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Las puertas de ascensor se abren, JungKook sale al estacionamiento subterráneo del edificio con cara de pocos amigos y un bolso colgando detrás de su espalda. Ve a lo lejos a Youjin, sosteniendo la puerta trasera de su auto con una sola mano mientras parece hablar animadamente con su madre. Ambas reparan en él y la chica rápidamente se acerca quitándole el enorme bolso para guardarlo en la cajuela que aún se encontraba abierta.

—Si puedo hacerlo.

—Tus costillas aún están sanando.

Suspiró, evitando soltar un bufido o rodar los ojos. ¿Por qué había elegido las siete de la mañana para viajar? No es que no sea un horario que no le gustase, pues anteriormente él despertaba a las cinco para comenzar a entrenar y tener un día bastante productivo, pero con el tiempo de recuperación y descanso le había tomado el gustito a dormir bastante y remolonear.

—Les prepare algo de comida, bibimbap y algún que otro bocadillo para el camino —comentó Heeji, tomando la mano del pelinegro para darle golpecitos suaves al dorso— ¿Cómo te sientes, cielo?

Jamás se iba acostumbrar a la dulzura tan reconfortante con que esa mujer lo trataba.

—Mejor, obligado a salir por su hija y sus locuras.

—Te gustará, créeme —sonrió.

—Ya sube.

Se despidieron, JungKook entrando al auto y colocándose el cinturón de seguridad, agazapado contra el asiento mientras salían del estacionamiento. Aún no había amanecido, principios de marzo, al menos ya no nevaba y dentro de poco comenzaría la primavera.

—¿A dónde iremos?

—Ya te dije que a Jongno.

—¿Y vas conducir hasta allá sabiendo que llegaremos en minutos? —ella asintió. Ante el suspiró melodramático del pelinegro, preguntó juguetona.

—¿Qué? ¿Aún dudas de mi control al volante?

—No —se reacomodo, cruzando los brazos contra su pecho. Llevaba la capucha del hoodie sobre su cabeza.

—Ya sé, quieres manejar mi hermoso bebé.

—Si recuerdas que tengo el auto de mis sueños —elevó una ceja— aunque estoy más desviado por mi Harley.

—Prefiero las Ducatti  —contrarió—  pero lamentablemente no podemos viajar con esta temperatura y con los bolsos a cuestas en moto, tal vez en otra ocasión.

—¿Quieres ir apretada a mi cuerpo? —bromeó, distraído mirando por la ventana. Sorprendido una vez más por la descarada respuesta que la pelinegra le dio a continuación.

—Claro que me encantaría. No me mires así —rodó los ojos— no nos hagamos los tontos.

Por un momento quiso recordarle esa noche de borrachera y las barbaridades que le había dicho, pero prefirió callarse. Mantuvieron silencio durante el corto recorrido, JungKook percatándose a dónde se dirigían una vez Youjin estacionó en una calle algo alejada y desolada. Caminaron con sus bolsos en mano un pequeño tramo que los llevó hasta el sitio en cuestión, el Bukchon Hanok Village. Se trataba de unas casas tradicionales coreanas con historia de más de 600 años. La villa estaba flanqueado por dos principales palacios reales de la era Joseon y los montes Inwangsan y Bukhansan elevándose detrás de ellos.

Youjin fue quien tocó la puerta de una de esas casas, un señor de mediana edad los recibió, saludándoles y dándoles la bienvenida a tan majestuoso lugar. JungKook los siguió a través de las estrechas y sinuosas calles empedradas, se podía respirar el silencio y la paz en el aire, pues a pesar de ser un sitio algo turístico en la mayoría de esos Hanok residía gente local. Se detuvieron a unos metros, frente a una enorme y tradicional casa de madera y piedra, el hombre abrió la puerta dando paso al interior. La infraestructura se representaba en forma de U, con un pequeño patio central ocupado por algunas plantas y flores.

El suelo y las puertas corredizas eran de madera. El techo inclinado eran tejas. Un interior clásico con algunos detalles modernos en la sala, finos colchones en el suelo y una baja mesa de comedor con cojines haciendo de sillas. También tenían su propia cocina, una a leña y la que mas usarían eléctrica y por último el baño aunque pequeño acogedor.

—Tadaaa, ¿qué te parece?

—¿Por qué un Hanok?

—Necesitabas salir de tu casa, estabas encerrándote demasiado y todos estábamos preocupados por ti —explicó— Chaewon me contó que una vez hiciste un viaje con amigos en los Hanok de Jeonju y que te había encantado el silencio que se respiraba. Tenemos varios museos, restaurantes y actividades para hacer y sino quieres gente a tu alrededor, podemos hacer senderismo por los Montes o ir a visitar los palacios reales. O simplemente quedarnos aquí.

—¿Y tú trabajo?

—Cuenta cómo mis vacaciones, bueno, uno pequeño porque no he tenido ninguno desde hace dos años y medio —se acercó, tomando su mano— te traje para que, aparte de, despejar tu mente, descanses, ¿si? —y extendió su otra mano libre— y para eso necesito tu teléfono. Dame —ante el semblante incrédulo ella expuso— pienso en no tener contacto con la humanidad, así que, celulares apagados.

—Bien.

Se lo extendió. Youjin dirigiéndose dónde dejaron sus bolsos y dejando el aparato junto al suyo. Volteó, exhalando risueña y admirando todo el espacio.

—¿Qué tienes ganas de hacer primero?

—De hecho quisiera comer, tengo hambre —Youjin asintió, concordando— y luego podemos tomar una siesta.

Ante lo último el rostro alegre de la pelinegra decayó en una de desacuerdo.

—Vinimos para despejar la mente y hacer algo diferente.

—Dijiste descansar y te aviso que si no duermo un poco más me tendrás de mal humor todo el día. Así que primero comer y luego dormiré una o dos horas.

Se miraron, desafiantes. Youjin suspiró desistiendo al creer una actitud infantil que estén de esa manera.

—Bien, ¿quieres que salgamos algún restaurante? Me dijeron de uno en que sirven cómoda deliciosa. O, ¿prefieres pedir algo? También podemos comer lo que omma nos preparó.

No se preocupaban demasiado, pues también habían traído algunos comestibles por si se les antojaba cocinar.

—Es mejor pedir y quedarnos dentro.

El hecho es que ambos acabaron durmiendo, rendidos. La quietud y calma del lugar lo hizo aún mejor. A JungKook le gustaba mucho la tranquila atmósfera, el distintivo aroma en el ambiente, tan diferente de la ruidosa ciudad que se erguía intimidante a tan solo minutos de ellos. Así como en el pasado tuvo el mismo pensamiento, el de irse a vivir a un Hanok, pero uno lejos de la civilización. Aunque tuviera que dejar atrás absolutamente todo por lo que había luchado, excepto una sola cosa.

La pelinegra que dormía plácidamente a su lado, a unos centímetros bastante considerables de él. Pensó que dormir en el suelo no sería de su agrado, pero una vez más, ella lo sorprendió con la comodidad y satisfacción que ha demostrado al estar ahí. Apenas habían pasado horas de su llegada, podían pasar cientos de cosas. Se removió, colocándose de costado, de modo que podía verla dormir. Algunos mechones le cubrían el rostro y él con cuidado, extendiendo su brazo se los quitó. Se veía tierna con sus pecas y sus labios abultados en un puchero.

Reptó, deslizándose un poco más cerca de modo que podía sentir su calor por completo, la blusa de lana que llevaba puesta tenia un escote pronunciado en v, uno de los laterales se había movido dejando al descubierto su hombro izquierdo y con eso el tatuaje de unas cerezas debajo de su clavícula. Le tentó tocar con su índice, pero una vez más se contuvo, más no observarla. Le gustaba verla dormir, tan tranquila y hermosa.

De un momento a otro se encontró casi que respirando el aliento de ella, su dedo peinando el nacimiento de su cabello, aquellos pequeñitos y rebeldes, ¿sería demasiado atrevido si tan solo la besara? El corazón dentro de su pecho no hizo más que acelerarse cuando el impuso lo llevó a unir sus narices en lo que comúnmente se llamaría beso esquimal, en una caricia lenta y suave para terminar con sus labios rozando los de ella. Despacio y tan dulce que quiso quedarse allí por la eternidad. Sin embargo, se distanció de inmediato, apresado por el pánico cuando la vio removerse y gruñir.

Fingió estar dormido, boca arriba con los labios entreabiertos y las manos sobre su estómago. Cuál muerto en un ataúd.

—¿Kook?

—Mmh.

—No finjas —casi entró en pánico— jamás te he visto colocarte así al dormir y si lo haces roncas muy fuerte.

Abrió un ojo, luego otro, mirándola a ella sosteniéndose por un brazo.

—¿Me has contemplado al dormir? —bromeó, ella tan solo le dedicó una mirada sin mucha emoción.

—No, tus ronquidos se roban el show.

Rio, observándola levantarse, la manera en que al estirarse dejaba a la vista la piel de su estrecha cintura y abdomen plano. Hizo el amago de morderse el labio inferior repentinamente recordando el pequeño beso, aunque no podía llamarse beso si apenas fue un toque de labios. Uno muy inocente cuando ellos en el pasado tuvieron momentos demasiados intensos.

—¿Quieres comer? Aún quedó bibimbap que preparó omma y también hay ramen —ofreció, admirando el rostro del pelinegro— Kook, ¿estás bien? Pareces nervioso y tus orejas están rojas.

Se levantó también empujando la cobija con sus pies. Casualmente ambos iban vestidos de blanco y gris.

—No es nada —despeinó su cabello, pasando por a lado de la chica apresurado— iré al baño primero.

—¿En serio estás bien?

—Sí, no hay problema.

Sonrió, encerrándose en el baño. Se insultó a si mismo por ser bastante cobarde, por recordar momentos del pasado, por no ser un poco mas valiente y decirle lo que sentía. Suspiró profundamente, se mojó el rostro con abundante agua fría sin importarle empapar parte de su cabello. Al mirarse al pequeño espejo vio su rostro, tenía leves ojeras debajo de sus ojos. Su cabeza seguía siendo un caos, no se entendía ni él mismo, una vez más.

Había llevado un proyector y junto al portátil de Youjin habían colocado una película, se acomodaron en el único sofá de dos cuerpos con algunos snacks a su lado. Afuera estaba nublado y frío, la calefacción central hacia que el ambiente dentro sea cálido y agradable, aún así tenían una manta encima de sus piernas. No estaba del todo concentrado en la película, su mente en algún momento comenzó a sobrepensar de más. Su angustia por haber perdido la pelea surgió de repente. Se echaba la culpa por no haber sido más astuto, por permitirle al tal Wonho la facilidad del triunfo.

Aún cuando por fuera demostrará calma, por dentro era un manojo de nervios y ansiedad. Se sentía sofocado. Esperó a que la película terminara, afuera estaba anocheciendo, se colocó el hoodie y luego la aviadora.

—¿A dónde vas?

—Voy a caminar un rato —se ató los cordones de las botas. Y rápidamente encarándola para acunarle el rostro entre sus manos le dijo— Será solo un momento, Youjin, necesito estar solo, prometo volver pronto.

Sin dejarle responder le besa la frente y la deja.

Ella tan solo decidió dejarlo ir, confiada sabiendo que a veces era bueno estar solo para respirar. No pasaría nada, lo esperaría mientras trabajaba desde su laptop o en una libreta que siempre tenía a mano. Desde hace unos meses había comenzado a dibujar y pintar, era buena en ello y es así como lograba crear algunas prendas de vestir, Sakura le había propuesto que sacara su propia marca de ropa, después de todo Bloom Cherry era admirada por su estilo.

Contestó algunos mensajes de su madre y en el grupo donde estaba con Jennie y Sakura. Nada del otro mundo. Se preparó algo de café y miró dos capítulos de una serie que había dejado en pausa. Dos horas y JungKook aún no llegaba, ahora la ansiedad la estaba atacando de a poco y sobre todo por no obligarle a llevar su teléfono. Se aproximó hacia el pequeño patio de la casa, el cielo relampagueando advirtiendo pronto lluvia. Por un momento pensó en salir a buscarlo, pero lo descarto al comenzar a irritarse y tan solo decidió dejarlo.

Otra hora mas tarde llovía a cántaros, JungKook recién regresaba algo empapado. Sisea, tiritando del frío. Quitándose los zapatos y la aviadora, bastante distraído como para ver que una furibunda Youjin se aproxima hasta él golpeándolo con el puño entre medio de los pectorales sacándole un quejido.

—¿Dónde diablos estabas? —no pudo contestar, estaba observando los ojos rojos e hinchados de ella— ¿Sabes lo mucho que me preocupe por ti, maldito loco? ¿Te has visto? Estás empapado, ¿Quieres agarrarte un resfriado con tu asma? Estás recuperándote luego de la pelea, intento ayudarte y tú lo único que haces es alejarte —Youjin tampoco reparaba en aquellos ojos de cervatillo colorados de tanto llorar— ¡No me toques! Te odio, ¿cómo puedes hacerme esto? Debería largarme y dejarte, maldito miserable.

Sollozó, cubriéndose el rostro con ambas manos. Una vez más él se acercó, está vez logrando aferrarla entre sus brazos.

—Lo siento, realmente lo siento —musitó.

—No vuelvas hacerlo, no me dejes tampoco. —habló después de varios minutos abrazados en silencio— ¿Estás bien? —preguntó, distanciándose para mirarle y recibir un asentimiento por parte de él. Rechazó su toque una vez mas— estoy enojada, así que será mejor que vayas a cambiarte ahora mismo, prepararé un té, te lo beberás y luego nos iremos a dormir.

Tampoco se negó, simplemente obedeció. Cambiándose por ropa seca y calentita, aceptó el rico té verde que le calentó hasta el alma. Por más que quiso explicarle las cosas no pudo, estaba en todo su derecho de estar enojada, pero en su defensa el tiempo se le había ido demasiado rápido sin darse cuenta y ahora debía enmendarlo. Él sabía cómo hacerlo, luego de pensarlo tanto y hacer su necesaria catarsis estaba seguro de como proseguir de ahora en mas.

—Tengo frío —susurró, mintiendo. Ambos acostados en sus respectivas camas con las luces apagadas.

—Pues jodete.

Contuvo una sonrisa. Se mordió el labio inferior, debatiéndose si acercarse a ella o mantener la distancia. Suspiró.

—Lo siento. No fue mi intención tardar tanto, soy consciente que debí venir en cuanto comenzó a llover sino es que antes, necesitaba estar solo y pensar, tú más que nadie sabes que no ha sido fácil —miró sus dedos sobre la almohada. Si seguía mordiéndose los labios con agresividad se terminaría lastimando— joder, me cuesta expresar lo que siento en palabras, Youjin, incluso con el terapeuta me cuesta —silencio. No insistió mas viendo que no iría a contestar mas— gracias por esto.

Tal vez en la mañana intentaría una vez mas, en hacerla reír y disfrutar de su compañía. Giró sobre el colchón, dándole la espalda, minutos más tarde, sintió movimiento y a ella acoplarse a su cuerpo con su respiración en su nuca.

Disimuladamente sonrió de labios cerrados agradeciendo que la oscuridad no le permitiera verle.

—Cállate y duerme.

—Sigo teniendo frío.

—¿Qué diablos pretendes que haga?

—Abrázame —jugueteó, escuchando un bufido— estoy inválido.

Quiso reír al escucharla balbucear improperios, y al segundo un brazo le rodea tímido la cintura. Es cuando él gira teniéndola cara a cara, sus ojos cerrados evitando tener contacto porque no se lo merecía.

—Sabias que para que entremos en calor más rápido debemos quitarnos toda la ropa y abrazarnos.

Youjin suspira.

—¿Ah si?

—Ajam, algunas personas lo suelen usar en situaciones extremas.

—¿Entonces te quitarás toda la ropa Jeon JungKook? —detectó un ligero ronroneo juguetón en su voz. Emocionado.

—¿Tú lo harás?

—No, yo estoy bien así, gracias —él resoplo una risa, ella dándole la espalda sin distanciarse del todo— duérmete antes de que cambie de opinión y me aleje.

Se apretujo a su cuerpo, rodeándole con sus brazos y escondiendo su rostro contra su cabello.

El día siguiente sería otro, decidido a probar suerte.

Acá les dejo fotos del Hanok en el que se hospedo el CheKook:



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