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O9


(  CAPÍTULO NUEVE  )

la muerte no usa calendario


AQUEL DÍA LA NIEVE CAÍA CON
tal intensidad que Talia piensa por un buen rato quedarse en casa ese día libre, pero después de un rato decide hacer algo productivo.

Se planteó salir a comer; lo cual significaba cazar algún animal y beber de su sangre. Luego, para recordarse a sí misma de la poca humanidad que le quedaba, jugaría y mimaría un poco a Blaze. Después de todo el caballo se lo merecía ante su lealtad y productividad en todas las patrullas.

Aquella ventisca le golpea fuerte en la cara desde que pone apenas un pie fuera. Era obvio que para el norte la ventisca estaría peor, lo que la preocupaba, pues hacía allí se habían dirigido Ellie y Dina a cumplir con sus patrullas.

Ellie y Dina.

Aquel par había acaparado las vistas, bocas y mentes de todos los habitantes de Jackson. La banda de idioteces que Talia había escuchado desde el día anterior era impresionante. Los ciudadanos de Jackson no estaban precisamente felices por el acercamiento entre las muchachas. Talia había escuchado lo mismo diez veces: "Mariconas". La fuerza interior que Talia tenía que usar para no reventar a golpes a todos los que hablaban bazofias de su hermana era gigantesca.

Ella suspira y emprende paso hasta una de las entradas de Jackson, la izquierda, donde tomaba guardia el agradable Rick, que siempre la dejaba salir a hacer sus cosas sin preguntar de más. Era un buen luchador, pero por dentro era un terrón de azúcar.

Talia se le acerca al llegar. El estaba sentado en una silla de plástico, sosteniendo un rifle. Él le sonríe.

   "¡Eh, Talia! ¿Qué tal?".

   "Todo está bien, Rick, gracias", ella responde, correspondiendo su
sonrisa.

   "Asumo que quieres salir de nuevo, ¿no?".

   "Eh . . . sí".

   "Hm . . . Puedes irte por aquí, pero algún día tendrás que revelar tu pequeño secreto".

Talia siente sus músculos tensarse mientras avanza a la salida, pero consigue forzar una leve risa y emitir un último sonido de asentimiento. Entonces, se aleja de la seguridad de las murallas de Jackson y se adentra en la profundidad de los bosques de alrededor. Ultimamente estaba teniendo problemas encontrando animales, no sabía si era porque los tenían todos en Jackson o si los infectados estaban acabando con ellos. La última hipótesis parecía ser la correcta, ya que cada vez que Talia salía a buscar comida se encontraba con tres o más infectados ansiosos por aniquilarla. 

De pronto ella consigue oír sonidos fuertes y apresurados, aquel crujiente sonido que produce la nieve al pisarla. Y cuando mira a la izquierda se encuentra con el masivo cuerpo de un alce.

Joder, ¿un alce por aquí?, ¿vivo? ¡Me he ganado la lotería!

Talia celebra en silencio, en su interior puede sentir la sed inhumana que la consume. Sin esperar más, saca unos de sus cuchillos más grandes y lo apunta directo a la cabeza del animal. Ella duda y cierra los ojos durante unos segundos, intentando recolectar la fuerza mental necesaria para matar aquella inocente criatura. Por más hambrienta que estuviera, a Talia nunca le agradaba matar algo que no fuese infectados o gente peligrosa. Más tenía que.

Suspirando profundamente, ella lanza el cuchillo. El animal cae al suelo con un chillido.

( )

El sol estaba un poco más alto en el cielo. Había que regresar a Jackson. Talia se levanta y trata de no observar la carcasa seca del animal. Saca una botella de agua que había traído y se lava la boca y las manos con ella. Esa poca agua no logra eliminar por completo las manchas de sangre, pero Talia podría decir que tuvo que matar a algunos infectados en el camino.

Su cuerpo se tensa en cuanto se levanta y sus oídos se agudizan. Sonidos, alguien corriendo, una voz. Inmediatamente se oculta detrás de un grueso árbol, sosteniendo una navaja con fuerza. Su respiración se acelera y su cuerpo adopta postura de combate, listo para cualquier ataque sorpresa. No obstante, aquello no ocurre, ella sólo logra escuchar una frase antes de que los pasos siguieran su camino:

   "Maldito Owen. No lo necesito, lo encontraré yo misma . . ."

Talia no sabía si debía contarle a Tommy lo que había escuchado. Decide no hacerlo, pues muy bien puede haber sido alguien de Jackson. Sí, debía ser aquello, porque ese nombre . . . Owen, le recordaba a algo, pero no sabía a qué. De igual manera si le decía a Tommy ponía en riesgo el objetivo de su escapada.

Talia decide dejar todo atrás y encaminarse de una vez por todas vuelta a Jackson.

( )

   "¿Quién es el caballo más lindo? Tú lo eres, sí, sí, cariño, tú lo eres", acaricia Talia a Blaze, quien hace sonidos de felicidad y patea levemente el suelo. Pasar tiempo con el caballo siempre le brindaba paz, lo quería tanto. Había acabado de bañarlo, lo cual había sido una tarea no más que ardua, pero dió sus frutos; el color negro del caballo brillaba más que nunca y Talia se sentía orgullosa del buen trabajo que había hecho. Tocaba peinarlo.

Ella agarra el gran cepillo que había a su izquierda y comienza a peinar con suavidad al caballo.

¿Le quedarían bien unas coletas? ¿O quizá unos moñitos?

Sonríe ligeramente y continúa con el quehacer. Habían pasado al menos tres horas desde que llegó de salir a comer. Según lo que sabía, Ellie, Dina, Tommy, Joel y Jesse ya debían haber regresado. En cuanto terminara con Blaze iría a verlos.

El tiempo pasa con rapidez. Blaze termina luciendo impecable y precioso. Ella palmea su hocico y le acaricia un poco antes de marcharse. Se encamina hacia el apartamento que comparte con Dina, frotando sus manos debido al incesante frío. Al llegar lo primero que hace es quitarse las botas, dispuesta a descansar.

   "¿Cómo te fue hoy, Di?", pregunta Talia, volteándose para encarar a su hermana. Sus cejas se fruncen; estaba sola. Ella observa con confusión su alrededor y entra al baño. "¿Dina?". Nadie.

Qué extraño. Debieron haber regresado hace ya una hora.

Quizá Tommy esté aquí. Le voy a preguntar.

Talia vuelve a ponerse sus botas, su mochila y sale con prontitud de la gran casa, iniciando su búsqueda. Va preguntando a los ciudadanos por María, hasta que, con mucha dificultad, logra encontrarla.

   "Hola, María". La mujer la encara con su característica severidad.

   "Oh, hola, Talia. Creo que sé por qué estas aquí. Buscas a Dina".

   "Así es, ¿cómo lo sabes?".

   "Me lo imaginaba", ella mira a su alrededor y luego de vuelta a Talia. Lucía cansada. "Ella no ha regresado, ni los demás. Solo Jesse logró volver, pero se marchó de nuevo para buscarlos".

   Los labios de Talia forman una fina línea, sus cejas se fruncen. "Pues los voy a buscar". María le agarra del brazo, sacudiendo la cabeza.

   "Ya Jesse está en ello. No tienes por qué ponerte en riesgo".

   "¿Y si ellos están en peligro? Lo siento, pero no puedo esperar sentada aquí. Voy a salir". Talia se zafa del agarre de la rubia y comienza a caminar hasta los establos.

   "Espera, Talia", la muchacha obedece y para en seco, escuchando a Maria soltar un largo suspiro. "Pasa por la armería y coge una escopeta. Hazlo, por favor".

Talia le mira por encima del hombro y le dedica una dura sonrisa.

   "Gracias". Sin más, se dirige hacia la armería. En medio del camino empieza a correr. No podía negar que estaba preocupada. Cualquier mención de una anomalía que envolviese a Dina o a cualquiera de sus amigos la ponía frenética. No podía dejar de imaginar escenarios sobre lo que les podría haber pasado.

Escoge una escopeta de bombeo y la cuelga en su mochila. Era un alivio que no había dejado sus cuchillos en el apartamento; volver allá sería una jodida.

En cuanto termina de anotar su nombre en la lista de usos, va corriendo hasta el establo, donde Blaze la recibe con un sonido estruendoso.

   "¿Ya me extrañabas, eh, pequeñín?", Talia lo desamarra y lo guía fuera de los establos, hacia la entrada principal de Jackson. Cuando se monta, él refunfuña y sacude la cabeza. "Sí, pequeño . . . Sé que hoy es tu día libre, lo siento. ¡Arranca, Blaze!". Al escuchar el comando de su dueña, Blaze deja de patalear y galopa con rapidez.

Talia decide conducirlo al puesto que le tocaba a Dina y Ellie. Usualmente viajar con Blaze resultaba ser una experiencia positiva y relajante, pero esta vez el nerviosismo y preocupación la nublaron por completo. Su estómago se revolvía, no logró concentrarse bien en el camino, lo que retrasó un poco el viaje. Pero, finalmente, llegaron.

Talia baja del caballo y lo amarra a una valla. Con su escopeta en manos entra al lugar, apuntando con ella todo el camino. Cuando termina de revisar el lugar, sin suerte, baja la escopeta con un suspiro y procede a llamar por nombres.

   "¿Dina? ¿Ellie? ¿Están aquí?", grita ella, ahuecando su boca con las manos para que el sonido llegase más lejos. "¡Jesse! ¡Dina! ¡Ellie!".

Nada. Lo único que le responde es el interminable silencio.

Tal vez ya llegaron con Jesse a Jackson.

No podía ser, los caminos se unían; Talia se hubiese encontrado con ellos mientras cabalgaba.

De repente se siente más desesperada que nunca, su respiración se vuelve errática y tiene que sostenerse de una mesa para no tener un ataque de pánico. No puede siquiera moverse al pensar en perder a su hermana de nuevo. Con la mano izquierda se aprieta el abrigo, intentando enfocarse en otras cosas, tomando respiros profundos. Esto logra calmarla un poco. Cuando recupera el control de sí misma, vuelve a Blaze como si nada hubiera sucedido. No espera nada de tiempo antes de volver a cabalgar por aquellos bosques forrados de nieve. No sabía ni siquiera adónde debía ir ahora, cabalgaba mirando frenéticamente todo lo que le pasaba por los lados.

En lo que parece un milagro -o una maldición- logra ver algunos caballos delante de una gran verja, tras la cual se hallaba una mansión. El alivio la recorre al reconocer a los caballos: eran Shimmer y Rocky y otros dos caballos más. Su corazón da un vuelco, se baja de Blaze, amarrándolo junto a los otros caballos, que lo reciben con amabilidad.

Sin importarle nada ni nadie, Talia toma la escopeta y dispara el cerrojo de la verja, estallándolo en mil pedazos. Cruza la verja con el corazón a mil y corre hacia la mansión, sosteniendo la escopeta en una mano y un cuchillo en otra. Con las cejas y labios fruncidos, empieza a explorar cada rincón de la casa.

   "No digas nada", alguien le tapa la boca, los ojos de Talia se abren de par en par mientras su cabeza grita peligro. En cuestión de segundos le propina un codazo en el estómago al extraño y se voltea, apuntándole con la escopeta.

   "¿Jesse?", su voz estaba llena de sorpresa. El asiático se sostiene el estómago, luchando por aire. "Por Hamsa, lo siento . . . Estaba buscándote, ¿Sabes dónde están los demás?, ¿están bien?, ¿los encontraste?". Jesse sacude la cabeza y se incorpora.

   "Me encontré con Dina y Ellie, ellas están bien".

Los hombros de Talia liberan mucha tensión. Después de un corto silencio, Talia se atreve a preguntar:

   "¿Y Tommy? ¿Y . . . Joel?" Estaba muerta de miedo. Jesse solamente niega con la cabeza mientras la mira con tristeza. Eso la inquieta más. "¿Cómo— A qué te refieres?".

   "Sus caballos están aquí, pero todavía no los hemos encontrado".

Talia inhala y aprieta los ojos por unos segundos, intentado tranquilizarse. "Tenemos . . . tenemos que continuar", le dice a Jesse, y, como caída del cielo, Dina vocifera:

   "¡Jesse! ¡Están aquí!".

Los muchachos se dedican miradas cómplices, mientras la esperanza crece en sus pechos. Empiezan a buscar la fuente del sonido y en poco tiempo llegan a unas escaleras que terminaban en una puerta abierta. Descienden y Talia se prepara para lo que podría ver. Quería abrazar con todas sus fuerzas a Dina, a los hermanos y también a Ellie.

Talia sonríe al ver a su hermana y la luz que nació en sus ojos se esfumó tan rápido como vino. Lo que la esperaba en aquel sótano no era poco.

La respiración de Talia se atasca en su pecho, ella jadea. De pronto, las voces de Jesse y Dina se vuelven lejanas, su atención se fija únicamente en el cadaver desplomado en el suelo sangriento. Su cabeza se mueve por sí sola, ella niega, toquetea la pared para asegurarse de que lo que estaba presenciando no era una pesadilla. Con todo el pesar de su alma se da cuenta de que no lo es. Su escopeta y cuchillo caen al suelo con un estrépito.

La habitación era digna de las peores pesadillas: En una esquina, Tommy, inconsciente, con la cara cubierta de sangre. Frente a Talia Dina y Jesse levantaban a Ellie, cuyo rostro estaba surcado de sangre, moretones y cortes. Le pasan por el lado y Talia escucha un susurro débil proveniente de Ellie: "no . . . Joel . . ."

   Dina le toca el brazo, lo que le produce un sobresalto. "Venga, Talia . . . Vámonos de aquí . . ."

   "Dame un momento . . ."

Dina suspira y asiente con la cabeza. Ella sube junto a Ellie y Jesse.


Lo único que Talia no se había atrevido a mirar por más de dos segundos: Joel.

Como si estuviera en cámara lenta, Talia se arrodilla y gatea hasta el cuerpo sin vida del hombre. Se sienta frente a él y no hace nada. No llora, no solloza, no patalea, no grita. Solo observa cómo otra figura paterna desaparece de su vida. Otro amigo. Aquel hombre que, en tan poco tiempo, le había hecho pasar una plenitud de momentos simples pero significativos. El hombre que a Talia no le importó consolar y acompañar por horas para que se sintiese bien consigo mismo. Cómo, al igual que su padre biológico, y su padre adoptivo, y su tío, la abandonaba sin nadie a quién buscar para ayuda. Cuya protección, que, aunque innecesaria, había sido grandiosa. Su gran sentido protector y paternal. Talia le reprochaba y le decía que no era una niña. Pero el hombre no dejó de hacerle saber nunca que si lo necesitaba, podía contar con él.

Talia se siente aliviada, aliviada porque le demostró a Joel en vida que, aunque se lo negara miles de veces, que lo apreciaba. Y apreciaba todo lo que hacía por ella.

La pelinegra no quería . . . no podía, quedarse más tiempo observando el cadaver de Joel. No tenía fuerzas ni ganas para llorar y se odiaba a sí misma por ello, pues seguramente el dolor que sentía se haría más llevadero si pudiera hacerlo. Pero es que había pasado por ese mismo momento tantas veces que hasta sus lágrimas estaban hartas de llorar por la misma razón. No obstante, que haya pasado por ello repetidamente no hacía que doliera ni un poco menos.

Entonces Talia se pregunta: ¿Qué había pasado? ¿Qué coño había pasado? ¿Quienes habían sido los hijos de puta que les habían hecho eso a su gente? A sus amigos . . . A su familia. Estaba más que claro que esto no había sido culpa de infectados.

Así como la tristeza y el dolor la embargaron al principio, la rabia e impotencia toman su lugar y hacen que le hierva la sangre, las manos le tiemblan y su respiración se vuelve acelerada, puede imaginarse a aquellos cabrones golpeando incesablemente a Joel hasta matarlo; golpeando a Ellie hasta destrozarle la cara; golpeando a Tommy hasta dejarlo inconsciente.

Esos hijos de puta iban pagar.

Apretando los puños, Talia se levanta y observa por última vez el cuerpo de Joel. Luego de unos segundos agonizantes se acerca a Tommy, lo levanta, pasa uno de los brazos del hombre por sus hombros y sube con él las escaleras de aquel sótano, dejando atrás al cuerpo que será protagonista de nuevas pesadillas.

































































LIVING DEAD

You will be missed, Joel Miller.

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