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❝ 天使 ❞

Jeon Jungkook nació el primero de septiembre, y dieciocho años después, para esa misma fecha moriría.

Jimin sabía que su pequeño protegido no era alguien igual a los demás, lo supo cuando su madre le había asignado esa tarea y lo confirmó cuando leía el libro sagrado; ese enorme manuscrito dorado que contenía la vida de las personas, desde su inicio hasta su fin.

Según lo que leía, Jungkook el día de su cumpleaños cumpliría su propósito de vida, y volvería a donde pertenecía, muriendo irremediablemente y siendo recibido en el cielo sin ningún contratiempo.

Cerró el libro con cuidado y se alejó de él, mirando a todos lados y verificando que nadie lo había visto.

—Primero de septiembre es dentro de dos días. Jungkook morirá para ese entonces —murmuró a la nada, caminando despacio por los largos pasillos de marfil que constituía el Reino de los cielos—. Ese libro no me dijo mucho más, ¿Qué propósito cumplirá? Aún peor, ¿Cómo morirá?

Se abrazó a si mismo al sentir su cuerpo temblar levemente ante la idea. No quería que Jungkook sufriese, no más de lo que ya lo hacía.

—Vendrás al cielo, niño bonito. Podré tenerte aquí conmigo —su corazón se calentó de solo pensar en tener al chico entre sus brazos, y sonrió encantado con la idea—. Te daré todo el amor que mereces, y llenaré tus cicatrices con mis besos. Te cantaré al oído para que puedas dormir, y te arrullaré en mis brazos cuando sientas pesadillas.

Con el ánimo mucho más elevado, emprendió vuelo hasta la zona que declaró como suya y de Jungkook. Abrió un espacio entre las nubes y de manera inmediata pudo visualizarlo jugar alegre en un río cercano, de esos en los que debes adentrarte en el bosque para conseguirlo y que muy pocos conocen.

—Te ves tan feliz, Kookie~ —dijo sonriendo, contagiado por la enorme sonrisa que poseía Jungkook. A pesar de lo que había vivido, el joven aún mantenía esa alma pura, disfrutando de lo más mínimo de la vida—. Supongo que tu padre salió y por eso tuviste la oportunidad de venir aquí.

Miró a ambos lados para saber que nadie estaba viéndolo, y sonrió cómplice por lo que haría. Con su dedo índice dibujó un arco sobre el agujero por dónde veía a Jungkook, logrando formar para el chico un hermoso y radiante arcoiris.

Envió también un par de mariposas de brillantes colores, para que revolotearan alrededor de Jungkook y lograran sacar esa preciosa sonrisa que poseía el chico.

—Mira todo lo que hago por ti, ¿Eh? Si mi madre me viera pegaría el grito más grande por desobedecerla —dijo con gracia, riendo al ver a Jungkook sumamente feliz por todo lo que veía—. Ah, cuando te tenga aquí conmigo serás el chico más consentido del mundo.

Jimin sabía que estaba mal, y que su madre estaría muy decepcionada de él si se entera de todo lo que había hecho a conveniencia de Jungkook; desde interceder para que los hombres no le hagan nada, hasta hacerlo cruzar con esa dulce señora de la florería para que la conociese. Todo con la finalidad de hacerlo feliz y que olvidase por un momento lo horrible que era su vida.

Jungkook tomó un poco de agua entre sus manos y la lanzó al aire, formando una especie de lluvia que cayó sobre él y lo hizo sonreír dichoso.

—¡Que día tan hermoso! —exclamó el chico alegre y Jimin prestó atención a sus palabras, amando siempre la manera tan bonita en la que Jungkook se expresaba—. Dios, gracias por darme un día más de vida. A veces solo quisiera rendirme y acabar con todo, pero tú me demuestras lo bonito que es vivir.

Las facciones de Jimin fueron decayendo, y una presión se asentó en su pecho al escuchar a Jungkook. »Me gusta vivir, Dios, y sé que esta dura etapa pasará, porque tú nunca abandonas a tu pueblo. Me gusta estar vivo, me gusta despertar en la mañana y mirar como me regalas otra oportunidad para ver toda tu creación. Gracias, Dios, por nunca dejarme solo.

Una pequeña gota cayó en su mejilla, y a continuación otras más, sin embargo, el chico no se dejó llevar por eso y jugó bajo la lluvia con alegría. Porque el cielo seguía iluminado de manera bonita y la lluvia también tenía su lado agradable.

Así que Jungkook fue feliz, con esa refrescante agua cayendo sobre su piel, agradeciendo nuevamente a Dios por enviarle esa bendecida lluvia que aliviaba un poco su calor. ¡De seguro Dios escuchó sus palabras, y le envió esa lluvia para demostrarle que estaba presente en ese momento! Con más amor rebosante, disfrutó del lugar y las condiciones.

Todo eso sin saber, que esas gotas que tanto estaba amando, eran producto del incontrolable llanto de Jimin, quien se sentía sumamente arrepentido y culpable por Jungkook.

—Él no quiere morir —sollozó desconsolado—. Él quiere vivir, quiere una nueva oportunidad. Madre, escúchalo, él te da las gracias por darle vida incluso si está sufriendo.

Se sentía como un egoísta, ¿Cómo pudo emocionarse con la idea de tener a Jungkook con él? Su precioso niño amaba su vida, y esperaba con paciencia y fe a que su madre le diese la oportunidad de cambiar su destino.

Sintió unos brazos rodearle con fuerza, y supo de inmediato que se trataba de Seokjin, así que correspondió y siguió llorando en su hombro, siendo consolado por quien era su mejor amigo y hermano mayor.

—Supongo que ya lo sabes, lo que es Jungkook y lo que sucederá el día de su cumpleaños...

—Él no quiere, Seokjin, él da las gracias por lo poco que tiene y pide perdón cuando su fe se debilita —habló Jimin con dolor—. Él reconoce a nuestra madre como la suya, y nunca ha blasfemado en contra de ella, ¿Por qué vamos a hacerle esto? Personas malas están viviendo justo ahora, y lo harán por un montón de años más, pero Jungkook que ha sido bueno, a pesar de todo lo malo que ha vivido, ha sido condenado a morir cuando él no lo desea. Debo hacer algo por él.

—No, Minnie, no puedes intervenir. Ya te he dejado hacerlo antes, pero esta vez no puedo dejarte hacerlo —se separó de Jimin y lo miró con seriedad—. Te he visto interceder incontables veces por Jungkook, y no he dicho nada porque sé que el chico no tiene una vida fácil, pero sobre la vida y la muerte no puedes meterte, porque ya está escrito mucho antes de que conocieras a Jungkook.

—Seokjin, por favor...

—Dime algo, Jimin. ¿Amas a Jungkook? —el rubio asintió de inmediato—. Pero hablo de amarlo como hombre, como enamorado.

Ahora negó y Seokjin sintió alivio en su ser.

—Yo amo a Jungkook, lo siento y lo sé, pero lo amo de la misma manera en que me amas tú a mí. Lo amo como mi familia, como si fuese mi hermano. Por eso quiero protegerlo, déjame hacerlo.

Seokjin miró con desilución a Jimin y tomó su rostro entre ambas manos, —Te entiendo, cariño. No necesitas explicarme miles de veces para saber cómo te sientes, porque yo daría mi vida entera por ti, para que estés bien siempre. Pero esto es algo que escapa de nuestras manos, incluso la de nuestra madre. Debes aceptar lo que viene, y esperar con brazos abiertos a Jungkook. Quizás no quiera morir, pero tú con tu inmenso amor le demostrarás que no será tan malo.

»Cuando llegue el día, estarás aquí para Jungkook y le darás todo ese amor que ese inocente niño ha necesitado. Lo amarás y velarás por él así como yo velo por tí. Nuestro camino está lleno de pruebas que tientan nuestra fe y fortaleza, así que queda de nuestra parte ser valientes ante las adversidades y vencerlas. Eres fuerte, Jiminie, y saldrás de esta, así que acepta este destino y aprende a sobrellevarlo.

Jimin asintió ante las palabras de Seokjin, y volvió a abrazarlo, mirando a Jungkook jugar alegre sin saber lo que sucedería en su cumpleaños. Sin embargo, Jimin no se iba a quedar de brazos cruzados, porque Jungkook no merecía ese final, incluso si muere por tenerlo entre sus brazos.

Lucharía, y usaría todo tu poder para mantener a salvo a su niño, dispuesto a hacerse responsable de todas las consecuencias que pudiese conllevar sus acciones.

Mientras Seokjin lo consolaba, y Jimin maquinaba un plan para Jungkook, lejos de ellos se encontraba alguien que escuchaba la conversación con muchísimo interés, enterándose de cosas que sabría que a Dios le enfurecería y arremetería en contra del pequeño Ángel mimado.

Porque en el cielo, en la tierra y en el infierno existía el bien, pero también existía el mal.

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