O2
( CAPÍTULO DOS )
entrada a Jackson
TALIA SOSTIENE Y ACARICIA LA
cara de su hermana, olvidando todo a su alrededor. Dina sigue boquiabierta, permitiendo que los sollozos la estremezcan, incrédula ante lo que ve. Talia encuentra inexplicables las sensaciones que recorren su ser; componen una corriente de emociones contradictorias e intensas que, sin ningún sentido, se enlazan. La hacen sentir miserable, triste y al mismo tiempo feliz de sobremanera.
"Soy yo . . . soy yo . . .", susurra Talia, fallando en la tarea de sonar calmada -el incesante temblor en su voz la delata-. "Estoy aquí, Dina . . . "
"Yo te vi, te vi ser . . ." Se detiene, recordando, al parecer, la presencia de quienes las rodean. Las hermanas dirigen sus miradas hacia quienes las observan atentamente. Ante el repentino contacto, la chica de cabello rojizo se rasca la nuca mientras mira hacia otro lado; la mujer, por su lado, susurra algo y los demás empiezan a adentrarse en la pequeña ciudad.
"¿No se quedarán hablando afuera, o sí?" Pregunta la rubia, con voz suave.
Talia mira a Dina y le acaricia el brazo, asintiendo con la cabeza. De tal manera, sobrepasan el gigante portón y se aseguran tras los muros de la ciudad. Mientras miraba el gran portón, Talia siente una punzada de dolor disparar por su pierna izquierda, así que emite un pequeño quejido, sintiendo el deslizamiento cálido de la sangre por su tobillo. Dina le agarra del brazo con mirada preocupada.
"¿Estás herida?, ¿qué te pasó?, ¿es grave, Talia?" Bombardea, su voz aún es ronca debido a las lágrimas. Talia niega con la cabeza.
"No, no, es sólo . . . un rasguño".
Literalmente, no era más que eso. Un asqueroso corredor había intentado agarrar su pierna mientras ella se arrastraba lejos de una horda. En su hazaña, el infectado la había arañado con aquellas uñas largas, sin importarle enterrarlas en la piel de la muchacha, lo que había resultado en unos rasguños más grotescos de lo normal.
"Te llevaremos al área médica, para evitar problemas. Pareces necesitar cuidado", dice la mujer rubia.
Talia mira a Dina, vacilante. Realmente quiere hablar con ella, explicarle todo lo que había sucedido durante esos años de separación, pero parecía no ser el momento. Dina estaba muy conmocionada —igual que ella misma— y Talia no cree que pueda digerir el peso de la situación.
"De acuerdo", asiente, poniéndose en marcha y siguiendo a la mujer rubia. La chica de cabello castaño y el otro muchacho aprovechan para acercarse a Dina.
"¿Estás bien?" Le pregunta la muchacha. Dina se limita a asentir con la cabeza.
"Me tenías preocupado, creí que te había pasado algo. No estás herida, ¿cierto?" Cuestiona el chico asiático.
"Un momento . . . no puedo . . ." Susurra Dina, acercándose de nuevo a su hermana. Talia le sonríe, con el amor presente y titilante en sus ojos. De solo ver a Dina le entraban ganas de echarse a llorar nuevamente. Había pasado tanto tiempo.
"Tú . . ." Inicia Dina.
"Lo sé", Talia interviene. "Sé que tienes muchas preguntas ahora, yo también las tengo, pero . . . es mejor hablar en privado. Después, Di".
El labio inferior de Dina tiembla ligeramente al escuchar su antiguo apodo, al que le tiene tanto apego. Más lágrimas se deslizan por sus mejillas. Talia la rodea con un brazo y deja que Dina apoye la cabeza en su hombro, mientras le acaricia el pelo. No puede evitar que sus ojos se cristalicen.
"Te he extrañado tanto . . . no me creo que esto sea real", solloza Dina, dejándose confortar por su hermana mayor.
Detrás, los otros dos observan la escena con la confusión escrita en sus caras; tenían en sus mentes tantas preguntas y ninguna respuesta.
De esta manera caminan con calma hasta donde la mujer los guía. Talia intenta despejar la mente y apreciar aquella comunidad. Se sorprende al ver a personas de todas las edades: desde muy mayores hasta muy jóvenes. Ahora estaba rodeada de gente. Gente buena.
Cálidas luces cuelgan de cables e iluminan las pequeñas calles, las personas charlan con tranquilidad y algunas de ellas les dirigen miradas curiosas. Otras saludan con naturalidad a la mujer rubia, quien, según Talia logra escuchar, se llama María.
María se detiene entonces frente a una construcción. No es tan grande como un hospital, por supuesto, pero es de mayor tamaño que las otras casas.
"Aquí es, vamos". Les dice la mujer, adentrándose en el lugar, seguida de cerca por los demás.
En el pasillo hay una cantidad ínfima de personas en postura de espera. Talia observa las habitaciones mientras camina, notando que apenas hay gente en ellas. Los pacientes principales son niños y un par de hombres.
De pronto, María dobla una esquina y entra a una de las habitaciones, la última al fondo. Talia la sigue al igual que Dina, pero el muchacho asiático y la chica de cabello rojizo se quedan fuera.
"Bobby", saluda Maria.
Un tipo regordete y con expresión amable se gira, alzando las manos.
"¡Ah, María! ¿Qué tal todo?". El hombre tiene una voz en auge, tan alta que Talia por un momento cree que debe estar enojado.
"Bien, dentro de lo que cabe. Necesito que la chequees", señala a Talia. "Y hagas lo tuyo con una herida que tiene en el tobillo".
Talia, ante esto, niega rápidamente con la cabeza. No hay forma de que dejara que vieran su mordida.
"No, no, yo . . . me encargo de esa. Por favor". Dice.
Los demás la miran, extrañadas, pero no refutan, aunque se nota a leguas que quieren hacerlo.
La pelinegra asume que se tiene que sentar en un sillón postrado en medio de la sala. No hay camilla, por razones obvias. Algunos recursos son muy difíciles de transportar y/o fabricar, pero ellos parecen tener lo necesario y eso la tranquiliza. Se sienta.
"Bueno, chiqui, ¿cómo te llamas?" Le pregunta Bobby, como si le estuviese hablando a una niña de cinco años. Talia hace una mueca.
"Bobby era pediatra". Interviene María.
"Sigo siéndolo". Corrige el hombre, arqueando una ceja.
"Sí, sí . . . Él está . . . acostumbrado a los niños. Pero es muy bueno en lo que hace".
Dina suelta un sonido raro, aquel que produce una persona al intenta aguantar la risa. Talia sonríe.
"Vale. Me llamo Talia, soy la hermana mayor de Dina".
Es como si hubiese soltado una bomba. La cara de María se desencaja.
"¿Hermana?" Se oye desde fuera de la sala. Talia gira la cabeza y ve a la chica de cabello castaño. La muchacha se aclara la garganta. "Lo siento". Finaliza.
Bobby se acerca a Talia. Ella se despoja de la cazadora verde que llevaba puesta, revelando sus brazos surcados de cortes y heridas varias.
"Joder . . . Talia". Se asombra Dina. "¿Por qué no habías lidiado con nada de esto?".
"Es . . . reciente". La pelinegra sisea al sentir las manos del médico explorar las heridas.
Un silencio calmo se instala en la sala mientras el hombre hace su trabajo. Este se rompe luego de unos minutos, cuando María suspira:
"¿Piensas quedarte?" Le pregunta a Talia.
"Dina, ¿aquí vives?" Talia se voltea hacia su hermana menor.
Dina asiente con la cabeza, sonriente. Sus ojos portan un centenar de emociones diferentes.
Talia responde: "Pues sí, me quedo, si es posible".
Dina susurra: "¡más te vale!" y Talia siente que las mejillas le duelen por sonreír tanto.
"Me parece bien", replica María. "Bueno, los veré mañana. Talia, ya que te quedas, tendré que hablar contigo, enseñarte cómo son las cosas por aquí en Jackson. Te esperaré en el comedor a las nueve de la mañana. Dina, encárgate de llevarla allí. Buenas noches". La mujer empieza a caminar fuera de la sala, luciendo exhausta. No poco después, los amigos de Dina también se acercan a despedirse.
"Adiós, Ellie, adiós, Jesse. Descansen". Se despide Dina. Talia anota mentalmente los nombres de aquel par.
Bobby procede a vendar, coser y desinfectar las heridas, y Dina acompaña a Talia en todo momento.
Eso sí, mañana va a ser un día pesado.
LIVING DEAD
No se preocupen, pronto ya tendrán más Ellie.
¡Gracias por leer!
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