez era de ella. Corrió hacía la salida antes de que las sombras de colores de su alrededor la atraparan. Ya estaba cruzando el atrio, saltando de euforia cuando...

Se despertó de un sobresalto. La imbécil de Carrow siempre tenía que joder. Esa morsa inmunda y su fuerte ronquido, la había alejado de ese sueño tan real. Tenía la impresión de que las palabras se le habían quedado en la garganta. Estaba diciendo algo, pero no alcanzaba a recordar. Creía que se mofaba del hombre al que acababa de matar.

Sí; eso sería muy típico de ella.

Después de un largo rato infructuoso, intentando acordarse de que trataba exactamente el sueño y de quién era ese hombre que le resultaba tan familiar, dio por terminada la noche y se levantó. Era la primera Slytherin de quinto que ya estaba en pie. Algo inusual en ella, ya que era una marmota y siempre llegaba tarde.

Antes de ir al baño, abrió la puerta del dormitorio. El frío glacial proveniente del lago negro, no tardó en apoderarse de la pequeña sala. Si ella ya no dormía, las otras tampoco. Con una mueca maléfica fue a arreglarse.

Cuando ya estuvo lista, se entretuvo un minuto en mirarse al espejo. Aunque eran tres hermanas en casa, ella era la más guapa; Andrómeda era una mala versión de ella y, Narcisa, aunque fuera rubia, no brillaba tanto como ella. No es que su apariencia le preocupara demasiado, le importaba una mierda lo que la gente pensara de ella, pero le encantaba esa sensación que despertaba en los demás: deseo y envidia.

Se rizó las pestañas con la punta de la varita y se dirigió a salir. Cuando pasó por el lado de la cama de Alecto Carrow, esta seguía roncando. Sacó la varita y susurró :

-Serpensortia Máxima.

Una docena de serpientes empezaron a trepar entre las sábanas de su compañera de clase. Una sonrisa cruel apareció en su rostro. Bien erguida cruzó el umbral de la puerta, enfrentando un nuevo día.

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Era muy temprano, así que se sorprendió al ver gente en la sala común. Le encantaba que ese sitio fuera en las mazmorras. Un lugar frío, de techos altos y luz verdosa. Sus sillones de cuero negro, sillas y mesas de madera tallada cubiertas de elaborados manteles, le daban un aire distinguido, ¡como debía ser! Allí no habían sangre sucias.

En seguida algo la perturbó.

En las ventanas de la casa de Slytherin a menudo se podía ver pasar el calamar gigante o alguna criatura más interesante. Y en ese momento había un grupo de alumnos de segundo, armando jaleo al lado de una de ellas.

-¿Se puede saber el motivo de tal alboroto? -preguntó despotamente.

Una sirena de rostro salvaje, piel cetrina, ojos amarillos y el pelo verde oscuro, largo y revuelto, estaba haciendo muecas y gestos groseros a unos niños divertidos, que le respondían con el mismo lenguaje.

Las sonrisas se apagaron al instante.

-Lo siento, Bellatrix, no queríamos molestar.

El chico que se atrevió a hablarle era el jefecillo de esa panda de pequeños energúmenos. Tenía la piel pálida, los ojos grises y el cabello rubio un poco largo. Por la forma en que hablaba se notaba que venía de familia aristócrata.

-A empezado ese animal estúpido -continuó Lucius Malfoy.

Un grito proveniente de las habitaciones de las chicas los interrumpió. Mientras el resto de alumnos fueron a ver que pasaba, ella caminó hacia el gran comedor. Tenía hambre.

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En las cuatro mesas de las casas ya había bastantes estudiantes. Bellatrix no podía entender como la gente se levantaba tan temprano. Maldiciendo a todo el mundo, de forma totalmente gratuita, se dirigió a su mesa.

Allí había un pequeño grupo de alumnos de sexto y séptimo. Entre ellos había un chico sumamente atractivo; corpulento, de cabello oscuro corto, ojos azules, con una mirada entre mala y provocativa que siempre la acaloraba. Levantó la cabeza hacía ella, como si la hubiera percibido. Su sonrisa traviesa afloró en sus labios y la invitó a sentarse con ellos.

Rudolphus Lestrange era un tipo elegante, silencioso y cruel. No hablaba demasiado y no se dejaba mandar por ella, cosa que le encantaba. Juntamente con su forma de besar era lo que más le atraía de él. Eso y que era hijo de uno de los seguidores más cercanos al Señor Tenebroso.

Al llegar, le hicieron sitio para que se sentara justo delante de Lestrange. Hablaban animadamente de algo.

-¿De qué os reís? -preguntó mientras se servía un poco de huevo frito y salchichas.

-¿No te has cruzado con Carrow? -le preguntó entre risas, Rowle, un chico rubio y fornido-. A Amycus, digo.

-No.

-Se ha ido corriendo a la enfermería.

-Su hermana -dijo Rudolphus-. Algo con unas serpientes.

Bellatrix bebió de su zumo de calabaza aparentando indiferencia, pero no se le escapó la mirada de inteligencia que le dedicó Lestrange.

-¡Con unas serpientes! -se mofó un chico negro del grupo- ¿Qué clase de Slytherin tiene problemas con serpientes?

-Habría pagado por estar allí -dijo Walden McNair, un tipo castaño y feo, bastante macabro.

-Yo no le veo la gracia -dijo Andrómeda Black desde detrás de un ejemplar de El Profeta-. Podrían haberla matado -dijo sería, mirándola directamente a ella.

-Sabes queridísima hermana, creo que empiezo a tener Alzheimer -le contestó sin siquiera mirarla-, porque no recuerdo que nadie te haya pedido tu puñetera opinión.

Todo el mundo río mientras Andrómeda plegaba el periódico y se levantaba.

-Te acabarás metiendo en un buen lío, Bellatrix Black. Como te pillen te van a expulsar.

-No se de que me hablas.

-Dumbledore no es imbécil.

-Entonces no se parece en nada a ti -dijo Rudolphus.

Bellatrix río con el resto, mientras su hermana ofendida, se alejó dejándoles como imposibles.

Una vez terminaron de desayunar, cada uno se dirigió hacia la clase que le correspondía. Mientras bajaban las escaleras que conducían al Hall, Lestrange le cogió de la mano y le susurró:

-Hemos quedado este sábado en Hogsmeade -y se alejó en dirección contraria a la suya.

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Bellatrix estaba sentada en una de las mesas redondas de el aula oval de Adivinación. Llevaban días estudiando la Cartomancia, el arte de la lectura de cartas para ganar la penetración en los acontecimientos futuros. Así que aquel día tenían que trabajar en parejas y a ella le había tocado la insufrible Rita Skeeter.

Mientras la rubia iba leyendo los presagios de las cartas ante la mirada de una Bellatrix aburrida y asqueada, ella no dejaba de pensar en lo que le había dicho Rudolphus sobre la reunión en Hogsmeade.

Hacia tiempo que esperaba ese encuentro; dos Mortífagos vendrían para hablar con unos pocos elegidos, futuros dignos seguidores de el Señor Oscuro. No deseaba nada más en la vida que unirse a ellos. Estaba harta de la sociedad en la que vivía. La sociedad que fomentaba gente como Dumbledore. No debían continuar permitiendo el mestizaje. Los muggles eran inferiores, debían obedecer. Como toda esa panda de inútiles que ahora mismo la rodeaba. Se los miró con desprecio. ¿Cuántos de aquellos no tendrían lugar en el nuevo mundo que construirían? ¿Cuántos no serían lo suficientemente fuertes?

Nunca había sabido lo que quería hacer con su vida. Sabía lo que no quería, eso sí, no obstante, siempre había estado callada cuando su familia hacia grandes proyectos para ella. Porque le daban igual. Era lo que esperaban de ella y ya está. Pero desde que decidió unirse al Señor Oscuro, toda su vida había cobrado sentido. Por fin la gente haría lo que ella ordenara y los que se resistieran, saborearían su venganza.

¡Tenia tantas ganas de que llegara el sábado! Y así luego, el gran día. El día del encuentro. Hubiera matado, literalmente, para poder conocer en persona a Aquel-que-no-debe-ser-nombrado.
Ya quedaba menos...

-Entonces -dijo Skeeter-; "El mago" invertido, "La Muerte" invertida y "El Diablo". Así que carente de escrúpulos, tomarás una mala decisión que te seducirá hasta un impulso ciego y una pasión carnal descontrolada -dijo con la ayuda de el libro-. Y todo eso te conducirá a una muerte inesperada.

-Bien -dijo ella con nada de entusiasmo.

Rita apuntó algo en sus pergaminos y quedó algo pensativa.

-¿Tú crees que después de la muerte hay una vida mejor? -le preguntó.

-Depende -le contestó Bella-. ¿Después de la muerte de quién, exactamente?

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Después de la hora de comer, tenía tiempo libre. Tiempo que aprovechó para ir al Bosque Prohibido con Lestrange para hacer cosas... prohibidas también. De camino por los jardines empezó a escuchar una vocecilla que la llamaba:

-¡Bella! ¡Bella!

Se giró. Del campo de Quidditch venían los de primero y entre ellos, una niña rubia de cabellos largos y finos, ojos azules y cara angelical, corría hacía ella desmarcándose del resto de su clase.

No le dio tiempo a reaccionar que su hermana pequeña ya la había alcanzado. Respiraba entrecortadamente y sus mejillas estaban rosadas.

-Bella, venimos de clase de vuelo -dijo toda emocionada-. Hemos jugado un partido de Quidditch y yo he hecho de Buscador. Y para que Nott no atrapara la snitch le he debido engañar, ¡¡¡así que he hecho un Amago de Wronski!!!!!!! -todo eso lo dijo casi sin respirar-. He estado a punto de chocar contra el suelo, pero en el último minuto he volado hacía al cielo. ¡¡¡Fiiuuuuu!!! El pobre Nott no ha tenido tanta suerte... -dijo algo compungida- ¡Pero está bien! No se ha hecho mucho daño... ¡Ha sido muy emocionante!

-Ya -aprovechó Bellatrix en una pausa de la pequeña-. ¿Y que quieres? ¿Un pin? -dijo con sarcasmo.

La alegría de Narcissa se esfumó. Hizo una expresión de decepción que todavía la hacía parecer más adorable.

-Oh, cariño, no pongas esa cara, que esa cara la inventé yo -le dio la espalda decididamente y se fue.

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Se adentró hacía el Gran Comedor con la mochila colgando solo de una asa.
Caminaba entre las mesas con actitud desafiante, mirando a todo el mundo por encima del hombro, cuando se fijó en una chica Gryfindor de último curso. Molly Prewett, una pelirroja bajita de cara afable y un poco rellenita, se levantaba de la mesa. Sin darse cuenta se dirigía directamente hacia Bellatrix.

-Mira quién tenemos aquí... -dijo Bella con voz malévola.

Mucha gente del alrededor aprovechó para irse. Molly puso los ojos en blanco y trató de ignorarla, pero Bella se le plantó delante sin dejarla avanzar.

-¿Qué quieres Bellatrix? ¿Ya te has cansado de asustar a los de primero?

-Sí. Empiezo con ellos, luego los sangre sucia y para terminar las focas descastadas como tú.

-Estoy harta de aguantarte, Bellatrix -suspiró Molly-. No eres más que una niñata de casa buena que se pasea por Hogwarts como si todo el mundo le hubiera de besar los pies. Y ¿quieres que te diga lo que te pasa?

-Venga, ilumíname -dijo sacándose la varita de debajo la capa, ya sin rastro de la voz de niña que utilizaba para reírse de la pelirroja.

-Que en realidad eres mediocre en todo aquello que haces. La crueldad es tu único talento y lo que te llevará a la perdición.

En un cerrar y abrir de ojos Bellatrix ya estaba apuntando a Molly y, sorprendentemente, esta fue tan rápida como ella.

-Pero ¡¿qué comportamiento es este?!
-Minerva McGonagall apareció entre las dos y enseguida bajaron las varitas -. Hagan el favor de circular. Que sea la última vez que ocurre una cosa así o voy a castigarlas. A las dos - añadió mirando a Bella.

Ella a su vez le dedicó una mirada llena de furia y dio media vuelta para irse.
Mientras se alejaba pudo ver como Prewett subía las escaleras camino a la Torre de Gryffindor.

Así que "La crueldad era su único talento y lo que le llevaría a la perdición", pensó. La Gryffindor se arrepentiría de eso. Y se juró mentalmente, que esa era la última vez que Molly Prewett se atrevía a meterse con ella.

FIN

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