❝ Diaboli ❞
De manera vacilante, Yoongi tocó la puerta un par de veces, sin obtener respuesta alguna de la persona que, estaba seguro, se encontraba adentro.
Había recorrido el infierno entero, desde sus mejores zonas hasta las más inmundas, sin tener algún rastro de Jimin. Así que ahí estaba, golpeando la puerta de la habitación que se suponía debía ser de Jimin desde el día en que llegó y, por cosas que no estaban en sus planes, dejó de serlo.
—Jiminie... sé que estás aquí. Déjame entrar.
Escuchó ruido dentro de la habitación y suspiró aliviado de que sus suposiciones fuesen correctas. Tocó la puerta nuevamente y nadie abría.
Empezaba a impacientarse y masajeó su frente. Todos sabían que a Lucifer no le gustaba perder el tiempo innecesariamente. Frunció el ceño; él era Lucifer, ¿Por qué estaba esperando que un Ángel mimado le dejase entrar en su habitación?
Rodó los ojos; Jimin le afectaba cada día más a cordura.
—Voy a entrar —tomó el pomo de la puerta y entró a la habitación, encontrándose un extraño bulto en la cama, cubierto por completo con las sábanas negras. Le dio gracia la situación, sabía que Jimin estaba haciendo un berrinche y más allá de molestarse esa actitud por parte de él, le parecía adorable—. Jimin, necesitamos hablar.
La masa extraña se removió, —Yo no tengo nada que hablar con usted —Yoongi alzó una ceja y, tomando los bordes de la tela, tiró de ella y dejó a Jimin sin nada de protección—. ¡Hey!
—Jimin, necesitamos hablar —repitió, ignorando la mirada molesta por parte del Ángel, y controlándose en no caer bajo la tierna imagen del menor con el cabello rubio en diferentes direcciones y sus labios abultados.
—Yo. No. Tengo. Nada. Que. Hablar. Con. Usted. ¿Entendido? Ahora, salga de mi habitación.
Ok, Yoongi podía soportar todo de Jimin, pero en esos momentos ya no le estaba gustando la actitud odiosa que tenía para con él, y sus ojos con pequeñas flamas de fuego eran la prueba de ello, logrando que Jimin se asustara por ello, ya que el mayor nunca lo había visto de esa manera.
—Estás siendo un mocoso malcriado y odioso, Jimin —regañó Yoongi con voz gruesa—. Que te de confianza no significa que puedes hablarme como te venga en gana, ¿Entendido?
El Ángel asintió y bajó la mirada avergonzado y molesto, —No me trates como un niño.
—No te comportes como uno, entonces —replicó el mayor—. Seamos adultos y hablemos de lo que nos molesta. Namjoon me comentó algo.
Jimin abrió los ojos, —¿Q-qué dijo Namjoon?
—Que escuchaste cosas de mi, ¿Por qué? ¿Hay más acaso?
Negó rápidamente, sintiendo alivio al saber que Namjoon no había soltado algo con respecto a sus celos, porque sí, lo había pensado bien y fue eso lo que sintió en todo su esplendor, pero no estaba seguro si el porqué de sus horribles sentimientos eran del todo correcto.
La cama a su lado se movió, y cayó en cuenta de que Yoongi se había sentado cerca de él, cosa que lo puso irremediablemente nervioso.
—No voy a negarte nada, porque sí es cierto lo que escuchaste —comenzó a hablar Yoongi luego de un rato en silencio—. En cuanto tengo tiempo, o cuando tengo mucho estrés encima, me acuesto con diferentes personas. Siempre lo he hecho así, Jimin.
Las manos del Ángel se volvieron puños y su ceño se frunció. Aunque ya sabía de ello, escucharlo directamente de Yoongi lo hacía sentir peor, teniendo ganas de gritar y golpear cosas. Armar el berrinche más grande de su vida y dejar de hablarle a Yoongi por un tiempo.
—No tiene porqué explicarme nada.
Yoongi respiró hondo, y miró a Jimin con súplica, —Jiminie...
—No me llames así —respondió tajante—. ¿Ya habló lo que quería? Entonces hasta aquí acaba todo. Déjeme solo, por f-
—¿¡Por qué estás tan molesto!? —exclamó Yoongi hastiado de todo—. ¿¡Por qué estoy siendo tratado tan mal por ti!? ¡Estás siendo un jodido niño, Jimin! ¡Madura ya!
Los ojos de Yoongi eran el fuego puro, con enormes llamas rojizas y amarillas bailando en sus pupilas, siendo todas dirigidas a Jimin, quien sentía sus nervios a flor de piel y unas inmensas ganas de llorar.
Levantándose de la cama, Yoongi caminó hasta la puerta del cuarto, deteniéndose antes y mirando nuevamente a Jimin, —No estás en el cielo, ya no eres el Ángel que puede hacer lo que le plazca porque sabe que Dios lo protegerá. Ya estás grande, así que empieza a asumir tus problemas.
Sin más nada que agregar, salió del lugar.
『 °*• ♡ •*°』
Jimin caminaba de un lado al otro, mordiendo su pulgar con angustia.
Estaba en la habitación de Yoongi, ya que luego de haberlo pensado mucho, debía decirle al mayor todo lo que pasaba. No sabía lo que sentía en realidad, pero lo que estaba pasando en su pecho, además de sus pensamientos, eran similares, —no iguales— a lo que había sentido antes por aquel dulce muchachito que tenía en su corazón.
¿Podría ser posible? ¿Realmente le podía gustar Yoongi? No lo sabía, y había solo una forma de averiguarlo.
—Yoongi, dónde estás... —preguntó a la nada. Cada cuando miraba a la puerta, deseando que el mayor entrara por ahí—. Llega pronto, por favor.
Como si sus plegarias fuesen escuchadas, Yoongi entró en la habitación, mirándolo curioso por su estancia en el lugar.
—¿Qué haces tú aquí?
Jimin suspiró, —Vine a hablar contigo.
—¿Ahora sí? ¿Ya se pasó tu molestia hacia mi? —preguntó Yoongi con ironía, quitándose el saco y tirándolo al piso sin importancia.
—No me hables así, Yoongi... —dijo Jimin con pesar.
El mayor alzó una ceja incrédulo y rió con burla por la situación, —¿Que no te hable así? ¡Pero si hace un par de horas estabas hablándome peor!
—¡Lo sé, y me arrepiento! —exclamó Jimin desesperado—. Quiero arreglar las cosas.
—No hace falta arreglar nada. De todos modos, te irás.
—¿Q-qué?
Yoongi resopló y se sentó en su cama, —Eso, te irás. Dios ya te dio el permiso para que vuelvas. La carta me llegó hace un rato. Tienes que avisarle cuando volverás para que arregle todo para ti.
El pelinegro negó y rió sin ganas. »Debes estar feliz, ¿No? Volverás a casa.
La cabeza de Jimin daba vueltas y sentía la presión en su pecho. Él siempre quiso volver a casa, pero... ¿Por qué no se sentía feliz?
Si volvía, podía ver a su madre y a Seokjin, además de mirarlo a él y saber si estaba bien después todo. Pero si se iba, dejaría a Hoseok y a Namjoon, quienes le ofrecieron su más sincera amistad, dejaría este lugar que había empezado a amar y sentir tan cálido como un hogar, dejaría a Tragus, ese enorme gato que tanto admiraba.
Si se iba... dejaría a Yoongi.
Él no quería dejar a Yoongi. ¿Por qué de sólo imaginarlo dolía tanto?
—¿Sucede algo? No te veo feliz —preguntó Yoongi, trayendo a la realidad a Jimin, quien no decía palabra alguna. Negó con la cabeza e ignoró al Ángel—. Será mejor que duermas en la otra habitación por hoy. No quiero a nadie cerca en estos momentos.
—Y-yo... está bien.
Y como Yoongi en la tarde, salió del lugar sin decir una palabra más.
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